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By mkima_

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By mkima_

𝓔l futuro, parecía uno feliz. Y fácilmente lo era para todas aquellas personas a las que Hanagaki Takemichi había tratado de salvar.

Salvo para un par de ellas.

Los zapatos de Koko resonaron en cuanto pisó la piedra de aquel camino, metiendo sus manos en la chaqueta del traje que llevaba puesto; no sin antes haber echado hacia atrás su ahora larga melena de color blanco. Levantó la vista hasta el cielo, y torció el gesto en cuanto vio que era una noche sin luna.

Así que, suspiró, volvió a mirar al frente y prosiguió caminando hasta su destino; aquel lugar que visitaba siempre que podía ya que el ser ejecutivo de Bonten ocupaba mucho de su tiempo.

—Eh, Moon.— saludó Koko cuando llegó. —Ayer no pude venir, lo siento. He estado realmente ocupado con todas estas mierdas de Bonten, a veces no puedo ni respirar.— soltó una pequeña risita. —El calor está empezando, y me acuerdo cuando tomábamos el sol juntos en la azotea de la casa que Mikey y tú compartíais. Son buenos recuerdos. Me acuerdo mucho de ti.— apretó los dientes, borrando todo atisbo de sonrisa y dándose cuenta de todo lo que le dolía el corazón. —Joder, Moon, ¿por qué coño te tuvieron que llevar tan lejos? Esto no es lo mismo sin ti. Si tú estuvieras... Bonten no sería así. Mikey sería feliz, créeme.— agachó la mirada. —Aki está bien, como pediste, le cuidamos y le hemos dado un sitio a nuestro lado. Haruchiyo se ha vuelto un poco insoportable, pero también te echa de menos. Y Mikey... A él le sigue doliendo tu muerte.

Koko alzó su mano y acarició el nombre de Kishaba Moon grabado en aquella fría lápida de piedra.

—Muchas veces te consideré como mi propia hermana.— confesó, compungido. —No sé, quería protegerte como si de verdad fuésemos familia. Pero, no he podido. Mikey tampoco pudo... Y él ha cambiado mucho, Moon. Ya no es el mismo chico que conociste, y todos sabemos que no estarías contenta de como estamos haciendo las cosas si tú estuvieras aquí.— se dio media vuelta para marcharse. —Pero, ese es el problema: tú ya no estás.

Haruchiyo se metió una pastilla más en la boca, echó su cabeza hacia atrás y las tragó para después blandir una pistola, ante la atenta mirada de los hermanos Haitani, Ran y Rindo. También estaban presentes Koko, quien había vuelto del cementerio; Mocchi, Kakucho, Takeomi y Aki. Mikey, por su parte, dando la espalda a la escena, comía silenciosamente un taiyaki.

Se acordó de Moon. De que la primera vez que hablaron sin pegarse había sido en un parque cualquiera, en un balancín, y ella estaba triste porque se le había caído su taiyaki a un charco y ya no podría comérselo. Aunque, más tarde, ella añadió que no estaba triste solamente porque se le había estropeado la comida, sino también porque el pez se había terminado ahogando en el agua.

Y Mikey se sentía como aquel pez que Moon describía: ese que trataba de huir del mar pero le habían arrancado las aletas para que no pudiera nadar. Pero, con el ligero cambio de que había sido él mismo quien se había terminado arrancando las últimas esperanzas de sobrevivir a aquel futuro.

—¡¡Que caiga el martillo de la justicia de Bonten sobre los traidores!!— bramó Haruchiyo, y los sonidos de aquellos tres hombres amordazados se hicieron más fuertes porque sabían que aquel era su final. —Ssh, prestad atención a las palabras de Mikey.

Mikey arrancó la aleta del dulce con forma de pez con sus dientes, lo masticó y tragó antes de hablar. Pero, no sin antes preguntar en su cabeza lo que habría hecho Moon. Si hubiera elegido como él, si ella estaría a su lado en ese justo momento.

No, ella habría hecho las cosas mejor.

—Mátalos.

Tres disparos resonaron gracias al eco del almacén. El silencio reinó por unos instantes, hasta que alguien habló:

—Se acerca la fecha de la muerte de Moon.— habló Aki. —¿Me puede explicar alguien por qué sigo aquí?— apretó los puños, y trató de no echarse a llorar. —¿Por qué no soy yo el que está muerto en el suelo con un disparo en la cabeza?

—Porque aunque ella no esté, Moon sigue mandando.— replicó Mikey saltando de su asiento para marcharse del almacén. —Y si dijo que vivirías, es que seguirás vivo porque así lo quiso. Créeme, Aki...— le miró fugazmente. —Si no fuera por ella, te habría matado con mis propias manos hace muchos años.

Los días fueron pasando con lentitud, con crueldad incluso. Mikey recibió noticias de que había un chico que estaba preguntando por Bonten demasiado, que se inmiscuía entre locales que no debería y que preguntaba por él mismo. Sabía quien era, lo que quería y lo que trataría de hacer.

Pero Mikey ya estaba cansado de todo.

Se encontró con Hanagaki Takemichi en una vieja bolera abandonada que en algún momento fue lugar de encuentro para Bonten, luego de que Sanzu le hubiera arrinconado para que no pudiera marcharse. Se sentó detrás de él, suspirando, mirando al chico que había salvado a todos pero que no había podido salvarle a él porque no tenía nada a lo que aferrarse. Sus hermanos habían muerto, Baji también lo había hecho. Poco a poco se fue quedando solo.

Y, por último, se había quedado sin la única persona que, a pesar de todo, le seguía queriendo.

Ya no tenía nada que perder. Tampoco nada por lo que seguir siendo humano y no un monstruo. Para no dejar que aquella oscuridad que le rodeaba le comiera vivo, solamente necesitaba un rayo de luz. Una luz que se apagó diez años atrás; cuando Moon respiró por última vez, sonrió y le pidió antes de morir que la superara rápido, y que cuidara de su hermano mayor porque quería que él fuera feliz.

No había podido cumplir nada de lo que Moon le había pedido en su lecho de muerte. Ni siquiera aquello de que crearía unos buenos recuerdos para ella, porque en el momento de morir, Moon no sonrió de verdad. No quiso marcharse. No pudo decir aquello que había prometido a Sun, lo de que diría "¡esta sí que ha sido una buena vida!"

Porque no había tenido tiempo para hacer todo lo que planeó.

—Es el mejor futuro, ¿no?

Luego de que Haruchiyo les dejara a solas y de que Takemichi dijera que le salvaría, Mikey se hartó de todo; pero aquella vez de verdad. Desenfundó su pistola, disparó a quien fue su amigo y héroe y habló viniéndose abajo:

—¿Esto es lo que sentías cuando Hina moría en el futuro?— preguntó. —¿Cómo es que no te volvías loco, Takemichi? Porque yo sigo teniendo pesadillas con Moon.—admitió. —Sigo viendo delante de mí el como la vida se va de la persona que fue mi última esperanza. ¿Por qué?— echó su cuello hacia atrás, y miró al techo. —¿Por qué cuando Moon quiso quedarse todos quisieron que se marchara? ¿Por qué Aki la mató y yo tengo que compartir aire con él? Ni siquiera sus padres fueron a su funeral, yo era todo lo que tenía y ella era todo lo que yo tenía.

Mikey se giró para marcharse.

—No tengo nada que me haga quedarme.— susurró. —Tampoco nadie me puede salvar.

—Te... Salvaré.— prometió Takemichi en un suspiro, con la vida escurriéndose de entre sus dedos. —No importa cuantas veces lo intente, yo te salvaré. Por ti... Haré lo que sea.

—Acabaré con todo esto ahora.

Mikey subió hasta la azotea de aquella bolera, se puso en el alféizar y respiró hondo cerrando los ojos; porque cuando los abría, alucinaba con que Moon estaba delante de él. Aún soñaba con sus ojos de dos colores, y cuando tenía pesadillas, despertaba y esperaba verla a su lado como antes para que le consolara; pero siempre estaba solo en la cama.

Su voz resonaba en su cabeza con frecuencia, repitiendo sus últimas palabras: «Manjiro, no hagas nada idiota. Quédate aquí, no me busques. Haz esos buenos recuerdos... Pero, sin mí. Forma Bonten, sé el delincuente más grande de Tokio y sonríele a la luna, porque desde ahí te estaré viendo».

La mirada de Sanzu viajó hasta arriba, y por un momento, le pareció ver a Moon en vez de a Mikey. Sintió un escalofrío, reviviendo el inicio del año dos mil ocho, cuando la chica casi se suicidó si no hubiera sido por Mikey. Entonces, Haruchiyo abrió la boca y gritó su nombre, como había hecho con Moon en su momento, y trató de colarse entre la gente para llegar hasta la azotea y salvar a su líder. Pero, ya era demasiado tarde.

Los dedos de Mikey agarraron el collar de la luna que colgaba de su cuello, lo acarició con cuidado y entonces abrió los ojos fantaseando con todas aquellas personas que le habían abandonado. Sus propios hermanos, Baji y, por supuesto, Moon. A ella la vio en cuanto alzó su cabeza y miró a la luna, que tímidamente se asomaba detrás de una nube. Se imaginó con todo detalle su rostro, su bello rostro, lleno de emociones. El como se sonrojaba cuando se besaban, o cuando le decía algo bonito. Su sonrisa. Aquella que le daba ganas de seguir vivo y que se había tenido que imaginar en esos diez años porque se la habían quitado.

Mikey lo había perdido absolutamente todo.

—Mi amor... ¿Cómo quieres que te supere? Nadie puede hacerlo.— habló, mirando a la luna. —No puedo soportarlo más, Moon. Me entiendes, ¿verdad? Tú siempre me entendías.— sonrió. —Tengo muchas ganas de verte, así que, bésame en cuanto nos volvamos a encontrar, y perdóname por no cumplir todo lo que me pediste.— miró al frente, aún sonriente, y gritó a los cuatro vientos: —¡¡Aquí voy, chicos!!

Y Mikey saltó como en su momento Moon también lo hizo.

En cuanto pensó que no habría nadie que le salvara como él hizo años atrás con su luna, alguien le agarró de la mano. Miró hacia arriba, hacia un moribundo Takemichi, y le pidió que le dejara caer. Mikey lo único que quería era estar en paz, volver a encontrarse con Moon en el cielo y no sufrir más.

¿Era tanto pedir?

—¡¿Por qué siempre tienes que llevar el peso de todo sobre tus hombros?! ¡¡Maldición, Manjiro!!— gritó Takemichi. —¡¡Por una sola vez, di "sálvame"!! ¡¡Y yo te salvaré!!

La luz de la luna iluminó su rostro, y Mikey sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas por primera vez desde hacía mucho y que se echaba a llorar. No sólo sintió que Takemichi tiraba de su mano hacia la vida, sino que también lo hacían Emma, Baji, Shinichiro y Moon. Todos querían salvarle.

Así que, Mikey lo dijo. Porque quería ser salvado. Y porque ellos también querían.

Porque Moon jamás le habría perdonado el que se suicidara.

—Por favor...— su voz tembló, apretando la mano del que fue su héroe. —Sálvame, Takemicchi.

Y el tiempo volvió hacia atrás.

En el pasado, Moon subió las escaleras del edificio donde ella vivía en compañía de Mikey y salió a la azotea, encontrándose con Haruchiyo y con Koko, como ya era costumbre de aquel trío de amigos que se había formado gracias a la misma Moon. Los días soleados del principio de verano habían comenzado, y a Moon no es que le encantara el calor, pero al menos, aprovechaba para que no se viera tan pálida al tomar el sol para broncearse un poco.

—Dicen que para que las heridas se curen más rápido, hay que tomar el sol. La vitamina D siempre ayuda.— Habló Moon dejándose caer en la tumbona que había en medio de la de sus dos amigos.

—Eso te lo acabas de sacar de la manga.— Rechistó Koko.

—Sí, porque nunca había escuchado eso.— corroboró Sanzu. —Los golpes se curan solos, no con la ayuda del sol, Moon.

—Pero, ¡hacedme caso!— rio la joven. —Los médicos dejaban que mi hermana saliera a tomar el sol porque eso le daba vitaminas, no estoy loca, os lo prometo.

Los tres guardaron silencio en cuanto Moon mencionó aquello. No es que les molestara que Moon hablara sobre su hermana gemela, sino todo lo contrario; pues apreciaban que ella confiara en ellos dos lo suficiente como para hablar abiertamente de Sun. Pero, preferían guardar silencio porque sabían que era un tema delicado que solamente lo sabría llevar alguien que hubiera perdido a una persona tan importante como un hermano o hermana; y ahí, Mikey era el único que podía comprender el dolor de Moon.

—Moon, ¿por qué le compraste esas gafas tan espantosas a Koko en el festival?— preguntó Haruchiyo haciéndose una coleta tras unos pocos instantes de silencio. —Se piensa que le quedan bien.

—Es que me quedan bien.— Corrigió el mismo Koko.

—La verdad es que te las compré de broma.— admitió Moon entre pequeñas risas. —No pensé que te iban a gustar unas gafas de sol tan ordinarias con unos símbolos de dólar en cada ojo. Pero, me olvidaba de que tú siempre logras sorprenderme.

—Me alegro de escuchar eso.— sonrió el pelinegro. —Estoy pensando también en cambiarme el estilo de pelo, pero no sé cuál.— miró a la única mujer. —¿Alguna idea?

—Mhm... Creo que te quedaría bien el pelo largo. Al estilo de Haruchiyo.— contestó Moon. —Pero, blanco. Sí, blanco te quedaría bien; además es el opuesto del negro y sería un cambio muy grande.— sonrió. —Y a ti, Haruchiyo, te haría bien un corte de pelo y teñírtelo de rosa. No sé, me gustaría verte así.

—Me gusta mi pelo por ahora.— Rechistó Sanzu.

—Y tú deberías de dejar que te creciera.— opinó Koko a la chica. —Estarías más guapa con el pelo largo.

—Ya, pero me molestará más a la hora de pelear.— contestó Moon. —Así que, me lo seguiré cortando y tiñéndome una parte de blanco.— se señaló a sí misma. —Esto es puro estilo, Koko, no lo entenderías.

—Lo que tú digas.— rio él, antes de levantar su brazo y codear a su amiga con una sonrisita traviesa decorando sus labios. —¿Qué tal con Mikey?

—¿Ah? Bien, ¿por qué lo preguntas?— Contestó Moon de manera inocente, aunque sabía bien a lo que se refería su amigo.

Koko, por su parte, sonrió aún más ampliamente y miró a Sanzu. Moon miró intermitentemente entre sus dos amigos y, por las miradas que le estaban lanzando, lograron hacer que sus mejillas se tornaran rojas por la vergüenza de que ya sabían todo y querían ahora que ella les explicara su versión.

—¿Alguna vez os han dicho que sois unos cotillas?— Resopló la joven.

—Sí, sí. Pero, cuenta.

—Pues... Estamos bien.— contestó ella, abrazándose las rodillas. —Me da vergüenza hablar sobre mi vida amorosa con vosotros dos.— confesó. —Pero, bueno. Nos va bien. Sigo sin entender porqué la gente dice que Mikey ha cambiado y que ya no tiene salvación... Porque él sigue ahí. No es tan malo como todos dicen; al menos, no lo es cuando estamos los dos abrazados durmiendo porque tenemos pesadillas.

—Mikey ha tenido que pasar por mucho.— suspiró Koko. —Lo de sus hermanos, amigos, disolver a la Toman, tirar su sueño a la basura...— Moon asintió. —Pero tú le has devuelto todo, Moon. Así que, yo también creo que sigue siendo el mismo de siempre. No es tan malo; al menos, no ahora.

—Entonces... ¿Estás diciendo que estoy salvando a Mikey?— Preguntó Moon.

—Sí, poco a poco lo estás haciendo.— volvió a contestar Koko. —Eres la única que le está queriendo a pesar de lo que ha hecho y de que conoces todo lo que le ha llevado hasta aquí.— se miraron. —Si Mikey es feliz, es gracias a ti.

—Eso es bueno.— sonrió, mirando al horizonte. —Porque nos estamos salvando mutuamente.

¡¡Moooooon!!— los tres amigos se giraron cuando escucharon la puerta de la azotea abrirse y a la voz de Mikey detrás. —¡Ven, tengo algo que enseñarte!

—¿Qué pasa?— se alarmó la joven, levantándose de un salto de la tumbona con Mikey ahora delante suya. —¡¿Una pandilla se ha metido en nuestro territorio?! ¡¡Se las verán conmigo, les mandaré de visita al dentista en un pispas!!

—No, no es eso.— rio Mikey para sorpresa de Koko y Sanzu; aunque no para la de Moon, quien en varias ocasiones ya había sido testigo de la bonita risa de Sano Manjiro. —Es una sorpresa para ti.

—¿Para mí?— se sorprendió la joven. —¿Por qué?

—¿Porque, quizás, eres su novia?— Contestó Koko de manera irónica, lo que hizo que Moon se pusiera roja de nuevo porque no estaba para nada acostumbrada a referirse a Mikey como su pareja, ni mucho menos, que los demás hicieran lo mismo.

Mikey en compañía de Moon ahora, bajaron hasta el piso dónde vivían por las escaleras y después tomaron el ascensor hasta la planta baja. Moon le interrogó sobre de qué se trataba la sorpresa, pero Mikey no soltó prenda en ningún momento.

Veeeenga, dímelo.— pidió Moon como una niña pequeña mientras aún bajaban por el ascensor. —Por favooooor.

—Mhm... Deja que me lo piense:— Mikey fingió que lo hacía, para después decir con una inmensa sonrisa. —No.

—Pero, Miiiikeeeeey...— Volvió a rechistar ella.

—¡Si la vas a ver ahora!

—¿Y si nos quedamos encerrados en este ascensor, qué?— replicó la joven. —¡Me quedaré sin saberlo y probablemente me dé un ataque de pánico porque odio los espacios cerrados!— Mikey volvió a reír. —Venga, dímelo, sé que te mueres por hacerlo. Odio esperar.

—No vas a conseguir que te lo diga.

—¿Ah, no?

Mikey tragó saliva y sintió sus mejillas ligeramente rojas cuando Moon le acorraló en una de las paredes del ascensor. La joven puso ambas de sus manos a los costados de la cabeza de Mikey, y sonriendo, se comenzó a acercar a su rostro no sin antes haber hecho que sus cuerpos se encontraran; haciendo que él se sintiera aún más nervioso que antes.

—¿Qué haces?— Preguntó Mikey en un fino murmullo, nervioso y a la vez, con muchas ganas de que Moon acortara la poca distancia que les separaba en aquel instante.

—Hacer que me lo digas.— contestó ella sonriente, haciendo que Mikey pudiera percibir su aliento encima de sus propios labios. —Si me das una pista, será un beso en la mejilla. Si me dices lo que es... Te daré un beso en los labios.

—No funcionará conmigo.— Rechistó él, esbozando también una pequeña sonrisa.

—Probemos entonces.

Moon, todavía con aquella pequeña sonrisa en su cara, se acercó lo suficiente al rostro de Mikey como para hacer que sus labios se rozaran. La joven pensó que no se habría atrevido en otra circunstancia, pero el saber que Mikey le había preparado alguna sorpresa, hacía que estuviera feliz.

Tan feliz como para ser la Moon atrevida; aquella que le robaba los besos a Mikey y hacía que él se sonrojara.

Mikey entreabrió sus labios, y sintió en su pecho la opresión de la imperiosa necesidad de besar a Moon. Trató de echar su rostro hacia delante para juntar por fin sus labios con los de la joven, pero fue la misma Moon quien retrocedió un poco y solamente hizo que sus labios se siguieran rozando mínimamente; lo que ocasionó que Mikey rechistara como si él fuera un niño pequeño.

—Es algo que podemos hacer juntos.— Lanzó la pista el chico, sin ni siquiera pensarlo bien, pero queriendo que Moon le besara.

La chica volvió a sonreír, y dirigió sus labios hasta la mejilla derecha de Mikey para dejar ahí un beso que le hizo suspirar porque lo había querido en otro lado de su rostro.

—Moon...— Murmuró él con la voz levemente ronca, lo que hizo que la nombrada tuviera un pequeño escalofrío.

—Ya sabes lo que tienes que hacer si quieres que te bese.— Canturreó ella.

Viendo que la situación no avanzaba, Moon llevó sus labios hasta el cuello de Mikey en un impulso de valentía, lo que hizo que él se sorprendiera y se estremeciera bajo el contacto de los labios de Moon en su piel. La joven los paseó por la largura de su cuello, sintiendo como poco a poco, el ritmo cardiaco de Mikey se aceleraba por algo tan pequeño como la tentación de un solo beso.

Moon recordó que en algún momento, ella había pensado que nada ni nadie podría hacer que el corazón de Mikey se acelerara. Y había resultado ser ella quien podía hacerlo.

—Moon, eres mala.— rechistó Mikey cuando la campana del ascensor sonó y las puertas se abrieron para dejarles salir. —Yo quería mi beso.— Colocó un pequeño puchero en los labios, aún algo sonrojado, cuando Moon hizo el atisbo de salir del ascensor.

—Y yo quiero saber que es eso que podemos hacer juntos.— Sonrió ella, agarrándole de la mano y tirando de él para sacarle del elevador.

—No.— ahora, Mikey fue quien acorraló a Moon contra una de las paredes de la planta baja. —Quiero mi beso.

—Mikey...— Comenzó ella, algo divertida por la situación.

—¿Acaso quieres que te haga lo mismo?

Mikey llevó sus labios hasta el cuello de Moon, y ella por la sorpresa, hizo que un jadeo se escapase de su boca entreabierta. Sintió como sus cálidos labios se paseaban por su piel, haciendo que ahora fuera su corazón el que se aceleraba; pero él fue algo más allá que ella anteriormente. Pues, Mikey entreabrió su boca y paseó la punta de su lengua por la pálida piel del cuello de Moon, haciendo que ella volviera a jadear y que sintiera su rostro más rojo que nunca cuando, a continuación, sintió sus dientes.

Agarró a Mikey de la nuca, hizo que alzara su cabeza y fue ella la que juntó sus labios con los de él de una forma algo desesperada; porque con aquel pequeño acto tentador había ocasionado que las ganas que Moon tuviera de besarle fueran infinitas.

Las manos de Moon viajaron hasta la cintura del chico, atrayéndole hasta su cuerpo para crear un contacto más íntimo; mientras que las manos de Mikey estaban a cada costado de la cabeza de la chica.

Quizás fue por el impulso del momento, pero Mikey agarró el labio inferior de Moon con sus dientes y tiró de él, haciendo que un pequeño sonidito naciera de la garganta de la chica y que sintiera un dolor punzante pero placentero en su boca; el cual perduró incluso cuando sus lenguas se encontraron. Moon jamás pudo pensar que el dolor pudiera ser tan placentero como en aquel mismo instante; porque en una muestra de amor era contradictorio.

—¿Contento?— Preguntó Moon cuando el beso terminó, con las respiraciones levemente agitadas y aún sin separarse del todo.

—Ajá.— contestó él sonriente, pareciendo de nuevo alguien tan inocente que no parecía el mismo que había ocasionado un cosquilleo en el vientre de Moon con tan solo un beso. —Ahora sí, ¡vayamos a ver tu sorpresa!

Mikey agarró a Moon de la mano y tiró de ella de manera infantil, haciendo que ambos rieran mientras salían del edificio y se dirigían hasta la parte trasera del mismo.

Moon nunca había estado en el garaje del edificio, porque no tenía un vehículo el cual guardar dentro. Así que, cuando Mikey levantó el portón y lo vio, le pilló absolutamente todo de nuevas. Aunque, no fue tan tonta como para no fijarse en lo que era la sorpresa de Moon: una motocicleta.

—La tenemos que arreglar.— sonrió Mikey acercándose hasta el vehículo seguido de una Moon con la boca ligeramente abierta de la impresión. —Pensé que sería una buena idea para pasar tiempo juntos y todo eso... Solo si te parece bien, claro.

—¡¿Bromeas?!— se exaltó Moon. —¡¡Me parece genial, siempre he querido una moto!! ¡Y más desde que me enseñaste a conducir!— se emocionó, haciendo que Mikey sonriera como sólo él sabía hacer. —Dios, Mikey, ¡esto es genial!

Mikey observó como Moon daba vueltas alrededor de la moto, emocionada como si hubiera recibido el mejor regalo del mundo, y pensó que ella era la única persona sobre la faz de la tierra que podía hacerle sentir como en aquel mismo momento. Estaba tan enamorado que le daba igual lo demás; haría siempre lo imposible por ver a Moon igual de emocionada. Quería congelar aquel momento para siempre, para estar con ella de esa forma y viendo su preciosa sonrisa. Esa que lograba hacer que él sonriera también y que sintiera que todo lo malo, no lo era tanto.

Moon no tenía ni la más remota idea de arreglar motos ni mucho menos, así que, Mikey se encargó de explicarle todo de la mejor manera posible para que lo entendiera. Juntos comenzaron a hacer los primeros apaños, entre risas y algún que otro beso, porque a Moon le era imposible el no querer besarle.

Mikey dijo que se había olvidado de comprar unas partes de la moto, y Moon se ofreció a ir a comprarlas. Así que, la chica cogió prestado el vehículo del líder de la banda Kanto Manji y puso rumbo hasta un taller que había visto hacía un tiempo de pasada, y al cual nunca había pensado que podría llegar a entrar.

La joven se dirigió hasta la puerta del local de "D&D MOTORS", donde había visto luz encendida y donde supuso que estaría el dueño. Tocó el portón levantado de metal un par de veces, para después entrar dentro y sonreír a las dos personas que había dentro. De las cuales, reconoció solamente a una.

—Vaya, ¡qué coincidencia!— sonrió Moon. —¿Este es tu taller, Draken?— Preguntó al chico que se levantó del suelo y se limpió las manos con un trapo.

—¿Qué tal estás, Moon?— preguntó Draken acercándose a ella para mirarla al rostro, haciendo de sus labios una fina línea tras apretarlos. —Aki te dejó para el arrastre, y tú a él también. Me tendrías que haber hecho caso cuando te lo dije.

—Lo sé, lo sé.— suspiró ella. —Lo siento, fui muy imprudente a pesar de que ya sabía que Aki no había quedado conmigo precisamente para darme un abrazo y decirme que sigo siendo su hermana.— soltó una pequeña risita irónica. —Bueno... Pensaba que las cosas no estarían tan mal entre nosotros, pero resulta que casi me mata. En fin, gracias por haberme avisado, Draken.

—No es nada.— Draken emitió un ligero suspiro, y posó su mano derecha encima del hombro de Moon. —Me alegro de que estés bien.

—E-Espera,— tanto Draken como la chica miraron a quien acababa de hablar. —¿tú eres Moon?

—Me han llamado muchas cosas: Luna Sangrienta, demonio, perra de Mikey... Pero, sí.— sonrió a aquel chico. —Soy Moon, ¿y tú?

El recién llegado tragó saliva y se presentó:

—Hanagaki Takemichi.

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