Cuando te enamores de mí.

By angel1810

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Cuando Liana termina la preparatoria, sus padres deciden regalarle un viaje a cualquier parte del mundo. Sus... More

Sinopsis
Prólogo.
CAPÍTULO 1: Sobredosis de belleza
CAPÍTULO 2: Un mes con Theo (Editado)
CAPÍTULO 3: Una simple explicación
CAPÍTULO 4: Cuidando de Liana
CAPÍTULO 5: El muelle
CAPÍTULO 6: "Coricella" (Editado)
CAPÍTULO 7: Limoncello (Editado)
CAPÍTULO 8: Lista mental (Editado)
CAPÍTULO 9: Tócame
CAPÍTULO 10: El acantilado (Nuevo)
CAPÍTULO 11: Primo
CAPÍTULO 12: El robo
CAPÍTULO 13: Políticamente correcto.
CAPÍTULO 14: El silencio
CAPÍTULO 15: Brazos definidos
CAPÍTULO 16: La nueva niñera
CAPÍTULO 18: Transparente
CAPÍTULO 19: Favor
CAPÍTULO 20: Alma
CAPÍTULO 21: La sesión
CAPITULO 22: No se lo digas
CAPÍTULO 23: El trabajo
CAPÍTULO 24: Gracias, Liana
CAPÍTULO 25: Hogar
CAPÍTULO 26: La bañera
CAPÍTULO 27: Trato hecho.
CAPÍTULO 28: Zángano
CAPÍTULO 29: El primero de muchos
CAPÍTULO 30: "Lovely"
Capítulo 31: Noche de helado I
CAPÍTULO 32: Tacones
CAPÍTULO 33: Lo que tú desees
Capítulo 34: Reglas
CAPÍTULO 35: Libertad
CAPÍTULO 36: Estrellas
CAPÍTULO 37: Tratos rotos
Capítulo 38: Desde Charlotte
Capítulo 39: La verdad

CAPÍTULO 17: Fogata I

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By angel1810

LIANA

Todavía me duele el pecho por lo ocurrido hace unas horas. Todavía siento ese nudo en la garganta que no me deja respirar bien. Todavía siento ese vacío en el estómago como si me hubiese arrojado por segunda vez del acantilado, pero esta vez sin Theo para que me sostuviera. Siento que me hundido en el mar, mi cuerpo completo y mi dignidad junto con este.

"También lo deseaba", pronuncié.

No sé dónde ha surgido esa valentía que ni yo misma puedo reconocer, pero empiezo a sentir los efectos y consecuencias de ello. Qué ridícula me he de haber visto sollozando de esa manera frente a él. 

"Pobre chiquilla, tonta y caprichosa".

 Me voy junto a Korina en silencio y caminando por las calles un poco alumbradas y estrechas de Procida. Se esuchan los maullidos de gatos a lo lejos y entonces me pregunto si Theo va a darle de comer a mi pequeña bola de pelos. Desde que le dije que es un obsequio de Adrian casi no puede tenerlo cerca. Es un tonto infantil. Un tonto infantil que me ha rechazado. 

Korina va a mi lado y en silencio.  Ella no ha comentado nada aunque sé que lo sabe todo. Ha escuchado nuestra conversación, estoy segura de ello porque... ¿Qué probabilidad hay de que no lo hiciese cuando la habitación está solo a pasos de la sala? 

Le agradezco por su prudencia, aunque no sé muy bien si es eso, después de todo  siento que entre ella y Theo hay algo que aún no sé cómo describir y puede que su silencio se deba a que está intentando contener las ganas de agarrarme de los cabellos. Sin embargo, Korina no se ve como ese tipo de chicas, me refiero a las que suelen marcar territorio por un hombre. Además, después de haberme arreglado el cabello y ayudado a vestir para mi "primera fiesta" en Procida, no creo que ella guarde recelo hacia mí.

Si va a ser mi chaperón esta noche, entonces debo al menos intentar ser más amistosa con ella.

—¿Vives mucho tiempo aquí?

No sé por qué me intriga la procedencia de todo el grupo, pero siempre pregunto algo similar o que tenga relación a ello.

—Nací aquí. 

—Debe ser genial haber poder disfrutado toda tu infancia de estos lugares tan maravillosos.

—Un poco —responde cortante.

Me animo a preguntar algo más. Alguien debería cerrarme la boca.

—Estoy interesada en obtener un trabajo durante el tiempo que me quede aquí, ¿conoces a alguien que quisiera contratarme?

Ella gira y me da una sonrisa muy forzada antes de mirarme de pies a cabeza. 

—¿Acaso no solo te quedarás un mes?

—No lo sé, quizás más. Mis clases en la universidad empiezan hasta el próximo año y quiero aprovechar lo máximo posible. Quizás mis padres viajen conmigo para no tener que vivir en una residencial, aunque a mí la idea no me parece mal. Siempre he querido vivir en una, dicen que los compañeros de cuarto son geniales—no me doy cuenta de lo animada que sueno, hasta que Korina me interrumpe. 

—Yo de ti, me iría cuánto antes. 

Sacudo mis hombros y miro hacia el frente.

—Eso sonó como a una advertencia.

—Lo digo porque le estás causando dolores de cabeza a Theo y por lo que oí, también se la estás calentado.

Me sonrojo.

—Nosotros, no... —titubeo.

Ella blanquea los ojos.

—Theo y yo no somos nada, así que lo que hagan en su departamento no es asunto mío, pero él es mi amigo y lo conozco —me mira con énfasis, luego resopla—. Debe tener la cabeza hecha un lío ahora mismo, así que te recomiendo le hagas las cosas más fáciles y te portes como una maldita niña buena al menos unos días, ¿entendiste?

No digo nada, de hecho me mantengo en silencio todo el camino. Ya comprobé que Korina solo actúa amable conmigo frente a Theo, así como también que ella sabe muchas más cosas que yo. Lo cual no me sorprende. Toda mi vida he sentido que todos van un paso delante de mí. Ya sea en experiencias, en sabiduría  y por su puesto en el amor. Y es casi deprimente que, habiendo dado al menos un suspiro de libertad viajando a Procida, me choque solo con un grupo de idiotas que me traten como a una niña de siete años. 

Nos detenemos a lado de un carrito de palomitas de maíz, justo en la entrada de un arco de flores que da pase hacia la plaza central de Procida. El plano es circular y alrededor de esta hay varios puestos de vendedores decoradas con toldos rojos y en el cielo hay cruces de banderillas de colores revoloteando de aquí y allá por el viento. Hay jóvenes y familias comiendo helado y paletas de limón, también turistas con sus cámaras fotográficas sentados en  grupo alrededor de una de los asiento de la plaza. Los reconozco de inmediato. Son los amigos de Luca. 

Miro a Korina y la encuentro comprando un conito de palomitas mientras charla amenamente con el vendedor. Parecen muy cercanos o muy amigos. Y es de esperarse porque todos aquí en Procida parecen tratarse como amigos de toda la vida. 

Busco con la mirada a Adrián, pero no lo veo por ningún lado. Entonces decido dar una vuelta por los puestos. 

Antes de que pueda avanzar dos pasos más, Korina me detiene de un brazo. 

—¿A dónde vas? —pregunta, con la boca llena de comida.

—Iré a dar una vuelta. 

Entrecierra los ojos. 

—No te alejes mucho, ¿de acuerdo? 

—Vale.

Avanzo un paso más y ella vuelve a halarme del brazo con una brusquedad que no quisiera que tuviera, pero que tampoco se siente mal intencionada.

—Y no dejes que te quieren todo el dinero de la cartera. Y tampoco regatees los precios, que aquí nos molesta mucho que no valoren nuestro trabajo.

—¿De acuerdo?

—Ah, y no camines con la boca abierta. 

Revoleo los ojos. 

Me voy acompañada de una melodía entre dulce y tenebrosa que hace eco en toda la plaza. Me recuerda a ese tintineo que suele escucharse en las escenas de ferias en una película de Horror. Esas que predicen que el psicópata está acechándote entre la gente con el cuchillo afilado escondido bajo la manga de suéter negro. 

Me detengo en el stand de jugos exóticos. Todos tienen unos nombres muy curiosos y graciosos, uno en especial llama más mi atención. 

Juguito para cumplir un deseo. 

Tomo el frasco y lo hago girar entre mis dedos mientras pienso que yo necesitaría una jarra de esto para poder tachar todos los deseos de mi lista. Lo dejo en su sitio y miro hacia la dueña del stand. Es una anciana de cabello negro tinturado con un turbante guinda en la cabeza y vestida completamente de negro. Está sentado tras la mesa de su stand en una silla mientras tiene las manos sobre su regazo y me mira como si fuese una presa fácil de atrapar.

—¿Quieres algo en especial, niña?

—Solo estoy mirando —sonrío entre incómoda y amable.

—Eso que tienes en las manos es muy útil. Cumple cualquier deseo de tu corazón.

Miro el frasco entre mis manos y rápidamente lo dejo en su sitio. 

—Vale, suena muy bien —trato de huir—. Gracias, todo está muy...

—También sirve para un amor no correspondido.

Me sorprende notar como mis pies se quedan estáticos.

—¿Ah sí?

—Uhmmjum —dice, al mismo tiempo que asiente con la cabeza.

—Y... ¿cuál e su precio?

—Cien euros.

—¡¿Cien euros?! —paso saliva.

—Uhmmjum —vuelve a sentir con la cabeza—. Es poco para el precio del verdadero amor.

Patrañas.

—¿Y para qué más sirve? —pregunto, con un toque de sarcasmo.

—En caso de que no seas tu amor verdadero, pues sirve para el estreñimiento.

Suelto una carcajada. 

—Muchas gracias por su atención —intento dar media vuelta, pero la voz de la anciana me detiene.

—¡Niña!

Giro. 

—Como me caíste bien, te lo dejaré a diez euros. 

—¿Y si no me sirve? —me cruzo de brazos.

—Pues tendrás un colon más sano. 

Me muerdo el labio. 

—Piénsalo, niña. Quizás suene como una utopía, lo sé, pero no pierdes nada con probar. Al fin y al cabo solo vale diez euros. 

Stand número dos y ya tengo en mi bolso el "Juguito para cumplir deseos", el "Cuchillo para cortar lazos emocionales" y "la flecha de cupido". Miro hacia mis costados mientras ojeo todo el dinero que me queda y un poco avergonzada noto que solo tengo la mitad de la ración de dinero que pensé gastar esta noche. 

Lianita, Lianita.

¿Acaso estás pensando utilizar estos instrumentos diabólicos en Theo?

Después de mentalizarme que no necesito más brujer... digo, más cositas exóticas para adornar el departamento de Theo, decido buscar a Korina. Unos pasos más allá la encuentro en un puesto de cervezas charlando nuevamente, pero esta vez con el dueño quien se trata de Santiago. No lo veía desde la última vez que estuvimos en la entrada del departamento de Theo y lo... besé.

Estaba muy ebria para entenderlo, pero sí, lo había besado. 

Trato de cambiar mi dirección porque me da mucha vergüenza mirarle a la cara después de lo ocurrido, sin embargo en cuanto giro sobre mis talones me choco con un pecho fuerte. Miro hacia arriba y veo a Huk. En ese preciso instante escucho el tintineo asesino asediándome. 

Nunca he visto a Huk tan de cerca, pero tenerlo así y a pocos centímetros hizo que su imagen me recordara a ese hombre alto y melenudo que aparecía en la serie favorita de Theo. Creo que se llamaba calabozos y tronos. 

Me mira y sonríe de lado, como si disfrutara ver mi rostro asustado y escuchar los latidos de mi corazón acelerándose. Retrocedo otro paso y entonces me choco con otro pecho menos duro, pero también fuerte. Giro y mi vista se alinea con los ojos grises de Adrián. En él capto una alegría mucho menos oscura que en la de Huk en cuanto me ve. Le devuelvo la sonrisa y entonces él toma mi mano y me lleva cerca a un stand.

—Viniste, Lia. 

—Lo hice —respondo, aún nerviosa por Huk.

—Me alegra que hayas escapado por lo menos una noche de las garras de Theo.

—No escapé, él accedió a que viniera con Korina —explico. 

—Sea como sea, estás aquí y vamos a hacer que esta noche sea increíble para ti —me rodea con un brazo y avanzamos en medio de la feria—. Te lo mereces, Liana. Eres joven y bella. No tienes por qué estar encerrada.

Sonrío. Me agrada la forma de tratarme de Adrian. Él no subestima ninguno de mis sentimientos. No me hace sentir como una niña caprichosa que quiere salir a una fiesta. 

—Esto no es una fogata. Esto es una feria —empiezo a decir.

—Las fogatas vienen después de la feria. 

—Vale —digo, mientras nos detenemos en una fila. 

Frente a nosotros hay un stand de juegos. Bueno, precisamente uno. De dardos. Hay parejas riendo y abrazándose mientras intentan ganar el premio gordo del tablero. Algunos fallan y otros aciertan. Adrián me explica de qué trata todo esto. Es sencilllo, el punto es solo darle al blanco. Mientras más pequeño, más grande el premio. Hasta ahora ninguno se ha llevado el peluche gigante. Entonces Adrián me promete ganarlo por mí. 

Me gusta. No sé si él, pero sí la situación en general. Octavio y yo habíamos tenido pocas citas. Nunca pudimos hacer viajes porque papá no me lo permitía. Y casi nunca solía ir a bailar con él y nuestros amigos de la escuela. Quizás por eso se había terminado aburriendose de mí. No lo sé, pero constantemente he pensando que esa fue una de las razones por las que me engañó. 

Y ahora estoy aquí. Con Adrián. Libre de mis padres. De reglas. Y hasta del mismo Theo. Me cuesta aún pensar que se rehúse  ser parte de mi plan. Y me duele.

Adrián me distrae con su jocosa y sonora risa y tengo que parpadear seguido para desconectarme de mis pensamientos.  Sin embargo, me es fácil volver a conectar con él. Casi como respirar. 

Al final me voy con el peluche más grande del stand gracias a la gran puntería de Adrián. Y vamos conversando por el camino de las técnicas para darle justo en el blanco. Es muy conocedor o al menos eso parece. Le fue muy fácil acertar y lo hizo en el primer tiro. Asombroso. 

Caminamos entre risas hacia la parte trasera de la feria, en donde Camille, Thomas, Miller y espero que no Huk, nos esperan para irnos a la fogata. Al principio creo que solo iremos nosotros, pero en cuanto avanzamos noto que buena cantidad de jóvenes de nuestra edad caminan en la misma dirección. 

—Es una costumbre terminar las ferias o fiestas con fogatas en la playa —explica.

—Ojalá hubiese pasado mi adolescencia aquí. 

—Nah —niega—, me gusta ser yo quien te enseñe todo esto —toma mi mano y la lleva hacia sus labios para darle un beso. Antes de que pueda asimilarlo, ya la ha soltado.

Miro hacia atrás bucando a Korina, pero no la veo por ningún lado. Subo los hombros. El papel de niñera se le da fatal. ¿Dónde se habrá metido? 

Al llegar al punto de encuentro, saludo a los chicos. No esta Huk y eso me hace sentir mejor, aunque un poco incómoda con Camille porque sé que pese a que un idiota, es su novio. Ella me da una sonrisa a medias y con ese gesto compruebo que no está del todo contenta con mi presencia. Eso me lastima. Empezaba a considerar a Camille la primera y única amiga de esta isla.

—Nuestra Lia está de regreso con nosotros —dice Miller—. Parece que fueron semanas desde la última vez que te vi. 

—Suelen extrañar mi presencia una vez que me conocen. 

Los chicos ríen, pero no Camille. 

Caminamos hacia el malecón y luego bajamos las escaleras hacia la primera duna de arena en donde hay una fogota que está casi naciendo. De hecho, hay varias. Muchos grupos llegan a casa uno de sus fogatas ardiendo como si estas fueran mesas reservadas y se sientan al rededor. Otros, corren como tortugas recíen nacidas hacia al mar. 

—Debe estar helando... —susurro.

—Para nada, el clima y el mar es cálido aquí la mayor parte del tiempo —me informa Adrián—. Luego nos daremos un chapuzón. 

—No tengo traje de baño.

—Ya te dije que eso no es problema —me guiña un ojo. 

—¿Planeas desnudarte otra vez? —me sorprende notar que estoy usando el tono de filrteo.

—Planeo hacer solo lo que tú quieras.

Tomamos asiento alrededor. Thomás han traido algunos instrumentos musicales y también algunas botellas de vino las cuales miro con cierta desconfianza. La última vez que bebí bebé a Santiago y puse la mano de Theo en uno de mis pechos. No creo que el alcohol y yo seamos buenos amigos. Y si lo fuéramos, él sería el amigo traicionero porque lo único que ha hecho es dejarme en ridículo. 

La feria no está lejos, todavía escucho el tinteneo de la musiquita que llega con el viento. Así que no preocupo por Korina porque desde esta distancia puedo anticipar su llegada. Y por otro lado, le agradezco la pequeña intimidad que me está obsequiando así como lo empática que se está comportando conmigo. No es la niñera que pensé que iba a tener. 

Coreamos unas canciones conocidas y otras que no reconozco en lo absoluto. Ellas las mezclan con cigarrillos y sorbos de vino, por mi parte mezcla la felicidad con risas y miradas fortuitas con Adrián. Todo es agradable menos el rostro un poco incómodo de Camille. No hemos cruzado muchas palabras. Y si lo hemos hecho, fue solo porque Thómas le dijo que me pasara la botella de vino, a la que yo me negué. No sé que le ocurre, pero planeo conversar con ella. 

El tiempo con los chicos pasa rápido. Entre las risas por las bromas de Miller y Thómas y los coqueteos de Adrián, me descubro caminando con ellos hacia el mar en donde dejo que el agua solo choque con la punta de mis pies. No somos los únicos, pero hay pocos. Los demás están bebiendo y bailando sobre la arena. Me quedo entones mirando el cielo oscurecido y la luz  de la luna que que entre las nubes se cuela y desemboca en lo más lejano del agua. Pienso en lo lejos que estoy de casa, de papá y mamá, de mi anterior vida y no siento ni un poco de nostalgia por ello. ¿Seré entonces una mala hija? El no querer llamarlos, ni mandarle fotografías de mí. Debería hacerlo, al menos a mamá. Entonces tomo bi bolso mi cámara y saco una foto de Miller y Thomas nadando y luego una de Adrián de espaldas. Po ultimos unas cuantas al cielo y a solo al mar. Pienso enviarle esas a mis padres. No creo que a papá le jaga mucha gracia enterarse que estoy en una fogota con tres chicos desconocidos. 

Avanzo un poco más. Ahora el agua cubre mis rodillas y con mis manos hago ondas sobre el agua fresca. Adrian se acerca a mí y extiende las manos haci adelante. 

—Ven aquí, Liana. 

—No sé nadar —le recuerdo.

Hace un puchero y luego se coloca de espaldas. 

—Anda, sube —me indica.

—¿Que suba sobre tu espalda?

—Sí, anda. Será divertido. Confía en mí.

Lo pienso un poco, pero no me niego. ¿Cuándo volveré a atner esta oportunidad? Jamás.

Me pego a su espalda y coloco mis manos sobre sus hombros. Adrian me sostiene de la parte interior de mis piernas y las coloca alrededor de su cintura. El movimiento me hace sentir un poco frenética. Mis mejillas se encienden al pensar que puede estar sintiendo lo rápido que se ha acelerado mi corazón. Sin embargo, él no dice. Solo veo su perfecto perfil y su sonrisa coqueta regocijándose en que por fin ha obtenido la confianza que necesita y yo sonrío mientras niego con la cabeza. 

A nuestro lado, veo a Camille subirse de un solo salto sobre la espalda de Thómas y entonces empezamos  a reír y a salpicarnos agua.

—Puta madre, me siento solo —dice Miller para después beber un trago de su botella. 

—No debiste ser un idiota con Korina —le dice Camille.

¿Korina y Miller? 

Todos contra todos, ¿o qué? ¿Qué sigue? ¿Theo y Huk?

Miller mira con mala cara a Camille y se venga de ella salpicándole agua hasta que Thomas pierde ele quilibrio y cae al agua. Todos reímos. Camille se levanta furiosa y camina hacia la arena. Dejando muy en claro que el día d ehoy no está del mejor de los humores.

—¿Qué pasa mi amor, estás enojada? Solo fue un chapuzón —le dice Thómas.

Camille continú avanzando hacia la fogata.

—¡Camille! —grita—, ¿Qué mierda tiene, eh? —pregunta mirándonos a todos—. Está en sus putos días o qué.

—Tal vez peleó con Huk —dice Miller—. Debe estar despechada.

—Es obvio que peleó con Huk, de lo contrario no hubiese venido a mi cama anoche. 

Los chicos ríen, pero yo no lo hago. No me ha gustado el comentario de Thomas, por lo que pido a Adrian ue me baje y él lo hace. Me toma del brazo antes de que pueda alejarme hacia la fogata.

—¿Dijimos algo malo?

—No me gusta escuchar comentarios de mierda acerca del mal humor de una chica. 

—Solo era una broma. 

Sonrío y me cruzo de brazos.

—No la entendí —sonrío de forma fingida.

Giro y acamino hacia la fogata. Encuentro a Camille sentada sobre la arena y tomo el lugar junto a ella. Al principio me quedo en silencio, pero en poco tiempo decido  hablar.

—Camille, siento que el día de hoy no...

—No, Liana. No es por ti —me da una sonrisa amable.

—¿Entonces?

—Es que me gustaría hablar de algunas cosas que no me parecen y que no puedo aprobar.

—¿Qué cosas? ¿Es por Huk?

—Sí también es por él. Se está comportando como un enfermo. Como un maldito enfermo.

—Si él te está haciendo daño, no debes tolerarlo. Déjalo, Camille y busca ayuda. Yo puedo ayudarte a encntrarla. Mis padres...

—Liana, tú ereas tan buena —toma mis manos y me mira a los ojos—. Eres tan inocente. Te pareces a mí cuando conocí a Huk. 

—¿Él te cambió?

—Un poco —aprieta mis manos—. Y si no tienes cuidado, harás que...

—¿Quieres un trago?

Levanto la vista y encuentro a Adrián sosteniendo una botella entre Camille y yo. Antes de que pueda aceptar, Camille se la arrancha de la mano a Adrián.

—Era mi turno —pronuncia ella luego de limpiarse la boca con la manga de su suéter.

Cuando le devuelve la botella a Adrián, él gira el pico hacia la arena y de este solo cae una gota.

—Te lo acabaste todo, joder. 

Ella sube los hombros.

—Tenían mucha sed. Lo siento. 

Adrián le pone una mala cara. 

—Pásame otra botella —le dice a Miller, que viene llegando junto a Thómas.  

Los dos  se miran uno segundos hasta que explotan en una risa tan descomunal que me pone los nervios de punta.

—Tío, ya no hay más —dice Thómas cuando se calma—. ¿Crees que estos traguitos los venden por cajas o qué? —toma una toalla de su mochila y empieza a secarse la cara.

—Mierda —masculla Adrián—. ¿Tienes dinero? —le pregunta.

—No —responden ellos al unísono.

—¿Camille?

—Ni lo pienses.

—Joder, qué putos duros son ustedes. 

—Durísimos —dice Miller para echar reír otra vez.

—Arruinaron la puta diversión —se queja Adrian.

—A ver, a ver, chicos —intervengo—. La estamos pasando genial. No es necesario el alcochol.

—¿Alcohol? —vuelven a reír. 

Empiezo a sentirme estúpida.

—Cállate, Miller —reniega Adrián, luego me mira y trata de dibujar una sonrisa—. Voy a solucionarlo.

—¿Cómo? 

—Voy a conseguir un par de botellas más. 

—Para ya, Adrián. Que no lo necesitas. —interviene Camille. 

Hay algo entre ellos dos que en sus miradas se leen como letras o códigos secretos que yo no puedo interpretar, pero que se mantienen hasta que Adrian decide colocarse de pie e irse. 

Nos quedamos los cuatro sobre la arena, Thómas y Miller discutiendo sobre la siguiente canción que corearán y Camille intentado llamar fallidamente a alguien que se supongo que es Huk. Luego de unos minutos los gemelos logran ponerse de acuerdo y entonces empezamos a cantar nuevamente una que esta vez conozco a la perfección es Don't Dream It's Over. Me sorpende la buena y grata voz que tiene Thómas para cantar. Es talentoso en realidad. Entona muy bien y lo falsetes de la canción le salen casi perfectos. Los grupos adjuntos empiezan a hacer bulla a nuestro lado, alentado a Thómas a seguir cantandoo y aplaudiendo al ritmo lento de la música. Miller lo apoya con los coros y no se queda atrás en lo absoluto. Pronto descubro que empezamos a volvernos el centro de atención. En medio de los aplausos y los gritos, llega Adrian con una sonrisa triunfante y ensanchada. Toma asiento a mi lado y yo clavo mis ojos en el par de botellas de contenido dudoso en sus manos. Él me sonríe y sube amabas cejas, como regodéandose de algo que desconozco y después se une al bullicio de la canción de Thomas. 

Lo hubiese pasado por alto, de no ser porque casi al finalizar la canción escuchamos un grito histérico tan fuerte que me hace girar hacia esa dirección. Thómas y Miller no se detienen, como si no hubiesen escuchado nada. Miro a Camille, ella aprieta los ojos y entonces los gritos se vuelven reclamos que casi se sienten cerca de mi oído. Me coloco de pie y veo a uno de los amigos de Luca, especificamente a la pareja de esposos, mirándonos a todos como si estuviese a punto de dispararnos o quizás hasta matarnos. 

—¡Malditos, devuélvanme mi dinero! —chilla el esposo.

No recuerdo su nombre.

Creo que era Jake.

—¡Pero de qué mierda estás hablando! —responde Adrián, casi acercando su nariz a la de él.

—¡Que me robaste!

—¡Eso e suna mentira!

—¡Claro que no! ¡Estuviste tras de mí en la fila!

Adrián ríe y luego se da media vuelta. Regresa hacia mí y me mira con un gesto que lleva un "No lo estarás creyendo, ¿no?"

¿Debería?

—¡ÓYEME INFELIZ! —se acerca Jake y planta una mano en el hombro de Adrian. Lo siguiente que viene me deja temblando. Adrian gira y le estampa un puño en la nariz. Se escuchan los gritos al instantes de la esposa cuyo nombre acabo de recordar: Carla.

—¡Jake! 

Jake cae de espaldas, se lleva una mano a la nariz y luego el liquido rojo empieza a colarse entre sus dedos. 

—¡Ya te dije que no te robé!

Desde el suelo y un poco humillado, sabiendo que para su edad no va a poder contra la juventud y la musculatura de Adrian, Jake contiúa gritando.

—¡Estuviste en la fila del baño tras de mí! ¡Y cuando te fuiste también desapareció mi cartera! ¡Eres un maldito ladrón!

Miro las botellas sobre la arena. Miro a Thomas y Miller que parecen ajenos a la situación y a Camille solo sentada en la arena mirando el espectáculo como si fuese algo normal y cotidiano. Los grupos al rededor solo miran curiosos, pero no dicen nada, ni intervienen. Solo yo  parezco afectada y sin saber qué hacer. 

—¡Malditos ladrones, hijos de puta! ¡Te dije Carla! ¡Te dije que no viniéramos a esta mugrosa isla!

Adrian ríe y el sonido lejos de parecerme cautivante como lo era hace unos minutos, me resulta a burla. Como mofándose de la desperación e impotencia de Jake. 

—Turistas imbéciles —masculla.

Trata de tomar asiento y toma mi mano para que yo lo haga, pero entonces me zafo.

—¿Qué dices, Adrián? ¿Crees también que soy una imbécil?

—No lo decía por ti, Lia. Lo decía por ese idiota que cree que le robé su asqueroso dinero.

—¿Y de dónde conseguiste esas botellas?

Su sonrisa pasa a ser un gesto sombrío.

—¿Estás dudando de mí? ¿Crees que yo fui quien...

No dice más porque un golpe en la cabeza lo  hace caer sobre la arena. Esta vez todos reaccionan. Miller, Thomas, Camille y todos los grupos al rededor. Todos se ponen alerta. Mi instinto me dice que me vaya de aquí, que las cosas se van a poner un poco feas, pero reacciono acudiendo a Adrian y ayudándolo a levantarse. Miro a Jake quien tiene una bolsa de hielo en la mano y mira con asombro y arrepentimiento lo que acaba de hacer y se escuchan los gritos de desesperación de su esposa quien le reclama que acaba de cometer una estupidez. 

—Hermano, ¿estás bien? —pregunta Miller.

Ayudo a Adrian a colocarse de pie. Noto que hay un hilo de sangre recorriendo el lateral de su rostro.

—Por Dios, Adrián. Necesitas un médico —le digo desesperada. 

—¡Perdón, no fue mi intención! ¡Yo... —Jake trata de disculparse.

—Es mejor que se vayan —les dice Camille, luego mira a todos—. ¡Y alguien ayude en algo llame a la ambulancia! 

—Muchacho... —Jake trata de acercarse a Adrian—. No quería, yo.... no sabía que hacer, no fue mi intención...

—¡Que se largue! —grita Camille agarrándolo de la camisa y empujándolo hacia atrás.

Carla ayuda arrastrandolo, mientras yo intento que Adrian tome asiento en la arena y lo cubro su frente con un pedazo de tela de mi vestido. Es mucha sangre en la tela blanca y esta casi empapada de esta. Empiezo a sentir mareos. 

Cuando veo a Jake ser tranquilizado por su esposa, empiezo a creer que las cosas se han acabado. Pero no fue así.

Subimos a Adrián a una ambulancia y Camille va en su compañía porque es la única que está en condiciones físicas y mentales para estar ahí. Me quedo sola viendo como la móvil blanca se alejaba hasta que escuchamos los gritos de Carla. 

Alguien ha herido a su esposo.

Y ahora él tiene una flecha clavada en su costado.

***************************************************

RARÍSIMO. 

YA LO ENTENDERÁN.

LES DIJE QUE ESTE CAP SERÍA EXTRAÑO. 

GRACIAS POR ESPERAR EN ESTA ESPERO QUE DESESPERÓ.

LES CUENTO QUE LA OTRA SEMANA ME VOY DE VIAJE, ASÍ QUE VOY A REUNIR TODA LA INSPIRACIÓN SUFICIENTE PARA ESTA NOVELA.

ME VOY A CAJAMARCA (QUE ES UNA CIUDAD BIEN HERMOSA AQUÍ EN PERÚ) Y ME DA MUCHAS VIBES PROCIDA AUNQUE NO ESTÉ CERCA A LA PLAYA.

NUEVAMENTE GRACIAS POR ESPERAR.

NOS LEEMOS EN LA PARTE II CON THEO NARRANDO 

BLESSINGS.

VALERIAARMASN




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