Mis recientes experiencias me han llevado a cuestionarme:
¿Me encuentro en el mismo mundo que he habitado todo este tiempo?
Este paraje, de pies descalzos, ropa vaporosa y paisajes idílicos, luce tan distante de los zapatos ajustados, las prendas asfixiantes y los edificios desvaídos, pertenecientes a ese otro lugar ajeno.
Un escaso trecho divide estos mundos paralelos. Apenas unos cuantos pasos separan el paraíso del abismo.
Aun así, cuando la arena termine asentándose en el fondo del reloj, volveremos al abismo, convencidos de que el dolor es una consecuencia del placer.
Nos hacemos sangrar para tapar la herida. Explotamos para reconstruirnos. Porque quienes permanecen intactos lo han ordenado de dicha forma.
