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Hoy, como todos los miércoles, les traemos los resultados a el desafío de la semana pasada. Queremos agradecer la participación de todos ❤️ el equipo de Novela Juvenil disfruta leyendo mucho sus pequeños relatos, para nosotros representa un desafío poder evaluarlo ya que siempre los resultados son sumamente reñidos.
En esta ocasión tuvimos cinco ganadores.
Nos volveremos a ver el día: Viernes 11 de Setiembre.
¡Los esperamos!
*La forma en la que se muestran los participantes no tiene un orden específico.
Azrael miró a su hermana pequeña enfrente de él. Aunque ya no era tan pequeña; acababa de cumplir los 18 años y ya había recibido tres propuestas de matrimonio. Ella no parecía darle mucha importancia: solía ser muy independiente y tenía un especial interés por las artes marciales. Eso no quitaba que tuviera un corazón de oro. Sin embargo, él quería asegurarse de que el hombre que se casara con ella la tratara como a su igual.
Su hermana embistió contra él por la derecha con su espada. Siempre había tenido buenas dotes para pelear.
—Lia, mañana parto al frente. Quizá... —¡Cállate! Intento ganarte. No estropees la que tal vez sea nuestra última pelea.
Azrael sonrió. A veces las formas en las que su hermana mostraba afecto le sorprendían de sobremanera.
La pelea duró treinta minutos, hasta que, en un ataque por la derecha él la golpeó por la izquierda y esta calló al suelo.
Lia sonrió.
Los dos hermanos se separaron. Lia estaba llorando.
—Te quiero mucho. Lo sabes, ¿verdad?
Azrael sonrió.
—¿Recuerdas nuestro lema?
La chica asintió y ambos empezaron a recitarla:
"El viento puede alejarte de mí. Quizá el sol pare de brillar aquí. Pero mientras seamos hermanos, siempre estaré junto a ti."
Ambos sonrieron.
—Prométeme que cuando crezca, me dejarás ir contigo.
Azrael no pudo contener la emoción que sentía en el pecho por cuánto amaba a su hermana y la abrazó, depositándole un suave beso en la cabeza.
—Te lo prometo.
Lamentablemente eso nunca se llegó a cumplir, ya que allí estaba él ahora: muerto, mirando cómo su hermana lloraba desconsoladamente en el árbol de cerezo y sabiendo que no podía hacer nada, porque no podía verle ni escucharle.
