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By macabeso23

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Ella creyó tenerlo todo, pero olvidó una cosa; de encontrar el amor nadie se escapa. ¿Podría más la soberbia... More

Capítulo 1. [Daños Colaterales]
Capítulo 2. [Desde El Día Uno]
Capítulo 3. [La Propuesta]
Capítulo 4. [Eternas Coincidencias]
Capítulo 5. [Imagen Y Semejanza]
Capítulo 6. [La Casa Del Cielo]
Capítulo 7. [Inefable]
Capítulo 8. [Acertijos]
Capítulo 9. [Resarcimiento]
Capítulo 10. [Secuelas Del Pasado]
Capítulo 11. [El Primer Beso]
Capítulo 12. [Lágrimas Y Olvidos]
Capítulo 13. [Pasiones Recíprocas]
Capítulo 14. [Efímero'S]
Capítulo 15. {Guía Espiritual}
Capítulo 16. [Mundos Cruzados]
Capítulo 17. [La pieza del rompecabezas]
Capítulo 18. [La curiosidad mató al gato]
Capítulo 20. [Un Juego De Seducción]
Capítulo 21. [ Islas Canarias, Parte 1]
Capítulo 22. [Islas Canarias, parte 2]
Capítulo 23. (Entre Su Mundo Y Mi Mundo)
Capítulo 24. [Avril]
Capítulo 25. [Libre Verdugo]
Capítulo 26. [El Plan Cero]
Capítulo 27. [Fragmentos De Verdades]
Capítulo 28. [Fragmentos De Verdades part. 2]
Capítulo 29. [Quince Minutos]
Capítulo 30. [La Efímera Felicidad]
Capítulo 31. [Colisión]
Capítulo 32. [Al Descubierto]
Capítulo 33. [El primer amanecer]
Capítulo 34. [El mejor de los inicios]
Capítulo 35. [Las Personas Inteligentes...]
Capítulo 36. [No estaba triste, estaba nostálgica...]

Capítulo 19. [Entre Imaginación Y Realidad]

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By macabeso23

MANHATTAN, DISTRITO DE NUEVA YORK

DOS SEMANAS DESPUÉS

—¡Esto es tan hermoso!

Macarena se deslumbró con la vista que tenía frente a ella. 

Una pequeña zona de Manhattan le recordaba lo mucho que le gustaba viajar, explorar, y a su vez, darse ese pequeño calor humano que solo ella sabía darse. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que viajó?

Habían sido dos semanas difíciles, mucho, de hecho. Al menos para ella. El arte de fingir nunca se le había dado muy bien. Odiaba hacerlo. Odiaba tener que reprimir sus sentimientos, sus emociones y hasta sus propios pensamientos, pero también odiada la idea de ser el centro de atención por sus inestabilidad emocional. 

Intentó recordar cuando fue la última vez que se sintió plenamente feliz y no obtuvo respuesta. Había pasado mucho desde entonces. La sensación de extrañarse a sí misma era algo que siempre estaba presente en sus días. No dejaba la idea que quizá, y solo quizá, en algún momento encontraría todas las respuestas, pero llevaba mucho tiempo esperando. Allí mientras caminaba, en una pequeña zona de Manhattan, recordó lo tétrico, abrumador y escalofriante que habían sido sus noches pasadas. Sin duda una experiencia que no quería volver a repetir. Sabía que no lo merecía, y que tampoco valía la pena, y así muchas noches intentó convencerse que estaba haciendo lo correcto. 

Era insuficiente, porque ese vacío en su interior vivía para recordárselo. Faltaba, le gritaba el subconsciente, pero en el fondo estaba consciente. Una realidad ajena, superficial, y un poco incoherente. No era lo que necesitaba. Nadie en su sano juicio necesitaba eso. 

Macarena había pasado noches enteras en vela, con insomnio, con el corazón muchas veces en la boca, en las manos, en los nervios y en las ganas, pero era eso y solo eso. No olvidó lo importante, al menos lo que tantas veces Helena se había encargado de repetirle incesantemente. Algunas veces pensó que de pronto estuviera exagerando, que no era para tanto, que siempre existirían otros días, otras promesas, quizá las mismas promesas vacías, pero siempre habría un después, o eso quería creer después de todo. Luego llegaba otro golpe de realidad, ese que muchos ignoran por la falta de amor propio, por la falta del cariño sincero, por muchas otras razones que no entendía, pero sabía que existían. Ella siempre lo supo y llegó ignorarlo hasta que recordarlo fue su única opción. 

Algo tan fuerte como aquello no podía simplemente ignorarse. 

Pero tampoco podía romperse de raíz. ¿Cómo arrancas algo que sientes tuyo pero que nunca te perteneció?

Esa era una de sus tantas preguntas sin respuestas. 

Desde esa noche, Macarena se había prometido avanzar. Lo merecía después de todo. Había llegado a la conclusión que estaba corriendo detrás de un imposible, y la vida era muy corta para estar perdiéndose en alguien que siempre huye de ti. Otras veces, quería continuar, más que todo por las noches, cuando estaba sola, en su habitación, desganada, pensando en las ironías de la vida. Todo le daba vueltas, el mismo mar donde se había ahogado en un principio. Era difícil, lo reconocía, pero su lado valiente, que muy poco salía a la luz, estaba allí, diciéndole que todo estaría bien, que solo era una faceta y que no era para tanto, pero para ella lo era todo. 

Cuestionó más de una vez sus propios pensamientos, encontrándose contra la espada y la pared, entre el deseo y la razón. Nunca se había visto como mujer que actúa bajo impulsos, pero ese deseo crudo la estaba carcomiento hasta hacerla perder la razón en más de una oportunidad. Lo había hecho muchas veces y por supuesto, no estaba orgullosa de reconocerlo, pero no podía evitarlo, o sí, pero no quería, porque después, no tendría algo que contar. 

Bárbara la había buscado días después. Cuatro, cuatro días después de haberla visto besándose apasionadamente con otra mujer. La excusa de su llamada había sido que había soñado con ella, viajando, conociendo juntas lugares que se moría por conocer, y que sin ella no tendría sentido alguno. Macarena reconocía que Bárbara era una buena actriz. Era tan digna de un Óscar. Siempre precisaba sus palabras al hablar. Sabía qué decir, cuándo y cómo mientras la escuchaba hablar desde la otra línea. Al principio pensó en rechazar su llamada, todavía la experiencia que había vivido días atrás no la había olvidado, seguía presente en su cabeza, reproduciéndose como una película de terror. Desde entonces, solo se había dedicado a escuchar sus mentiras y aprender de ellas, puesto que, después de todo, estaría aprendiendo de la mejor sin siquiera saberlo. 

La había echado de menos mientras la odiaba al mismo tiempo. No merecía nada de ella. Ni siquiera estar deprimida por una mujer que estaba tan vacía por dentro que su único consuelo siempre fue jugar con los sentimientos de las demás personas. ¿A dónde llegaría finalmente?

Otra pregunta sin contestar, pero ella lo descubriría muy pronto. 

—¿Estás bien?—le preguntó Helena a Macarena mientras se acercaba a ella con un café de tamaño promedio que había comprado en una tienda atrás. 

La castaña esbozó media sonrisa y asintió tomando el café de las manos de Helena.

—Estoy bien—respiró hondo viendo hacia la nada. 

—Sabes que puedes hablar conmigo de lo que quieras—Helena se sentó a su lado igualando a Macarena. Ambas en silencio bebieron de su café—. Nunca me platicaste sobre la conversación que tuvieron. Solo dijiste que te había buscado y se había inventado toda una novela de amor para poder hablar contigo. 

—Es una excelente actriz, Helena. Si no hubiese visto lo que vi, le habría creído todo su cuentito de amor—Macarena apretó el café entre sus manos con más fuerza de lo normal al recordar su conversación con Bárbara—. Es una mentirosa, una hipócrita. 

—Lamento que tengas que pasar por todo esto, pero ahora comprendes que no todas las personas que se acercan a ti siempre vienen con buenas intenciones. Sé que te afecta, y mucho más de lo que tú quieres admitir, y créeme que me duele verte así por culpa de esa arpía mentirosa de mierda, pero en algún momento pasará y quedará en el olvido—tomó una de sus manos con afecto mientras le sonreía—. Eres más de lo que ella pudiera merecer. Realmente pienso que eres demasiado para cualquiera y quien no sepa valorarte no te merece. 

—Me siento una tonta por sentirme así aún después de todo lo que ha hecho—dijo la castaña entre suspiros—. No merece nada de mi, Helena. No merece absolutamente nada y aún así estoy aquí pensando en ella y en cada uno de los momentos que pasamos juntas. Parecía sincera, y yo le creí—ambas se vieron a los ojos—. Creí en cada una de sus mentiras. Solo imaginar cuántas veces pudo haberse burlado de mi hace que quiera arrancarle los ojos por víbora, por mentirosa, por todo. 

—¿Me dirás que tanto te dijo en esa llamada?

La castaña desvió la mirada recordando la última conversación que había tenido con Bárbara después de haberla visto esa noche. 

MEMORIAS Y RECUERDOS DE MACARENA 

SEMANA Y ALGUNOS DÍAS ATRÁS

Macarena había despertado un poco más temprano de lo habitual esa mañana. 

Había empezado su día dándole dos vueltas a la manzana, caminando, trotando y luego pasando a ejercitarse un poco. Había llegado sudorosa, por lo que decidió darse una ducha antes de irse a trabajar y luego, más tarde, empezaría a trabajar en un nuevo concepto para una de sus pinturas. 

Lentamente fue sacando su ropa deportiva y se adentró a la ducha. Su cabello estaba tan largo que llegaba a su cintura mientras caía en forma de cascada el agua a través de él. Se sumergió en el agua, haciendo contacto, piel con piel, llenándose de vida, recuperando energía, mientras su cuerpo caía poco a poco dentro de la tina con sales que había preparado minutos atrás. Encogió sus piernas, apreciándose a si misma, acariciando las mismas, muy despacio, con la yemas de sus dedos mientras sus ojos se perdían en sus caricias y en el agua. Imaginó entonces, el gozo de estar compartiendo ese momento con alguien más, encendiéndose un segundo, cerrando sus ojos, humectando sus labios con su lengua, recostando su cabeza, relajándose. 

Pero luego esa pasión y deseo murió cuando Bárbara había aparecido en sus imaginación, entrando al baño, sacando de su cuerpo su ropa ejecutiva, bajo la mirada encendida de Macarena, sonriéndole seductoramente, y guiñándole un ojo coquetamente. Allí respiró profundo, intentando esquivarla hasta en sus pensamientos. No era justo que dañara uno de sus mejores momentos del día de esa manera, y de pronto, volvió a la realidad, viéndose sola, sumergida en el agua y con ganas. Gruño por lo bajo estirando la mano para alcanzar la toalla. cubrió su cuerpo y salió del baño peinando su cabello. 

El teléfono sonó. 

Era Bárbara quien estaba marcando. 

Los nervios volvieron a ella, resopló, esquivó observar su nombre en la pantalla, y luego inhaló mucho aire para tomarlo y contestar serenamente. 

—Buenos días, ojitos bonitosla escuchó decir cínicamente. —. Sé que prometí esperar  y darte tu espacio, pero he soñado contigo, fue uno de mis mejores sueños y he querido compartirlo contigo. ¿Puedo?le preguntó en voz baja, casi suplicante. Volteó los ojos sintiendo furia. 

—Puedes—contestó apenas sentándose en un extremo de la cama. 

—Soñé que habíamos viajado, a un pueblito a las afueras de la ciudad. Lucías preciosa, te mirabas feliz, risueña, y yo era feliz porque tú lo eras. Comencé a observarte, y yo me perdía en cada gesto que hacías. Sonreías todo el tiempo, y tus ojitos brillaban diariamente. Me tomabas de la mano y me mirabas como si fuera lo más precioso que alguna vez hubieras visto. Confieso que me sentí intimidada en algún momento. No dejabas de verme. Siempre te pillaba por el rabillo del ojo observándome, y me gustaba, porque empezaba a conocer una faceta de ti que no había visto. Me decías que te sentías diferente, que te gustaba estar conmigo, que todo era lindo, y que el día también lo era. Luego comenzaste a bailar de alegría, y me invitaste, y te dije que no porque alguien podía vernos y preguntaste: "¿Quién podría vernos?, estamos a mitad de la nada". Acepté tu propuesta, bailamos, muy muy lento, y luego me besaste, y luego yo te besé, y juro no haber vivido algo tan bonito y especial como ese sueño. Fue mágico. 

Macarena guardó silencio mientras imaginaba cada una de sus palabras. Había sido un buen sueño, admitió renuente mientras mordía su labio inferior. 

—¿Macarena?—su ensoñación se esfumó cuando volvió a la realidad. 

—¡Discúlpame!—pidió—, escuché cada una de tus palabras, fue un lindo sueño. 

Bárbara mientras tanto, separó su móvil viéndolo ceñuda. 

—Quería hacértelo saber solo por la genuina ilusión de querer que se haga realidad—contestó—. No tienes idea de lo mucho que estoy deseando verte. Ha pasado mucho, y sinceramente pensé  que te tomaría menos tiempo del que va. ¿Todo está en orden?

—¿Lo está?—contra atacó la castaña dejando esa pregunta al aire. Bárbara volvió a fruncir el ceño. ¿De qué iba?, se preguntó mentalmente. 

—¿Te sucede algo?—le preguntó Bárbara completamente confundida. —. Mi llamada, ¿te ha molestado?

La castaña se contuvo un segundo. Respiró hondo, buscando las palabras perfectas para hacerle saber que la había visto, que la había ido a buscar, por un impulso tonto, equivocado, y que la había conseguido con otra mujer, pero, ¿Cómo lo hacía?

—Me tomó menos tiempo del que piensas—empezó a decirle—, mucho menos, realmente, y fui a buscarte—Bárbara abrió los ojos sorprendida—, esa misma noche que hablamos por teléfono, fui a tu casa, estaba decidida en no seguir alargando la situación, decirte que también quería esto, que me moría de ganas, pero desafortunadamente el universo no conspiró a mi favor—Bárbara la escuchó reír suavemente sin ánimos—. Al parecer, ya tenías mejores planes para la noche. Supongo la del turno, ¿no?—rió suavemente prolongando un poco la risa—, aunque si me lo preguntas, creo que no era la misma que fue a buscarte esa noche en tu casa...—Macarena guardó silencio buscando las palabras adecuadas sin mostrar en lo más mínimo que le había afectado lo que había visto. Bárbara no la merecía, después de todo—. Ahora todo concuerda. 

—Lo que viste esa noche no es lo que parece—rápidamente contestó Bárbara sin darse cuenta lo estúpido que sonaba eso. Macarena sonrió con ironía pero la dejó hablar. —. Es cierto lo que viste, ni cómo negarlo, pero todo tiene una razón de ser. No fue algo que busqué. Fue algo que ocurrió en el momento. Todo sucedió tan rápido que no me di cuenta y yo... simplemente no pude evitarlo. Lo intenté, pero ella fue muy insistente. 

—Bueno... realmente, no es algo que debas explicarme. Eres libre de hacer lo que quieras, solo quería hacerte saber que te busqué, fui por ti, y que no habrá ninguna oportunidad. No másle dijo con firmeza—. Lo que sea que hayas pensado conmigo, no será. Ni hoy, ni mañana, ni nunca. Deberías canalizar tus palabras con tus actos—le sugirió—, lo que dices no es lo mismo que haces. Tú también querías, las observé mientras se besaban en el frente de tu casa. Tampoco necesito tus explicaciones, con lo que vi es mucho más que suficiente. 

—Sé que no necesitas que te explique nada, pero sin embargo quiero hacerlo. No quiero que tengas una mala imagen de mi simplemente por un mal entendido—se justificó tranquilamente. Macarena sentía tanta seguridad y serenidad en sus palabras que si no la hubiera visto, y solo se trataría de un rumor, hasta le habría creído. Era muy buena mentirosa, pensó. —, efectivamente, nos besamos, compartimos unas copas de vino, pero nada más, no pasó a más porque sentía que de alguna manera estaba defraudando tu confianza y tu cariño. También sé que el panorama no es nada creíble, pero fue lo que sucedió. No pasó nada, Macarena. No pude—le confesó a media voz. Macarena sintió un hueco en el estómago mientras la escuchaba—. No voy a negarte que al principio fue una idea que se me cruzó por la mente. Lo pensé, pero no lo hice, y todo fue por ti, porque estabas más presente que nunca y no pude. No podré con nadie más que no seas tú. 

El silencio invadió ambas líneas telefónicas mientras una quería creer y otra que le creyeran. 

—Podemos hablarlo personalmente—no fue una pregunta, si no más bien una invitación—, por favor. 

—No creo que sea conveniente, Bárbara—respondió la castaña ignorando su petición. 

—Si solo me dieras esa oportunidad que tanto te has negado a darme—respiró profundamente—. Escucha, déjame verte, lo hablaremos personalmente, y quizá encontremos la manera de solucionarlo pero juntas, como siempre hemos querido estar desde que nos conocimos. Solo necesito una oportunidad más, y si de verdad quieres no saber nunca más de mi, voy a respetar tu decisión y no te buscaré, por favor. 

Macarena se levantó de su cama dirigiéndose rápidamente a su clóset aún con el teléfono colgando entre su oreja y su hombro. 

—Te veo en treinta en el café que está en el centrodijo en voz baja eligiendo algo para ponerse. Bárbara dejó lo que estaba haciendo a un lado y salió como en alma en pena hacia su auto con una rapidez increíble que dejó a más de uno con la palabra en la boca. 

Ambas cortaron la llamada mientras Macarena sentía los nervios hacerle cosquillas en la punta de los dedos, mientras que Bárbara repasaba su monólogo mentalmente. 

La morena sabía que estaba hundida hasta el cuello, sin tener opciones, sin siquiera argumentar algo que había sido visto por la misma Macarena. No podía negar lo evidente, pero por primera vez en mucho tiempo estaba siendo sincera con alguien, no le había mentido como tanto pensaba, evidentemente, lo que había visto había sido real, pero fue lo único que sucedió después de haberlo intentado unas cuantas veces. Esa noche no había terminado como tanto quería. De hecho, le dejó mucho por desear. Ni con el pensamiento se había esforzado, pero era lo único que tenía en ese momento. Macarena estaba tan presente en sus pensamientos que se descubrió asustada, un tanto inquieta, y la idea de ella con Ariel llegó a su mente de repente, y su sonrisa se borró como se borran las huellas del mar. 

No era algo que quería imaginar. El estrago que hacía la idea en su mente le causaba repulsión de alguna forma, y ella conocía muy bien ese sentimiento de incertidumbre, de no saber qué habrá más allá, donde no puede observar, donde no puede ni siquiera imaginar lo que va a suceder. Ese corrientazo momentáneo que la estuvo azotando todos esos días volvió y las ganas de vomitar también. Sabrina desde entonces dejó de considerar a Bárbara como la mejor opción para pasar una noche y Bárbara descubrió por primera vez que se había involucrado más de la cuenta, 

y que ella misma se había puesto la soga hasta el cuello.  

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