Nerd 2.5: Parafilia [+18] [CO...

By AxaVelasquez

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«-¿Qué edad tienes? -La que tú quieras que tenga. -Tienes veintiuno a partir de ahora. -¿Y mi nuevo nombre? ... More

Edits, adelantos y personajes
Advertencia y aclaración
Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18 [+18]
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21 [+18]
Capítulo 22 [+18]
Capítulo 23
Capítulo 24 [+18]
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30 [+21]
Capítulo 31 [+18]
32: FINAL

Capítulo 5

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By AxaVelasquez

Era domingo, mi tercer día en la casa de las Lugo, y me dolía el cuello como si me hubiese dormido de cabeza, con todo mi peso encima de él.

No era para menos ya que no solo dormía en el sofá, sino que este había sido confinado al el balcón al Aysel decidir que mis ronquidos la incordiaban.

Me levanté y vi que la pelirroja demoníaca no estaba en su cama. Con la puerta del dormitorio abierta, me llegaba el olor de los huevos y el tocino, así que supuse que estarían abajo desayunando.

Al llegar al pie de las escaleras torcí los ojos al ver que mi amada prima estaba sentada a la mesa del comedor con la melena roja recogida en una coleta de la que escapaban algunos mechones rebeldes, y una sonrisa radiante coronando su rostro con cínica alegría.

Tenía el plato vacío, tenedor y cuchillo en mano, casi parecía que esperaba por mí para desayunarme.

—¿Dormiste cómoda? —me preguntó ella al verme.

Desde la mesa me llegaba el ruido de los utensilios de cocina, el cálido aroma de la comida, el crepitar del aceite en el sartén. Celina debía estar preparando el desayuno.

—A ver —dije sentándome, cansada de Aysel— imagino que sabes" que he estado en peores situaciones, que técnicamente debería agradecer tu sarnoso sofá y tu frío balcón, pero jódete, ¿okay? No agradezco una mierda.

Ella ladeó el rostro sonriéndome con ternura.

—El griego dijo que eras una perra amarrada. Ya empiezas a ladrar. Estaré pendiente para cuando empieces a morder.

—¿El grie...? ¿Azrel? ¿Hablas con Azrel?

Ella frunció el ceño, visiblemente confundida.

—¿Esperas que adivine lo que quieren de mí? Claro que hablo con él. Mañana empezamos, por cierto.

—¿Empezamos? ¿Plural?

—Ay, cariño, eres muy lenta para lo mucho que prometió el griego. Mañana empezamos. Y ahora calla que ahí viene mi abuela.

—Yo no veo que...

—¡Mis niñas!

La mujer llegó regando besos al aire y bendiciones en nombre del Señor a la vez que depositaba nuestros desayunos sobre la mesa.

—Qué hermosas están, que el Señor me las cuide y me las proteja y las llene de su bendición. —Luego de llenarle las pecosas mejillas a Aysel de besos, se acercó a hacer lo mismo conmigo—. Me quedaría a comer con ustedes pero me esperan en la congregación para que inicie la clase dominical de hoy.

—No te preocupes, abue, debes cumplir tu misión para con el Señor antes que nada —dije, ganando que Aysel me asesinara repetidas veces con sus ojos café.

—¡Ni se les ocurra empezar a comer sin dar gracias! —nos exhortó.

—Nunca, abuelita —dijo Aysel con una sonrisa.

Cuando la señora Celina se fue, Aysel me miró ya sin sonreír. No había desprecio ni nada similar en su rostrosolo la más absoluta practicidad.

—Nos quedan muchas horas de ocio antes de mañana, así que será mejor que las invirtamos en hacernos amigas. Buenas amigas.

Entre todas las cosas que ella podría haber dicho, incluida una confesión sobre un segundo asesinato, esa era la última que habría esperado.

—Me estás jodiendo, ¿no?

—Para nada —negó ella—, así que hazme el favor de tragar y responder mis preguntas.

—¿Qué preguntas?

—Las necesarias para fortalecer nuestra amistad.

—¿Por qué carajos querría ser tu amiga? Me hiciste dormir en tu sillón. En tu balcón.

—Precisamente por eso, ¿no? Te conviene nuestra amistad.

—Olvídalo —espeté, y le mostré mi dedo medio antes de engullir el resto de mi comida decidida a no escucharla más.

🗡⚔•♣️•⚔🗡

Cuando terminé de comer, luego de un largo rato sin hacer nada productivo sentada en el balcón, intentando inventarle una vida a las pocas personas que transitaban a esas tempranas horas por el vecindario de las Lugo, decidí que sí había algo que necesitaba de Aysel.

Volví a la sala a buscar a la pelirroja, y la conseguí sentada frente al televisor viendo la adaptación a película de la historia bíblica de José, el rey de Egipto.

Me aclaré la garganta, acercándome al sofá por detrás.

—Ahora que lo pienso, sí hay algo que quiero hablar contigo.

—Ssshhh.

Cuando me mandó a callar, decidí acercarme a ella de frente, y lo que vi me dejó perpleja.

Su rostro estaba casi tan rojo como su cabello, de sus ojos cristalizados caían gruesos lagrimones de profundo dolor mientras en la pantalla José era vendido como esclavo por sus hermanos.

No podía creer que estuviese llorando con esa película.

Me puse frente al televisor y lo apagué.

—Te voy a matar —prometió, secándose los mocos con un pañuelo.

Lo dijo tranquila, pero luego de saber lo que le había hecho a su mascota, no ponía en duda su promesa.

—No serías la primera en intentarlo.

Dicho eso, me senté a su lado.

—Tenemos que hablar en serio —continué, ignorando su dramatismo—. Estoy recién llegando aquí y no sé nada de este lugar. Necesito que me digas qué debo saber de Malcom.

Aysel se giró para mirarme, y así se mantuvo durante unos segundos. Callada, mirándome de arriba a abajo, como si considerara si de verdad me merecía su ayuda.

—Lo primero que tienes que saber es con qué, y con quiénes, definitivamente, no te debes meter.

Asentí a sus palabras, aliviada de que quisiera hablar.

—Te escucho. ¿Con quién no debería meterme?

—Conmigo.

Rodé los ojos.

—Ajá. ¿Y quién más?

—Ni con la fe de mi abuela. Si lo haces, te mato.

—Ajá. ¿Y luego?

—Te diría que no te involucres con Sama'el, pero ya que es tu trabajo, por el contrario te recomendaría ser una buena chica. Los tipos como él quieren eso, un trozo de carne inocente qué corromper para luego comerlo y escupirlo. Sé eso, sé la más buena entre las chicas buenas, y definitivamente harás que se fije en ti.

—Entiendo, entonces...

—Pero no dejes que te pruebe. El deseo rápidamente consumado es como la llama de un fósforo: encandila cuando es encendido, pero rápidamente pasa. Si quieres entrar en la mente de Sama'el, tienes que ser su puta fogata.

No quise añadir que de todos modos no podría dejarle consumar ese deseo, no si quería mantener mi trabajo y mi cabeza.

—Gracias, de verdad aprecio los consejos —dije al fin, con una sonrisa amable que me costó más de lo que podía parecer a simple vista.

—El griego lo sabía, supongo —conjeturó Aysel encogiéndose de hombros—. Por eso te dio ese papel. No hay nada que atraiga más a un demonio que la santa castidad de una mujer reprimida por dogmas religiosos.

Sonreí, en eso tenía tanta razón que me sentí estúpida por no haberlo intuido yo misma. Puede que los tatuajes y las amenazas de Azrel me distrajeran más de la cuenta.

Aysel se acomodó con entusiasmo en el sofá, subiendo los pies a este y quedando de frente a mí, con cara de entusiasmo.

—Ahora que te he dado información valiosa, te toca a ti decirme cosas.

—¿Qué cosas?

—Tu nombre, por ejemplo.

—Mailyn.

—Tu verdadero nombre.

—Poison.

—¿Quién se llama Poison?

—Pues yo —espeté—. Es mi maldito nombre, ¿te molesta?

—¡No maldigas en esta maldita casa! —se levantó, roja de ira—. ¿No has entendido que este es un lugar sagrado?

—Lo siento, en serio, no te puedo tomar en serio cuando... ¡sé lo que le hiciste a tu puto gato!

Aysel agarró el control del televisor en un arrebato de ira y lo estrelló contra la pared detrás de mí. Una parte de mí todavía cree que apuntaba a mi cabeza.

—¡SUPERA EL MALDITO GATO! —gritó—. Hasta mi abuela pudo.

—¡Tu abuela ni sabe lo que le hiciste!

—¡Sigue sin ser tu problema!

—¡¿Por qué me lo contaste entonces?! —grité, llevándome las manos a la cabeza como si quisiera arrancarme el cabello.

Aysel rio y se cruzó de brazos, como si la respuesta fuera lo más obvio del mundo.

—¡Para darte la bienvenida con honestidad! Odio las mentiras, y más odio a la gente mentirosa. Como tú. Mentirosita.

—¿Yo soy mentirosa? ¡¿Yo?! —Me estaba carcajeando de los nervios. Necesitaría ayuda psicológica pronto después de conocer a Aysel—. ¿Qué engaño le metiste a tu abuela sobre lo que sucedió con Pinchis?

—No le mentí porque ella nunca preguntó.

Me reí a tal punto que mi cara me ardía de lo roja que debía estar. Me tapé el rostro con las manos y grité, grité de frustración porque no sabía llevar a la loca frente a mí.

Así que me resigné, le saqué el dedo y di media vuelta para irme a acostarme en su cama con los pies sucio, tirar las sábanas al piso y dormir hasta el día siguiente si era posible.

—Poison —me llamó cuando estuve al pie de las escaleras.

—¿Qué? —espeté volteando solo el rostro para verla.

—Me caes muy bien, sé que seremos buenas amigas.

—Medícate, por favor —fue lo que dije antes de subir corriendo los escalones que faltaban hasta el dormitorio.

~~~

Nota:

¿Qué les parecen estas dos juntas? XD

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