Secretos de una ninfómana 🔞...

By JeanVicent1

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🔥 Secretos de una ninfómana, es la historia de pasión y lujuria entre Alissa Maddison y Albert Colt. Dos ser... More

Los hechos
Sinopsis
Prefacio: El inicio de todo
Primera Parte: El infierno es frío
Capítulo 1: Secretos de familia
Capítulo 2: El dolor, es placer
Capítulo 3: Primer encuentro
Capítulo 4: El enemigo oculto
Capítulo 5: Segundo encuentro (1era Parte)
Capítulo 6: Amores prohibidos
Capítulo 7: Caos
Capítulo 9: El accidente
Segunda parte: Los corazones que se unen
Capítulo 10: Nuevas vidas
Capítulo 11: El mensaje
Capítulo 12: Malas decisiones
Capítulo 13: Análisis de consecuencias
Capítulo 14: Instigación
Capítulo 15: Duras tentaciones
Capítulo 16: La invitación
Capítulo 17: Voces del pasado
Capítulo 18: Revelaciones
Capítulo 19: Preparativos
Capítulo 20: ¿La última cena? (1era parte)
Capítulo 21: ¿La última cena? (2da parte)
Capítulo 22: El fuego abrasador
Tercera Parte: Anatemas del pasado
Capítulo 23: El principio de la pugna
Capítulo 24: Algo oscuro
Capítulo 25: Un dilema inesperado
Capítulo 26: Mundo de sombras
🔥 Nota del autor 🔥
Capítulo 27: Un fatídico error
Capítulo 28: Confrontación
Capítulo 29: La presa
Capítulo 30: El aviso
Capítulo 31: Un poco de suspicacia
Capítulo 32: La historia de Alissa (1era Parte)
Capítulo 33: La historia de Alissa (2da Parte)
Cuarta Parte: Entre amor y sombras
Capítulo 34: Sorpresas de una noche
Capítulo 35: Contrarreloj
Capítulo 36: Encuentro fortuito
Capítulo 37: En las fauces del enemigo
Capítulo 38: El origen del conflicto
Capítulo 39: Contrita malevolencia
Capítulo 40: El primer caído
Capítulo 41: Viáticos para los Maddison
Capítulo 42 (Final): Viaje al mismo averno
Epílogo: Una vez por naturaleza
Agradecimientos
¡¡¡Noticias Oficiales!!! 🔥

Capítulo 8: Segundo encuentro (2da Parte)

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By JeanVicent1

Luego del aparatoso incidente con la hermosa y deslumbrante mujer; quién entró majestuosamente al Complejo como si nada, dejando a un confundido Albert a plena luz del mediodía justo en las escaleras de la entrada principal. Decidió entrar y el guardia de seguridad le habló con voz gruesa antes de siquiera pisar el umbral.

—Un momento, ¿hacia dónde se dirige, señor?

Albert Colt sacó el teléfono móvil para asegurarse de no estar realmente perdido y volver hacer el ridículo ante todo el mundo. Miró el mensaje de texto de su colega y Jefe, Lukas Trent, y leyó lo que hacía horas le había enviado.

—Buen día, me dirijo a una reunión con el señor Leonard Maddison —recitó mientras leía el mensaje a través de sus lentes de sol—. Soy Albert Colt, abogado financiero. Fui solicitado para el día de hoy en horas del mediodía.

El guardia no respondió. Tomó el walkie-talkie de su cintura y emitió la señal. Al cabo de pocos segundos, asintió y entregó a Albert un carnet de visitantes. Dio las respectivas instrucciones y se hizo a un lado para que entrara.

—Segundo piso, por el ascensor de la esquina —dijo, finalmente.

Una vez dentro, Albert Colt comprobó que aquel enorme edificio era realmente descomunal. La entrada era rectangular y extremadamente larga. Justo en el centro estaba un panel de madera cuyo cristal se alzaba casi hasta el techo y detrás de ellas unas tres jóvenes, al menos, de elegante porte atendían a los recién llegados con inmenso placer. Albert no dudó en acercarse y distinguió luego de retirarse los lentes y colocarlo sobre el cuello de su franela que una de las chicas le miraba con la boca abierta.

<<Al menos disimula, mujer>>, se dijo.

Lamentó mucho no haberse puesto un traje exclusivo pero Lukas le había dicho que sería algo informal así que no le dio mucha importancia llevar puesto una indumentaria deportiva aquella mañana.

—Hola, señorita —saludó acercándose al mostrador de recepción—. Tengo una reunión en el segundo piso... —miró en derredor—. Pero no sé por dónde es...

La recepcionista le sonrió angelical. Su rostro era hermoso y muy sutil. A Albert le recordó una diosa egipcia con esos pómulos tan afilados y esa mirada suspicaz. Mirada de deseo oscuro.

Él la observó y ella se sonrojó demasiado. Tomó un poco de agua nerviosa, y volvió a sonreírle.

—Buenos días, señor. Es por aquel extremo —dijo señalando hacia la derecha—. Ahí está el ascensor. Muchas gracias. Feliz día.

Albert qué conocía demasiado bien lo que podía llegar a provocar, le guiñó el ojo y dejándola petrificada detrás de él, se encaminó hacia el ascensor.

<<Pobre chica. No debes señalar. Es de muy mala educación>>.

En aquel momento su teléfono comenzó a sonar. Era Lukas Trent. Lo cogió y aceptó la llamada.

—Mi querido amigo, Lukas, ¿Dónde diablos estás? —preguntó bajando el tono de voz en la última frase.

Al otro lado, Lukas emitió una estruendosa carcajada que Albert escuchó muy cerca y al girar sobre sus talones, vislumbró como su compañero de vida se acercaba con los brazos extendidos.

—Eres un jodido hijo de...

—Shhh, silencio, que decepcionarás a las damas a nuestro alrededor —murmuró abrazándolo y mirando hacia la recepción donde las chicas seguían viendo sin ningún tipo de disimulo.

—Míralas, están deseosas de tí —observó Lukas Trent, jocoso.

Era un hombre alto y moreno. Demasiado corpulento para sus cincuenta años de edad. Su cabello era tan blanco como los copos de nieve y se extendía por su barba y gruesos brazos; llegando a cubrir incluso más allá donde la ropa le ocultaba el abdomen, el cual era muy prominente. A pesar de ser un extraordinario profesional, el presidente de la Asociación de Abogados Locales, le retribuían el pseudónimo de cortejador por excelencia. Era amante de las mujeres y del licor frío. Éste último lo había metido en varios aprietos, incluso, más que el primero, pero nada que Lukas Trent no pudiera resolver con su profesionalismo y entereza.

Se separaron del cálido abrazo y se dirigieron hacia el ascensor.

—Al menos déjame la chica del centro, me recuerda a mi ex Anna —declaró Lukas echando un último vistazo al mostrador.

—Amigo, ambos sabemos que nadie te recordará a Anna —admitió Albert y entonces ambos se echaron a reír.

El ascensor se cerró y se estremeció ante el ascenso.

...

Se enfilaron por el corredor que señalaba en el panel de anuncios: "Segunda Planta". Era inmaculado como la recepción, a excepción de que en éste lugar el frío era demasiado inhumano.

Por lo bajo, Albert se arrepintió, sin duda, de no haberse puesto un traje formal.

Aunque al ver a Lukas vestido con una camisa roja donde el sudor ya aparecía en distintas áreas, no se sintió tan mal, a decir verdad.

De pronto, sintió ganas de ir al baño. Su vejiga era inoportuna y el frío podría ser muy traicionero para él.

—Lukas, espérame un momento, voy al baño —dijo y miró hacia una puerta de madera que señalaba el lugar.

Su amigo asintió.

—Ok, está bien, mientras tanto voy a llamar al señor Leonard para informarles que estamos aquí...

Ya Albert se había comenzado a alejar. Y una vez en el sanitario que se bifurcaba en dos, el derecho para hombres y el izquierdo para mujeres, entró.

Los espejos del lavabo le mostraron una innegable apariencia juvenil.

Abrió uno de los cubículos y descargó su vejiga con violencia, maldiciendo por lo bajo ante el arrebato de su órgano. Minutos después, enjuagándose las manos se miró en el reflejo y humedeciendo su corto cabello en puntas, salió al exterior.

Perfecto, ya estaba.

Justamente al pie de la salida, escuchó un alarido tenue que le hizo detener su marcha.

Albert, confundido, esperó, tratando de escuchar mejor.

—Silencio, ¡Cállate! —ordenó una voz masculina proveniente del baño de mujeres.

Con sigilo se acercó a la puerta y colocó el oído sobre la pulida madera.

El gemido se alzó.

Albert comprendió que no debía seguir ahí. Sonrió. Cuántas veces no había hecho aquello.

<<Debes hacer más silencio amigo, pensó, te falta experiencia>>.

Siguió su camino.

Halló a Lukas guardando el teléfono en su bolsillo y ambos retomaron el rumbo por el desolado pasillo hasta las puertas que flanqueaban el otro lado del corredor.

Un letrero ornmentado, de color dorado, rezaba:

Sala de Reuniones.

Cómo les habían explicado en la entrada principal, colocaron el carnet de acceso y esperaron unos segundos a qué la puerta diera la señal correcta.

Clic. Estaba abierta.

Justo al entrar varias personas caminaban hacia la salida y una voz masculina se hizo oír entre todos, en medio de la estancia. Sin duda, era el Presidente de la compañía. Pero algo llamó mucho más la atención de Albert Colt.

Alguien que yacía sentada le miró y le sostuvo la mirada por un buen momento. Su cuerpo se activó como si una corriente eléctrica le recorriera su humanidad. Esa mujer. La reconocía. Sí, era ella. Cómo olvidarla.

Ambos se observaron en silencio. Y Albert Colt, estuvo seguro de algo. No sería la única vez que se mirarían así.

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