Desafíos de Novela Juvenil

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¡Buen miércoles, hermosos seguidores!

Al igual que todos los miércoles les traemos los ganadores de esta semana. La competencia ha sido muy reñida, y sus historias lograron cautivarnos de diversas formas. En esta oportunidad tenemos el placer de mostrar a los 5 ganadores.

¡Nos vemos el viernes con un nuevo desafío!

***

melisa021221

Título: "Rosas negras"

El salón de baile estaba repleto de personas y notas musicales que movían suavemente los cuerpos de parejas. Lara los miraba con ternura y una sonrisa en sus labios desde la entrada al jardín. Dejó a sus padres en la mesa solo para estar pendiente de que llegara la persona que tanto esperaba.

Todo debía salir bien, la sorpresa y la intriga no duraría lo suficiente como para que su madre saltara con impaciencia de la silla. Llegar tarde no estaba en su vocabulario, aunque haría bien en asegurarse que todo estuviera en orden. Dos timbres después la escuchó.

— ¿Me extrañas? — preguntó y casi podía ver la sonrisa tímida en el rostro.

— Sí. — contestó Lara — Mamá y papá están aquí.

— ¿En serio? — los nervios se hicieron presentes al otro lado de la línea — Pensé que no irían

— Costó horas de charlas. — rieron. — Vas a venir ¿verdad? — sus dedos recorrieron la estatuilla de un angelito que adornaba el jardín y alrededor del que crecía un rosal. "Le regalaré una cuando llegue." pensó al ver un jardinero cerca.

— Ya casi salgo, preciosa. — aquello la tranquilizó de un modo que Tiara siempre lograba con la calma que transmitía su melodiosa voz — Estaré allí. Te quiero.

— Yo también te quiero, mi princesa. Hasta luego. — Tiara se despidió con el corazón acelerado y el brillo en los ojos que reflejaba el espejo.

Respiró profundo y se vio a sí misma. El color rosa pastel de su vestido le recordó el labial de Lara y sus mejillas sonrojadas cuando le decía "Preciosa". Hoy conocería a sus padres... y no podía evitar pensar que escondieron la relación a causa de ellos. Estaba dispuesta a dejar de culparlos y establecer una amistad, sin embargo no creía poder controlarse si; por el contrario, las juzgaran. El miedo a ser aceptada recorría el cuerpo de Tiara como nunca antes, a pesar de haberse enfrentado a las horribles críticas y comentarios homofóbicos de la mayoría. Levantó la cabeza y sonrió segura como le enseñó la psicóloga. Realmente no importaba si la aceptaban o no, Lara la quería. Y eso superaba todo.

Otra llamada interrumpió, esta vez a la puerta. Se extrañó y más aun, cuando abrió y encontró a Leo al otro lado. Vestía de forma casual y lucía una expresión de cansancio y tristeza.

— Hola. — saludó.

— Buenas noches, Leo. — Tiara se apartó de la entrada — ¿Quieres pasar? — preguntó con amabilidad a su compañero de trabajo.

— Sí... permiso... — titubeó y dio unos pasos hasta la sala.

— ¿Necesitas algo? — inquirió. La zapatilla de tacón negra comenzó a golpear el suelo con ansiedad. Leo tenía que irse, ella estaba al punto de salir para la cena con los padres de su novia; había llegado en un momento bastante inadecuado. "Calma, Tiara. Será rápido"

— Disculpa que haya venido sin avisar, pero te necesito urgentemente. — las palabras salían atropelladas de su boca y denotaban la desesperación — Verás... mamá está en el hospital y... la reunión con los accionistas es mañana. — se pasó la mano por la cabeza y cubrió sus ojos con las manos para no delatar las lágrimas que le empapaban el rostro. — Si ella no sobrevive...

— ¡No pienses en eso! — exclamó Tiara y envolvió su cuerpo con un abrazo — Ella estará bien ¿Quieres agua? — el hombre asintió repetidamente y ella fue a buscarla en la cocina.

Luego de unas palmaditas en la espalda logró que se tranquilizara.

— Estuve todo el día haciendo el informe con los números de la empresa. — le explicó — El Sr. Vásquez lo pidió esta mañana y con todo lo que ha pasado con mi madre terminé hace casi una hora. — hizo una pausa y lo siguiente que agregó fue una suplica — ¿Podrías llevárselos?

— Leo... — Tiara ladeó la cabeza con lástima. Era difícil decirle que no a la única persona que sabía de su relación con Lara y las apoyó. Todo esto a pesar de que ella lo había cambiado por Tiara. — Son casi las ocho... la cena... — replicó indecisa.

— Lo sé, lo sé... la cena con Lara y sus padres es hoy. — sacudió la cabeza frustrado — Pero... es solo a diez minutos de aquí. — Leo tomó las manos de Tiara entre las suyas — Debo estar ahí para mamá. Tú sabes lo mucho que me necesita...

Sopesó sus opciones unos segundos antes de decidir. "Ellos lo entenderán, tienen padres y harían lo mismo que yo."

— Ok. — le dedicó una sonrisa y Leo la abrazó con alivio.

Ambos bajaron en el ascensor y salieron del edificio. Él le entregó la carpeta llena de papeles que guardaba sobre el asiento de copiloto de su auto y se marchó con rapidez. Tiara subió al suyo y recorrió los kilómetros que la separaban de la casa de su jefe con confianza de que la tardanza estaba justificada por una buena causa y convencida que haber tomado la decisión correcta.

O eso creyó hasta que las palabras del Sr. Vásquez cambiaron toda la situación.

— Es raro... lo llamé hace unas horas para informarle que la reunión se postergó a dentro de dos días.

La decepción y desesperación la llevó a conducir con más velocidad de la permitida y tener que pagar una multa justo antes de llegar al enorme restaurante.

Caminó el sendero del jardín y cruzó la puerta agitada. Su respiración no varió luego de ver a Leo con esmoquin cenando acompañado por los padres de Lara en un ambiente tan familiar... Una rosa en la mano de su novia era apretada con tanta fuerza como si no quisiera que el regalo desapareciera de la nada. Los ojos de sus dos suegros reflejaban lo que ella había buscado tanto y al final no logró: aceptación.

***

leonnamac

Título: Las ardillas tienen que saltar de árbol en árbol, es su naturaleza.

¿Pero quién me mandaba a mí seguir a Kyle, vamos a ver? ¿Bajas?, me había preguntado. Y yo le había seguido embelesada, como si en vez de un viaje en ascensor me estuviera proponiendo un paseo por las estrellas. Maldito desodorante Axe.

—Odio los ascensores.

—¿Te agobian?

—Hombre, pues encerrada, sí.

—Tranquila, que nos sacarán en nada. —Llevamos aquí una eternidad.

—Sólo han pasado cinco minutos, cielo.

—Pues se me está haciendo eterno. Y no me llames cielo.

Un apelativo cariñoso sólo hacía que me sintiera todavía más culpable. Miré el reloj, nerviosa. Ya eran las diez menos veinte y para los padres de Chris la puntualidad no era llegar a la hora, sino esperar a que diera la hora estando ya en el lugar de la cita. Examiné mi reflejo. Le había dado tantas vueltas a qué ponerme para esa cena que verme hecha un desastre hizo que me diera un vuelco el estómago, pero claro... ¿Quién conserva siquiera la dignidad cuando se queda atrapada entre dos pisos con su vecino buenorro? ¿Quién teniendo una cena con los padres de su novio se va corriendo detrás de otro tío? Hiperventilar sólo haría que nos quedáramos sin oxígeno mucho antes de que nos rescataran, pero había olvidado cómo respirar con normalidad.

—No vamos a morirnos aquí —me aseguró Kyle.

—Ya lo veremos.

Volví a apretar el botón, pero no sirvió de nada. Volví a mirar mi móvil. Sin señal, decía la pantalla. Exactamente igual que hacía cinco minutos.

—¿Pero por qué estás tan nerviosa?

—Es que tengo una cena importante. Me van a pedir matrimonio.

—No pareces muy ilusionada.

—Porque no conozco a mis suegros.

—¿No? —se extrañó—. Pero si llevas con Chris como un millón de años.

—Ya, y no ha querido presentarme a sus padres hasta que le dije que teníamos que hablar.

—¿Y de qué teníais que hablar?

—Pues de nosotros.

—¿Problemas en el paraíso?

—Creo que sabe que quiero dejarle.

—¿Y su solución es casarse contigo?

—Es que soy una buena chica, todo el mundo lo dice. No puede dejar escapar este tren. Tenemos una relación estable y sana basada en la monotonía y la seguridad de saber que no va a pasar nada inesperado.

Ni interesante, ni emocionante. En resumen, nada de ningún tipo.

—Vamos, que te aburres.

—Pues sí.

—¿Y qué hay del amor?

—Si lo había, ya no lo hay. Cuando dormimos juntos parecemos Epi y Blas. No sé cual es cual, pero yo soy el que habla y Chris el que contesta con monosílabos. Y si esos dos no se comportan así, pues cualquier dibujo animado que represente mi actual situación de pareja. ¿Chip y Chop?

Resultaba más sencillo de comprender. Yo era la ardilla pesada y torpe, proponiendo cosas tan locas como ir al bosque y comportarnos como se comportan dos ardillas en su hábitat natural. Chris era la ardilla gruñona que odiaba salir a robar bellotas, y sus padres... Dios mío, sus padres me iban a meter en una jaula.

—No quiero que me rescaten —musité.

—Pues yo sí.

—Es que no quiero casarme con ese tío.

—Pues no te cases. Mándale un mensaje y dile que no vas a llegar, que estás encerrada en el ascensor y que te empieza a dar igual que te saquen de aquí, que al fin y al cabo, es la verdad. Escribe esto: Chris, me aburres. Me aburres tanto que quedarme encerrada en un ascensor es mucho menos aburrido que tú. No voy a ir a esa cena porque no quiero verte ni a ti ni a tus padres.

—A los que deberías haberme presentado hace por lo menos dos años —apunté.

—También, ya le vale.

—¿Verdad?

Me dejé caer hasta el suelo. Me dolían los pies. Tanto tiempo y esfuerzo invertidos en arreglarme para una cena que se resumía en lo incómodos que eran aquellos zapatos tan bonitos. Me había subido en ellos porque quería estar perfecta. Tan perfecta como la vida que tendría si me casara con Chris. O al menos, aparentemente. Familia feliz, pondríamos en nuestras redes sociales. Remataríamos aquella publicación con una foto de los dos con nuestros perfectos hijos y unas sonrisas muy tensas. ¿Ese era el futuro que me esperaba? Miré mi móvil, ya angustiada, pero seguía sin tener cobertura.

—¿Entonces qué vas a hacer?

—De momento, quitarme los zapatos.

Lo caros que eran para el daño que hacían, los muy puñeteros. Los miré con cariño, sabiendo que en cuanto saliera de allí los desterraría al fondo del armario. Gracias por este tiempo tan breve y doloroso. Por estas rozaduras, por este dolor en los talones. Chris era como esos zapatos y yo lo que necesitaba eran unas deportivas blanditas y cómodas. Puede que de unos treinta, como mi vecino de enfrente. Demasiadas reflexiones profundas para un espacio tan pequeño.

—Creo que voy a fugarme.

—¿A dónde?

—No sé, ya lo decidiré sobre la marcha.

—¿Y te vas a fugar así? ¿Con eso? —preguntó señalando mis zapatos.

—Correré descalza.

Lo único que había sacado en claro de aquel encierro era que no me los iba a poner nunca más.

—También podrías subir a casa, ponerte unas zapatillas y pasar de esa cena.

—O podría mandarle un mensaje a Chris y que llegue cuando llegue.

Chris, que te den, tecleé.

Estaba a un paso de llegar tarde o de no llegar nunca. A sólo un click dándole a enviar.

—Las ardillas tienen que saltar de árbol en árbol, es su naturaleza.

—¿Qué? —preguntó Kyle.

—Cosas mías.

Chris, que te den. La jaula para ti.

Y le di a enviar.

***

whybeblue28

Título: "Nervios pasajeros"

Hoy mi pareja y yo quedamos en que iría a su casa para conocer a mis suegros, y, como muchos, me puse extremadamente nervioso. No sabía cómo acabaría.

En el momento en el que cerré con llave la puerta de mi departamento, sentí un escalofrío recorrer desde mi mano hasta todo mi cuerpo.

—Es hora...—susurré.

Me enderecé y bajé las escaleras para salir y esperar al Uber que en teoría llegaría en tres minutos.

Miré el celular habiendo pasado tres minutos y todavía salía que no llegó. Me pareció raro. Poco después, salió que estaba a cuatro minutos.

—¡¿Y entonces?!

Me puse la mano en la frente. No era tarde aún, aún tenía chance de llegar a tiempo a su casa. Eran las dos treinta y siete de la tarde y tenía que estar allá a las cuatro.

"Podré llegar...podré llegar..."

Intenté convencerme de que no sería como otras pocas veces en las que algunos conductores no dan buen servicio. Uber es un servicio de calidad mayormente, entonces había poca probabilidad de que pase algo contraproducente, ¿no?

Al menos había enfocado mis nervios en que llegue el Uber y no en conocer a los padres de Lydia. Y la verdad preferiría una mejor distracción.

De vuelta a la situación, respiré hondo, mirando mi celular. Me sobresalté al recibir una llamada de mi novia. Contesté la llamada de inmediato.

—¿Aló? —hablé, tratando de calmar mi respiración.

—Hola, amor —dijo cariñosamente—, ¿ya estás de camino?

—Eeeeeh, estoy esperando al Uber.

—Ah, okey. Entonces nos vemos en un rato, Aiden, ¡muah!

Imité el sonido de beso.

—Nos vemos.Al colgar, noté una sonrisa dibujada en mi rostro. Ella siempre sabe cómo hacerme sonreír. Incluso con pequeñas cosas.

Me fijé otra vez y la aplicación todavía indicaba que faltaban tres minutos.

"¿Será el internet?... No...los datos no se acaban hasta unos días."

Al ser las dos cuarenta y dos, presioné el botón de chat para preguntarle al Uber si estaba llegando. Asintió.

—Mentira...


No era posible, miré lado a lado y no vi ningún carro acorde a la apariencia que la app ponía. Le afirmé que no lo veo. Respondió que estaba en frente de donde yo estoy.

—¡¿En frente?! ¡No! —exclamé indignado. Me estaba impacientando.

Le expliqué que miré lado a lado y no vi nada, incluso que salí del residencial para asegurarme si estaba en alguna esquina y en definitiva no estaba ahí. Al rato, dejó de contestar los mensajes y le marqué. Sin respuesta.

Inhalé aire. Aún quería pensar que podría llegar a tiempo.

Pasaron otros cinco minutos y puso que "llegó", no reaccioné mucho hasta que vi la pantalla como si ya me hubiera montado al Uber.

—¡¿Qué?!

Solté un quejido. Había montado a la persona equivocada. Alguien se atrevió a pasarse de listo y pretender que era yo.

Justo después decidí llamar a Lydia para explicarle qué pasó recién.

—Hey, hola...

—Te escucho nervioso, ¿qué pasó? —quiso saber, preocupada.

—El Uber montó a alguien más.

—¿Cómo?...

—Eso mismo, la app me apareció como si me hubiera montado a mí pero él nunca llegó. Incluso dijo que "estaba en frente" —hice las comillas con mis dedos—, pero nunca lo vi. Hasta salí del residencial para asegurarme —mi tono de voz era desesperadamente tranquilo.

—Ah...ya... Bueno, ¿crees que vas a llegar antes de las cuatro?

—Eso espero.

—Está bien, bye-bye.

—Bye...

No tuve más opción que llamar a otro Uber sin antes reportar la situación.

Como ese también se tardara, iba a frustrarme mucho más. Y otra vez, al menos, me estaba preocupando por eso y no otra cosa.

Por suerte había llegado sin tardanza y suspiré aliviado al entrar.

Eran casi las tres, perfecto. Indicaba que llegaría a las tres y catorce.

El conductor notó mi suspiro y me preguntó:

—¿Qué pasa, joven?

—Ah, nada. Es que el anterior se tardó demasiado y al final montó a otra persona.


—¡Oh! He escuchado ese tipo de situaciones de otras personas. No pasa muy seguido, pero de vez en cuando pasa. Y la mayoría de veces que me lo cuentan es reciente, como tú.

—Y justo tiene que ser el día que tengo que llegar antes de las cuatro...

—Así es, justo cuando es importante.

—Cuando tengo que ir a la casa de mi novia y mis suegros.

—Ay ay ay...

Movió la cabeza lado a lado y soltó una ligera risa.

—Qué barbaridad... En fin, ¿voy por este camino?

—Ah, sí, sí.

Podía respirar tranquilo. Disfruté de esos minutos dentro de un vehículo con aire acondicionado. Creo que ya no había cabida para preocuparme por cómo saldría mi visita.

Pero...por desgracia, faltan sucesos por contar.

A mitad de camino, el conductor no pudo avanzar debido a que hubo un tapón de autos. Otra vez puse mi mano en mi frente mientras inclinaba mi cabeza.

A las tres y catorce todavía no habíamos llegado porque el tapón se extendió, pero dos minutos después pudimos salir. Recosté mi cabeza hacia atrás mientras miraba hacia el techo y soltaba un fuerte suspiro.

—Todo saldrá bien, Aiden. Faltan siete minutos, llegarás a tiempo.

—Gracias, don.

Sus palabras fueron reconfortantes de cierto modo, incluso si estaba nervioso por miedo a no llegar a tiempo y por ver a los padres de mi pareja.

Cerré mis ojos, tranquilo otra vez porque estaba llegando.

—Listo, hemos llegado. Tenga un buen día.

Vi la hora en mi celular. Eran las tres y veintitrés.

—Igualmente —asentí mentras le daba el dinero—. ¿Le importa si me quedo para llamarla?

—Para nada.

La llamé para avisarle que ya había llegado y que abriera las puertas del residencial. Me desmonté y me dirigí hacia su departamento.


—¡Hola! —me recibió con una gran sonrisa, se acercó a mí y me dio un beso mientras agarraba mis mejillas—. Qué bien que llegaste.

Sonreí y entré.

—Buenas tardes —saludé a sus padres con seguridad, lo que sorprendió a Lydia.

Después de todo...ya no tengo cabida para preocupaciones.

***

keymarquezz

Título: Bajo el paraguas


Diez minutos. Tenía diez malditos minutos para llegar al restaurante, o de lo contrario, Richard enloquecería. Aunque ahora que lo pensaba, tal vez el maldito idiota lo tuviera merecido. Había dicho que pasaría por ella a las ocho en punto y, como ocurría seguido en los últimos meses, le había enviado un WhatsApp para disculparse y decirle que había ocurrido algo en el trabajo, que no podría recogerla como habían acordado, y que lo esperase en el lugar al cual habían planeado dirigirse.

Esta vez, sin embargo, ella había esperado que cumpliera su palabra. ¡Iba a conocer a su familia, por amor a Dios!

Después de dos años de relación que no parecían ir a ninguna parte, ella había estado cuestionándose sus sentimientos. ¿Realmente amaba a Richard? ¿Esperaba compartir el resto de su vida con él? Para ser honesta consigo misma, el tenerlo a su lado o no le importaba casi tanto como la mancha de café sobre la encimera de la cocina. Entonces, la semana pasada, el gran momento llegó: él puso un enorme anillo de diamantes ante sus ojos y ella había dicho que sí. Ahora iba a conocer a su familia, de la cual sabía casi tanto como sabía sobre ingeniería nuclear; es decir, ni una pizca.

Miró el reloj para comprobar que eran las ocho y veinte. Seguramente la familia de Richard ya estaría en el restaurante y ella seguía de pie en los escalones de su edificio, esperando que la violenta lluvia amainara. No lo hacía. El cielo se caía esa noche y amenazaba con estropear su elegante vestido azul y su bien peinado cabello. Le había tomado dos horas arreglarlo. ¿Acaso había valido la pena el esfuerzo?

Sus padres la matarían. Richard era, sin duda, el hombre perfecto para su amada hija. Por un momento estuvo de acuerdo con ellos, reflexionó. Pero ahora que lo pensaba, ellos, como siempre, habían tratado de controlarle la vida, y habían sido los dos años más aburridos de su vida.

Aun así, había aceptado. Se había comprometido.

¿Qué estás esperando? Se dijo a sí misma.

Miró hacia la calle, esperando por el Uber que no se dignaba a llegar. Tampoco respondía a sus mensajes. ¡Le daría una calificación de mierda, igual que su servicio!

Sin perder más tiempo, levantó su bolso sobre su cabeza y bajó las escaleras al trote, para luego correr calle abajo hacia la avenida. Encontraría un taxi cualquiera que la llevara hacia su cita. Solo esperaba no llegar hecha un asco.

Trastabillo cuando su pie de dobló y luego comprendió que aquello había sido causado por su tacón al romperse. ¡No podía creerlo! Miró hacia atrás, hacia la calle que llevaba hasta su edificio. No tenía tiempo para llegar al restaurante si volvía para cambiarse los zapatos.

Entonces el incesante aguijonazo de la lluvia se detuvo a su alrededor como por arte de magia y miró arriba para descubrir que un enorme paraguas negro cubriéndola. Siguió el largo y musculoso brazo que lo sostenía y eso la llevó hasta un hombre desconocido.

—¿Se encuentra bien, señorita? —preguntó este.

—Sí, muchas gracias.

La verdad es que le dolía el tobillo, pero no le diría eso a un extraño, el cual seguía cubriéndolos bajo el paraguas.

—Vaya noche torrencial —comentó el desconocido.

—Es una locura —respondió ella por cortesía. Luego se dio cuenta de que continuaba con las manos alzadas por encima de la cabeza para cubrirse de la lluvia. Las bajó.

—He estado esperando treinta minutos por un taxi.

—Yo igual.

Ambos se sumergieron en un silencio incómodo. La joven se preguntó si sería prudente continuar de pie junto a un extraño, pero era aquello o continuar siendo azotada por la lluvia.

—¿Hacia dónde se dirige? —fue lo primero que se le ocurrió preguntar.
—Ah, se supone que tenía una cena importante. ¿Y usted?
—A una cena importante —respondió ella, divertida por las circunstancias.
—¡Qué ironías de la vida! Parece que ambos llegaremos tarde. ¿Se encuentra bien su tobillo? Y... Su vestido está empapado.
—¡Ah, sí! No se preocupe.
—Déjeme que le preste mi saco.
—¡Oh, no! —Se negó, pero no podía dejar de preguntarse «¿Cuántas veces Richard se había ofrecido a hacer lo mismo por ella?»—. No puedo aceptarlo.
—Por favor, insisto. No es habitual en mí lucir tan arreglado, de todos modos.

Ella aceptó el abrigo del hombre con una enorme sensación de calidez recorrerle el cuerpo. El hombre sonrió, complacido, y luego volvieron a sumergirse en un silencio en el que fingían no mirarse el uno al otro. De repente, su cercanía tenía poco que ver con el compartir el paraguas.

Un taxi se acercó y se apresuraron a detenerlo y, como el caballero que demostraba ser, le permitió a ella tomarlo.

—¿Hacia dónde se dirige usted? Tal vez podríamos compartirlo —sugirió ella.
—Yo voy hasta la quinta avenida.
—¡Y el mundo continua sorprendiéndonos! ¡Yo también!

A pesar de su sorpresa, el hombre subió al taxi a su lado y el auto se desplazó entre la noche lluviosa. El viaje pareció demasiado corto y, por primera vez en su vida, la joven deseó quedarse atascada en el tráfico de Nueva York. El hombre a su lado no paraba de mirarle como si contemplase una pieza de arte y hasta la conversación más trivial le parecía fascinante.

Cuando él señaló con el dedo fuera de la ventanilla, a ella le dio un vuelco el corazón.

—Me temo que aquí debo bajarme.
—¿Vas a ese restaurante? —le preguntó.
—Sí, desafortunadamente mi familia me espera para conocer a la futura esposa de mi hermano.

No podía ser tan cruel el destino.

—¿Eres hermano de Richard?

El hombre la miró como si hubiese sido alcanzado por un rayo.

—¿Tú eres Jules?

Jules miró hacia el restaurante, luego a su acompañante. No amaba a Richard y nunca lo haría. Había ido a poner fin a su compromiso.

Y aquello bastó para tomar su decisión.

—Continúe adelante —pidió al taxi.

Y él estuvo de acuerdo.

***

JuliT2302

Título: "Lo hemos jodido"

Bien, repasemos la situación: tengo un chicle pegado en el cabello que, teniendo en cuenta todos mis intentos fallidos, no saldrá. El único vestido blanco que tengo se acaba de manchar con vaya a saber Dios qué es eso, mi tacón se rompió mágicamente, el maquillaje que tanto me costó se corrió por el repentino baldazo de agua que me ha dado el vecino con la excusa de que era para la estúpida planta que tiene y que yo he pasado justo en ese momento, por lo que también estoy empapada y la cena es en media hora.

Y por si eso fuera poco, la cena de hoy era una realmente importante, pues conocería a mis suegros al fin, quería dar una buena impresión y en mi estado lo único que generaba era pena.

Suspiré reteniendo las lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos, pues a pesar de que ya era un asco, cada vez que lloraba mi rostro se llenaba de manchas rojas y no quería quedar aún peor de lo que ya estaba ahora.

Pensemos, suelo mentir y se me da bien, así que debo tener varias excusas creíbles tanto para mis suegros como para mi pareja, pues sabía la gran decepción que se llevaría si se entera de la verdadera razón por la que no voy, además de que sus padres me tendrían en la lista negra, ya que por lo que me ha dicho Alice, ellos se toman los compromisos muy enserio, Bo soportan una llegada tarde, un retraso y mucho menos un cambio de planes repentino.

A eso hay que sumarle que no saben que también soy una chica y que ellos son algo especiales en cuanto a las relaciones con personas del mismo sexo.

Genial, cada vez vamos mejor.


Excusa 1: desayuné algo que estaba caducado por lo que me cayó mal y ahora estoy indispuesta.

No. Alice sabe que siempre me fijo en la fecha de caducidad y que nunca compro nada que se venza en menos de una semana.

Excusa 1: se atascó el elevador y estoy esperando que lo arreglen, pero el técnico no ha llegado pues tiene mucho trabajo y hay tráfico, así que lo podré ir.

No. Alice sabe que odio los elevadores y hoy no hay tráfico.

Excusa 1: me ha llamado mi madre que vive del otro lado del país, pues se ha enfermado en gravedad y...

¿Y que me pasa hoy? ¿Desde cuándo uso excusas tan cutres y gastadas? ¿Desde cuándo no se me ocurre una buena mentira que hasta yo creería? ¿Desde cuándo dejo que una persona me conozca tanto como Alice?

Veo mi reloj de muñeca y con horror noto que solo faltan veinte minutos para la cena.


La canción que uso de ringtone para llamadas comienza a sonar y después de unos segundos de pánico, atiendo a Alice.

— Paula, ¿donde estás? — pregunta en un susurro —. Ya estás en camino, ¿cierto? Tú odias llegar tarde, sueles ir varios minutos antes a todo y jamás contestas el teléfono cuando manejas lo que me hace saber que aún no sales de casa. ¿Que...?

— No podré ir. — suelto sin más.

— ¿Qué dices? — su voz suena decepcionada y apenas es audible.

— Lo siento, Alice, yo...

— ¡Hemos estado preparando esta cena por semanas! Ellos quieren conocerte... — solloza.

Carajo, Alice es muy sensible y yo acabo de joderlo. Ahora sus padres de verdad no querrán que vaya.

— Escucha, amor, puedo explicarlo...

— Entonces hazlo. — ordena.

— Estoy hecha un desastre y no tengo tiempo de...

— Vete al carajo.

Corta la llamada y me quedó viendo la pared vacía con estupefacción.

Vale, la he jodido feo.

Suspiro una vez más y me siento con pesadez en el sillón que tengo tras mío ensuciándolo y dejándolo mojado.

Genial. Ya ni me importa.

Tiro la cabeza hacia atrás y me quedo observando el techo con el ceño ligeramente fruncido.

Me levanto con decisión y corro hacia el baño donde me quito todo y me dicho en tiempo récord, mientras me seco el cabello con un truco que vi en internet para hacerlo rápido, como castigo por mí estupidez corto el mechón con el chicle y oculto el poco pelo que me quedó como un broche de perlas mientras veo mi armario tratando de encontrar un vestido color claro que tenga.

Termino con mi pelo y me coloco la ropa interior y el vestido junto con unas sandalias, no me maquillo pero veo que ya han pasado diez minutos desde la hora acordada, y que seguramente Alice le haya dicho a sus padres que no iría.


Bajo corriendo las escaleras del edificio y saco mi auto yendo lo más rápido que las leyes me permiten hasta la casa de mis suegros y me quedo frente la puerta.

Se escuchan voces charlando animadamente, dos que conozco, y otras dos que no.

Me asomo por la ventana que da a la sala-comedor y veo a los que supongo son mis suegros frente a Alice tomada de la mano de Jacob, su ex.

Ex del cual los padres de Alice pensaban que seguía con ella, y que hacía las veces de novio para hacer creer a mis suegros que aún seguían juntos para así ocultar nuestra relación. Al parecer salió demasiado bien.

Alice se está vengando, y de una forma muy dolorosa.

Veo que ella observa de reojo la ventana donde me encuentro y abre los ojos de par en par, con un brillo de arrepentimiento en ellos se levanta para abrir la puerta, pero ya es tarde.

Camino hacia atrás y me vuelvo a meter en el auto para volver a casa.

No sólo yo lo he jodido.

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