Educando a la princesa

Von SybilleZ

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Hermosa, sexy, rica, amada por todos y ... terriblemente problemática. La vida de la princesa cambia cuando... Mehr

Sinopsis
Prólogo
Personajes
Capítulo 1 - El príncipe y el sapo
Capítulo 2: Un sostén de Victoria's Secret
Capítulo 3 - La bruja de tacones rojos
Capítulo 4: Tonto sapo enamorado
Capítulo 5: El sapo salvador
Capítulo 6: Sapito, sapito, de rosa te ves feíto
Capítulo 7: El contraataque del sapo
Capítulo 8: Una princesa en apuros
Capítulo 9: Una mujer peculiar y el talento escondido del sapo
Capítulo 11: El príncipe dorado
Capítulo 12: Sapo salvaje al ataque
Capítulo 13: La princesa que lo vuelve loco

Capítulo 10: Unos amigos fuera de serie

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Von SybilleZ


—Entonces, una princesa, ¿eh?

Fue lo primero que escuchó al darle una mordida a su manzana. Era la hora del almuerzo, el único momento realmente suyo en un lunes de locura como aquel. Ni bien había dado el primer paso dentro de la escuela, todos empezaron a saludarla. Se sentía casi como una celebridad. Siendo quien era, estaba acostumbrada a la atención, pero recibir este trato de sus compañeros la hacía sentir distinta. 

"No perteneces aquí", escuchó una voz en su mente. 

Pero hizo caso omiso. No se dejaría vencer por sus inseguridades.

—Samantha Braconi, princesa de Inglaterra— respondió luego de tomarse el tiempo de masticar su manzana y limpiar su boca con un pañuelo de papel.

Observó con interés al chico que le había hablado, era demasiado atractivo como para ignorarlo. Pelo azabache, casi carbón, con una sedosidad admirable. Ojos felinos, de un color entre verde y dorado. Boca insinuante, con labios ni muy delgados ni muy gruesos, "besable". Como cereza del pastel, un cuerpo firme acompañaba a aquel chico "A1", como habría dicho su maestra de historia. 

"Anímate a mejorar la especie" le habría aconsejado la liberal princesa de Grecia.

"Los guapos son los más cabrones" le habría explicado su hermano.

"Preséntame al chico lindo" le habría pedido su joven tía, alejada del según ella "sofocante" ambiente real.

Pero Samantha no quería ni una relación, ni mejorar la especie, ni nada que se le pareciera. Solo quería volver a su hogar y sabía que un chico como aquel, significaba problemas. Mucho más si se encontraban solos en el techo de la escuela, tomando en cuenta que él no había hecho más que observarla durante el último minuto, aunque, para ser justos, ella lo había admirado con la misma intensidad.

Ella se paró de donde estaba sentada, se alisó la falda y se dispuso a irse de aquella azotea que había fallado en su propósito: alejarla de cualquiera de sus nuevos "pretendientes". Y no exageraba, había recibido 4 cartas en lo que iba del día. Todo un récord.

Pero antes de que pudiera llegar a la puerta, una firme voz la detuvo.

—Siéntate.

—¿Qué?— Volteó de forma rápida y lo encaró.— ¿Estás loco?

—Hablemos.

—Mira, si esta es tu gran idea de "conquista", déjame decirte que estás completamente equivocado. Puede que te funcionara con otras chicas, aunque lo dudo, pues cualquiera con tres neuronas te habría mandado a volar, pero conmigo esto es inútil. No creas que ser guapo es el único requisito para que te acepten todos tus caprichos.

—¿Qué?— preguntó el chico riendo mientras enarcaba una ceja. Su rostro mostraba toda la confusión que expresaba en su voz.

—¿Qué de qué?— preguntó Samantha a la defensiva.

—¿Creíste que yo...que quería que tú y yo?—la confusión desapareció dejando que su risa, antes apenas contenida, explotara, llenando de carcajadas aquella anteriormente tranquila azotea.

Samantha sintió que su rostro se calentaba.

—Ey, ¿qué te pasa?— le dio al chico una palmada en la espalda, quizá con más fuerza de la necesaria. Pero la risa no cesaba. 

—¡He dicho qué te pasa!— exclamó de forma frustrada la princesa.

—Lo que pasa, querida Sherlock—le respondió una voz surgida de la nada— es que casi matas de risa al pobre muchacho.

Dos chicas salieron de entre la oscuridad detrás de la puerta e hicieron su aparición mientras caminaban al mismo ritmo, uno, dos uno, como si de soldaditos se tratase. 

La que había hablado, una chica muy pequeña, continuó.

—Al parecer las princesas no son inmunes. 

Samantha no entendía nada, se sentía como pez fuera del agua. 

—¿A qué te refieres?—preguntó con exasperación.

—Bueno, lo que quiero decir es que las princesas son como el común de los mortales. Como nosotros, para ser más precisos...

Las risas habían cesado. Cuando Samantha volteó vio como la otra chica, una castaña con cuerpo digno de certamen de belleza, golpeaba al chico sin piedad. 

—Habíamos pensado que, quizá, eran diferentes en alguna forma, ya sabes, todo eso de la sangre real, las monarquías, los siglos de historia—continuó la pequeña pelirroja. Sus manitos regordetas se movían acompañando su discurso.—Pero al parecer, eres una adolescente como cualquiera. También tienes una debilidad por los chicos lindos. No es necesario que sean príncipes, ¿cierto?

Samantha estaba descolocada, ya no sentía molestia, solo curiosidad. Escuchó unos grititos provenientes del chico. Le seguían dando de alma.

—Te...dije...que...no...la...molestaras—le reprendía la linda reina de certamen mientras que alternaba cada palabra con fuertes golpes de su mano.

—¿No deberíamos de ayudarle?—preguntó la princesa—Parece como si lo estuvieran llevando al matadero.

—No te preocupes, en cinco segundos termina.—respondió la pequeña— Siempre es lo mismo.

—¿Cómo que siempre es lo...

—Shhh. Observa.—la pelirroja observó su reloj de pulsera— Cinco...cuatro...tres...dos...uno.

—Si vuelves a hacerlo, a la próxima te irá peor.— terminó la bonita encajando un último golpe en el brazo del guapo y, al parecer, adolorido muchacho.

—Y cero. Eso fue todo.

Samantha quedó con la boca semiabierta. 

¿Pero qué demonios?

—Discúlpalo, Derek aparece así, de improviso. Puede haberte incomodado, pero no es un mal chico. Y no fue su intención burlarse de ti, créeme. — le explicó la castaña mientras le dedicaba una sonrisa cordial— Soy Katrina, por cierto, pero puedes llamarme Kat. Y ella—dijo señalando a la pequeña— es Helena. 

—Y ustedes están aquí porque...—comenzó Samantha.

—Es nuestro espacio— respondió Helena.—En realidad, los demás no nos tratan muy bien si sabes a qué me refiero. Somo una especie de rechazados, marginados. No lo sé, somos distintos, algo como "El club de los cinco", ¿viste la película?—cuestionó— Este es el único lugar en donde podemos ser nosotros mismos, sin las críticas de chicos que apenas pueden limpiarse el trasero y que solo piensan en perder la virginidad antes de los 16.

Samantha se sintió mal por ellos, había sido tan insensible adueñándose de su único refugio.

—Lo siento, yo...

—¡Auch!—chilló Helena— ¡Eso duele!— exclamó frotándose el brazo en el cual Kat le había aplicado un golpe maestro.

—No le hagas caso. Le encanta ver películas y leer todo lo que encuentre a su paso. Tiene una imaginación muy vívida, pero lo que te cuenta son solo eso, historias.

—Solo lo exageré un poquito— murmuró Helena apretando el brazo en el que había recibido el golpe.

—Si por "poquito" te refieres a armarnos una vida de pobres marginados para así darle lástima a Samantha y que nos deje la azotea, pues sí, supongo que podríamos decirle "poquito".

—Tengo hambre— interrumpió Derek mientras una serie de gruñidos provenientes de su estómago confirmaba sus palabras.

—¿Tienes ahí un monstruo o qué?—dijo Helena mientras se alejaba de su amigo.

—El monstruo lo tengo en otra parte— respondió Derek mientras le guiñaba un ojo de manera coqueta.

—¡Aghh!¡Basta Derek!— gritó Kat mientras le daba con un puño en su hombro.

—Ayayayayyy— gimió él mientras se defendía de otro golpe que venía en camino— ¡Lo siento!¡Me rindo!

—Más te vale— Kat parecía satisfecha con el resultado.— Lo siento por eso— dijo dirigiéndose a Samantha.— No siempre son así, ¿sabes? Bueno, no todos los días son así. 

Samantha observó a Kat, quien le explicaba eso con una mueca de disculpa en su rostro, a Derek, que se frotaba el hombro mientras se mantenía a una distancia segura de su golpeadora amiga y, por último, se fijó en Helena, que seguía agarrándose el brazo mientras que, a simple vista, elaboraba una historia mental mientras mascaba una goma de mascar a una velocidad impresionante.

Sin previo aviso, una sensación cálida se instaló en su pecho, y la extraña situación le hizo gracia, mucha gracia. 

Comenzó a reír, primero de manera suave, luego, a carcajadas. 

Deja Vu.

Ahora comprendía al tal Derek.

Cuando terminó de reírse, alzó la mirada. Y tres pares de ojos se la devolvieron.

Katrina, con comprensión.

Helena, con interés.

Y Derek, con aprobación.

—Es liberador, ¿cierto?— le cuestionó mientras extendía una mano en su dirección.

Samantha solo asintió mientras le sensación de "correcto" se extendía por ella. 

"Amigos, familia, tuyos" le decía la voz de su cabeza.

Apretó la mano que Derek le extendía y él le dijo:

—Bienvenida.

Solo esa palabra bastó para que sintiera cómo se le aguaban los ojos. Solo un poquito, porque una princesa no lloraba ante nadie.

Miró de Helena a Katrina, buscando un indicio de rechazo. Una señal que le dijera que no era aceptada. Pero no encontró nada.

—Eso es muy grosero, Derek—le reprendió Katrina con cariño. —Ni siquiera le preguntaste si quería estar con nosotros.— continuó con voz tranquila— ¿Quieres?— se dirigió a Samantha con una brillante sonrisa.

Samantha miró en dirección a Helena, quien no se había pronunciado hasta el momento.

—Bueno— dijo ella ante la mirada expectante de los tres.— No estaría nada mal tener a una princesa entre nosotros, ya saben, subiría nuestro estatus. Quizá ahora podríamos ser los "rebeldes reales", "los rebeldes de oro" o algo así.

Todos empezaron a reír ante las ocurrencias de aquella peculiar mente. Derek, Kat, Sam, incluso la propia Helena unieron sus risas aquella tarde de un lunes.

Y la princesa se sintió como en casa.

Al menos, hasta que el timbre sonó y aquellas celdas llamadas salones los reclamaron de vuelta.

Chicos, aquí está el capítulo del domingo. El próximo domingo tendrán otro capítulo. Por si subo otro el sábado, les aviso, pues a veces subo doble capítulo a la semana. 

Si les gustó dejen sus votitos y comentarios. Amo sus comentarios, nunca me cansaré de decirlo. Si pueden, también, sería lindo que lo recomendaran a sus amigos, para que la historia llegue a más personitas.

Un gran abrazo, espero que su fin de semana sea grandioso <3



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