Hoy me ha llegado una postal de Nahid. En ella me cuenta de forma muy escueta qué tal le va y me dice su número para que charlemos. En cuanto acabo de leer lo que pone, cojo el teléfono y la llamo. Nos tiramos hablando no más de diez minutos, pero me tranquiliza saber que en el nuevo instituto la están tratando bien. Si ya es complicado lidiar con el último curso, no me quiero ni imaginar cómo de duro puede ser cuando encima te cambias de instituto.
Laura me ha llevado al videoclub al lado de la tienda para que me anime un poco. Me ha acompañado a abrir el buzón y me lo he vuelto a encontrar prácticamente vacío. Lo único que me ha sorprendido es distinguir la letra de Nate entre las notas de los demás quejándose de la cantidad de exámenes. Me daba un escueto «gracias» por la carta que le envié.
—¿Qué he hecho mal? No lo entiendo.
—¿De qué hablas ahora?
—Del buzón —le explico a mi amiga mientras la observo ojear las cintas nuevas que han traído.
—Quizá no tengan nada que contar.
—Lo dudo —resoplo—. ¿Al principio tantas y ahora ninguna?
Niego con la cabeza.
—Prueba algo distinto.
—¿Como qué? —pregunto, interesada.
—Si lo de las cartas en la taquilla no ha funcionado, piensa en otra cosa.
—¿Y si en realidad no necesitan mi ayuda?
Me quedo reflexionando durante un rato en aquella posibilidad. La verdad es que, si es cierto, me entristece bastante. Me sentía tan bien teniendo la posibilidad de brindarles mi ayuda, en la medida de lo posible, que ahora no sé qué más hacer. Estoy en blanco.
Jeremy y Kai llegan al rato. Jeremy ha tenido de nuevo entrenamiento y Kai ha ido a recogerle cuando ha salido.
—¿Habéis encontrado algo interesante? —dice Kai, analizando todo lo que Laura ha cogido. Jeremy les ignora y se acerca a saludarme.
—Ayer no pudimos hablar.
—Te fuiste con tus nuevos amigos —contesto en tono burlón, intentando suavizar la tensión. Él se ríe.
—Ahora soy popular —añade y soy yo la que me río, dándole un suave golpe en el brazo.
—No te lo crees ni tú.
Se frota el brazo, haciéndose el ofendido.
—¿Vienes a cenar a casa esta noche? Mi madre ha dejado lasaña en el frigorífico.
El asqueroso sabe qué decir para convencerme. No me puedo resistir a una comida tan rica. Estaría loca si lo hiciera.
—Voy a casa a por la libreta y cenamos juntos.
Jeremy sonríe y de nuevo esas arrugas aparecen. Nos giramos para observar los títulos de la estantería y nuestros dedos se rozan. Siento que el corazón se me va a salir por la boca cuando él intenta entrelazarlos con los míos, pero asustada por cómo reacciona mi cuerpo, meto las manos en los bolsillos y las cierro con fuerza para impedir que todo se vaya a la mierda. Cierro los ojos y doy media vuelta. Es lo mejor. Llegará un punto en el que deje de ser raro todo esto.
—Nos vemos esta noche.
Él no dice nada.
Una vez pusimos en juego nuestra amistad por una tontería y me niego a que vuelva a pasar por un... simple... Lo que sea.
Después de cambiarme el uniforme y coger una mochila más pequeña, salgo corriendo a casa de mi amigo. Cuando llego, él y Ellie me esperan con la mesa puesta y la comida a punto de salir del horno. Huele de maravilla.
—Entonces, ¿no tuviste problemas con Mason?
Por suerte él no está en casa. Ellie nos mira intrigada y Jeremy niega con la cabeza porque no puede hablar, se ha metido a la boca un trozo gigantesco de lasaña.
—Ayer le vi entrando en tu habitación cuando no estabas —comenta Ellie y los dos la miramos—. Por supuesto, no le dejé entrar.
Veo a Jeremy respirar tranquilo.
—Al final vas a ser buena y todo.
—La única que puede molestarte soy yo.
Suelto una carcajada y ella esboza una sonrisa maliciosa mientras su hermano se debate entre contestarla o directamente matarla. Entonces la puerta de la entrada se abre de golpe y aparecen sus padres con un montón de bolsas.
—¡Ha llegado la Navidad! —grita Ellie entusiasmada y, cuando ve que se trata de comida que acaban de comprar, regresa con nosotros disgustada.
Su madre se sienta en la mesa frente a mí. Parece agotada. Se sirve un poco de la cena que ha sobrado y nos pregunta qué tal nuestro día. De vez en cuando Jeremy me lanza miradas de aburrimiento, y yo trato de contener la sonrisa. Más tarde, su madre insiste en llevarme a casa, ya que es demasiado tarde.
Me despido de Ellie chocando las manos y después le doy un abrazo a Jeremy.
—Luego voy a verte —me susurra antes de separarnos.
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¿Qué es luego para él? ¿Luego en una hora? ¿Luego por la mañana? Un luego es muy relativo, y eso me pone de los nervios. Tanto que el cosquilleo en el estómago no se ha ido desde que me lo ha dicho. ¿Y qué le digo cuando venga? Actuaré normal. Claro. Como si no hubiese pasado nada.
Golpean mi ventana con insistencia y abro para dejarle entrar. Sin embargo, cuando me fijo en quién hay debajo de esa capucha mojada me doy cuenta de que se trata de Mason. No de Jeremy.
—¿Qué haces aquí? —pregunto nerviosa.
Me alejo de él al ver que se acerca. Tiene los ojos rojos y el pelo muy revuelto.
—Necesitaba verte.
—¿Estás borracho?
—No —responde alargando la palabra. Luego niega con la cabeza y acto seguido asiente.
—¿Cuándo vas a dejar de engañarte a ti mismo?
—Reese, escúchame.
—No quiero, Mason —añado, harta de esta situación. Me acerco a él y le empujo hasta la ventana.
—Lo harás o le contaré a todo el mundo lo que haces con sus notas.
Me quedo helada al escucharle. Lo ha dicho alargando las palabras de nuevo por culpa de lo que ha tomado, pero lo he escuchado claramente.
—¿Notas? —Finjo que no sé de lo que habla y me llevo las manos a los bolsillos.
—El buzón ese. Te he visto abrirlo. —Su mirada me hace tanto daño como sus palabras—. He leído lo que pone en ellas.
Aprieto los labios con fuerza y él sonríe. Tengo muchas ganas de darle una patada, pero me contengo, por mi bien.
—Mientes.
—Haremos una cosa. Necesitaré tu ayuda y, cuando te la pida, vendrás sin preguntar.
—No puedo hacer eso —respondo alterada y aprieto de nuevo los labios para controlarme.
—Lo harás, o todo el instituto se enterará de que has leído sus secretos.
Resoplo, llena de rabia, y doy un paso al frente. Mason alza la cabeza y me mira con los ojos entrecerrados, esperando a que hable. No puedo hacerlo, no puedo darle lo que quiere, pero ¿qué pasaría si me arriesgo? Podría salir muy bien o muy mal. Destrozaría la confianza de mis compañeros. Y tenerlos a todos en mi contra no creo que sea lo mejor del mundo.
—¿Qué tengo que hacer?
Mason esboza una sonrisa ladeada. Los ojos se le llenan de emoción y arrogancia. Sabe que esta vez me ha ganado, que me tiene entre sus manos.
—Cuando llegue el momento lo sabrás.
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Os informoooooo de que ya he acabado de escribir la novela. Estos días estaré a tope preparándola para los Watty :)
¡Gracias siempre por leerme! ❤