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By macabeso23

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Ella creyó tenerlo todo, pero olvidó una cosa; de encontrar el amor nadie se escapa. ¿Podría más la soberbia... More

Capítulo 1. [Daños Colaterales]
Capítulo 2. [Desde El Día Uno]
Capítulo 3. [La Propuesta]
Capítulo 4. [Eternas Coincidencias]
Capítulo 5. [Imagen Y Semejanza]
Capítulo 7. [Inefable]
Capítulo 8. [Acertijos]
Capítulo 9. [Resarcimiento]
Capítulo 10. [Secuelas Del Pasado]
Capítulo 11. [El Primer Beso]
Capítulo 12. [Lágrimas Y Olvidos]
Capítulo 13. [Pasiones Recíprocas]
Capítulo 14. [Efímero'S]
Capítulo 15. {Guía Espiritual}
Capítulo 16. [Mundos Cruzados]
Capítulo 17. [La pieza del rompecabezas]
Capítulo 18. [La curiosidad mató al gato]
Capítulo 19. [Entre Imaginación Y Realidad]
Capítulo 20. [Un Juego De Seducción]
Capítulo 21. [ Islas Canarias, Parte 1]
Capítulo 22. [Islas Canarias, parte 2]
Capítulo 23. (Entre Su Mundo Y Mi Mundo)
Capítulo 24. [Avril]
Capítulo 25. [Libre Verdugo]
Capítulo 26. [El Plan Cero]
Capítulo 27. [Fragmentos De Verdades]
Capítulo 28. [Fragmentos De Verdades part. 2]
Capítulo 29. [Quince Minutos]
Capítulo 30. [La Efímera Felicidad]
Capítulo 31. [Colisión]
Capítulo 32. [Al Descubierto]
Capítulo 33. [El primer amanecer]
Capítulo 34. [El mejor de los inicios]
Capítulo 35. [Las Personas Inteligentes...]
Capítulo 36. [No estaba triste, estaba nostálgica...]

Capítulo 6. [La Casa Del Cielo]

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By macabeso23

ALGUNOS AÑOS ANTES

CALIFORNIA, ESTADOS UNIDOS

CASA DEL CIELO:

Miedo: Sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario.

—¿Qué ves?

Una morena de ojos cafés se sobresaltó al sentir una voz casi soplándole la oreja. La mujer se echó a reír con diversión mientras los ojos de Afrodita la veían con seriedad y una de sus cejas levantadas. 

—Lo siento—cesó la risa—, es que te vi allí y pensé en darte un susto pero veo que no ha sido buena idea.

—Evidentemente—Afrodita se relajó y se dejó caer sobre la cama que estaba a su lado mientras soltaba un respiro profundo y cansado. Había pasado la noche en vela, sin poder dormir por el remordimiento que había dentro de su cabeza—. ¿Crees que esté bien?—le preguntó a Atenea, la mujer con la que Afrodita compartía habitación.

Ella se acostó al lado de Afrodita y respiró hondo. Tampoco lo sabía.

—No lo sé—dijo simplemente—, es díficil saberlo. Han pasado dos días desde la última vez que la vimos en casa. Hetera debe saberlo—ambas se vieron—. A fin de cuentas nadie puede salir de esta casa sin su autorización.

Afrodita respiró profundamente.

—Tengo una sensación extraña en mi pecho—murmuró tocándose debajo de su corazón—, como si algo malo estuviera pasando allá afuera y nadie es capaz de decírnoslo.

—¿Crees...—Atenea no terminó su pregunta, pero la expresión de Afrodita fue más que reveladora para ella.

—Ojalá me esté equivocando—le dijo con voz suave—. Pero casi siempre sucede algo malo cuando tengo mis corazonadas. Como si algo estuviera advirtiéndome en lo más profundo de mi corazón—respiró hondo—. No quiero esto, Atenea. Quiero ser libre. Quiero tener una vida común como las demás mujeres de nuestra edad. Ir a la universidad, obtener un título y sentirme orgullosa de lo que soy y no de esto en lo que me han convertido—dijo con dolor—. No pedí esto. Quiero poder salir al exterior y trabajar y poder hacer lo que me gusta sin rendirle cuentas a nadie.

—Sabes que eso ahora es una imposibilidad—le dijo Atenea en voz baja viendo hacia el techo—. Al menos a ti te falta menos tiempo que a mi. Un año más y serás libre—le dijo con melancolía— y yo me quedaré aquí esperando pacientemente poder obtener mi libertad mientras...—su voz se quebró, al igual que los ojos de Afrodita que ya estaban cristalizados por las lágrimas que amenzanaban con salir—. ¡Casi no lo soporto, Afrodita!—se echó a llorar con dolor mientras ambas se abrazaban—. No quiero esto. No quiero estar aquí. Lo odio. Odio lo que hacen con mi cuerpo y con mis labios. Odio recordarme siendo de todos menos mía.

Las palabras de Atenea golpearon fuertemente a Afrodita. La realidad que vivían las dos, y un grupo de mujeres de su misma edad, era una que nadie podía imaginarse. Ni siquiera podían imaginarse con quiénes lo vivían. Personas pagaban por sus cuerpos. Por sus caricias, día y noche y nadie hacía nada por ellas. Estaban alejadas de un mundo desconocido dónde lamentablemente ningún ser humano podía salvarlas del calvario que vivían diariamente. Afrodita solo deseaba cumplir la mayoría para poder obtener su libertad. Esa que desde los quince años había estado anhelando y que finalmente casi lo obtenía.

Después de eso, sería libre.

Y nadie jamás le diría que hacer.

Nunca más.

HORAS DESPUÉS

—¡¿Qué le dijiste a Atenea?!—una mujer azotó la puerta detrás de sus espaldas viendo con furia a la morena que estaba viéndose frente al espejo mientras se hacía una trenza en su cabello largo. Los ojos marrones la observaron a través del espejo y levantó los hombros, haciendo que aquella mujer apretara la mandíbula—. ¡Contéstame!—le exigió tomándola por el hombro con brusquedad.

—¡No le dije nada!—le gritó a viva voz mientras la veía con furia.

—Algo le dijiste. Está hecha un mar de lágrimas y un cliente la despachó porque mientras...—la mujer guardó un silencio breve y continuó—, ella solo lloraba, y la única que la vio antes fuiste tú.

Afrodita desvió la mirada.

—Solo está cansada, Hetera—la mujer rió sarcástica—, estamos cansadas.

—¡Ese no es mi problema!—le dijo desafiante—. Ustedes tienen un compromiso conmigo y deben cumplir con cada cosa que les diga. Empezando por dejar de llorar como niñas chiquillas y comportarse como las mujeres que ahora son—ambas se vieron a los ojos—, no me interesa qué le hayas dicho, me tiene sin cuidado, pero si me interesa que cumplan con lo que les encargo. Es lo único que tienen que hacer.

—Lo dices como si no fuera gran cosa—le dijo—. Tú no eres la que tiene que soportar que hombres babosos te toquen y te traten como un objeto—Afrodita la vio con odio—. Eres un ser despreciable, Hetera. Nos trajiste a base de engaños. Nos hiciste creer que de verdad te importabamos cuando todo era una mentira.

La mujer respiró profundo mientras se acercaba aún más a Afrodita. Hetera la inspeccionó y luego sonrió cuando analizó su cuerpo bien ceñido debajo del vestido revelador que había comprado especialmente para ella.

—Tú si me importas, Afrodita. Tú eres mi joya más preciada en este lugar. Aunque no lo creas, te cuido mucho—Afrodita la vio con rencor y Hetera acarició su hombro descubierto con cuidado—. ¡Lo juro! Te protejo.

—¿Cómo puedes ser tan cínica?—le preguntó con dolor mientras sentía sus lágrimas amenazar por salir—. ¿Cómo puedes decir que me proteges cuando lo único que has hecho es venderme al mejor postor para salir más beneficiada que todos aquí?—Hetera respiró hondo.

Te quiero—le dijo haciendo que Afrodita abriera los ojos incrédula—, y porque te quiero, es que hago esto. Te di un espacio en mi vida. Te di un techo, un lugar donde pasar la noche. Te protejo—le volvió a decir—, y me importas, Afrodita. Aunque no me creas y sientas que te estoy condenando junto con las demás. Tú eres única. Nadie tiene punto de comparación contigo y es por eso que he decidido sacarte de este lugar.

Afrodita retrocedió como si un balde de agua fría hubiese caído sobre ella.

—¿Sacarme?—le preguntó ceñuda, incrédula y un poco desorientada. Desde la última vez que había visto la luz del sol había pasado mucho tiempo—. ¿A dónde?

—Un lugar diferente y digno de ti—fue su respuesta—. ¿No es lo que querías desde un principio? Un trato único y exclusivo solo para ti.

—¿Qué ganas tú con eso?—Hetera sonrió negando con la cabeza mientras la acorralaba hasta hacerla chocar contra la pared.

—A ti—le dijo simplemente—. Solo te quiero a ti.

—¿Por qué?—le preguntó sin dejar de verla a los ojos y Hetera suspiró paseando sus manos por la cintura de Afrodita.

—Porque desde que llegaste lo único que he querido eres tú. Admito que he cometido errores y te he orillado a hacer cosas que nunca quisiste pero era la única forma de mantenerte conmigo. Estás muy joven para entenderlo, Afrodita.

—¿Qué pasará con Atenea?—le preguntó—. No puedo dejarla. Soy su única amiga. Se morirá de tristeza si le digo que voy a irme—Hetera guardó silencio—. No puedo dejarla, Hetera. Ella es mi amiga.

—No puede ir con nosotras, Afrodita. Eres tú nada más a quién quiero conmigo—la voz de Hetera fue determinante—. Tienes dos noches para pensarlo. Depende de ti lo que pase ahora con tu futuro.

—Yo... No puedo—susurró dándose cuenta de lo que eso significaba.

—Dos noches, Afrodita. Arregla lo que tengas que arreglar y prepárate para tu nueva vida—los ojos de Hetera brillaron de emoción al pensar en todo lo que tenía preparado para Afrodita—. Te daré todo lo que has soñado. Estudios, un hogar digno, una familia—Afrodita la vio a los ojos buscando la verdad y la encontró. Sabía que Hetera le decía la verdad—. Todo—recalcó—. Absolutamente todo para que seas feliz, amor mío.

Hetera se acercó a Afrodita y la besó en los labios pausadamente y luego se alejó. Afrodita solo tenía diecisiete años, pero en unos meses cumpliría los dieciocho y finalmente podría ser suya como siempre lo deseó. Después de eso, no habría pasado, no habría caricias de otros hombres, no habría nada. Solo un futuro que prometía mucho más que lo que Afrodita alguna vez soñó y Hetera se lo daría.

Porque para ella la felicidad de Afrodita estaba por encima de cualquier cosa.

Siempre.

TIEMPO ACTUAL:

—No sabía que sabías jugar a los bolos—dijo Bárbara completamente sorprendida al ver que Macarena había derrumbado todas sus fichas. La castaña volteó a verla sonrojada y le regaló una sonrisa amplia mostrando sus dientes blancos—. Cada vez estoy más sorprendida contigo. ¿Hay algo más que quieras decirme?—Bárbara se acercó a ella sonriendo—, porque si es así éste es el momento perfecto para hacerlo.¿Qué otros trucos tienes debajo de la manga?

—Yo...—Macarena bajó la mirada pero luego la subió rápidamente para darse cuenta que Bárbara la veía con fijación—. Cuando estaba pequeña, mi papá me enseñó. Me divertía mucho jugando—suspiró—. Recuerdo que cada vez que quería despejar mi mente iba y jugaba algunas rondas.

—También me gusta mucho—le dijo con una amplia sonrisa mientras tomaba en sus manos la bola para lanzarla. Macarena la examinó con la mirada y suspiró viéndola tomar la posición inicial—. Creo que...—Bárbara volteó a verla divertida—, me hace falta un poco de ayuda. No soy tan buena como tú—dijo insinuante y Macarena sonrió asintiendo.

La castaña se acercó a ella por detrás, y respiró hondo ante su cercanía. Sujetó las caderas de Bárbara con firmeza y la morena mordió su labio inferior sin que ella pudiera verla. Un juego divertido lleno de provocaciones constantes.

—Tienes que respirar profundamente—dijo muy cerca del oído de la morena pegando más su cuerpo al de Bárbara—. Ver fijamente al objetivo y luego solo lanzar en esa misma dirección.

—Se escucha fácil—murmuró Bárbara riendo levemente.

—Y lo es—corroboró separándose de la morena para que pudiera lanzar. Bárbara hizo su tiro y justo como lo pensaba, había sido una jugada perfecta. ¿Qué no era perfecto en la vida de Bárbara López? —. ¡Lo lograste!—dijo con emoción Macarena mientras Bárbara la veía con una sonrisa.

—Tengo una buena profesora—se encogió de hombros—. Ha pasado mucho desde la última vez que jugué.

—No pensé que fueras mujer de tener un campo de bolos en su casa—Macarena fue sincera—. Me sorprendió mucho encontrarlo aquí—Bárbara la vio fijamente mientras dejaba la bola del juego a un lado—. Estar aquí se siente como estar en el paraíso. Tienes todo lo que alguna vez me hizo feliz—Los ojos de Macarena brillaron—. Gracias por esto. Es la mejor cita que he tenido en mucho tiempo.

La morena levantó la ceja con disimulo y sonrió sintiéndose victoriosa. Su plan estaba saliendo mejor de lo que esperó. Definitivamente el haber investigado sobre los gustos de Macarena y toda su infancia le ayudó a que todo estuviera marchando sobre ruedo y para ella, eso ya es una gran victoria. Paso tras paso lograría todo lo que años atrás se propuso y no habría nadie, ni nada que impidiera que ella triunfara.

Porque Bárbara López siempre triunfaba.

—Es un poco más de media noche—le dijo Macarena en voz baja. Bárbara asintió sabiendo lo que eso significaba—. Debo regresar, pero espero que esto vuelva a repetirse. Me ha gustado mucho—le dijo con sinceridad viéndola a los ojos—. Lo que dije hace un momento es cierto—bajó la mirada sintiendo pena—. Ha sido la mejor cita que he tenido en años.

—No será la única—dijo la morena muy segura—. Tendremos más citas si tú así lo quieres. Yo lo quiero—sonrió—. Cada segundo a tu lado me hace olvidar el mundo exterior. Será difícil dejarte ir después de darme la mejor noche de mi vida—los ojos de Macarena volvieron a brillar—. Pero es momento de dejarte en tu castillo, princesa bonita.

Bárbara se acercó a Macarena con lentitud para verla a los ojos con detenimiento. Los azules de Macarena se impregnaron en los marrones de Bárbara por cuestión de segundos y ambas se sonrieron. ¿Cómo debían despedirse ahora?

—¿Nos vamos?—la tomó de la mano y luego acarició la carátula de la misma con ternura. Macarena sintió aquella caricia y no dudó en sonreír. Bárbara era la dama que ella había esperado encontrar durante mucho tiempo. Su trato especial, la determinación de sus palabras solo lograban quitarle el aliento. Verla tan segura de si misma solo causaba admiración en Macarena y Bárbara lo sabía.

Podía descifrar esa mirada azul posada sobre ella. Quizá llena de esperanzas e ilusiones que no pasarían de eso, de ilusiones, al menos para ella. Había abierto el show de la mejor manera y eso apenas estaba empezando. Dentro de poco daría su segundo golpe. Uno que sabía que nadie iba a esperar porque lo había mantenido bajo perfil todos esos años. Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para lograrlo y no había nada más seguro que eso.

Para ella era todo o nada.

Y nada era una palabra que en su vocabulario no entraba.

....

MINUTOS MÁS TARDE

Macarena suspiró soltando su cinturón de seguridad mientras veía de perfil la puerta de su gran casa rodeada de árboles, un jardín precioso repleto de flores coloridas y un auto color negro que era el que normalmente usaban las personas de servicio.

Bárbara soltó el suyo también y se acomodó sobre su asiento para poder verla mejor. Macarena sentía la mirada de la morena sobre ella y eso solo lograba ponerla nerviosa. Por lo que intentó evadirla pero no podía. Le gustaba que Bárbara la viera.

—En su casa a salvo, señorita Achaga—dijo sonriente mientras ambas se veían—. Espero que eso sea un buen incentivo para que Alonso no te ponga espías en nuestra segunda cita—bromeó pero Macarena solo le dió una sonrisa penosa. Bárbara lo notó y quiso rodar los ojos pero se contuvo—. ¿Puedo llamarte mañana?

—Puedes llamarme cuando quieras—le contestó—. Y de nuevo... Gracias por la cena, por el vino, por los bolos y por la compañía—ambas sonrieron—. Ha sido fabuloso.

—Lo sé—dijo como si nada viéndola—. La próxima vez será mucho mejor. Es una promesa.

Macarena sonrió mordiendo su labio inferior.

El teléfono móvil de Bárbara vibró haciendo que ambas vieran hacia la pantalla del teléfono donde claramente se reflejaba el nombre de «Jeniffer». Macarena se removió un poco incómoda, acto que no pasó desapercibida para Bárbara y rió con ironía.

«Está celosa».

«Cursi».

—Jeniffer es alguien de mi pasado—explicó Bárbara adelantándose a los hechos—. Es insistente cuando se lo propone—soltó una risita corta pero sin humor—. Trabaja para mi y estaba hablándome sobre un negocio que está en puerta y como no le contestaba el teléfono por estar en una cita con una mujer sumamente hermosa se presentó en mi casa—Macarena se sonrojó violentamente mientras Bárbara la analizaba de manera divertida—. Aparte de robarme el aliento, también me robas el tiempo—dijo sensualmente mientras ponía su mano sobre el muslo de Macarena y lo apretaba ligeramente haciendo que el corazón de la castaña se disparara con gran velocidad.

—¿Te robo el aliento?—Bárbara asintió.

—Eres increíblemente preciosa. ¿Cómo no podrías?—le preguntó en voz baja—. Estoy segura que no soy la única a la que le robas el aliento. Debes tener a un séquito de pretendientes detrás de ti, pero para mí fortuna y para su desgracia, te encontré primero—volvió a apretar su muslo divertida y luego soltó su pierna—. ¿Te acompaño a la puerta?

Macarena suspiró.

—No es necesario—dijo—. Gracias por la noche.

La castaña se acercó a Bárbara y depositó un beso casi en la comisura de sus labios. Un beso más tardío de lo usual que la hizo suspirar al separarse y verla directamente a sus ojos. Un destello de luz se apoderó de los azules de Macarena haciéndola sentir intimidada por la mirada tan profunda de Bárbara.

—Buenas noches, Macarena—dijo Bárbara encendiendo el auto. Macarena se bajó de el y con un movimiento de mano se despidió de la morena que le había regalado la mejor noche de su vida en mucho tiempo.

Macarena la vio irse y no pudo evitar sonreír de alegría. Había sido una noche magnífica en cualquier sentido y no podía concebir que una mujer como Bárbara fijara su atención en ella. No porque no fuera suficiente o su apellido no significara algo, si no porque sabía que los intereses de Bárbara solo eran sus negocios y contratos empresariales, o algo así le había contado su mejor amiga por mensajes horas atrás. 

—¡Dime que tuvieron sexo!—escuchó que alguien le decía haciéndola abrir los ojos con sorpresa.

Macarena soltó una risita corta y negó.

Tener sexo fue lo que menos había hecho esa noche.

—No tuvimos sexo—rodó los ojos—. Como dije... Es una mujer que sabe comportarse. Ni siquiera nos besamos—Helena abrió los ojos.

—¿Ni siquiera un besito?—negó—. ¡Auch! Entonces no fue una buena noche.

—Y es ahí donde te equivocas—mordió su labio inferior—. Fue la mejor cita que he tenido en mucho tiempo. Ella es hermosa, Helena. Es una mujer encantadora, auténtica, tiene sentido del humor y es preciosa, ¿ya te lo dije?

—Como unas doscientas veces.

Rió.

—Me sorprende que digas que tiene sentido del humor cuando todos la conocen por ser una mujer que nada la hace reír—hizo una mueca—.  Nadie la ha visto reír nunca. En las fotografías siempre está con el semblante serio y con una mirada que si me preguntas... Da un poco de miedo—le dijo—, pero eso no quita lo guapa que es. Es un bombón realmente—Macarena entrecerró los ojos y ella se echó a reír—. Háblame sobre esa "gran" y espectacular cita que tuvieron para que estés así de tan buen humor.


—Es extraño pero tenemos tantas cosas en común—empezó a contarle Macarena mientras ambas caminaban de brazos agarrados hacia la habitación de la ojiazul—. No hablamos más allá de lo usual. Solo cosas básicas. Cosas que normalmente se dicen en las primeras citas, pero siempre que hablaba sentía que había algo más allá en lo que decía. Parecía ser que lo que siempre he querido escuchar en alguien ella lo supiera.

—Cosa que es imposible—murmuró Helena riendo.

—Sí, por supuesto que es imposible. Ella solo conoce de mi lo que ha visto en Internet o lo que la prensa dice de mi padre o de mi diariamente pero...—Macarena suspiró quitando sus zapatos de tacón—. Sabe escuchar y me entiende a la perfección y eso no me ha pasado con nadie más.

—¿Ni conmigo?—le preguntó Helena fingiendo haberse ofendido—. ¡No sé cómo sentirme después de haber escuchado eso!

La castaña de ojos azules rió.

—Sabes a lo que me refiero. Jugamos al bowling—Helena abrió los ojos—. Lo sé, extraño pero en su casa hay uno inmenso. Nos divertimos mucho—sacó su vestido mientras se ponía su pijama—. Tomamos vino y luego hablamos sobre lo que nos gusta.

—¿Y nada más?—Macarena levantó una ceja—. ¿Algo más revelador?—hizo un movimiento juguetón con las cejas pero lo cierto era que no. No había pasado nada más "revelador" entre ambas.

—Nada más—dijo tirándose a su lado en la cama—. Sabes... Si sucedió algo extraño—Macarena recordó la presencia de Jeniffer en casa de Bárbara y sintió un escalofríos recorrer su cuerpo—. Cuando llegamos a su casa, una mujer se apareció allá—Helena simuló una O con los labios—. Fue extraño. El comportamiento de Bárbara lo fue al principio. Solo me dijo que no saliera de la casa mientras ella lograba hacerse cargo de la situación. Al principio me dijo que podría tratarse de un vecino—murmuró cubriendo su cuerpo con la manta—, y cuando salí estaba con una mujer. Parecían estar discutiendo antes que ellas me vieran y luego actuó como si nada hubiese sucedido. Pero no hay que ser muy inteligente para saber que solo fue cortés por mi presencia.

—¿Y si era alguna ex amante?—Macarena hizo una mueca al recordar que Bárbara le había dicho que Jeniffer era alguien de su pasado pero en ningún momento le dijo que se trataba de una amante. Lo único que le había dicho era que trabajaba para ella—. Piénsalo, Maquita. Quizá lo que presenciaste fue una escena de celos. Estaba ardida y por eso fue hasta su casa para armar todo ese show. Algunas mujeres pueden ser muy resentidas cuando se lo proponen—se encogió de hombros.

—No lo sé, Hels. Parecía ser algo más que una '"escena de celos"—comentó—. Lo cierto es que su presencia la incomodó por un momento. Por un segundo la sentí tan frágil—suspiró cerrando sus ojos—. Tan vulnerable... No sé cómo explicarlo. Es extraño. Algo dentro de mi dice que Bárbara es una mujer que ha pasado por tanto y que...—ella negó riendo al darse cuenta de lo ridícula que se veía hablando sobre la vida de una mujer que no conocía—. Creo que tomé mucho vino—bromeó riendo—. Tendremos una segunda cita.

—¡¿Cuándo?!—le preguntó Helena sorprendida.

—Espero que sea pronto. Me muero por verla de nuevo—dijo con pasión y Helena abrió los ojos al ver a su mejor amiga.

—Toma las cosas con calma—Macarena entrecerró los ojos—. Conozco cómo eres cuando una mujer verdaderamente te interesa. No te dejes nublar la cabeza por su belleza y menos por sus millones.

Macarena se echó a reír.

—Sus millones no me interesan, Hels.

—Pero ella si te interesa—Macarena guardó silencio—. No actúes bajo sentimentalismo baratos. Deja que sea ella quien siempre dé el primer paso—y la castaña abrió los ojos—. No me mires así. Si de verdad está interesada en ti buscará la manera de hacértelo saber.

—¿Y si se aburre de ser siempre la que dé el primer paso?—cuestionó a su mejor amiga—. No quiero que se aburra de mi, Helena. También tengo interés en ella. Es el prototipo de mujer que siempre deseé que llegara a mi vida y ahora que está sucediendo no pienso dejar que pase así como si nada. Siento que nosotras tenemos una conexión especial—sus ojos brillaron—. Y sé que ella también tiene interés en mi, Helena. Me lo ha dicho. Así que no puede tratarse de solo mi imaginación.

—¿Y si solo le interesa tu fortuna?—Macarena abrió los ojos—. Es una posibilidad que deberíamos considerar.

Ella negó riendo ante esa idea absurda.

—¿Por qué querría mi dinero cuando su fortuna es igual de grande que la de mi familia?—se mostró incrédula—. Eso es imposible, Helena. No tiene sentido.

—Nada en este mundo tiene sentido y aquí nos ves—le dijo—. Intentando comprender el porqué de muchas cosas. Descartemos la idea de robarte tu fortuna. Tienes razón, no creo que esté interesada en eso, ¿pero por qué fijar su atención sobre ti cuando tiene a tantas personas detrás de sus faldas?—Macarena sintió un nudo en el estómago al escuchar las palabras de Helena—. Solo tengo una respuesta y si me lo preguntas es la más sensata de todas.

—¿Cuál?—Helena sonrió.

—Está tan loca por ti como tú lo estás por ella.

Las mejillas de Macarena se sonrojaron por completo.

—No estoy loca por ella—dijo con voz suave y riendo a la vez.

—Eso no te lo crees ni tú misma. Solo has tenido una cita con ella y ya crees que tienen algo "especial"—Helena se burló de sus palabras—. Te trae loca—Macarena mordió su labio inferior mientras cerraba los ojos nuevamente.

—Puede ser...—murmuró más para si misma y luego guardó silencio.

Helena le dió la espalda a su mejor amiga y apagó la luz de la lámpara que estaba a su lado en la mesa de noche. Macarena siguió en su posición viendo hacia el techo sonriendo como una mujer enamorada después de haber tenido una gran noche al lado de su verdadero amor.

¿Cómo podía no volverse loca por una mujer que la trataba como una princesa? ¿Que le daba seguridad y le sacaba miles de sonrisas sin ni siquiera hacer un esfuerzo?

Macarena se fue a dormir con la genuina ilusión que llegara pronto el amanecer solo para recibir la tan ansiada llamada de Bárbara. Aquella donde le diría que quería verla nuevamente y que ahora sería ella quien prepararía algo especial para las dos. No quería estropear nada, pero tampoco quería dejar que Bárbara fuera la única que tomara la iniciativa porque el interés era mutuo.

Por lo que esa noche se durmió ideando en su mente el segundo encuentro íntimo que tendría con Bárbara muy pronto.

......

EN OTRA PARTE DE LA CIUDAD

—Vine lo más pronto posible—comunicó un hombre cerrando la puerta a sus espaldas mientras Bárbara veía hacia la nada con la mirada perdida, una copa de vino tinto en la mano, un pedazo de papel arrugado en la otra y los ojos cristalizados. El hombre al verla se sorprendió acercándose a ella con preocupación—. ¡Hey! ¿Qué sucede? ¿Estás bien?—Bárbara negó sin verlo—. ¿Por qué estás así? Nunca antes te había visto así.

—No quería estar sola—dijo simplemente y Benjamín se sorprendió por completo ante sus palabras. Vio como Bárbara extendía una copa hacia él y la tomó sin dejar de verla—. Hoy es una de esas noches amargas donde el pasado duele un poco más—Benjamín la vio sin entender—. Solo quiero que te quedes ahí y no digas absolutamente nada.

—Pero podrías hablar conmigo, Bárbara—ella negó—. No soy tu enemigo. No tienes que verme como uno. Nunca has tenido necesidad de eso y no sé porqué te empeñas en querer que todos te odien por esa fría imagen que proyectas—le dijo con sinceridad—. Te conozco desde hace años y jamás te había visto así. Nunca muestras fragilidad.

—Ser frágil es sinónimo de debilidad y yo no soy una persona débil, Benjamín.

—Lo sé, sé que no lo eres, pero tampoco tienes que ser tan dura con todos y menos contigo misma—Bárbara sonrió irónica—. No sé qué te hizo ser así como eres, pero esto... El que me hayas llamado, el que no quieras estar sola, solo me demuestra que ocultas bajo esa fría personalidad a una buena persona.

—Tú no me conoces—le dijo mordaz—. Nadie me conoce. No te equivoques conmigo.

—No lo hago. Solo conozco lo que todos conocen porque nunca has querido que nadie entre en tu vida y vea más allá de lo que aparentas.

—Cuando dejas que una persona conozca tus debilidades solo le das paso a que pueda hacer contigo lo que me venga en gana—Benjamín respiró hondo—. Nadie puede tomar el control de tu vida. Nadie jamás puede doblegarte. Cuando lo permites te conviertes en la marioneta de alguien más—dijo con rencor—. Jamás volveré a ser la marioneta de nadie.

«Jamás volveré a ser la marioneta de nadie».

Benjamín guardó silencio mientras veía a Bárbara tomar todo el vino de la copa. Decidió que lo mejor era solo estar ahí sin decir nada más. Que eso era justo lo que Bárbara estaba esperando.

Una compañía muda que no la cuestionara, ni le pidiera explicaciones sobre nada.

Quizá un hombro dónde llorar pero sabía que Bárbara era lo suficientemente orgullosa como para admitirlo.

Y mientras Benjamín la veía, los ojos de Bárbara se perdían en la nada y los recuerdos llegaban a su mente como balas fugaces recordándole cómo había llegado a dónde estaba,

Aunque esos recuerdos vinieran con muchas cicatrices y un dolor inimaginable.

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