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Oleh mkima_

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ใ€Œ ๐—”๐—ฅ๐—– ๐—ข๐—ก๐—˜ ใ€๐šƒ๐™ท๐™ด ๐™ฑ๐™ฐ๐™ณ ๐™ป๐š„๐™ฒ๐™บ ๐™พ๐™ต ๐™ผ๐™พ๐™พ๐™ฝ
โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿข๐Ÿฃ: ๐™ผ๐™ฐ๐™ป๐™ฐ ๐š‚๐š„๐™ด๐š๐šƒ๐™ด
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ใ€Œ ๐—”๐—ฅ๐—– ๐—ง๐—ช๐—ข ใ€๐šƒ๐™ท๐™ด ๐™ฑ๐™ป๐™พ๐™พ๐™ณ ๐š†๐™ธ๐™ป๐™ป ๐š๐š„๐™ฝ
โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿข๐Ÿฆ: ๐™ป๐š„๐™ฝ๐™ฐ ๐š‚๐™ฐ๐™ฝ๐™ถ๐š๐™ธ๐™ด๐™ฝ๐šƒ๐™ฐ
โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿข๐Ÿง: ๐™ฟ๐š๐™พ๐™ฟ๐š„๐™ด๐š‚๐šƒ๐™ฐ๐š‚
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Oleh mkima_

𝓐ntes de que Moon abriera los ojos, ella ya sabía que lo se encontrará al hacerlo no será nada bonito. Un incómodo dolor de cabeza le hace apretar los dientes, queriéndose llevar la mano hacia aquella zona para verificar que todo estaba bien. Pero, su cuerpo todavía no respondía. O, al revés, no dejaban que respondiera.

No está en su cama como de costumbre, porque no siente las sábanas abrazar su piel; es más, en aquel momento sentía un frío horrible que hacía que estuviera comenzando a temblar de pies a cabeza. Porque, esa era otra: no estaba tumbada. Sino que estaba de pie, sentía las plantas de sus pies pararse en un incómodo suelo de hormigón además de que le dolían los hombros y los brazos en general, lo que quería decir que los tenía alzados hacia arriba.

Quizás fuera la curiosidad lo que le impulsó a abrir los ojos y enfrentarse a la realidad, o los recuerdos borrosos que tenía de que alguien la había llamado "perra" y quería decirle a esa persona que sí, que era una perra y que lo siguiente que haría sería tratar de morderle. En todo caso, Moon poco a poco, abrió sus ojos y pestañeó en unas cuantas ocasiones porque la luz le molestaba y le causaba un poco más de migraña todavía.

Delante suya había una silla de madera que no estaba siendo ocupada por nadie, y la habitación donde se encontraba parecía que estaba a medio construir todavía; porque había trozos de pared sin pintar, las tuberías asomaban por ciertas partes y no había suelo como tal, sino que todo era hormigón. Moon levanta su cabeza, para así ver como sus muñecas estaban atadas a una tubería que sobresalía del techo y la impedía el moverse. Después, baja la mirada y ve que solamente lleva puesta la ropa interior; siendo esa la razón del porqué tenía tanto frío.

Tira en vano de la tubería, intentando quizás romperla para liberarse así de aquella atadura. Después intenta aplicar fuerza colgándose de ésta aunque eso hiciera que sus brazos dolieran más; pero tampoco da resultado porque la tubería era muy fuerte o Moon era tan insignificante que ni siquiera lograba romperla. Sisea con dolor y su rostro se contrae al volver a notar pinchazos en su cabeza, trata de respirar hondo pensando en dónde estaba y, aún más importante, como podría escapar.

—Joder...— susurró Moon, tratando de nuevo tirar de la tubería para romperla. —¿Y esto tiene que pasar justo antes de mi cumpleaños?— soltó una risita incrédula. —Al final será verdad y todo eso de que es un puto día de mala suerte. Ahora va a resultar que mi padre no está tan loco como siempre creí.

—El otro día, leí en algún sitio que hablar solo es una señal de inteligencia.

La única mujer paró de forcejear y miró al chico que acababa de entrar a la habitación, que había cerrado la puerta y que caminó con pasos lentos hasta plantarse delante de ella esbozando una pequeña sonrisa. Su pelo era de color negro azabache, tenía los ojos claros y una cicatriz cruzando su mejilla derecha; seguramente producto de alguna pelea. Además de que era un poco más alto que ella y aparentaba su misma edad. La vista de la chica después viajó hasta el uniforme que vestía, reconociéndolo en ese mismo instante porque lo había visto hacía apenas unas horas; aunque realmente no sabía el tiempo que llevaba ahí atada inconsciente.

—Entonces, yo me llevo el premio a la más inteligente. Incluso discuto conmigo misma, es divertido.— el otro chico soltó una pequeña carcajada, como si estuviera hablando con una amiga de toda la vida. —¿Tú también eres de Bodhi? ¿La pandilla del moco?— bufó. —Sois como las cucarachas, al parecer. Matas a una y salen quince más.

—Me tomaré eso como un halago, Moon.— murmuró el chico, aún sonriente. —Y, sí, soy de Bodhi. Es más, soy su líder.

—Ah...— la chica también esbozó una sonrisa socarrona. —Así que, tú eres el que has elegido ese nombre de mierda.— Moon frunció el ceño cuando él ni siquiera mostró un atisbo de molestia en su rostro, sino que siguió sonriendo impasible como si fuera un robot. —¿Cómo te llamas tú?— Preguntó borrando cualquier atisbo de sonrisa de su rostro, molesta ahora ella.

—Shiro.— Moon rio. —¿Qué te hace gracia?

—Que tu nombre me suena a muerte*.— Siguió riendo, ahora haciendo que el mismo Shiro pensara que aquel golpe que le habían dado en la cabeza había afectado a sus facultades mentales. Pero, cierta corazonada del chico le hizo pensar que Moon era así las veinticuatro horas del día.

—Bueno, ¿acaso no quieres saber qué haces aquí?— preguntó Shiro recuperando su sonrisa. —Si seguimos hablando de nombres, nos darán las tantas. Parece que no tienes curiosidad.

—Mi mami solía decir que "la curiosidad mató al gato".— recordó Moon. —Pero, lo admito, querido Shiro: tengo curiosidad. Así que, antes de matarme, dime que coño hago aquí con un idiota como tú hablándome y haciéndome perder el tiempo.

El chico torció su cabeza levemente hacia la izquierda, creyendo que Moon era de otro mundo porque no mostraba ni una pizca de miedo. Cosa que le hizo enfadar aunque supo disimularlo. La chica que tenía maniatada, semidesnuda y herida emanaba una presencia distinta a la de todas las personas que había conocido hasta el momento en el mundillo de la delincuencia: el aura de no tener miedo a perder absolutamente nada. Incluso su vida. Por eso, soltaba ese tipo de comentarios que le podrían llevar a una tortura o hasta la misma muerte; porque no sentía absolutamente nada.

—Oí algo de que Mikey, el invencible Mikey, se había conseguido a una perra.— empezó Shiro. —Así que, tenía curiosidad. Pensaba que sería una chica débil, ya sabes, de esas típicas que necesitan a un hombre a su lado para que la rescaten.

—Amigo mío, hace mucho que las princesas dejaron de necesitar a alguien que las salvara.— una bombillita se encendió en la mente adolorida de Moon. —¡Ah, por eso me habéis secuestrado! ¡Porque queréis derrotar a Mikey cuando venga a rescatarme como mi príncipe azul!

Vaaaaya,— Shiro rio. —veo que eres lista.

—Hago lo que puedo.— sonrió la chica una vez más. —Os habéis equivocado en todo, Shiro.

—¿A qué te refieres?

—Pues, que no soy la perra de Mikey.— empezó. —Y, lamento decirte que nadie va a venir a rescatarme como si yo fuera una damisela en apuros.— explicó. —Nadie viene a ayudar cuando realmente se le necesita, así que, no esperes que mi líder aparezca por esa puerta gritando mi nombre; ¡porque no lo hará!— sonrió y susurró con hastío: —Ni una sola persona en el mundo se preocuparía por mí ahí fuera, así que, ¿qué te hace pensar que me van a rescatar y que todo este plan va a salir bien para ti?

—Eres tú la que se equivoca.— contradijo el chico acercándose un poquito más al cuerpo indefenso de Moon. —Mikey nunca deja a los suyos atrás. Aunque ahora sea el líder de una banda que va por el mal camino.

—¿Os habéis molestado en secuestrarme solamente para eso?— preguntó. —Para tener el territorio de la Kanto Manji y su reputación, ¿verdad?— Shiro asintió. —Menudos gilipollas.— resopló. —Oye, ¿te puedo preguntar por qué estoy en bragas y en sujetador? Me voy a resfriar, ¡achís!— Fingió el estornudo.

—Bueno, algunos de mis chicos ahí fuera te tenían unas cuantas ganas porque, en el pasado, la Luna Sangrienta les hizo morder el polvo.— sonrió, pero Moon ahora sintió un escalofrío por percatarse de lo cerca que él estaba y de lo que transmitía aquella sonrisa. —Así que, te querían hacer morder otras cosas y te quitaron la ropa para hacerlo. Claro que les dije que no... Así que, supongo que me merezco algo de agradecimiento, ¿no?

Moon apretó los dientes cuando Shiro llevó su mano derecha hasta uno de sus pechos y lo apretó, mientras que la izquierda acariciaba de manera asquerosa la piel desnuda de su cintura. A continuación, el chico llevó sus labios hasta el cuello de la chica, apartando previamente su pelo, para pasearlos por esa zona de su cuerpo. Moon sintió tal asco que no sabría describirlo con meras palabras.

Cuando la mano de Shiro abandonó su cintura y tuvo la intención de inmiscuirse dentro de sus bragas, Moon levantó su rodilla y le propinó un golpe en la entrepierna tan fuerte que él retrocedió un par de pasos hacia atrás encorvado y murmurando insultos hacia ella. Moon esbozó una nueva sonrisa cuando él alzó su cabeza y la miró, para ahora decir:

—Te has olvidado de atarme las piernas,— dijo con un tono amoroso fingido. —cariño.

Moon sonrió una última vez cuando vio que, por fin, había conseguido que Shiro adoptara la mueca de enfado que llevaba escondiendo desde que comenzaron a hablar. Si algo de verdad molestaba a Moon era que las personas trataran de ocultar su verdadera cara. La chica creía que, si eras un asesino, entonces tendrías que tener el rostro de un asesino y no tratar de esconderlo detrás de una mueca amable. Así que, conseguir que Shiro por fin pareciera quien era, le hizo sentirse por un momento con el control, porque aún estando presa era capaz de herir tan solo con palabras.

El chico caminó hasta la puerta, la abrió pero no salió de la habitación. En cambio, dijo con voz dura a alguien de fuera:

—Traedme un bate.— ordenó, y miró a Moon todavía serio. —Serás mi saco de boxeo a partir de ahora.

Sun siempre decía que su hermana gemela buscaba problemas sin ni siquiera desearlo. Y Moon sabía que ella tenía razón. Bien se podía haber quedado con la boca cerrada, quizás dejarse violar y tan solo rezar para que tuvieran piedad y la soltaran en algún descampado a su suerte cuando se cansaran de ella. O quizás la matarían. Pero, la naturaleza de Moon era muy diferente a ello, y simplemente no podía quedarse quieta ni no resistirse.

Trató de abandonar su cuerpo como siempre hacía cuando Kai le castigaba en el dojo de la casa de los Kishaba, pero en aquella ocasión, no pudo. Los puños hacían daño, pero el bate lo hacía aún más; sobretodo cuando golpeaba sitios estratégicos en el cuerpo humano. Moon sintió que el oxígeno no llegaba correctamente a sus pulmones cuando el frío bate de metal le dio de lleno en las costillas, y después, comenzó a toser como una maniática dándose cuenta así de que su boca sabía a metal porque se le había acumulado la sangre ahí.

—Esto es lo que querías desde un principio, ¿verdad?— siseó Shio levantando el bate y golpeando a Moon una vez más, aquella vez, en sus muslos haciendo que estos temblaran y que sus manos fueran las encargadas de sostener el peso de su cuerpo atadas a una tubería. —Querías que te enseñara a base de golpes, como a una jodida perra. Eso es lo que eres.

—Sí...— Moon poco a poco, levantó su rostro porque le dolía el cuello y miró al chico que tenía delante con una sonrisa que mostraba sus dientes manchados de sangre. —¡Woof!— Fingió un ladrido. 

Shio la golpeó una vez más en el costado, y temió la chica que él le hubiera roto alguna costilla por el dolor que estaba sintiendo en aquel momento. Levantó su pierna por inercia, y trató de golpearle una vez más pero no pudo porque él fue más rápido y se apartó antes de que la joven pudiera golpearle; haciendo que ella chasqueara la lengua pero que no desistiera en tratar de alcanzar su cuerpo de alguna forma para defenderse.

—Eres fuerte, mucho más que algunos de por ahí fuera.— comentó Shiro. —Ay, ay, querida Moon...— murmuró con voz divertida. —Si tu hermano Aki nos viera ahora, ¿crees que te ayudaría? Ya sabes, ahora estáis en distintos bandos.— Moon levantó su cabeza una vez más y miró al chico con el ceño fruncido. —Pero, estoy seguro de que Sun estará muy orgullosa de ti allá donde esté por resistir tanto.

Moon creyó que había escuchado mal, pero no había sido así. Aquel bastardo había pronunciado con su sucia boca el nombre sagrado de su hermana gemela; pues pocas veces permitía Moon que alguien que no fuera ella o Aki dijera "Sun" en su presencia.

—¿Cómo...?

—Ya te lo he dicho: tenía curiosidad por la perra de Mikey.— cortó Shiro. —Así que, te he investigado y no he tenido que buscar mucho para encontrar al famoso Aki, ex miembro de la primera generación de los Black Dragons, en Brahman y el nombre de Sun en la tumba de los Kishaba.— soltó una risa. —¿Y tú qué crees que estará diciendo tu hermana ahora mismo en el más allá?

—¡¡Te voy a matar!!— gritó a los cuatro vientos la chica con toda la furia que tenía retenida en el pecho de una forma dolorosa. —Juro que te voy a arrancar la puta cabeza si vuelves a pronunciar el nombre de mi hermana gemela.— prometió. —¡¿Quién demonios te crees que eres?!

Moon retuvo saliva en su boca, y se la escupió a Shio directamente en la mejilla. Haciendo que él pusiera una mueca de asco, quitándose el líquido de su cara con los dedos para ahora agarrar más fuerte el bate y prepararse para golpear una vez más.

—Mírame bien, Sun.— habló de nuevo el chico. —Voy a enviar a tu hermana al puto infierno.

Si bien Moon era una chica fuerte físicamente, no lo era mentalmente. Había muchas cosas que podían afectarla, y sin duda, la mención de su sol era una de ellas. Sintió sus ojos picar de lágrimas mientras era golpeada, pero era más por el dolor mental que estaba sufriendo al imaginarse a su hermana gemela delante suya, gritando por ayuda para ella pero nadie podía venir a rescatarla porque nadie que no fuera Sun se preocupaba lo más mínimo. Estaba sola. Tan sola que un chico iba a matarla de un momento a otro y ni siquiera podía tratar de hacer algo para evitarlo.

La sangre que había salpicada en el suelo se mezcló con las lágrimas que derramaron los ojos bicolor de Moon. Se mordió el labio con fuerza, tratando una vez más de no sentir nada de dolor físico. El bate le golpeó la cara, haciendo que la girara hacia la izquierda por el impacto. Escupió al suelo, viendo como su saliva era entera escarlata. Entonces, sintió el frío metal del mismo bate ponerse bajo su mentón y obligarla a levantar la cabeza para verse a la cara.

—Ah, así estás mucho mejor. Llorando.— reconoció el chico. —Qué pena que ya me haya cansado de ti. Además, es de noche y nadie ha venido a buscarte; así que creo que no mentías cuando me dijiste que no vendrían.— rio con crueldad. —Ni siquiera le importas a tu propia banda. En fin, ¿algunas últimas palabras?

Moon no abrió la boca. Pero, su mente sí que habló. Por primera vez deseó tanto el ser rescatada que su corazón comenzó a doler. No quería morir de esa forma porque no había cumplido aún con lo que le prometió a Sun. Rogó en silencio que Mikey cruzara aquella puerta, que la salvara de esos golpes, de esas malas palabras y que la dijera que todo iba a estar bien. Que le quitaran aquel dolor con el que cargaba, y que pudiera hacerle tragarse a Shiro sus palabras.

Pero, sabía que eso no iba a suceder.

—Bueno, te ha comido la lengua el gato.— habló de nuevo el chico. —Di adiós, Moon...

—¡¡Líder!!— la puerta se abrió abruptamente dejando ver a otro chico de la pandilla Bodhi, justo cuando Shio se disponía a golpear a Moon en la cabeza para matarla. —¡Tenemos problemas!

Shio dejó caer el bate al suelo y salió de la habitación volviendo a cerrar la puerta y dejando a Moon viva y sola. Pero, ella no trató de liberarse como antaño; solamente se dejó. Su cuerpo colgaba de sus muñecas, haciendo que se le marcaran las cuerdas que la ataban produciendo un escozor horrendo. Su cabeza miró hacia abajo, cerró los ojos y su corazón comenzó a romperse un poco más de lo que ya estaba. Aki había mentido cuando dijo que los corazones siempre volvían a recomponerse y que estos se hacían más fuertes; porque el de Moon estaba roto en tantos pedazos que era imposible.

Moon escuchó una vez más el chirriar de la puerta al abrirse, pero ni siquiera se molestó en abrir los ojos y en mirar de quien se trataba, porque seguramente sería Shio una vez más. Había contado los minutos que habían pasado desde que se marchó, y quizás habían pasado unos quince o veinte donde Moon solamente se había quedado como muerta en vida. Se preparó para recibir ese golpe en la cabeza, para reunirse con su hermana y comenzó a armar en su cabeza la disculpa que le daría a Sun cuando la encontrara en el más allá por haberle fallado de tal manera.

Pero no pasó. Sus manos se libraron de aquel agarre, y sus brazos cayeron a cada costado de su cuerpo. Perdió el equilibrio y comenzó a caer hacia delante, pero entonces, la atraparon. Unas manos amables rodearon su cuerpo con cariño, brindándole el calor que le había faltado en todo aquel tiempo. Además de que ese mero tacto había hecho que sus golpes dejaran de doler y que su corazón volviera a latir desenfrenado porque había reconocido el olor de aquella persona.

Abrió su mirada y miró con los ojos desorbitados a Mikey delante suya, quitándose su propio toppaku para ponérselo a Moon y que así no tuviera frío y dejara de estar tan desprotegida vistiendo tan solo ropa interior. Los ojos del chico se habían vuelto más oscuros que de costumbre, sus pupilas se habían dilatado a causa del enfado y tenía unas ojeras algo marcadas; lo que quería decir que no había dormido en las últimas horas.

—Mikey...— Susurró Moon, haciendo que él por fin le mirara a la cara después de abrocharle el abrigo por ella.

—Lo siento.— Dijo el chico.

—¿Por qué lo sientes?— Preguntó ella.

—Por haber tardado tanto en venir a por ti.— contestó Mikey. —Ya te lo dije: no estás sola. Si alguien te hace daño, todos responderemos por ti.

Moon abrió la boca para decir algo más, pero entonces, Sanzu apareció en escena y dijo:

—Líder, no encontramos a ese hijo de puta de Shio.— informó y rio de forma incrédula. —Se ha escondido como una rata y ha dejado a su pandilla sola.

La única mujer reaccionó entonces, y su vista se dirigió al bate que todavía seguía tirado en el suelo y el cual estaba manchado con su propia sangre. Retomó el control de su cuerpo, y la ira volvió a fluir en grandes cantidades cuando recordó todo lo que le había dicho y hecho. Así que, se separó de Mikey, agarró el arma y salió de la habitación por primera vez consciente.

—¡¡Shiiiiiro!!— gritó Moon balanceando el bate entre sus manos. —¡Tú has jugado conmigo, así que ahora déjame a mí jugar contigo! ¡Yo seré el lobo y tú la ovejita! ¡Contaré hasta tres para que te escondas!— comenzó a caminar bajo la atenta mirada de Mikey. —Uuuuno, dooooos, treeees... ¡¡Escondido o no, allá voy!!

La chica no se había sentido nunca de aquella manera. La ira hacía que fuera inconsciente, y siempre sabía manejarla; pero en aquel momento no supo ni quiso. Así que, comenzó a jugar al escondite con aquel chico que la había torturado física y mentalmente con el único propósito de matarle. Moon nunca había matado a alguien, ni sabía si aquello le dejaría alguna huella imborrable en su alma; pero estaba dispuesta a averiguarlo solo si se llevaba a Shio por delante.

Subió un piso, encontrándose con cuerpos tirados de los miembros de Bodhi inconscientes. Caminó agarrando el bate tan fuerte que sus nudillos se habían vuelto de color blanco, y se metió por sitios que no sabía donde terminaban; pero al final de todo, logró encontrar a Shio tratando de huir por la puerta trasera y sin querer llamar la atención de nadie.

Moon sonrió y echó a correr blandiendo el arma. Su corazón latió con fuerza, sintió un hormigueo en sus manos y gritó mientras que el chico se daba la vuelta sabiendo que no tenía escapatoria alguna:

—¡¡Te encontré!!

El chico logró interceptar el golpe de Moon con sus manos, pero por la fuerza que ella había empleado, terminó tirado en el suelo de igual manera. Alzando el arma una vez más, la chica comenzó a golpearle una y otra vez como había hecho con ella anteriormente. Disfrutó sus gritos de dolor, el como le pedía que parara o que le perdonara. Se encontró a sí misma disfrutando del dolor ajeno como si fuera lo que ella necesitara para ser feliz. No se reconocía, y quizás, tampoco quería reconocerse.

—Dime...— habló Moon parando por un momento de golpearle. —¿Vosotros erais los que me habéis estado siguiendo?

—¿Q-Qué? ¡No!— contestó Shio desde el suelo, protegiendo su cabeza con sus brazos. —¡Nosotros jamás te hemos se-seguido!

—Al parecer no sois los únicos que estáis interesados en mí.— suspiró, pero volvió a sonreír alzando el bate. —¿Unas últimas palabras? ¿O te ha comido la lengua el gato?

Moon se dispuso a golpearle, a darle el toque de gracia y acabar con su vida porque se lo merecía. Pero entonces, una mano se posó encima de su hombro desde atrás, haciéndole parar y que mirara por encima de su mismo hombro para ver que se trataba de Mikey. Tenía una mueca de seriedad decorando su bello rostro, y miraba a Moon con una pizca de arrepentimiento en sus ojos; para ahora preguntar:

—Moonie,— comenzó. —¿estás segura de que quieres hacerlo?

Una sola palabra fue la que hizo que Moon recapacitara y que el bate se escurriera de entre sus manos para terminar en el suelo. Se giró hacia Mikey, sus ojos se llenaron de las lágrimas que no había derramado delante de alguien tan fácilmente y preguntó:

—¿Có... Cómo me has llamado?— Formuló con un fino hilo de voz, porque la voz no le quería salir de la garganta.

—Moonie.— Contestó él con sinceridad.

Fue lo que la chica necesitó para acercarse más a él y abrazarle, mientras que los brazos de Mikey también envolvían su cuerpo y una de sus manos se posaba en la nuca de Moon para instarla a que escondiera su rostro entre el hueco de su cuello y hombro; ahora, con ella sollozando y siendo débil por una vez.

—¿Puedes... Puedes volver a llamarme así?

No recordaba cuando había sido la última vez que alguien le había llamado por aquel apodo de una forma tan cariñosa y preocupada. Sun era la única que la llamaba así cuando estaba viva, y desde que murió, ese apodo también lo hizo. Así que, esa mera coincidencia, hacía que Moon volviera a ser esa niña de catorce años que solamente quería ser feliz. Recordó también el como había rogado que Mikey apareciera para salvarla, y el como pensó que no iba a ser así. Pero ahora estaba bien, estaba entre los brazos de aquel chico que, de alguna forma, hacía latir más rápido su corazón y sabiendo que si estaba a su lado, todo iría bien.

Fue la primera vez que Moon se sintió tan arropada. Con Mikey rodeando sus hombros mientras caminaban fuera de aquel edificio y vio en la calle a todos los miembros de Bodhi en el suelo derrotados por la Kanto Maji Gang; la cual había acudido en su totalidad al rescate de Moon. Se sintió importante, querida y lo más importante: parte de algo. Se reprendió a sí misma por haber pensado que los demás eran débiles, porque no lo eran para nada. Y también se dijo a sí misma que, quizá, el haberse encontrado con Mikey y que el destino hubiera hecho que acabara en su pandilla, había sido lo mejor que le podría haber pasado.

El camino hasta el edificio que servía de base para la Kanto Manji estuvo plagado de silencio. La mente adolorida de Moon estaba demasiado ocupada. Se vio a sí misma en una bañera, quitando la sangre de su cuerpo y después vistiéndose con ropa del mismo Mikey porque ella no tenía nada que ponerse y tampoco quería ir a su casa para encontrarse con Sora.

Cuando salió del baño, sintió que su corazón ya no dolía; y todo por ver a Mikey delante de ella esbozando una sonrisa ladina mientras movía su cabeza hacia una dirección en concreto y decía:

—Vayamos a la azotea.— propuso. —Seguro que te gustará ver el cielo esta noche.

—¿Por qué?— Preguntó Moon, pero no negó el seguirle.

—Porque hay luna de sangre.

Moon respiró hondo cuando el frío de la noche golpeó su rostro y movió su cabello húmedo por el baño que había tomado. Miró a Mikey, el cual se había tumbado en el suelo y miraba al cielo en busca de esa luna que se escondía detrás de una nube. La única mujer le imitó, tumbándose a su lado y esperando a que sucediera algo.

—Van a ser dentro de poco las doce,— comenzó diciendo Mikey. —y entonces será cuatro de diciembre.

—¿Sabes? Yo no fui la que dijo que ese día era de mala suerte.— aportó Moon. —Primero, lo dijo mi padre cuando nacimos. Después, ella también lo dijo.— Mikey observó como una lágrima solitaria volvía a salir del ojo de Moon y se deslizaba por el lateral de su rostro. —La echo tanto de menos.

—¿A quién?

—A mi sol.

La nube se apartó del cielo y dejó ver la luna por fin. El satélite había adoptado un color rojizo y también estaba algo más grande de lo normal gracias a aquel fenómeno de la luna de sangre que se daba cada cierto tiempo. Moon la vislumbró, mientras que una sonrisa crecía en su rostro por fin de verdad a pesar de que más lágrimas se deslizaban por su rostro.

—Feliz cumpleaños, Moonie.— Deseó Mikey cuando dieron las doce de la noche y un nuevo día dio comienzo a pesar de ser de noche.

—Desde hace mucho tiempo creí que estaba sola.— habló la chica, girando su rostro para mirar a Mikey; porque incluso le pareció más bello que la luna que tenía encima suya. —Deseé tanto mientras Shio me torturaba que aparecieras que pensaba que me estaba volviendo loca. Me engañé diciendo que no vendrías.— su labio inferior tembló. —Gracias por hacerme ver que estaba equivocada.

—Nadie te va a volver a tocar, te lo prometo.— dijo el chico. —Yo me encargaré de eso.

—Mikey...— susurró Moon, atreviéndose a agarrar la mano del nombrado y entrelazar sus dedos con los suyos en una muestra de cariño. —Eres mi héroe.

* En japonés, la palabra "muerte" se pronuncia "shi". Por eso, Moon dice que el nombre de Shiro le suena a muerte.

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Kamu Akan Menyukai Ini

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La verdad esta idea es pervertida al comienzo, pero si le ves mรกs a fondo en vastante tierno mรกs que perverso. nop, no hay Lemon, ecchi obviamente, p...
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Todas las personas se cansan. Junior lo sabรญa y aun asรญ continuรณ lastimando a quien estaba seguro que era el amor de su vida.