Tras 10 minutos de estar parado frente al liceo con la mente en blanco, comienzo a cuestionarme si debo entrar.
-¡Melisa! ¡Despierta del sueño y entra ya! ¡Llegarás tarde!
Otra daga se clava en mi tobillo. No puedo moverme. Estoy congelado. Pero cuando quien gritó mi nombre intenta llevarme con él, mis pies, simplemente, se mueven. No hay sangre brotando de mi cuerpo. Solo dolor mental.
"Melisa" ¿Cuánto más tiempo debo cargar con ese nombre? Se siente como llevar un traje confeccionando por personas desconocidas, las cuales no saben tu talla o tus gustos. Es demasiado pequeño. Me asfixia hasta dejarme sin aire.
Entro al salón siendo manipulado como un títere por David. Detesta que llegue tarde. Pareciera como si ser mi amigo lo volviera responsable de mis horarios. Tomo lugar en mi banco, y las clases comienzan. Pasan asistencia, vuelven a repetir esa palabra. Aquella que suena tan cotidiana pero que sigo sin conseguir percibir como mía. Garabateo en una hoja de la cuadernola de Matemáticas, escribo "Ethan" múltiples veces. En grande, pongo "Ella" para después tachar el "la" quedando como resultado "El". Hago una representación mía gritándole a todos "¡No soy una chica, no me llamo como ustedes piensan!, ¡Soy un chico, mi nombre es Ethan! ¡Ninguno me conoce realmente!"
Veo una mano apoyarse en la hoja. Me sobresalto de forma exagerada y miro hacía arriba.La profesora notó cuan poco me interesa su clase. Odia ser ignorada mientras enseña.Toma la cuadernola e inspecciona mis dibujos. Su rostro se torna en una mueca confusa. Cierra la tapa, y deposita el contenido de sus manos en el escritorio.
- Necesitamos hablar, afuera del salón
.Un sudor frió aparece. ¿Estará enojada conmigo por dibujar en su clase, o por ser un bicho raro incapaz de aceptar lo que otros decidieron por él? La sigo, cabizbajo.
- Observé todos tus dibujos. Necesito que sepas, Ethan: Mereces ser conocido como eres de verdad. No solo tu fachada. Te apoyaré si lo necesitas. Si decides decírselo a la clase, haré todo lo posible para que seas comprendido.
Sonríe, y le devuelvo también una gran sonrisa. La abrazo y le agradezco múltiples veces. Entro al salón, vuelvo a sentarme y casi me siento interesado de forma genuina en la forma de calcular raíces cuadradas.
A la mañana siguiente llego al liceo con un ánimo distinto. Bailo mientras camino, inundado en alegría. Reflexioné la noche entera. Apenas logré dormir unas pocas horas y aun así rebozo de energía. Decidí, debido al mensaje de apoyo de la profesora, por fin contarle a mis compañeros.
Me paro frente a la clase. La profesora pide silencio y me tranquiliza con la mirada. Guardé estas palabras durante tanto, expresarlas sacará un importante peso de mis hombros.
-El aviso que quería hacerles es: Soy un chico trans. Les pido ser tratado en masculino y como Ethan.
Algunos estallan en risa. Otros no emiten comentarios y unos pocos, se muestran en completo comprensivos.
Esos últimos logran otorgarme una pizca de felicidad. Sin embargo, hay quienes balbucean entre sí cosas hirientes. Escucho claramente "marimacha", "lesbiana", "enferma mental", entre otros. Hay una pequeña voz en cabeza regañándome por decirlo. Me acusa de arruinar mi vida, de no ser fuerte para lidiar con salir del closet.
Algo termina de resquebrajarme: David no me apoya, de hecho, me insulta en medio de los murmullos. Debe pensar que no lo escucho, pero lo hago con claridad
Seco con la manga de mi uniforme las lágrimas que ruedan por mis mejillas y salgo despavorido del aula.
Me refugio en el baño. Las lágrimas continúan recorriendo mi cara, provienen de mis ojos, de un azul cristalino, casi blancos, color similar a las gotas producidas por ellos.
Muchos dicen que el llanto arruina mi rostro. Es cierto: estoy hinchado y rojo. Su forma redonda no ayuda para nada, parezco un tomate con patas y pecas.
-¿Cómo te encuentras?
Un chico entra al baño. Tiene la piel marrón claro, pelo y ojos de un negro profundo. No lo reconozco.
-Bien, yo ya iba a irme.
Sostengo el picaporte de la puerta entre mis manos, dispuesto a abandonar la habitación.
-¡Espera! ¡No te vayas! Escuche lo ocurrido, lo lamento tanto. Soy un chico trans también, comprendo lo que estás pasando.
La mirada se me ilumina. ¿Un chico trans? ¿Como yo? ¡Y en mi mismo liceo!
-Gracias por preocuparte. Mi nombre es Ethan.
- El mío Noah. Un placer conocerte.
Estrecha su mano con la mía, en un saludo de presentación
Noah ha estado conmigo en todos los recreos, me espera a la hora de la entrada y de la salida para irnos juntos. Es un gran amigo. Me defiende de las agresiones de otros. Sin embargo, me deprime cuando veo que me hacen zancadillas de forma constante. Me empujan cuando compro mi merienda en la cantina o me tiran bolas de papel. Intenté hablarlo con varios profesores, pero la única capaz de parar sus abusos es la de matemáticas. El resto solo ignora la situación.
¿De verdad merezco ser molestado? ¿El precio de la libertad es el abucheo de otros? Noah se ofreció a ayudarme a pensar. Sugirió que hablara con el director con la esperanza de recibir su ayuda. Acudo a la dirección para hablar con él. Planteo la situación, pero no parece interesarle.
- Ese no es mi problema. ¿Cómo planeas que otros te acepten si no logras aceptarte a ti misma?
Sus palabras me desconciertan. Esperaba encontrar apoyo en él, pero fue por completo lo contrario. Noah acaricia mi espalda, consolándome.
-Desconozco la razón de su ignorancia. Pero como institución deben actuar frente a casos de discriminación. ¡Vivir tu identidad de género sin ser discriminado es un derecho humano!
Al decir eso, casi veo una bombilla encima de su cabeza, como en las viejas caricaturas donde demostraban de esa forma que un personaje tuvo una idea.
-¡Ya sé lo que debemos hacer!
Noah habló con sus padres, los cuales a diferencia de los míos, apoyan a su hijo trans. Ni siquiera le he contado a mi madre o a mi padre, pero reaccionarían de la peor manera.
Su plan fue convencerlos de ir al liceo a hablar, y escudándose con el artículo 16 de la ley trans (donde se especifica la posición que deben adoptar los centros educativos) y la declaración de los derechos humanos, presionen al director a actuar o se impondrá una denuncia. ¡Es una idea brillante! Su inteligencia es un rasgo que adoro.
Sus padres acuden y logran captar la atención del director. Nos acusa de mentir sobre sus palabras, pero ellos no le creen. Se compromete a actuar, pero no por estar contento, lo noto, ya que al retirarme me dedica una mirada inyectada en furia. Le contesto con una sonrisa pícara. Burlándome de él y de su estupidez.
Una mañana despierto con los gritos de mi madre. Luce rabiosa, a punto de golpear todo aquello que se cruce por su camino, incluido yo.
-¡Una amiga me ha contado que su hijo le ha dicho que toda la escuela te conoce como "el trans"! ¿¡Le contaste a todos que eres trans antes que a mí!? Me decepcionas.
-¿Por qué debería contarte?
-¡Para mandarte a un maldito psicólogo y lograr curarte!
-No hay nada para curar.
Me escabullo por su costado y corro fuera de la casa. Corro y corro hasta que mis piernas ceden. Caigo de bruces sobre el pavimento. Dolorido de forma física y sentimental. Marco un número y espero recibir contestación a mi llamada.
-¿Ethan? ¿Qué ocurre?
-Mamá se enteró. Estoy perdido. Parecía una fiera, era imposible razonar con ella. Hui, terminé en el parque.
-Voy para allá.
Después de eso, corta la llamada. Llega en apenas 10 minutos. Vino en bicicleta. Me invita a subirme en la parrilla para dar un paseo. Acepto y charlamos mientras observo las calles de mi ciudad.
-¿De verdad merezco sufrir por ser trans? Solo quería dejar sentir ese insoportable dolor cada vez que alguien utiliza un nombre y pronombre incorrecto.
-Eres un ser humano. Mereces vivir tu identidad de forma libre, ¡es tu derecho! ¡Nadie debería negártelo!
Apoyo mi cabeza en su nuca, y sonrió. Es una sonrisa boba, encantada con la persona que tengo a mi lado.
-Gracias...
Bajamos y nos sentamos debajo de unos árboles. Él acaricia mi cabello.
-¡Parece algodón de azúcar naranja!
Río. Adora mi cabello por su exagerado volumen. Es un largo afro pelirrojo. Se aproxima aún más a mí.
-Prometo cuidarte, protegerte como de lugar, ¡Podemos incluso vivir juntos cuando crezcamos!
Me sonrojo por su sugerencia. Y de forma impulsiva, beso sus labios. Él lo corresponde.
Todos deberían poder amar e identificarse con libertad, mientras no perjudiquen a otros.
Es un derecho humano y deberíamos gozar de él para vivir de forma plena.