Amy
Cuando llego al estudio quedo embobada por todo, es increíble todo el trabajo que se necesita para grabar una película. Sara me recibe y la abrazo, le tengo mucho aprecio. Hablamos un rato esperando la llegada de Michael. Cuando llega corre hasta a mí y me besa, llevamos muchos días sin vernos, los estúpidos paparazzi no me dejan de acosar desde que la revista publico la entrevista de Michael.
Luego de unos minutos Sara se va y Michael salta a mi como si fuera un depredador a punto de comerse a su presa favorita.
— Te extrañe, ¿por qué no te vienes a mi casa? Nadie sabe dónde vivo ahí, nadie podría molestarnos.
— Ellos lo sabrían, están siguiéndome día y noche. – digo mientras lo ayudo a quitarse la ropa
— ¿Cómo estás? – pregunta besando mi cuello
— Estaré mejor cuando te tenga entre mis piernas – digo jadeando
— ¿no quieres hablar? – pregunta riendo
— Podemos hablar luego, ahora quiero que me folles contra la pared.
Introduce las manos entre mis piernas quitándome las bragas, jadeo cuando sus dedos tocan mis pliegues.
— Vaya que sensible estas...
— Ni se te ocurra ponerte a jugar conmigo – le suplico
— Nada de juegos, los dejaremos para más tarde.
Lo que más me encantaba de Michael era precisamente que siempre se tomaba su tiempo con mi cuerpo, pero hoy lo único que quería era sentirlo dentro de mí.
— Michael – imploro
Él quería que rogara, siempre era igual.
Quería hacerme feliz.
Quería saborear cada momento que teníamos juntos.
Se deslizo los pantalones por las piernas mientras caminaba conmigo entre sus brazos y me empujaba a la pared haciéndome gemir de placer. Comencé a moverme desesperada por sentir mi liberación.
— Que impaciente... ¿Qué voy a hacer contigo?
— Puedes hacer lo que quieras – respondí llena de deseo – puedes hacer lo que quieras conmigo.
— Eres la mujer perfecta – dice mientras se introduce dentro de mí
Se retira y vuelve a penetrarme con fuerza y rapidez, suelto otro gemido desesperado.
— Más – gimo cuando se queda quieto
Vuelve a penetrarme y sin detenerse esta vez, se retira y vuelve entrar en mí una y otra vez. No podía distinguir de quien eran los gemidos, los dos lo hacíamos ruidosamente. Tomo mis labios entre los suyos ahogando nuestros sonidos. Olvide por completo donde estábamos justo ahora. Arqueo la espalda deseando explotar.
— Estoy... por favor, Michael, deja que me corra – ruego
Los movimientos se hicieron las fuertes y rápidos
— córrete nena – dice mientras exploto en mis pedazos apoyando mi cabeza en la pared.
Me rodea la cintura con sus brazos evitando que caiga al suelo, mientras su orgasmo se mezclaba con el mío mientras gritábamos nuestros nombres juntos.
Justo en ese momento un sonido en la puerta nos hace volver en a la realidad.
— Un segundo – dice Michael dejándome en el suelo y ayudándome a prepárame.
— ¿Dónde está el baño? – pregunto tomando mis cosas
— Ahí cariño – dice besando mis labios y dándome una nalgada en el trasero al pasar por su lado.
— Puedes entrar – dice mientras cierro la puerta de cuarto del baño.
Mientras arreglo mi cabello y mi ropa escucho la conversación que tiene Sara y Michael, tomo un gran respiro y salgo con una sonrisa en la cara.
— Creo que fue una mala idea venir – digo mientras apoyo mi cabeza en el hombro en Michael
— Por supuesto que no, ya haremos algo al respecto. Gracias Sara por todo.
— Es mi deber, soy la encargada de todo este bien.
Me despido de Michael y decido ir a casa, Sara me ayuda a salir junto con la seguridad, hay un montón de paparazzi en la entrada, una cabellera roja llama mi atención y veo a mi examiga con una gran sonrisa en su cara.
— Señorita Miller, ¿es verdad que está saliendo con Michael Cavill?
— Amy, aquí para tu antigua mejor amiga – dice Eleanor – por las buenas amistades, ¿podrías responderme unas preguntas?
— Eres una víbora oportunista – digo dándome la vuelta
— Lo dice quien lleva meses revolcándose con Michael Cavill – dice sonriendo, las ganas que tengo de golpearla incrementan.
— Amy sube al auto – dice Sara tomándome del brazo – ignora a toda esta gente.
Hago lo que dice y me subo al auto yéndome de ahí con un gran peso en mi pecho, paro unos kilómetros más adelante mientras las lágrimas caen por mis mejillas.
La odio, la odio tanto, no la soporto.
— Te odio perra narcisista
Me veo a mí misma cuando pequeña corriendo y jugando con quien en ese momento era mi mejor amiga, Eleanor. Nos veo en la escuela, en el instituto y en la universidad estudiando juntas periodismo.
La veo en mi cama desnuda gimiendo mientras mi novio la penetraba por detrás. Mi novio desde hacía seis años con el que me había comprometido solo días atrás y mi mejor amiga de toda la vida. La rabia y pena que sentí en ese momento no fue nada comparada con la rabia que sentí después cuando los encaré.
Tuvieron el descaro de decirme en mi cara que llevaban años siéndome infiel en mí misma casa, me culparon por no darme cuenta antes.
— Amy todo esto es tu culpa – decía Fernando moviéndose de un lado para otro en ropa interior – te dije hace mucho que lo dejáramos
— Me pediste matrimonio hace unos días – dije sin creerlo
— Lo hice porque tú me obligaste hacerlo
— Eso no es verdad – digo llorando
— Claro que lo es, siempre las cosas se deben hacer como tú dices, llevabas meses molestándome sobre el compromiso.
— Te estas acostando con mi mejor amiga – digo mirándola – eras como mi hermana.
— Estamos enamorados – dice ella tomando la mano de Fernando – siempre quieres tenerlo todo Amy ya es tiempo que abras los ojos.
— ¿Cuánto tiempo?
— ¿Cuánto tiempo qué? – dice Fernando enojado
— ¿Cuánto tiempo es que llevan engañándome
— No lo sé, unas semanas, unos meses o quizás años – dice como si nada.
— Perdimos un bebé juntos, ¿eso no significo nada? – digo sintiendo mi corazón romperse – solo han pasado unas semanas de eso.
— No, no significo nada y me alegro de que eso pasara, me alegro de que lo que sea que te haya dado Eleanor funcionara.
— No, no, no – digo llorando más fuerte – eso no es verdad
Ella se acerca a mí y toma mi mentón entre sus dedos observándome con una sonrisa maliciosa en su cara.
— ¿Recuerdas ese día donde quedamos para desayunar en tu restaurante favorito? Pues, digamos que ese día yo use un remedio para acabar con tu embarazo.
— Eres una perra – digo golpeándola en la cara – son una basura, los odio.
— No seas dramática – dice Fernando ya vestido – quiero que desocupes el departamento hoy mismo
— Esta es mi casa – digo furiosa – eres tú quien debe irse de aquí.
Me acerco a la habitación y comienzo a sacar sus cosas de los cajones tirando todo al suelo. Emma me coje de los brazos y se azota contra la pared haciéndome perder el conocimiento. Cuando despierto el departamento está a oscuras, prendo las luces sintiéndome mareada por el golpe. Todo es un caos, esta todo destruido, mi ropa esta por el piso en mil pedazos, camino encontrándome todo destrozado. Tomo mi teléfono y llamo a Isidora pidiéndole ayuda.
Cuando ella llega, llora conmigo en el sofá o más bien en lo que queda de él. En ese mismo momento me prometo que jamás confiare en un hombre, nunca más me dejare pisotear por nadie.
Vendí mi departamento días después, me deshice de todo lo que quedaba, me cambié de trabajo y comencé una vida nueva. Jamás volví a ver a Eleanor y a Fernando hasta hoy.
Un golpe en mi ventana me saca de mi estupor, veo a Michael al otro lado preocupado.
Bajo el vidrio y el abre aprovecha de desbloquear la puerta y sacarme del auto.
— ¿Nena estas bien? – dice mientras me examina detenidamente
Lo rodeo con mis brazos y comienzo a llorar más fuerte cuando toca mi cabello tratando de calmarme.
— Estas bien, estoy aquí ahora. ¿quieres hablar de lo que ha pasado?
Niego con la cabeza tratando de olvidar los últimos años de mi vida.
— llévame a casa – digo sorbiendo por la nariz
— hare algo mucho mejor, iremos a mi casa te quedaras ahí. Llamare a Isidora para que venga ¿sí?
— ¿Por qué tienes el número de Isidora? – pregunto entrando en pánico.
— No lo tengo cariño, la vamos a llamar de tu teléfono – dice sonriendo
Asiento con la cabeza queriendo borrar ese presentimiento de mi cabeza.
Michael besa mis labios y me ayuda a subir a mi coche, me pone el cinturón de seguridad y me besa nuevamente.
— Gracias – digo tomando su mano
— No es nada nena, en cuanto Sara me dijo lo que paso decidí ir por ti. Lamento dejarte sola, lamento que tengas que pasar por todo esto por mi culpa.
— No es tu culpa
— Lo es, yo soy el famoso es a mí a quien deberían estar molestando no a ti, nunca, jamás nadie tiene que molestarte, si alguien lo hace estaré aquí para defenderte siempre. Te quiero
Su confesión me saca una sonrisa sincera y lo atraigo a mi besándolo con devoción.
— Te quiero – digo haciéndolo sonreír
— Dilo otra vez
— Te quiero – vuelvo a decir – te quiero.
— Yo también te quiero nena, eres lo mejor que me ha pasado.
Trato de olvidarme de Eleanor, pero algo muy dentro de mí sabe que no descansara hasta hacerme caer otra vez.