Sumisión de una Dominante

By GreyFlowers3

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Dominante/ Sumiso, relación basada en la confianza. D/S o D/s estas abreviaturas hacen referencia a una serie... More

Sumisión de una Dominante
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII

Capítulo VII

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By GreyFlowers3

Los minutos pasan lentos y tortuosos. Al principio, mi mente carbura a toda prisa imaginando infinidad de opciones de tortura y placer, luego divaga en el trabajo, en mi vida y al final en mi situación actual. No tengo más alternativa que quedarme quieta, y aunque ese nunca ha sido mí fuerte, no puedo quejarme. Yo entré por elección.
Observo con detenimiento mi alrededor.
Que fastidio.
¿Y este hombre aún tuvo el descaro de decir "diviértete"?, es un imbécil.
"Claro señor King, me divertiré cortando mí piel con las jodidas flechas del techo, por mí no se preocupe, tarde lo que quiera, mis extremidades necesitaban un descanso, gracias", pienso sarcástica.

Es decir, ¿Quién carajos tiene una jaula tan pequeña con flechas tan afiladas en ella? ¿En qué época estamos, en la medieval?
Entiendo su propósito, pero es algo anticuada, existen mejores alternativas e infinidad de castigos mejores y más divertidos. Quizá esto podría ser más entretenido si algo o alguien estuviera estimulando mis terminaciones nerviosas. Tal vez, no retirar las flechas, quitarles un poco de filo y jugar con ellas. Al estar en movimiento, por la estimulación se marcaría en mi piel pequeñas puntas rojas que quedarían un par de días, pero no marcas, como las que podría causarme ahora mismo.

Suspiro.

Me siento tan incómoda. Jonathan acaba de irse y el anhelo por salir de aquí crece cada vez más.
¿Cómo es que una persona soporta esto? No es que sea doloroso, más bien es irritante.
Tengo las piernas pegadas al abdomen, las pinzas apretando mis nalgas y las flechas amenazando con marcar mí cuerpo. Esta no era la forma en la que quería pasar mi fin de semana. Lo peor es la falta de movimiento, siento que me asfixio, me siento impotente y desprotegida, como un animal atrapado en una trampa para cazar.

"¿Por qué no viene aquí y me coge ya, qué podría ser más importante que estar conmigo?".

Me muevo un poco logrando quedar boca abajo, mis piernas aún están en mi pecho y aunque tengo las manos libres me siento completamente inútil.
La mordaza no es menos irritante. La saliva se acumulaba en mí boca, la jodida bola me complicaba el poder tragarla, pero no estoy segura de quitarmela. Tal vez Jonathan me esté vigilando a través de un circuito cerrado y al ver mi desobediencia sea más severo está vez conmigo. Prefiero seguir batallando con ella y llevar la fiesta en paz.
Suspiro; si le veo el lado positivo a esto es mucho mejor.

"Descansaré un poco de Jonathan, tengo tiempo para reflexionar, quizá no estoy muy cómoda pero por lo menos estoy aquí... con él, bueno tal vez no con él ahora, pero si será dentro de poco y podremos..."

¡Maldita sea! El dolor no me ayuda a pensar, los pezones me duelen al estar acostada así y el culo me arde más que cualquier otra cosa, el cuello me mata y siento que estoy babeando un poco el suelo.
Estúpidas pinzas, estúpida jaula, estúpidas flechas, estúpido Jonathan y estúpida Italy por querer cambiar de rol.

Después de un tiempo descanso la mejilla en el piso, tarareo una canción sin sentido, dormitando inmóvil. No me doy cuenta en que momento me quedo dormida aún con la melodía en la cabeza, hasta que despierto con un sobresalto que me hace golpear la espalda las afiladas puntas. Tres piquetes aterrizan sobre mi piel causandome dolor.
Encerrada y adolorida, me quejo en silencio a través de la bola.
No sé qué hora es, quizá ya es hora de la cena, pero aún no hay rastros de Jonathan, no escucho nada. Intento despabilar mis sentidos, cuando me percato de un movimiento por el rabillo del ojo derecho. Dirijo la mirada rápidamente y ahí está él.

Jonathan está sentado en un sofá frente a mi observando con detenimiento la expresión en mis ojos al verlo. Intento parecer neutra, pero mis ojos se niegan a ceder ante su mirada. Estoy molesta aún por la humillación, y cansada de estar aquí, y sé que debería bajar la mirada, pero mi yo dominante se niega a irse. Cierro los ojos intentando cambiar mi humor, al abrirlos, noto como su mirada está ausente, parece que no respira; en la mano lleva una copa de Whisky, la camisa desabotonada, sin corbata y el cabello despeinado.

¿Qué le sucede?

—Por fín despertó, señorita Diamon —dice en voz baja intentando no alterar la paz que hay en el ambiente. Aunque no puedo evitar notar el frío tono de su voz.

Aún tengo la mordaza así que, aunque diga un discurso a medía nación no se entendería nada.
Asiento.

—Ha pasado una hora con cuarenta y cinco minutos así que esas nalgas deben estar bien marcadas y adoloridas—cometa, se levanta de su asiento y camina hasta la pequeña mesa dónde está la llave de la mazmorra.

—Pretendía despertarla hace un rato, pero parece que dormida es más dócil y fácil de manejar—añade—, su rostro por poco me convence para retirarle el castigo y follarmela como premio, pero después recordé el motivo y todo se esfumó. Debe empezar a comportarse, Diamon, porque los castigos se podrán cada vez más rudos.

Abre la puerta y se aparta dejándome espacio para salir. Levanto la vista, se que tiene algo, algo extraño, pero no puedo descifrar que. No lo conozco muy bien, pero lo noto.
Literalmente me arrastro fuera de la celda, las piernas me hormigueaban, las siento débiles, pero intento disimular. Gateo despacio cuando ya estoy afuera y me deposito sobre mis talones intentando erguirme.

—Levántate—me ordena.

"No me jodas, apenas puedo mantenerme en esta posición, Jonathan", pienso. Tomo una gran bocanada de aire y lo intento. Debo poner todas mis fuerzas en hacerlo, pero va bien.

—No tengo tiempo, rápido.

Con un poco más de prisa, pero aún con las piernas temblando, me pongo en pié. Me cuesta lo doble mantenerme quieta, pero lo intento disimular.

—Muy bien. Ve a aquella pared y recarga las palmas.

Pff...
La pared no está a más de tres metros de dónde estoy parada, puedo hacerlo. El hormigueo se detiene, pero continúa un dolor interesante, como si estuviera a punto de darme un calambre en ambas piernas. Me doy ánimos y camino un paso a la vez cruzando la oscura habitación. Doy tumbos los primos paso, pero los siguientes los tomo con mayor decisión y menos esfuerzo. Al llegar a ella agradezco con todo mi ser la obediencia de mi cuerpo y depósito mis manos como él lo pidió.

Pasan un par de minutos más antes de que Jonathan me alcance. Se detiene a mi lado y sin piedad arranca las piezas de mi culo de un tirón.
Suelto un grito ahogado de dolor acompañado de un: "¡Vete a la mirada!"
Se me había olvidado por completo que las traía puestas aún.

—Eso me gusta, Diamon. Me gusta como  te lucen las nalgas con un rojo tan intenso.

Su mano aterriza con un golpe seco en mi nalga derecha, de inmediato siento las pequeñas pulsaciones en aquella zona. Mis dedos de ambas manos se encongen intentando aferrarse a algo para no darme la vuelta. Su mano roza mi culo y lo acaricia tomándolo con gran brusquedad. Se pone de cunclillas a mis espaldas, a la altura de mi culo y vuelve a apretar ambas nalgas en sus manos, pero esta vez su nariz se introduce entre mis piernas llegando a mi intimidad e inhala. Mis mejillas se llenan de color al sentirlo. Roza la punta de su nariz en mi agujero y vuelve a inhalar mi húmedad, provocandome escalofríos.

—Que bien hueles, Diamon.

Parecía ebrio.
Sus manos masajean mis nalgas y aunque duele, su lengua me reconforta con su incesante ritmo en mi húmedo coño. Con una mano aparta mis pequeñas bragas, mientras que con la otra introduce un dedo en mi, al tiempo que su lengua me lame con desesperación el clítoris ya inchado. Muevo mis caderas a su ritmo, siento que estoy apunto de explotar en su deliciosa boca, pero lo contengo para disfrutar más. No quiero que esto acabé tan pronto, no después de esa fastidiosa hora encerrada.
Los gemidos que salen de mi boca incesante, son la mitad de intensos de lo que deberían a causa de la mordaza. Introduce un dedo más lamiendo con deseo mi clítoris, lo masajea con la lengua y lo succiona provocandome.
Si antes sentía las piernas débiles, ahora son completamente de gelatina. Tiene una lengua maravillosa, muy bien entrenada.
Su rostro está entre mis nalgas y no puedo evitar sentir una excitación que es de otro nivel. Me da un par de nalgadas más y chillo al sentir el anhelado orgasmo y el dolor del golpe al mismo tiempo, es una locura. Tocó el cielo por unos minutos y caigo en picada hasta tocar el suelo otra vez.
Se aparta de mi aún lamiendo sus labios húmedos por mis jugos y se pone en pié. Los latidos de mi corazón se pueden escuchar en toda la habitación y el jadeo de ambos rope esa gran paz que se cernia en el lugar. Siento como su pecho sube y baja a mis espaldas, pero no me toca.

—Grita, patalea y maldice, Diamon. Eres mía y yo puedo hacer lo que desee contigo—murmura.

Es una amenaza directa, muy prometedora, pero no me dejaría intimidar con sus palabras. Si, acaba de castigarme, pero esto no significa nada, fue muy aburrido estar ahí dentro y ciertamente poco creativo. Quiero saber que más puede hacer, que tanto dolor me puede causar, aunque lo haré con cautela.

—Me gustaría saber—comienza a hablar aún entre jadeos—¿Qué estarías dispuesta a hacer por mi?

Sus labios están muy cerca de mi oído, así que puedo escucharlo claramente. Me percato de su olor dulzón en el aliento y lo confirmo. Está ebrio, muy ebrio y eso lo hace impredecible. Mi rostro gira para quedar frente a frente. Jonathan me mira de arriba abajo, analizando mis movimientos o eso parece. Tiene una expresión fantástica, arrebatadora y sensual.

Se muerde el labio inferior al cerrar su mano sobre mi cuello y me toma con fuerza para darme la vuelta y estrellarme contra la pared. Respiro profundamente intentando tomar aire apesar de su agarre, me concentro en sus manos. Trae consigo una vara rígida de la que apenas me percato.

—Responde.

¿Está ebrio o es idiota? ¿Qué no recuerda la estúpida mordaza?

—¡Contesta!—grita haciéndome retumbar.

Cierro los ojos apartando el rostro en otra dirección. Me remuevo incómoda en mi lugar, pero me hace volver a la misma posición acercándome a su cuerpo.

—A tí te gusta retarme con los ojos, no haz dejado de hacerlo desde que nos conocimos, así que mírame—dice al tomarme del mentón acercando su rostro al mío—mírame.

No lo hago, posó la mirada en otra dirección.

—¡Mírame!—su tono se eleva un poco.

Obedezco. Abro los ojos con la furia ardiendo en ellos, siento el rostro caliente y las manos en puños.
Observo como su rostro se ilumina de alegría al verme enojada, sonríe y su sonrisa me embelesa, aunque también me exaspera. Me aturde el olor a alcohol que emana de su aliento y su exquisita belleza después de darme un orgasmo.

—Eso es, así—murmura sonriendo.

Escucho como la vara rompe el viento al cruzar los aires y aterriza en mi pantorrilla sin más. Suelto un gemido para mis adentros. El dolor es duro, arde como los mil diablos, pero disimulo mi expresión intentado quitarle importancia al asunto.

—¡Que chica tan ruda!—me dice en un tono alegre—Me sorprende tu falta de expresión, creí haber dado un buen golpe. Tal vez solo te estoy subestimando y lo que te ayudó fue esa bola que tienes en la boca. Ayuda mucho a mitigar el sonido, créeme, aunque ya deberías saberlo, juegas mucho con ella en tu rol de dominante, ¿no?

Jonathan me libera de la mordaza en segundos dejándola cuidadosamente en una mesita de la habitación. No me da nada para limpiarme y yo lo dejo pasar.

—Entonces, Diamon. Dime, ¿que es lo que estás dispuesta a hacer por mi?

Mi mandíbula adolorida por el exceso de esfuerzo se queja al intentar moverla.

—Lo que usted ordene, señor King—murmuro.

La vara me golpea en el estómago dejando una línea roja que aparece en segundos sobre mi piel.

—Es una respuesta válida, aunque estoy buscando algo más—responde aún con humor.

Me quedo quieta con la espalda rozando la pared, no lo observó, más bien no le prestó mucha atención, simplemente analizo sus palabras para acertar en la respuesta está vez.
Su vara vuelve a golpearme haciendo que salga de mis cavilaciones. Me golpea los costados de las piernas un par de veces, lo soporto aunque queda un ardor molesto.

—Haría lo que usted quisiera que haga, señor King—es la única respuesta que se me ocurre y creo que es la más tonta.

—Tenías dos caminos por elegir esta noche, Diamon. Estaba el camino del placer y el otro de dolor, todo dependía de tu respuesta, pero al parecer, necesitas analizar un poco más lo que dirás. Para eso necesitas estar a solas ¿Qué te parece si vuelves a tu pequeña jaula? A mí me parece el lugar perfecto, ¿No lo crees?

—No, señor King—respondo a prisa.

—¿No? ¿Prefieres veinte azotes con una vara más rígida, Diamon?

No lo pienso, me apresuró a responder:

—Si, señor.

Sé que esto dolerá más mañana por la mañana, pero no quiero volver una hora más a esa jaula. Me volvería loca de ser así.

—¿Veinte azotes? —repite Jonathan.

—Si, señor King—escupo las palabras para evitar a toda costa ese castigo.

—Vaya, me sorprendes, Diamon—responde—. Creí que te irías por la opción menos dolorosa, aunque pasarías toda la noche en la jaula y quién sabe cómo terminarían de adoloridas tus extremidades, pero me alegra que decidieras la segunda opción.

"Créeme, estoy en las mismas que tú, pero me inclino más por el dolor, que por el aburrimiento", pienso.

—Entonces serán veinte azotes. Inclinate, por favor. Si quieres puedes tomar de apoyo la pared—me ordena.

Respiro profundamente al darme la vuelta. Mi corazón vuelve a latir de prisa, pero esta vez no es por excitación, sino por nervios.

—Cuenta, Diamon.

Tomo aire y lo contengo hasta sentir el golpe en mis nalgas adoloridas. Al parecer no podré sentarme hasta el lunes. Debe estar gozándolo mucho pues vuelve a azotarme dos veces seguidas.

—Tres—digo en voz alta para que pueda escucharme.

Me ardía hasta lo más profundo del culo cada azote, pero estoy decidida a demostrarle que puedo con esto, que voy a sostener mi palabra ante todo y no dejar nada a medias.

—Siete—sigo contando.

"No me duele, no me duele", me repito varias veces al tiempo que vuelve a golpearme.

—Ocho.

"Puedo resistirlo, lo sé, puedo hacerlo".

—Nueve—"un golpe más"—Díez.

Tomo una bocanada de aire fresco antes del siguente golpe, pero no llega. Agradezco para mis adentros el pequeño descanso que me da, pero al pasar los minutos no sucede nada. Solo puedo escuchar mi respiración agitada y como su cierre se abre para dejar salir su erección. No me atrevo a voltear, suficientes castigos e tenido el día de hoy como para conseguir uno más.
Las nalgas me palpitan de dolor, al igual que mi hinchado clítoris a causa de la excitación que me provoca, aunque sinceramente aún no decifro que es lo que me excita de su maniático comportamiento. Quizá el reflejo de mi yo dominante.
Sus manos me acarician las piernas, la cintura y mi enrojecida piel, aún con el roce suave, duele.

—Creo que ya es suficiente, Diamon. Quería dejarte en claro que ahora eres mía y al parecer ya quedó.

Sigue acariciándome la piel hasta que sus dedos sienten lo húmeda que estoy.

—¿Quieres inclinarte un poco más, por favor? —exclama haciéndome sonrojar.

¿Ahora me lo pregunta y pide por favor? Vaya.
No respondo, solo lo hago. Me inclino un poco más y le doy pase libre a mi culo, por completo.

—Muy bien, no te muevas o terminaré con los azotes que faltaron.

Su mano sigue tocandome, pero luego de algunos segundos la sustituye su miembro. Lo siento húmedo, muy suave y duro. Las ganas crecen con cada toque, siento como mi piel arde bajo sus caricias y al parecer estaba equivocada, no me volverá loca entrar a la jaula, me volverá loca no sentir su miembro dentro de mi, ahora.

—Me duele, señor—murmuro entre gemidos refiriéndome a las nalgas.

—Te acostumbrarás, tarde o temprano—exclama al meter la punta de su miembro en mi y sacándola rápidamente volviendo a su lenta tortura—, y mientras más rápido entiendas tu posición, esto cambiará. Pondré el mundo a tus pies, mientras que tú estés postrada en los míos, Diamon.

Mientras habla con un tono tan suave e hipnotizante, mi miente solo puede pensar en el deseo.

—Eres mía, Diamon.

Su miembro entra en mi, solo un poco más que la punta y vuelve a salir a prisa.
Lo quiero, quiero sentirlo, pero sé que aún no querrá hacerlo, estoy segura.
¡Joder! Me estoy enredando en su juego, solo quiere desesperarme y tener un pretexto para negarme el placer.
¡Que fastidio!

—Por favor, señor King—murmuro valiente.

—¿Qué es lo que deseas, Diamon?

—Lo deseo a usted, señor—titubeo al hablar.

—¿Disculpa?—se burla de mi.

—Cogeme, por favor—suplico.

"¡Que patética manera de comportarte, Diamon! Eres una dominante, ¿te rebajas a esto por un simple acoston?" Pienso.
Me da lo mismo ahora, solo quiero sentirlo, quiero tenerlo dentro. Después de esa burda hora, por fin tengo la oportunidad de poseer lo que deseo y no la voy a desperdiciar.

—Quiero sentirte.

—No te dí permiso para hablarme de tú, pero lo dejaré pasar por esta vez, me gusta como lo pides—dice al tomarme de la cadera y sostener firme su miembro en la entrada de mi sexo.

Lo quiero adentro, y lo quiero ya.

—¡Por favor! —exclamo desesperada.

—¿Estás haciendo berrinche, Diamon?

Me quedo quieta abriendo los ojos de par en par. No pretendía que sonara como un berrinche, pero así es como salió.

—No, señor. Disculpe.

—Tengo ganas de ti, pequeña Diamon—murmura lamiendo el lóbulo de mi oreja.

Cierro los ojos sintiendo sus caricias, escucho su respiración que me tranquiliza y su voz que me guía.
Relajo mi cuerpo y justo en ese momento, cuando tengo la guardia baja me penetra de manera brusca. Grito al sentirlo, me tomó por sorpresa que lo hiciera en estos momentos. Está dentro de mi, puedo sentirlo.
Sus caderas se mueven lentas, con una delicadeza excitante.

—Me encanta lo húmeda que estás—exclama con voz grave.

Sus manos me toman por la cadera, moviéndome a su conveniencia.
Entra tan profundo que no me deja pensar con claridad, su ritmo me hipnotiza en un placer indescriptible. Al parecer si, esto es lo que necesitaba para desconectar mi mente del cuerpo y dejar de pensar tanto. Me libera de las ataduras de la mente y solo soy piel y fibra nerviosa.

—Ven, iremos a un lugar más cómodo—dice al salir de mi, dejándome necesitada y un poco confundida.

Camino por inercia a su lado intentando despejar mi mente, pero el supor es más espeso. Su mano toma la mía con decisión, dirigiendome a la cama que hay en el lugar. Su cuerpo se pega al mío y sin esperarlo, me besa. Sus labios buscan con fervor los mío, está tan necesitado como yo, de eso estoy segura. Caemos en la cama aún entrelazados en el apasionado beso que no se detiene. Me recuesta boca arriba acariciando mis piernas, me duele el trasero, pero por ahora es insignificante el dolor. Solo quiero sentir placer.

Su cuerpo no me permite recobrarme, sin más, me penetra con brusquedad y deseo. Puedo notar en sus ojos el placer que siente al estar dentro de mi, es inevitable que atrape mi mirada y el deseo se transmita a todo mi ser.
Mi garganta no resiste, suelto un pequeño grito de placer al sentirlo. Su primera embestida me acerca al paraíso.
Lo tengo dentro de mi, llenándome por completo. Echo la cabeza hacia atrás disfrutando del placer que me da.

—Estas muy estrecha —exclama entre gemidos.

Hace bastante tiempo que me había abstenido a tener sexo, y me arrepiento pues su miembro se acopla a la perfección conmigo. Siento como me acerco a la orilla de un precipicio, preparándome para saltar. Sus manos toman mis pantorrillas elevando mis piernas sobre sus hombros, mientras el movimiento continúa incesante, su erección va más profundo haciéndome sentir cada centímetro de su ser. Jonathan se convierte en un animal salvaje, su rostro lo demuestra pues está en la punta de la cima. Cada fibra de mi cuerpo se vuelven loca y grita desesperada por más.

—Ahhh. Así. —el sonido sale de sus labios alterando mis sentidos.

Sus embestidas son más rápidas cada vez, trato de resistir, lo intento, pero me da la vuelta dejándome recostada boca abajo. El pecho pegado a la cama y el culo al aire. Entra en mí, duro, de un solo golpe y sigue así. Me toma de la cadera controlando la situación, el placer de ambos lo tiene en sus manos. Lo hace tan bien que la vista se nubla. No puedo resistirlo más, me dejo llevar por sus encantos acercándome cada vez más al segundo orgasmo. Tomo a puños la fina tela que cubre la cama, mientras mi cuerpo se libera a su alrededor en un estruendoso y húmedo orgasmo. Caigo del precipicio en picada sin tener nada para sostenerme. Jonathan me sigue poco después. Su orgasmo llega casi al mismo tiempo que el mío, llenando la habitación de sus gemidos que son música para mis oídos.
Estoy exhausta, vaya sospresa. Regularmente no termino tan cansada luego de una gran escena con mi sumiso, pero esta vez siento como si hubiera corrido un maratón.
Me quedo quieta con las sensaciones a flor de piel. Aún siento como sus líquidos recorren mi húmedo sexo.
Jonathan sale lentamente de mí, provocandome un estremecimiento.

—Eres mía, no lo olvides—susurra mirándome a los ojos.

Sonrió aún con las mejillas rojas y el cuerpo entumido. Él me devuelve una pequeña sonrisilla traviesa antes de acercar sus labios a los míos. Me besa fugazmente antes de apartarse por completo de mí.

—Creo que es suficiente, Diamon. Es hora de cenar, debes estar hambrienta y también necesitas una ducha—dice volviendo a su tono desinteresado y su personalidad fría.



Despierto sobresaltada luego de un sueño sin sentido que olvido al instante, parpadeando varias veces antes de enfocar la vista. Estoy recostada boca abajo y me siento tan cómoda y calientita que olvidó por unos minutos donde estoy. Quiero volver a dormir, me siento sumamente cansada de la noche anterior, sin dudarlo, podría dormir hasta mañana sin problema y aún despertar con sueño.
Me doy la vuelta con lentitud abriendo los ojos poco a poco intentando que se acomplen al entorno. Observo con detenimiento como el sol comienza a dar sus primeros rayos del alba al otro lado de la ventana, es hermoso, pues a pesar de que se acerca el otoño y el paisaje se ve un poco apagado, la vista que tengo en esta habitación es fascinante.
Me quedo quieta por un largo rato pensando en la nada, hasta que caigo en cuenta.

—Joder—susurro al pensar la hora que debe ser. Aún no me he duchado y se supone que el desayuno ya debe estar listo para Jonathan.

"Debo recordar poner una alarma cada vez que venga aquí", tomo nota mental.
Me incorporo sobre la cama intentando despejar mi mente del sueño que aún tengo. Me estiró tocando accidentalmente la pantorrilla de Jonathan con mi pié. Giro la cabeza a toda prisa.
¿Enserio se quedó a dormir aquí?
Es extraño, no recuerdo cuando entro a mi habitación. La última vez que lo ví fue en su despacho, cuando me despedí para subir a dormir luego de cenar. Tal vez siguió bebiendo y llegó aquí con el alcohol alterandole los sentidos. Bueno, tampoco es que haya estado muy alerta por la noche, al recostarme me quedé dormida en minutos. Debió entrar aquí cuando el cansancio me venció.

Me levanto de la cama, aún somnolienta, pero con mucho cuidado para no despertarlo; me dirijo al cuarto de baño para ver el desastre que debo tener en la cara, y el cabello. No pude dejarlo secar antes de dormir la noche anterior, así que debe estar muy esponjado.
Cruzo la puerta y voy directo al espejo del lavabo. Afortunadamente no me veo tan mal, mi cabello está decente dentro de lo que cabe, mi piel luce sana aún sin maquillaje y mis ojos tienen una pequeña luz en ellos que es rara en mi. Mi rostro se ve bien, aunque ojeroso por el cansancio. Después de cepillarme los dientes y lavarme la cara, para despertar, salgo despacio. Está mañana no tomaré una ducha, debo apurar el paso si quiero que el desayuno esté listo para cuando Jonathan despierte.

Todo está tan callado que me siento fuera de lugar. La mañana se escucha muy tranquila y es algo gracioso, pues no creo que alguien cuerdo este despierto tan temprano en domingo. Jonathan aún duerme profundamente. Me sorprende que no se haya despertado con mi movimiento o con el sonido del inodoro o del grifo. Tal vez si se puso una buena borrachera a noche, en mi opinión no me parece una buena presentación como dominante. ¿Beber hasta la madrugada en nuestro primer fin de semana? Esto es como una prueba para ambos, y francamente no está resultando muy bien, aunque el sexo es muy bueno, no justifica su comportamiento.

"¿Por qué habrá incursionado en este mundo tan cotizado?
¿Cuál será el motivo por el que beba?
¿Tendrá un problema de alcohol?", las preguntas rondan en mi cabeza y mientras una respuesta cuerda sale, más preguntas llenan el espacio vacío que ha dejado la anterior.

Lo miro y me hace sentir celos, quisiera estar en mi cama durmiendo, aprovechando al máximo mi día de descanso, pero aquí estoy, parada frente la cama de un tipo que acabo de conocer, que despertará crudo, y que se hace llamar mi dominante. Que ironía, es mi dominante, pero en estos momentos está en mi cama, podría someterlo sin ningún tipo de restricción, podría convertirlo en mi sumiso aunque sea por unos instantes.
Suspiro.
Estoy tentada en hacerlo, pero sé que eso no le agradaría en lo absoluto, así que me limito a observar.

Cómo está de cara a mi, tengo la oportunidad de examinarlo bien por primera vez. Su rostro es muy armonioso, tiene facciones finas que lo vuelve llamativo. Sus labios están bien proporcionados, su cejas enmarcan a la perfección su rostro, mientras que sus mejillas y naríz parecen echas específicamente para él. Su piel pálida, contrasta bastante con el color de su cabello, parece más joven al estar tan relajado.
Es atractivo, no puedo negarlo, pero debo frenar los pensamientos que se acumulan dentro de mi cabeza ahora mismo. Necesito estar sola, lejos de él, para aclarar mi mente de las últimas horas que pasamos juntos.

Doy media vuelta, tomo mi teléfono y salgo de la habitación en dirección a la sala. Bajo con cuidado intentando pasar desapercibida para los empleados de la casa, aunque extrañamente no veo a nadie por aquí, tal vez están ocupados en sus deberes o es su día de descanso; por cualquier duda, camino de puntitas hasta llegar a un cómodo sofá de la sala. La casa es enorme, con un gusto exquisito en decoración. En mi caso, sino fuera diseñadora de modas, me habría encantado ser decoradora de interiores, siento que tu casa expresa una gran parte de tu personalidad y la de Jonathan denota a gritos control, orden y seriedad.

El reloj en la pared marca las seis de la mañana. Comienzo a sentirme frustrada.
"¡Debí volver a la cama y dormir un poco más!", grito para mis adentros.
Vuelvo a suspirar intentando relajarme para no perder los estribos y comenzar el día de mal humor. Nadie tiene la culpa de todo esto, excepto yo.
Desbloqueo mi teléfono. No tengo llamas pérdidas, tampoco mensajes así que todo está marchando bien, dentro de lo que cabe esperar. Me alegra no tener noticias de John, prefiero evitar todo tipo de contacto con él, por ahora. Jonathan no lo tomaría de buena manera si así fuese y supiese que me llamo la noche que venía hacia acá, por experiencia como Dominante, me atrevo a decir que somos posesivos con lo nuestro y muy envidiosos. No creo que Jonathan cambie ese patrón, es algo muy común entre nosotros y en la comunidad. Por otro lado los sumisos, deben estar acostumbrados a compartir, los celos y la envidia es algo que ellos deben evitar.

Miro a mi alrededor para verificar que no hay nadie cerca y abro nuestra conversación. Leo los últimos mensajes que nos enviamos y su última hora de conexión.
Realmente lo extraño mucho, pero su camino y el mío no van por el mismo rumbo, y aunque me duele aceptarlo, sé que él es feliz haciendo lo que hace y yo también. No puedo quejarme, fue mi decisión distanciarnos para que él cumplirá sus metas, yo hice mi parte, ahora le toca el resto.

                             John
   última hora de conexión 4:57 a.m.

"Espero te encuentres bien y que esa llamada no tarde en ser devuelta".
                                           7:46PM
"Buenas noches 😴"
                       8:10PM
"Fue un día realmente pesado en la oficina. Siento mucho no haber tomado la llamada.
Espero tengas una linda noche, donde quiera que estés".   
                                             8:20PM

Me quedo más tiempo del requerido dentro de la conversación observando su última hora de conexión. Sé que no sirve de nada, pero me gusta torturarme psicológicamente algunas veces.
Los segundos se convierten en minutos.
En estos momentos deseo que me envíe un mensaje, que haga cientos de preguntas sobre los últimos meses o semanas, no importa, lo único que quiero es ver un poco de iniciativa de su parte. Me encantaría que todo volviera a la normalidad y ser inseparables como lo éramos hace un tiempo, pero sé que eso no va suceder. Por mi orgullo y su terquedad.
En estos momentos John debe de estar en un país al otro lado del mundo, durmiendo con alguna chica en un hotel lujoso, mientras que yo estoy aquí intentando no volverme un manojo de nervios a causa de mi situación. Es tonto  sentir algo por alguien que te ha dejado en claro, una y cientos de veces que no quiere estar contigo, pero el corazón quiere lo que quiere y es terco para entender que a veces no es posible. Me encariñe mucho con John, pero debo aprender a superarlo. Los primeros meses fue difícil, todo estaba desmoronandose a mi alrededor, muchas veces estuve a punto de rendirme y dejar todo para irme con él, buscarlo a donde fuese, pero algo pasó, me concentré más en levantar mi negocio, dormía muy poco y comía aún menos, tomaba pastillas y bebidas energéticas para aguantar el ritmo de mi día a día. Hasta que un día no pude más...

Salgo de la conversación antes de caer en la tentación de enviarle un mensaje para saber dónde está; quiero evitar a toda costa ser una exnovia posesiva. Me limito a bloquear el teléfono y dejarlo en la mesita de centro olvidando el tema. Camino en dirección a la cocina aún con John en la mente.
"Es tonto que piense en él a estas alturas" digo para mis adentros.

Al cruzar el umbral de la cocina, me quedo muy quieta, debería llamar a cualquier restaurante y ordenar algo rico. Es algo cruel cocinar en domingo, poniendo de lado que mi humor no ayudará en nada.
Es buena idea. ¿Que restaurante está abierto a las seis de la mañana hoy?
Tomo mi teléfono tecleando los mejores restaurantes de la zona, y mi humor empeora. Todos los lugares están cerrados hasta las diez de la mañana o más tarde. Bueno, quizá Jonathan no despierte hasta esa hora, pero si lo hace y no hay nada listo, se pondrá de un humor insoportable. Yo lo haría.

Con pereza me digno a hacer lo que me toca. Trabajo con lo que tengo en el refrigerador. Hago pan francés que acompaño con kiwi, zarzamora y papaya, el secreto está en el tiempo de fritura, pongo la cafetera y con el pollo que sobró de la cena, lo desmenuso agrego queso y lo meto en una tortilla de harina para que se derrita. Decido acompañarlo con un poco de jitomate, aguacate y chile, todo picado. Mi abuela siempre ha dicho que una cruda se cura con algo muy picoso.
Hoy no haré juego de naranja, bastante tuve con eso ayer.
Pongo la mesa mientras la cafetera deja de hacer ruido, está todo en orden justo a tiempo, pues al parecer, el olor logra despertar a Jonathan. Escucho sus paso por la escalera y minutos después me percató que está en el marco de la puerta observando todo. Ignoro su presencia dándole la espalda.

—Buenos días, Diamon—saluda con voz ronca luego de un rato.

Su tono tan sensual me derrite y hace que mi piel se vuelva de gallina, me permito sonreír ya que no puede verme, pero después tomo mi postura y vuelvo al papel de sumisa. No levantaré su ya enorme ego con mi estúpida actitud de colegiala.

—Buenos días, señor King—respondo amable.

Me doy vuelta sin mirar en su dirección, el café aún está muy caliente para servirlo así que solo llevo el pan francés y demás al centro de la mesa.

—¿Qué haces despierta tan temprano? —pregunta acercándose a mirar lo que hay para desayunar.

—Debo preparar el desayuno, señor King, sé que me quedé dormida y le pido una disculpa por ello, es solo que estaba muy cansada—me encojo de hombros al sentir como se acerca a mi.

—Se ve bien—exclama al hechar un vistazo a los platillos.

—¿Tiene hambre? —pregunto cuando está justo a lado de mi.

—Mucha—me contesta y siento como su mirada me recorre de arriba a bajo.

"Vale, ahora no es el momento. Aún debe ducharse", pienso.

—¿Qué tal pan francés y café? —le ofrezco alejándome para traer dos tasas dónde servir el café.

—Suena bien—me responde al tomar asiento.

Intento moverme de manera natural por la cocina, como lo hize antes de que llegara, pero se vuelve difícil con su mirada a mis espaldas.
Llevo ambas tasas en una mano y la cafetera en la otra. Jonathan me retira la silla, caballeroso,  para que yo me siente y después se acomoda a mi lado. Sirvo un poco de brebaje en ambas tasas y pongo un pan en su plato con la porción de fruta a un lado. No me permito mirarlo, solo hago lo que debo y punto.

—¿Qué tal dormiste? —me pregunta al llevarse un trozo de pan a la boca.

—Muy bien, gracias—murmuro—. Estaba agotada, logré dormir en minutos. ¿Y usted?

—Dormí bastante bien—responde devorando lo que le dí.

—Me alegra. Fue un día pesado el de ayer.

—Ni lo menciones—responde ocultando un suspiro.

Esta vez si que lo miro. Sus ojos parecen inexpresivos está mañana, preocupados por alguna situación. No sé que más agregar, estoy un tanto incómoda por toda la situación de ayer y el hecho de que estuviera ebrio en nuestro encuentro, también me siento un poco fuera de lugar, como si estuviera invadiendo su casa o su espacio, lo ignoro pues desperté con esa sensación.

—¿No te gustó cómo cocinaste, o por qué no te veo probar bocado?—pregunta irritado.

Mi plato está casi lleno, a pesar que tenía hambre, estoy satisfecha con lo poco que he probado hasta ahora.

—Estoy bien, señor—hablo en tono bajo removiendo lo que hay en el plato.

—Come—me ordena al exterderme un kiwi.

Me mira y tengo que acceder a comer para no ser descortés. Lo único que logra entrar a mi estómago es el café. Me bebo dos tazas completas, mientras Jonathan lleva cuatro panes y tres quesadillas.

—He terminado, señor—vuelvo a hablar luego de su cuarta porción—. En cuanto usted termine recogeré todo y volveré a mi habitación.

Me pongo en pie para llevar mi plato, casi intacto, al fregadero. Me siento mal por tirar la comida a la basura, pero no creo que guardarla en el refrigerador sirva de mucho. Nadie comerá el día de mañana aquí y Jonathan dejará de cualquier modo que se desperdicie.

—Sientate—dice autoritario.

—No tengo hambre, en serio.

Él vuelve la mirada y sé que no hay discusión. Tomo asiento sin protestar.

—¿Qué pasa?

—Nada, señor. No tengo hambre.

—Diamon.

Entonces recuerdo sus palabras.
"En primer lugar, debo decir que está será tú mesa, tú cocina y como tal esta será tú casa. Todos los fines de semana hasta que termine tú contrato. Aquí podrás hablar libremente conmigo, sobre cualquier inquietud".
Es momento de sacar lo que me ha molestado desde el día de ayer.

—¿Quieres saber que pasa?

Él asiente.
Aquí vamos...

—Lo que pasa es que no entiendo tu actitud, ¿ponerte ebrio antes y después de un encuentro? Eso no es muy profesional de tu parte, no me mal intérpretes, el sexo fue increíble, pero es muy poco ético de tu parte comportarte así. Francamente pensé que en cualquier momento, por el estado en el que estabas, ibas a lastimarme enserio olvidando los límites.

—Hey, hey, hey. Basta de hablarme cómo si fuera un amigo tuyo, no somos iguales, ¿entiendes?—exclama con desdén en la voz—. Entiendo tu molestia, pero tampoco justifica tu actitud. Escucha, estuvo mal lo que hice, lo acepto, no debí hacerlo.

Me quedo callada, inclinada sobre el respaldo de la silla, con los brazos cruzados.

—Pero oye, ¿Coquetear con mi doctor, en mis narices, bajo mi techo? No te merecías menos de lo que te hice.

—Yo entiendo el motivo y el castigo, lo que no entiendo es tu poco profesionalismo—mi voz comienza a elevarse un poco.

—¿Poco profesionalismo? Lo mismo puede pasarte a ti si entendieras lo que se siente tener que lidear con...—aunque también la suya lo hace. La frase se queda en el aire volando libre entre ambos, aunque creo que mejor dicho, se quedó atascada en la garganta de Jonathan.

—¿Con qué?—exclamo.

—No es nada. Estoy hablando de más, Diamon.

—Sino es nada ¿Por qué estar ebrio, por qué cuando estoy yo aquí?

—No lo entenderías—responde mirando en otra dirección. Su tono de voz disminuye, la melancolía envuelve el ambiente a su alrededor.

—¡No, y menos voy a entenderlo sino me explicas que pasa, carajo!—aunque esa atmósfera no logra llegar a mi, a pesar de que estoy a una distancia muy corta. Estoy molesta.

Jonathan se pone en pié repentinamente, su mano me rodea el cuello levantando mi rostro para que pueda mirarme a los ojos.

—Te dije que no me hables como te da la jodida gana—se recuperó pronto—. Vas a tratarme con respeto, aunque estemos en tu mesa. Ahora yo soy quien da las órdenes aquí, Diamon. Si, sé que bebí a noche, pero jamás haría algo para traspasar tus límites. Nunca había hecho algo así, despreocúpate, no sucederá otra vez, ¿Entendido?

Su mano se desplaza hasta mis mejillas, las toma firmes, elevando mis labios. Lo miro directamente con desdén, mientras que en los suyos se enciende una vez más esa chispa de deseo. Abro la boca para decir algo, pero la cierro para evitar más problema. Me quedo en silencio, ya no hay más que decir. No quiero seguir con el tema.
Su mirada se vuelve peligrosa, muy profunda.

—Parece que ya entendiste—murmura robando un beso lento y húmedo de mis labios—. Ahora pon en orden todo esto. Quiero cogerte después de ducharme.

Por fin me libera de su incómodo agarre.
Estoy enojada, muy enojada con él. Prefiero que se largue y me deje sola. Así  puedo maldecirlo sin restricciones.

—¿Quieres volver a la cama? Aún es muy temprano—pregunta antes salir de la cocina. Ahora el Jonathan compasivo sale a asomar la cabeza.

—No, estoy bien, señor King—respondo empleando un tono sarcastico, y aunque sé que lo noto, sigue su camino como si nada pasara.

Luego de darme un buen tiempo para calmarme, y luego de terminar en la cocina con todo lo que ensucie, entro a mi habitación. Tal parece que Jonathan ha decidido dejarme en paz por un rato, pues no ha dejado señales de vida por ningún lado a mi alrededor.
Me recuesto en la cama deshecha, me siento agotada en estos momentos; solo quiero dormir.

Cierro los ojos intentando calmar todas las sensaciones con las que he comenzado el día. Quiero volver a dormir, olvidando mis responsabilidades como sumisa del gran Jonathan y dejarme ir.
Respiro profundo relajando los músculos de mi cuerpo, dormito escuchando los sonidos que provienen del exterior. Mi mente se pone en blanco y cuando estoy apunto de conseguir quedarme dormida, escucho la voz de Jonathan a mi alrededor.

—¿Quieres darte una ducha? —pregunta con una voz muy dulce, aunque con una pizca de sensualidad—. Podemos entrar juntos.

Mis ojos no quieren abrirse, los siento tan pesados que los dejo estar. Frunzo el ceño imaginandonos juntos bajo el chorro de agua. Después de lo que pasó anoche, se puede tomar como algo normal, pero dentro de mi mente es todo lo contrario. Yo jamás me ducharia con un sumiso, su cuerpo es un templo y como tal necesita mantenimiento, limpieza y para ello la privacidad es primordial. Esa es una de las mayores razones por las que prefiero dejarlos solos, por lo menos un momento, para que puedan relajarse.
Tal vez Jonathan acostumbra a ducharse con la sumisa en turno, pero conmigo no pasará.

Es algo tonto, lo sé, pero es una regla de oro para mí.
Realmente tuvieron que dormir aquí muchas sumisas, como para que esto se volviera algo normal en su vida. Debe ser una buena cantidad, y yo soy la siguiente en su lista, si puedo evitar aunque sea en esto, ser diferente.
Sacudo la cabeza ligeramente para descartar pensamiento hirientes.

—No señor, me bañé anoche, solo voy a cepillarme los dientes para comenzar a arreglarme—susurro sin mirarlo.

—No debes irte hasta el medio día, aún tenemos tiempo—su voz me calma, parece sereno.

Es extraño como me hace sentir. Una combinación de incomodidad, alegría, mal humor y excitación que flota entre ambos. No sé si él lo note, espero que si. No quiero ser la única entre los ambos que se siente de esa manera.

Jonathan se acerca, toma asiento a mi lado y me observa desde donde está. No se mueve, ni tampoco habla, solo me mira.

—¿Que harás esta tarde? —me pregunta de manera desenfadada cuando estoy por pedirle que salga de la habitación para que pueda cambiarme.

—Debo llamar a la señora Brown, aún tenemos temas de negocios que atender, señor—respondo.

Lo asimila un momento y vuelve a hablar de manera relajada.

—Yo tengo correos importantes y papeles que firmar, pero me gustaría...

Mi teléfono suena antes de que pueda seguir con su propuesta.

—Disculpe, señor—lo interrumpo abriendo los ojos.

Me encanta su modo relajado, pero debo atender. A regañadientes miro el nombre de contacto que aparece en la pantalla y ahí está. Al parecer la llamé con la mente.

—¿No vas a contestar?—me pregunta Jonathan con la mira fija en mi rostro.

—Es la señora Brown—respondo.

—Puede esperar—afirma y yo estoy de acuerdo.

Asiento y dejo de lado el teléfono.
El sonido cesa y ambos nos miramos con complicidad.

—Te dejaré sola para que puedas cambiarte. Te veré en la sala a las once.

Son las ocho y media, aún falta un buen rato, así que me quedo en la cama hasta las diez. Duermo por pequeños lapsos, hasta que la alarma suena y debo levantarme.
Me dejó el cabello como está, mientras que a mi rostro le hago un poco más. Me visto olgada y cómoda. Jeans flare, blusa y chamarra de cuero. Unas botas que amo tan solo verlas y una bolsa muy acordé. Todo está tan lindo y a mi estilo que me sorprendo gratamente.
Bajo las escaleras justo a tiempo para encontrar a Jonathan saliendo del estudio.

—Te llevaré a casa —me dice autoritario.

—No es necesario señor, el chófer estará listo en un minuto—protesto delicadamente.

—Vamos, Diamon—exclama dirigiéndose a la puerta principal.

Me quedo callada, esta vez le daré el beneficio de la duda.
Le sigo el paso a sus espaldas sin pasar desapercibida. Mis hermosas botas dejan muy en claro lo que yo he callado. El sonido a cada paso que doy se lo recuerda. Me siento empoderada a pesar de ser una simple... Sumisa.

—Que curiosa elección de zapatos, Diamon—comenta con un atisbo de sonrisa.

—Es para dejar huella.

Por un momento olvidó donde estoy y que es lo que hago. Solo lo dejo ser.

Jonathan me abre la puerta del copiloto dedicandome una sonrisa de medio lado.  Me quedo embelesada, aunque no sé cuántas veces más va a sucederme. Enciende el motor del flamante Aston Martin, y sin más, arranca a través de sus hermosos jardínes. Una sensación extraña se acumula en mi estómago y es inevitable sonreír.

—Ponte el cinturón de seguridad.

Lo hago sin dudar.
Tal parace que Jonathan está acostumbrado a correr sus autos, pues al igual que yo, noto su rostro de felicidad.
Hoy está guapísimo.
Me permito echarle un vistazo por el rabillo del ojo y mi sonrisa se vuelve más amplia.
Mi Dominante pisa el acelerador a fondo y no puedo pensar en nada más. La adrenalina corre por mis venas tal y como lo hacen los caballos de esta potente máquina.
Salimos disparados de sus terrenos, dejando atrás la enorme casa. Me siento tan acordé a la situación que la incomodidad de está mañana se queda atrás, al igual que el pesado fin de semana.
Su mano se mueve en la palanca y por primera vez, siento que he dejado las riendas de mi vida, literalmente, en manos de alguien más.
El sol cae sobre nosotros incesante, el cielo me parece más azúl y aunque el paisaje pasa a mis costados a toda prisa me siento segura. De esto se trata la vida, ¿no?
Todo lo bueno comienza con un poco de miedo.

Besos y gracias por leer. 😘👑

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