━━ 𝟢𝟢𝟣: 𝙼𝙰𝙻𝙰 𝚂𝚄𝙴𝚁𝚃𝙴

4.4K 421 506
                                    

𝓛a familia Kishaba descendía de los mismísimos samuráis, su apellido estaba casi extinto y que, a día de hoy, alguien siguiera llevando ese apellido delante de su nombre era un total privilegio y algo que no se veía todos los días

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

𝓛a familia Kishaba descendía de los mismísimos samuráis, su apellido estaba casi extinto y que, a día de hoy, alguien siguiera llevando ese apellido delante de su nombre era un total privilegio y algo que no se veía todos los días. El matrimonio conformado por Sora y su esposo, Kai, parecía idílico; el que querría cualquier pareja recién casada que aspiraba a formar una bonita familia como la de los Kishaba. Aki, el único hijo hasta el momento, era un niño risueño y lleno de vida al cual podías ver merodeando por el jardín del dojo de su hogar en busca del espíritu de algún kappa del cual hacerse amigo. Y, para la dicha de todos los Kishaba que quedaban vivos, Sora anunció cierto día hacía nueve meses que estaba embarazada y que traería una nueva vida al mundo para que portara el apellido de antiguos y nobles samuráis.

Pero, la realidad era que los Kishaba eran una familia antigua japonesa que se seguía comportando como si vivieran en la época de los mismos samuráis que les dieron dicho apellido.

Aki, el pequeño, estaba harto de las supersticiones de su padre y de los malos augurios. Estaba cansado de comer siempre arroz, porque Kai decía que cada grano contenía siete dioses, y estos se enfadarían con él si se dejaba alguno en el bol. Si no quería despertar la furia de unos dioses que no existían, debía de comer siempre todo. O, también, no podía estrenar zapatos por la noche porque, según su padre, atraería a la mala suerte. Era de más decir que el decir los números cuatro, siete o nueve estaban prohibidísimos.

Ni tampoco hacía falta decir que, al estar tan arraigados con sus antepasados y con la antigüedad de Japón, los Kishaba eran tremendamente machistas y pensaban que la mujer solamente tenía dos funciones: servir al hombre y tener descendientes para continuar con el linaje. Aki sentía asco de aquello, y razón no le faltaba.

Un día cuatro de diciembre, uno de mala suerte, Sora se puso de parto. Fue un mal augurio porque el número cuatro sonaba a muerte y traía consigo la mala suerte.

Se sabía que la mujer traía en su vientre más de un bebé, pero ni siquiera sabían cuántos eran ni si eran varones o mujeres; o quizás pudieran ser un varón y una mujer. Pero, la familia no lo sabría hasta que los nuevos miembros de la misma lloraran por primera vez. Ni Sora ni Kai, su esposo, habían querido saber absolutamente nada sobre sus nuevos hijos. Había sido una tradición aquello: velar por la salud de los bebés, pero no saber ni su sexo, ni tampoco cuántos venían. Además de que, obviamente, Sora daría a luz en casa. Una mujer especializada en partos acudiría hasta su residencia y ayudaría a la mujer a traer a las criaturas a la vida.

—Sora, tienes que empujar todo lo fuerte que puedas.— ordenó la comadrona a la mujer que estaba tendida en su cama y lloraba de puro dolor acompañada de su esposo. —Ya casi está el primer bebé aquí, tienes que ser fuerte.

La mujer Kishaba gritó, haciéndose daño en la garganta, pero no era nada comparado con el dolor que estaba sintiendo en toda su persona al dar a luz. Pudo respirar, y aquel insoportable dolor cesó por unos instantes en los que escuchó el llanto de un bebé.

𝐌𝐄𝐌𝐎𝐑𝐈𝐄𝐒 ━━ 𝖲𝖺𝗇𝗈 𝖬𝖺𝗇𝗃𝗂𝗋𝗈Where stories live. Discover now