Cuando te enamores de mí.

By angel1810

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Cuando Liana termina la preparatoria, sus padres deciden regalarle un viaje a cualquier parte del mundo. Sus... More

Sinopsis
Prólogo.
CAPÍTULO 1: Sobredosis de belleza
CAPÍTULO 2: Un mes con Theo (Editado)
CAPÍTULO 3: Una simple explicación
CAPÍTULO 4: Cuidando de Liana
CAPÍTULO 5: El muelle
CAPÍTULO 6: "Coricella" (Editado)
CAPÍTULO 7: Limoncello (Editado)
CAPÍTULO 8: Lista mental (Editado)
CAPÍTULO 9: Tócame
CAPÍTULO 10: El acantilado (Nuevo)
CAPÍTULO 11: Primo
CAPÍTULO 12: El robo
CAPÍTULO 13: Políticamente correcto.
CAPÍTULO 14: El silencio
CAPÍTULO 15: Brazos definidos
CAPÍTULO 16: La nueva niñera
CAPÍTULO 17: Fogata I
CAPÍTULO 18: Transparente
CAPÍTULO 19: Favor
CAPÍTULO 20: Alma
CAPÍTULO 21: La sesión
CAPÍTULO 23: El trabajo
CAPÍTULO 24: Gracias, Liana
CAPÍTULO 25: Hogar
CAPÍTULO 26: La bañera
CAPÍTULO 27: Trato hecho.
CAPÍTULO 28: Zángano
CAPÍTULO 29: El primero de muchos
CAPÍTULO 30: "Lovely"
Capítulo 31: Noche de helado I
CAPÍTULO 32: Tacones
CAPÍTULO 33: Lo que tú desees
Capítulo 34: Reglas
CAPÍTULO 35: Libertad
CAPÍTULO 36: Estrellas
CAPÍTULO 37: Tratos rotos
Capítulo 38: Desde Charlotte
Capítulo 39: La verdad

CAPITULO 22: No se lo digas

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By angel1810


Cuando descubrí a Octavio besándose con mi profesora de piano, me sentí mal por un momento, pero luego empecé a notar que en realidad esa tristeza iba acompañada de alivio. Siempre supe que Octavio no era de fiar, había algo en él que no me hacía entregarme a la relación por completo. A menudo me sentía mal por pensar así y por no dar todo de mí. Con su engaño comprendí que, si no me sentía feliz a lado, era porque en verdad existía algo que se cruzaba entre nosotros. Claro que nunca imaginé que fuese mi profesora de piano. 

Sin embargo...

Con Theo no es lo mismo. 

Me siento vacía.

No hay decepción, no hay ira, mucho menos alivio. 

Solo vacío.

Después de verlos juntos, corrí hacia las escaleras, tomé "accidentalmente" su moto y emprendí el viaje hacia la playa. Ni siquiera miré hacia atrás cuando escuché su voz a mi espalda. Se oía desesperada, como si tratara de explicarme lo evidente. No quería excusas tontas que me hagan sentir más estúpida de lo que ya me sentía. O me siento. Tampoco quería empezar con el drama innecesario del "Cómo pudiste, Theo" si era claro que podía y pudo. 

¿Cómo pude pensar siquiera un poco que él iba a enamorarse de mí?

Soy tan tonta. Soy una niña tonta, de hecho. 

He pensado que puedo enamorar a un chico siete años mayor que yo. Y no a cualquier chico. A Theo. Creo que hasta podría ser ilegal teniendo en cuenta la forma en que nos hemos criado todas nuestras vidas. Sin embargo, nada de eso me ha importado. Nada. No desde el primer momento en que lo vi al bajar del ferry. 

Al principio no entendía. ¿Por qué me sentía tan extraña a su lado? ¿Nerviosa? Si de niña había sido casi tan a la par como mi hermano Loann. La única explicación es que mi amor ha ido creciendo y evolucionando al igual que yo. Con los años y la distancia me he enamorado cada vez más profundamente de él. Pero el amor de Theo se ha quedado estancado en el pasado. 

Dejo estacionada la moto a la orilla de la acera y decido caminar a lo largo de esta, sin ningún destino definido. Solo necesitando que un poco de aire y soledad que calmen la revolución de sentimientos que tengo por dentro. 

Después de unos segundos, tomo el camino hacia la plaza y en el trayecto se me ocurre llamar a mi madre. No he hablado con ella en mucho tiempo y necesito escuchar su voz. Que me diga y me expliqué por qué me siento tan mal por el algo que ni siquiera puedo definir por mí misma. 

Ella me contesta al primer timbrazo.

—Mi vida, ¿cómo estás?

—Todo bien, ma.

—Te oyes triste. 

—Nada que un café en una isla maravillosa no arregle. Y eso te lo debo a ti, ma. Lamento no haber llamado seguido —mi voz empieza a entrecortarse—. He sido una hija terrible.

—Cariño, no digas eso. Yo sé cuáles fueron tus condiciones para el viaje.

—No debería siquiera haber condiciones. Sé todo el esfuerzo que les costó dejarme ir y yo he actuado como una tonta.

—Liana, no hables así. Todo ha valido la pena si eres feliz, dime... ¿te la estás pasando bien? 

Hago silencio.

—¿Estás conociendo muchos lugares? ¿Cómo está Theo? —vuelve a preguntar.

Suspiro.

—Theo me ha enseñado muchos lugares. Ha sido muy amable conmigo.

—¿Qué pasa, mi niña? No te oyes bien. Por favor dime. 

—Los extraño, es todo. Y estoy un poco arrepentida por no llamar.

—No te preocupes por nosotros. Tu papá y yo te extrañamos, pero estamos aprovechando muy bien el tiempo para pasear. Hasta nos inscribimos en un taller de yoga.

—¿Papá haciendo yoga?

—Lo ha necesitado mucho desde que te fuiste. Ha tenido los nervios de puntas pensando una y mil tonterías, pero con el yoga... bueno —ríe—. Igual sigue pensando tonterías, pero al menos no durante las dos horas de yoga.

Sonrío.

—Mamá... —me detengo.

—¿Ocurre algo, cariño?

—Creo que estoy... —dudo en decirlo—. Enamorada de un muchacho.

Mamá hace silencio. 

—¿Conociste un muchacho?

—Algo así.

—Bueno, cariño, no sé qué decirte.

—Lo sé.

Hace silencio y luego escucho un suspiro fuerte y profundo. 

—Liana solo... disfrútalo.

—¿Disfrutarlo?

—Sí, enamorarse es hermoso. La sensación es tan arrolladora que no te cabe en el pecho. Te hace vibrar.

—Así me siento. 

—Entonces, no pierdas el tiempo. ¿Es por eso que te sientes mal, mi vida?

—Un poco. 

—¿Te corresponde?

Trago saliva.

—Eso creo. 

—Soy feliz por ti, mi amor. Espero poder conocerlo.

Sonrío negando con la cabeza. Burlándome de mi propia situación y mentira.

—Espero que sí. 

—A tu padre quizás no le haga mucha gracia, así que no se lo diremos.

—Estoy de acuerdo en eso —digo, con complicidad.

Escucho la risa de mamá y de pronto empiezo a sentirme mejor. 

"Disfrútalo".

Mamá me sigue contando de los pormenores que ocurren en la familia, como la próxima visita de mi hermano y su esposa, mi adorada Defne. También menciona que ellos tienen algo muy importante que contarnos y que van a esperar a llegar a Charlotte para darnos la gran noticia. Por otro lado, mi cerdita Lily ha presentado extraños cambios de humor hace un par de días. Mamá me asegura que están planeando llevarla mañana al veterinario. La idea de que pudiese tener algo grave me deja aún más acongojada de lo que ya me siento.

Mantengo la vista en las líneas rectas de la vereda, hasta que levanto la vista y mi mano tiembla un poco. Adrián viene hacia mí unos metros más adelante. Se ve muy guapo esta tarde. Y, de pronto, mis piernas tiemblan como dos gelatinas con su sola presencia. 

No me doy cuenta que mamá sigue hablando hasta que tengo que reaccionar para que no piense que acaba de pasarme algo malo.

—¿Liana, me estás escuchando?

—Sí, sí.

Adrián ya se encuentra a una corta distancia de mí cuando intento responder a mi madre. Le haga una señal de que estoy hablando por teléfono y él asiente con seriedad. 

—Mamá... —se me escapa y de pronto mis mejillas se encienden. Miro a Adrián y él me sonríe de una forma encantadora—. Mamá, tengo que colgar. 

—No, no te preocupes, puedo esperar —dice, Adrián. 

Aprieto el teléfono a mi oreja, pero es tarde pronto escucho la voz de mi madre preguntando insistentemente.

—Oh, ¿es el muchacho? Tiene una voz muy bonita.

—Mamá —gruño.

—¿Cómo se llama?

—Mami, después hablamos. 

—Ay, Liana, al menos dime. 

—Te lo digo por chat.

—Vale, vale y... cariño, lo de disfrutarlo, ¿sabes a lo que me refería, cierto?

Mis mejillas se encienden más.

—Lo sé, lo sé, debo colgar.

—Vale cariño, siempre juiciosa, ¿de acuerdo? 

—Vale. 

—Cuídate, mi vida. Te amo.

—Te amo, hablamos luego. 

Cuelgo la llamada. 

Miro a Adrián un poco avergonzada. 

—Era mi madre.

—Lo sé, ¿le dijiste algo sobre mí?

—¿Yo? No, claro que no.

—¿Por qué no? ¿No te dejan tener novio?

—Pero tú y yo no somos...

Adrián sube una ceja.

—Pero podríamos.

Cierro la boca y lo señalo con un dedo.

—Estás yendo demasiado rápido.

—Pero si tú me besaste en el hospital —me da una sonrisa pícara—. ¿Qué significó eso?

—Es un beso de amigos.

Nunca me he oído tan descarada.

—Ah, entiendo... —se acerca unos pasos. Está cerca, pero no retrocedo. Me gusta cómo luce hoy. Siempre me ha encantado ese corte de pelo casi rapado que lleva, lo hace lucir un poco bravucón, pero compensado con esos grandes ojos grises y esa sonrisa coqueta adornada con los pliegues que se le forman junto a las comisuras de los labios. Me hace recordar a los chicos malos que jugaban baloncesto en el parque camino a la escuela. A Chloe le encantaba mirarlos a través de la maya de metal y suspirar por ellos. Lo hizo mucha veces conmigo hasta que uno de ellos la invitó a salir. Con él, perdió su virginidad. En cambio yo lo único que conseguí fue hacerla de mal tercio y luego enamorar de Octavio. El resto ya es historia contada. 

—Qué bueno que lo entiendas —digo, asintiendo con una sonrisa. 

—¿Quieres saber cómo es un verdadero beso? —susurra en mi oído. Me estremezco. 

¿Por qué no?

El chico malo basquetbolista se acercó  primero a mi y yo lo rechacé, por miedo. No iba a hacer lo mismo ahora.

—Sí —susurro.

—¿Segura?

Toma uno de los mechones de cabello y juguetea con él.

No respondo, pero pronto tomo una gran porción de valentía de  algunos miedos que dejé en Charlotte.

—¿Debo repetirlo?

Soy yo quien me acerco a él, lo tomo del cuello de su camiseta y lo beso. Sus labios se sienten más ásperos desde la última vez que lo besé. Asumo que es porque aún tengo la sensación de los labios de Theo sobre los míos, lo de él son bastante suaves y carnosos, los de Adrián un poco más delgados, pero se mueven bien sobre los míos. No me toman con delicadeza, ni miedo, ni se entrecortan cada segundo, sino que son decididos. Me demuestran que le gusto, que desea besarme tanto como yo a él. 

Abro los ojos unos segundos para grabarme algunos detalles del beso. Siempre he pensado que somos poco expectantes de nuestra propia vida, es muy injusto. Todos pueden disfrutar de cada detalle de la vida ajena, incluso mucho más que uno mismo. Nunca iba a saber cómo se veía Adrián besándome, ni yo a él, ni cómo me veía junto a su cuerpo, ni cómo se mueven mis manos, o las suyas sobre mí. Así que aprovecho esos pocos segundos de rareza, porque sé lo raro que es besar con los ojos abiertos, para admirar su boca moviéndose sobre la mía o cómo sus tenis casi se juntan a la punta de los míos intentando acortar mucho más la distancia, incluso veo el lugar frente al cual estamos parados. Una tienda de ropa llamada Giovanna y a un lado de nuestras pies hay una maceta con florecillas rojas. 

Cuando nos separamos, he guardado más que sensaciones, imágenes y recuerdos que nunca voy a borrar de mi mente. Adrián, pega su frente a la mía y se muerde el labio inferior. 

Caminanos hasta la plaza y no sentamos un momento en una de las bancas frente a la iglesia, hay mucha gente caminando de aquí para allá, como siempre. Adrián y yo charlamos un momento acerca de sus trabajos en esporádicos en el bar y el puerto y de que plana ahora dedicarse de lleno a la atención en Limonccello. También me comenta que sus padres le han pedido que regrese a San Francisco, su ciudad natal, pero él se ha negado. Según lo que me dice, es que su aventura en la isla aún no ha terminado. 

De pronto, siento envidia de él. También me gustaría vivir al extremo, al menos un poquito. Hacer algo que me pueda llevar como un recuerdo para toda la vida. 

Nos reímos un momento, hasta que se queda en silencio y entonces su mirada se vuelve un poco fija. Me hace sonrojarme, pero no me hace sentir nerviosa. De ehcho, hasta me siento un poco poderosa.

—No voy a poder separarme de ti, Liana Cooper —su voz suena como una caricia cuando levanta una mano y me toma la mejilla. Y su confesión hace que mi corazón se acelere.

—¿Por qué lo harías? 

—Porque... —toma mis manos —. Quiero contarte algunas cosas, bueno, confesarte.

—¿Son malas? 

Balancea la cabeza.

—Uhmm, depende de cómo lo tomes o qué perspectiva decidas tomar.

—¿Es acerca de tus robos?

Asiente.

Suspiro y luego me tomo la frente. Me siento un poco decepcionada.

—¿Sigues haciéndolo?

Asiente como niño pequeño.

—¿Por qué? Dijiste que no ibas a hacerlo más.

—Es complicado. Era necesario.

—Robar nunca es necesario.

—Lo dices porque vives en una burbuja de privilegios —su tono empieza a ser ofensivo.

—Mis padres no son millonarios.

—No, pero son parte de las personas beneficiadas. Tu padre seguro es un hombre con un trabajo estable, seguro médico y tu madre igual. Con una hija es una escuela privada, con buena enseñanza y un futuro casi resuelto.

—Mi futuro no está en lo absoluto resuelto, Adrián. Ni siquiera lo imaginas.

—Estoy seguro que sí.

Trato de pasar de él, pero lo impide.

—Y voy a explicártelo, Liana. Solo si me acompañas.

—¿A dónde?

 —Al lugar donde nos reunimos

—¿Es una secta?

Suelta una risa.

—No, son personales normales. 

—Lo sé, solo que haces sonar así. 

—¿Sabes qué? Mejor voy a enseñarte con un ejemplo lo que hacemos, pero necesito que te quedes.

—¿Son más?

—Te sorprendería quiénes somos. 

Siento que dentro de ellos está Theo.

Y no sé si me gusta la idea. No me imagino a Theo haciendo cosas ilegales.

—Está bien, me quedaré.

—Pero necesito que tengas la mente relajada y abierta, y que no te escandalices. Nosotros sabemos a quién se lo hacemos.

—¿Hablar de robarles? Porque si es así...

—Por jemplo —me corta—. Acabo de recibir un mensaje.

—¿De quién?

—De mi grupo. Parece que alguien necesita un poco de dinero para sobrevivir. 

—Sigo sin entender.

—Nosotros ayudamos a las personas que nadie quiere hacerse cargo. 

—¿Robas para los pobres? —atino a decir.

¿Como Robin Hood?

—Yeah —dice, su voz se escucha ronca y sexy, pero trato de que eso no me impresione.

—No puedo crear lo que estás diciendo, Adrián.

—No les robamos todo su dinero.

—Eso te hace honesto —digo, sarcástica—. Robar en cualquiera de sus modos, es robar.

—Les robamos lo que necesitamos.

—Ah vale, qué considerados.

Su risa burlona me enfurece un poco más.

—Alguien nos necesita. Es una niña, Liana. Va amorir si no le damos ese dinero.

—Pero... hay otras formas.

Me toma del brazo. 

—Vas a ver lo que sucede cuando nos ayudamos entre nosotros.

***

THEO

Estoy preparando una cena para Luca y Tristan, pasta mi fuerte y alguna bebida suave para acompañar, pero a parte estoy separando un plato especial de brochetas de fruta para Liana. Sé que siguen siendo sus favoritos. 

A pesar de que Tristán ha insistido mucho desde que Liana se fue del departamento en que debo ir tras de ella, no lo haré. No tiene sentido. De hecho, es lo mejor que pudo haber pasado para nosotros. Que ella piense que estoy interesado en otra mujer es la salida que necesito de estar situación tan problemática y confusa en la que nos hemos envuelto. 

Me va a perdonar, estoy casi seguro de ello y con el tiempo lo sucedido anoche solo será un espacio extraño que llenaremos con los días que le quedan en Procida. Y, al final, se irá de esta isla con el gran sueño cumplido y lo mejor de todo, sin haber roto las promesas que algún día le hice a ella. Cuidarla y no lastimarla. 

Sin embargo, me sigo sintiendo hasta la mierda, ahora peor que antes. Porque hay una voz en mi interior que me grita que estoy siendo un idiota cobarde. 

—La cena está lista —digo, colocando los paltos sobre el mesón. 

El pelos largos se relame los labios. No sé por qué lo he dejado quedarse en mi departamento, pero si sé que se ve muy interesado en mi amiga. 

—Todo se ve de lujo, carnalito.

Revoleo los ojos.

—Son doscientos euros —extiendo una mano y él me mira boquiabierto antes de meterse un bocado a la boca.

—No me jodas —dice con incredulidad y tristeza.

Tristán se burla de él.

—Por eso no me gustan los muchachitos, son muy ingenuos.

—Yo no soy nada ingenuo, cariño —le contesta con una voz seductora—. Puede enseñarte más cosas de las que pudiste haber aprendido en tus...

—Hey, mucho cuidadito con lo que vas a decir —lo señala Tristán.

—Veinticinco años —completa.

Ella le da una sonrisa coqueta y él se acerca un poco más hasta que Tristán le cubre la boca con una mano.

—Buen intento, niño, pero me han dicho hasta que parezco de veinte y no por eso me lo follé.

Suelto un bufido.

Intento cenar con ellos, pero sus indirectas me abruman más, así que termino por ir a la ventana y fumarme un cigarrillo. Miro hacia abjo, justo en donde vi a Liana perdserse en la moticicleta. Me pregunto dónde está, si debo llamarla o no. Han solo un par de horas todavía. ¿Será suficiente para que se tranquilice?  Conociendo a Liana, no lo creo. Debe estar confundida y quizás hasta me odie, pero sé que le pasará. Que las cosas pueden volver a estar normales si ello no se entera, ni comprueba que poco a poco estoy sintiendo algo, que ni yo mismo puedo reconocer, por ella. 

Ya voy por el segundo cigarrillo cuando Tristán se acerca a mí y me frota la espalda. Me hace recordar a mamá, pero no voy a decírselo. Conociendo a Tristán puede que se lo tome a mal. 

—Cambia esa cara  y ve por tu chica —me dice, y luego me codea en el brazo.

—No es tan sencillo.

—Ay, hombre.

—Creo que es lo mejor —tomo una calada y lueggo dejo salir el humo entre mis dientes.

—¿Qué piense que la traicionaste?

—Conozco a Liana, sé que no piensa así. Ella es muy justa. Sabe que lo de nosotros no es una relación.

—Eso le puede decir la cabeza, pero el corazón lo debe tener así —hace de su mano un puño y yo le doy una mala cara —. Perdón por ser tan sincera. 

—Seguro que sí, no digo que no, pero es mejor eso que arruinar nuestra relación. 

—¿Cuál relación?

—La relación de familia que teníamos.

—Pero si tú y ella nunca han sido familia.

—Pero yo la quiero como si lo fuera —le respondo molesto, casi gritando. Entonces Tristán me responde con más fuerza.

—¡Eso es amor, idiota! 

Me quedo quieto, mirando su gesto iracundo pero analizando lo que acaba de decir. ¿Amor? ¿Cómo? ¿Cuándo?

—Estás loca —atino a decir. 

De pronto, el pelos largos empieza a hablar a mi espalda. Al principio no le prestamos atención, pero tan solo escuchar el nombre de Liana, me hace girar al instante.

—¿Qué dijiste?

—Liana acaba de enviarme un mensaje.

—¿Y qué te dijo? —pregunto con sobre interés.

—Que está en un... 

—¿En un... ?

—Está tras las rejas. 

—¡¿Qué?!

—Es lo que dice —dice nervioso.

Le arranco el movil y leo los mensajes. 

Hay muchos sticker de gatitos tristes. Típico de Liana Cooper.

"Luca, tienes que ayudarme. No preguntes por qué, no fue nada malo, de hecho fue por algo muy bueno. Solo puedo decirte que empezó con un beso, luego con un robo, el hospital y terminamos en una caseta de policía. Necesito que me prestes dinero o un abogado. Planean dejarnos aquí toda la noche".

Otro mensaje llega.

"Por favor, no se lo digas a Theo".

Lo único que me duele es la palabra "Beso".

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