Secretos de una ninfómana 🔞...

By JeanVicent1

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🔥 Secretos de una ninfómana, es la historia de pasión y lujuria entre Alissa Maddison y Albert Colt. Dos ser... More

Los hechos
Sinopsis
Prefacio: El inicio de todo
Primera Parte: El infierno es frío
Capítulo 1: Secretos de familia
Capítulo 2: El dolor, es placer
Capítulo 3: Primer encuentro
Capítulo 4: El enemigo oculto
Capítulo 5: Segundo encuentro (1era Parte)
Capítulo 6: Amores prohibidos
Capítulo 7: Caos
Capítulo 8: Segundo encuentro (2da Parte)
Capítulo 9: El accidente
Segunda parte: Los corazones que se unen
Capítulo 10: Nuevas vidas
Capítulo 11: El mensaje
Capítulo 12: Malas decisiones
Capítulo 13: Análisis de consecuencias
Capítulo 14: Instigación
Capítulo 15: Duras tentaciones
Capítulo 16: La invitación
Capítulo 17: Voces del pasado
Capítulo 18: Revelaciones
Capítulo 19: Preparativos
Capítulo 20: ¿La última cena? (1era parte)
Capítulo 21: ¿La última cena? (2da parte)
Capítulo 22: El fuego abrasador
Tercera Parte: Anatemas del pasado
Capítulo 23: El principio de la pugna
Capítulo 24: Algo oscuro
Capítulo 26: Mundo de sombras
🔥 Nota del autor 🔥
Capítulo 27: Un fatídico error
Capítulo 28: Confrontación
Capítulo 29: La presa
Capítulo 30: El aviso
Capítulo 31: Un poco de suspicacia
Capítulo 32: La historia de Alissa (1era Parte)
Capítulo 33: La historia de Alissa (2da Parte)
Cuarta Parte: Entre amor y sombras
Capítulo 34: Sorpresas de una noche
Capítulo 35: Contrarreloj
Capítulo 36: Encuentro fortuito
Capítulo 37: En las fauces del enemigo
Capítulo 38: El origen del conflicto
Capítulo 39: Contrita malevolencia
Capítulo 40: El primer caído
Capítulo 41: Viáticos para los Maddison
Capítulo 42 (Final): Viaje al mismo averno
Epílogo: Una vez por naturaleza
Agradecimientos
¡¡¡Noticias Oficiales!!! 🔥

Capítulo 25: Un dilema inesperado

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By JeanVicent1

A la mañana siguiente la Mansión Maddison estaba sumida en un silencio muy poco habitual. Aunque silencio no era precisamente la palabra correcta puesto que en el exterior y más allá de las formidables paredes se escuchaban el incesante sonido de la lluvia al caer mezclado con los relámpagos que rompían el cielo de un alba que auguraba retrasarse al aparecer... un poco más. A pesar de eso, todos permanecían en sus habitaciones ya que era casi imposible que estuviesen fuera de las mismas cuando el clima se tornaba frío y hostil en toda la ciudad.

Norma Walfs se levantó muy temprano y rindió sus clemencias (como de costumbre) en el rincón de la habitación que le había sido asignada la noche anterior. Inmediatamente, Albert Colt salió del baño con la ropa puesta y una sonrisa muy evidente que hizo que Norma se detuviera en pleno ruego celestial preguntándose porqué su hijo estaba tan feliz.

—¿Sucede algo hijo mío? —preguntó levantándose del suelo con dificultad.

Albert que conocía muy bien a su madre supo de inmediato que aquella intención disfrazada e interesada no era más que pura curiosidad. Algo que ella misma rechazaba en las personas, sobretodo de índole mundana, pero que dentro de las cuatro paredes parecía cambiar de opinión. Él no le contaría absolutamente nada pues podría ir directamente a una inevitable discusión y estaba claro que no iba a hablar de los hechos ocurridos ya que ante todo se consideraba un caballero y por tanto, habían cosas que no se podían decir por orgullo y condescendencia propias de un hombre.

La verdad en sí, era que ni el mismo conocía que era cierto y qué no. De hecho, no sabía en qué punto se hallaba en aquel momento con Alissa Maddison. Le encantaría y podría tener algo muy serio con ella, si lo quisiera, claro. Pero...

¿Ella pensaría igual?

¿Tendría una relación con Alissa Maddison?

¿Podía haber algo más allá de lo que ocurrió anoche?

No hubo respuesta. Su cerebro no procesaba tal información. Estaba confundido. Se había decidido a no tener nada que fuera simplemente carnal así que si la intención de Alissa era eso la verdad no sabría que hacer. Era una mujer fascinante y frenética; una mujer perfecta para mantener una relación formal. En pocas palabras, le gustaba Alissa Maddison y sí tenía que conquistarla lo iba hacer a como de lugar.

Desvió el rumbo de sus pensamientos mientras se asomaba por la ventana y observaba en el firmamento que los escasos rayos del sol aún no aparecerían completamente debido a la lluvia que comenzaba a caer con más fuerza.

—Vamos, debo acudir al trabajo. —le dijo a Norma y se dirigió a la salida de la habitación.

Una vez que se hallaron en el enorme vestíbulo Gretta Collins les saludó con un ferviente cariño muy propio de ella mientras preparaba la mesa con el suculento desayuno en compañía de Melissa Puente. Olía delicioso y Norma tuvo la intención de preguntar de dónde provenía esa exquisita fragancia pero Albert se le adelantó y quedó callada en contra de su propia voluntad.

—Buenos días, señora Gretta. Espero y tenga un maravilloso día. —recitó Albert saludándole.

Norma caminó detrás de su hijo y saludó, aunque de forma muy distinta.

—Huele delicioso, Gretta... —comenzó a decir.

Albert la fulminó con la mirada y Gretta sonrió ampliamente al percatarse de su intención.

—Sí. Melissa se destaca todos los martes con el desayuno occidental. —explicó colocando el sumo de naranja en el centro de la mesa.

—Estupendo... —retomó Norma.

—Debemos irnos, mamá. —interrumpió su hijo—. Me toca trabajar en la compañía Maddison y no quiero llegar tarde en mi primer día.

Ella bajó los hombros decepcionada.

—Entendido. —susurró con resignación.

Ambas mujeres se miraron y formaron una fina línea con los labios.

—Hijos... así son. —afirmó Gretta.

Y ambos salieron, dejando a la madre de Alissa Maddison con una callada Melissa Puente.

Cuando Albert y su madre llegaron a la entrada principal, uno de los choferes de la Mansión les comentó que los llevaría a su casa. Aunque las pertenencias de Albert y de ella estaban aún en el hotel no se discutió que debían acudir a la vivienda de él, ubicada en el suroeste de la ciudad. Era un hogar pequeño y acogedor. Un sitio especialmente para alguien que vivía a solas pero Norma que era una mujer con muy poca vergüenza decidió acompañar a su hijo hasta que éste no tuviera más remedio que mandarla a su casa en Oklahoma. Cosa que pasaba muy a menudo, al cabo de una semana de estadía.

El auto se enfiló por la entrada y la Mansión Maddison quedó atrás como un recuerdo vívido en la mente de Albert cuyos pensamientos se aglomeraban y no dejaban de perforar su cabeza. Antes de que el auto cruzara, lanzó una mirada furtiva a la ventana en busca de Alissa pero era obvio que no la iba a ver. Sintió su piel sobre él y su olor especial en lo más recóndito de su cuerpo.

Recordó su textura...

Su aroma...

Sus caricias...

Sus labios...

Su humedad...

El vehículo surcó las calles con rapidez y tras cruzar varias autopistas y callejuelas inundadas por la lluvia llegaron a la vivienda de Albert Colt. Era una casa pintada de azul con una fachada enrejada y en dónde dos pequeños y redondeados arbustos se colocaban a ambos lados de la misma como pequeños centinelas. Había un cubo de basura con la tapa sellada y el correo estaba lleno y rebosante. A un lado y aparcado delante del garaje blanco que permanecía cerrado, estaba el auto de Albert que habían traído poco después del accidente.

—Te lo pasas poco aquí, ¿no? —acotó Norma con sarcasmo.

Albert la ignoró. Amaba a su madre y era su única familia pero a veces podía ser tan insoportable que debía ser un poco duro con ella. Con todo y eso, Norma nunca cambiaba su actitud, por el contrario, empeoraba con la edad.

Sacó la llave de su pantalón y abrió la cerradura principal.
Entraron a su casa y la pequeña sala los acogió con el silencio propio de los sitios solitarios. Habían varios muebles colocados alrededor de una pequeña mesa en dónde reposaba un florero con margaritas ya casi marchitas. Las ventanas estaban cerradas y al otro lado de la sala estaba la cocina con una pared cuyo espacio había sido recortado para colocar copas y botellas de licor.

Norma caminó y deslizó un dedo por los muebles y constató el polvo adherido en ellos.

—Me pondré a limpiar esto. —informó.

Albert extrajo un manojo de billetes y se los dio. Era una buena forma de mantenerla callada y tranquila.

—Hay que hacer mercado. No sé a qué hora regrese así que no me esperes para comer.

Norma ya estaba en la cocina abriendo de par en par la nevera. Albert negó con la cabeza, ensanchó la sonrisa, y se despidió de su madre.

Cuando ya estaba listo, se aproximó a la mesa y dejó las llaves con un sonido tenue y salió caminando hasta el auto. El complejo Maddison quedaba a unos diez minutos de allí. Aún tenía tiempo así que se tomó las cosas con calma. Cómo buen abogado debía ejercer las intrínsecas labores para manejar los asuntos legales de la compañía y el complemento jurídico de los trabajadores para que las cosas estuviesen bien. No era una tarea difícil y el pago (que no sabía la cantidad) sería realmente bueno. Además, estaría cerca de Alissa y eso sí que era mejor que cualquier pago monetario.

Cogió el teléfono y decidió llamar a su fiel amigo Lukas Trent, el cual tenía días que no sabía de él. También sería quién le ayudaría con el trabajo en la compañía así que decidió contactarlo para ponerse de acuerdo. Abrió el buzón de mensajes y se encontró con varios escritos remitidos por éste último. Unos tenían varios días pero otros eran muy recientes:

<<Amigo, ¿cómo sigues?>>.

<<¿Dónde estás?>>.

<<Llámame>>.

El último era el más reciente. Marcó el número y llamó. A los pocos segundos Lukas contestó.

—Joder, señorito. ¿Cómo estás? —dijo con jocosidad.

Albert sonrió mientras encendía el vehículo.

—Amigo mío, ya me encuentro bien. Pasaron tantas cosas que apenas estoy leyendo todo. Fue un completo desastre estos días.

—Entiendo, amigo. Pero estás bien y eso es lo importante. ¿Y como sigues? —interrogó Lukas.

—Bien. La bala sólo rozó y no hubo mucho daño.

—Me alegro. Entonces, podemos decir, ¿qué ya estás listo para que comencemos a trabajar? —aventuró Lukas Trent.

—Así es. De hecho, voy saliendo. ¿Nos vemos allá?

—Claro, claro. Allá nos encontramos.

—Perfecto amigo mío. Hasta luego. —dijo Albert. Y colgó.

Una vez que Albert se puso el cinturón de seguridad y colocó el teléfono a un lado, un sonido le hizo mirarlo nuevamente.

Había llegado un mensaje. En la pantalla estaba un nombre registrado. Por supuesto, no era Alissa Maddison, pero tuvo la esperanza de que así fuera. Leyó el siguiente mensaje:


Cassandra
<<Hola Albert. ¿Cómo estás? Quiero verte hoy. Estoy deseosa de ti. Me haces mucha falta>>.


Pisó el acelerador y salió. Las mujeres lo iban a volver loco. Cassandra era su peor tormento. Un tormento del cual no podía zafarse porque siempre volvía a caer. Un tormento del que días antes podría caer fácilmente en su red. Pero ahora, con los acontecimientos recientes, Albert Colt tenía sus propias prioridades.

Su propio dilema.

¿Estaría Alissa dentro de esas prioridades?

¿Valdría la pena arriesgarse a tener algo nuevo cuando ya tenía tanto erigido?

¿Y si las cosas salían mal?

¿Si Alissa no quería nada con él?

Las respuestas pronto llegarían y harían temblar todo a su alrededor.

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