Una novia para Tamao

By SilentDrago

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Historia que transcurre tiempo después del final de la serie. Tamao aún no logra superar su amor no correspon... More

Vivir así es morir de amor
No hay ni un corazón que valga la pena
Elle était si jolie
Non, je ne regrette rien
Voilà c'est fini
Elle me donne rendez-vous
L'amour est bleu
Ne partez pas sans moi
Merci, chérie

Nous les amoureuses

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By SilentDrago

Gente, estamos en presencia del capítulo más largo de este fic. Quise condensarlo, pero no podía desarrollar ciertos puntos en tan pocas líneas.


—¿Sabes dónde está Tamao-chan? La estoy buscando.

—Salió temprano de la habitación y no sé adónde fue. ¿Qué necesitas de ella? ¿Acaso algún asunto del consejo?

—No, no. Pero debo hablar de un tema importante.

—Quizás esté junto al lago. Suele ir allí cuando quiere escribir poemas o despejar su mente.

—Quizás.

Chikaru miró el rostro de Nagisa; parecía pensar en algo.

—Tal vez lo que pasó anoche tenga que ver.

—¿Le pasó algo a Tamao-chan? —preguntó la pelinegra con genuina preocupación.

—Tranquila, no fue nada grave. Ella y Chiyo-chan decidieron que seguirán siendo solo amigas.

Aquella información resultó ser muy valiosa; Tamao estaba libre y no necesitó usar ninguna artimaña para que dicha situación se diera. Por supuesto, Nagisa no lo sabía, aunque sí notó cierta alegría en la cara de la de Lulim.

—Chikaru-san, te ves rara.

—¡Ah! Descuida, no es nada.

La pelinegra estaba sorprendida. Normalmente era muy calmada y compuesta, pero sus sentimientos se estaban desbordando y la dejaban en evidencia. No sabía cuánto más podría soportarlo.

«Creo... que debería contarle», pensó mirando a la pelirroja.

—Yo pensé que Tamao-chan y Chiyo-chan podrían ser una bonita pareja, pero si ellas optaron por otro camino, quién soy yo para interferir.

—Nagisa-chan..., ¿puedo decirte algo?

—Sí, claro —respondió esta con curiosidad.

Chikaru tomó una bocanada de aire y, tras asegurarse de que nadie más estuviera por los alrededores, decidió hablar:

—Creo que eres la persona idónea para contarle esto, sobre todo porque eres alguien cercana a ambas.

—¿A ambas? No entiendo.

—Nagisa-chan... —no era momento para dudar—, me gusta Tamao-chan.

La menor abrió la boca, sorprendida.

—¿E-En serio?

—Sí —dijo Chikaru, mirando a una esquina—. Al principio la consideraba una amiga menor, igual que a ti; pero fuimos conviviendo más y... ya sabes.

Nagisa miró a la presidenta de Lulim, todavía algo perpleja.

—Chikaru-san..., creo que eres una candidata muy buena para novia de Tamao-chan.

—¿En serio lo crees?

—¡Sí! Ustedes tienen muchas cosas en común: son listas, bonitas, responsables, ayudan a las demás... ¡y hasta son presidentas de sus escuelas! No sé por qué no pensé en ti como opción para ella. —Se golpeó levemente la sien, como denotando torpeza.

—¿Qué quieres decir?

—Eh..., te lo diré después. —No quiso hablar de más—. Lo importante es que vayas por ella y le digas lo que sientes. Estoy segura de que a Tamao-chan le encantaría recibir una confesión tuya.

Escuchar a Nagisa animándola le dio un nuevo impulso a Chikaru.

—Deséame suerte, Nagisa-chan.

—Mucho éxito, Chikaru-san.

La pelinegra se despidió de la chica de Miator y se dirigió al lago.

(...)

«Que todo resulte bien... Que todo resulte bien...».

La pelinegra se repetía mentalmente aquellas palabras como si fueran un mantra. Ya tenía la enhorabuena de Nagisa y no pensaba desaprovechar eso.

Un grito agudo, sin embargo, la desconcentró. No pudo molestarse, eso sí, ya que la voz era de una persona conocida.

—¡Chikaru-sama!

Kizuna se acercó a su senpai, seguida de Remon y Kagome.

—Chicas...

—¿Vas a algún lado?

—Sí... A hablar con la chica que me gusta...

La presidenta de Lulim había decidido que les contaría a sus pequeñas kouhai todo sobre la muchacha de la que estaba enamorada; ellas siempre la acompañaron y la admiraron por su sencillez, cariño y capacidad para escuchar problemas. No podía ser injusta y seguir manteniéndolas con la duda.

—... A hablar... con Tamao-chan...

—... ¿Con Tamao... sama? —preguntó Remon, tratando de procesar la información.

—... ¡Genial! —exclamó Kizuna, abrazando sin tardanza a Chikaru—. Tamao-sama es una chica muy buena y es amiga de Nagisa-sama. Ojalá puedan llegar a ser algo más, Chikaru-sama.

—Ojalá... Bueno, tengo que encontrarla primero para revelarle mis sentimientos. Nos vemos después, chicas.

—Nos vemos.

La pelinegra se marchó, dejando a sus kouhai con la emoción a flor de piel.

—Conque Tamao-sama... Nunca lo habría pensado, pero me alegro mucho por Chikaru-sama —comentó Remon—. Voy a cruzar los dedos para que las cosas resulten.

Tras terminar de hablar, recibió un beso de Kizuna en la mejilla, sorprendiéndola.

—¡Kizuna-chan! ¡¿Por qué lo hiciste?!

—¿Por qué no? —dijo la aludida, cerrando un ojo y sacando la lengua pícaramente.

La de lentes suspiró resignada; sabía que la castaña era así y aceptó ser su novia a pesar de ello. En cuanto a la tercera chica del grupo, Kagome, abrazaba con fuerza a Percival, su osito de peluche.

—Es algo bueno, ¿cierto, Percival?

Por supuesto, no recibió una respuesta. Lo que sí, la joven pensaba al mismo tiempo en una peliazul de Miator que le atraía, no la presidenta del consejo estudiantil, sino alguien de su misma edad.

(...)

Chikaru caminaba por el sector junto al lago. La brisa soplaba entre las hojas de los árboles y muy pocas estudiantes se veían en los alrededores. El paisaje era idílico, como el de una pintura impresionista. Todo estaba dado para que la confesión se produjera.

«Ahí está Tamao-chan», pensó.

La susodicha se encontraba a la sombra de un árbol. Tenía un libro en su regazo, pero no leía, sino que miraba las aguas en calma frente a ella. Necesitaba claridad mental, sobre todo después de la charla que había tenido el día anterior con Chiyo.

«¿De verdad Chikaru-sama sería una buena opción? Sí es una chica muy amable, bonita y me llevo bien con ella, pero... siento que quizás es demasiado para mí».

El alto estatus de la pelinegra en la colina la intimidaba un poco. Aun así, la posibilidad de que fuera su novia continuaba dándole vueltas. Tan concentrada estaba en ello que no notó cuando la chica en cuestión se ubicó a su lado.

—Buenos días, Tamao-chan.

—¡Chikaru-san!

Que la fuente de su dilema se encontrara justo ahí se volvió incómodo para la ojimorada. Trató de mantenerse serena, pero resultaba evidente que lo suyo era una mera fachada.

—¿Puedo hacerte compañía?

—Eh..., sí, claro.

Ya sentada, Chikaru comenzó a mirar lo mismo que Tamao.

—¿Contemplando el paisaje?

—Sí... Hay cosas sobre las que debo meditar... Cosas muy importantes.

—¿De qué? Si es que se puede saber.

—Sobre el futuro.

Chikaru vio de reojo los ojos morados de su amiga; se notaba esa aura reflexiva y un poco melancólica.

—El futuro siempre es algo muy incierto. Uno puede pensar mucho en qué vendrá y tratar de prepararse para ello, pero al final la vida es la que tiene la última palabra.

—Es cierto.

La pelinegra se acercó un poco más a Tamao, pero manteniendo todavía cierta distancia. Sentía que, a pesar de las ganas, el momento ya no era bueno para confesarse. Lo mejor era seguir con el hilo de la conversación y esperar el instante idóneo.

—¿Sabes, Chikaru-san? He estado haciendo algunas cosas últimamente para dejar atrás mi pasado... Mejor dicho, para dejar atrás por completo mi amor del pasado. —Bajó la mirada y suspiró—. Acepté ir a una cita con Chiyo-chan. No salió todo como esperábamos, pero nos ayudó a ambas a reforzar nuestra amistad. —Levantó la vista—. Sé que algún día encontraré a esa chica especial y que ella no es Nagisa-chan. No importa cuánto tiempo me tarde, voy a encontrarla... ¡Por supuesto que voy a encontrarla!

Tamao se puso de pie de forma un tanto brusca, al punto que pisó mal y se tropezó con el desnivel en la orilla del lago. Lo único que quedó en tierra fue el libro que tenía en su regazo.

—¡Tamao-chan!

La peliazul acabó en el agua. Chikaru intentó sacarla de ahí, pero terminó en la misma situación. Lo más embarazoso fue cómo acabó la caída, con un roce de labios entre ambas, casi un beso accidental.

—¡Lo siento mucho! —exclamaron al unísono en cuanto se separaron, de una forma que les resultó impropia.

Aquella sensación era distinta, particular. Tamao recordó la vez que le robó un beso a una dormida Nagisa, pero ahora sentía la vergüenza que en dicha ocasión no experimentó. Por el lado de Chikaru, ella nunca le había dado un beso a alguien, por lo que estaba mucho más avergonzada que su colega peliazul. De todas formas, no podía decir que no le había gustado.

Las dos se levantaron e intentaron infructuosamente secarse la ropa. Dada la situación, Chikaru optó por no decir nada todavía; ya lo diría en otro momento.

—¿Volvemos al dormitorio? No creo que sea bueno pasearnos por ahí con la ropa mojada.

—Tienes razón.

Las chicas se despidieron al llegar a su destino y cada una se dirigió a su respectiva habitación. En su espacio personal, tras ponerse ropa seca, Chikaru comenzó a reconsiderar sus pasos. Se dio cuenta de que era demasiado pronto para confesarle sus sentimientos a Tamao; sin embargo, trataría de acercarse cada vez más a ella. Todavía quedaba tiempo antes de que acabara el año escolar, así que se tomaría las cosas con relativa calma. Eso sí, la caída de las hojas del calendario iba a un ritmo veloz.

(...)

—Eso que pasó...

Tamao se tocó los labios. Debía admitirlo: los de Chikaru eran muy suaves, similares a los de Nagisa, pero a la vez diferentes. Su corazón latió un tanto más rápido de lo normal, y no solamente por la vergüenza.

«Creo... que me gustó un poco».

De todas maneras, no podía dejarse distraer. La presidenta de Lulim era una chica linda y con muchas cualidades, pero no pensaba entregar su corazón tan fácil, menos a una celebridad de la colina.

(...)

Los siguientes meses, la interacción entre ambas presidentas se hizo más frecuente, y no solo por las reuniones de trabajo. Chikaru procuraba estar cerca de Tamao también en actividades fuera del ámbito escolar, pero siempre con el cuidado de no mostrarse demasiado ansiosa o cargante. No era como Shizuma en ese sentido, que iba al ataque cada vez que se interesaba en alguna alumna hermosa.

Parte de la plática de un día fue la siguiente:

—... Y ese es el origen de mi amor por la literatura.

—Es una historia maravillosa, Tamao-chan. Sabía que eras un alma sensible, pero jamás me imaginé que había un pasado como ese detrás.

A Chikaru le gustaba el conocer más de la peliazul de Miator. Sentía que cada vez tenían una mayor cercanía, cosa que incluso Nagisa le destacó una vez. «He visto a Tamao-chan más feliz últimamente», le dijo en una ocasión.

—Entiendo a la perfección el alma de una artista. Ya sabes que a mí me encanta hacer un montón de cosas. —Cerró los ojos—. Creo que en el fondo hay algo en mí de querer demostrarle a... cierta persona que podía realizar grandes proezas por mí misma.

—¿A quién? —preguntó Tamao, curiosa.

—A mi madre.

—¿La directora de Miator?

—Así es. Ella quería que fuera allá y perteneciera a la élite, pero yo siempre me sentí más identificada con Lulim. No creo que toda esa formalidad vaya conmigo. Ah, no te sientas ofendida, yo no odio a Miator ni a Spica ni a ninguna persona de esas escuelas.

—Lo sé, tranquila.

Así como a Chikaru le gustó conocer más sobre Tamao, a esta también le agradó saber de la pelinegra. Semanas después de aquella conversación, se produjo otra sumamente relevante, en la que se contó la historia vivida con Makoto. Para la peliazul, aquel fue un tema difícil de tragar; había muchas similitudes con su propio caso, salvo por el componente de homofobia.

—¡Qué horrible debió sentirse!

—Sí, se sintió así..., pero las cosas se dieron de esa manera. Ella no era para mí, y a pesar de las cosas que me dijo, le deseo lo mejor en su vida.

Tamao agachó la vista. Ella hasta el final quiso aferrarse a una ilusión vana. Incluso Yaya, otra chica con una vivencia similar, había logrado desligarse de su viejo amor, dándole una chance a alguien más en su corazón; no podía ser menos que una chica menor.

—No sé si podría hacer lo mismo... Perdonar a alguien que me trató de esa forma. Sí que tienes un alma muy generosa, Chikaru-san.

—Creo que exageras un poco, Tamao-chan. Tardé un tiempo en darme cuenta de que conservar ese dolor no era bueno para mí. Pero las cosas ahora están muchísimo mejor; hace poco conocí a una chica maravillosa, amable, bonita, romántica, quizás un poco celosa y dramática. Solo espero que ella me dé una oportunidad.

La de Miator estaba estupefacta. Jamás se le había pasado por la cabeza que su senpai pudiese estar interesada en alguna mujer en ese momento, dada la actitud despreocupada que siempre mostraba.

—¿Y... se puede saber quién es? —La curiosidad le carcomía el cerebro.

La respuesta no se hizo esperar, y fue de una manera que la ojimorada no vio venir: con un beso en la mejilla de parte de Chikaru.

—¡C-C-Chikaru-san! —exclamó una sonrojada Tamao.

—Exacto, esa persona eres tú. —La presidenta de Lulim agachó la mirada, con una tenue sonrisa en los labios—. No te pediré que me digas nada por ahora. Tómate tu tiempo para darme una respuesta, la que diga tu corazón.

La peliazul no se lo creía. Por primera vez estaba en una posición comprometedora, siendo la que tenía una decisión importante en sus manos.

«Ahora entiendo cómo debió sentirse Nagisa-chan».

No ocurrió mucho más después, en parte porque Chikaru no quiso forzar las cosas y en parte porque Tamao no sabía cómo reaccionar.

(...)

Las siguientes semanas transcurrieron con intranquilidad para la presidenta de Miator. La sorpresiva confesión de la de Lulim la había pillado con la guardia baja. Producto de ello, comenzó a desconcentrarse en clases y en las reuniones de consejo, lo que llamó la atención de sus cercanas.

—Tamao-chan, ¿te sientes bien? —le preguntó Nagisa un día.

—... Nagisa-chan, creo que ahora puedo entenderte bien.

—¿De qué hablas?

—¿Recuerdas cómo estabas después de los problemas que tuviste con Shizuma-sama? Me está pasando algo similar desde hace unas semanas.

«¿Acaso será por Chikaru-san?», pensó la pelirroja.

Tamao le contó a su mejor amiga lo ocurrido con la pelinegra.

—¿Y... cómo te sientes al respecto?

—No lo sé. Supongo... que un poco feliz. Nunca pensé que una chica así se fijaría en mí, pero... al mismo tiempo estoy confundida. Pienso que no soy la adecuada para estar con ella.

—Tamao-chan, Chikaru-san está interesada en ti, así que creo que estás equivocada. Ahora debes preocuparte en ver cuáles son tus sentimientos por ella para que puedas responderle con la verdad.

—... Tienes razón, Nagisa-chan.

La pelirroja, a espaldas de su compañera de cuarto, cruzaba los dedos.

Tamao y Chikaru mantuvieron el mismo nivel de convivencia. Aunque su cabeza era un hervidero, la ojimorada se sentía relativamente cómoda en presencia de la pelinegra. El buen ambiente que se daba entre ambas se debía en parte a que no se mencionase la confesión. Sin embargo, eso no significaba que otras chicas no destacaran la cercanía, sobre todo las más pícaras.

—Vaya, vaya, así que juntándote con Chikaru-san. Así te sientes más tú.

—Yaya-san, ella y yo solo somos amigas.

—Claro..., «amigas». —La de Spica rodó los ojos—. Solo espera unos meses más y estarán igual que Tsubomi y yo.

A pesar de que lo negó, Tamao en el fondo anhelaba aquello...

¿Lo anhelaba?

No podía decir que estaba enamorada, pero sí le agradaba la compañía de Chikaru. La de Lulim era muy detallista con ella, dándole pequeños regalos y escuchándola sin poner peros. De todas formas, todavía era prematuro el entablar una relación más allá de la amistad; esa era la idea grabada en su mente.

(...)

«... Y el arcoíris doblegado frente a mí ahora se ríe. El aliento restaurado me suplica que confíe».

—Ese poema fue bastante bonito.

—Muchas gracias, Chikaru-san. Los últimos acontecimientos me dieron la inspiración que necesitaba —hizo un alto, tomando una bocanada de aire en el proceso—. Creo que por fin puedo decirlo sin problemas: ya he superado por completo a Nagisa-chan.

La pelinegra sonrió.

—Todavía quedaban algunos restos de esos sentimientos en mi corazón, pero como dicen, el tiempo cura todas las heridas. Ahora puedo hablar con ella sin culpa, como las buenas amigas que somos.

—Me alegro mucho por ti, Tamao-chan. —Chikaru se quedó contemplando el horizonte con una expresión reflexiva—. Cosas así no pueden durar más de lo debido. Todo llega a su fin, incluyendo los momentos malos..., así como también ciertas etapas de la vida.

—¿A qué te refieres? —preguntó una confusa Tamao.

—A nada en particular. Solo a eventos que nos ocurren a todos.

La menor no quedó conforme con la respuesta; notaba que Chikaru no estaba tan feliz. En un intento por reconfortarla, le dio un abrazo, sorprendiéndola.

—¿Tamao-chan?

—No te veo bien, Chikaru-san, y ya que has hecho mucho por mí, déjame devolverte el favor, aunque sea un poco.

La pelinegra guardó silencio y se refugió en el calor de aquellos brazos. No quería decirlo, pero la causante de aquel malestar era justamente quien la confortaba, aunque solo de forma parcial.

(...)

El año escolar estaba por terminar. Chikaru, en su habitación, veía con preocupación la fecha marcada en su calendario. Ella le había dicho a Tamao que se tomara su tiempo para responderle, pero el reloj seguía corriendo, amenazando con que al final no se concretara nada.

«Tamao-chan...».

(...)

—¿Ya le has dado tu respuesta, Tamao-chan?

—Todavía no.

Nagisa y Tamao se encontraban en su habitación tratando nuevamente el tema de Chikaru. A pesar de los avances mostrados por la peliazul con respecto a ella, nada se había materializado entre ambas.

—Me agrada su compañía... y reconozco que hace que mi corazón lata un poco más rápido. Es solo que... tengo miedo. Tengo miedo de que esto no resulte, de ilusionarme en vano, de que quizás estoy confundiendo las cosas. Qué irónico —los ojos se le humedecieron—, la chica más entusiasmada por el romance tiene miedo de tener uno.

Los sentimientos de Tamao eran un verdadero remolino, confusos y contradictorios.

—Tamao-chan..., no quiero presionarte, pero... ten en cuenta la época del año en la que estamos.

—Ya lo sé, la de los exámenes finales, la elección de las nuevas Étoiles y la graduación.

—Sí, pero... Chikaru-san es de sexto año.

Tamao abrió grandes los ojos: se había olvidado de aquel importante detalle; estaba demasiado acostumbrada a tener a la presidenta de Lulim cerca.

—Cuando esos eventos terminen, ella se irá de la colina.

La peliazul, cabizbaja, miró su mano derecha. Temblaba un poco.


Creo que ya es evidente que la historia está en su clímax. De hecho, aunque todavía no los he escrito, los últimos capítulos ya tienen nombre. Espero que fluyan como los planeé.

Hubo una cosa que modifiqué con respecto a mi idea original en este capítulo: la escena del lago. Iba a ser una escena de la piscina 2.0, pero no quedaba natural, así que terminó en lo que leyeron.

Por último, la canción que le dio nombre a esto es «Nous les amoreux» (Nosotros los amantes), del cantante francés Jean-Claude Pascal. Como pueden ver, no es exactamente igual, y es que amoreux y amoreuses significan 'amantes', pero en masculino y femenino. El tema habla de una relación amorosa que la sociedad no acepta, confirmándose tiempo después por el propio intérprete que se trataba de una relación homosexual. Teniendo en cuenta el año de lanzamiento, 1961, fue una canción bastante atrevida.

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