Los Sementales

By YukiTsuki18

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Machistas, lujuriosos, atractivos e infieles, así son los sementales... tres hermanos ricos y guapos que no c... More

Booktrailer y Presentación
0.- Prólogo
1.- Fruta prohibida
2.- Marcado
3.- En la cuna de Los Sementales
5.- Apuesta
6.- Calumnia
7.- Buitres
8.- Borracho
9.- El color de tus ojos
10.- Última cena
11.- Triste adiós
12.- Testamento
13.- El patrón
14. Boda
15.- Noche de Bodas
16.- Reencuentros
17.- De rodillas
18.- Capricho
19.- Estos celos
20.- Pasiones
21.- Evidencias
22.- Romances
23.- Bajo el mismo techo
24. Noche de donceles
25.- Corazón galopante
26.- Cita
27.- Primera vez
28.- Lágrimas
29.- La propuesta
30.- Poco a poco, lentamente
31.- Hacer el amor
32.- Nubes negras
33.- Decisiones
34.- Amar es libertad
35.- Lágrimas de amor
36.- El fin de Los Sementales

4.- Castigo

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By YukiTsuki18

En el rancho de "Los Manzanos" se vivía una reunión singular... Julián, el nuevo enfermero de don Serafín Obregón, era presentado a "Los Sementales", quienes lo miraban fijamente apreciando la belleza del doncel.

Julián ya conocía a dos de los tres hermanos Obregón... había tenido encuentros bastante incómodos con Carlos y Diego, por lo que el ojiazul no pudo evitar sentirse nervioso al saber que ahora viviría bajo el mismo techo de esos dos hombres.

El silencio incómodo fue roto por Tomasa, quien habló dirigiéndose a "Los Sementales": bueno, pues ahora ya conocen a Julián, espero que se lleven bien y recuerden que él está aquí para cuidar a su abuelo... don Serafín necesita de Julián, no se olviden de eso...

Las palabras de Tomasa llevaban doble intención, por lo que sin decir más, la mujer descendió por las escaleras para dirigirse a la cocina.

Julián dijo con tono nervioso: con su permiso, voy a la recámara con su abuelo...

El doncel subió los escalones rápidamente y cuando los tres sementales se quedaron solos, el primero en hablar fue Mauro.

Mauro: ¿ese es el enfermero del abuelo? Creo que yo también necesito uno... está buenísimo ¿no creen?

Carlos y Diego respondieron en coro: sí, está buenísimo...

Inmediatamente, los dos sementales mayores se miraron retadoramente y sin decir nada más, Carlos se dirigió a la salida.

Con voz recia, Diego habló: un momento Carlos, tú y yo todavía no hemos terminado...

Carlos: yo ya no tengo nada más que decirte... y si lo que quieres es que nos matemos a golpes, no será en esta casa... como dijo Tomasa, si queremos agarrarnos a madrazos, será en otro lugar, no aquí...

Diego: es que no puedo creer que seas tan cínico... ¿cómo pudiste hacerle eso a Martín?

El semental mayor vociferó: yo no le hice nada que él no me permitiera... soy yo quien no puede creer que le des más crédito a ese muchachito que a mí que soy tu hermano...

Diego: pero es que no te das cuenta que lo que hiciste es un delito... lo violaste...

Con una sonrisa cínica, el barbado habló: por favor Diego, no seas dramático... yo no he cometido ningún crimen... ¿o qué piensas? ¿denunciarme?

Diego: yo no lo voy hacer, pero quizás Martín sí...

Carlos: pues que lo haga si se atreve, te aseguro que si me denuncia el que va perder más va ser él...

Carlos guardó silencio y salió de la casa dejando a Diego hecho una furia.

Mauro, el menor de los sementales y que había escuchado todo, posó su mano sobre el hombro de Diego al tiempo de decirle: tranquilízate... ya sabes cómo es Carlos... lo siento por ese pobre doncel, pero a fin de cuentas Carlos es nuestro hermano mayor y no podemos ir en su contra...

Sin responder a lo que su hermano menor dijo, Diego respondió: mejor vamos a ver cómo está el abuelo...

**********

Poco después, Mauro y Diego entraban a la recámara de don Serafín, quien era atendido por Julián.

Cuando el anciano vio entrar a sus nietos, habló con voz ronca: vaya, hasta que se acuerdan que tienen abuelo... todavía estoy vivo por si no lo recordaban...

Acercándose con una sonrisa, Diego dijo: ya abuelo, no empieces con tus remilgos... si no habíamos venido a verte es porque estábamos ocupados...

Serafín: cof cof, ¿ocupados ustedes? ¿y en qué? sino hacen nada más que andar de borrachos y perjudicando donceles... cof cof...

Ante esas palabras, Diego dirigió su mirada a Julián, quien apenado agachó la cabeza.

Mauro respondió: pues yo sí estuve haciendo unas diligencias que tú me pediste ¿recuerdas?

Don Serafín no pudo responder porque la tos se intensificó... rápidamente, el enfermero pasó un vaso de agua al anciano.

Una vez que la tos cedió, Julián dijo con tono suave: ya se acabó el agua... iré a la cocina por una jarra... ahora vuelvo don Serafín...

El ojiazul salió de la habitación siendo seguido con la vista por los dos sementales.

Mauro se acercó a la cama del abuelo para platicar con él al tiempo que Diego salía discretamente del cuarto para ir detrás de Julián.

Al pie de las escaleras, el ojinegro alcanzó al rubio doncel, quien ya regresaba con la jarra llena de agua.

Sujetándolo por el brazo para obligarlo a verle a la cara, Diego dijo: espera... tú y yo tenemos que hablar...

Liberándose bruscamente, el ojiazul respondió: discúlpeme, pero usted y yo no tenemos nada qué decirnos...

Sonriendo, el varón añadió: ¿ahora me tratas de usted? En el hospital no fuiste tan amable conmigo... ¿ya no te acuerdas?

Julián: en el hospital la situación era muy distinta... usted era un paciente y yo tenía que curarlo, aquí yo soy enfermero de su abuelo y usted es uno de los dueños de este rancho... lo trato de usted porque entre nosotros debe haber respeto... el mismo respeto que hay entre un patrón y sus empleados...

Diego: ¿quieres decir que eres mi empleado?

Julián: quiero decir que yo estoy en este rancho al servicio de su abuelo, solo para eso... no lo olvide...

El ojiazul intentó seguir su camino, pero el varón lo detuvo diciéndole: lo que no puedo olvidar son tus labios... recordar cuando te besé me pone muy caliente...

Diego tomó por la cintura al doncel y lo atrajo bruscamente a su cuerpo, por lo que sin dudarlo, Julián arrojó el agua de la jarra sobre el semental.

Sorprendido y con la cara mojada, el ojinegro habló muy molesto: ¿qué hiciste?

Julián: le di un baño para que se le baje la calentura... y ahora voy a tener que regresar a la cocina por más agua, la que llevaba se me derramó sin querer... con su permiso...

El rubio se dirigió nuevamente a la cocina mientras que Diego furioso continuó limpiándose la cara.

**********

Martín regresaba a su casa siendo abordado por su abuela, quien le dijo: vaya, hasta que vuelves... ¿dónde estuviste todo este tiempo?

Cabizbajo, el doncel respondió: caminando por ahí, necesitaba tomar aire y pensar...

Gertrudis: ¿y en qué tanto piensas?

Mirando a los ojos de la anciana, el doncel habló: en que ya no soporto vivir en este pueblo... por favor abuela, vámonos de San Benito, vámonos de esta casa, te lo ruego...

Gertrudis: y ¿a dónde quieres que vayamos?

Martín: no lo sé, a dónde sea... cualquier lugar será mejor que aquí...

Gertrudis: pero ¿te has vuelto loco?... no podemos irnos así nada más... lo único que tenemos es esta casa... no contamos con muchos recursos económicos... además, parece como si quisieras huir de algo o de alguien... ¿qué te pasa Martín? Cuéntame lo que te sucede...

Martín deseaba decirle a su abuela la desgracia que le había ocurrido, pero le faltaba valor.

Martín: lo único que me pasa es que quiero irme de este pueblo... solo eso...

Gertrudis: sí, pero debe haber una razón y estoy segura que esa debe ser Diego Obregón... ¿quieres irte de San Benito porque terminaste con él?

El castaño agachó la cabeza al tiempo que la mujer insistió: hijo, cualquier problema que tengas con Diego, puedes solucionarlo... ese muchacho es muy buen partido, no dejes que se te escape...

Con lágrimas en los ojos, el doncel contestó: ya te lo dije abuela... entre Diego y yo ya no hay nada, ni habrá nada nunca más... por favor no me presiones más con eso...

Gertrudis: si te presiono es porque te quiero y veo por tu futuro... pero está bien, si todo se terminó entre ustedes y ya no hay nada que hacer, lo entiendo... lo que no entiendo es por qué quieres huir de San Benito... quizás ya no tengas nada más con Diego, pero puedes encontrar a otro muchacho que te quiera...

Martín: ningún otro me va querer abuela, ninguno...

Gertrudis: ¿por qué no? tú eres un doncel bello, honesto, puro...

Al escuchar esas palabras, Martín no pudo contener más el llanto y dijo: no abuela, yo no soy nada de eso que dices... para mí ya no hay posibilidades de que un hombre me tome en serio... por eso tengo que irme de San Benito y si tú no te quieres ir conmigo, allá tú...

Martín se dirigió a su habitación cuando Gertrudis dijo: tú no puedes irte dejándome sola... yo solo te tengo a ti, he dedicado mi vida a ti, desde que tus padres murieron...

Martín: lo sé abuela... tú también eres lo único que yo tengo, pero entiende que yo no puedo seguir en San Benito... si me quedo en este pueblo solo me espera la deshonra...

El doncel subió rápidamente las escaleras hacia su cuarto, dejando a la anciana muy preocupada por sus palabras.

Pero mientras Martín sollozaba sobre su cama, Carlos Obregón, a bordo de su camioneta, manejaba lleno de ira.

Carlos: estúpido Martín, te atreviste a decirle a mi hermano toda la verdad... pero te va a pesar... te advertí que cerraras la boca y no lo hiciste, ahora te voy a dar un castigo para que entiendas que conmigo no se juega... te voy a enseñar a respetarme y a temerme...

**********

En la recámara de don Serafín, Mauro y Diego se despedían de su abuelo después de platicar un rato con él.

Julián se había mantenido en un rincón de la habitación respetando el espacio de los jóvenes con su abuelo.

Antes de salir, Mauro se dirigió al doncel para decirle en voz baja: Julián, te encargo mucho a mi abuelo, cuídalo muy bien, por favor...

Julián: no se preocupe... estaré al pendiente de don Serafín todo el tiempo...

Mauro: gracias y por favor no me trates de usted... creo que tenemos la misma edad, tutéame por favor...

Logrando una buena impresión en el ojiazul, Julián respondió con una franca sonrisa: está bien... no te preocupes, yo me encargo de tu abuelo...

Mauro contestó con otra sonrisa: me quedo tranquilo sabiendo que tú estás con mi abuelo... sé que en tus manos, él está seguro...

El semental menor tomó las delicadas manos del doncel, quien rápidamente las retiró para alejarse del ojos de miel.

Mauro salió de la habitación muy sonriente sin sospechar que Diego se había quedado detrás de la puerta escuchando todo.

Con mirada inquisidora, el ojinegro cuestionó: ¿qué fue todo eso Mauro?

Mauro: ¿qué cosa?

Diego: ¿cómo qué? no te hagas pendejo... escuché lo que le dijiste al enfermero y ni creas que no me doy cuenta cuáles son tus verdaderas intenciones...

En voz baja, el ojimiel contestó: pues si ya te diste cuenta que te valga madres... el enfermero está que se cae de bueno... a ti qué más te da o ¿es que tú ya le echaste el ojo y lo quieres para ti?

Diego: si así fuera, estoy en mi derecho, yo estoy soltero y tú no... tienes a Daniel ¿recuerdas?

Mauro: Daniel y yo terminamos... además de cuándo acá eres tan moralista... para agarrarse a un doncel no se necesita estar soltero... un buen macho sabe tener a varios donceles a la vez... eso me lo enseñaste tú, que no se te olvide...

El ojimiel dio la espalda a su hermano sin decir más, pero este lo detuvo: espera, ¿vas a salir?

Mauro: sí, hoy va haber una fiesta muy buena en casa de los Ortiz y tengo ganas de divertirme... no me esperen despiertos...

El joven semental se fue dejando a Diego pensando en la plática que su hermano menor había sostenido con Julián... no podía evitar sentirse celoso.

**********

La noche cayó sobre San Benito y en la casa del doctor Montero, Daniel terminaba de cenar con su padre, por lo que se levantó del comedor.

César sabía que algo le ocurría a su hijo, pero este no quería contarle nada.

Daniel se dirigía a su recámara cuando el teléfono sonó y él contestó... quien llamaba era su amigo del colegio, Aldo.

Aldo: hola Dani, ¿qué estás haciendo?

Daniel: acabo de terminar de cenar... me iba a mi cuarto a dormir...

Aldo: ¿a dormir? ¿Ya se te olvidó que hoy es la fiesta en casa de los Ortiz? Vamos, si quieres, yo paso por ti...

Con tono triste, el doncel de ojos avellana respondió: no tengo ganas de salir... tú sabes por lo que estoy pasando...

Aldo: sí, ya me contaste, pero no porque estés peleando con Mauro te vas hundir en la depresión... tienes que salir y pensar que hay más hombres aparte de él...

Daniel: es que a él es al único que yo quiero...

Aldo: mira, encerrándote no vas a solucionar nada... ven conmigo a la fiesta, quien quita y Mauro también llega y ahí se da el reencuentro...

Ilusionado por las palabras de su amigo, Daniel terminó por aceptar: está bien... pasa por mí en media hora, solo espero que mi papá no se vaya a poner chocante y no me deje salir...

Aldo: hay Dani, a ti cuándo te ha importado que tu papá te dé permiso... acuérdate todas las veces que te has escapado de tu casa...

Daniel sonrió levemente y colgó el auricular para después dirigirse con su padre para pedirle permiso de salir.

**********

En esos momentos, Martín terminaba de bañarse, por lo que envuelto en una toalla, el doncel salió del baño sorprendiéndose de ver la ventana de su cuarto abierta.

El castaño se dirigió a la ventana para cerrarla, no sin antes ver hacia la calle... él estaba seguro de haberla dejado cerrada.

Martín no tuvo mucho tiempo para pensar, pues al voltear la cara se encontró de frente con Carlos Obregón, quien se había metido a su recámara como si de un vulgar ladrón se tratara.

Al ver al hombre con una sonrisa maliciosa, el castaño intentó correr hacia la puerta, pero fue tomado bruscamente de un brazo y arrinconado contra la pared.

Martín intentó gritar, pero sus labios fueron sellados por la grande mano del barbado, que mirándolo a los ojos amenazó: ni se te ocurra llamar a alguien porque te juro que te muelo a golpes...

Lágrimas de terror empezaron a correr por las mejillas del doncel, quien nuevamente se encontraba sometido por su violador, solo que esta vez dentro de su propia habitación.

Haciendo un esfuerzo para hablar, Martín dijo: ¿q-qué quieres? ¿q-qué haces aquí?

Carlos: vine a decirte que de nada sirvió que soltaras la lengua con mi hermano... él no puede hacerme nada ¿o qué esperabas? ¿que me denunciara por lo que te hice?

Martín respondió con voz temblorosa: yo no quería eso... sé que él no te va a denunciar, pero tampoco es justo que crea lo peor de mí... él tenía que saber que tú abusaste de mí... que yo no me entregué por voluntad propia...

Sonriendo, el barbado añadió: quizás no te me entregaste, pero bien que lo disfrutaste... tu culo me empapó la verga del placer que sentiste al tenerme dentro de ti...

Sin dejar de llorar, Martín habló: eres un cerdo... yo no lo disfruté... eso fue lo peor que me pudo pasar... me arruinaste la vida...

Carlos: ¿así que no te gustó lo que hicimos? Pues entonces tampoco te va a gustar lo que vamos hacer hoy... porque después de soltar la lengua, tienes que recibir tu castigo y yo te lo voy a dar...

Martín: ¿castigo? ¿de qué hablas?

El ojiverde estaba por responder cuando golpes en la puerta de Martín le impidieron hablar.

Era Gertrudis, quien preguntaba: hijo, ¿te sientes bien? ¿no vas a bajar a cenar?

Los ojos del doncel se llenaron de esperanza al escuchar la voz de su abuela, pero no sabía qué responder al tener al violento hombre aprisionándolo contra la pared.

Gertrudis: Martín, hijo, ¿estás ahí? ¿te dormiste sin cenar?

Sin temer por la presencia de la mujer, Carlos le su susurró al doncel: contéstale a tu abuela... dile que estás bien y que ya te vas a dormir... si se te ocurre pedirle ayuda, te juro que la mato...

Temblando y con el rostro bañado en llanto, el doncel no sabía qué hacer.

Fuera del cuarto, Gertrudis insistía: hijo, ¿estás bien?

La mujer intentó abrir la puerta, pero estaba con seguro: hijo, ábreme... o voy a tener que buscar la llave de tu cuarto y entrar...

Carlos habló en voz baja mirando fijamente a los ojos del castaño: contéstale te dije... ya me conoces y sabes de lo que soy capaz... si tu abuela entra, la mato, y nadie va hacerme nada... acuérdate que soy un Obregón...

Con esfuerzos para responder, Martín finalmente habló tartamudeando: e-estoy bien abuela... s-solo me duele la cabeza y quiero dormirme, p-por favor, vete...

Gertrudis: pero hijo, no te escuchas nada bien... déjame verte...

Martín: no abuela, ya estoy acostado... déjame dormir, te lo ruego... mañana hablamos...

Gertrudis: es que me preocupa que te duermas sin cenar...

Controlándose para no gritar y revelar lo que realmente le pasaba, Martín insistió: déjame dormir abuela... vete, por favor...

Gertrudis: está bien hijo, no insisto más... al menos sé que dentro de tu cuarto no te va a pasar nada... hasta mañana, que descanses...

Martín cerró los ojos llorando amargamente al escuchar los pasos de su abuela alejándose de su habitación.

Carlos sonrió cínicamente al tiempo de decir: muy bien, lo hiciste muy bien... pero eso no impedirá que te dé el castigo que te mereces...

Sollozando, Martín dijo: por favor Carlos, ya me hiciste mucho daño... me violaste, me arrebataste mi virginidad, ¿qué más quieres de mí?

Carlos: sí, yo sé que fui el primer hombre en tu vida y como te dije la otra noche, tú ya llevas mi marca, pero hoy te voy a recordar que conmigo no se juega...

Martín: yo no he jugado contigo...

Carlos: me desafiaste al contarle a Diego lo que te hice... quisiste poner a mi hermano en mi contra y te voy a castigar por eso... dijiste que violarte era lo peor que te había pasado, pues ese va ser tu castigo...

Martín: no por favor, te lo ruego... otra vez, no...

El barbado cargó entre sus fuertes brazos al doncel, quien pataleando no pudo evitar ser llevado a su cama, donde fue arrojado bruscamente.

Carlos se echó encima del aterrorizado castaño, quien suplicaba con la cara bañada en llanto: no, te lo ruego... no me hagas esto de nuevo... aún estoy muy lastimado... aún me duele lo que me hiciste...

Sonriendo, el semental contestó al tiempo de desabotonarse la camisa y dejar ver su pecho velludo: te duele porque aún no le hemos dado suficiente uso a tu culo, pero hoy te lo voy a dejar más abierto para que las próximas veces te duela menos...

Martín: nooo... déjame en paz... ya no me hagas daño...

El rubio no escuchaba las súplicas del castaño, a quien le fue arrebataba la toalla que cubría su húmedo y delicado cuerpo.

Con los ojos brillando de lujuria al ver ese sensual cuerpo desnudo, Carlos se relamió los labios diciendo: recién bañadito... limpiecito para mí... así es como me gustan...

Sin esperar más, el barbado asaltó la boca del doncel besándolo apasionadamente y profanando con su caliente lengua hasta lo más profundo de esa cavidad bucal.

Sintiendo que el aire le faltaba, Martín golpeaba con sus pequeñas manos la espalda del semental, que no sentía dolor por los golpes, sino más placer.

Una vez que el beso terminó, Carlos se despojó rápidamente de su pantalón vaquero quedando desnudo y mostrando sin el menor pudor su hombría, que ya lucía erecta por la excitación del momento.

Martín se asustó al ver nuevamente a la verga que le había arrebatado su castidad, por lo que con la voz entrecortada intentó gritar: abuela, ayúdame...

Nuevamente, el macho cubrió con su mano la boca del doncel: ya te dije que si tu abuela viene, la mato, ¿eso es lo que quieres?

Sin poder hablar, el castaño negó con la cabeza.

Carlos: entonces, no vuelvas a intentar gritar y ábreme las piernas... al fin que ya no tienes nada que perder... ya no eres virgen, ahora solo te queda sacar la puta que todos los donceles llevan dentro y gozar de tu castigo...

Sin dejar de llorar, Martín sintió cómo Carlos le abría las piernas para meterse entre ellas y rozar con su enorme falo su enrojecido agujero.

Carlos: podría prepararte para que no te duela, pero esto no es un premio sino un castigo...

El semental enterró su verga dentro de esa apretada funda, que a la fuerza se amplió para recibir ese pene de grosero tamaño.

Martín tuvo que morderse los labios para no gritar al sentir que su culo era abierto nuevamente por el mismo falo que le había robado su inocencia.

De una sola estocada, Carlos empaló totalmente a Martín, sintiendo que sus huevos chocaban con las tersas nalgas del doncel.

Carlos: ves como ahora no costó tanto que te la metiera... eso es porque tu culo ya reconoce al que es su dueño...

Martín no respondió nada, solo siguió llorando mientras sentía que el semental desenfundaba su verga, para volverla a meter de manera violenta dando inicio a las estocadas continuas y salvajes.

El doncel no pudo contenerse más y su garganta lo traicionó al comenzar a emitir gemidos: aghhh... ah ah ah...

Gemidos que excitaban aún más al macho, quien con la libido a todo lo que da, metía y sacaba su boa de carne dentro de esa cueva del placer.

Aunque deseara negarlo, el doncel tenía que admitir que después de varios minutos, el dolor cedió dando paso al placer... el cuerpo de Martín traicionaba nuevamente a su razón.

Y desde el fondo de sus entrañas, sus líquidos ardientes comenzaron a mojar el pene de Carlos, quien sonrió al saber que había logrado excitar a su víctima.

Carlos: ¿ya lo ves? Nuevamente me estás bañando la verga... tu cuerpo me dice que sí estás gozando esto... te encanta que te la meta, acéptalo... acepta que eres como todos los donceles, una puta...

El castaño apretaba con sus manos las blancas sábanas de su cama creyendo que no podía ser más humillado... como doncel estaba totalmente subajado con las piernas abiertas y su intimidad siendo profanada.

Taladrando con fuerza el ano de Martín, el barbado decía: dime cuánto estás gozando... dime que te encanta que te parta el culo... dime lo que sientes al tenerme dentro de ti...

El doncel no pudo emitir palabra, solo pudo gemir: aghhhhhh ahhh...

Y como último recurso de defensa, Martín clavó sus uñas en la espalda del macho rasguñándolo para intentar provocarle una mínima parte del dolor y el placer que el doncel sentía.

Pero para el macho solo había placer, por lo que al sentir que su espalda era arañada, la excitación de Carlos incrementó y aumentó sus embestidas haciendo que Martín alcanzara el orgasmo.

Viendo que los ojos de Martín se ponían en blanco por el placer recibido, Carlos dio sus últimas estocadas y sin poder aguantarse más, se corrió en el interior del doncel.

La verga de Carlos disparó varios chorros de semen, los cuales bañaron las entrañas de Martín, quien sentía ese líquido caliente inundando lo más íntimo de su ser.

El semental gruñía y temblaba al depositar su semilla en ese agujero que le provocaba tanto placer.

Una vez que dejó de correrse, Carlos desenvainó su espada y con una gran sonrisa vio que del culo de Martín salía semen y sangre... sus embestidas habían sido tan fuertes que nuevamente había hecho sangrar al pobre doncel.

Carlos: ahora sí te dejé bien roto, pero para las siguientes rondas ya no te va a doler tanto... solo va haber placer... porque ya no puedes negar que te gustó, mi verga está manchada de tus jugos... esta noche al fin sabes lo que es el placer del sexo...

Carlos se puso el pantalón y el cinturón lo dejó sin abrochar.

Sudado y con la camisa al hombro, el varón se dirigió a la ventana para antes de salir decir: recuerda que este castigo tú te lo buscaste... si vuelves a abrir la boca, te irá peor... nos vemos lindura y no te preocupes, yo cierro por fuera, no se vaya meter a tu cuarto un violador...

Sonriendo cínicamente, Carlos salió por la ventana mientras que Martín no se movía de la cama.

Con los ojos secos de tanto llorar, el castaño sabía que al menor movimiento sentiría un gran dolor... el placer se había ido y solo quedaba el dolor.

Sobre esa cama de sábanas blancas, un doncel violado por segunda vez lloraba humillado con el culo roto y escurriéndole semen y sangre.

*********

En la casa de la familia Ortiz se realizaba una gran fiesta... jóvenes de San Benito disfrutaban de los excesos del alcohol y el desenfreno.

A la orilla de la alberca, Daniel platicaba con Aldo, quien lo animaba para divertirse.

Aldo: quita esa cara de tragedia Dani... estamos en una fiesta, no en un velorio...

Daniel: no puedo divertirme, lo siento... no puedo dejar de pensar en Mauro, la verdad es que vine porque pensé que él estaría aquí, pero no vino...

Aldo: pues deja de pensar en él... ¿ya viste el chavo que está por el bar? No deja de verte y tiene un cuerpazo... mira esos músculos...

Daniel: Aldo, yo no estoy para ver a nadie... lo único que quiero es saber dónde está Mauro... muero de celos solo de pensar que ya se buscó a otro...

Aldo estaba por responder cuando Gerardo Ortiz, el anfitrión de la fiesta, apareció para saludar a Daniel y su amigo.

Gerardo: hola chicos, ¿cómo se la están pasando?

Aldo: súper bien Gera... qué suerte que tus papás viajen tanto y tengas esta casa para ti solo...

Gerardo: sí... por cierto Dani, ¿por qué no me habías dicho que tú y Mauro terminaron?

El doncel de ojos avellana se sorprendió ante las palabras del anfitrión.

Daniel: ¿por qué me dices eso?

Gerardo: pues porque pensé que tú y Mauro seguían siendo novios y vaya sorpresa que me llevé al ver al semental menor fajoneándose con Luigi afuera de mi casa...

Daniel: ¿qué? ¿dices que Mauro está afuera?

Sonriendo socarronamente, Gerardo confirmó: sí y está dándose tremendos besos con Luigi... creo que les voy echar agua o nos van a dar una película porno en vivo...

Sin escuchar más, Daniel se dirigió apresuradamente al lugar que le habían dicho y al llegar sus ojos casi se desorbitaron cuando vio que, parado afuera de su camioneta, Mauro se comía a besos a otro doncel.

Sintiendo la sangre hervir por sus venas, Daniel actuó sin pensar y agarró por los cabellos a Luigi, el chico que era besado por su exnovio.

Mauro se sorprendió ante la inesperada aparición de Daniel, quien como una fiera salvaje se fue encima del otro doncel, a quien comenzó a darle de bofetadas.

Daniel vociferaba: eres una zorra Luigi, ¿cómo te atreves a besarte con Mauro? Él es mi novio... MI NOVIO...

Viendo que Luigi no podía defenderse, Mauro agarró por la cintura a Daniel para detener la pelea.

Aprisionándolo sobre la puerta de su camioneta, el menor de los sementales habló con voz recia: ¿qué te pasa Daniel? ¿por qué haces esto? ¿estás loco?

Soltándose del agarre, Daniel golpeó enfurecido el pecho del ojimiel al tiempo de gritar: ¿qué te pasa a ti? ¿cómo te atreves a besuquearte con este tipo? Yo soy tu novio y me dejas en ridículo...

Mauro: no, Daniel... tú y yo ya no somos nada... terminamos por tu culpa ¿recuerdas?

Daniel: eso no es cierto... tú terminaste conmigo porque eres un lujurioso... un macho que no puede contener sus instintos animales para respetarme... UN SEMENTAL...

Mauro: pues sí, eso es lo que soy... y si tú no puedes darme lo que quiero, tengo que buscarlo en otra parte...

Tranquilizándose, Daniel tomó entre sus manos el rostro del ojimiel: Mauro, yo te quiero... te quiero de verdad...

Mauro: pues no me lo demostraste y yo tengo derecho de buscarme a otro, alguien que sí me satisfaga... tú y yo ya no somos nada, entiéndelo...

El semental ayudó a Luigi a levantarse del suelo y le dijo: vámonos a otra parte...

Al ver que su amado se iba con otro doncel, Daniel comenzó a llorar: espera Mauro, por favor no te vayas... tenemos que hablar... dame unos minutos más...

Antes de subirse a su camioneta, Mauro aseveró: el tiempo para nosotros se acabó... no vuelvas a buscarme nunca más Daniel...

Mauro y el otro doncel se fueron en la camioneta dejando a Daniel hecho un mar de lágrimas.

Aldo, que había observado todo, se acercó a su amigo para consolarlo: no llores por él Dani... ese "semental" no te merece...

Daniel: pero yo lo amo... lo amo, pero se va arrepentir de esta humillación... te juro que lo voy hacer pagar... él no me va desechar como una basura... ahora él va a conocer quién es Daniel Montero...

**********

En el rancho de "Los Manzanos", Julián había terminado sus actividades, por lo que antes de irse a su recámara a dormir, pasó a la cocina por un vaso de agua.

Cuando estaba por salir de la cocina, se topó con Carlos, quien regresó después de embriagarse en la cantina del pueblo.

Tapándole el paso al ojiazul, el barbado habló: pero mira nada más a quién me encuentro en la cocina de mi casa... al doncel que conocí en el hospital y que estuve buscando por todas partes... yo creo que Dios me está premiando porque soy un muy buen hombre...

Sintiendo el aliento alcohólico del varón, Julián intentó alejarse: con permiso por favor...

Carlos: pero qué pasa lindura... ¿no quieres platicar conmigo? ¿te caigo mal?

Julián: por favor, déjeme pasar... usted está borracho...

Sujetando por la cintura al bello doncel, Carlos dijo: estoy borracho, pero no pendejo y ahora lo que quiero es probar esa linda boquita que tienes...

Resistiéndose, Julián comenzó a forcejear para evitar que otro de los sementales profanara sus labios rosas.

Julián: suélteme, me lastima...

Carlos: más te voy a lastimar si no te dejas...

En ese momento, Tomasa apareció hablando con voz fuerte: Carlos, déjalo en paz... estás borracho y no sabes lo que haces...

Al escuchar a la ama de llaves, Carlos soltó a Julián, quien se retiró rápidamente a su habitación.

Antes de llegar a su cuarto, Julián se topó con Diego, quien lo detuvo.

Diego: espera Julián, quiero hablar contigo...

Molesto por la situación, el ojiazul respondió en voz alta: pero yo no quiero hablar con usted, ni con usted ni con nadie que no sea don Serafín o doña Tomasa...

Notando la actitud nerviosa del doncel, Diego lo cuestionó: ¿qué te pasa? ¿te ocurrió algo?

Julián: solo quiero que me deje en paz, no me busque, no me mire siquiera... ¡DÉJEME EN PAZ!

El ojiazul se metió a su recámara dejando a Diego muy sorprendido... en esos momentos, la mirada del ojinegro se encontró con la de su hermano mayor.

Con voz gruesa, Diego inquirió: ¿qué buscas aquí Carlos? Tu recámara queda del otro lado de la casa... aquí solo están las de huéspedes...

Carlos: lo mismo digo hermanito... ¿no será que estamos buscando lo mismo?

Sin responder a las insinuaciones de su hermano, Diego dijo: jálale para tu cuarto... te caes de borracho, mañana tú y yo vamos a hablar...

Mientras que Carlos y Diego se alejaban, Julián, dentro de su habitación, aseguraba la puerta colocando varias sillas para evitar que alguien entrara.

El doncel ojiazul se sentó sobre su cama y pensó: Dios Mío, ¿a dónde me vine a meter?... ayúdame, por favor...

**********

El sol bañó los hogares de San Benito y en uno de ellos, Gertrudis se preguntaba por qué su nieto no bajaba a desayunar.

Preocupada, la mujer se dirigió a la recámara de Martín.

Golpeando su puerta, Gertrudis decía: Martín, ¿tampoco vas a bajar a desayunar? ¿qué pasa contigo? Responde o voy a entrar... aquí tengo la llave...

Solo el silencio respondió a la anciana, quien asustada por no saber lo que ocurría con su nieto, abrió la puerta de la habitación y entró.

Los ojos de Gertrudis se abrieron grandemente al ver a Martín sobre su cama inconsciente y con un frasco de pastillas en su mano.

Gertrudis: ¡Dios Mío! Martín...

La mujer se echó sobre la cama y levantó en sus brazos el inerte cuerpo de su nieto, quien con el rostro pálido reflejaba la sombra de la muerte.

Sollozando, Gertrudis comenzó a gritar: Martín, hijo, ¿qué hiciste?... ¿QUÉ HICISTE MARTÍN?

Continuará...

¿Les gustó el capítulo?

Ya saben que si desean que continúe con esta historia denle una estrellita, comenten o ambos...

Nos leemos muy pronto
😉😉😉

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