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By macabeso23

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Ella creyó tenerlo todo, pero olvidó una cosa; de encontrar el amor nadie se escapa. ¿Podría más la soberbia... More

Capítulo 1. [Daños Colaterales]
Capítulo 2. [Desde El Día Uno]
Capítulo 3. [La Propuesta]
Capítulo 4. [Eternas Coincidencias]
Capítulo 5. [Imagen Y Semejanza]
Capítulo 6. [La Casa Del Cielo]
Capítulo 7. [Inefable]
Capítulo 8. [Acertijos]
Capítulo 9. [Resarcimiento]
Capítulo 10. [Secuelas Del Pasado]
Capítulo 11. [El Primer Beso]
Capítulo 12. [Lágrimas Y Olvidos]
Capítulo 13. [Pasiones Recíprocas]
Capítulo 14. [Efímero'S]
Capítulo 15. {Guía Espiritual}
Capítulo 16. [Mundos Cruzados]
Capítulo 17. [La pieza del rompecabezas]
Capítulo 18. [La curiosidad mató al gato]
Capítulo 19. [Entre Imaginación Y Realidad]
Capítulo 21. [ Islas Canarias, Parte 1]
Capítulo 22. [Islas Canarias, parte 2]
Capítulo 23. (Entre Su Mundo Y Mi Mundo)
Capítulo 24. [Avril]
Capítulo 25. [Libre Verdugo]
Capítulo 26. [El Plan Cero]
Capítulo 27. [Fragmentos De Verdades]
Capítulo 28. [Fragmentos De Verdades part. 2]
Capítulo 29. [Quince Minutos]
Capítulo 30. [La Efímera Felicidad]
Capítulo 31. [Colisión]
Capítulo 32. [Al Descubierto]
Capítulo 33. [El primer amanecer]
Capítulo 34. [El mejor de los inicios]
Capítulo 35. [Las Personas Inteligentes...]
Capítulo 36. [No estaba triste, estaba nostálgica...]

Capítulo 20. [Un Juego De Seducción]

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By macabeso23

El sonido de la campana de una puerta abriéndose se hizo escuchar por toda la extensión del lugar, sin causar ninguna emoción; habían olvidado su mundo real para sumergirse en otro por algunas horas.

Con la mirada inquieta, Bárbara reconoció la figura de Macarena a unos cuantos pasos de ella. Se veía preciosa, pensó, mientras respiraba hondo, canalizando sus ideas, teniendo unos pequeños síntomas de nervios, y caminó tan despacio, como si quisiera que el camino nunca se le acabará. Macarena llevaba su cabello perfectamente alisado, y su cuerpo estaba fundido en un pantalón color beige, con botas anchas, zapatos de tacón medio, una blusa de tirantes color blanco y un abrigo del mismo color. Sus ojos se veían mucho más celestes que cualquier otro día.

Ella leía uno de sus libros preferidos mientras reposaba su mejilla derecha sobre un puño cerrado, concentrada, y con un Latte justo a su frente.

Sintió la presencia de alguien más detrás, por lo que se obligó a voltear sorprendiéndose al encontrar a Bárbara allí, viéndola, sin decir nada. Una sonrisa por parte de ambas fue inevitable. Los ojos de la castaña la escanearon por cuestiones de segundos y luego se levantó, estirando su mano hacia ella.

—Hola—dijo. Bárbara observó la mano de Macarena delante de ella y la tomó entre la suya, sintiéndola de algún modo después de muchos días. La morena estaba casi segura que era el único acercamiento que tendría con Macarena después de todo.—. Por favor, siéntate.—la invitó señalando una de las sillas disponibles de la mesa—. Me adelanté y ordené algo para mi, espero no te moleste.

—No me molesta—le dijo Bárbara sin dejar de verla. Macarena asintió tomando su café entre sus manos y cerrando su libro—. Gracias por aceptar verme. Sé que estarás pensando que no lo merezco, y puede que tengas razón, pero me sentiría menos culpable si al menos puedo explicarlo.

Macarena la vio. 

—Como tu auto consuelo—le dijo. Bárbara negó.

—No es un consuelo—contestó rápidamente—. No sé cómo acabará esta conversación después de todo lo que tengo para decirte, pero quiero ser sincera por primera vez en mucho tiempo con alguien, y si ese alguien eres tú, mejor. Tú más que nadie lo merece. Más que cualquier otra persona eres tú quien merece toda mi sinceridad y pienso hacerlo si es la última vez que voy a verte—Macarena escucha atentamente sus palabras, que parecían ser reales, si no conociera sus verdaderas intenciones—. Escucha...—Bárbara posó su mano por encima de las de Macarena, quien las alejó sutilmente removiéndose incómoda en la silla viendo hacia los lados. La morena suspiró y prosiguió—. No hice nada con ella. Ni siquiera sé por qué razón terminamos en mi casa. Admito que al principio si quería, o necesitaba hacerlo para dejar de pensar en ti, en el tiempo que me habías pedido, en el distanciamiento que creaste de repente entre nosotras. Jamás quise lastimarte. Nunca fue mi intención y no pasó absolutamente nada—reconoció en voz baja—. Ni siquiera debí haber ido a esa fiesta.

—No tienes que darme ningún tipo de explicación—le dijo Macarena sin dejar de verla—. De hecho, no es por lo que acepté que nos viéramos.

—¿Entonces?—cuestionó Bárbara sin entender.

—Solo quería este encuentro con motivo de despedida—dijo haciendo que Bárbara se impresionara—. No quiero que te sientas mal por lo que pude haber sido y no fue. No es culpa de nadie, solo... no era el momento. No fue nuestro momento, y no quiero sentir que quedamos en malos términos. De hecho, si alguna vez quisieras quedar, como amigas, a tomar algo, un café o un vino, estaré muy feliz—dijo viéndola intensamente. La morena quedó muda con lo que Macarena le estaba diciendo. No era lo que tenía en mente al encontrarse. 

—No era lo que tenía en mente cuando te propuse vernos—admitió finalmente dándole una sonrisa corta.

—Es lo único que puedo ofrecerte, Bárbara. Una amistad, y si tú quieres, una sincera—dijo sin titubear al mismo tiempo que bebía café. Bárbara la veía atónita, increíblemente sorprendida, y casi sin palabras. "Es una broma", pensó, "y de muy mal gusto" agregó con el semblante serio. Ante el silencio de la morena, Macarena agregó:—. Bueno... Debo irme.

Hizo el intento de ponerse de pie, pero Bárbara fue hábil y la obligó a sentarse nuevamente con una de sus manos que la sujetaba. La castaña vio aquel gesto y respiró hondo sentándose de nuevo, nerviosa.

—Quédate, por favor—le pidió en un hilo de voz. Ella le dudó.

Los ojos de Bárbara transmitían arrepentimientos, y Macarena decidió ignorarlos. No podía ceder el control. No podía dejar la autoridad que había impuesto desde que Bárbara había pisado aquella cafetería. Macarena estaba segura que si continuaba con su plan, la morena finalmente obtendría su propio castigo.

—No quiero que nada entre las dos cambie.

—No tiene por qué cambiar, Bárbara. Podemos seguir justo como estamos—le dijo viéndola a los ojos—, a excepción de algunas cosas muy mínimas, como los besos, las caricias y todas esas cosas que son innecesarias en una amistad—Macarena bajó la mirada por un segundo y luego la alzó encontrándose con Bárbara y su mirada baja.

—¿Estás completamente segura?—le preguntó Bárbara en voz baja. La castaña asintió, queriendo que su respuesta fuera otra, pero no debía, y tampoco podía.

—Estoy segura—contestó Macarena sin titubear. La morena respiró profundamente y asintió por fin.

—De acuerdo—aceptó aquello con una media sonrisa—. Puedo con tu rechazo, ojitos. También puedo ser tu amiga.

Macarena elevó una ceja al escucharla.

—No intentes devolver la pelota como si fueras inocente y yo la mala del cuento, Bárbara.

La morena soltó una risa corta.

—No me estoy convirtiendo en la inocente, Macarena—dijo—. Estás haciendo esto porque tienes tus propios motivos y para mi está bien, bonita. No hace falta que digas nada más—Bárbara tomó una bocanada de aire y maldijo mentalmente. Nada estaba saliendo bien—. Solo quiero que esto no termine aquí porque es lo más especial que he sentido en mi vida, y no quiero que nada entre las dos cambie. Soy humana, cometo errores, al igual que tú, al igual que cualquier otro ser humano porque es normal, es parte de nuestro ciclo de vida aprender de los errores que vamos cometiendo por el camino. Cuando aceptaste verme fui la mujer más feliz porque tendría, de alguna manera, la oportunidad de explicarte y enmendar mi error—sujetó la mano de Macarena por encima de la mesa con una velocidad increíble. Macarena no lo venía venir, por lo que sacudió su cuerpo sobre la silla incómoda y aturdida. La morena al notarlo soltó su mano—. Te propongo algo. Tengo un trato para ti.

La castaña abrió los ojos.

—¿Un trato?—Bárbara asintió haciéndole una señal a la mesera. La mujer llegó rápidamente tomando su pedido bajo la atenta mirada de Macarena sobre ellas, bebiendo de su café, pensando en lo increíblemente hermosa que se veía Bárbara esa mañana. La lentitud de su boca al moverse mientras articulaba alguna palabras la volvía loca, por lo que decidió girar el rostro y enfocarse en algo que no fuera tan... Provocativo.

—Quiero merecerme una segunda oportunidad...—Macarena la iba a interrumpir pero Bárbara no la dejó hablar—. Déjame continuar, por favor—ella asintió—. Como dije, quiero ganarme una segunda oportunidad, y para eso tengo un propósito contigo durante un fin de semana—Bárbara sonrió al ver la expresión de confusión de Macarena—. Quiero invitarte a un viaje.

—¿Un viaje?—cuestionó sin entender.

Un viaje solo para dos—dijo sonriéndole y sacando de su bolso dos boletos de avión. Cuando Macarena leyó su destino, abrió los ojos completamente. Casi casi, saliéndose de su lugar. La sonrisa de Bárbara se ensanchó—. ¿Qué dices?—le preguntó con curiosidad mientras sentía eterna la respuesta de Macarena.

—¡¿Islas Canarias?!—su voz denotó sorpresa. Ella se encogió de hombros, sonriendo.

—Quería algo diferente para las dos, estar alejadas de todo y todos y sé que será una buena oportunidad para conocernos, ojitos—dijo en voz baja.

—¿Buscas una segunda oportunidad llevándome de viaje?—preguntó Macarena con el ceño fruncido. La morena abrió los ojos y negó rápidamente.

—¡No! ¡Claro que no!—Bárbara respiró hondo—. Lo que quiero decirte es que, me permitas, te permitas y nos permitas éste tiempo juntas. Quisiera que nos conociéramos esos tres días que estaremos alejadas de todos, y si al terminar nuestro viaje realmente no quieres saber nunca más de mi, te prometo que no insistiré, me alejaré y no volveré a buscarte nunca más.

Macarena inhaló aire y soltó suavemente analizando la propuesta de Bárbara. Admitía que la idea, proyectada en su cabeza, era exquisita. Se veía en muchos escenarios con la morena y uno era más atractivo que el otro. Le gustaba sobre manera aquel pensamiento, pero no se la dejaría tan fácil, no ahora después de saber sus verdaderas intenciones. Era lamentable que Bárbara sin imaginarlo, le había robado las ilusiones, las buenas intenciones y los buenos pensamientos. Ella también reconocía que ahora le era mucho más difícil acceder a sus peticiones deliberadamente. Lo había arruinado todo y le había roto el corazón. Macarena a su vez, se preguntaba cómo podía, cómo siempre tenía las palabras correctas y no le generaba ni un poco de remordimiento sus mentiras. No la conocía tan desarmada, pero ella aprendería a conocerla, aunque eso le costara lágrimas y dolor.

—¿Y bien?—le preguntó Bárbara inquieta ante su silencio. Sus marrones brillaban como dos estrellas y su mirada era suplicante. Macarena ladeó la cabeza de un lado hacia el otro insegura en si su respuesta era lo correcto, pero una vez más se arriesgaría.

—¿Solo tres días?—la morena asintió, y ella mordió su labio inferior—. ¡De acuerdo!—y Bárbara sonrió—, pero tengo una condición—y su sonrisa se encogió pero no se borró.

—¿Cuál es tu condición?—le preguntó.

—Dormiremos en habitaciones diferentes, por separado—la mirada de Bárbara se intensificó aún con su semblante serio.

—No...—Bárbara respiró hondo y sonrió—. Será como tú quieras, bonita. Lo único que pretendo ahora es que aceptes mi invitación. Te garantizo los mejores tres días de tu vida y harás muy feliz a una mujer que solo quiere, y se muere por conocerte—le sonrió—. No haremos nada que tú no quieras. Mi intención es que pasemos unos días memorables.

—Entonces... Acepto—dijo en voz baja—. Acepto ir contigo.

La morena sonrió abiertamente.

.....

—¡¿Qué hiciste qué?!—gritó Helena a viva voz en medio de un restaurante al cual habían decidido ir horas después de descansar en sus habitaciones. Macarena cerró los ojos momentáneamente imaginándose todo el sermón que le daría Helena. Ella río irónicamente mientras la veía con asombro—. No puedo creerlo, Macarena. ¡No puedo creerlo!

—Baja la voz—le pidió viendo hacia los lados—. Nos están mirando como si fuéramos unos bichos raros—Helena la fulminó con la mirada.

—¿Qué te hizo esa mujer que estás tan ciega, Macarena?—le preguntó. Lastimosamente, Macarena no tenía la respuesta a su pregunta—. Estás actuando bajo el deseo. ¿Dónde quedó la Macarena racional con la que estaba hablando horas atrás?—Macarena respiró hondo llevando un bocado de pasta mientras la escuchaba—. Creí que lo único que querías era alejarte de ella. ¡Ese fue el propósito de este viaje!—alzó un poco la voz aún incrédula y sorprendida. Helena podía sentirse hasta un poco aturdida por lo increíble de la situación.

—Helena, please, cálmate—Helena río sarcástica mientras tomaba su copa de vino y se echaba un largo trago.—.  Tienes razón en estar enojada conmigo, y créeme que yo también lo estoy después de haberlo pensado con cabeza fría pero...—Macarena respiró profundamente. Trataría de explicárselo, pero sabía que sería difícil para ella puesto que nadie comprendía lo que Macarena sentía por Bárbara. No era solo deseo. No era solo algo pasional, y más allá de aceptarlo, Macarena ya lo había descubierto desde el momento que aceptó realizar ese viaje con ella aún sabiendo que la morena solo la estaba utilizando.

—No me digas que no pudiste evitarlo porque tú no eres ninguna tonta, Macarena—respondió ceñuda—. No comprendo la obsesión que tienes con esa mujer. ¿Quieres acostarte con ella?—Macarena se impresionó por lo directa de Helena ruborizándose. Por supuesto que lo quería—, porque para hacerlo no necesitas enamorarte de ella y mucho menos aceptar ser su marioneta—hizo una mueca—. En serio quiero comprenderte, Maca, pero me cuesta un trabajo enorme.

—Ni siquiera explicándote lograrás entenderme, Helena.

—¡Evidentemente!—dijo irónicamente—. Pero quiero entender. Quiero entender tus razones, tus motivos, quiero poder entender qué es lo que tiene esa mujer que tiene así, de desesperada.

Macarena la vio sorprendida. ¿Desde cuándo ella era una mujer desesperada?

Cruelmente, se sintió ofendida por la pregunta de Helena.

—¿Desesperada?—elevó una ceja.

Helena respiró hondo.

—Sí, desesperada—dijo—. No encuentro otra explicación. Estás... Grave. ¡Muy grave!—chilló—. Estás perdiendo el norte completamente y vas a terminar lastimada si sigues viéndote con Bárbara y aceptando viajes y encuentros. Sabes perfectamente que lo único que quiere es quedarse con tu dinero, que realmente no le interesas, o no al menos como tanto te quiere hacer creer y sigues cegada en aceptar cada cosa que venga de ella—Macarena desvió la mirada mientras la escuchaba.

Sabía muy bien que lo que Helena le decía era únicamente la verdad. Que si, que ella tenía razón, en cada cosa que decía, que tenía razón también en molestarse y recriminarle y echarle todo en cara, pero sinceramente, no cambiaría nada. Macarena estaba decidida porque se dejó comprar por las palabras bonitas, por los hechos recientes y porque simplemente no quería olvidarse del todo de ella. De verdad necesitaba tenerla, de alguna manera u otra.

—Cuando te escuché hablar pensé que ya lo habías aceptado, que al menos la idea se había ido de tu cabeza y que no seguirías con esa dichosa venganza porque sabes que eres demasiado buena para caer tan bajo por alguien que no vale la pena—le dijo Helena—. Y... De verdad estoy sorprendida. Por eso, y por esto. ¿Sabes lo absurdamente estúpida que me siento ahora?—la cuestionó con la mirada triste—. Planificamos este viaje para que tú intentaras respirar otros aires, tal vez conocer nuevas personas, que despejaras un poco la mente y... ¡Esto es tan ridículo!—soltó de pronto.

—¡No es ridículo, Hels!—contestó Macarena suavemente—. De verdad agradezco todo lo que haces por mi. Cada cosa, de verdad, en serio lo agradezco. Sé que te preocupas por mi, y que tienes tus razones para estar enfadada conmigo pero esto es algo que necesito hacer por mi cuenta. No puedo evadirla siempre, Helena—Helena río sarcástica—. Sé que te molesta, que últimamente todo lo que te digo sobre ella es como si estuviera indirectamente insultándote, pero me gusta, me gusta mucho y lo sabes también.

—No entiendo cómo puedes ser tan lista para algunas cosas y tan ingenua para otras—ambas se vieron—. Solo quería que todo fuera distinto. Buscar la manera de expresarte libremente que estás cometiendo un error que puede costarte muy caro, pero tú con ese deseo irracional estás fuera de sí—Helena se levantó de la mesa soltando la servilleta de mala gana—. Voy a regresar a Nueva York—dijo con determinación—Macarena abrió los ojos—, y hablaré con tu padre.

—¡¿Qué dijiste?!—Macarena se levantó de golpe viéndola fijamente.

—¡Lo que escuchaste!—alzó la voz nuevamente. Ambas dirigieron la mirada hacia los lados dándose cuenta que algunas personas las veían con recelo. Helena bufó y empezó a caminar fuera del restaurante llegando a la parada de los taxis.

Macarena la siguió a toda prisa dejando unos cuantos dólares sobre la mesa, recogiendo su bolso y saliendo a toda prisa del restaurante. Con la mirada la encontró parada a un costado de la línea de taxis texteando algo en su móvil con una velocidad increíble.

—¡Helena!—la llamó. Helena la escuchó y la ignoró—. Helena, por favor—dijo suplicante—. Aún nos queda un día pago, no dañemos este momento con tonterías.

—¿Tonterías?—rió amargamente—. ¡Tú lo eres!

—Casi siempre lo soy, pero también soy una persona conciente y en este momento existen para mí dos realidades que no quiero ni puedo evadir—Macarena se llevó las manos a la cabeza soltando un suspiro—. Solo necesito que me entiendas.

Helena viró los ojos y sonrió sin poder seguir creyendo lo que escuchaba. Macarena al verla tan decidida a irse, la tomó de la mano dándole una mirada suplicante.

—No es necesario que hagamos esto, y lo sabes.

—No son necesarias muchas cosas, y sin embargo las haces—dijo fríamente—. Estoy preocupada por ti y por cómo vas a terminar cuando se canse de ti, y te mande a volar—Macarena desvió la mirada por inercia—. Pero una vez más confirmo que nadie escarmienta por cabeza ajena así que dejaré que hagas lo que quieras—dijo sin titubear—. ¿Realmente quieres seguirle el juego? ¡Adelante!, no voy a detenerte, pero luego no digas que no te lo advertí.

—Sé que lo has hecho, y te agradezco, pero esto es algo que necesito resolver por los propios medios—ambas se vieron—. No quiero no hacer nada y luego arrepentirme por lo que no hice. Estoy aprendiendo a conocerla, Helena, y sé que tienes razón en todo lo que dices pero déjame solucionar esto.

—¿Estás segura?—Macarena no mostró ninguna expresión, pero si era sincera con ella misma, no. No estaba lista y nunca lo estaría porque en el fondo deseaba que las cosas fueran diferentes—. ¿Cuándo planean viajar?—le preguntó llegando a una banqueta libre que estaba cerca de la parada de taxis. La castaña la siguió.

—En una semana—dijo sentándose a su lado—. Ya tenía planeado este viaje contigo y ella tenía trabajo y asuntos por resolver, así que... Llegamos a un acuerdo que fuera conveniente para ambas.

—¡La víbora sabe cómo jugar!—masculló Helena muy molesta—. Buscará esmerarse para tener todas las atenciones posibles y que caigas redondita a sus pies. Luego querrá llevarte a la cama y ya luego ni quiero imaginar lo que vendrá—Macarena la escuchaba sin opinar al respecto—. Ni siquiera quiero imaginar la cara que pondrá Alonso cuando se entere de todo esto.

La castaña abrió los ojos.

—¡No puedes decírselo!—casi gritó.

Helena la vio con confusión.

—En su momento tendrás que hacerlo.

—Pero no ahora.

—No es muy conveniente para ti, lo sé—dijo sarcástica. Macarena harta de su ironía, la vio con seriedad.

—¿Por qué estás tan enojada?—le preguntó empezando a sentir molestia por la actitud de Helena, que en más de una ocasión, la sintió exagerar—. No creo que sea para tanto; no soy una niña y te pido que no me trates como tal. Comprendo que estés preocupada pero estás exagerando.

—¿Exagerando?—ironizó—, bien.

—Helena, por favor—pidió nuevamente en voz baja sobándose la sien.

—Ya, no diré absolutamente nada más.

—¡Gracias!

—Pero luego no vengas llorando porque te diré: ¡Te lo dije!

Macarena rodó los ojos.

—Te conozco, sé que lo harías.

Helena sonrió.

—¿Cuál es tu plan?—le preguntó—. El de irte a la cama con ella lo conozco, pero no sé cuál es el propósito más allá de lo evidente.

—No voy a irme a la cama con ella—Helena no quiso reír, pero le fue imposible tras escucharla—. ¡No te rías! De verdad no planeo eso.

—Tú, ella no creo que piense lo mismo.

—¡Es que no todo es sexo!—gimió en frustración y Helena le dio una palmadita burlona en el hombro.

—Cuando estés a punto de acostarte con ella, espero que te acuerdes de estas palabras.

—¡Basta!—se puso de pie rápidamente estirando su mano hacia Helena que seguía sentada—. ¿Vamos al hotel?—le preguntó y ella sonrió. Al darle otra connotación y ver la sonrisa de Helena crecer en sus labios se arrepintió de sus palabras.

—¿Estás ensayando?—le preguntó burlándose de ella, cosa que las hizo reír.

Mientras caminaban de vuelta al hotel, a disfrutar del último día que les quedaba, Macarena pensaba constantemente en cada una de las palabras de Helena. Nunca las dejaba a un lado. Ella estaba consciente que era un plan peligroso, lleno de seducción, de riesgos, pero no quería abandonarlo. Si Bárbara era fuego, ella quería quemarse, moría por hacerlo muy en el fondo. Quizá ese era su auto consuelo, como tantas noches pensó que ella lo sería para Bárbara. Un trofeo más que agregar a su lista, una aventura más sin importancia.

¿Por qué no podía solo darse ese gusto?

No le haría daño a nadie, porque en todo caso, a la única persona que le estaría haciendo daño era a sí misma. Nadie más podía hacérselo, no después de darse cuenta de todo. Aquello la superaba, pero no permitiría que le siguiera quitando el sueño. Tampoco era algo que mereciese, era consciente, pero quería vivir algo diferente.

Aunque Helena no comprendiera muchas cosas y a ella le costara explicarlo, no solo estaba actuando bajo el deseo. No le quería retribuir todo a su pequeño y genuino deseo de poder tenerla unos días, también actuaba bajo el resentimiento de saberse burlada por una mujer que solo quería humillarla logrando enamorarla, y luego dejarla. Eso era demasiado para ella. Al principio, le costó más sobrellevarlo. Era duro. Casi imposible de aceptar por la forma en la que se dieron las cosas de manera inesperada, pero era una realidad, tan constante que no la soltaba. Estaba ahí, a su lado, todo el tiempo.

El tiempo tal vez le daría la razón.

Tal vez, aprendería de la peor manera, pero era algo que iba a permitirse, más por ella que por cualquier otra persona. Podía equivocarse, sí, pero lo haría a todo riego. Lo había decidido incluso mucho antes del encuentro que había tenido con Bárbara en aquella cafetería, solo que esta vez las cosas serían diferentes, con una competidora igual de hábil, fuerte y conocedora del juego que habían iniciado.

El juego de la seducción, aquella arma tan letal.

El juego que había empezado para Bárbara, apenas estaba empezando para Macarena, y aunque la morena no lo supiera, había encontrado a una oponente igual de digna y capaz, solo que ahora las dos sabían perfectamente que fichas mover.

Pronto todo cambiaría.

En un abrir y cerrar de ojos.

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