Esta es la canción que les dije en el capitulo anterior.
Creo que la van a entender mejor, y ojo con lo que dice, me basé mucho en esta canción para Cielo y los últimos capítulos, ya que estamos MUY cerca del final.
Cielo.
― Evi, amor ― Me llamó Mateo desde el marco de mi puerta ― Voy a lo de Leyla, ¿Querés venir?
Negué ― No amor, gracias ― Se acercó a la cama ― Mandales saludos a todos, hay una torta en la heladera, llevaselas que seguro les va a dar hambre.
― ¿Segura? Estuviste una banda para hacerla, ¿No se la querés llevar vos? ― Negué con una mini sonrisa ― Sólo si me prometes que cuando vuelva me vas a hacer una a mi y muchos mimos ― Dijo sonriendo y asentí.
― Obvio, te espero acá, seguramente en la misma situación ― Rió y me dió un beso ― Te amo mucho.
― Yo te amo más, chau Evi ― Se despidió antes de agarrar su campera.
― Mandale saludos a los chicos.
― ¡Les digo, cuídate! ― Dijo mientras salía de mi cuarto.
― ¡Vos también, avísame cuando llegues! ― Cuando escuché la puerta suspiré, no me sentía bien y no quería darle lastima a nadie.
Sentía como que me ahogaba, ya estábamos estábamos invierno y sin embargo tenía la ventana abierta de par en par.
Mateo se había olvidado los cigarrillos y agarré uno, hace mucho no fumaba. Pero al hacerlo lo sentí como nada, en vano, no era como antes, solté el humo, apagué el cigarro y lo tiré por la ventana.
Estaba aburrida, necesitaba alguna distracción, fuí a la terraza a dibujar un rato pero había mucho viento, cuando iba a bajar, se voló la tela que cubría el mural que estaba haciendo en la terraza, el cual jamás logré terminar ya que soy lo suficientemente estúpida para hacerle caso a mi cabeza.
Cuando junté algunas latas de pintura a medias que me habían quedado ahí los ojos se me llenaron de lagrimas, muchas se ne habían secado por dejarlas mal cerradas, me sentía muy impotente y de un impulso, abrí la primer lata que tenía en la mano y la tiré con fuerza hacia la pared donde estaba el mural, arruinandolo, manchando el piso y hasta mi ropa ya que estaba cerca del mismo y salpicó.
Me puse en cuclillas llorando y pasándome las manos por el pelo, tenía pintura en las manos pero no me importó, solo quería llorar y gritar.
Pero tenía un nudo en la garganta que no me dejaba, gritaba en silencio, era horrible, no podía llorar con tranquilidad y estaba sola, no había nadie y aun así no era capaz de sacar todo mi dolor y mi angustia de mi pecho.
Intenté calmarme y bajar, no podía tranquilizarme, había dejado todo ahí, mis dibujos, mis cosas, las latas, todo tirado en la terraza.
En estos momentos necesitaría un calmante, me cago en haber tirado todas las pastillas.
En medio de mi crisis, sonó mi celular, ¿Por qué siempre me llaman en los peores momentos?
― ¿Hola?
― Creo que te dije que no quería que hables más con Irene Cielo, te tengo aprecio pero no puede venir siempre a mi casa a preguntar por vos ― Dijo la mamá de Irene del otro lado del teléfono, más calmada que la vez anterior.
― ¿Qué?
― Cielo, ¿Vos tenés contacto con tu papá? ― Su pregunta me dejó helada, me senté como pude en una de las sillas del comedor ― ¿Cielo?
― N-no ― Murmuré ― No hablo con mi papá desde hace años Virginia.
― Ay Cielo, yo... no sé como decírtelo sin que te alteres ― Suspiró ― Vino tu papá, está en Córdoba y te está buscando por todos lados.
Se me cayó el celular al piso de la impresión.
Lo agarré rápido para colgar la llamada, estaba perdida, desorientada.
¿Mi papá, después de tantos años? La razón de todos mis traumas y mis problemas, estaba buscándome.
Podría haber sido una buena noticia si no me sintiera como si lo hiciera por algo, algún interés, no sé.
Pero volver cuando ya no lo necesito es reabrir la herida, es volver a cuando era chiquita y lloraba todas las noches por mi papá.
Y volver a hacerlo, después de años, sentirme indefensa, abandonada, otra vez. Se sentía como si me estuvieran matando.
Como pude me fuí a bañar, seguía llena de pintura. Entré lágrimas y temblando pasé creo media hora bajo el agua.
Salí y me cambié despacio, con la mirada perdida.
Busqué en mi computadora lo que rondaba por mi cabeza desde hacía un tiempo, era lo mejor para todos, tal vez no para mi, pero ahora con lo de mi papá, siento que no tengo salida, él va a encontrarme donde sea que esté.
Me daba mucho miedo obviamente pero cuando el nudo en tu garganta sólo sube esperando a que des el último suspiro, no pensas bien en lo que haces. Ni las personas que dejas atrás.
Dios, ¿Cómo voy a explicarle esto a Mateo? Es quien menos se lo merece.
No merece esto, pero tampoco merece que me vaya así, tan abruptamente y no quiero que él termine exactamente como yo.
Esto ya lo viví pero de su lado, cuando lo veo, me veo a mi hace unos años, intentando ayudar a alguien que ya no tiene cura. Y cuando me veo a mi, veo a Magalí, la misma mirada, la misma decadencia, la misma depresión, la misma presión en el pecho y la misma sensación de que no voy a durar mucho.
Mateo.
― Boludo espero que Cielo me pueda perdonar por lo de la facultad, se me re pasó y cuando me acordé me quise matar ― Me explicó Ley y sonreí.
― No pasa nada amiga, por algo no pudo ser.
― Che, muy rica la torta pero nuestra amiga la cordobesa, ¿Dónde está? ¿Le hiciste de comer y la intoxicaste? ― Preguntó Nahuel y los demás rieron.
― Estaba medio enferma así que era mejor que se quede, hace mucho frío ― Dije sin importancia.
― Bueno, dale las gracias por esto igual, tenemos que juntarnos todos amigo, como antes ― Dijo Camilo.
― El viernes vayan a casa y hacemos alto asado en la terraza, como antes ― Propuse y victorearon.
― Que vaya Cielo amigo, sino soy la única mujer siempre ― Dijo Leyla otra vez y hubo algo de tensión ― ¿Qué? Belén ya no es parte del grupo y todos estuvimos de acuerdo.
― ¿No habló con nadie más? ― Preguntó Nico.
Tiziano negó ― No, la cruzamos el otro día y anda con otro grupo de pibitas, va a estar bien, supongo, que se joda.
― A mi todavía me duele el cachetazo ― Jodí y reímos relajandonos.
― Alto queque te pegó ― Dijo Lucas y las risas siguieron.
Una buena noche de amigos, entre todo.
Cuando volví a la casa de Cielo, que ya también cuenta como mi casa, no me esperaba encontrarme manchas negras en el piso.
― ¿Cielo? ― Llamé.
― ¡Estoy acá! ― Escuché desde su pieza y me acerqué rápido.
― ¿Qué haces ahí amor? ― Dije riendo apenas, yendo a saludarla, estaba sentada en el borde de la ventana leyendo ― ¿Qué lees?
― No sé, una recopilación de poesía, esta bueno, que sé yo.
― ¿Cómo estás?
Tragó saliva y los ojos se le llenaron de lágrimas ― Mi papá... ― Dijo antes de soltar un sollozo y la abracé. La cargué y me senté con ella en la cama, ella seguía llorando y comenzó a temblar ― Mi, mi papá me fue a buscar a Córdoba ― Dijo antes de romper en llanto.
― Amor no llores, ¿Cómo te enteraste? ― Murmuré secandole las lágrimas.
― Me llamó la mamá de Irene, mi papá me fue a buscar a la casa de ella, ― Me miró ― Me va a encontrar Mateo, y no quiero, es mi papá si, pero me abandonó y no quiero que vuelva ahora, es la razón de mis pesadillas, mis traumas de todo, es su culpa ¿Y vuelve así? ― Negó, mirarla a los ojos me causaba un gran temor a veces porque no veía nada, no trasmitia nada.
Ella se estaba apagando.
― Si no querés hablar con el no lo hagas Eva, pero lamentablemente vas a tener que enfrentar eso, cuando estés lista y decirle lo que sentís, por ahí después podes empezar de cero y dejar todo esto atrás.
Suspiró ― Mateo ya..., ya no tengo fuerzas para seguir viviendo esta pesadilla por favor, quiero que se termine ― Me abrazó con fuerza ― Necesito que se termine, no puedo vivir más así, ya no lo aguanto, es insoportable.
Tragué grueso escuchándola, escucharla tan perdida y tan rendida era desgarrador para mi. La amaba muchísimo.
Se durmió apoyada en mis piernas, llorando, yo acariciaba su pelo, perdido en mis pensamientos, la miré y pude notar algo tras su oreja, pintura negra, como en el piso del comedor.
Fruncí el ceño y la dejé suavemente apoyada en una almohada. Salí de su cuarto al ligar donde estaban las manchas, eran pisadas de ella que salían al patio de atrás y no me costó mucho entender que venían de la terraza, subí con mi celular en mano y la linterna prendida de este.
Parecía todo normal hasta que vi varios papeles por todo el piso y algunas cosas de Cielo como una cartuchera y una carpeta donde tenía todos sus dibujos, pero también ví una gran mancha de pintura negra en el piso y una lata vacía, subí la mirada y me quedé perplejo ante lo que vi.
¿Por qué? Porque desde ese momento supe como funcionaba la mente de Cielo, y jamás iba a poder ayudarla.
Era su mural, al que le había dedicado tanto pero tanto tiempo, salpicado, manchado con pintura negra.
Exactamente así, se veía ella.