El buzón de los secretos © |C...

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Reese Miller conoce los secretos de todos sus compañeros de instituto. ✉ Publicación: 7 de julio. ✉ Sinopsis... Higit pa

SINOPSIS
PASADO
1. Todas las historias tienen un comienzo
2. Juguete sexual
3. Rebelde con causa
4. Todo lo que nunca quise saber
PRESENTE
5. Halloween
6. Encontronazos casuales
7. Granos en el culo
8. Consecuencias
9. Plantón
10. Empezando de cero
11. Recuerdo del pasado
12. Terribles secretos
13. Virginidad
14. Hormonas bipolares
15. Cita doble
16. Volar está sobrevalorado
17. Recuperación
18. Toc toc
19. La solución a todos tus problemas
20. Cagada monumental
21. La bocazas más grande del universo
22. Confesiones
23. Te contamina
24. Intervención
26. Dentro de la bola
27. El círculo de la muerte
28. Preguntas incómodas
29. Estrella
30. Yo te escucho
31. Todos lo necesitamos
32. Las paredes tienen ojos
33. Misión de rescate
34. No creas a un mentiroso
35. La carrera de la vergüenza
36. Guerra de fiestas
37. Plan de escape
38. Abucheos
39. Chantaje
40. Mejores amigos
41. Fuegos artificiales
42. Tinta permanente
43. Con los pies en el suelo
44. La fiesta de la luz
45. Una simple caricia
46. El precio de los secretos
47. Luces rojas y azules
48. En mil pedazos
49. Emboscada
50. Emboscada
51. Talentos
52. Gracias, Buzón
Extra: Un dulce al anochecer

25. La canción de Nana

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Jeremy no tenía mucho, pero lo que tocó anoche sonó muy bonito. Yo, por mi parte, tengo mucho trabajo y estoy atascadísima con la novela. Ni la música de David Bowie consigue animarme. ¿Por qué nadie me había dicho lo difícil que era ser escritor? Los bloqueos, los ataques de inseguridad...

—Vamos, Reese, tenemos que salir ya.

Mi abuela me va a ayudar. Ella siempre lo hace con alguno de esos amuletos que me da para que me transmitan buenas energías y, aunque no sabe que escribo, hoy pienso quitarme la vergüenza de encima.

—¡Ya voy! —grito, bajando las escaleras corriendo.

Me he empapado esta mañana en la pelea de bolas de nieve con Jeremy y Ellie y, tras una larga ducha, he conseguido entrar en calor.

La casa de mi abuela está a dos horas en coche. Como cada año, me paso esas horas durmiendo. Mis padres se empeñan en escuchar programas muy raros de comedia que solo entienden ellos, así que no me queda otra que aprovechar para descansar. Sin embargo, no dejo de darle vueltas a todas las notas que he leído y se me ocurre sacar mi libreta para escribir unas cuantas cartas. No sé qué efecto habrá tenido la que le envié a Nahid, solo espero que esté bien.

✄ ✄ ✄ ✄ ✄

—Nubecita, ya hemos llegado —habla mi padre desde el asiento del copiloto.

Abro los ojos lentamente y miro a mi alrededor hasta encontrarme con sus enormes ojos tras esas gafas de pasta tan horribles.

—Papá, cuando tenga dieciocho años, ¿dejarás de llamarme así?

—Nunca —responde y se ríe.

Salimos del coche y la abuela nos recibe en la puerta con una bandeja con tres tazas.

—¡Nana! —exclamo con emoción mientras corro hacia ella. Hace tanto que no la veo.

Ella me mira con una sonrisa tan amplia que sus ojos se esconden entre las arrugas. Luego frunce el ceño, deja la bandeja en la mesita de la entrada y me sujeta la cara con las dos manos. Me da un beso en la frente y me susurra:

—Tienes que dejar que las preocupaciones se marchen.

Sus palabras me sorprenden y tardo un rato en reaccionar. ¿Tan mala cara tengo?

—Ya, Nana, pero tengo mucho que estudiar —respondo, pensando que se refiere a eso, pero ella niega con la cabeza.

—Ven, tengo algo para ti.

Me coge la mano con fuerza y me hace entrar.

—Nosotros también te queremos —escucho gritar a mi madre al fondo. Me rio al darme cuenta de que les ha ignorado por completo.

Me lleva hasta su cuarto y abre un cajón donde tiene muchas cajas de colores.

—Como perdiste la pulsera, los demonios se han acercado mucho a ti —refunfuña y yo la miro pasmada—. Ten, esto te servirá.

Me coloca un anillo de plata en el dedo índice y me besa otra vez la frente.

—¿Cómo sabías que la perdí? —pregunto, todavía alucinando.

—Las abuelas lo sabemos todo, niña.

—Bueno, al final la encontré.

Ella niega con la cabeza, malhumorada.

—Ya no es lo mismo. Un amuleto es algo personal. En el momento que te desprendes de él, las malas energías se meten dentro. Por eso estás tan confundida.

—¿Es como si fuese una caja vacía?

—Algo parecido —responde y se ríe. Miro la pulsera que me dio el año pasado y me la quito de inmediato. No quiero tirarla—. Trae, yo te la limpiaré.

Su sonrisa me tranquiliza y, por extraño que parezca, me empiezo a sentir mucho mejor. La observo y luego desvío la mirada al anillo. Tiene una piedra similar a la de la pulsera. Es brillante y ciertamente bonito.

—Es una amatista, te protegerá de todas las malas energías. —Me quedo mirándolo tanto tiempo que cuando alzo la vista, ella ya se ha marchado. Desde el salón me grita—: Vamos, que se enfría el chocolate.

Los tres están sentados con sus tazas y yo me uno a ellos, aún con la sensación de no estar entendiendo absolutamente nada.

Pasamos la tarde preparando toda la comida, incluido mi plato favorito: la patata rellena de carne. Es lo mejor que he probado nunca y que, estoy segura, jamás probaré.

Nuestras Navidades son siempre sencillas. Después de cenar colocamos los últimos adornos en el árbol y luego decoramos el calcetín para que por la mañana encontremos nuestros dulces ahí metidos. Luego mi padre enciende la chimenea y, con otra taza de chocolate caliente y pastel de turrón, escuchamos las historias que nos cuenta la abuela.

De ella saqué el gusto por la lectura. De pequeña siempre me regalaba libros de cuentos y, cuando crecí, fue la que me dio mi primer libro de Agatha Christie. No hay nadie mejor que mi Nana para contar historias.

Por la mañana, cuando mis padres están aún dormidos, la encuentro en la cocina preparando galletas. Nada más verme me sirve un vaso de leche y se sienta conmigo.

—Tienes algo que contarme, ¿no es así?

—Sí —hablo aún con la voz ronca por el sueño.

Hace tiempo que dejé de preguntarme por qué mi abuela es tan maravillosa. De mayor me encantaría ser como ella.

—Es por ese chico, tu amigo —asiente con contundencia y se cruza de brazos muy seria—. El alto con el pelo liso.

—¿Jeremy? ¿Por qué iba a...? —pregunto confusa y niego con la cabeza antes de acabar la frase—. Es sobre otra cosa.

—Te voy a decir algo. El anillo no es mágico. Si sigues acercándote a los demonios, al final te absorberán con su energía y te alejará de las buenas personas.

—Nana, Jer no es un demonio —respondo riendo. Me gustaría decirle que a veces lo parece, pero no creo que lo vaya a entender.

Esta vez es ella quien niega con la cabeza.

—No hablo de él —contesta, cierra los ojos y toma aire. Me vuelve a mirar y esboza una sonrisa triste—. El demonio siempre te mirará con una falsa sonrisa angelical y te dará la espalda cuando ya tenga lo que quiere; mientras que el ángel te mostrará su corazón y te abrazará siempre que lo necesites.

Entonces me doy cuenta de a quién se refiere y trago saliva para deshacer el nudo. El demonio no es otro que Mason, por eso me ha dicho lo de la pulsera y me ha dado el anillo, para hacer que se aleje de mí.

—Ese Jeremy... —Se queda mirando a un punto en la pared y luego a mí—. Me recuerda a tu abuelo.

—Háblame de él, Nana.

Nunca le llegué a conocer porque murió cuando yo estaba en la tripa de mi madre. Me habían contado tantas cosas sobre él que a veces sentía que le conocía.

—Era tan terco... —se ríe al recordarlo—. Cuando se le metía algo en la cabeza, no paraba hasta conseguirlo, pero era bondad pura.

—¿Qué cosas le gustaban?

—Tenía una voz que encandilaba hasta a los ángeles —dice con una sonrisa y se levanta de la silla—. Creo... creo que tengo una cinta.

La sigo hasta el salón y rebusca en la caja donde guarda algunos recuerdos. Entonces saca una cinta con algo escrito en el dorso y la pone con torpeza en el reproductor.

La melodía del comienzo despierta a mis padres, que aparecen nada más escuchar a alguien cantando. Nana sonríe y se lleva la mano al pecho, emocionada. Mamá se acerca a ella y la abraza. Papá se queda atrás, escuchando con detenimiento.

Por sus expresiones, sé que es mi abuelo el que canta. Mi padre me cuenta poco después que esa canción la escribió para mi abuela cuando cumplieron la primera década de casados.

Sin duda, escuchar esto es el mejor regalo de Navidad que puedo haber tenido.


*****

Es de mis capítulos favoritos :')

Espero que lo hayáis disfrutado mucho  ❤


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