Nerd: obsesión enfermiza [Lib...

Από AxaVelasquez

5.5M 649K 564K

Sinaí Ferreira no debió haber interferido en los secretos de los Frey; por desgracia, se obsesionó locamente... Περισσότερα

Sinopsis actualizada
Antes de leer
Prefacio
1: Vestido rojo, saco azul.
2: Necesito conocerlo
3: Desde la ventana
4: Soto
5: Ponte de rodillas
6: María
7: Dos partes de una misma yo
8: Axer Frey
9: Cambia, Sina.
10: Separando lobos de ovejas
11: La Nerd sin lentes
12: "¿Por qué no gritó?"
13: Adicto a revivir personas
14: Las fotos
15: Nuestros cuerpos son sagrados
16: A sangre fría
17: Sina y Axer
18: De acuerdo, juguemos
19: Estas son nuestras reglas
20: Yo gané.
21: Un beso al estilo Wattbook
22: Mierda, Soto
23: Empezando a gritar
24: Tres Doritos después [+18 duro, no leer]
25: La madre perfecta
26: Hoy se bebe, hoy se gasta
27: Pocas verdades y muchos retos
28: Cosa de una sola noche
29: Yo también sé jugar
30: La monogamia es una fantasía
31: Frey's empire
32: ¿Quieres un cigarro?
33: Más de un jugador
34: El sabor de sus brazos
35: Axer cambia de estrategia
36: La mentira en sus verdades
37: María y Soto
38: ¿Quién dijo amigos?
39: Jaque
40: Mate de la reina
41: Juego en tablas [+18]
42: Dilema Frey
43: Axer y Soto
44: La hipocresía en su honestidad
45: El secreto Frey
46: Veronika Frey
48: Novios
49: Ultimátum
50: Rompecabezas
51: ¿Cómo que trío? [+18]
52: Traitor
53: Wrecking ball
54: Never be the same
55: Perra
56: Infodumping
57: Gatita [+18]
58: La coronación del peón
59: La primera piedra
60: Asesinas
61: Pretty Little liar
62: Aleksis
63: Un casi intercambio de regalos
64: Mi plan secreto
65: Familia de genios
66: ¿Y si jugamos a ser novios?
67: Lo que necesitaba para odiarte
68: Los hermanos Freys
69: All too well
70: Delincuente [+18]
71: Bad Romance
72: Fiebre de Schrödinger
73: Mercy
74: Persona favorita
75: Love the way you lie
76: Love the way It hurts
77: Ganas de ti
78: Entre nosotros
79: I wanna be your sleva [+18]
80: There's nothing holdin' me back
81: Un cordero contra los lobos
82: Un hijo juntos
83: Final... ¿no?
Epílogo
¡YA EN LIBRERÍAS!

47: Team Soto

45.5K 6.7K 9K
Από AxaVelasquez

Este capítulo lo subo de improviso porque a Cecyygab2 se le ocurrió sorprenderme con una ilustración del capítulo 41 de Nerd, y esto ameritaba actualización. Vayan a verla completa en Instagram 😈

Sinaí

Después de la cola para la harina Pan, Soto cargó, como todo un caballero, mis bolsas de mercado de camino hasta mi casa. Una vez llegamos, me esperó sentado en la acera de mi calle para evitar todo lo posible un encuentro con mi madre, hasta que me bañé, cepillé y cambié de ropa.

Una vez estuve lista, tomamos un taxi hasta su casa. Estábamos de acuerdo en que teníamos muchas cosas que hablar, pero era mejor transformar aquellas incómodas palabras en tiempo de recreación juntos.

Los planes eran ver una película los dos, pero cuando llegamos a su casa, María lo estaba esperando sentada a la mesa, comiéndose un plato de arroz con pollo.

Tuvimos que cambiar nuestro itinerario para no hacer sentir incómoda a nuestra amiga, y así fue como terminamos los tres encerrados en el cuarto de Soto jugando Stop.

Stop —cortó María, quien había anotado todas las respuestas a una velocidad insólita, como si su mano trabajara tan rápido como su cerebro pensaba.

—¿Tienes un cohete en el culo, María? Me quedé en «nombre» —se quejó Soto.

María rodó los ojos con obstinación.

—Deja la payasada, Soto. Desde aquí te veo el cuaderno, tienes varias escritas —alegó ella—. Voy a hacer la preguntas. Okay... ¿Nombre?

—Fabiola —contesté, y adelantándome a los hechos anoté cien puntos en el recuadro donde iba anotado el nombre.

—Borra ese cien y pon cincuenta —cortó Soto, metiendo sus tramposos dedos en la hoja donde había estado anotando las respuestas, tachando con su lápiz el cien que había escrito.

—¿Cómo que cincuenta? —espeté, lanzando una mirada acusadora en su dirección.

—Porque tenemos la misma respuesta, eso implica que en lugar de cien tenemos que poner cincuenta y cincuenta.

—Eso lo entiendo, pendejo, ¿pero cómo carajo tenemos la misma respuesta? ¿No hay otro maldito nombre por la letra F? ¡Soto, te estás copiando de mí!

—¡Claro que no! Tú te copias de mí, mi prima se llama Fabiola.

—No tienes una prima llamada Fabiola —desmintió María cruzándose de brazos.

—¡Claro que sí! Es una prima lejana.

—¿Lejana o inexistente? —inquirí.

—Ay, ya, sé buena perdedora y anota cincuenta —insistió Soto, agrandando con su lapiz la mancha de grafito que había hecho sobre mi cien.

—Okay. Yo puse Fran, así que tengo cien —continuó María, indiferente a nuestra disputa legal—. ¿Apellido?

—Fernández —respondí yo, apuñalando a Soto con los ojos, atenta por si decía el mismo que yo.

Casi me atraganto de la risa con su respuesta.

—Fideicomisos.

—¿Qué coño? —exclamó María—. ¡Soto, sé serio!

—¡¿Qué estoy haciendo?!

—¿Fideicomisos? ¿En serio? Fideicomisos no es un apellido.

—¡Los nombres no tienen errores ortográficos!

—¡No quieras joder, Soto, esa mierda no existe!

—Prácticamente eres homofóbica.

—¡¿QUÉ?! —exclamamos María y yo a la vez.

—¡Claro! —prosiguió Soto, como si sus palabras tuvieran toda la lógica del mundo—. Porque estás diciendo que Fideicomisos no existe. ¿Y si el tipo con ese apellido es gay? Al decir que no existe estás siendo homofóbica. ¿No te da pena?

—Marico usted jode y lo demás es cuento —renunció María.

—Yo lo que quiero saber —interrumpí— es por qué coño tenías que poner Fideicomisos. O sea, en el tiempo que se escribe esa malvada palabra hubieses terminado de rellenar las respuestas del Stop.

—Prosigo —finalizó María, ni siquiera molestándose en decirnos cuál había sido su respuesta—. ¿Ciudad?

—Francia —respondí.

—Ulala, señor francés —se burló Soto—. Yo puse Falcón.

—Al fin. —María torció los ojos y prosiguió—. Pensé que ibas a poner una vaina como Finias y Ferb. Yo también puse Falcón.

—Plagio.

—Soto, púdrete.

—Plagiadora.

—Sigamos —dijo María, ignorando a su amigo—. ¿Color?

—Fucsia.

—Frambuesa —dijo Soto.

—Eso es una fruta —debatió María, empezando a perder la paciencia.

—Y el tamarindo también.

—Te dejaré pasar esta —accedió mi amiga, anotando los puntajes en su hoja—. ¿Fruta?

—Fabulosa ensalada de kiwis.

—Dime que me estás jodiendo —suplicó María con los dedos masajeando su entrecejo.

—Jamás jodería con el sagrado juego de Stop.

—¡¿Pusiste la fruta en color y esa mierda en fruta?! Renuncio. —María partió su hoja a la mitad—. Me retiro porque tengo cosas más importantes que hacer que soportar las trampas de Jesús.

—Vaya con Dios —se despidió Soto, ganándose una patada en la barriga que lo hizo lanzarse al piso y retorcerse sin aliento.

Yo me despedí de María con un beso y le dije al oído que no se preocupara, que le daría sus detalles prometidos pronto.

Pasado un rato, Soto dejó de clamar por aire y de retorcerse de dolor, quedando acostado en el piso con la vista al techo y los brazos a ambos lados de su cuerpo.

Me sentí tentada a acercarme, y esa vez me lancé a la codicia sin luchar contra ella.

Mi cuerpo quedó junto al de mi amigo, mi espalda pegada al piso de habitación, nuestras manos tan próximas que nuestros meñiques se rozaban. Mis ojos simulaban concentración en el techo mientras divagaban, volviendo al beso de temprano.

Me había encantado. Me gustaba de manera insana que mi amigo me tomara por el cuello y deslizara su lengua a través de mi boca. Me gustaba tanto, que en momentos como esos todo lo que añoraba era un espacio para quitarnos la ropa y seguir besándonos sin ningún tipo de tela que se interpusiera.

—Siempre quiero besarte.

Cuando dijo eso, sentí que en mi corazón se alojaban sus palabras. Sentí cosquillas desde la punta de los dedos de mis pies hasta mis mejillas, que sonrojadas se elevaron en una sonrisa delatora.

—Deberías hacerlo más seguido, entonces.

Soto se volteó, restando la distancia que nos separaba, pegando su cuerpo a mi costado, dejando su cara a centímetros de la mía.

Lamí mis labios al tenerlo así, tan cerca que podría haber contado cada uno de los vellos gruesos de sus cejas oscuras. Tan cerca que sus ojos, con esa intensa mirada de deseo y devoción, se estaban robando mi oxígeno.

—¿Era así como esperabas que me arriesgara por ti? —preguntó.

—No esperaba nada, pero no te voy a mentir diciendo que no me gustó lo que hiciste.

La mano de Soto subió a mi brazo, acariciando su piel con lentitud, recorriéndolo de arriba hacia abajo con la yema de sus dedos. Ese simple contacto me hizo desear, más que nunca, que él me tocara, que su tacto dejara de ser un roce y que me atrapara para siempre en un beso intenso que me consumiera.

Su rostro se acercó al mío, sus labios acariciaron mi mejilla. Depositó un beso sobre ellas, leve, inocente, pero que se extendió hasta mi pecho en un calor placentero.

—No puedo besarte delante de María —dijo.

—Lo sé. —Sonreí—. Todos somos amigos, no hay que ponerla incómoda ni que sienta que está sobrando o algo así.

—Exacto. Todos somos amigos. No puedo besarte delante de ella. Pero quiero hacerlo.

—Yo también quiero besarte todo el tiempo, si eso te alivia —respondí, mordiendo mi labio.

Me sentía demasiado nerviosa tan cerca de él, demasiado torturada porque estábamos solos, tan juntos, pero él seguía sin besarme.

—¿Qué pasa si quiero poder besarte delante de quien sea?

—Yo... no lo sé. —susurré—. ¿Quieres?

La mano que había estado en mi brazo subió a mi mejilla en un tacto sueva, acariciándola con mi pulgar.

—¿Que si quiero? —Rio—. ¿Qué harías si se me ocurriera decirte que quiero más que solo besarte? Que quiero todo. Que lo quiero contigo, y que todo el mundo lo sepa.

Me senté de golpe, como si me hubiesen dado una patada en la espalda desde debajo del piso. Hasta mi sonrisa se borró.

—¿Qué crees que estás haciendo? —espeté.

—Hablando contigo —respondió con un encogimiento de hombros, minimizando las cosas.

—No. Estás haciendo una pregunta ambigua toda rara que se condiciona dependiendo de mi respuesta. Si vas a decir una vaina así, habla claro, que luego quedo en pena tratando de adivinar qué...

—¿Quieres ser mi novia?

Si me hubiesen lanzado un balde con cubos de hielo desde el techo, y luego un chorro de agua helada directo sobre mi cabeza, habría quedado menos fría. Tal vez lo hubiese procesado más rápido, tal vez el balde no me habría dejado intentando codificar cada letra de aquella pregunta para hallarle un sentido.

—Tú no quieres que yo sea tu novia —fue lo que dije al final, aunque no estoy segura si se lo decía a él, o a mí.

—Claro que quiero. Quiero que llegues a mi casa y que en lugar de venir a mi cuarto a jugar stop, te sientes en la sala a comer algo que haya preparado mi madre especial para ti. Que ella te conozca como lo que significas para mí, y no como a una compañera más. Quiero que cuando vengas a jugar GTA conmigo, también te quedes a dormir. Y, definitivamente, quiero poder ir a buscarte a tu casa sin necesidad de meterme por la ventana o tener que esperarte sentado en la acera del frente.

Un par de lágrimas quemaban la piel de mis mejillas, deslizándose hacia mi quijada como una herida que se va a abriendo con lentitud por la hoja de un cuchillo afilado. Las limpié con el dorso de mi mano, odiándolas a ambas.

—No hagas eso.

—¿Por qué? —inquirió, más seguro que nunca—. Eras tú la que quería que me arriesgara.

—Exacto. Haces esto para castigarme por lo que te dije en esa cola. Quieres cargarme tus sentimientos y que me sienta miserable por no poder corresponderlos.

—No, crees eso porque estás acostumbrada a ver todo como una... estrategia. Hago esto porque tenías razón. He estado siendo un hipócrita, pero jamás lo fui contigo como lo he sido conmigo. Todo lo que he hecho o dicho ha sido porque no quiero afrontar que me gustas y que sé que esa es una batalla que nunca tuve oportunidad de librar.

Tuve que voltear en un intento patético de disimular los hilos que corrían por debajo de mis ojos. Tenía el rostro caliente por el esfuerzo que hacía para contener las lágrimas, pero ellas seguían desbordándose.

Nadie me había lastimado como Soto con esa confesión. Porque yo podía soportar cualquier cosa, menos saber que, de forma inminente, sin importar la decisión que escogiera, acabaría haciéndole daño.

Que cualquier cosa que le dijera, sería un cliché, las típicas que te dice una persona antes de, de manera despiadada, partirte el corazón.

Y con eso no podía. Jamás sabría llevar esa carga. Porque él me importaba, me importaba como nunca iba a hacerlo otro chico.

—Te quiero, Soto. Y mataría por ti.

Y ahí venía, el maldito e inminente pero.

—Dilo, Sina. Yo decidí arriesgarme incluso sabiendo lo que venía, prefiero vivir con tu verdad que con el "¿qué habría pasado si...?"

—No tenías que haber hecho esto.

—Lo habría hecho más fácil para ti, tal vez. Pero necesitaba hacer esto por mí.

—Ni siquiera quieres ser mi novio realmente, solo estás ahí sentado esperando el no. Eso no es justo.

—¡Que sí quiero! —exclamó alzando las manos, rojo hasta el cuello. Entendí que estaba demasiado frustrado por no saber hacerme entender.

—¿Incluso sabiendo que siento atracción por otro? ¿Que por mucho que yo te quiera y te desee, jamás voy a dejar de pensar en él?

—Tú lo harías por él.

—¿Qué?

—Soportarías eso siempre que implique una oportunidad de estar en su cabeza, aunque sea un minuto. Preferirías eso a la alternativa de no poder tenerlo nunca.

—¡Pero es que tú no tenías necesidad! Ya somos todo así tal cual, como amigos. Me tienes, sabes que es así. Sabes que me encantas, que me muero por tus besos, que no me saco de la cabeza las cosas que hemos hecho junto. ¿Por qué tienes la necesidad de arruinarlo?

—No sé, tal vez pensé que en algún momento preferirías conformarte conmigo que seguir corriendo tras lo imposible.

Nunca había querido pegarle a alguien como quise en ese momento hacer con él. Jamás sentí el impulso de dañar, como quise, realmente, lastimarlo en ese momento.

Lo odié tanto, que ni siquiera consideré regañarlo porque hablaba de sí mismo como la opción con la cual conformarse. Lo odié, sobre todo, porque luego de soltar aquellas palabras, incluso sabiendo cuánto podrían dolerme, no lució arrepentido.

Él de verdad creía lo que acababa de decir.

—¿Imposible?

—¿Cuánto llevas detrás de él, Sinaí? ¿Cuándo vas a entender que si te sigue el juego es por orgullo, por demostrar algo y no por interés? Por lo posible no se lucha tanto.

—Me acosté con él.

El silencio nunca me había dejado tan satisfecha. Estaba muy complacida de saber que eso le había dolido.

Al cabo de un rato sin un gesto, sin una palabra, sin contacto visual, se giró de nuevo hacia mí, y ese acto lo sentí como una agresión solo por la expresión en su rostro.

—Ya —espetó, mirándome a los ojos como a una niña ingenua a la que se intenta regañar con la crudeza de la realidad—. ¿Y piensas que te llamará mañana para ofrecerte formar una relación?

Me levanté, dispuesta a irme de inmediato.

—¿Sabes qué es lo peor? —solté con los puños apretados y la mandíbula tensa por la ira—. Que tú también me gustas, pero eres un asco manejando tus sentimientos, minimizas tu dolor causándomelo a mí, y no quiero estar cerca de ese Soto, prefiero seguir siendo amiga del que te disfrazas cuando estás en público.

Apenas mi mano rozó la manilla de la puerta, el cuerpo de mi amigo me embistió contra su pared, agarrándome de la cintura, respirando con agitación demasiado cerca de mi rostro.

—Quédate, maldita sea. Y sé mi novia. No puedo perderte, no cuando lo que acabas de decir es tan cierto. Que solo puedo quitarme la máscara cuando estoy contigo. Y no lo digo por el Soto que acabas de ver, el celoso, el dolido, el frustrado, sino del que he sido siempre delante de ti.

—¿No escuchaste nada de lo que te acabo de decir?

—¿Qué más da, Sinaí? Fállame, pero al menos danos la oportunidad que nos merecemos. No te preocupes por lo demás, que yo no puedo ser tan hipócrita de juzgarte a ti por no sacarlo de tu cabeza cuando yo tampoco puedo.

—¿Qué...?

Antes de que pudiera procesar lo que había dicho, sus labios callaron todas mis dudas y objeciones, presionando con más fuerza su cuerpo al mío, devorándome como si su hambre por mí hubiese sido una cárcel todo ese tiempo.

No lo supe en ese momento, pero Soto era mejor con las mentiras de lo que yo podría haber previsto. Ese día me lo demostró. Y yo no pude juzgarlo nunca, porque en un beso le dije tantas verdades como promesas le hice. Promesas que sabía que era incapaz de cumplir.

Ese día, a mis dieciocho años, Jesús Alejandro Soto se convirtió en mi primer novio.

~~~~~

Nota:

WAIT, WAIT, WAIT, ¡¿QUÉ COÑO ACABA DE PASAR?!

Más les vale que me cuenten qué opinan de esta conversación, del paso que han dado estos dos y de qué creen que va a suceder ahora en la historia muajajaja.

Συνέχεια Ανάγνωσης

Θα σας αρέσει επίσης

33.5K 3.2K 86
La pequeña historia de Jade Salvatore y el anónimo chico que le escribe notas a diario con tal de confesarle su amor. ¿Tan díficil será enamorar a u...
27.4K 1.7K 40
touya oh como sus amigos lo apodan Dabi es un narcotráficante de drogas uno muy importante en ese mundo oscuro y como si fuera poco todo , es un alfa...
625K 47.9K 96
Ana y Kate acaban de mudarse a Seattle y todo va de acuerdo al plan. Ana está tratando de acostumbrarse a su nueva vida pero se encontrará con nuevas...
20.7K 3.7K 65
Para Sue independizarse fue lo mejor y peor de su vida, no creía que al mudarse al departamento 665 le traería toda una nueva aventura, conociendo a...