La psicopatía de Darek [+21]...

By DarkAngel15_

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En la Prisión Federal de Barrow se encuentra Darek Lombardi, uno de los presos más peligrosos del país. Tras... More

Prólogo
1. Llegada a la Prisión Federal de Barrow.
2. Él es Darek Lombardi.
3. No le temas a la muerte, témeme a mí.
4. Nefario.
5. ¿Duncan?
6. No me arrepiento de nada.
7. ¿Paul Johnson?
8. Cuidado con el monstruo.
9. Que empiece el juego, angioletto.
10. ¿Plan de escape?
11. Vives en una mentira que tú misma crees.
12. Daryl y Damon Lombardi.
13. Ha sufrido un infarto.
14. Un día con Daryl.
15. Matar o morir.
16. El diablo.
17. Ti auguro tanto.
18. Todos aquí están locos.
19. No confíes en nadie.
20. ¿Dejar que los malos ganen?
21. ¿Quién te hizo eso?
22. Bésame, Darek.
23. Organizarlo todo.
24. Si algo puede salir mal, saldrá mal.
25. Huida.
26. El líder ha vuelto.
27. Nacimos para matar.
28. Pásalo bien con Duncan.
29. Tortura.
30. Amón Hudson.
31. Cada mala acción merece un castigo.
32. Contrato.
33. Liberación a Hill.
34. ¿Un arma?
35. Abuelo Lombardi.
36. Sin cuerpo, no hay muerto.
37. El día ha llegado.
39. Trato con Heather.
40. La cena [+18]
41. La mercancía.
42. Paul y Heather.
43. ¿Traición?
44. Eres un monstruo...
45. Una invitación y nueva información.
46. Logan Johnson.
47. Tensión.
48. Día de misiones.
49. Nos volveremos a ver, angioletto.
50. Buen ángel.
51. ¿Me extrañaste?
52. La traición se paga con sangre.
53. ¿Williams?
54. Sempre fedele.
55. Rescate.
56. El destino da muchas vueltas.
57. Las promesas se cumplen.
58. Ayúdame a olvidar.
59. Una bala y dos personas.
60. Sono pazzo di te.
61. Volver a huir.
62. Nuevas noticias.
63. Daia Lombardi.
64. Cada principio, tiene un final.
65. Confusión.
Epílogo.
Epílogo 2.0 (Final alternativo)
Extra Halloween
Extra: Darah.
Extra: Delena M.

38. Darita... el lago.

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By DarkAngel15_

Darah Evans

Termino de ducharme, doy un paso fuera de la ducha e inspecciono mi cuerpo en busca de marcas. Las localizo con facilidad, en mi cuello hay una marca que cobra un tono rojo carmesí. Desciendo mi mirada por el espejo en el que estoy reflejada, observando unas pequeñas marcas en mi abdomen. Al pasar mi dedo por ellas duele un poco, pero no mucho para quejarme.

Todo mi cuerpo me duele, las piernas, los brazos y el cuello, sobre todo. Tengo agujetas en cada parte del cuerpo, alzo el brazo y me duele, intento dar un paso, me duelen las piernas, inclino mi cabeza hacia un lado y también me duele.

Seco rápidamente mi cuerpo todavía húmedo por la ducha y ato mi cabello en un moño mal hecho. Dejo la toalla en su sitio y visto la ropa que tengo preparada encima de la cama. No tardo mucho en ponerme la ropa, en unos minutos ya estoy lista.

Dirijo mi mirada hacia el móvil que descansa sobre la mesita, tiene una lucecita que parpadea, informándome que tengo un mensaje o una llamada perdida. Avanzo hacia él, inclinándome y agarrando el móvil. Lo enciendo y observo en la pantalla un número desconocido, frunzo el ceño y abro el mensaje.

Desconocido:

Darita... el lago.

Darita... como me llamaba Elliot antes de que él muriera. Y el lago, el maldito lago. ¿De qué va todo esto? ¿Quién es este número desconocido?

Darah:

¿Quién eres?

Desconocido:

Tu pirata.

No es Elliot, él está muerto, no puede ser. Dejo el móvil donde estaba, descansando sobre la mesilla, pensando qué hacer. Porque si Elliot está muerto, no... no hay nadie más que pueda saberlo. Es imposible. A menos que alguien me viera aquella noche... pero ¿después de cuatro años va a hablarme? ¿Para qué? ¿Y cómo demonios consiguió mi número de teléfono? No lo entiendo.

Además, conoce los apodos que teníamos Elliot y yo, él a mí me llamaba Darita, de una forma cariñosa. Yo a él lo llamaba pirata, por su parche en el ojo. Quizás no está muerto, quizás ese cuerpo no era él, sino alguien bastante similar, ¿no? Quizás me haya equivocado al decir que sí podía ser él, quizás mi mejor amigo estaba vivo...

O no, probablemente todo sea una mala broma de alguien para hacerme creer que él sigue con vida. Yo lo reconocí aquel día, ese cuerpo, esa cara, el mismo parche en el ojo... todo ello era él. Elliot está muerto, pero parece que hay alguien más que sabe demasiado lo que pasó aquella noche.

Suena otro mensaje, me inclino hacia el móvil, leyendo unas palabras que me dejan helada.

Desconocido:

¿Recuerdas aquel lago? Ahí acabé yo, al igual que ahí acabarás tú. No es una amenaza, Darita... es la realidad.

Vale, estás amenazada por Heather y ahora por esa persona que está a través de esos mensajes. Le puedo contar todo a Darek, total él siempre ha sospechado que oculto algo. Él me ayudará, estoy segura.

Me voy de la habitación y bajo las escaleras hasta llegar al piso de abajo, me encuentro con Duncan y Damon por el camino, pero no veo a Darek por ningún lado. Muerdo el interior de mi labio, intentando calmarme. Alguien me vio aquel día, ese alguien mató a Elliot para darme una advertencia.

—¿Qué te pasa? —pregunta Duncan, alejándose de su hermano menor.

—¿Y Darek?

—Salió hace rato —me informa él—. Estás más pálida que de costumbre, ¿ocurrió algo?

—No —miento, dirigiendo mi mirada hacia Damon, que está sonriendo.

Miedo. Su sonrisa es macabra, pienso que trama algo en mi contra con tal de deshacerse de mí. No le caigo bien, lo sé desde el primer día él me había advertido que podría matarme porque traería problemas. ¿Qué problemas? ¿Heather? Quizás, sí, pero no ocurrirá nada malo... espero.

Oigo la puerta principal abrirse, viendo a Darek acompañado de Daryl entrar a la casa. Están hablando de algo que no logro entender porque están empleando el italiano. Le hago un gesto a Darek para poder hablar a solas, indicándole con la cabeza la planta de arriba y él asiente.

—Encárgate tú, ya sabes que en unos días tenemos la cena con Hans —le dice Darek a Daryl.

—Con el tío Hans —corrige él.

—¿Va a venir el tío Hans? —pregunta Duncan, uniéndose a la conversación.

—¿Tío Hans? —pregunto, con el ceño fruncido.

—Hermano y enemigo de nuestro difunto padre —me informa Duncan, con una sonrisa. A la vez, se gana una mala mirada de Darek que lo hace callar.

—Sí, trataré de hacer negocios con él —dice Darek, sin dar muchos detalles—. Vamos a hablar —se va escaleras arriba y yo lo sigo.

—¿Vais a hablar o me vais a hacer un sobrino? —pregunta Daryl, bromeando.

Darek se detiene a mitad de las escaleras, para responderle.

—No, tan solo vamos a hablar de tu futura muerte, en cómo te puedo torturar —le da una falsa sonrisa y continúa su camino.

—¡Yo también te quiero, Darek! —le grita él, desde la planta baja.

Me río porque cada vez que se "pelean" Daryl siempre le acaba diciendo "Yo también te quiero". Daryl en realidad se lleva muy bien con todos sus hermanos, ninguno de ellos parece odiarlo, ni siquiera Damon. Es difícil de odiar a Daryl, a mí me cayó bien desde el primer instante, es muy buen chico.

—¿Qué pasó, Darah? —pregunta él, cerrando la puerta de su habitación para más intimidad.

Lo pregunta directamente, sabiendo que me pasó algo raro, no diría grave, sino raro. Bueno me ha amenazado, creo que es lo suficientemente grave.

—Sabes que... tenía un mejor amigo, Elliot —comienzo.

—Sí, el que se suicidó porque unos lo amenazaron —me recuerda la mentira que le dije aquel día—. Sigue.

—Él no se suicidó —aclaro—. Lo atropellaron y lo tiraron a un lago.

Darek frunce el ceño, preguntándose por qué le hicieron eso.

—Te explico todo, total, ya sospechas que he matado a alguien —murmuro, soltando un suspiro.

—Ajá.

—Era una noche de verano, justo acabé mi carrera de medicina y decidimos celebrarlo... —relato.

Cuatro años antes:

Falta menos para acabar de estudiar psiquiatría. Primera fase, ya está hecha, tan solo me queda la especialidad en psiquiatría. Elliot, mi mejor amigo, está a mi lado, sentado en el coche hasta llegar a un pub, donde decidimos emborracharnos y celebrarlo. Está lejos del pueblo, ya que ahí no hay ningún local para tomar unas copas y pasarlo bien.

—Darita —me llama él, mirándome con su único ojo café—. Me alegra que hayas acabado la primera etapa, ahora te queda muy poco para llegar a lo que realmente quieres ser —sonríe él, orgulloso de mí—. Y pensar que te conocí cuando eras una cría —ríe él, recordándolo.

—Yo también te conocí cuando eras un crío —me río, girando a la derecha para aparcar frente al pub—. Y gracias por tu apoyo, pirata.

Ambos nos bajamos del coche y entramos al local que está lleno de gente. La música a todo volumen, alguna gente cantando y bailando en la pista, otra tanta en la barra, bebiendo y ligando con quien puede. Elliot y yo pillamos un par de taburetes libres y yo pido algo suave de beber, ya que tengo que conducir de vuelta a casa. Mi mejor amigo no duda en emborracharse, aprovecha que conduzco yo para ponerse ciego de alcohol.

Bebimos, cantamos, hasta me llevó a la pista a bailar. Lo pasamos como nunca, riéndonos sin parar, disfrutando de estas pequeñas vacaciones que vienen ahora. Ya estamos en verano, el calor invade mi cuerpo y no por el alcohol que bebí, sino por el ambiente que hay en el local, por la gente que hay en él y el calor que hace aquí dentro. Después de un buen rato, nos retiramos para volver a casa.

—Necesitamos hacer esto más seguido —dice él, arrastrando las palabras que le salen de su boca.

—Claro, como no conduces —me quejo, riendo.

—Un barco pirata lo conduzco, un coche ya es avaricia —niega él, divertido.

Arranco nuevamente el coche y conduzco hasta mi casa. Aprovecho que mi padre no está para que él duerma conmigo. Nunca pasó ni pasará nada entre nosotros dos, somos muy buenos amigos, pero nos vemos como unos grandes hermanos. Elliot tiene un pedazo de mí en su corazón, como yo tengo un pedazo de él en el mío. Recuerdo que hasta hicimos un pacto de sangre de pequeños, nos pinchamos nuestros dedos índices con una aguja y los juntamos. Lo vimos en una serie y lo llevamos a cabo en la vida real.

Odio conducir de noche, en verdad. Sobre todo, por carreteras boscosas, donde la oscuridad se adueña del lugar, sin rastro de una luz. Aunque los faros del coche están encendidos, apenas veo nada. Suelto un suspiro, conduciendo únicamente con una mano mientras la otra la descanso en mi regazo. Le echo un vistazo a Elliot, tiene sus ojos entrecerrados, pero mantiene su mirada en la carretera.

—¡Cuidado! —grita él, pero ya es demasiado tarde.

Cuando vuelvo a la realidad, algo se choca contra la parte frontal del coche. Freno rápidamente, deseando que no fuera una persona. A pesar de que Elliot está borracho, es consciente de todo lo que está pasando. Ambos nos bajamos del coche con urgencia, pisando el asfalto de la carretera e iluminando nuestro paso con la linterna del teléfono móvil.

—¡Mierda! —maldigo, al ver un hombre a un lado del coche.

Elliot se reúne rápidamente conmigo, viendo hacia donde estoy apuntando con la linterna del celular. Veo el cuerpo de un hombre, bueno, de un chico que tendrá nuestra edad más o menos. Su cabeza está inclinada hacia un lado, pareciendo muerto. La boca entreabierta y de ella sale un pequeño hilo de sangre. Los muertos no sangran, todavía está vivo.

—¡Hostia puta! —grita Elliot—. Tenemos que llamar a una ambulancia, mierda, mierda, mierda —maldice repetidas veces, como si eso cambiara algo.

Flexiono mis rodillas y le compruebo el pulso, lento, pero estable. Trato de enderezar su cabeza, poniéndolo boca arriba para que respire con mayor facilidad.

—No... no hay señal —dice Elliot, temblándole la voz—. ¡¿Por qué iba vagando por la oscuridad?! ¿No escuchó el motor del coche o qué? —protesta él, mirando al chico inconsciente.

—¡No lo sé! —le grito—. ¿Y ahora qué? Si se muere voy a la cárcel de cabeza, joder —suspiro frustrada.

—Y si no se muere también —observa Elliot, logrando que me gire hacia él—. Si muere, es un homicidio imprudente y te caerían alrededor de entre tres o veinte años —abro los ojos, realmente asustada—. Si sufre alguna lesión grave, que por la pinta que tiene me da que sí, será entre seis meses a tres años. En cualquiera de los dos casos, estás jodidamente jodida —resume él.

—¿Y qué propones?

—Rematarlo, agujerearle los pulmones y tirarlo a un lago con profundidad donde nunca lo encuentren —dice con simpleza.

—¡¿Estás loco o qué?! —vuelvo a enderezarme—. ¿Piensas matar a alguien inocente? ¿A alguien que no se lo merece? ¡Aún podemos salvarlo!

—Lo salvas, muy bien —me observa con su único ojo, apoyándose en el coche—. Pierde las piernas o no puede andar, indemnización y cárcel durante varios meses u años —responde él con frialdad—. Lo quieres salvar y en el camino muere, homicidio imprudente y varios años de cárcel. Ah, y despídete de estudiar la carrera de tus sueños, despídete de esos seis años en medicina...

—¡Ya cállate! —le grito agobiada—. Lo matamos, muy bien y... ¿dónde nos deshacemos del cuerpo? —le pregunto, bajando mi tono de voz.

Dios, no puedo creer que esté hablando de esto con mi mejor amigo. ¿Matar a alguien? ¿En serio?

—Conozco un lago que no está muy lejos de aquí —piensa él, bajándosele todo el alcohol que bebió—. Y tranquilízate, vimos miles de películas de terror...

—¡Pero estamos viviendo una real! —protesto, pasándome una mano por el cabello.

Elliot se ríe, no sé si por el alcohol o qué.

—¿Te imaginas que sea como una película de terror? Dentro de unos años vendría alguien a vengar su muerte, matándonos a los dos —ríe él, pensando en una película que vimos—. Tranquila, Darita, confía en mí.

—¿Cómo puedes estar tan tranquilo?

—Porque me tomé dos litros de whisky —admite—. Ahora mismo pienso que esto es un sueño y por eso no me afecta nada.

—Pero si hacemos lo que dices... será peor si nos descubren, sobre todo para ti, tú no tienes la culpa de nada en este momento...

—Darita, juntos hasta el infierno, lo recuerdas, ¿verdad? —pregunta él y yo asiento—. Si cae uno, caemos los dos. Le prometí a tu padre protegerte de todo y ahora es lo que estoy haciendo, aunque luego las consecuencias sean peores. Es un completo desconocido, no hay nadie en este lugar —señala a todo su alrededor, donde solo hay árboles—. No van a sospechar de nosotros, suerte de que sea un completo desconocido —señala al chico—. Es más, probablemente ni se enteren de que desapareció, tú tranquila —me sonríe.

—Vale, pues hagámoslo —asiento, con seguridad.

Él abre el maletero del coche, poniendo unos plásticos en él para no ensuciar nada. Mientras él se encarga de eso, dirijo nuevamente mi vista al chico que está tirado en la carretera. Es su vida o renunciar a la mía, es egoísta, lo sé... pero no puedo tirar a la basura todo lo que he estado haciendo en estos años.

Elliot y yo transportamos el cuerpo de ese chico, el cual sigue inconsciente, hasta el maletero. Lo metemos como podemos y cerramos la puerta del maletero con fuerza, para que no se abra. Suspiro y tranquilizándome, me dirijo al asiento del conductor, intentando aparentar normalidad y retomando el camino.

—El lago está por allí —indica Elliot, apuntando con su dedo índice hacia la derecha.

Giro a la derecha y conduzco con cautela, con la mirada fija en la carretera y disimulando mi temblor en las manos. Elliot me indica el camino, hasta que al fin llegamos a ese dichoso lago. Aparco frente a él, mirando a todos lados, comprobando que no hay nadie. Elliot saca el cuerpo del coche, comprobando que ese chico aún está vivo.

—Es la hora —dice él, poniendo el cuerpo cerca del lago, a mis pies—. Hazlo tú —me tiende una navaja.

No le pregunto de dónde la sacó, decido ahorrármelo. Sostengo la navaja con mi mano derecha, mirando el cuerpo de ese chico. ¿En serio voy a hacerlo? ¿Voy a matar a alguien? Miro a Elliot, él se cruza de brazos, esperando que haga algo. Sé que en el fondo está tan asustado como yo, aunque no lo aparente.

—Piensa que... así entenderás a tus futuros pacientes. Sabrás qué es esa sensación de matar a alguien —trata de convencerme—. Agujeréale los pulmones...

—La sangre aparecerá en el agua —le informo.

—¿Qué propones entonces?

—Hay una cuerda en el maletero, tráela y atamos una piedra de aquí en el pie para que se hunda —pienso con frialdad, sin importarme mucho ese chico—. Yo voy a buscar una piedra pesada para rematarlo y atársela en el tobillo.

Elliot asiente sin rechistar. Ilumino el suelo en busca de una piedra grande, pero para mi desgracia únicamente encuentro piedras pequeñas que ni siquiera harían un chichón. Noto un ligero temblor en mi mano derecha mientras sujeto el móvil, lo ignoro, voy a hacerlo, ya no hay vuelta atrás.

¡Bingo!

Una piedra del tamaño de una cabeza humana aparece en mis pies, guardo el celular en el bolsillo y levanto esa pesada piedra, llevándola hasta el cuerpo inconsciente de ese chico.

Elliot y yo intercambiamos una mirada antes de hacerlo. Él asiente con la cabeza y yo dejo caer la pesada roca en su cabeza. Se escucha un espantoso crujido, como si su cráneo se rompiese en mil pedazos. No quiero mirarlo, me niego a hacerlo. Elliot se agacha y le comprueba el pulso.

—Muerto —dice él.

—Perfecto —asiento, conteniendo unas náuseas—. ¿Puedes atarle tú la roca en el tobillo? —Elliot asiente, yo le ilumino con la luz de la linterna mientras él lo hace.

No tarda mucho en hacerlo, él sabe hacer perfectamente los nudos para que no se desaten. Vuelvo a guardar el móvil en el bolsillo y ayudo a Elliot a tirar el cadáver de ese pobre chico en el lago. Simplemente avanzamos y lo dejamos caer en la profundidad de él, hundiéndose como un barco roto, hundiéndose como la bondad que tenía en mi corazón. Sin embargo, no siento pena, no siento remordimientos, tan solo estoy en shock por lo que acabo de hacer.

—Vámonos rápido —dice Elliot, llevando el mando.

Asiento con la cabeza, volviendo a subirme al coche para ir a casa. Durante el camino no dejo de pensar en el rostro de ese chico, en lo mal que estaba, en todo lo que acaba de pasar. Me siento mal en parte porque... no empatizo con él, lo he matado, pero... no siento pena.

—Este secreto lo llevaremos hasta la tumba —susurra Elliot.

—Hasta la tumba —repito, en un murmuro.

#

—Me esperaba algo mucho peor —confiesa Darek, al oír mi historia—. A mí no me impacta tanto porque he hecho cosas mucho peores, pero... sí, viniendo de ti no está mal. ¿Luego qué le pasó a Elliot? Únicamente sé que encontraron su cadáver en un lago por... —toma una pausa, pensándolo—. En el mismo lago —se da cuenta de ese detalle.

—Elliot desapareció un día, no me cogía las llamadas, no me atendía los mensajes... nada —continúo, ignorando sus palabras—. Pasaron dos días, no sabía nada de él, por eso le informé de lo sucedido a la policía. Ellos me dijeron que no me preocupara, que tarde o temprano aparecería. ¿Apareció? Sí, la policía lo encontró tirado en el mismo lago donde tiramos a aquel hombre —recuerdo esto con amargura—. Vi su cuerpo muerto y débilmente golpeado, hinchado y... en un estado que me hizo sentir náuseas y ganas de vomitar. La causa de la muerte no fue el ahogamiento, sino... un traumatismo en la cabeza. Pensaron que fue un atropello porque encontraron un rastro de sangre en un lugar cercano de la zona, sangre que... era de él.

—¿No encontraron el otro cuerpo?

—No, había desaparecido.

Él abre los ojos, incrédulo.

—Has matado a un hombre, lanzado a un lago, han matado a tu amigo, cuando aparece su cuerpo el de ese hombre... no está. Curioso, demasiado —comenta él, extrañado—. ¿Qué hiciste después de la muerte de Elliot?

—Llorar y atormentarme por su muerte, siempre supe que él había muerto por mi culpa, por lo que hicimos aquella noche —noto algunas lágrimas acumularse en mis ojos—. Y ahora... esos mensajes...

—¿Qué mensajes?

Le tiendo mi teléfono para que los lea.

—No entiendo nada, el único que sabía lo que hicimos esa noche era él —digo con un hilo de voz—. También esos apodos que usábamos, nadie más los sabía.

Al pestañear, siento deslizarse un par de lágrimas por mis mejillas. Las seco rápidamente con la manga del jersey, ocultando mis lágrimas ante él.

Me devuelve el móvil, quedando pensativo.

—Ese hombre en medio de la carretera en la noche —piensa él en voz alta—. Imagínate que ese hombre haya llamado a alguien para que lo fuera a recoger —asiento con la cabeza—. Pero vosotros llegasteis primero y bueno, lo atropellaste. Imagina que... esa otra persona estaba ahí justo después de lo ocurrido, imagínate que él os ha seguido y que ha escuchado toda vuestra conversación. De ahí sabría los motes, de ahí sabría dónde lo habéis llevado...

—Pero... no había nadie —intento hacer memoria, pero no recuerdo que hubiera alguien más en la escena—. No puede ser eso.

—Otra posibilidad es que el muerto no estuviera muerto, haya escuchado todo y en el momento de tirarlo al agua, tu amigo no le ató bien la roca. Él después de que estuviera inconsciente salió del agua y empezó a buscaros, matando a tu mejor amigo por venganza —se encoge de hombros.

—¡Él estaba muerto, Elliot lo comprobó! Le di con una roca en la cabeza, yo misma oí ese crujido...

—Elliot lo comprobó, pero iba tan borracho que ni siquiera pensó con naturalidad. Te propuso que lo mataras en vez de llamar a la policía y a una ambulancia, como haría la gente normal —dice él, caminando por toda la habitación—. Estoy seguro que esa persona habría sobrevivido y que no te habría caído nada grave, tan solo una multa y libertad condicional. Quizás tu mejor amigo aún estuviera vivo si eso pasara, quizás ese otro chico también, quizás nosotros dos no nos hubiéramos conocido...

—¿Piensas que no sé que Elliot podría estar vivo? —le pregunto, incrédula—. ¡Me atormento cada día con esa mierda! Me jode no haberlo salvado, que esa x persona lo hubiera matado y que... lo tirara al mismo lago. Pero no puedo hacer nada, ya lo asumí, sé que Elliot está muerto y que hay una persona amenazándome detrás de todo esto. Pasaron cuatro años, parece que la muerte de mi mejor amigo no lo sació bastante.

—¿Segura que nadie os vio?

—No —murmuro.

—¿Segura que esa persona está muerta?

—Tampoco —reconozco.

El que su cuerpo desapareciera fue lo que más me desconcertó. Estaba en shock por la muerte de mi amigo, pero también confusa por lo del otro cuerpo. No entendía nada, ese día lo único que quería era encerrarme en mi habitación y llorar como nunca.

—¿Y tu mejor amigo está muerto?

—Eso creo —él me mira con una ceja alzada—. ¡No sé, esos mensajes me dejaron confusa! —me defiendo—. Él tiene que estar muerto, lo vi hasta en su ataúd, a menos que tenga un hermano gemelo sí, era él —asiento, convencida.

—Perfecto —dice él.

Él está tranquilo, no parece que vaya a hacer nada en respecto a esto. Su silencio me pone nerviosa, está mirándome a los ojos, pero no dice nada.

—¿Vas a ayudarme? —le pregunto, al notar un incómodo silencio.

—Veré qué puedo hacer —asiente—. Porque parece que esos mensajes los está mandando o un "muerto" o alguien que estuvo presente en la escena del atropello. Aunque bueno, si desapareces ya sé dónde puedo encontrar tu cuerpecito sin vida —comenta él, refiriéndose al último mensaje que me mandaron.

—Agh, te odio —me cruzo de brazos.

—Ajá, eso no decías anoche —me recuerda, con una pícara sonrisa.

—Lo dije, pero me arrepentí —me río.

—Ya sabes que no dejaré que otros te lastimen, Darah —susurra él, acariciando con suavidad mi mejilla—. Ni esos mensajes de amenaza, ni Heather, no te tienes que preocupar por ellos —sonríe él—. Porque quien te ponga una sola mano encima, lo pagará con su propia sangre, te lo prometo.

Y él siempre cumple sus promesas. 

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