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By macabeso23

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Ella creyó tenerlo todo, pero olvidó una cosa; de encontrar el amor nadie se escapa. ¿Podría más la soberbia... More

Capítulo 1. [Daños Colaterales]
Capítulo 2. [Desde El Día Uno]
Capítulo 3. [La Propuesta]
Capítulo 4. [Eternas Coincidencias]
Capítulo 5. [Imagen Y Semejanza]
Capítulo 6. [La Casa Del Cielo]
Capítulo 7. [Inefable]
Capítulo 8. [Acertijos]
Capítulo 9. [Resarcimiento]
Capítulo 10. [Secuelas Del Pasado]
Capítulo 11. [El Primer Beso]
Capítulo 12. [Lágrimas Y Olvidos]
Capítulo 13. [Pasiones Recíprocas]
Capítulo 14. [Efímero'S]
Capítulo 15. {Guía Espiritual}
Capítulo 16. [Mundos Cruzados]
Capítulo 17. [La pieza del rompecabezas]
Capítulo 19. [Entre Imaginación Y Realidad]
Capítulo 20. [Un Juego De Seducción]
Capítulo 21. [ Islas Canarias, Parte 1]
Capítulo 22. [Islas Canarias, parte 2]
Capítulo 23. (Entre Su Mundo Y Mi Mundo)
Capítulo 24. [Avril]
Capítulo 25. [Libre Verdugo]
Capítulo 26. [El Plan Cero]
Capítulo 27. [Fragmentos De Verdades]
Capítulo 28. [Fragmentos De Verdades part. 2]
Capítulo 29. [Quince Minutos]
Capítulo 30. [La Efímera Felicidad]
Capítulo 31. [Colisión]
Capítulo 32. [Al Descubierto]
Capítulo 33. [El primer amanecer]
Capítulo 34. [El mejor de los inicios]
Capítulo 35. [Las Personas Inteligentes...]
Capítulo 36. [No estaba triste, estaba nostálgica...]

Capítulo 18. [La curiosidad mató al gato]

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By macabeso23

CIUDAD DE NUEVA YORK

—No necesito esto, no necesito esto, ¡No necesito esto!—elevó su voz tirando todo lo que estaba sobre el escritorio. Bárbara golpeó con un puño cerrado ligeramente sobre el, y luego empezó a dar vueltas en toda la extensión de su oficina buscando respuestas a todas sus preguntas. Su cabeza estaba invadida por sus propios demonios, haciendo que no tuviera un buen día. Era todo lo contrario.

—¿Se puede?—preguntó la voz de un hombre fuera, detrás de la puerta de la oficina de la morena. Ella respiró profundamente, calmando sus pensamientos y sus ganas de querer tirar todo por la borda. Estaba siendo un pésimo día, sin ánimos, sin ganas de nada, pero ella siempre debía mantenerse firme y congruente con sus propias palabras.

Bárbara abrió la puerta de golpe y le dio la espalda con inmediatez para volver a su escritorio.

—¿Todo en orden?—le preguntó el hombre un poco preocupado al sentirla tan agitada. Ella lo vio sin abrir la boca, pero diciéndole todo con la mirada—. Comprendo...—murmuró él muy bajo—. No es un buen día para ti.

—¿Desde cuándo eres adivino?—le preguntó con evidente sarcasmo. Él sonrió medianamente mientras se sentaba frente a ella dándole una mirada examinadora—. ¿Qué haces aquí?—le preguntó Bárbara viéndolo fijamente con seriedad.

—Necesitaba hablar contigo—le dijo él en voz baja. La morena de ojos cafés asintió, un poco desorientada pero curiosa de saber qué le deparaba el día esa mañana—. ¿Café de buenos días?—preguntó esbozando una media sonrisa, pero al ver que Bárbara no lo hacía, dejó de hacerlo respirando profundamente. Luciano carraspeó un poco antes de continuar—. Supe que ella ha vuelto—murmuró con cierto miedo de saber cómo sería la reacción de Bárbara tras escucharlo. 

—¿Cómo lo sabes?—inquirió endureciendo la mandíbula. 

—Los rumores en lugares cerrados como este, corren muy rápido, Bárbara. Por supuesto que eso no tiene importancia alguna—continuó él—, al final solo son rumores de pasillo, ¿no es así?—la morena desvió la mirada respirando hondo y Luciano lo supo todo. No solo eran rumores de pasillo, era real lo que había escuchado—. ¿Cuándo?

—Hace algunos días—contestó. —. Desde entonces, mis planes se han visto arruinados, y siento que todo se me está saliendo de las manos. Así no era como lo había planeado, y la situación ya se está convirtiendo en algo extremo pero... eso no es importante ahora—dijo tranquila—. El verdadero problema es Macarena—Luciano abrió los ojos de manera sorpresiva—. El día que Sáhara fue a mi casa, estaba con ella. Macarena puede ser todo, menos tonta, y sé que no se creyó el espectáculo improvisado que hicimos. Sé que escuchó algo, no sé si habrá sido mucho o poco, pero algo escuchó —le dijo—. Cuando estuvimos solas nuevamente ella simplemente decidió irse, así, sin dar explicaciones, y ya. 

—Es normal, ¿no?—Bárbara lo vio sin entender—. Seguro sintió celos y prefirió irse antes que pudieras notarlo, Bárbara. Las mujeres siempre ven cosas donde no las hay—ella elevó una ceja y él se encogió de hombros—. Aún sin motivos, buscarán la manera de tenerlos para crear una discusión innecesaria, créeme, las conozco perfectamente. 

—Ella no es una de tus conquistas, Luciano. Actúa y piensa de manera diferente y lo he notado a medida que comparto más con ella. Es como un tesoro encontrado—Luciano abrió los ojos con sorpresa y ella sonrió muy levemente—. Siempre tiene algo inteligente que decir, es graciosa, autónoma, y defiende sus ideologías por encima de cualquier persona, ¿sabes?, no es sumisa de sus palabras, y es una de las cosas que me hacen admirarla. 

Luciano guardó completo silencio ante lo que había escuchado quedando completamente impresionado por lo que Bárbara le había dicho. Sin embargo, sabía que algo más le preocupaba y no había querido decírselo, pero era notorio el cambio que veía en la morena. Ya Luciano tenía alguna idea, porque así había escuchado, pero quería comprobarlo con sus propios ojos y por la boca de la mismísima Bárbara.

—Te gusta de verdad—murmuró seguro después de unos minutos de silencio. La morena entre abrió la boca, quizá para opinar, para gritar, o para contradecirlo, pero lo sorprendentemente de la situación es que no fue así. Guardó silencio, como quien guarda un secreto, y suspiró llevando sus dedos índices a sus sienes.

—Por supuesto que me gusta, Luciano—dijo como si fuera algo normal en una situación como esa. Es decir, ¿a quién no le gustaría Macarena?—. Es una mujer preciosa y yo de verdad aprecio la belleza femenina. Que me guste es muy diferente a todo, pero no cambia en lo absoluto el panorama. Sigue siendo un negocio para mi.

—Me encanta la convicción de tus palabras—le dijo Luciano sonriendo—. Lo repites con tanta urgencia que... Es como si quisieras convencerte de tus propias palabras. Te creo—comentó de pronto—, creo en que solo es un negocio para ti. Claro que puede gustarte, la chica es en efecto, una mujer hermosa. Carismática, y tiene muy buenos atributos que podría lograr que cualquier persona pierda su norte por cuestión de segundos—Bárbara entrecerró los ojos—. Pero como dije, no te juzgo. De hecho, quisiera saber si después de todo, ya sabes, la venganza y eso, puedo tener alguna oportunidad con ella—el rostro de Bárbara se ensombreció en cuanto lo escuchó—. Si realmente no estás interesada, quiero decir—agregó cuando vio el semblante serio de la morena.

Bárbara respiró hondo y contó hasta diez mentalmente para no poder el norte de sus acciones. Ella no actuaba bajo impulsos, pero últimamente sentía que perdía la paciencia muy rápido cuando de Macarena se trataba. ¿Cómo podía combatir contra eso? 

Era extraño.

Muy extraño, de hecho. Odiaba sentir esa sensación.

—No quiero asustarte pero...—lo hizo callar.

—Estoy asustada—confesó a media voz. Luciano no dijo nada, tampoco hizo ninguna expresión que pudiera hacerla molestar. Él la entendía, y mucho, realmente—. Por primera vez siento que algo es más fuerte que yo y es... Abrumador. No es algo que normalmente me suceda a mi. Tengo mis límites, marco mis parámetros, tengo decisión y esto que está sucediendo es extraño.

—¿En qué sentido?

Ambos se vieron.

—En otro sentido—murmuró perpleja—. Como cuando descubres algo diferente. Algo que, es desconocido, pero que te gusta en el fondo y con lo cual te sientes atraído cada vez más. Y de pronto sientes la necesidad de alejarte porque el sentimiento te genera escalofríos pero al mismo tiempo como que quieres quedarte para saber qué hay más allá—desvió la mirada—. No lo sé, solo es diferente.

—¿Puedo ser completamente sincero contigo?—le preguntó. Bárbara asintió, sumiéndose en sus propios sentimientos—. Creo que te estás involucrando más de la cuenta y sabes cómo acaba todo cuando esto sucede—Bárbara suspiró bajando la mirada por un segundo—. No quiero interponerme entre tus decisiones y tú, pero como tu amigo te aconsejo que te pienses las cosas una vez más.

La morena lo miró lascivamente. ¿Qué debía pensar, una vez más?

—No tengo nada que pensar.

Él sonrió pacíficamente.

—De acuerdo—dijo finalmente con el semblante serio—. Tú mandas.

—¡Correcto!—sentenció con una sonrisa diminuta pero tan pronto llegó, tan pronto se fue—. ¿Es todo?

Aclaró su garganta dejándole saber que de no ocupar más su tiempo, debía marcharse. Él lo sabía, lo reconocía en esa voz rasposa y determinada que siempre usaba para darle fin a lo que parecía ser una conversación un tanto incómoda para la morena. 

—¿Qué harás esta noche?—le preguntó en cuanto se puso de pie dispuesto a marcharse. Ella lo vio expectante en silencio—. Mis padres llegan de viaje, y haré una fiesta de bienvenida en su nombre. Estás invitada, si deseas escabullirte a una aventura diferente por una noche—le dio un guiño amigable y Bárbara entrecerró los ojos—. Y si gustas, puedes llevar acompañante. Te lo juro, no querrás perderte esta noche por nada. 

—No creo que a tus padres les agrade saber que estás invitando a media ciudad con la excusa de su visita queriendo tirar "la casa por la ventana" con una fiesta de bienvenida.

—No estoy invitando a media ciudad—dijo sorprendido y riendo a su vez—, solo estoy invitándote a ti, y a otros amigos.

—¡Como sea!—dijo Bárbara poniéndose de pie—. No planeo ir. Tengo asuntos mucho más importantes de los cuales debo ocuparme en vez de estar perdiendo el tiempo en una fiesta que no me dejará nada beneficioso.

Luciano soltó una risa sonora.

—Es solo una fiesta, Bárbara. Fiesta.—Recalcó nuevamente suspirando—. De acuerdo. Si no quieres ir, está bien, no es necesario que vayas y menos por obligación, pero al menos deberías considerarlo.

—¿Por qué debería considerar eso?—preguntó con curiosidad. Luciano sonrió encogiéndose de hombros.

—Porque quizá también haya invitado a mi prima—Luciano al ver el semblante diferente de Bárbara sonrió internamente. Bárbara y Sabrina, prima de Luciano, se habían conocido meses atrás en una de sus reuniones de trabajo. Aunque para ser precisos, fue luego de la reunión de trabajo donde se conocieron, específicamente en la casa de Luciano tras darle una fiesta de bienvenida a su prima.

Desde luego, Bárbara no se habría mostrado interesada. No, ni siquiera lo había pensado. Solo recordar el pequeño detalle de ser la prima de uno de sus amigos le dejaba un sabor de boca amargo. Ni en sus más remotos sueños, pensó aquella noche, mucho antes de verse caminando hacia ella un poco tomada, quizá más de la cuenta, o más de lo que se permitía, pero las circunstancias (y quizá las ganas también), la habían arrimado a hacer lo que posiblemente, fuera uno de sus peores errores.

—Sigo sin estar interesada—murmuró muy bajo y Luciano rodó los ojos con fastidio—. Lo de Sabrina y yo murió en ese mismo momento, Luciano. Fue algo de una noche.

—¿Una noche?—Luciano arqueó una ceja.

La morena se giró con molestia.

—De acuerdo, varias noches—admitió finalmente—. Pero no cambia mi decisión. No quiero enrollarme con nadie ésta noche porque necesito buscar a Macarena e inventar una excusa muy creíble para que...—la morena guardó silencio en cuanto vio la expresión de burla que tenía Luciano mientras la escuchaba. Gruñó enfadada. —. ¡Vete a la mierda!—vociferó molesta abriéndole a su vez la puerta de su oficina. Luciano al verla, respiró hondo y caminó hasta la puerta para luego frenarse delante de Bárbara y verla a los ojos. 

—Voy a estar esperándote, Bárbara. 

La morena quiso decirle que no, que por nada del mundo iría, pero Luciano fue mucho más hábil y salió rápidamente de su oficina dejándola sola nuevamente. Bárbara cerró sus ojos brevemente mientras pensaba en qué hacer. Efectivamente, debía buscar a Macarena. Quizá, tratar de explicarle un poco, mejorar su excusa, añadir más argumentos, pero también sabía que considerarlo también era un error. ¿Desde cuándo le preocupaba tanto lo que Macarena pensara?

Si lo pensaba tanto, terminaría no haciéndolo. Tampoco le debía explicaciones, pero dentro sentía que debía. ¿Por qué?, quizá por la misma necesidad de saber de ella puesto que Macarena no la había buscado en ningún momento después de lo ocurrido. Había algo más. Ella podía darse cuenta. Lo podía oler a kilómetros. Tanta fue la necesidad, que se sintió orillada a tomar el teléfono, buscar su número telefónico en su agenda, y marcarle para quedar una vez más. 

Tres fueron las llamadas telefónicas que le hizo Bárbara a Macarena y  no obtuvo respuesta. Maldijo tres veces por lo bajo sintiendo la ira llegar hasta su cabeza y causarle dolor. La respiración se volvió irregular y cerró los ojos nuevamente con fuerza. Todo revoloteaba dentro de ella mientras la sacudía de un lado hacia el otro. Luego, el teléfono sonó. 

—¿Macarena?—preguntó casi en susurro sentándose en el sofá y acariciando su cuello. 

—Hola, Bárbara—contestó en un suspiro. 

—Creí que no querías saber nunca más de mi. Te he marcado tres veces y...—ella la interrumpió. 

—Estaba arreglando un asunto importante con Ariel—dijo en voz baja mientras mordía su labio inferior. En cambio, Bárbara abrió los ojos, tanto como platos, y apretó los labios. —. Tenía el móvil lejos, lo siento. 

—¿Con Ariel de Las Casas?—preguntó molesta. 

—Sí—Bárbara se levantó de golpe del sofá. 

—Supongo que  está feliz de saber que tiene el camino libre contigo—murmuró sarcástica mientras se servía una copa de vino para drenar su molestia. —. Después de todo corroboré que lo único que quiere un hombre como él, con una mujer como tú, es llevarte a la cama. —Macarena abrió los ojos empezando a sentir indignación. —. Y yo creí que tú eras más  astuta e inteligente y te darías cuenta de sus verdaderas intenciones disfrazadas de fascinación. 

—Ariel solo es un amigo, Bárbara. —la morena hizo una mueca. —. No tienes por qué expresarte así de él, y mucho menos de mi. Soy consciente de sus intenciones, de que le gusto, pero así mismo también sé que respeta mi decisión de ser solo amigos porque no tengo interés amoroso con él. Yo...—respiró hondo—. Ni siquiera sé por qué te doy explicaciones. Soy una mujer libre, al igual que tú, solo que a veces lo olvido, cuando evidentemente tú jamás lo haces. 

—No entiendo de qué hablas. —dijo Bárbara. 

—Tienes interés en otras mujeres—empezó a decirle—, y puedo entenderlo, pero no puedo aceptarlo porque no es lo que busco en alguien. Cuando te conocí, pensé que podía tener contigo lo que con nadie más. Confieso que estoy muerta de fascinación por ti, que me encantas, que deseo estar ahora mismo entre tus brazos, pero no quiero ser el segundo plato que siempre está servido. 

—Eres mucho más que eso para mi, Macarena. Lo que sucedió en mi casa es algo que nunca había ocurrido y no tenías que presenciar eso porque solo tengo interés en ti—le dijo—, puedo ser todo lo que muchos dicen, pero jamás te haría daño a ti. No a ti, ojitos. 

—Necesito pensar—dijo en voz baja. —. Dame tiempo, por favor. 

—¿Cuánto tiempo necesitas para pensar?—le preguntó sintiéndose un poco desesperada.

—El tiempo que sea necesario—le dijo dejándola sin opciones. 

—¿Qué pasará con Ariel?, ¿con nosotras?—le preguntó Bárbara impaciente. 

—Ariel es un amigo.

Ella bufó. 

—Un amigo que se muere por irse a la cama contigo—respondió con ironía mientras recogía sus cosas y salía de la oficina dando un portazo que Macarena pudo escuchar desde el otro lado de la línea haciéndola achicar los ojos con tristeza—. Tendrás todo el espacio, tiempo, y tranquilidad que necesites. No quiero interponerme en tus decisiones, y tampoco quiero que hagas nada por obligación—dijo apretando su labio inferior—. Cuando me necesites, estaré aquí, Macarena. No quisiera hacerlo, pero no puedo obligarte a nada que no quieras hacer.

—Solo necesito unos días para pensar—dijo Macarena en voz baja al sentir que Bárbara se estaba despidiendo de ella pero de manera diferente—. Me gustas, Bárbara. Me gustas mucho, pero de verdad necesito esto—la morena hizo caso omiso a lo último dándose cuenta de lo que estaba haciendo. Teóricamente, le estaba suplicando a Macarena que le diera una oportunidad más. ¿Cuándo ella ha suplicado por oportunidades?, Jamás, dedujo mentalmente mientras entraba a su auto y ponía el teléfono en alta voces—. ¿Bárbara?—escuchó la voz de Macarena llamarla.

—¿Si?—le contestó descuidada.

—Yo...—Macarena respiró hondo al ver la negatividad de Helena. Lo cierto es que, había decidido marcarle después de ignorar sus llamadas. Helena quien estaba presente, le había pedido que no lo hiciera, pero ella insistió en que se lo debía de alguna manera. Helena quería comprenderla, pero le resultaba difícil puesto que Bárbara solo la estaba utilizando y ella era consciente de eso—. Espero pronto saber de ti—Helena rodó los ojos al escucharla y Macarena le dió una mirada suplicante.

Una sonrisa diminuta se formó en los labios de Bárbara.

—También espero lo mismo—le dijo cortando la llamada.

Macarena vio el teléfono con el entrecejo fruncido y respiró hondo al tirarlo sobre la cama de su habitación.

—¿Qué pasa?—le preguntó Helena conociendo ya la respuesta—. ¡Ni se te ocurra Macarena!

La castaña le dio la espalda mientras observaba el jardín desde su ventana.

—Me gusta, Helena. Y mucho.

—¿Dónde quedó la conversación que tuvimos hace días?—le preguntó molesta—. Te está usando, Macarena. Ella solo quiere tu dinero. ¿Cuántas veces debo repetir que una mujer como ella no vale la pena?—ambas se vieron—. Te estás consumiendo en ese deseo absurdo que tienes por esa mujer. Creí que querías vengarte.

—Y quiero vengarme—replicó viéndola a los ojos—. Quiero hacerlo, pero también la deseo a ella—Helena rio sarcásticamente negando con la cabeza al escucharla. La verdad era que Helena sentía ganas de agredirla físicamente, pero se contenía solo porque se trataba de Macarena y aunque fuera muy tonta (en algunas situaciones), la respetaba por encima de cualquier cosa.

—Entonces...—Helena suspiró poniéndose de pie para acercarse a ella. Le dio una mirada lasciva, y sonrió—, lo que necesitas es sexo, y puedo comprenderlo—Macarena abrió los ojos sorprendida—, pero tienes más opciones, cariño. Allí afuera hay muchísimas mujeres que querrían pasar una noche contigo.

Macarena se burló soltando una carcajada.

—¿Qué te causa tanta gracia?—cuestionó cruzándose de brazos.

—No es el sexo—dijo—. Es lo que me hace sentir ella. Este deseo de querer tocarla, estar con ella día y noche, besarla, acariciarla—ella desvió la mirada—. Me siento diferente cuando estoy con ella aunque sea una mentirosa de mierda—masculló irritada.

—La solución la tienes en tus manos, cariño. Acuéstate con ella, quítate las ganas, y desaparece de su vida para siempre—dijo fríamente—. Si no quieres acabar arruinada de todas las formas posibles, aléjate de esa mujer.

—Lo intento, Helena. Comencé rechazando sus llamadas—Helena rió.

—Y, ¿a los cuántos minutos la llamaste?—le preguntó riendo—. Tu excusa fue decir que sentías que le debías eso, y no es así. Tú no le debes nada a esa mujer.

—Lo sé, te juro que lo sé, solo que aún es díficil para mi—bajó la mirada—. Algunos días despierto pensando que lo que me dijiste era solo una pesadilla, pero luego me doy cuenta de la realidad y me hace sentir mal.

—¿Desde cuándo permites que las acciones de los demás afecten tu vida?—ambas se vieron a los ojos—. Tú puedes con esto, y con muchísimo más.

—¡Gracias!—sonrió dándole un abrazo cálido. Helena la recibió y su sonrisa de borró en cuanto la abrazó.

.....

La sonrisa de Bárbara se fue reduciendo de su rostro en cuanto entró a la casa de Luciano y observó a todas las personas que había invitado. Rió mentalmente al darse cuenta de lo ingenua que fue al creer que realmente Luciano había invitado a unos "pocos" amigos. Si mal no contaba, habían unas treinta personas. ¿Qué pensarían sus padres?

Hizo camino hasta llegar a la barra y pedir una copa de champán. Las personas la veían de pié a cabeza sin un mínimo de disimulo, cosa que, la hizo sonreír un poco hasta alzar la comisura de sus labios. Ella sabía que eso, y un poco más, podía ocasionar. Casi siempre era la sensación del lugar. Siempre marcaba la diferencia. Así era Bárbara. 

—Tu champaña, bonita—. Escuchó que alguien en la barra murmuró. La morena levantó una ceja, curiosa, y vio a la mujer que le sonreía abiertamente mostrando sus dientes blancos y unos pequeños hoyuelos en sus mejillas. Bárbara la recibió sonriendo de igual manera y bebió de ella sin dejar de ver a la mujer directamente a sus ojos.

—Gracias—dijo dándole un guiño. Ella sonrió.

—Es mi deber—comentó ganando nuevamente su atención—. Para eso me pagan.

—¿También te pagan para decirle "bonita" a las mujeres cuando les sirve champán?

Ella negó riendo un poco.

—Eso ha sido un poco innecesario—dijo apenada—. Pero considero que eres muy bonita, y quise hacértelo saber. Mi nombre es Emily—estiró su mano con afecto.

—El mío es...—Emily la interrumpió.

—Sé quién eres. ¿Quién no sabría?—Bárbara sonrió—. Es un placer conocerte, Bárbara.

—¡El placer es mío!—dijo la morena hincándose un poco sobre la barra para darle un beso rápido en la mejilla a la mujer.

Tras separarse, los ojos de Bárbara se encendieron de emoción al imaginarse tan siquiera cómo terminaría su noche. Algo que, efectivamente, no estaba buscando, pero que le caía muy en gracia después de todo.

—¡Pero miren quién decidió venir finalmente!—escuchó a sus espaldas la voz burlona de Luciano. La morena hizo una mueca de disgusto mientras bebía de su champaña. Luciano divisó a la mujer de la barra, entrecerrando un poco los ojos, y Emily al notar que Luciano la veía, carraspeó un poco y se fue rápidamente—. ¿Ligando con la chica de la barra?—se burló de Bárbara.

—¡No seas imbécil!—dijo dándole la espalda.

—Ya, no te molestes. Estoy jugando contigo un poco.

—Los juegos no me gustan—la escuchó decir. Una sonrisa se dibujó en sus labios.

—Créeme que lo tengo muy presente, cariño—susurró cerca de su oído—. Sabrina está en el jardín y sabe que estás aquí—Bárbara abrió los ojos dándose la vuelta rápidamente. Luciano hizo una mueca y bebió su bebida.

—¿Cómo sabe que no estoy aquí?—le preguntó con asombro—. Recién acabo de llegar.

Luciano se echó a reír dejando su bebida en la barra.

—Querida... En cuanto pusiste tus preciosos pies sobre mi casa, todos lo supieron. ¿Cómo no podrían reconocerte?—se echó a reír—. Eres la sensación, y por supuesto que el rumor llegó a oídos de Sabrina.

—¡Me da igual!—giró de nuevo hacia la barra. Luciano se encogió de hombros y se puso a su lado pidiendo otra bebida—. Con que una fiesta pequeña, ¿eh?

—Se agrandó un poco—se echó a reír—. No puedes culparme. Quería algo pequeño, de verdad, pero no pude evitarlo.

—Tú nunca puedes evitar nada—dijo Bárbara entre dientes.

—Tienes razón—le sonrió palpando su hombro—. Creo que alguien quedó fascinada con la vista—murmuró riendo suavemente mirando hacia la mujer que veía de reojo a Bárbara mientras servía una copa de vino tinto. La morena levantó la vista, viéndola a ella, y ambas se sonrieron en complicidad—. ¿Es tu plan de la noche?

Bárbara lo vio de perfil.

—No es asunto tuyo—le dijo—, pero sin duda es un buen prospecto para pasar una noche deliciosa. ¿La contrataste tú?

—¡¿Quién más lo haría?!—le preguntó—. Pero Emily no ñes mujer de una noche—Bárbara hizo una mueca de disgusto—. Es de esas mujeres que se enamoran hasta la médula, entregan todo y al final se queda sin nada.

—Entonces es una tonta—murmuró Bárbara viéndola momentáneamente—. Pero no puedo culparla por desearme.

—Todas las mujeres te desean, Bárbara—dijo haciéndola sonreír—. No sé cómo le haces.

—El secreto está en...—la morena guardó silencio cuando divisó la figura de una mujer detrás de ellos. Volteó a ver y sus ojos escanearon su cuerpo, detenidamente, mostrándose sorprendida por lo que veía. Sin duda Sabrina estaba diferente a cómo la había visto la última vez.

—Buenas noches—murmuró viendo a Bárbara justo como ella lo hacía. Le dio una sonrisa coqueta paseando su mirada nuevamente por el cuerpo de la morena—. Siempre es un gusto volver a verte.

—Lo mismo digo—la escuchó decir y arqueó una ceja seductoramente ganándose una mirada lujuriosa por parte de Sabrina.

—Han aumentado las opciones, al parecer—dijo Luciano viendo a Sabrina—. Qué bueno que llegaste, porque la chica de la barra casi la reclama como suya con la mirada.

Bárbara sonrió, y Sabrina dirigió la mirada al lugar donde estaba la chica de la barra. La vio plenamente concentrada hablando con uno de sus clientes y sonrió aún más.

—No es competencia para mi—dijo de la nada ganándose la aprobación de Bárbara.

—Bueno...—Luciano vio las miradas entre Bárbara y Sabrina y decidió irse. La sensación de estorbar le estaba pisando los talones—. Creo que alguien está sobrando.

—No es necesario, Lu—dijo Sabrina—. Tengo otros planes—dirigió su mirada hacia un rincón de la casa donde se veía a dos mujeres hablándose muy cerca, riéndose y viendo también en la misma dirección de ellos. La morena al notarlo levantó una ceja incrédula. Sabrina se encogió de hombros.

—¿Ese es tu plan?—le preguntó Bárbara. Ella asintió.

—Es un gran plan—confesó Luciano en voz baja al deducirlo todo. Sabrina le dio un guiño a su primo con complicidad y ambos sonrieron.

—¿Estás completamente segura?—cuestionó Bárbara riendo por lo bajo—. Entonces creo que deberías marcharte ahora. No querrás hacerlas esperar.

—Pueden sobrevivir sin mi unos minutos más—dijo Sabrina.

—¿Vino?—le preguntó la morena viéndola. Ella accedió con una sonrisa amplia.

—¿Me acompañas al jardín?

Luciano soltó un silbido bajo.

—Que disfruten la noche, chicas. Mi habitación está disponible, por si la necesitan—les guiñó y se fue dejándolas solas.

Bárbara y Sabrina caminaron hacia el jardín, a solas, y caminaron un poco más hasta alejarse de todos en la fiesta. Bárbara se frenó y luego la vio. Sabrina, coqueta, y muy sigilosamente, se acercó a ella lo suficiente. Cara a cara, a la luz de la luna.

La morena inspeccionó la zona y suspiró ligeramente acercándose aún más.

—¿De verdad planeas pasar la noche con ellas?

—Lo deseo—fue su respuesta—, pero sinceramente deseo aún más pasar la noche contigo.

—¿Tu casa o la mía?—le preguntó directamente. Sabrina sonrió.

—Tu casa—le dijo—. Me trae buenos recuerdos.

—Será todo un placer—ambas sonrieron.

—Aún más placer saber que no metes a nadie allí pero conmigo siempre haces excepciones—Sabrina se acercó un tanto y con su dedo índice delineó sus labios con delicadeza—. Eso me enciende mucho.

—¿Cuánto?—le preguntó Bárbara con la voz ronca.

—¿No te haces una idea?—sonrió—. Vamos, voy a mostrarte.

....

—Sigo diciendo que esto es una locura, Macarena—se quejó Helena a su lado mientras la castaña se estacionaba frente a la casa de Bárbara.

—Lo sé—le dijo—. Sé perfectamente que esto es una locura pero no pude evitarlo. Siento que la necesito, y me muero por verla así sea a la distancia.

—¡Estás demente!—refutó Helena en voz baja.

—También lo sé.

—Creo que estás obsesionada con esa mujer. Me preocupas.

Macarena respiró hondo.

—Tienes razón... Yo no debería estar haciendo esto.

La castaña encendió el auto dispuesta a marcharse cuando por el retrovisor observó el auto de Bárbara acercarse y aparcar cerca. Helena y Macarena abrieron los ojos, con nervios, agachándose dentro del auto para no ser descubiertas. La risa de una mujer hizo que ambas se vieran, por lo que Macarena asomó un poco su cabeza y las vio.

Bárbara sonreía abiertamente con otra mujer mientras se besaban y esta la tomaba por el cuello con desesperación bajando los mismos por sus hombros, cuello y mentón. Cerró los ojos sintiendo aquel nudo en la garganta apretarse nuevamente. Helena tomó una de sus manos dándole consuelo.

—Espero que esto te ayude a darte cuenta que nunca valdrá la pena intentarlo.

Macarena encendió el auto y se marchó tan pronto como llegó.

Esa noche se prometió lo que tanto se había negado. Después de eso, no había nada más. No habría un "juntas", ni segundas oportunidades. No habría nada.

Esa noche dejó de sentir para empezar a accionar.

Y se las pagaría.

Cada una.

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