¡Buen miércoles sensuales seguidores!
Al igual que todas las semanas les traemos los resultados de nuestro último desafío. Muchas gracias por su participación, amamos siempre leer sus relatos.
*La forma en la que se muestran los participantes no tiene un orden en específico.
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Título El camino a Roma
Cuando me quedé tirada en la carretera, deseé no abrir los ojos. Hacerlo significaba enfrentarme a la realidad, y yo prefería flotar entre las nubes.
—Alana, ¿estás viva? —preguntó mi hermana pequeña, zarandeando mis huesos ya maltrechos.
Quise gritar que no, porque el auto que se dio a la fuga tras atropellarme, no solo se había llevado mi visión; también me arrebató los sueños. Sombras grises me acecharon por dentro y por fuera y amordazaron las palabras. Apenas logré llorar y maldecir. ¿Para qué contar a Karla que no era más que un zombi andante, un despojo humano?
En la recuperación se emplearon recursos, tiempo, esfuerzo, lágrimas y trozos de mi alma. Cuando me dieron de alta médica, no tenía un objetivo. Creía que jamás sería capaz de alcanzar la gloria olímpica; aunque me esforzase como nunca antes, no vencería a una tortuga en la pista. Todos los años de duro entrenamiento habían perdido su razón.
Cada tarde, caminaba apoyada en mi bastón y me sentaba en un banco del parque. Allí, escuchaba las risas de los transeúntes y me nutría de su felicidad. Hasta que, un día, un hombre se me acercó.
—Siento el dolor de tu espíritu —me dijo. Por su voz, supe que era un anciano y, por el sonido de su bastón en el asfalto, que también era invidente.— Este consejo te doy: «Todos los caminos llevan a Roma. Si no eras capaz de volar, anda».
Luego, me compartió su testimonio y sembró en mí la llama de la fe. La noche en que el periódico local en que trabajaba como cronista se incendió, él rescató a varios de sus colegas del fuego, pero sufrió graves quemaduras y golpes en la cabeza. Así fue sepultado en un mundo sin colores. Lejos de considerarlo una traba, aprendió Braille y continuó regalando sus escritos a los lectores.
¿Cómo llegaría a mí Roma? ¿Habría una manera de alcanzar la victoria deseada? Llorar no me traería beneficio alguno. ¡Estaba aún viva! Debía arrancar de mi interior las raíces de amargura y aprender a agradecer a Dios en las buenas y malas.
Aquella noche apenas dormí. Al igual que una niña pequeña, alimenté mis ilusiones. No más amaneció, convencí a mi hermano de que me llevase al estadio.
El olor del sudor, la brisa batiendo mi camiseta... Aunque ya no era capaz de ver la línea de meta, una nueva ilusión recorrió mis nervios oxidados. El mundo no se había acabado. También personas con discapacidades prueban la gloria olímpica.
Sí, muchos caminos llevan a Roma. Por eso, he echado gasolina a mis sueños y corro de la mano de mi guía. El infinito me espera.
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Título: Un juego al azar.
La vida, dos palabras, un significado: simplemente es el tiempo que transcurre un ser vivo desde su nacimiento hasta su muerte. Pero es más que eso, la vida es... Un juego al azar.
A veces te recompensa, puedes disfrutarla al máximo y gozar de todos sus privilegios, otras veces no es como queremos y llega a ser injusta y muy cruel.
Hace dos años, la vida me jugó una mala pasada. Solía ser un chico alegre, lleno empatía y con un gran sueño en mente, correr en las Olimpiadas. Sin embargo, todo se fue a la borda cuando un automóvil que venía en dirección contraria a la mia, perdió el control de sus movimientos y, en cuestión de segundos estaba impactando mi auto brutalmente.
Sufrí un par de fracturas y una que otra herida, nada que no sanara con el tiempo, ah claro y... El golpe de la cabeza, ¿Cómo podría olvidar el golpe que me dejó totalmente ciego? Mis padres no descansaron hasta encontrar una solución para mi ceguera durante un año, lamentablemente los doctores terminaron por decir que ya no había ninguna, estaría ciego de por vida.
Caí en depresión cada que el tiempo iba pasando, mi sueño se había ido a la basura y mis ganas de vivir... Ni hablar.
Mi madre decidió llevarme a terapia el siguiente año, y realmente no funcionó, aún seguía sin encontrarle sentido a la vida, ¿Qué podría hacer un ciego como yo? Era un inútil.
Hasta que conocí a Melody en una de mis sesiones. Melody era una chica que, al igual que yo había sufrido un accidente y le amputaron una pierna, ¡Y aún así iba feliz por la vida! Admirable, lo sé, aunque tenía un sentido del humor terrible, je.
Llegamos a mitad de ese año y gracias a Melody mis esperanzas volvieron, ella me ayudó con mi recuperación y a familiarizarme con las cosas poco a poco, yo diría que Melody fue mi Ángel.
—Adrián... —Pronuncia llamando mi atención, por lo que yo asiento—. Hace un tiempo, me contaste sobre tu sueño, lo que querías hacer antes del... Accidente. —Sí, quería correr en los Juegos Olímpicos. —Suelto una risa nasal—. Vaya sueño... —¿Sabes que aún estás a tiempo de lograrlo? No dejes que tu condición no te deje cumplirlo, recuerda, tú puedes llegar a donde quieras. —Noto su cálida mano sobre mi mejilla y acaricia de esta. Hago una mueca al escuchar. —No, Melody, ya no. —Vamos, no te rindas, no después de lo que has pasado, eres una persona fuerte y puedes lograr lo que te propongas, yo estoy segura... Yo te ayudaré.
Me quedo en silencio unos segundos, pensándome lo que acaba de decir y de repente una chispa de emoción llena mi pecho, Mel tiene razón, siempre la ha tenido.
Sonrío y coloco mi mano sobre la de ella.
—Bien Mel, hagámoslo. —Ese es mi chico.
Y así fue como volvió mi deseo por correr, ¿Y quién dice que no puedo?
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Título: Compitiendo en el agua
Tenía dos años cuando competí por primera vez en el agua, aunque esa vez estaba mi vida en juego. O eso le he escuchado decir a mis padres cuando hablan de ese día. Dicen que salí al patio y caí a la piscina, me encontraron a los cinco minutos, hundido, y en cuanto me sacaron, me llevaron al hospital. Los médicos dijeron que no viviría, pero viví. Después dijeron que quedaría tontito para siempre y con mi cuerpo un poco más rígido que antes. Ahí no se equivocaron.
Me cuesta aprender. Mamá dice que es porque tengo habilidades diferentes, la profesora dice que es porque soy un poco más lento y mis compañeros dicen que es porque soy mongolito.
Todos tienen la razón y a la vez están equivocados. Porque tengo dieciséis y estoy en un curso con niños de doce. Sí, soy más tontito, soy más lento, pero soy inteligente para nadar.
Mamá siempre se asusta cuando entro a la piscina, corre con una toalla para sacarme de ahí y yo no entiendo por qué. Papá me dice que no le dé sustos a mamá, pero yo le digo que sé nadar y que algún día seré deportista como los que muestran en la tele. Pero nadie me escucha, así que entro a la piscina cuando ellos no están, cuando me dejan con alguna de las tías que me viene a cuidar cuando ellos salen.
Esos son los días más felices de mi vida, porque puedo nadar cuanto quiera. Y lo hago bien, imito todo lo que hacen los nadadores en Youtube, incluso se lo mostré a un salvavidas un día que nos fuimos a un camping por paseo de curso. Dijo que siguiera así y así sigo. Me imagino con todo el público mirándome entre todos los competidores, gritando mi nombre. Entonces me coloco en posición y al sonido de partida, salto y nado tan rápido como puedo por la misma piscina que un día hace mucho me dejó tontito y un poco rígido. Nado, nado y sigo nadando hasta llegar al otro lado, dar la vuelta y regresar. Puedo escuchar al público volverse loco por mí y luego gritar de alegría porque llegué primero. Salgo del agua y saludo a la multitud, me preparo para recibir mi primera medalla paralímpica, la que le dedicaré a mis padres, aunque nunca creyeron en mí. Pienso en lo que diré a los periodistas, de que gané porque a pesar de ser más lento para aprender, soy rápido para nadar. Hasta que el grito de mamá me regresa a la realidad.
Mi público eran los rosales que ella siempre cuida, los periodistas son los enanitos que decoran el patio, la piscina es la misma que casi me quita la vida a los dos años. Mamá me pasa una toalla y me obliga a entrar a la casa, por lo que tendré que esperar a que vuelva a salir con papá para poder imaginar nuevamente que estoy compitiendo en los paralímpicos.
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Ese terrible sentimiento en el que te hundes poco a poco en la miseria y nadie te ayuda Mi vida acabó el día en el que sobrepase mis límites y como la cobarde que soy me tiré desde un acantilado siendo testigo de un desgarre en la mano derecha y una cojera de por vida.
Sé que soy una estúpida pero gracias a mi personalidad fui la mejor clavadista de mi nación En su momento claro. Ahora no soy más que una inservible , con la mitad del brazo.
Mi carrera terminó así que es mejor acabar con todo ya que lo único que me quedaba es una vida de mierda.
Miro hacia abajo lista para saltar desde el séptimo piso del hospital.
—Eres una cobarde.
Me giro y veo a un chico no lo defino muy bien ya que está en una esquina oscura alejado unos metros de mi.
—Déjame sola.—El valiente no es aquel que huye , es el que se enfrenta a sus miedos.
Me giro y bajo del escalón elevado para acercarme un poco
—¿Valiente?—me burlo—No tienes ni puñetera idea de lo que es entregar tu vida entera a aquello que te apasiona y de un día para otro no ser más que un estorbo para el mundo.Dejo que algunas lágrimas escapen de mis ojos y estoy temblando al recordar que me odio por todo.—Puedes seguir intentándolo.—¿Cómo?—enseño mi mano... O lo que queda de ella—No ves que soy inútil.
Él se acerca y deja que la luz de la noche deslumbra su figura....
Mierda.
—No eres inútil—toma aire—Eres especial.
Las lágrimas amenazan con salir con más fuerza que nunca cuando veo que tiene una prótesis en su pierna derecha.
—Lo siento—bajo la cabeza.—Si es tu sueño—toma mi mentón alzándolo—No dejes que ninguna persona o circunstancia te impida cumplirla.
Por un momento este chico me da un rayo de esperanza y alomejor una razón para luchar por lo que quiero
—Pero...¿Cómo?
El suspira y toma mi mano.
—¿Eres atleta?—pregunta.—Sí.
Supongo que lo notó por mi figura , no soy muy fuerte pero tengo apariencia esbelta y una figura digna de una clavadista.
—Entonces puedes con todo.—Eso creo—sonrío.—¿Sabes que ser minusválidos , puede hacerte más fuerte y valiente que antes?
Niego con la cabeza.
—Pues si , yo era una persona que creía que podía con todos , de esas que te cruzas por la calle chocas con chicas y le importa mierda todo—sonríe.—Pues con mi accidente , me di cuenta que teniéndolo todo nunca fui feliz y ahora estoy aquí de pie con una sonrisa en el rostro.
Tiene razón me tengo que levantar , debo surgir de las cenizas en las que me encontraba y volar con una sonrisa en el rostro admirando lo que aún tengo.
Una vida y una meta que rondaba mi cabeza desde que acepté mi nuevo yo.
—¡Iré a los Paralímpicos!—grité con fuerza y lo abrase con ganas.
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Título: Hasta el final.
¿Sabes de ese momento cuando piensas que tu vida ya no tiene sentido?Eso pensé el día que supo que nunca más volvería a correr.
¿Sabes de ese momento cuando piensas que tu vida vuelve a tener sentido?Eso pensó el día que me dijeron que mi carrera como atleta no estaba acabada.
Un accidente cambió mi vida, pues siempre quise asistir a los Juegos Olímpicos. Los comentarios de las personas que me rodeaban comenzaron a invadir mi mente:
<<Ya olvídate de esa estupidez de correr y estudia>>
<<Correr no es lo único que sé puede hacer en la vida. Ven con nosotras a tomar el té>>
<<No pierdas más el tiempo pensando que un día caminarás, acaba de poner los pies en la tierra>>
Cada día me fui derrumbando más y más. Los que decían ser mis amigos, eran los que me hundían en mi propia tormenta. Todos se unieron para hacerme perder el amor que le tenía a la vida.
Hasta ese día que llegó un muchacho a mi casa, recuerdo que se llamaba Aaron James. Me dijo que me veía todos los días correr en la pista. Que veía cuantas veces me caía, pero me volvía a levantar. Que para tener 16 años, era muy terca y persistente. Lo último que dijo fue que quería ser mi guía. Que iría a los Juegos Paralímpicos, porque era una guerrera.
Eso me animó, y ya mi deficiencia visual no era un problema, sino un reto para seguir luchando por mis sueños.
Hoy tengo 29 años, he ganado ya 4 medallas de oro en los 400 metros planos. Me siento realizada, y puedo decir que mi vida nunca acabó. Todo fue una prueba, una prueba de resistencia. Al principio me cansé rápido, pero luego continúe hasta la batalla.
A veces no todo sale como esperamos, la vida nos depara algo nuevo para cada persona. El destino lo creamos nosotros mismos. Todo lo que ocurre es para bien.
Al principio me deprimí, no es lindo que te digan que no podrás volver a a hacer lo que te apasiona. Pero aun así, con el paso del tiempo, aprendió que todo tiene un propósito, que a pesar de las circunstancias, no podía dejarse vencer. Que tenía que luchar hasta el final.