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Por mkima_

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๐–จ๐–ญ๐–ณ๐–ฑ๐–ฎ๐–ฃ๐–ด๐–ข๐–ณ๐–จ๐–ฎ๐–ญ
ใ€Œ ๐—”๐—ฅ๐—– ๐—ข๐—ก๐—˜ ใ€๐šƒ๐™ท๐™ด ๐™ฑ๐™ฐ๐™ณ ๐™ป๐š„๐™ฒ๐™บ ๐™พ๐™ต ๐™ผ๐™พ๐™พ๐™ฝ
โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿข๐Ÿฃ: ๐™ผ๐™ฐ๐™ป๐™ฐ ๐š‚๐š„๐™ด๐š๐šƒ๐™ด
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Por mkima_

𝓜oon tuvo una pesadilla aquella noche; aunque no era una pesadilla como tal, sino sus propios recuerdos; los cuales estaba tratando de olvidar lentamente. Pero eso era demasiado difícil, y estos siempre regresaban durante las noches para no dejar que Moon descansara como era debido. Había convivido con aquellos malos sueños desde la partida de Sun; y aunque al principio solo soñara con la muerte y la enfermedad de su hermana gemela, ahora también soñaba con su madre diciéndole que prefería que ella hubiera muerto en vez de Sun y, por si fuera poco, su mente también maquinaba una bizarra escena donde Aki la mataba mientras le decía las mismas palabras que Sora.

Lloriquea como una niña pequeña, y se aferra a lo primero que encuentra a su lado para que su mente se diera cuenta de que realmente no estaba sola y que no tenía porqué enseñarle ese tipo de cosas. Pero el sueño no se detiene. Aki sigue delante suya, con aquellos ojos de color carbón que se habían vuelto insensibles, con esas hendiduras en las mejillas que le salían al hablar y con una pistola apuntándola a ella. Entonces jala el gatillo, Moon siente una quemazón acompañada un terrible dolor en el pecho y la pesadilla termina.

La joven abrió sus ojos lentamente, y se dio cuenta de que tenía la visión borrosa. No por haberse acabado de despertar de una noche de sueños, sino porque las lágrimas seguían acumuladas en sus ojos de dos colores. Además de que también tenía unas pequeñas motitas de agua circulando por sus mejillas hacia el lateral de su rostro, el cual seguía pegado a la almohada de su cama. Entonces, Moon se dice que eso había sido una mera pesadilla. Que ya no vivía con su madre y que no tenía ningún tipo de relación con la familia Kishaba que quedaba con vida.

—Parece que has tenido una pesadilla muy mala.— compadeció el chico que le acompañaba en la cama, alargando su mano y apartando las lágrimas del rostro de Moon. —¿Me la quieres contar?— la joven se quedó en silencio, sintiendo todavía un sollozo atascado en su  garganta. —Yo siempre te cuento a ti las mías, puedes confiar en mí.

—Mi hermano me mataba, Mikey...— explicó Moon soltando ese sollozo que anudaba su garganta. —Ha sido horrible verle la cara de esa forma, no el morir como tal.

—Eso no va a pasar,— aseguró él. —¿sabes por qué?— Moon negó, y Mikey llevó sus dedos hasta la cara de la joven para apartarle unos mechones de color blanco que le impedían verle el rostro al completo. —Porque te voy a proteger siempre. No se pueden acercar a ti sin que yo vaya detrás de ellos.

—Yo tampoco dejaré que nadie te haga daño nunca.— aportó Moon, logrando esbozar una pequeña sonrisa por las palabras que Mikey le había dedicado. —Te protegeré de lo que sea.

—Entonces nos guardaremos las espaldas el uno al otro.— Sonrió Mikey, de esa forma que solo le salía cuando Moon era quien observaría aquella sonrisa. El minúsculo acto que a la chica le provocaba mariposas en el vientre, además de que podía quedarse durante horas y horas mirando como el brillo regresaba a los ojos de él porque era lo más bonito que había visto jamás.

—Así es.

Moon se movió en la cama, y atrapó a Mikey en un abrazo haciendo que ella apoyara su frente encima del pecho del chico; el cual ahora acariciaba su espalda de manera dulce y tranquila. Paseando las yemas de los dedos sin querer por su espalda baja desnuda, pues la camiseta que utilizaba para dormir se le había subido sin querer dejando piel al descubierto; lo cual le provocó a Moon un escalofrío tan placentero que Mikey pudo sentir y prosiguió a seguir acariciando dulcemente y con suma lentitud la suave piel de la chica.

Era reconfortante el saber que ya no estaba en casa con su madre, que estaba comenzando de nuevo y que ahora escuchaban sus palabras. Que Mikey estaba a su lado durante sus pesadillas, y que siempre que él notaba que las estaba teniendo, la despertaba para salvarla de ellas. A veces el mismo Mikey se preguntaba porqué no había alejado a Moon de su vida como había hecho con todas las demás personas que apreciaba; pero pronto se contestaba diciéndose que no era capaz de desprenderse de Moon por la simple razón de que con ella no tenía que engañar a nadie. Que podía llorar, reír y ser el mismo de siempre. La apreciaba, la quería y deseaba estar mucho más tiempo a su lado.

Porque si bien Mikey era el héroe de Moon, Moon era la salvación que Mikey siempre había necesitado. El atisbo de cordura que aparecía cuando él perdía los papales, o el rayo de luna que iluminaba el camino durante la noche sin necesidad del sol.

—¿Tú has soñado esta noche algo malo como yo?— Inquirió Moon todavía abrazada al cuerpo de Mikey.

—No del todo.— contestó él. —He soñado con Takemicchi; con que por fin era feliz.— Interesada porque no había escuchado nunca aquel nombre, Moon volvió a alzar su cabeza para ponerla en la almohada y mirar a Mikey a los ojos.

—¿Quién es Takemicchi?— Preguntó.

—Un viejo amigo. Siempre estaba ahí salvándolos a todos.— contestó él con una sonrisa ladina. —Me recordaba a mi hermano mayor porque no sabía pelear, pero conseguía que todo el mundo creyera en él y le siguiera. Era fuerte.— explicó, ganándose el interés de la chica. —Una vez hizo que Kenchin y yo nos reconciliáramos de una pelea que hubiera terminado muy mal dando un discurso muy serio con una mierda de perro en la cabeza.

—No jodas.— Moon soltó una risa por imaginarse la situación. —Tiene pinta de ser un chico genial.— Mikey asintió, confirmándolo. —¿También alejaste a Takemicchi de ti?

—No.— contestó. —Él se marchó porque era hora de que por fin fuera feliz.— lo siguiente lo murmuró, ahora siendo él quien apoyaba su cabeza sobre el pecho de Moon porque quería seguir un tiempo más de esa forma, pero aún así ella logró escucharlo: —Espero que no vuelva jamás.

Moon no preguntó sobre aquello, porque su intuición le decía que Mikey no quería tocar aquel tema. Así que se limitó a seguir junto a él en la cama, abrazados y sin hablar porque no hacían falta siquiera las palabras entre ellos dos para entenderse mutuamente. Un tipo de conexión que iba más allá de lo entendible y que tanto Moon como Mikey adoraban tener con el otro.

La hora de comenzar el día llegó, así que ambos jóvenes tuvieron que posponer de nuevo aquel silencio plagado de palabras silenciosas para la mañana siguiente. Después de prepararse, Moon salió del cuarto para encontrarse con que Koko y Haruchiyo ya se encontraban en la sala de la oficina que también resultaba ser el hogar de Mikey Moon. La joven les saludó a ambos, caminó hasta detrás de Mikey, el cual estaba sentado al estilo indio en el lujoso sofá de color blanco, y comenzó a peinarle sin que él se lo pidiera pero que ella hacía de igual manera.

—No sabía yo que dormías con el jefe, Moon.— Rio Koko tecleando en el ordenador portátil que tenía delante en una mesa.

—Bueno, así los que me llaman "la perra de Mikey" tendrán más razones para hacerlo,— se encogió de hombros, siguiendo centrada en su tarea de peinar al líder de la banda. —a pesar de que realmente sólo dormimos.

—¿Ah? ¿Quiénes te llaman así?— Refunfuñó Mikey.

—Casi todas las pandillas le han puesto ese apodo.— contestó Haruchiyo por ella. —La suelen infravalorar solamente por ser mujer y porque, supuestamente, tú la proteges o alguna mierda así. Aunque opinan diferente cuando Moon les deja a todos en el suelo sangrando.— Río entre dientes al decir aquello último.

—Es gracioso porque a medida que crezco, también lo hace la lista de apodos que tengo.— comentó Moon anudando ahora el pelo de Mikey con cuidado de no darle ningún tirón. —Me han llamado error, deshonra, demonio... Lo de demonio era divertido cuando lo gritaba mi padre.— soltó una pequeña risa. —Desgracia andante, caso perdido, Luna Sangrienta... Y ahora, ¡la perra de Mikey!— finalizó su tarea. —La originalidad humana a veces está un poco muerta.

—Y lo mejor es que te lo tomas con humor.— Koko apagó el ordenador y se levantó de la silla. —¿Me acompañas a hacer unos recados, Moon?

—¿Qué tipo de recados?

—Patear a alguna pandilla que pillemos por nuestro territorio.

—Suena bien, me apunto.

—Esta noche hay un festival en el templo Musashi.— informó Sanzu antes de que Moon y Koko se marcharan. —Como me pediste que te avisara de si había alguno...— Moon miró con el ceño fruncido a Mikey, quien era el que recibía aquel anuncio de Haruchiyo.

—Ah, sí.— esbozando una hermosa sonrisa para Moon, le dijo directamente a ella y sin tener tapujo alguno por haber dos chicos delante aparte de ellos mismos: —Vayamos a ese festival en una cita, Moonie.

Moon sintió cómo los colores subían poco a poco a su rostro o el como sus orejas quemaban. Koko le dio un codazo en  el costado para nada disimulado, mientras que pequeños balbuceos ininteligibles salían de la boca de la única mujer presente.

—Pe-Pero... ¡no lo digas delante de Koko que sino me va a estar molestando con eso todo el rato!— Exclamó ella metiéndole dentro del ascensor seguida del pelinegro.

—¿Eso es un sí o un no?— Preguntó Mikey viendo a la chica aún desde el sofá.

—Sí.— Accedió ella, mirando a una de las paredes del ascensor, que todavía no se cerraba, porque escuchaba como Koko a su lado trataba de aguantarse unas pequeñas risas.

—¡Genial!— exclamó Mikey, feliz de que ella aceptara, mientras que las puertas del elevador se cerraban poco a poco por fin. —¡Quedamos aquí a las ocho!

—Moon y Mikey son novios...— Canturreó Koko de una manera molesta mientras el mismo ascensor descendía para llegar a la planta principal y salir del edifico.

—Cállate ya, Kokonoi.— Refunfuñó ella, todavía sonrojada, y alzando su puño para darle a su amigo un golpe en el estómago que le hizo encorvarse levemente.

Moon procesó las palabras de Mikey, y una incipiente emoción comenzó a desbordar su pecho. Jamás había tenido una cita, aunque bueno, tampoco le había gustado un chico como tal. Había estado demasiado ocupada durante su temprana adolescencia en martirizarse por seguir viva, pelearse con tipos que se hacían los rudos, alejarse de su familia y en tratar de complacer los deseos de su hermana muerta. Así que, sin duda, sería una experiencia nueva.

Tampoco había ido a muchos festivales durante su vida, solamente de pequeña fue a uno con su madre, Sun y Aki. Moon recuerda que se sentaron sobre unas toallas que habían traído para no tocar directamente la hierba y que los cuatro juntos habían visto los fuegos artificiales. Quizás cuando los viera de nuevo se acordara de ese momento en específico, de lo feliz que era y de que aquello no se iba a volver a repetir. Pero, esperaba que la presencia de Mikey a su lado la distrajera y, ¿por qué no? Sustituir ese recuerdo que le hacía daño por otro mejor.

—Oye, Koko.

—Dime.

—¿Crees que la próxima vez que me llamen "perra de Mikey" debería de ladrarles o algo? Ya sabes, para confirmarlo.

—¿Enserio no te molesta que te llamen así?— cuestionó Koko. —Y que te infravaloren.

—Me han llamado demasiadas cosas durante mi vida, así que esa mierda de apodo ni siquiera me puede hacer daño.— contestó la joven de ojos heterocromáticos. —Y me gusta que me infravaloren porque así les dejo más sorprendidos cuando les gano. Porque siempre les gano.

—¿Y qué apodo te puede hacer daño?

—Moonie, pero sólo en los labios equivocados.

Aquel nuevo comienzo estaba resultando ser de lo mejor por tener a Mikey consigo, claro, pero también por tener a alguien como Koko o Sanzu a su lado también. Eran amigos, los mismos que Moon jamás había tenido porque no había tomado clases en una escuela, donde se suponía que la mayoría de las personas forjaban las amistades que durarían durante toda su vida. Si bien eran delincuentes y de los peligrosos, Moon no los veía como tal. Sino como compañeros; como personas con las cuales podía hablar también sobre los temas que le quitaban el sueño, o simplemente fantasear juntos con formar una banda en el futuro que fuera la más grande de Tokio e incluso Japón.

Moon evitaba hablar de aquel tema todo lo que podía, pero sabía que sus dos amigos seguían preocupados por su intento de suicidio en año nuevo. No podía olvidar tan fácilmente la cara de Koko al ver que ella estaba de una pieza, o el como Haruchiyo había gritado su nombre horrorizado por verla caer al vacío. Así que, les prometió cierto día que no lo volvería a hacer, y que las promesas jamás las rompía. Porque ahora tenía a alguien que la ataba al mundo de verdad; Mikey hacía que vivir no fuera tan horrible como lo fue desde que Sun se marchó de su lado.

—¿Ah? ¿Quién es esa?— preguntó uno de los chicos de una pandilla aleatoria que habían encontrado el par de amigos merodeando por el territorio de la Kanto Manji Gang. —¿Eres tú la perra del invencible Mikey?

—Moon...— sonrió Koko, troncándose los dedos y mirando a su amiga. —Ya sabes lo que hay que hacer.

Síp.— Coincidió ella con una sonrisa.

En un tiempo menor al estimado aquellos chicos oponentes a los amigos yacieron en el suelo totalmente derrotados. Koko debía de admitir que cada vez que salía con Moon a hacer ese tipo de recados, ella hacía casi todo el trabajo porque era una jodida máquina de pelear. No había quien la parara, y aunque recibiera golpes de vez en cuando, Moon solamente reía y seguía peleando como si nada hubiera pasado.

Moon se acercó hasta el chico que la había llamado por aquel apodo tan denigrante, se puso de cuclillas para agarrarle del pelo y tirar su cabeza hacia arriba; para ahora decirle con sorna:

Woof, hijo de puta.

Moon amaba que la gente la infravalorase, porque el ver a esa misma persona en el suelo ensangrentada, era lo mejor que sus ojos podían percibir.

—Oye, no te he preguntado nunca quien te ha enseñado a pelear.— Observó Koko y junto a ella caminaron hacia su moto para marchase del lugar.

—Los Kishaba descendemos de los samuráis, amigo mío. Y se enseña a toda la familia las artes marciales por tradición.— contestó ella. —Aunque a mí me enseñó mi hermano mayor, porque mi padre decía que enseñar a las mujeres a defenderse era una pérdida de tiempo.

—Sí, una pérdida de tiempo.— repitió Koko de manera jocosa, haciendo que Moon riera. —Qué gilipollas. Y, por curiosidad... ¿Quién es más fuerte de los dos?— la chica frunció el ceño. —¿Tu hermano o tú?

—Me gustaría decir que yo, pero eso sería mentir.— contestó Moon de manera seria. —Creo que nunca he llegado al nivel de Aki, aunque ahora estoy cerca de él.— suspiró. —En sus tiempos en los Black Dragons le llamaban "el guerrero samurái" por lo fuerte que era. Jamás he visto a mi hermano caer en batalla; con eso te lo digo todo.

—Ya veo...— suspiró el chico. —Moon, algunos de nosotros hemos visto a Aki merodeando por aquí cerca. Creo que te busca o algo así. Quería que lo supieras.

—Me lo esperaba.

Moon suspiró, pensando en que su hermano regresaría del olvido para, únicamente, recordarle que aquello no lo haría Sun. Seguramente se había enterado de lo sucedido con la madre de los hermanos Kishaba, y volvía para hacerle aún más daño con palabras a Moon. La joven muchas veces se preguntaba como era posible que los labios de Aki en el pasado le dijeran cosas tan bonitas, y ahora solo fueran capaces de provocar un insufrible dolor.

Aunque el tema de su hermano se fue lejos cuando recordó que habían llegado las ocho ya, y era hora de reunirse con Mikey para su cita. Moon se encontró sintiéndose como una adolescente normal que iba a ir a pasar el rato con el chico más guapo que jamás había conocido, y que por suerte, la prestaba atención a ella y a nadie más.

Koko la dejó en casa de nuevo, actuando como si él fuera su propio hermano mayor al decirle que tuviera cuidado y que se lo pasara bien. Y al poco rato de llegar, Moon ya se encontraba aferrada a la cintura de Mikey mientras iban juntos en moto hasta el santuario donde se llevaba a cabo dicho festival.

—Nunca he ido a un festival así.— comentó Moon cuando aparcaron en el párking y se dispusieron a subir las escaleras hacia el templo. —¿Qué suele haber?

—Pues... ¡muchos puestos de comida! Además de juegos.— contestó él. —Te puedo conseguir el premio que quieras.— propuso en voz baja y apartando la mirada, y Moon se deleitó con su imagen, porque de nuevo, el invencible Mikey se había sonrojado. —Al final siempre hay fuegos artificiales. Pensé que puede que sea divertido y que nos lo podemos pasar bien juntos en nuestra cita...

—Y seguro que es así.— sonrió ella, sintiendo como su mano y la de Mikey se rozaban. —A mí... A mí me gustará siempre que estés tú a mi lado.— Murmuró lo último, volviendo a sonrojarse.

Mikey entrelazó su mano con timidez con la de Moon, haciendo que ambos ahora marcharan juntos y con las mejillas de color rojo a través del festival que se estaba llevando a cabo en el santuario donde, antiguamente, la Toman celebraba sus reuniones. Mikey, al igual que Moon, iba a tratar que aquella noche se olvidara de que en ese justo lugar, se reunía con su propia banda, con sus amigos y también resultaba ser el sitio donde había disuelto a la Toman para que todos pudieran seguir a salvo y vivir sus vidas felices al margen del chico.

Pero, como Moon estaba a su lado, agarrando su mano y acariciando de vez en cuando el dorso de la misma con su pulgar, estaba seguro de que lograría disfrutar del evento y olvidarse de lo sucedido allí. Nunca pudo llegar a pensar que una cita pudiera hacerle tanta ilusión a la par que provocarle una felicidad que jamás había experimentado; pero así se encontraba en ese justo momento el chico que se alejó de todos menos de Moon. Porque era imposible desengancharse de aquella chica una vez te enamorabas de ella como Sano Manjiro lo estaba.

Moon enseguida se fijó en la decoración del lugar con la boca ligeramente abierta y aún agarrada firmemente a la mano de Mikey. Decenas de farolillos decoraban los pasillos que conformaban los diferentes puestos, iluminando el camino con una bonita luz. Además de que casi todo el mundo vestía con ropas tradicionales, lo que hacía que la estética del lugar fuera impresionante. El ambiente era feliz, relajado. El escenario perfecto donde se podría llevar a cabo una cita como la que ellos dos estaban manteniendo. Aunque no lo decían en voz alta porque seguramente se morirían de la vergüenza.

—¡¿Eso de ahí es un puesto de takoyakis?!— se emocionó Moon señalando con su mano libre un puesto en concreto. Mikey sonrió asintiendo, lo que ocasionó que la chica comenzara a tirar de él para ir juntos hasta allí. —¡¡Te invito, Mikey!! ¡Ah, y después vamos a ese puesto de tiro de ahí!

—Mhm... A mí no me gusta tanto el pulpo.— Opinó Mikey cuando Moon ordenó a la señora que los preparaba unos cuantos para compartirlos.

—Eso es porque no has probado unos takoyakis que estén realmente buenos.— contradijo Moon regalándole un juguetón guiño de ojo. —Los que preparaba Sun eran deliciosos, ¡ojalá los hubieras comido al menos una vez! Mi hermana era una gran cocinera, todos se lo decían. No como yo, que incendio la cocina cada vez que me quiero preparar algo.

Mikey sonrió, dándose cuenta de que Moon confiaba tanto en él que, de manera inconsciente, nombraba a su hermana gemela sin guardárselo para ella misma. Además, parecía no arrepentirse de pronunciar el nombre de Sun delante de él, lo que resultaba ser un total halago porque Mikey sabía que Moon jamás nombraba a su gemela delante de los demás. Pero, con él sí. No se acordaba mucho de Sun, solamente de la vez que había coincidido con las gemelas siendo pequeños y gracias a sus hermanos mayores; pero sabía que Sun era una buena persona por como Moon la describía siempre.

—Shinichiro no solía cocinar, era un poco como tú.— comentó Mikey, riendo levemente. —La que siempre cocinaba era Emma, ¡sabía hacer dorayakis caseros realmente buenos!

—¡¿Enserio?!

Ambos jóvenes comenzaron a comerse sus takoyakis mientras deambulaban por los pasillos del festival, comentando lo que veían, riendo y de vez en cuando sonrojándose cuando se les escapaba algún cumplido hacia el otro. Moon y Mikey, por primera vez en mucho tiempo, se sintieron como unos adolescentes normales y corrientes. De esos que solo se preocupaban por los exámenes, por combinar bien la ropa y por tratar de llamar la atención de la persona guapa de la clase. Fue un sentimiento tan bueno que todo lo demás dejó de importar, y el tiempo parecía haberse ralentizado.

Mikey, sin que Moon se diera cuenta porque estaba muy absorta mirando los puestos a su alrededor, estiró su cuello para morder él el último takoyaki que la chica había pinchado con un palillo para degustarlo ella. Entonces Moon le miró fingiendo enfado y se comió la parte que Mikey había dejado intacta mientras él reía como si fuera un niño pequeño.

—¡Eso no vale!

—¿Te has enfadado?— le molestó él, picándole las costillas con sus dedos intentando hacerla reír por las cosquillas, aunque Moon se aguantaba las carcajadas y se cruzó de brazos tratando de frenarle el camino a Mikey. —Veeeeenga, ¡vuelve a sonreír, Moonie!

—Mhm... ¡No!

—¿Qué tengo que hacer para que me perdones?— preguntó él con un pequeño puchero, haciendo que Moon esbozara una sonrisita. —Esa sonrisa tuya me da miedo.

—Quiero que me consigas el primer premio del puesto de tiro.— le volvió a agarrar de la mano y tiró de él para caminar hasta dicho puesto. —Así te perdonaré.

—Pero, ¿y si el primer premio resulta ser una mierda?

—Pues, ahora pregunto.— sonrió Moon y se dirigió hasta el hombre mayor que rentaba el juego. —Perdone, señor, ¿cuál es el primer premio?

—¡Si lo ganas, podrás elegir entre todo lo que ves por aquí, joven!— contestó el hombre de manera vivaz. —Toda la gama de peluches, juguetes para niños, pulseras e incluso hay collares para compartir en pareja.— Guiñó su ojo, dando a entender que aquello que Moon y Mikey estaban manteniendo parecía desde fuera una cita también.

—Vaya, ¿será esto el destino?— sonrió de nuevo la chica, señalando a dos colgantes en específico para que Mikey los mirara también. —Están esos que son de una luna y un sol.

—¿Quieres que consiga esos entonces?— Preguntó el chico.

—Sí.— confirmó ella. —Así te ganas mi perdón y el tener un collar tan bonito como ese.

Mikey pagó tres intentos, mientras que el hombre que rentaba el puesto le explicaba que debería de derribar una pequeña figurita de color dorado para poder recibir el premio. El chico pensó al principio que sería fácil, y que aquello lo podría conseguir con los ojos cerrados incluso. Pero, los dos primeros tiros los falló y el tercero no logró derribar la figura. Así que, enfadado porque quería conseguir aquellos collares para Moon, pagó tres intentos más de los cuales, de nuevo, los dos primeros falló.

Iba a disparar por última vez cuando sus acciones se congelaron al sentir como Moon se colocaba detrás de él y se inclinaba hacia su cuerpo para ayudarle a disparar mejor. La fémina frunció levemente el ceño, concentrándose mientras guiaba a Mikey para que él pudiera acertar. Cerró su ojo izquierdo para ver si el objetivo estaba bien puesto y, colocando su dedo encima del de Mikey en el gatillo, lo presionó para disparar por última vez y haciendo que la figura dorada se derribara.

—¡Aquí tenéis vuestro premio, chicos!

—¿Ya me has perdonado?— preguntó Mikey caminando al lado de Moon de nuevo. —Te he conseguido el premio que querías.— Se pavoneó.

—Solamente porque yo te he ayudado a disparar, no te equivoques.— rio ella de forma risueña. —Toma, tú puedes quedarte con el de la luna porque te recordará a mí, y yo me quedaré con el del sol porque me recuerda a ti. ¡Es guay porque encajan juntos!

—¿Y por qué yo soy el sol y tú la luna?— Inquirió él.

—Porque mi nombre significa luna en inglés, tontito.— se colocó su propio collar, y ahora, trató de colocar el del Mikey en su cuello. —Y porque tú para mí eres como el sol.— murmuró avergonzada, atando el collar para ahora ponerlo bien encima de su cuello y que se viera la figura. —Me has iluminado el camino desde que te cruzaste conmigo, Mikey.

Moon llevó sus labios hasta la mejilla derecha de Mikey, dejando ahí un pequeño besito tímido. Había pensando en besarle en los labios, pero en el último momento, su valentía había decidido marcharse y terminó así besando peligrosamente cerca de la comisura del labio del chico que había esbozado una sonrisa por aquel acto.

Faltaba poco tiempo para los fuegos artificiales que Moon quería ver porque Mikey le había dicho que eran geniales, así que, ambos jóvenes se dedicaron a pasearse por los demás puestos, comiendo cosas, jugando de vez en cuando y comprando diferentes objetos. Como Moon, que le había comprado a Koko unas gafas de sol que eran decoradas con unos símbolos de dólar en cada ojo. Era de broma, pero la chica pensó que su amigo era capaz de llevar puesta aquella ordinariez en su día a día.

Se lo estaba pasando en grande, aunque de tan solo escuchar a Mikey reír a su lado, Moon ya sentía que ella era feliz. Podría estar ahí durante el resto de su vida. Sin hermanos, padres, pandillas o malos recuerdos que la atosigaban incluso en sueños. Solamente quería que fueran Mikey y ella misma en ese festival, besándose las mejillas porque no se atrevían en los labios y agarrándose de las manos como si fueran niños que temían separarse de un momento a otro.

Entonces Moon volvió a la realidad cuando su vista captó una trenza rubia, un tatuaje de un dragón y recordó que le había reconocido como la persona que siempre la seguía. Viendo un buen momento, Moon le dijo a Mikey que iría a los baños portátiles y que no tardaría, así que, la esperase ahí mismo. El chico accedió diciendo que no tardara porque empezarían los fuegos artificiales, y Moon se inmiscuyó entre la gente siendo ahora ella la que perseguía a Draken y no al revés.

Vio la oportunidad perfecta cuando el chico se metió en una arboleda, seguramente para marcharse del festival. Así que, Moon echó a correr y, cuando Draken quiso darse cuenta, ella ya le había estampado contra el tronco de un árbol y le estaba agarrando del cuello, enterrando las uñas en su piel y arreglándoselas para que la diferencia de altura no fuera problema para amenazarle.

—Me he cansado de que me sigas todo el puto rato, Draken.— siseó ella. —Así que, ya me puedes ir contando que coño quiere Brahman de mí o te juro que sales de aquí sin dientes.

—No te vigilaba porque Senju me lo pidiera o algo así, Moon.— respondió él de manera calmada, llamándola incluso por su nombre, lo que quería decir que la conocía. —Lo he hecho porque yo quería.

—Venga ya, ahora me vas a decir que es porque estás enamorado de mí, ¿verdad?— rio ella de manera irónica. —No soy tonta, Draken.— apretó más su cuello. —Dime que es lo que quieres de mí y el porqué me sigues.

—Solo... Solo quería ver como Mikey volvía a sonreír.

—¿Qué?— Preguntó de nuevo Moon, levemente sorprendida y separando su mano del cuello del chico.

—Siempre he estado al pendiente de él, aunque me haya echado de su vida.— contestó el del tatuaje. —Y me preocupo por Mikey, porque sé como es. Desde que disolvió a la Toman, he visto como poco a poco perdía su sonrisa. Pero, entonces... Llegaste tú.— la joven le miró pendiente de sus palabras. —Y su sonrisa volvió a aparecer.

—Así que, solo te preocupabas por tu amigo y porque querías saber quien era yo.— Murmuró Moon, haciendo que él asintiera.

—Sé que no tienes porqué creerme, ni tampoco tendrías porqué hacerme el favor que te voy a pedir, pero... Moon,— suspiró. —sigue haciendo a Mikey feliz. Hazlo por sus viejos amigos, y porque él te necesita a su lado.

Moon lo único que pudo hacer tras procesar las palabras de Draken fue asentir levemente, dar media vuelta y tratar de reunirse de nuevo con Mikey. Conmovida por las palabras del chico que en su día fue el mejor amigo de Manjiro, y que a pesar de todo, él seguía en aquella amistad y haría lo que fuera por tener a Mikey, el Mikey de la Toman, de vuelta.

—¡Moon!— le frenó Draken, haciendo que ella le mirara por encima de su hombro parando de caminar. —Te daré un consejo a cambio:— propuso. —No te reúnas con Aki a solas. Te tiene demasiadas ganas, y ese chico es muy peligroso aunque sea tu hermano mayor.

—Lo sé.

Moon trató de encontrar a Mikey rápidamente, aunque no estaba por ninguno de los puestos y la gente ya se estaba preparando para los fuegos artificiales. Tras unos pocos minutos, Moon le encontró al otro lado del santuario, donde casi no había luz ni tampoco una sola persona. Sentado en unas viejas escaleras, aunque la soledad que mantenía pronto se fue porque Moon ocupó su lado e hizo que sus cuerpos se tocaran por la cercanía del momento.

—Moonie... ¿Crees que podamos quedarnos así para siempre?— preguntó él en un murmullo, mirando el cielo que estaba siendo iluminado por el primer fuego artificial de color amarillo. —Soy feliz a tu lado.

Inevitablemente, Moon recordó las palabras de Draken; las cuales seguían frescas en su mente.

—Yo también soy feliz cuando estoy contigo. Me das ganas de seguir viva.— admitió ella, perdiendo su mirada también en aquellos fuegos de colores en el cielo oscuro. —Nunca me he imaginado un futuro, pero ahora... Sí. Y en él, estás tú a mi lado.

—No quiero que te vayas nunca.— confesó él, apartando la mirada del cielo para mirarla a ella; cosa que la chica imitó y se deleitó con la imagen del como el rostro de Mikey se iluminaba gracias a los fuegos artificiales. —No puedo dejarte ir. Todas las personas a las que quiero se terminan yendo o las echo de mi lado... Pero, quiero que tú te quedes.— a Moon le dolió el corazón. —¿Es mucho pedir el ser feliz contigo?

—Mikey, no llores, por favor.— rogó ella, observando como unas pequeñas lágrimas se desprendían de los ojos del chico. —Estoy aquí, contigo. Y no me pienso ir, ni tampoco dejar que tú me eches o otra persona lo haga.— prometió. —Porque yo también soy feliz a tu lado, porque me haces sentir rara, pero me gusta.— confesó, con las mejillas al rojo vivo. —No sé cuando ha pasado, pero, eres mi nuevo sol, Manjiro. Así que, no dejes de iluminar a esta luna triste.

—¿Crees que este será un buen recuerdo?

—Lo sería aún más si ahora...

—Si ahora...

—... me besas.

Mikey agarró suavemente del mentón a Moon, y se acercó a su rostro lentamente, rozando previamente sus narices de una forma tierna que a ella le provocó una pequeña sonrisa. La joven entreabrió sus labios cuando sintió como Mikey los rozaba con los suyos propios, como aquel día cuando habían sido interrumpidos por Sora y Kai. Pero ahora no había nadie que pudiera fastidiar el momento, así que Moon, sintiéndose una adolescente normal que estaba en compañía del chico del cual se había enamorado, cerró sus ojos y le regaló su primer beso.

Al principio fue un tacto tímido, una leve presión aterciopelada que pronto se volvió más firme. Moon no tenía mucha idea de besar, Mikey tampoco, así que al principio fue algo muy torpe. Pero, rápidamente agarraron el truco, y tras las pequeñas insistencias del chico, Moon entreabrió sus labios de nuevo para que ahora fueran sus lenguas las que se rozaran por primera vez; oyendo de fondo el estallido de los fuegos artificiales que seguían iluminando el cielo de la noche.

Si bien Moon pensó que el besar daba asco cuando era pequeña, ahora sabía que no lo era siempre y cuando fuera Mikey quien le robara aquellos besos. Porque su corazón latía desbocado, tenía miles de mariposas en su vientre y se sentía flotar hacia el paraíso. Sintiendo ahora como Mikey acariciaba sus mejillas con cuidado, como si tuviera miedo de que ella se rompiera de un momento a otro, a pesar de que el beso demandaba el deseo que ambos habían tenido de besarse durante todo aquel tiempo.

Quería congelar el momento y quedarse así para siempre. En su primer beso, que había resultado ser maravilloso solamente por Mikey. Otro buen recuerdo que él había conseguido hacer. Algo que Moon jamás olvidaría.

La falta de aire hizo que se separaran mínimamente, aunque ambos mantuvieron sus ojos cerrados al igual que sus frentes juntas. Entonces, la chica despegó sus labios, algo entumecidos por el beso, y susurró:

—Manjiro... Te quiero.

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