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Da diivolved

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( ๐Ÿช ) โ–ฌ carl grimes & female oc ๐‘๐ˆ๐ƒ๐„ ๐จ๐ซ ๐ƒ๐ˆ๐„: Expresiรณn para cualquier amigo, miembro de la familia... Altro

๐Ÿงฟ โ–ฌ ๐—ฅ๐—œ๐——๐—˜ ๐—ข๐—ฅ ๐——๐—œ๐—˜
๐—ข๐—ก๐—˜ โ–ฌ ๐—ป๐—ฒ๐˜„ ๐—ฝ๐—ฒ๐—ผ๐—ฝ๐—น๐—ฒ
OO1 โ–ฌ abandoned boys
OO2 โ–ฌ Maggie
OO3 โ–ฌ going to Terminus
OO4 โ–ฌ bye bye Terminus
OO5 โ–ฌ church
OO6 โ–ฌ four walls and a ceiling
OO7 โ–ฌ Peter Pettigrew
OO8 โ–ฌ i know how they feel
๐—ง๐—ช๐—ข โ–ฌ ๐—”๐—น๐—ฒ๐˜…๐—ฎ๐—ป๐—ฑ๐—ฟ๐—ถ๐—ฎ
OO9 โ–ฌ barn
O1O โ–ฌ new community
O11 โ–ฌ this shit is real?
O12 โ–ฌ Vikram you're weird
O13 โ–ฌ welcome party?
O14 โ–ฌ failed cookies
O15 โ–ฌ school
O16 โ–ฌ i know that
O17 โ–ฌ bronze quartet
O18 โ–ฌ family
O19 โ–ฌ Noah, i'm sorry
O2O โ–ฌ stupid Carl
O21 โ–ฌ night with Carl
O22 โ–ฌ walker cliff
O23 โ–ฌ JSS
O24 โ–ฌ the dead among us
๐—ง๐—›๐—ฅ๐—˜๐—˜ โ–ฌ ๐˜๐—ฟ๐˜† ๐˜๐—ผ ๐—ถ๐—บ๐—ฝ๐—ฟ๐—ผ๐˜ƒ๐—ฒ
O25 โ–ฌ forest
O26 โ–ฌ Hilltop
O27 โ–ฌ family issues
O28 โ–ฌ Rhee family
O29 โ–ฌ i missed you
O3O โ–ฌ we are all Negan
O31 โ–ฌ survive
O32 โ–ฌ last day on the earth
๐—™๐—ข๐—จ๐—ฅ โ–ฌ ๐˜†๐—ผ๐˜‚
O33 โ–ฌ pain
O34 โ–ฌ service
O35 โ–ฌ please let me go
O36 โ–ฌ the truth
O37 โ–ฌ no more
O38 โ–ฌ love
O39 โ–ฌ the kingdom
O4O โ–ฌ the kid
O42 โ–ฌ the beginnig of chaos
๐—™๐—œ๐—ฉ๐—˜ โ–ฌ ๐—บ๐—ฒ๐—ฟ๐—ฐ๐˜†
O43 โ–ฌ oh, my little love
O44 โ–ฌ unknow
O45 โ–ฌ this place about to blow
O46 โ–ฌ two steps from death
O47 โ–ฌ the end
๐—ฆ๐—œ๐—ซ โ–ฌ ๐—ฎ ๐—ป๐—ฒ๐˜„ ๐—ฏ๐—ฒ๐—ด๐—ถ๐—ป๐—ป๐—ถ๐—ป๐—ด
O48 โ–ฌ passage of time
O49 โ–ฌ museum
O5O โ–ฌ Gregory
O51 โ–ฌ paper rings
O52 โ–ฌ notice
O53 โ–ฌ wedding
O54 โ–ฌ Rick
๐—ฆ๐—˜๐—ฉ๐—˜๐—ก โ–ฌ ๐—บ๐—ฎ๐—ป๐—ธ๐—ถ๐—ป๐—ฑ
O55 โ–ฌ parents, again...
O56 โ–ฌ being parents
O57 โ–ฌ seven years later
O58 โ–ฌ danger
O59 โ–ฌ whisperers
O6O โ–ฌ Henry
O61 โ–ฌ why not me?
O62 โ–ฌ winter
๐—˜๐—œ๐—š๐—›๐—ง โ–ฌ ๐—ป๐—ผ ๐—บ๐—ฒ๐—ฟ๐—ฐ๐˜†
O63 โ–ฌ lines we cross
O64 โ–ฌ you & me
O65 โ–ฌ leader by leader
O66 โ–ฌ you're not alone
O67 โ–ฌ Dante
O68 โ–ฌ deal
O69 โ–ฌ fire in Hilltop
O7O โ–ฌ revenge
O71 โ–ฌ surrounded
O72 โ–ฌ the end?
O73 โ–ฌ baby
O74 โ–ฌ home sweet home
O75 โ–ฌ memories
๐—ก๐—œ๐—ก๐—˜ โ–ฌ ๐—ต๐—ผ๐—ฝ๐—ฒ๐—น๐—ฒ๐˜€๐˜€
O76 โ–ฌ famine
077 โ–ฌ Maxine's day
O78 โ–ฌ dreams
O79 โ–ฌ i see our reflection in your eyes

O41 โ–ฌ the night of the past

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🧬 RIDE OR DIE !
forty—one; la noche del pasado

—Pequeños saltamontes —papá se levantó del sofá con mi hermano en brazos para después mirarme a mí —. Es hora de dormir, mañana partiremos de nuevo.

—¿No podemos quedarnos otro día? —reprochó Aren.

Papá negó. —Tenemos que encontrar un lugar seguro. No podemos quedarnos, campeón.

Él asintió.

Mamá bajó las escaleras. —Vigilaré esta noche —habló y papá nos llevó al piso de arriba.

La casa que habíamos encontrado no era muy grande pero era acogedora. Era esta casa o volver a pasar la noche en el bosque. Definitivamente la casa era mil veces mejor y mis padres no podían arriesgarse a que mi hermano y yo volvamos a dormir en un árbol.

Entramos a la habitación donde ya se encontraba la cama destendida para que nos adentráramos en ella. Aren corrió directo al colchón para comenzar a brincar sobre el. —A dormir, Aren —advirtió y él resopló algo molesto.

Mi hermano sin reprochar nada se metió entre las sábanas a un lado mío, abrazó mi brazo a la vez que se acurrucaba para buscar una posición cómoda.

Papá se inclinó un poco para depositar un beso en la frente de ambos. —Buenas noches, mocosos.

—Papá... —lo llamé antes de que saliera de la habitación.

Él se dio la vuelta y se colocó de cuclillas a un lado de la cama. —¿Qué pasa, cariño?

—¿Por qué no podemos quedarnos en un lugar fijo? ¿Por qué debemos huir? —comenzaba a cansarme el ir de aquí por allá. Ya se volvía algo fastidioso.

Papá suspiró, acariciando mi cabello. —El mundo ya no es seguro... Nunca fue seguro... Ahora los muertos quieren comernos, y los vivos quieren hacernos daño. ¿Recuerdas lo que te dije?

Asentí levemente. —Las personas llegan a ser malas.

—Así es. Este desastre es el lugar perfecto para que las personas malas puedan hacernos daño. En ningún lugar estamos seguros, pero sé que allá afuera hay un lugar seguro, con personas buenas... Sabes, en algún momento tendrás que estar sola en este mundo.

—Papá, tengo miedo.

—Yo también, cariño.

Me leventé al escuchar los gritos de mis padres y la puerta crujir. Moví lentamente a mi hermano para que se despertara. Él talló sus ojos y me miró aún adormilado, pero su expresión de calma se esfumó al escuchar los gritos.

Ambos nos levantamos de la cama y bajamos las escaleras, donde se encontraban nuestros padres sosteniendo la puerta con sofás y cualquier mueble que le impidiera el paso a la grande horda que se encontraba afuera de la casa.

Me eché para atrás con terror hasta que choqué con la pared y me deslicé en esta mientras me abrazaba a mi misma. Mi padre me vio con sus ojos verdosos, en ellos pude ver reflejado el pánico. Sentí mis piernas temblar y esa horrible sensación de paralizarme por el miedo.

Mamá corrió al vernos y nos jaló de la mano para subir las escaleras. Entramos a la habitación, con rapidez y desesperación abrió el armario.

—Quédense aquí —ordenó mientras nos obligaba a entrar al armario.

—Mamá...

—Nydia quédate aquí —ordenó mamá, desfundando su cuchillo.

Aren tomó su muñeca para evitar que saliera. —Mamá no...

—Cierren sus ojos, cubran sus oídos y no hagan ruido. Escuchen lo que escuchen, no salgan.

—No me dejes, mamá —susurré, abrazando a mi hermano.

—Te amo, Nydia. Te amo, cariño —besó nuestro cabello para cerrar la puerta del armario.

Ella salió de la habitación. Aren lloraba con su cabeza agachada, cubriendo esta con sus brazos. Los gritos se escuchaban con el pasar de los minutos, sentí mi cuerpo temblar al dejar de escucharlos.

—Nydia —murmuró con su voz temblorosa.

No estaba segura de salir, pero quería asegurarme de que ellos estuvieran bien.

Tomé aire para agarrar valor de salir. Abrí la puerta del armario y salí con cautela, mi hermano salió detrás de mí y agarró mi mano. Ambos salimos de la habitación y nos escondimos detrás de la pared cerca de las escaleras, donde se podía ver el primer piso.

Me asomé levemente por aquel hueco, miré horrorizada la escena y cubrí mi boca para evitar sollozar.

Mis padres se encontraban de rodillas, ambos demasiados golpeados y lo que me sorprendió era ver a los muertos con armas en sus manos. Aren también se asomó para mirarlos.

Sentí la desesperación en mi cuerpo al ver como alzaban un machete, cubrí mi boca y la de mi hermano para evitar gritar al ver como la cuchilla cortaba sus cabezas, la sangre salpicó por todo el lugar. Mordí mi labio con fuerza para abrazar a Aren al ver que tenía la intención de correr al piso de abajo.

El sabor metálico de la sangre inundó mi paladar, me mordí con tanta fuerza que mi labio comenzó a sangrar. Cerré mis ojos dejando salir mis lágrimas. Ahora somos huérfanos...

Con mi cuerpo tembloroso y lleno de pánico, me puse de pie al ver como uno de los muertos comenzaba a subir las escaleras. Aren se separó de mí y fue corriendo a encerrarse al baño, por más que quería ir tras él no podía, pues los pasos de aquel muerto comenzaban a escucharse más fuertes.

Me encerré en el armario, abrazando mis rodillas y escondiendo mi rostro entre estas. Mis sollozos se ahogaban por mi mano cubriendo mi boca. Esa imágen ya estaba marcada en mi memoria.

Me puse alerta al escuchar que alguien había entrado a la habitación, miré por la pequeña rejilla de la puerta y vi a uno de los muertos con un cuchillo en su mano. Mi mano cubrió mi boca para evitar soltar un chillido, no sé cuántas veces he hecho eso en los últimos minutos.

Aquel hombre salió de la habitación, retiré mi mano de mis labios dejando escapar mis sollozos.

Cada sollozo que daba sentía que mi garganta se rasgaba, me abracé a mi misma en busca de consuelo. Un consuelo que solo mamá podía hacer.

Mis manos se aferraron a mi camisa, como si de alguna manera sintiera los grandes y confortantes brazos de mi padre rodearme en sus amorosos abrazos.

De alguna forma quería salir de la realidad. Que todo fuera un mal sueño y al despertarme papá y mamá estarían sentados en el comedor con una taza de café, a mi hermano desayunando en la barra. Quería mi rutina de todos los días, quería regresar a Nueva York, ir a la escuela y pasear por Central Park.

Pero todo había cambiado de golpe.

Ya no volveré a ver a aquel violinista que tocaba con tanta pasión en Central Park, ni a las aves volando por el azulado cielo en primavera. Las calles pintadas de colores cálidos por las hojas de los árboles que caían en otoño. La blanca nieve caer en invierno. La cafetería donde solíamos desayunar los domigos, los helados en verano. Los paseos que hacía la escuela en los museos, ir al cine con mi familia. Intentar andar en patineta por la influencia de los niños que pasaban enfrente del edificio donde vivía. Incluso extraño a la Señora Collins y sus mil gatos.

La cruda realidad había llegado, terminando con la burbuja en la que vivía.

Mi cabeza comenzó a doler por todo el rato que llevaba llorando, mis labios resecos ardían y mis parpádos en cualquier momento se cerrarían.

Papá, mamá. No se vayan.

Por la pequeña rejilla podían verse los pequeños rayos del sol que pasaban por la ventana de la habitación. No tengo noción del tiempo, ni siquiera sé cuantas horas o días he pasado encerrada en el armario.

Era tan abrumador permanecer aquí, pero no quería salir y afrontar la realidad. Tal vez debería quedarme aquí para siempre.

Mi mente divagó en mis pensamientos que ni siquiera me di cuenta que ya había otra persona en la recámara. Junté mis manos y comencé a rezar en silencio para que no sea alguien malo.

Solté un chillido cuando la puerta se abrió, traté de esconderme pero no había cómo. Con temor alcé la vista encontrándome con un hombre pelirrojo, su mirada me intimidaba y escondí mi rostro entre mis rodillas comenzando a lloriquear.

Si voy a morir, al menos volveré a ver a mis padres.

—Carajo —balbuceó el hombre con la mirada fija en mí —¡Rosita, tienes que ver esto!

Otros pasos se hicieron presentes acompañados de quejidos. —Abraham, ¿qué quieres? Allá abajo es un desastre y... —aquella voz femenina se calló de inmediato.

Aparté levemente mi rostro de mis rodillas para poder ver a la segunda persona. Una mujer de coletas, con la piel bronceada y con una gorra, ella estaba parada a un lado del pelirrojo. Una muequita se mostró en sus labios a la vez que su ceño se fruncía. La chica se colocó de cuclillas, quedando a mi altura, su brazo se extendió hacia mí al punto de que las yemas de sus dedos rozaron la piel de mi hombro.

Me aparté con rapidez de ella, sintiendo mis mejillas húmedas por mis lágrimas. Ella le pidió algo al hombre que no pude oír pues mis pequeños sollozos inundaban mis oídos.

—¿Tienes sed? —me preguntó con una botella de agua entre sus manos.

La tentación era demasiada pero no confiaba.

—Soy Rosita —se presentó al ver la falta de confianza —. Él es Abraham —señaló al bigotón que se encontraba atrás de ella —. No vamos a hacerte daño —me sonrió con delicadeza.

Dudé por unos minutos, hasta que finalmente tomé la botella abriéndola de inmediato y bebiendo todo el líquido con desesperación. La sensación de húmedad en mi garganta era reconfortante.

El par de adultos aún mantenían su mirada fija en mi y en cualquier movimiento que hacía.

Lentamente salí del armario, estirando mis piernas. Busqué con la mirada algún indicio de mi hermano pero no había nada, así que salí corriendo hacia el pasillo. Ellos corrieron detrás de mí.

—¡Aren! ¡Aren! —le grité a la puerta del baño pero no recibí respuesta.

Con miedo abrí la puerta pero no se encontraba, no había rastro de sangre.

—¡Aren! ¡Aren! ¡Aren! —gritaba el nombre de mi hermano.

—Niña, ¿quién demonios es Aren? —el pelirrojo que me había encontrado me agarró de los hombros con fuerza y me obligó a mirarlo.

—Mi hermano. Necesito encontrarlo.

—Tenemos una misión. Llevar a este hombre —señaló un tipo con cabello raro que apenas sabía que se encontraba ahí —a Washington y salvar el mundo. Si nos acompañas podemos buscar a Aren.

—No hay tiempo para buscar a un niño que la probabilidad de que este muerto es del 100%. Debemos seguir.

Negué. —Tú dijiste que... me ayudarías —miré al pelirrojo pero él negó —¡No! Tengo que encontrarlo. Él está vivo. Yo lo sé. Debo encon...

Vi todo negro.

Me senté a lado del pelirrojo y tosí cuando el humo del tabaco inundó mi nariz. Solté un suspiro con cansancio, apoyando mi cabeza en el tronco. —¿Qué haces despierta? —pregunta Abraham con el cigarrillo en su boca.

—No puedo dormir —murmuré entre dientes, jugando con mi brazalete.

Él asintió satisfecho con mi respuesta para seguir fumando.

 —¿Por qué fumas? —le pregunté con curiosidad, pues ya era una costumbre verlo fumar cuando hacía guardia.

Mi pregunta parece que lo tomó por sorpresa porque frunció su ceño y me miró con confusión, sin embargo, no se molestó. —Cuando eres soldado, hay cosas que no son lindas de ver, mucho menos olvidar... Eso te deja demasiado mal, mocosa. La nicotina hace que sea placentero fumar, en pocas palabras, te relaja un poco de la mierda que es el mundo.

Abracé mis rodillas con delicadeza y apoyé mi mentón en estas. —Aún tengo pesadillas —confesé con la mirada perdida en el bosque —. Aún puedo verlos, e incluso escuchar sus gritos —me aferré con más fuerza a mis rodillas —. Los extraño.

El pelirrojo me miró enternecido con una mueca en sus labios. —Siempre los vas a extrañar, porque son cosas que jamás se superan, se aprende a vivir con ello. Eras muy pequeña para ver eso, Nydia —apagó el cigarro en la tierra —. Te prometo que mientras estemos aquí, nadie va a hacerte daño.

Tallé con mi fuerza mis ojos para evitar llorar. Sólo me limité a sonreírle como forma de agradecimiento.

Abraham bostezó. —Ve a dormir. Yo vigilo —mencioné con firmeza.

—¿Segura? —me cuestionó con desconfianza.

Asentí con seguridad.

Se puso de pie a la vez que se quitó su chaqueta y la colocaba sobre mis hombros, lo miré con confunsión ante su acto. —Es una noche fresca. No quiero que te resfríes.

—Gracias —le sonreí. Él me devolvió el gesto y se fue de ahí, no sin antes revolver mi cabello.

Acomodé la chaqueta de tal forma que cubriera mis brazos y mis rodillas, al ser prenda de Abraham me quedaba enorme.

Miré el lugar donde Rosita, Eugene y Abraham se encontraban dormidos en el suelo. Habíamos parado hace unos días para descansar un poco, pues tuve un golpe de calor al estar tantas horas debajo del sol.

Aún no comprendo por qué ellos se encargaron de mí cuando no tenían la necesidad de hacerlo. Ellos me cuidaron y me enseñaron a defenderme, Rosita me cuidaba cuando me sentía mal por falta de alimento o cuando cogía una leve gripe. Abraham se encargaba de enseñarme de armas y como usarlas. Eugene es el encargado de mi educación, a pesar de todo, aún se preocupan para que aprenda algunas cosas.

Han pasado tres años desde que mis padres murieron en aquella casa de Kentucky, tres años desde que estoy con ellos. Al principio fue difícil adaptarme a nuevas personas, a un entorno totalmente diferente y lo principal... Me fue difícil confiar en ellos.

No hablé por más de dos semanas, por más que quería decir alguna palabra, algo me bloqueaba impidiendo que hablase. Lo máximo que podía hacer era comunicarme con gestos y señas. Tardé en acostumbrarme pero lo logré.

Sin embargo, esa noche aún me persigue.

Eugene había hablado conmigo acerca de eso, y dijo que es «transtorno postraumático».

Como su nombre lo dice, ocurre ante una situación traumática provocando la incapacidad de recuperarse, además que suelen aparecer episodios del trauma, pesadillas y evitar situaciones que recuerden a esa situación. Eugene me dio un libro para informarme acerca de eso y por lo visto este transtorno suele durar meses e incluso años.

Es horrible ver de nuevo sus muertes.

Apoyé mi mano en la fría tierra sintiendo algo duro en ella, dirigí mi vista a esa cosa y tomé entre manos los objetos al ver que era la cajetilla y el encendedor de Abraham.

Prendí el encendedor para mantener el calor en mis frías manos, le di una rápida mirada a los cigarrillos y negué repetidas veces ignorando mis pensamientos. Con rendición abrí la caja y saqué uno.

Dudé un poco pero terminé prendiéndolo.

Uno no hará daño.

Desperté con la respiración agitada, llevé mis manos a mi cabello entrelazando ligeramente mis dedos con las hebras castañas. Sentí el sudor recorrer mi frente y parte de mi espalda provocando un escalofrío, mi labio comenzó a temblar como reacción de los escalofríos que recorrían mi cuerpo. Mi vista se dirigió al ojiazul que se encontraba dormido a mi lado. Ambos nos habíamos quedado leyendo cómics hasta tarde, por lo que Carl se quedó a dormir en mi casa.

Carl jadeó a la par que se sentaba en la colchoneta y tallaba su ojo con cansancio. —¿Nydia? ¿Qué ocurre? —preguntó una vez que su vista se acopló al entorno.

Relamí mis labios para humedecerlos, estos estaban secos y en mi garganta estaba esa horrible sensación de nudo. —Lamento haberte despertado —susurré apenada, cubriendo mi rostro con mis manos.

El tacto cálido de Carl hizo que mis manos se relajaran, él tomó con delicadeza mi piel y dejó un húmedo beso en medio de estas. —¿Tuviste un mal sueño? —asentí, aún tratando de regular mi respiración —¿Quieres hablar, linda?

Guardé silencio por algunos segundos. Segundos en los cuales Carl me miraba con preocupación mientras acariciaba mi brazo, el sonido de mi respiración controlándose aturdía en la habitación.

—Soñé con mis padres, el día en que ellos murieron —él me rodeó con sus brazos en un cálido abrazo, apoyando su mentón en mi cabeza —. No podía recordar con exactitud lo que había pasado... Siempre eran los mismos fragmentos una y otra vez. Pero esta vez fue diferente.

Sin decir nada más me abrazó con más fuerza, era como si me soltara me rompería en pedazos. Y la verdad es que así era.

Inhalé el aroma de la camisa de Carl y me aferré a su torso. —Gracias.

Dejó un cariñoso beso en mi cabello para comenzar a acariciarlo. —No tienes que agradecerme.

Me separé de él para ver su rostro. Sus finos labios, sus adorables pecas, su refinada nariz y su lindo ojo azul. —Gracias por todo. Gracias por estar ahí para escuchar mis problemas, por ayudarme en todo incluso cuando me comporté pésimo contigo. Gracias por existir, Carl.

Él me miró con ternura. —Voy a estar aquí para ti.

—Carl no pido mucho... Sólo pido tenerte a mi lado durante muchos años más, de preferencia hasta que estemos viejitos y arrugaditos —una risita tierna sonó por parte de él —. Lo digo en serio.

—Bonita, sabes que no puedo prometer eso —murmuró con notorio dolor en su voz.

—Por favor no te vayas —titubeé con la voz temblorosa.

—Trataré de no hacerlo —besó la punta de mi nariz con delicadeza.

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