¡Feliz jueves, hermosos seguidores!
Como todas las semanas les traemos a los ganadores de nuestro último desafío. <3 Queremos agradecerles el apoyo y cariño que le brindan a este aparato, son los mejores.
*La forma en la que se muestran los participantes no tiene un orden en específico.
***
Era casi medianoche y ya íbamos en el auto de regreso a casa. Al contrario de mí, Diana estaba borracha y murmurando tonterías de vez en cuando.
El camino de vuelta era un poco largo, y la niebla hacía que el bosque que nos rodeaba se viera aun más espeluznante. Los chicos de la escuela siempre hablaban de las desapariciones misteriosas y los fantasmas que lo habitaban, aunque yo en realidad no me tragaba nada de eso. Sólo eran patrañas para atraer a los turistas.
Tenía la mente en las nubes cuando apareció un joven en medio de la carretera y no tuve tiempo de reaccionar. Mi corazón se detuvo cuando escuché el golpe.
Había atropellado a alguien.
Me quedé paralizada. Miré a Diana y vi que seguía dormida como si nada, y sin pensarlo más salí del auto. Marqué el número de emergencias y caminé hacia el frente, esperando encontrar a un chico malherido.
Pero no había nada, solo un charco de sangre y un rastro rojo que se alejaba en dirección al bosque. Estaba aterrorizada. Miré a todos lados, perdida y sin saber qué hacer, hasta que vi algo peor.
Diana había desaparecido.
Comencé a gritar su nombre como una desquiciada, hasta que escuché el ruido del teléfono y lo puse en mi oído.
—¿Señorita? ¿Cuál es su emergencia?
—Por favor... necesito ayuda... mi amiga...
—¿Señorita? ¿Sigue ahí?
En ese momento me convertí en otro de los rumores que rondaban alrededor de aquel bosque...
***
Esa noche la niebla era capaz de tajar la piel. El camino a la casona parecía demasiado largo, pero en el momento en que la joven notó que la habían dejado sola, consiguió salir de aquel lúgubre sótano y escapar por la primera ventana que vio.
Amortiguando cualquier ruido que pudiese escapar de su boca, usó una mano para cubrirse y la otra para abrirse paso entre la maleza.
Le ardían los pulmones y la garganta, hacía demasiado frío y no recordaba cuándo fue la última vez que bebió agua. Cada paso que daba se sentía como si un cristal afilado atravesara la carne maltrecha de sus extremidades.
Desesperada, se lanzó al camino tan pronto sintió el frío asfalto bajo sus pies descalzos, y creyó tener suerte cuando a lo lejos divisó un vehículo que se acercaba.
Agitó los brazos, intentó gritar pero no pudo, le dolía el alma y sólo quería recuperar su vida.
Sin embargo, cuando el auto negro se detuvo frente a ella lo supo: había caído en las garras del cuervo una vez más.
***
Rebuscando una caja en el ático de mi casa me encuentro con un marco de fotografía lleno de polvo. Un fuerte deseo de cogerlo me hipnotiza y dejo lo que estaba haciendo y la agarro. Soplo con ímpetu para conseguir ver la fotografía dentro. Es de una chica joven y con los ojos vidriosos. Sin dudarlo reconozco quién es. Es mi exnovia.
La recuerdo con nostalgia y tristeza.
Y sin saber porqué, un dolor en la palma de la mano me estremece esparciéndose por todo el brazo hasta llegar al hombro. Me pincha cada vez más fuerte, cierro los ojos y noto como sube hasta la cabeza.
Eso parece aliviar. Siento vértigo y la respiración es cada vez más lenta y relajada. Abro los ojos y ya no estoy en casa. Un fuerte olor a lavanda se instala en mis fosas nasales queriendo ocuparme. Frente a mí hay un sendero largo y a lo lejos comienza a aparecer una mujer. A sus espaldas lleva una niebla oscura que avanza hacia mí. Ella sonríe con la mirada perdida.
—¿Has sido bueno, Unai? —pregunta, sin mover los labios, con una voz lenta y sinfónica.
Niego con la cabeza sin haber mandado esa orden a mi cerebro.
—-¿Dónde estoy?
Y un ruido sordo y desquiciante comienza a perturbar este momento tan surrealista.
—En el final del juego— advierte con elegancia.
Vacilo un segundo para pensar.
—-¿Qué juego? —digo mientras la niebla me invade.
—El de la vida...
***
Estaba en uno de aquellos paseos incesantes, en presencia de una noche atestada de niebla fulgurante y lluvia breve que humedecían mis gafas verdosas. Me hallaba en un camino enigmático con la chica que siempre acompañaba mis dementes escapatorias de la vida. Ella era mi dulce amiga, una joven con completa mansedumbre y fogosidad en su interior; era una verdadera dicha tenerla como mis alas de sobrevivencia.
Los dos procedimos a sentarnos en una de tantas bancas de aquel parque arcano.
—¿Ves esa estrella de allá? —deleitó señalando al cielo nublado.
—No la veo ¿Dónde está? —le cuestioné.
—Eres esa estrella, aún cuando creas que eres imperceptible, para mí eres la estrella más llamativa de todo el universo.
Sonreí melifluo a las palabras formuladas por sus labios, pues ya era costumbre escucharla decir ese tipo de halagos, sería de extrañar que en algún momento la chica no citase tales cosas. Era algo que más amaba de ella.
—¿Sabes? Tu voz es el mejor ruido que mis oídos pudieron haber contemplado en toda mi larga existencia en este mundo —dije a respuesta de su anterior cumplido.
Ella se regocijó mientras apoyaba su cabeza en mi hombro, para así ver el cielo que por suerte ya se había despejado mostrando las hermosas estrellas decorando la noche.
***
El miedo se hizo presente en todo el cuerpo de David con aquel tétrico ruido, que lo comenzó a seguir justo en el momento en el cual el joven se guiaba con dificultad a través de aquel camino, mismo que la espesa niebla le permitía transitar a esas horas de la madrugada.
–David, David, David... –la siniestra presencia que lo llamaba con puerilidad, parecía saber quién era y por lo visto quería que volteara a ver hacia atrás.
Su corazón solo deseó haber escuchado a sus amigos y esperado la llegada del día para regresar a su casa. En aquel instante corrió a más no poder, pero la espesura de la oscuridad mezclada con la niebla le impedían la visibilidad y la desesperación se clavó en su pecho.
Cayó desplomado al suelo, la piel de su mejilla le ardía y sintió que le faltaba la respiración; podía escuchar unos pasos lentos detrás de él. La presencia estaba tan cerca de él que en un lapsus de valor, David tomó una piedra y se abalanzó sobre lo que fuera que lo viniera siguiendo, derribándolo con una pedrada.
Escuchó un alarido descomunal y una caída, era evidente que había vencido a lo que fuera que lo persiguiera. Cuando se acercó para ver lo que era, una vez más su cuerpo se llenó de un temblor y sus ojos no podían creerlo: era él.
***
Cuando la niebla pende sobre mis recuerdos y me fundo a los espacios más oscuros, vuelvo a aquel sitio donde nos conocimos.
Era apenas una joven recién salida del cascarón. Creía que esgrimir un libro de poesía era la solución a todas mis miserias. Venía de un hogar disfuncional y pretendía, a toda costa, pintar de arcoíris mis fantasías.
Pero de falsas sonrisas está pavimentado el camino al infierno. La mano que me extendiste llevaba garras de gavilán.
─Prometo protegerte siempre ─me aseguraste─. No tendré más sueños que tus sueños ni más luces que tus sombras. Fúndete a mi ruido y hagamos de dos cuerpos un arpegio sonoro con una cadencia cristalina.
Tantas palabras bonitas hilvanadas con caricias desarmaron mi entereza en un momento. Fui tuya en cuerpo y espíritu. Luego... ya no hubo un luego. Nos convertimos en dos extraños sin futuro. Tú seguiste tu rumbo y yo me quedé varada en el mismo sitio.
Siempre que la tristeza cae sobre mis hombros, regreso tras mis pasos. Como depredador que acecha a su presa, espero tu llegada. Eres demasiado predecible.
Te acercas a una chica y, con aire enamorado, le lanzas una promesa:
─Te protegeré siempre...
Te interrumpo antes de que las mentiras hagan mella en su endeble resistencia. Me prendo a tu brazo y finjo ser tu novia. Aunque me asquea tu cercanía, ya he salvado a dieciséis muchachas del embrujo de tus besos.