La psicopatía de Darek [+21]...

By DarkAngel15_

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En la Prisión Federal de Barrow se encuentra Darek Lombardi, uno de los presos más peligrosos del país. Tras... More

Prólogo
1. Llegada a la Prisión Federal de Barrow.
2. Él es Darek Lombardi.
3. No le temas a la muerte, témeme a mí.
4. Nefario.
5. ¿Duncan?
6. No me arrepiento de nada.
7. ¿Paul Johnson?
8. Cuidado con el monstruo.
9. Que empiece el juego, angioletto.
10. ¿Plan de escape?
11. Vives en una mentira que tú misma crees.
12. Daryl y Damon Lombardi.
13. Ha sufrido un infarto.
14. Un día con Daryl.
15. Matar o morir.
16. El diablo.
17. Ti auguro tanto.
19. No confíes en nadie.
20. ¿Dejar que los malos ganen?
21. ¿Quién te hizo eso?
22. Bésame, Darek.
23. Organizarlo todo.
24. Si algo puede salir mal, saldrá mal.
25. Huida.
26. El líder ha vuelto.
27. Nacimos para matar.
28. Pásalo bien con Duncan.
29. Tortura.
30. Amón Hudson.
31. Cada mala acción merece un castigo.
32. Contrato.
33. Liberación a Hill.
34. ¿Un arma?
35. Abuelo Lombardi.
36. Sin cuerpo, no hay muerto.
37. El día ha llegado.
38. Darita... el lago.
39. Trato con Heather.
40. La cena [+18]
41. La mercancía.
42. Paul y Heather.
43. ¿Traición?
44. Eres un monstruo...
45. Una invitación y nueva información.
46. Logan Johnson.
47. Tensión.
48. Día de misiones.
49. Nos volveremos a ver, angioletto.
50. Buen ángel.
51. ¿Me extrañaste?
52. La traición se paga con sangre.
53. ¿Williams?
54. Sempre fedele.
55. Rescate.
56. El destino da muchas vueltas.
57. Las promesas se cumplen.
58. Ayúdame a olvidar.
59. Una bala y dos personas.
60. Sono pazzo di te.
61. Volver a huir.
62. Nuevas noticias.
63. Daia Lombardi.
64. Cada principio, tiene un final.
65. Confusión.
Epílogo.
Epílogo 2.0 (Final alternativo)
Extra Halloween
Extra: Darah.
Extra: Delena M.

18. Todos aquí están locos.

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By DarkAngel15_

Darek Lombardi

Ti auguro tanto.

Las palabras de Darah resuenan en mi mente, su tono de voz bajo y provocador y esa sonrisa que me dio antes de irse. No voy a poder aguantar mucho más así, menos si ella me provoca de esta forma. Sabía que me deseaba, que le atraía, pero una cosa es eso y la otra decirme al oído que me desea.

Dejando a ella a un lado, pienso en que me quedan menos de dos semanas antes de que Williams y Hill hagan algo en mi contra. ¿Quieren matarme? Que lo intenten, bueno, ya lo intentaron y no les salió muy bien, eh. Recuerdo el cuerpecito inerte de Earl a mis pies, desangrado por el corte que le hice en el cuello. Una sonrisa se extiende en mi rostro al recordarlo, hace mucho que no hacía algo así, necesitaba matar a alguien y liberar tensiones.

Mi vista se pasea de un lado a otro, observando a Hill. Él camina de un lado a otro frente a mi celda, la porra golpeando los barrotes haciendo un ruido que no puedo soportar por mucho tiempo más.

—Dos semanas eh —comento y él dirige su mirada hacia mí, con confusión—. Tic, tac, tic, tac —imito un reloj, mientras miro al libro que tengo delante.

—¿Qué mierda dices? —pregunta él de malas formas.

—Nada, leo en voz alta —sonrío.

Él sabe que no es así. Sabe que sé que planea matarme, pero él no sabe que antes planeo escaparme de aquí dentro. Sigo pensando en el mismo tema, necesito la maldita llave para salir de aquí. Puedo convencer a Darah, pero la pondría en un peligro innecesario y no quiero eso. Tengo otros planes para ella y para eso, la necesito viva.

De pronto veo pasar al celador Torres, él se acerca a Hill y le dice algo en voz baja para que se vaya. Por fin, el ruido que él hacía cesa, quedando todo prácticamente en silencio. Dejo el libro encima de la mesa y me incorporo en mi cama, quedando sentado. Torres me mira a mí, como yo lo miro a él. Al principio, no decimos ni una palabra, nos quedamos en silencio observándonos. Me suena tanto... parece que lo vi en alguna otra parte.

—Don de la mafia italiana —murmura él, para que tan solo yo lo oiga—. Me duele que no te acuerdes de mí —comenta Torres, dramático.

Me quedo totalmente desconcertado, hasta que me acuerdo de él. Jack Torres, antiguo compañero de instituto con el que no me llevaba del todo mal. Compartíamos algunos gustos como los videojuegos y el mismo tipo de música. También algunas ideas como la de formar una mafia, me río al recordar que él creía que yo iba de broma, cuando iba totalmente en serio. En esa época yo ya estaba planeando algo para quedarme con la mafia que tenía mi padre.

—Jacky —lo llamo por su apodo en el instituto—. Te dije que iba en serio con lo de asesinar a la gente —le recuerdo, con una sonrisa.

—Me impresionó verte aquí, nunca pensé que irías en serio... bueno, en realidad sí —admite él, todavía hablando en voz baja—. Y dime, ¿terminaste formando una mafia y siendo el jefe?

—Mira donde estoy, ¿tú qué crees? —me río—. Y tú acabaste de celador, irónico.

—Porque con el tiempo supe que no ibas en broma, así que... aquí me ves, por si estabas en algún aprieto como este.

Alzo las cejas al oírle decir eso. Me quedo frente a él, observando hacia un lado y al otro, comprobando que no hay nadie por los pasillos que nos pueda escuchar.

—¿Vas a ayudarme? —pregunto, bastante interesado.

Él sonríe.

—Tú dime el día y la hora del escape y yo te ayudo, con una condición —le doy una mirada, para que hable—. Trabajar para ti, odio este maldito trabajo, sobre todo a Hill y al maldito director que no sé de qué van.

—Hecho —acepto sin rechistar.

Él suspira, aliviado.

—Es increíble que no me hayas reconocido —comenta él, negando con la cabeza con una sonrisa.

—He conocido bastantes personas en mi vida, normal que a veces me olvide alguna —ruedo los ojos—. ¿Cómo me dices esto ahora? —le pregunto, desconfiando de él.

—He oído a Hill cantar —frunzo el ceño—. La letra de la canción era: Me libraré de Darek, él va a morir. Me libraré de Darek, él debe morir —se me escapa una carcajada al oírlo.

—Qué discreto —digo, irónico.

Él enseguida se calla y se aleja de mí, sé que viene alguien por lo que también me distancio de los barrotes de la celda y me siento en el borde de la cama. Me sorprende ver a Vicky, plantada frente a mi celda, mirándome con una extraña sonrisa.

—Hola, Victoria —la saludo, con una sonrisa encantadora—. Dime, ¿qué haces aquí? —su mirada me muestra burla y diversión, sé que no debo confiar en ella, ni siquiera Darah debería.

—Nada, solo comprobar que estabas en tu celda —dice ella, paseando su mirada por todo mi cuerpo—. Una lástima que tan solo te queden dos semanas de vida... —de sus labios, se expande una sonrisa—. Me preguntaba si... bueno, antes de morir querrías... —ante su insinuación, sonrío.

—Si querría... ¿qué? ¿Follarte? —le pregunto sin rodeos—. Te falta tener el cabello pelirrojo, ojos azules y llamarte Darah Evans para que quiera eso —me río—. Vas de buena amiga, pero en realidad no eres más que una falsa, que muestra su lado encantador y divertido para caer bien... —digo, convencido—. Al final no somos tan distintos, Victoria. Tan solo que yo no finjo ser una persona completamente distinta para aprovecharme de una pobre chica que confía en ti ciegamente —miento, porque yo sí haría eso.

—Lástima que Darah no quiera nada contigo —dice, intentando hacerme daño—. Y que no te vaya a ayudar a salir de aquí... Al final morirás —sonríe, con maldad.

—Morir moriremos todos algún día, ¿no crees, Victoria? —pregunto, levantándome de la cama y caminando hacia ella—. La muerte es algo hermoso, no le temo a ella —digo, con sinceridad—. Sobre todo, es hermosa cuando eres tú la propia muerte, cuando tienes el poder de quitarle la vida a alguien. Dime... ¿tú le temes a la muerte? Si me dices que no, enhorabuena, eres una de los míos. En cambio, si me dices que sí... dime, ¿qué se siente al tenerla frente a ti?

Da un paso hacia atrás, queriendo buscar distancia entre nosotros dos. Sus ojos cafés ya no reflejan la burla y la diversión de antes, sino que me muestran miedo e inquietud. Mi sonrisa sigue en mi rostro, mostrando tranquilidad mientras la amenazo sutilmente.

—Antes de que mates a alguien te mataremos —advierte Victoria, que me sorprende con ese plural.

—Mataremos —repito con más detenimiento—. ¿Quiénes más estáis en el ajo?

—Adiós, Darek —ignora mi pregunta y hace el amago de irse, hasta que se vuelve a girar—. Haré todo lo posible para que Darah te odie en tus últimos días de vida, tan solo te advierto —me da una sonrisa falsa.

Torres me mira con una ceja alzada, preguntándose a qué viene eso. Tan solo me encojo de hombros y espero a que sea hora de mi terapia con Darah. Sé que ella no es tonta, dudo que le vaya a creer las mentiras a Victoria. Pero es su amiga aquí, así que...

Lidiaré con ello.

—Tienes visita —vuelve a aparecer Hill de la nada, abriendo la puerta de mi celda.

Observo como saca las esposas de su cinturón y me las pone en las muñecas, apretándolas lo máximo posible para hacerme daño. Será cabrón. Me agarra de uno de mis brazos y tira de él, sacándome de la celda y arrastrándome hasta la sala de visitas.

—Tus días están contados —me susurra Hill, antes de soltarme.

—Los tuyos también —le respondo, sin mirarle siquiera.

No dice nada más, deja que me vaya para hablar con Daryl, quien me está esperando pacientemente en nuestra mesa de siempre. Observo su cabello negro bien peinado, sus ojos verdes se posan en los míos, mirándome con detenimiento. Los Lombardi tenemos un don, que es saber si algo va bien o mal. Él sabe que algo está yendo muy mal, por eso frunce sus cejas preguntándose qué pasó ahora.

—Hola, hermanito —me saluda él, con su típica sonrisa—. ¿Pasó algo más con Hill? —pregunta, en voz baja.

—Pasaron tantas cosas... —me acomodo en la silla—. Hill y el director mandaron a Earl matarme, como ves, no lo consiguieron.

—¿Qué? ¡Te lo advertí! —le doy una mala mirada para que no hable en voz alta—. Perdón, ¿qué pasó después?

—Lo maté yo —respondo con sencillez—. No fue tarea muy difícil, tropezó, cayó al suelo, le pisé el cuello, le robé el cuchillo y una vez en pie, le rajé el cuello —digo, con orgullo—. Todo eso esposado, llámame... maestro.

—Increíble —da un aplauso—. ¿Qué más sabes?

—Darah los escuchó hablar, tenemos menos de dos semanas para sacarme de aquí —le informo, con más seriedad—. No sé qué voy a hacer con Darah, porque siento que todos aquí están locos.

—¿Temes por su seguridad? —pregunta, con una sonrisa burlona—. Te gusta Darah —canturrea en voz baja.

Stai zitto idiota —no vale la pena contradecirlo, porque es perder el tiempo.

—Cállate idiota —me imita y se echa a reír—. En fin, pongámonos serios, por favor. Vale, hablaré con Duncan para que acelere el plan. ¿Tú ya sabes qué hacer para salir de aquí? Porque sinceramente, lo veo muy complicado. Necesitas la ayuda de alguien mínimo para salir de tu celda.

—Eso ya lo tengo hecho —le informo—. Alguien me ayudará a salir a cambio que le demos un trabajo en la organización, obviamente acepté, además que es de confianza —él se extraña—. Iba conmigo al instituto, no lo reconocí hasta hoy —le explico.

Perfetto —sonríe—. Ah, Damon ha matado a un chico el otro día en el pub —confiesa, un poco arrepentido—. Solo le perdí de vista un segundo y... cuando lo encuentro, bueno, otro muerto —se encoge de hombros—. Duncan se encargó de todo mientras yo llevé a Darah al hospital, para visitar a su padre. Al parecer sufrió un infarto, porque Heather lo llamó, sabe de su existencia y probablemente de la de Darah.

—Mátala.

—No es tan fácil —me hace entrar en razón—. Tienen montada una bastante espectacular, cuentan con varios negocios y son muy reconocidos, sus muertes pueden crear una gran polémica en Barrow y eso no es muy bueno. Además, tienen unos tres hijos, creo y ellos son como sus padres, naturalmente —me informa.

—Mátalos.

Adoro mi forma de responder, con esta simpleza que tanto saca de quicio a Daryl, quien me quiere tirar algo a la cabeza.

—Cuando salga de aquí quiero la sala de torturas libre —él alza una ceja, prestando atención—. Va a empezar a morir gente de aquí —sonrío, con maldad—. Uno a uno, todos caerán... el primero, Hill y el segundo, Williams.

Hill debe pagar con su vida todos los golpes que me pegó. Él debe pagar cada una de las cosas que me hizo durante mi estancia aquí. En las celdas de castigo, esos golpes con la porra en las costillas y abdomen, me golpeaba hasta que se cansaba y luego se iba, como si no pasara nada. En la actualidad, el que haya mandado a ese panoli de Earl a por mí, el que quería matarme. Oh, lo siento, pero eso tiene un precio.

—Relájate —me aconseja Daryl—. Sé en lo que piensas, más que nada porque tus pupilas se dilataron un huevo —mira mis ojos—. Hay que ir por partes, la primera, la salida. Sí, sabemos lo que tenemos que hacer, pero... necesitamos acceso al interior —dice él, bajando su tono de voz—. Duncan pensó en hacerlo todo lo más silencioso posible, sin tiros a menos que sea una emergencia. Él pensó drogar a los vigilantes, para que no nos pudieran ver, ni a nosotros, ni a ti —asiento con la cabeza, dando mi aprobación—. Luego acercarnos con una pequeña lancha, para no hacer tanto ruido. Te esperaríamos en la playa, no en el muelle, ya que sería muy predecible.

—Ajá.

—Si nos persiguen huir por unos conductos subterráneos que no están muy lejos de aquí, estudiamos el plano y aunque luego tendríamos que dar un buen rodeo a la ciudad de Barrow, parece la salida más viable. Eso sí, si la cosa se pone difícil aquí, en la isla, traeremos equipo aéreo para que nos apoyen. Aunque haya que matarlos a todos, no importa, te vamos a sacar de aquí —asegura él, con una sonrisa.

—Perfecto, hermano —siento que alguien se acerca, para avisarnos que el tiempo ya se acabó—. Adiós, entonces —me despido de él, al mismo tiempo que me levanto de la silla.

Alguien agarra mi brazo y me aleja de él. Daryl se despide con la mano, dándome una sonrisa, asegurándome que todo va a salir bien. Al menos en el exterior, en el interior ya veremos. Con la ayuda de Torres espero que no sea tan complicado salir, él me facilitará las llaves de mi celda, con suerte me conseguirá su arma y... listo. Saldré de ahí siguiendo el plan que tanto me memoricé en los últimos días. Como planea Duncan, hay que actuar sigilosamente y disparar en caso de emergencia.

Siento una gran liberación al quitarme las esposas y al entrar a mi pequeña celda cuadrada. Torres aprovecha el pequeño momento a solas para preguntarme si todo va bien.

—Dirígete a... —le doy la dirección del hotel—. Cuando tengas un día libre y pregunta por Daryl o Duncan, diles que vas de mi parte, que eres el hombre de confianza que le comenté a Daryl. Ahí te dirán qué hacer.

Él asiente sin rechistar. Abandona la celda y me encierra en ella, distanciándose de mí para que nadie sospeche nada. Lo sustituye Hill, que lo veo aparecer nuevamente y acercarse a mi celda para informarme de algo.

—Darah se fue al hotel, dice que se encuentra mal. No la creo, ¿sabes? Lo que yo creo es que no quiere hablar contigo, por eso se fue.

—Vale.

—No te aguantaría...

—Vale.

—La entiendo, pobre chica, enfrentarse a alguien como tú la debe tener agotada.

—Vale.

¿No se da cuenta que lo estoy ignorando o qué?

—¿Solo sabes decir vale?

—Vale.

—Inmaduro —gruñe él, con rabia.

—Vale.

—¡Para de decir vale!

—Vale —sonrío.

Y así, es como se le saca de quicio a alguien. Diciendo tan solo "vale", increíble, ¿verdad? Pues nada, ya que Darah no viene voy a quedarme aquí, acostado en mi cama y perdido en mis pensamientos más oscuros. Pensando en las formas de tortura más dolorosas para aplicárselas a Hill.

Porque él es mi siguiente víctima, se lo ha ganado a pulso. 

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