๐Œ๐„๐Œ๐Ž๐‘๐ˆ๐„๐’ โ”โ” ๐–ฒ๐–บ๐—‡๐—ˆ...

De mkima_

52.9K 6.7K 7K

๐Ÿฌ๐Ÿฌ๐Ÿฌ.โŽŸ ๐‘€๐˜Œ๐˜”๐˜–๐˜™๐˜๐˜Œ๐˜š .โ€ข.* เฟ ๐—ฆ๐–บ๐—‡๐—ˆ ๐— ๐–บ๐—‡๐—ƒ๐—‚๐—‹๐—ˆ ๐ŸŒ„ โ–ƒโ–ƒโ–ƒโ–ƒ โ–ƒโ–ƒโ–ƒโ–ƒโ–ƒโ–ƒโ–ƒโ–ƒโ–ƒโ–ƒโ–ƒโ–ƒ โ–ƒโ–ƒโ–ƒโ–ƒ ... Mais

๐–จ๐–ญ๐–ณ๐–ฑ๐–ฎ๐–ฃ๐–ด๐–ข๐–ณ๐–จ๐–ฎ๐–ญ
ใ€Œ ๐—”๐—ฅ๐—– ๐—ข๐—ก๐—˜ ใ€๐šƒ๐™ท๐™ด ๐™ฑ๐™ฐ๐™ณ ๐™ป๐š„๐™ฒ๐™บ ๐™พ๐™ต ๐™ผ๐™พ๐™พ๐™ฝ
โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿข๐Ÿฃ: ๐™ผ๐™ฐ๐™ป๐™ฐ ๐š‚๐š„๐™ด๐š๐šƒ๐™ด
โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿข๐Ÿค: ๐™ธ๐™ฝ๐™น๐š„๐š‚๐šƒ๐™พ
โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿข๐Ÿฅ: ๐™ฟ๐š๐™พ๐™ผ๐™ด๐š‚๐™ฐ
ใ€Œ ๐—”๐—ฅ๐—– ๐—ง๐—ช๐—ข ใ€๐šƒ๐™ท๐™ด ๐™ฑ๐™ป๐™พ๐™พ๐™ณ ๐š†๐™ธ๐™ป๐™ป ๐š๐š„๐™ฝ
โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿข๐Ÿฆ: ๐™ป๐š„๐™ฝ๐™ฐ ๐š‚๐™ฐ๐™ฝ๐™ถ๐š๐™ธ๐™ด๐™ฝ๐šƒ๐™ฐ
โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿข๐Ÿจ: ๐™ท๐™ด๐š๐™ผ๐™ฐ๐™ฝ๐™พ
โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿข๐Ÿฉ: ๐™ฐ๐™ป๐™ถ๐š„๐™ธ๐™ด๐™ฝ ๐™ผ๐™ด ๐™ผ๐™ธ๐š๐™ฐ
โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿข๐Ÿช: ๐™ป๐š„๐™ฝ๐™ฐ ๐™ณ๐™ด ๐š‚๐™ฐ๐™ฝ๐™ถ๐š๐™ด
โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿข๐Ÿซ: ๐™ฝ๐™พ ๐™ด๐š‚ ๐šƒ๐™ฐ๐™ฝ ๐™ผ๐™ฐ๐™ป๐™พ
โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿฃ๐Ÿข: ๐™ต๐™ธ๐™ฝ ๐™ณ๐™ด ๐™ฐ๐™ฝฬƒ๐™พ
โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿฃ๐Ÿฃ: ๐™ฝ๐š„๐™ด๐š…๐™พ ๐™ฒ๐™พ๐™ผ๐™ธ๐™ด๐™ฝ๐š‰๐™พ
โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿฃ๐Ÿค: ๐™ฐ๐™ณ๐™พ๐™ป๐™ด๐š‚๐™ฒ๐™ด๐™ฝ๐šƒ๐™ด๐š‚ ๐™ฝ๐™พ๐š๐™ผ๐™ฐ๐™ป๐™ด๐š‚
โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿฃ๐Ÿฅ: ๐™ผ๐š„๐™ด๐š๐šƒ๐™ด
โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿฃ๐Ÿฆ: ๐™ป๐™ธ๐š‚๐šƒ๐™ฐ ๐™ณ๐™ด ๐™ณ๐™ด๐š‚๐™ด๐™พ๐š‚
โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿฃ๐Ÿง: ๐™ฐ๐š‚๐™ธฬ ๐šƒ๐™ด ๐š‚๐™ด๐™ฝ๐šƒ๐™ธฬ๐™ฐ๐š‚
โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿฃ๐Ÿจ: ๐™ผ๐™ฐ๐™ป ๐™ฟ๐š๐™ด๐š‚๐™ด๐™ฝ๐šƒ๐™ธ๐™ผ๐™ธ๐™ด๐™ฝ๐šƒ๐™พ
โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿฃ๐Ÿฉ: ๐™ท๐™ด๐š๐™ผ๐™ฐ๐™ฝ๐™พ๐š‚ ๐™บ๐™ธ๐š‚๐™ท๐™ฐ๐™ฑ๐™ฐ
โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿฃ๐Ÿช: ๐š๐™ฐ๐š‰๐™พฬ๐™ฝ ๐™ฟ๐™ฐ๐š๐™ฐ ๐™ป๐š„๐™ฒ๐™ท๐™ฐ๐š
โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿฃ๐Ÿซ: ๐™ฑ๐™ฐ๐šƒ๐™ฐ๐™ป๐™ป๐™ฐ ๐™ต๐™ธ๐™ฝ๐™ฐ๐™ป
โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿค๐Ÿข: ๐™ผ๐™ด๐™ผ๐™พ๐š๐™ธ๐™ฐ๐š‚
โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿค๐Ÿฃ: ๐™ณ๐™ด๐™น๐™ฐ ๐š…๐š„

โ”โ” ๐Ÿข๐Ÿข๐Ÿง: ๐™ฟ๐š๐™พ๐™ฟ๐š„๐™ด๐š‚๐šƒ๐™ฐ๐š‚

2.2K 344 374
De mkima_

𝓒uando Moon abre los ojos, se da cuenta de que todo no había sido más que un sueño. Aunque, ya se lo esperaba porque Sun solo aparecía ante ella cuando tenía los ojos cerrados y se perdía por los sitios más recónditos de su mente. Pronto, borra todo recuerdo que le pudiera hacer daño de su hermana gemela y se dispone a empezar un nuevo día, como siempre, engañándose al decir que ella estaba bien y que nada malo volvería a pasar. Porque en realidad, Moon se moría por quedarse a vivir en sus sueños; donde tenía a su hermana gemela con ella, su hermano mayor seguía presente en su vida y su padre era el mejor del mundo, además de que su madre la seguía queriendo y eran una familia feliz.

La realidad difería mucho de los sueños de Moon.

—Hoy no estaré mucho por casa, Moon.— anunció Sora cuando su hija salió de su cuarto y se la encontró en la entrada de su apartamento poniéndose unos zapatos de tacón para salir a la calle. —Cosas del trabajo, ya sabes.

—Sí, ya sé.— contestó la adolescente con indiferencia, caminando hasta la cocina que conectaba con el salón para buscar algo que desayunar. —Solo... No vengas a casa un día de estos diciéndome que voy a tener un hermanito o hermanita de tu jefe, ¿trato?

—No hables de esa forma.— reprendió Sora. —Soy tu madre, un respeto.

—¿Qué? Sólo digo la verdad.— abrió el frigorífico y buscó algo con la mirada que llevarse a la boca para acallar los rugidos de su estómago. —Si llego a tener un hermano pequeño, te juro que me suicido. Y no es un farol. Soy capaz y lo haré, mami.

—Me voy, no tengo ganas ni tiempo de discutir contigo sobre estos temas tan infantiles.— resopló la mujer pelirroja abriendo la puerta del hogar. —Cuida de la casa, ¿quieres?

—Descuida, haré una fiesta nada más cierres la puerta.

—De verdad, Moon, estás insoportable.

—Ah, ¿pero yo he sido alguna vez "soportable"?

Sora no contestó a aquello porque ya había salido de casa y cerrado la puerta detrás de ella, dejando la última palabra a Moon. La adolescente resopló, mirando por la ventana que tenía delante y dándose cuenta de que el cielo estaba igual de encapotado que la noche anterior y que seguramente nevaría en un par de horas. Entonces, la muchacha pensó: «ojalá mamá se caiga por la nieve y por ir en zapatos de tacón. Eso le pasa por chula».

Cuando Moon se llevó a la boca un bollo que había encontrado en uno de los armarios después de desistir con el frigorífico, un tremendo dolor en el costado derecho de su boca le hizo masticar con pesar, y cuando se fijó en el resto del dulce que quedaba en su mano, se dio cuenta de que había sangre. Moon tragó, tiró el bollo a la basura y caminó hasta el baño para escupir en la pila de agua y darse cuenta así de que tenía sangre en la boca. Levantó su mirada, se fijó en el reflejo del espejo y se dio cuenta de que tenía la parte derecha de su mandíbula de un tono morado.

Dirigió sus dedos hasta sus labios, y los apartó para dejar ver bien su dentadura y encías, percatándose de que algunos de sus dientes estaban teñidos de rojo al igual que sus encías. También, recordó que aquello se debía a la pelea que había tenido con el invencible Mikey la noche pasada, y que nada más llegar a casa, se metió entre las sábanas calentitas de su cama y se olvidó del hambre que tenía, además del dolor en su rostro y que no se había parado a revisar si todo estaba bien o si, por ejemplo, se le había caído algún diente a causa de los golpes que recibió.

—Ni siquiera mamá se ha fijado en que tengo la cara morada.— murmuró Moon pasando sus dedos por las marcas que tenía en el rostro. —En fin, supongo que tiene demasiadas ganas de follar con su jefe y que no tiene tiempo de preocuparse por mí.

La chica se enjuagó la boca un par de veces hasta que el agua que escupía salía del color normal y no escarlata, y se lavó la cara con agua fría para tratar de quitarse aquellos rastros de sueño; aunque no podía simplemente borrar las ojeras algo rojizas que decoraban sus ojos de dos colores. Evitó mirarse al espejo otra vez, se cepilló el pelo y marchó hacia su cuarto para vestirse y salir de casa bien abrigada y preparada para un día de nieve de invierno.

Salió de casa todavía hambrienta, así que, se terminó metiendo en un supermercado y se compró con el poco dinero que se había traído un delicioso taiyaki relleno de chocolate para desayunar. Era su pastel favorito desde que era pequeña; le gustaba simular que aquel dulce era un pez de verdad que trataba de huir del mar antes de que ella se lo comiera porque Kai le decía que con la comida no se jugaba y, por no enfadarle, terminaba arrancándole las aletas con sus dientes para que no pudiera nadar más y se terminara ahogando en el mar que le atrapaba.

Moon caminó con tranquilidad hasta un parque de niños que estaba completamente vacío porque no era tiempo para que los más pequeños jugaran en la calle sin que pillaran un resfriado. La chica se sentó en el balancín, haciendo que la parte contraria a la suya estuviera en el cielo mientras que ella estaba pegada al suelo y con las rodillas flexionadas; como si esperara a que alguien ocupara el asiento vacío y juntos se pudieran divertir como si aún fueran niños.

—Creo que me parezco a ti, pececito.— susurró al taiyaki cuando lo sacó de su envoltorio y vislumbró su forma de pez. —Yo también quiero huir del mar...— se lo llevó a la boca y mordió la parte de la cola. —Pero, me han arrancado las aletas para que no pueda nadar.

Moon sintió un escalofrío, y con su mano libre, se puso la capucha de su cazadora encima de la cabeza para que sus orejas no sintieran frío y para que su pelo no se enredara cuando hubiera viento. Volvió a morder el taiyaki en pleno silencio, cuando entonces, un pie se posó en el otro asiento del balancín e hizo que ahora, Moon estuviera en la parte alta de éste y con las piernas colgando hacia el suelo.

—Veo que sigues siendo todo un monstruo.— comentó la chica. —Me has levantado solamente con una pierna, guay.— Se mofó con la boca llena vislumbrando al chico tatuado que tenía delante sonriente y pisando el balancín para mantener a Moon en el aire.

—No pensaba encontrarte por aquí.— comentó el chico. —Pero, no me quejo.— volvió a sonreír. —Quizás ahora te pueda convencer de que te unas a Rokuhara Tandai.

—Creo que esta es la cuarta vez que me lo propones, South.— se corrigió. —¿Por qué crees que ahora te voy a decir que sí?— preguntó mirándole desafiante a los ojos, porque aunque se suponía que Moon debía de estar más alta que él en aquel momento, la altura de South era tal que no le sobrepasaba ni estando en un balancín. —A todo esto, ¿cuánto mides? ¿Ocho metros?

—Porque es una buena oportunidad, Moon.— contestó South. —La "Gran Guerra" no tardará demasiado en dar comienzo. ¿Y me estás diciendo que tú te quieres quedar fuera? ¡Sería un desperdicio!— bramó. —Únete a Rokuhara y convirtámonos en la banda más poderosa de todo el puto país.

—Es que, aún sigo confusa.— admitió la chica, saltando del balancín para posar sus pies sobre la tierra aunque esto hacía más notoria la clara diferencia entre los dos metros y algo que medía South y ella misma. —¿Eres tú el líder de la pandilla o lo es ese otro? ¿Kakucho se llamaba? Ya sabes, el que tiene la cicatriz en la cara y que era tan amiguito de Kurokawa Izana en Tenjiku.— soltó una risita en forma de mofa. —Supongo que seguirá sin superar la muerte de su querido rey, ¿verdad?

—Soy yo el puto líder.— contestó South, algo harto de la actitud de Moon. Pero, volvió a esbozar una sonrisa y prosiguió: —¿Desde cuándo tus palabras hacen tanto daño? Si Kakucho te escuchara...

—... no podría ni tocarme porque soy más fuerte que él.— cortó la chica. —Ya que estás aquí, déjame preguntarte otra cosa:— carraspeó su garganta. —¿En tus filas hay alguien llamado Aki?

—No.— contestó South con el ceño fruncido. —No hay nadie en Rokuhara Tandai con esa mierda de nombre.

—Ah, ya veo.— suspiró Moon dándose la vuelta para dar la espalda a aquel chico mientras soltaba una risita incrédula. —Al parecer, mi querido hermano se ha unido a Brahman con sus antiguos compañeros de la primera generación de los Black Dragons.— chasqueó su lengua y susurró para sí misma: —¿Qué estás tramando, aniki?

—Oye, Moon, me estoy cansando de esta mierda de conversación.— musitó South claramente enfadado. —Te estoy pidiendo por las buenas que te unas a mi banda, no me hagas pedírtelo por las malas ahora.

—En Rokuhara está Shion, el líder de la novena generación y vergüenza de los Black Dragons.— empezó relatando Moon. —Mocchi también está. Además de los hermanos Haitani, claro. O sea... La peor generación, la S62, está junta otra vez. ¿Qué quieres que te diga, South? Algo como: "¡Ay, sí! ¡Me muero por ser parte de tu banda y que Ran y Rindo se pongan de acuerdo para partirme las piernas!"— la cara de Moon, además de su tono de voz, se volvieron totalmente serios. —Mi respuesta sigue siendo la misma: no.

—Moon...— Siseó South enfadado.

—Así me llamo.— se volvió a mofar la chica. —Nunca he sido parte de una pandilla, y la verdad, no quiero debutar en la tuya.— esbozó una sonrisa de superioridad. —Apestáis a mierda, ¿sabías?

Moon se agachó rápidamente casi a ras de suelo cuando South lanzó un puñetazo en su dirección por las palabras que ella le había dedicado. Cuando volvió a levantarse, se dio cuenta de que su pastel se había caído al suelo y que yacía en un charco de agua estropeándose, lo que le enfadó y le hizo suspirar rabiosa.

—¡Parece que hoy es el día de no dejar a Moon desayunar tranquila!— se tronó los dedos. —Te voy a destrozar la puta cara.— Prometió.

—Ven a por mí entonces.— Sonrió South de una forma terrorífica mientras que las venas en su cuello y cara se marcaban a causa de la rabia que Moon le provocaba con tan solo palabras y por ser tan escurridiza que sus golpes nunca podían acertar en ella.

—El líder de Rokuhara Tandai buscando pelea en territorio de la Kanto Manji.— se sumó una voz nueva a la conversación, interrumpiendo el conflicto que estaba a punto de estallar. —¿Acaso quieres que te saque de aquí a patadas, South?

Los ojos de Moon viajaron hasta Mikey, quien miraba al más alto con el ceño ligeramente fruncido y con aquel vacío en la mirada que lograba poner los pelos de punta a cualquiera que se fijara en ellos. Pero, aquella vez no venía solo, sino que un joven de pelo negro y que parecía divertido por la situación le acompañaba.

—Parece que nuestra conversación ha llegado a su fin, Moon.— musitó South resignado mientras que la chica se volvía a subir al balancín como si nada hubiera pasado y se frotaba el rostro, claramente frustrada. —Te arrepentirás de no haberte sometido a mí.

—Tu voz me causa un estrés de la hostia, South.— Contestó la única mujer presente.

Moon miró hacia abajo, poniendo sus brazos en el manillar del balancín de nuevo sin nadie al otro lado para que ella pudiera tocar el cielo. Suspiró, escuchando como el hombre se marchaba, pero los otros dos permanecían quietos hasta que hablaron.

—Puedes irte, Koko.— dijo Mikey. —No hace falta que te quedes.

—Como quieras, líder.— contestó el chico del pelo negro. —¿Qué hago con Sanzu?

—Nada.— contestó de forma despreocupada. —Sanzu ya es parte de nuestra banda. Ve a hacer lo que debes.

Moon ni siquiera se dignó en ver como el tal Koko se marchaba, porque estaba demasiado ocupada mirando al suelo y lamentándose por su desayuno desperdiciado en el suelo; sobretodo, porque su estómago seguía rugiendo hambriento y se recriminó a sí misma no haber comido nada la noche anterior cuando llegó a casa. Además, no le quedaba nada de dinero para comprarse algo rico, y ya había visto que en su casa solamente quedaban bollos que no sabían a nada.

Colocó un puchero lastimero en sus labios, mientras que volvía a llevar las manos a su capucha y se la ponía mejor sobre la cabeza para tratar de desaparecer quizás. Pero, enseguida tuvo que mover sus manos hasta el manillar del balancín porque Mikey se había sentado en el otro lado y había hecho que Moon se alzara al cielo como si de verdad estuvieran jugando. Los ojos de la chica viajaron hasta él, y una pequeña sonrisa se deslizó por sus labios, echándose hacia atrás para volver al suelo y alzar ahora a Mikey. La capucha cayó hacia atrás mientras volvía a alzarse, comenzado a parecer de verdad niños pequeños que solo querían jugar un rato.

—Pareces triste.— Comentó Mikey de forma despreocupada mientras aún seguían subiendo y bajando, tomando una confianza con Moon que hacía tiempo no tenía con nadie.

—Claro que estoy triste.— contestó Moon de forma obvia. —Mi pececito se ha ido a la mierda por culpa de ese idiota.— señaló el dulce que se podría en un charco. —Y ahora tengo más hambre que antes.— Torció el gesto.

—Estás triste por tu pez pero no preocupada porque el líder de una banda te haya amenazado.— simplificó él. —¿Acaso eres de este mundo, Moon?

—No, yo creo que no.— soltó una risita, y añadió: —Además, me duele un poco la cara por la pelea que tuvimos anoche.

—Si hubiera sabido antes que eras una mujer, no te habría pegado.— contestó el chico. —Así que, lo siento por eso.

—No te preocupes, no estoy enfadada.— restó ella importancia. —No me gusta que la gente se contenga conmigo solamente por ser mujer. Me gusta pelear, y me gusta aún más demostrar que soy tan o más fuerte que un hombre.— volvió a sonreír. —Aunque contra ti no pude, pero apuesto que sí que podría contra South. Con ese Kakucho igual me cuesta algo más, pero también le dejaría en el suelo.

—Sé que eres buena peleando.— afirmó Mikey. —Pero, ¿de verdad crees que podrías contra los jefes de Rokuhara?

—Una persona alguna vez me dijo que no me conformara.— contestó. —Que nadara en contra de la corriente y que siempre aspirara a lo más alto. Así que, eso es lo que estoy haciendo.— explicó. —Me da igual que sea South, Kakucho, o quien lidera Brahman. Incluso mi propio hermano. Demostraré que soy más fuerte que ellos.— prometió. —Y, no pierdo la esperanza de dejarte a ti en el suelo algún día aunque me hayas dejado la cara morada.

—Toma.— dijo tras un breve silencio, y la mano de Mikey se estiró para que Moon agarrara lo que le tendía, cosa que ella hizo. —Se te cayó ayer. He ido a tu casa para devolvértelo, pero no había nadie y supuse que estarías por aquí.

—Ni siquiera me he dado cuenta de que se me había caído.— admitió ella y Mikey pudo vislumbrar un atisbo de decepción en sus propios ojos tan inusuales. —Gracias, aprecio que me lo hayas devuelto. Parece una mierda, pero es importante para mí.— agradeció, y ahora miró al chico entrecerrando sus ojos luego de guardar la lista y la carta que había escrito en su bolsillo de la chaqueta. —¿Lo has leído?

—La lista sí.— contestó con sinceridad. —La carta no.

—Al menos dices la verdad.— agradeció la chica. —Me habría enfadado si hubieras leído la carta. No me parece bien que metan las narices en mis asuntos, pero creo que puedo perdonar el que hayas leído mi lista si me invitas a desayunar.— saltó del balancín. —Me estoy muriendo de hambre, y no tengo nada de dinero ahora mismo.

—¿Quién es Sun?

Moon paró de caminar, suspiró pesadamente y miró detrás suya por encima de su hombro. Mikey estaba ahí de pie, y por la mueca que tenía en la cara, Moon supo que no lo decía con ninguna malicia porque cada vez que la nombraban a ella, la chica pensaba que solamente era con el propósito de hacerla daño.

—Me enfada que la gente se meta en mis asuntos, ya te lo he dicho.— contestó. —Así que, si te quieres llevar bien de momento conmigo, solo tienes que cumplir dos cosas: no mencionar nunca a Sun y no preguntar quien era.— esbozó una sonrisa forzada, que casi, casi, parecía real. —Quizás en algún momento te lo cuente.

—Pues... Como quieras.— se encogió Mikey de hombros, antes de acercarse rápidamente hasta Moon para agarrarla de la mano y empezar a tirar de ella para caminar juntos. —Yo también tengo hambre, quiero un dorayaki. ¡Vayamos a comer!

—Yo un taiyaki.— se lamentó Moon recordando su dinero perdido, pero rápidamente, sonrió y ahora fue ella la que comenzó a caminar rápido y tiró de la mano de Mikey, la cual seguía unida a la suya. —¡Y un chocolate caliente! ¡Mola mucho tomar algo calentito mientras ves como nieva por la ventana! ¡Vamos, vamos!

Como Moon había predicho anteriormente, pronto comenzó a nevar y rio entre dientes recordando que su madre se había marchado en tacones y que esperaba que se pegara un buen resbalón. Una cafetería fue el destino que ambos jóvenes terminaron tomando, y se internaron en ésta notando la buena temperatura que hacía y la poca gente que había decidido salir del calor de su hogar para ir hasta algún lugar.

Mikey fue el que se acercó hasta la barra para pedir, mientras que Moon se sentaba en una de las mesas quitándose la bufanda que llevaba además de la chaqueta, para ahora vislumbrar por la ventana los copos de nieve que habían comenzado a caer del cielo oscuro. Se moría por salir fuera una vez la nieve hubiera cuajado en el suelo para poder hacer ángeles y muñecos; porque eso le hacía sentirse de nuevo una niña pequeña.

—Oye, Mikey...— empezó la chica cuando él se sentó delante suya y ella pudo comenzar a degustar su desayuno con la certeza de que ahora se lo podría terminar y saciar así su hambre. —Antes eras el líder de la Tokyo Manji, ¿verdad?— él asintió lentamente. —Entonces, ¿por qué ahora has formado otra banda? ¿Es que te has arrepentido de haber disuelto a la otra?

—Como tú, hay cosas que no me gustan contestar.— dijo él mirando fijamente la taza delante suya. —Pero, digamos que solo quería proteger a mis amigos.

—Ahora eres tú el que parece triste.— comentó la chica después de dar un sorbo a su chocolate caliente. —Oí que querías crear una nueva era para los delincuentes. Pero ahora, te has desviado del buen camino...

—Moon.— cortó el chico, mirándola ahora a ella directamente. —No sigas por ahí.

—Bueno, bueno.— rio la chica. —Me callo entonces, no quiero fastidiarte.— prometió. —Es solo que me parecía bien lo que tenías planeado. Eso de hacer una nueva era sonaba de puta madre. Mi hermano mayor también quería algo así; él fue delincuente cuando era un adolescente con unos amigos que se consiguió a saber como.— suspiró dramáticamente. —Qué pena que no me hable con él para preguntarle si está en Brahman.

—No entiendo porqué no te has unido a Rokuhara Tandai.— admitió Mikey volviendo a ser el chico que Moon había conocido, dejando atrás aquella mueca de verdadera tristeza que pocas veces salía. Solamente cuando le mencionaban el pasado. —¿Acaso estás esperando a unirte a Brahman?

—No, ellos ni siquiera se han acercado a mí.— contestó. —Tampoco creo que me una si me lo propusieran. Es decir...— sonrió mirándole. —¡No me puedo divertir con mi hermano merodeando cerca de mí!— aferró sus manos a la taza del chocolate para así calentarlas porque las tenía demasiado frías. —Y no me he sometido a South por la misma razón. Es una banda de pura mierda, con la peor generación de todas en las riendas. Antes prefiero suicidarme.

—Únete entonces a la Kanto Manji.— propuso Mikey. —Ven conmigo.

—¿Hablas enserio?— preguntó Moon con una risita, Mikey asintió. —Y, ¿por qué crees que me uniría a tu banda?— se apoyó mejor en la mesa para que su cara quedara más cerca de la del chico. —Solo quiero divertirme para crear unos buenos recuerdos, ¿piensas que en tu banda puedo hacerlos?

—Nos estamos haciendo fuertes muy rápido.— empezó él. —Koko nos consigue buenos negocios con empresas, lo que significa que tenemos mucho dinero. No está tu hermano merodeando, y tampoco nadie de la S62. ¿Hay alguna mejor opción que mi banda para ti?

—Ya, pero yo nunca he sido parte de una pandilla. No sé si estoy hecha para acatar las órdenes de alguien.— murmuró divertida. —¿Por qué estás tan interesado en mí? Anoche nos pegamos.

—Porque me miras sin miedo.— contestó. —Y porque quizás no me venga mal un poco de compañía.

—Deja que me lo piense.— pidió Moon dubitativa, y mirando por la ventana, esbozó una sonrisa y exclamó: —¡Vayamos fuera! ¡La tormenta ya ha parado!— propuso levantándose de un salto y enrollando rápidamente su bufanda otra vez alrededor de su cuello. —¡Hace siglos que no hago un ángel de nieve!

Mikey tuvo que seguir a Moon de nuevo, pensando que muchos de sus comportamientos eran infantiles; pero ella no lo era para nada. Solamente quería divertirse, lo que le llamaba la atención porque hacía mucho tiempo que no encontraba a una persona que sonriera tanto aunque estuviera tan vacía por dentro. Se preguntó también qué demonios le podría haber pasado para comportarse de esa manera, porque sabía de sobra que había habido algo que le había cambiado y que le había hecho internarse en el mundo de la delincuencia.

Moon pisó nieve virgen y sonrió al estar a la orilla de un pequeño río que llevaba poca agua en él. Entonces, se giró mirando a Mikey y, con una nueva sonrisa, se dejó caer hacia atrás mientras abría los brazos y comenzaba a hacer un ángel de nieve como si de verdad fuera una niña.

—¿No tienes frío?— Preguntó Mikey.

—¿Y?— respondió Moon levantándose poco a poco del suelo para observar su obra. —Oh, esto me trae buenos recuerdos.— volvió a sonreír. —¿Hacemos un muñeco de nieve?

—Por fin encontramos a estas dos ratas.— tanto Moon como Mikey se giraron para ver al grupo que acababa de llegar con el uniforme de Rokuhara Tandai. —¿Os habéis burlado de South? Ahora,— sonrió y se tronó los dedos para después señalar a todos los chicos que acompañaban a quien hablaba. —vais a pagar por eso. Y tú, pequeña zorra...— señaló a Moon con su dedo índice. —Te vendrás con nosotros.

—Agh, ¡qué pesados!— exclamó la única mujer. —No es no, ¿acaso es tan difícil de entender?

—Quédate atrás, Moon.— Pidió Mikey adelantándose un par de pasos para enfrentarse él solo a aquel grupo de por lo menos veinte hombres más grandes que ellos dos.

—¿Ah? ¿Por qué? Voy a pelar contigo.— contestó la chica con el ceño fruncido y poniéndose al lado de su compañero. —Les voy a enseñar modales a este grupo de perros.

—Yo lo digo porque esto es una pelea de la Kanto Manji.— esbozó una sonrisa ladina. —Así que, si peleas conmigo, quiere decir que ya eres parte de la pandilla.

—Ah, qué cabrón.— sonrió Moon de forma divertida por el lío en el que Mikey le había metido. —Me parece bien, de todas formas, creo que puede ser divertido estar contigo día a día.— guiñó su ojo derecho y sacó sus manos de los bolsillos. —En fin, ¡venid a por nosotros, hijos de puta!

Mikey fue consciente entonces de que las palabras que Moon había dicho anteriormente, esas que decían que podría contra South o Kakucho, no eran puro alardeo. Era increíblemente fuerte, y aún más rápida. El ser tan rápida le compensaba la falta de potencia que podría tener en sus golpes. Saltaba para llegar a lo más alto y patear a los oponentes en la cabeza con su pie. El chico se preguntó si alguna vez había ido a clases de artes marciales como él, porque sus estilos de lucha eran muy similares y eso lo había comprobado la anterior noche cuando pelearon juntos.

Cuando todos los oponentes estuvieron en el suelo tirados, Moon se acercó hasta el que había hablado para ponerse de cuclillas a su lado y hablarle directamente a él mientras le agarraba del pelo para que alzara la cabeza:

—Cuando puedas caminar e irte, vas donde tu puto jefe y le dices de mi parte que ya soy parte de una pandilla.— pidió. —Y esa es la Kanto Manji, ¿de acuerdo?

Mikey volvió a esbozar una sonrisa ladina, se acercó hasta la chica y esperó a que ella se volviera a poner de pie para quedar cara a cara. Entonces, le tendió la mano a Moon y ésta con una pequeña sonrisa decorando sus labios se la estrechó mientras él decía:

—Bienvenida a la Kanto Manji Gang, Moon.

Continue lendo

Vocรช tambรฉm vai gostar

948K 100K 139
1era y 2da temporada โ™ฅ๏ธ Sinopsis: En donde Jimin es un Omega mimado y Jungkook un Alfa amargado, los dos se casan por sus propias conveniencias. โš ๏ธ...
545K 86.3K 35
Park Jimin, un padre soltero. Por culpa de una estafa termina viviendo con un completo extraรฑo. Min Yoongi, un hombre solitario que guarda un triste...
57.9K 6.6K 45
โ˜† y me pueden decir diez mil cosa' de ti pero yo pongo mi alma en el fuego por ti nadie sabe, lo que yo harรญa no saben que ni con cien mencione' van...
154K 13.2K 34
|๐€๐‘๐“๐ˆ๐’๐“๐’ ๐‹๐Ž๐•๐„| ยซEl amor es el arte de crear por la sensaciรณn misma, sin esperar nada a cambio,mรกs allรก del placer mismo del acto creativo...