Si solo fuera Hope -Hosie 1

By Unplanetadeunicornio

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1579 Francia e Inglaterra, dos imponentes reinos que siempre estaban al pie de una guerra, llevaban enemistad... More

Libro 1 Capítulo 1
Libro 1 Capítulo 2
Libro 1 Capítulo 3
Libro 1 Capítulo 4
Libro 1 Capítulo 5
Libro 1 Capítulo 6
Libro 1 Capítulo 7
Libro 1 Capítulo 8
Libro 1 Capítulo 9
Libro 1 Capítulo 10
Libro 1 Capítulo 11
Libro 1 Capítulo 12
Libro 1 Capítulo 13
Libro 1 Capítulo 14
Libro 1 Capítulo 15
Libro 1 Capítulo 16
Libro 1 Capítulo 17
Libro 1 Capítulo 18
Libro 1 Capítulo 19
Libro 1 Capítulo 20
Libro 1 Capítulo 21
Libro 1 Capítulo 22
Libro 1 Capítulo 23
Libro 1 Capítulo 24
Libro 1 Capítulo 25
Libro 1 Capítulo 26
Libro 1 Capítulo 27
Libro 1 Capítulo 28
Libro 1 Capítulo 29
Libro 1 Capítulo 30
Libro 1 Capítulo 31
Libro 1 Capítulo 32
Libro 1 Capítulo 33
Libro 1 Capítulo 34
Libro 1 Capítulo 35
Libro 1 Capítulo 37
Libro 1 Capítulo 38
Libro 1 Capítulo 39
Libro 1 Capítulo 40
¡Noticia!

Libro 1 Capítulo 36

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By Unplanetadeunicornio




Inglaterra, 1575

Estaba nerviosa, llevaba tiempo sin sentirse así. Pese a que era consciente de la emoción, no la vociferaría ni aunque su vida dependiera de ello. Era una Mikaelson, y si había algo que sabía a esta corta edad es que estos jamás podían confesar sentimientos tan débiles como lo eran los nervios o el miedo. Podía jurar, pese a que no era oficial, que el lema de su linaje era la muerte por sobre la vergüenza en lugar del tan íntimo Always and forever que solo los miembros de la familia podían utilizar.

Hope había, hacía tan solo un mes, cumplido sus catorce años y la llegada a tan florecida edad traía consigo no solo cambios sino que también eventos importantes. Uno de ellos, para el que últimamente se venía preparando, era su famosa investidura como la princesa de Gales pese a que dicho título la acompañaba desde el nacimiento. Su padre, el ahora rey Niklaus Mikaelson, tuvo su investidura en 1552 cuando había cumplido los trece años; edad en la cual había sido considerado maduro para tal evento. Hoy, cerca de veintitrés años después, Inglaterra volvía a prepararse para la investidura de otro heredero al trono y pese a que solo estarían presentes aquellos más allegados, Hope no podía evitar sentirse presa del pánico.

Dio vueltas por su habitación, el carruaje llevaba esperándola más de quince minutos. Sentía, pese a que sabía tenía todo, que le faltaba algo importante antes de partir rumbo a el castillo de Caernarfon donde la ceremonia tomaría lugar.

Su tío Elijah había comenzado a enviar las invitaciones, solo a familiares y amigos, hacía ya un mes. Kol, por otro lado, se había centrado en la seguridad del lugar debido a que el evento era ideal para un golpe a la familia Mikaelson ya que los mismos abandonaban la seguridad del palacio por un par de días.

Volvió a dar una vuelta, arrastrando sus dedos por su cuero cabelludo. Necesitaba platicar con su padre, a causa de los malditos nervios se había olvidado la mitad de su discurso y juraba que ese solo sería el primer error al que pronto seguirían otros.

- Princesa, su carruaje le aguarda -Una doncella comentó cuando la vio salir de la habitación, claramente pensando que la pelirroja ya estaba lista para abandonar la corte rumbo al este.

Hope le dio un ligero asentimiento, por cortesía, pero no se detuvo a explicarle que estaba lejos de irse; por lo menos no hasta encontrar a su padre. Dobló en la esquina del siguiente pasillo, luego prosiguió a tomar las escaleras. Si estaba bien ubicada en tiempo, sus padres también deberían estar prontos para partir rumbo a Gales.

Divisó el aposento de sus progenitores, su labio inferior se vio preso entre sus dientes. Se arregló el puño de su vestido, solo porque necesitaba distraerse. Su investidura sería en cuarenta y ocho horas, el viaje hasta Gales le llevaba poco más de un día.

¿Cómo le iba a decir a su padre que aún no se había ido? ¿Cómo iba a decirle que estaba aterrada por algo tan estúpido? Dios, temía decepcionarlo

Cuando estaba a medio metro de la puerta, lista para empujarla y adentrarse a la habitación, el cuerpo de una lanza se puso en su camino cerrándole el paso.

Frunció el ceño, sus orbes celestes alcanzaron la silueta del soldado que custodiaba la gran puerta.

- No puede pasar -Este, sin siquiera devolverle la mirada, informó en un tono que rozaba lo bruto.

¿Qué dijo?

La pelirroja meneó la cabeza, negando con confusión, antes de arrastrar su analítica mirada por el rostro del hombre para ver si lo reconocía o era uno nuevo. Tal vez había cometido el error de confundirla con algún sirviente, si es que todas sus joyas de repente no significaban nada.

- Soy la princesa de Gales -Aclaró con una mueca que expresaba lo ofendida que se encontraba, su cuerpo inclinado hacia atrás ante la sorpresa de la acción.

Por amor de Dios, ella era el futuro del reino.

- Nadie puede pasar, orden de su majestad -El guardia, pelado y de rasgos grotescos, comentó en un tono más suave mientras bajaba su mirada para hacer contacto con la de ella.

A causa de la diferencia de altura, que era bastante exagerada, este tuvo que abandonar su postura rígida para hacer un contacto visual apropiado.

- ¿Mi padre? -La heredera al trono cuestionó con el ceño fruncido, en especial luego de aprender que ni siquiera ella tenía permiso para adentrarse al sitio.

¿Por qué su padre le negaría tal cosa? Encontró una respuesta rápida, sobre todo porque no tenía tiempo para estas cosas tan estúpidas. Seguro su padre creía que ya se había ido, por eso cuando solicitó al guardia que no dejara entrar a nadie no había dado la excepción de oro; ella.

- Vuestra madre, princesa -Este negó mientras llevaba su mano al cuello de su armadura, bajándola un poco debido a que ejercía mucha presión en la zona- Deberá usted esperar -Volvió a informar con una ligera mueca parecida a la pena, aunque Hope lo dudaba mucho.

¿Qué era esa palabra?

- ¿Esperar? Soy la heredera al trono -Cuestionó con una risa irónica, como si antes no hubiera oído algo más gracioso- La gente espera por mí, no al revés -Aclaró pese a que era algo obvio.

Nunca, en sus catorce años de vida, había tenido que esperar por algo. Todo esperaba por ella, se lo habían enseñado de esa forma. El carruaje esperaba por ella, los eventos esperaban por ella, los nobles esperaban por ella, incluso sus padres solían esperar por ella.

¿Qué se supone que debía esperar ahora?

- Pero vuestra madre es la reina, me temo seguir ordenes de la misma por sobre las suyas -Este, casi arrepentido, aclaró en un tono bajo que por poco no fue oído.

En realidad era algo que tenía sentido, el estatus de su madre era superior al suyo por lo que todo lo que la misma ordenara era algo a la que ninguna otra cosa podía sobreponerse. Hope no tenía poder contra las ordenes de sus padres así como sus futuros hijos no tendrían poder contra sus órdenes una vez esta se volviera reina, cumpliendo así con el ciclo natural de las cosas.

De todas formas, y pese a que sabía que el hombre tenía razón, Hope no era una persona que amara ser puesta en su lugar por ende la mirada fulminante, característica de los Mikaelson, no tardó en aparecer haciendo estremecer al soldado. Pudo ver el arrepentimiento en sus orbes oscuros, también el pequeño titubeo de la mano que portaba la lanza.

Cuando creyó que este iba a quitar la lanza del camino, permitiéndole el paso, la voz de su tía llamó su atención.

- Cariño -Freya llegó a su lado, apoyando la palma de la mano en su hombro para atraer así su completa atención.

La pelirroja suavizó sus facciones, luego permitió que su tía la apartara un par de metros hasta alcanzar la mitad del pasillo. Estaba claro que quería platicarle, o por lo menos evitar que Hope comenzara una discusión en medio del pasillo.

- Mueve al maldito guardia o yo misma le patearé el trasero -Soltó en un tono amenazante, no a ella sino a la situación que ahora atrasaba todos sus compromisos.

Debía estar rumbo a Gales, aun así seguía en la corte real mientras esperaba poder platicar con su padre. Necesitaba que este volviera a repasarle los pasos, todo lo que ocurriría en el evento.

Necesitaba...necesitaba saber lo que le deparaba el futuro.

- Si no has podido tú, siendo la princesa de Gales, dudo poder hacerlo yo -Esta se excusó con una risa baja, su mano aun descansando sobre el brazo de su única sobrina. De todas formas decía la verdad, Hope tenía mayor poder que cualquiera de sus tíos por ende si ella no podía era muy poco probable que estos si- No puedes pasar, lo siento -

¿Alguien más quería hacerle la vida imposible aquel día?

- ¿Tú también? -Acusó en un tono desganado, su cabeza comenzando a doler a causa de tanta tensión acumulada. Quería terminar con todo aquello, pese a que ni siquiera había empezado ya se sentía drenada- Estos son los aposentos de mis padres, necesito platicar con los mismos -Evidenció apuntando por sobre el hombro de su tía, señalando a la habitación antes de volver a dar otra amenazante mirada al guardia que custodiaba el lugar.

Oh, cuando ella pudiera hacer un movimiento. Oh, Dios le rezaría a ella.

- Están ocupados -Su tía volvió a quitarla de sus pensamientos, colocando un mechón pelirrojo tras su oreja.

- ¿Ocupados? -La princesa de Gales cuestionó de forma exaltada, soltando un bufido que no pasó desapercibido para las pocas personas que justo transitaban por el pasillo; sirvientes- Se supone que deberían tomar el siguiente carruaje y considerando que yo estoy tarde al mío, estos deberían estar por salir -Informó el itinerario que le habían, en una reunión de la corte, comentado la mañana anterior.

Ella saldría en el primer carruaje, siendo escoltada por una docena de guardias, y media hora después salía el carruaje de sus padres. Sus tíos y tías eran los últimos en partir, los mismos tomarían el carruaje cerca de las diez de la mañana.

- Me temo que parecen estar atrasados -La mujer, que tan solo le llevaba catorce años, se encogió de hombros antes de cambiar la dirección de la conversación- ¿Qué te tiene aquí? -Preguntó con el ceño fruncido, como si de repente también se estuviera acordando de lo que Hope había mencionado; el estricto itinerario que ya todos estaban rompiendo- Rebekah creía que ya te habías ido -Le acarició el hombro, preocupándose por la presencia de su sobrina en la corte.

- Necesito hablar con mi padre -

Su padre, siempre sería su padre.

No era la primera vez, seguramente tampoco sería la última vez, que ella recurría al monarca cuando sentía miedo o cualquier otra emoción negativa. Estuviera triste o feliz, ella siempre recurría a su padre porque a pesar de lo que este representaba, y del gran miedo que había infundido durante su muy recordada juventud, para Hope el mismo era su lugar seguro. Si este decía que ella no tenía nada que temer, entonces ella no tendría nada que temer pero primero necesitaba oírlo decir aquello y era esa la razón por la cual lo buscaba en aquella ajetreada mañana Junio.

- No soy él pero tal vez pueda ayudarte -Freya ofreció mientras daba una mirada fugaz a los aposentos de su hermano, deseando abandonar el custodiado pasillo cuando del interior de la habitación se escuchó la pequeña risa de Hayley seguida de otro ruido parecido a la colisión de alguna estructura de madera.

Hope frunció el ceño, mirando hacia la extravagante puerta y luego al incómodo guardia que buscaba evitar el contacto visual.

- Es sobre la investidura, estoy segura que mis padres pueden responder a mis dudas -Hope comentó antes de dejar ver sus claras intenciones de enfrentar al guardia para que la dejara pasar, poco dispuesta a volver a obtener una respuesta negativa por parte del mismo.

Su tía la tomó del antebrazo con un cuidado extremo, impidiéndole tal cosa mientras trataba de enmascarar el terror en su rostro.

- Subestimas mis conocimientos, querida -Comentó en un tono ofendido, arrugando su nariz- Ven, déjame ir por Nik y si nos lo permites estaríamos encantados de viajar contigo en lugar de con mis hermanos -Ofreció siendo capaz de observar como su única sobrina parecía estar debatiendo la interesante propuesta.

En la reunión de ayer había quedado claro que Hope viajaría sola, aunque ya nadie parecía estar siguiendo el itinerario considerando que ella aún estaba aquí y sus padres aún no se encontraban subiendo al maldito carruaje.

¿Se estaban vistiendo?

Su tía Freya había, hacía ocho meses, dado a luz a un niño al que había bautizado en nombre de su hermano mayor; monarca actual de Inglaterra. Era el único primo que tenía la princesa de Gales y pese a que no iba a vociferarlo en voz alta porque quería aparentar dureza, esta se encontraba fascinada con el pequeño. Hallaba impresionante la inesperada forma en la que la vida encontraba lugar para hacerse camino, incluso en épocas tan oscuras como lo eran las guerras y pestes que azotaban a Europa.

- ¿Dónde está Nik? -Preguntó dándole la espalda al guardia, sinónimo de estar aceptando la propuesta de su adorada tía.

- Con la niñera -

El diez de Junio, día de la investidura en el castillo de Caernarfon, Hope se levantó sintiéndose nauseosa. Juraba que si el día de su coronación sufría estos nervios no iba a poder lograrlo, no cuando eso significaba que su padre ya no iba a estar a su lado para consolarla con un apretón en su hombro o una sonrisa que no necesitaba de palabras.

El día fue caótico, la única persona que había estado junto a ella en el desayuno había sido la última adquisición a su familia; su tía Davina Claire que había contraído matrimonio con su tío Kol en 1568. Eso si no se contaba a Nik quien por lazos sanguíneos formaba parte de la familia, siendo el último y más pequeño integrante de la misma. Hope no consultó por la ausencia de su querida familia durante aquel lapso de tiempo, a ser honesta estaba demasiado nerviosa como para poder preocuparse por alguien más.

A la princesa de Inglaterra le habían explicado la relación entre el horario y lo sagrado pero en aquel entonces, con aquellos nervios que parecían mortales, no se acordaba la razón por la cual la ceremonia tenía una hora particular para ocurrir. Su madre se tomó el gran tiempo de darle una pequeña visita, luego partió rumbo al jardín ya que faltaban escasos minutos para que Hope tuviera que entrar en este para dar así comienzo a la elaborada ceremonia.

Los nervios abandonaron su cuerpo en cuanto dio un paso fuera de la torre, caminando rumbo al centro del jardín donde su padre la estaba esperando. La caminata hasta su posición se hizo eterna, los metros que los separaban eran muy considerables. El sitio estaba decorado para la ocasión, el famoso estandarte de los Mikaelson era portado por algunos soldados mientras que los otros solo yacían de pie a un lado del camino que ella debía transitar con lentitud. Su familia y aquellos amigos más cercanos se encontraban en primera fila mientras que el resto de los nobles, a los que inevitablemente tuvo que extenderse la invitación, se encontraban por detrás de los soldados que marcaban el camino.

Al llegar al sitio, escoltada por guardias y miembros de la iglesia, su padre era quien resaltaba pero no solo por ser el rey sino por su elaborado traje que lo distinguía del resto. Hope le dio una reverencia y luego prosiguió a arrodillarse a los pies del mismo, observándolo sonreír con una habilidad que le ayudaba a pasar desapercibido. Mientras su tío Elijah leía un texto en el que Hope no lograba centrarse, su padre la invistió con una espada que le otorgó un hombre que yacía de pie a su lado. A dicha arma le siguió la corona, esa que el rey Niklaus colocó con sumo cuidado antes de tomar un anillo de oro que en su época de principado había utilizado. Deslizó el pesado anillo por el dedo anular de Hope y luego pasó a otorgarle la vara de oro que a excepción del anillo, ese que la caracterizaba como princesa de Gales, jamás volvió a utilizar luego de aquel día. Lo último que el monarca le colocó, finalizando así con las insignias, fue la gran capa blanca de la que la pelirroja desconocía origen.

- Yo, Hope, princesa de Gales, me convierto en vuestra vasalla y devota servidora en la tierra -Hizo una pausa, sentía a su pecho arder a causa de las emociones. Ladeó el rostro, hasta ver a su familia a un lado del estrado. Oh, podía jurar todo en aquel momento- Os juro aquí lealtad y honestidad. Viviré y moriré para defender a nuestra familia de cualquier enemigo, desde este día hasta el último de ellos. Dios salve al rey, Dios salve a mi preciada Inglaterra -

Su padre prosiguió a dejar un beso en su mejilla antes de que ella se pusiera de pie, tomando la mano que este le ofrecía en alto. Caminaron de la mano, junto con Hayley, hasta subir a un balcón desde el cual saludaron a aquellos invitados a la ceremonia.

Hoy en día, pese a que no hace más de cuatro años, Hope solo recuerda tres cosas de aquel esperado día. Los nervios, el juramento que había hecho y las cortas pero significativas palabras que su padre le había compartido en el balcón.

- Estoy orgulloso de ti, eres mi legado y sé que jamás me decepcionarás -

Francia

Aquella mañana de Mayo Hope se había levantado con un extraño vacío en el pecho, como si de repente se diera cuenta que le faltaba una gran parte de ella; lo era, no estaba siendo por completo. Vivía a medias, vivía una bella mentira que por momentos se tornaba pesadilla.

El sudor había empapado las sabanas de su cama, pese a que no se había despertado gritando había estado muy cerca de ello. Había soñado con su familia, con el gran día de su investidura. No pudo volver a sentirse miserable, una completa traidora a lo que en algún momento juraba era lo mejor que tenía en su vida; su sangre. Por lo menos, si es que debía consolarse con algo, las pesadillas donde asesinaba a la Delfina habían dejado de ser tan frecuentes; solo para ser sustituidas por otras igual de horribles.

Se desprendió de las sabanas y luego se sentó en el borde de la cama, dispuesta a deshacerse de aquellos tortuosos pensamientos. Esos que, con increíble terror, susurraban sobre su oído lo horrible que era luego de traicionar a quienes más la querían. Porque lo dijera de una forma más o menos cálida, ella había traicionado a su familia en el instante que se había enamorado de Josette y más tarde cuando se había arrodillado frente a esta jurándole la más honesta lealtad que en años atrás había prometido a su padre.

Pese a que se le hizo imposible ignorar todos aquellos pensamientos, siguió con su rutina diaria al tiempo en el que trataba de hacer caso omiso a aquella persistente sensación con intención de consumirla hasta convertirla en meras cenizas. Dejó esa emoción en un rincón bien apartado de su mente, tras una puerta roja que evitaba abrir a toda costa porque en el fondo sabía que si le daba por indagar tras esta no encontraría cosas reconfortantes.

Se secó el inevitable sudor de su frente tras el exhaustivo entrenamiento, buscando prestarle atención al chico frente a ella. Hablaba, llevaba horas hablándole pero la princesa de Gales no podía escucharle; no realmente.

¿Princesa de Gales? ¿Siquiera se merecía ese título después de todo esto? Se preguntó volviendo así a abrir la herida, la herida de no poder perdonarse a sí misma.

- Mírate, Marshall -El marqués, con varios de sus cabellos castaños pegados a su frente, se burló mostrando su blanquecina dentadura- Yo que creí que podrías ser una competencia decente -Chasqueó la lengua, decepcionado.

Tonterías, aquello era lo único que este decía. Hope podía encontrarse desconcentrada pero ella era una rival decente, de eso nadie tenía dudas. Podía atarse su cabello y derribarlo con una sola mano si es lo que le apetecía.

- ¿Es un reto? -Aferró su mano en la empuñadura de su espada, sus nudillos quedándose blancos ante la presión.

Hoy no era el día para soplarle tras la nuca, tenía muchas emociones reprimidas y de alguna forma las mismas querían salir a la luz. A diferencia de los otros días, donde junto al muchacho entrenaba durante las primeras horas de la mañana, el sol ya se estaba comenzando a ocultar cuando ella tomó la espada para un entrenamiento que tenía el propósito de agotarla para permitirle así dormir sin sueños.

- ¿Quiere usted que le haga el favor de traerle a uno de los nuevos soldados? Seguramente podrían sentirse familiarizados con la carencia de habilidades -El muchacho, con sus orbes celestes brillando a causa de la diversión, se mordió el labio con la intención de contener una sonrisa socarrona.

Claramente bromeaba, no era esta la primera vez que ambos entrenaban juntos. Sebastian era consciente de las habilidades de Hope, esas que por orgullo jamás admitiría en voz alta. Quería incluso preguntarle quién era aquel que tan arduamente la había entrenado, solo para realizar algunas preguntas cortas y sin mucha importancia.

El prometido de Elizabeth, quien sería la última adquisición de la monarquía francesa, le lanzó una estocada limpia que Hope esquivó poco antes de golpear su costado cuando este cometió el horror de acercarse demasiado.

- ¿Decía, mi apreciado marqués? -La pelirroja contrarrestó con una ceja en alto, observándolo llevar su mano a la zona golpeada.

El chico, que hasta entonces yacía inclinado con una mano sobre su rodilla, sonrió soplando un mechón de cabello que le obstruía la vista. No tardó en volver a erguirse, sacudiendo sus hombros mientras adoptaba una postura defensiva.

- ¿Siempre cantas victoria antes de tiempo? -Cuestionó tirando una patada al muslo de Hope, habiendo calculado la distancia que tenía con la misma.

La primogénita de Niklaus jadeó pero se recuperó antes de que Sebastián asestara un segundo golpe, esta vez a la altura de su torso carente de armadura. No perdió tiempo en barrerle la pierna, dejándolo sentado en el suelo.

- Algunas personas pueden darse el privilegio -Asintió antes de tenderle la mano, envainando su espada con cuidado de no cortarse durante el proceso ya que durante la mañana había estado afilándola un muy buen rato.

- Algún día, Hope, será usted la que se encuentre en el suelo pero no se preocupe porque estaré dispuesto a levantarla -Aceptó la mano, poniéndose sobre sus pies con un poco de esfuerzo.

Le palmeó el hombro, animándola pese a que era este quien había perdido. La relación entre ellos era algo que Hope encontraba difícil de explicar, sobre todo por la notoria diferencia de estatus; solo porque la verdadera identidad de la pelirroja era asunto privado por razones que eran muy obvias. Sebastian, a diferencia de lo que había pensado al conocerlo, estaba lejos de ser tan arrogante y narcisista. Con el tiempo había comenzado a apreciar ciertas cosas de él, con el tiempo también habían comenzado a llamarse por sus nombres.

- No en un futuro cercano -

- Está usted volviéndose arrogante, supongo que le he estado enseñando bien -Bromeó antes de picarle una costilla, arrebatándole una risa que de todas formas no logró llenar ese vacío con el que se había despertado y convivido.

La pelirroja lo despidió cuando el joven remarcó tener que visitar a su futura esposa, esa que de seguro ya lo estaba esperando. Las únicas dos princesas de Francia habían estado ausentes durante toda el día ya que el rey Alaric las había solicitado para cosas que la castaña no dijo cuando Hope le preguntó si debía o no acompañarla como su escolta real. La pelirroja no indagó cuando esta negó, supuso que debía ser sobre Landon o temas superiores a este.

En la soledad del lugar volvió a recaer en aquel sentimiento que la mantenía inquieta, como si este tuviera la habilidad de atacarla en sus momentos a solas que era cuando más vulnerable se encontraba.

Cerró los ojos con el fin de volver a apartarlo pero este pareció intensificarse con la acción, ahora abrumándola de pies a cabeza. Se frotó la sien y luego borró la mirada decepcionada que su madre había presentado en aquella retorcida imaginación que se arremolinaba con insistencia.

Apoyó sus manos en el borde de la mesa, dejando caer su cabeza hasta la altura de su pecho. Algunas veces, muy pocas, le costaba algo tan simple como respirar. Era como si su cuerpo peleara por rendirse ante la emoción, sucumbir a aquello que ahora necesitaba.

- ¿Estás bien? -Una mano se posó en su espalda alta, acariciando su omóplato con cuidado.

Josie la hizo saltar, por instinto empujando su cuerpo hacia adelante hasta terminar golpeando la mesa frente a ella. No la había escuchado entrar, estaba tan sumergida en su propia miseria que su oído no había percibido absolutamente nada del ruido que esta habría podido hacer.

- Estoy bien -Se aclaró la garganta, temiendo que su voz se rompiera en el proceso de formular una mentira.

Otra más a la colección.

- Hope -No era un reproche, estaba dejándole ver que no se lo había creído.

La mencionada temió la facilidad con la cual la chica podía llegar a leerla, incluso sin siquiera verle el rostro ya que le daba la espalda con sus palmas descansando en la madera frente a ella.

- Josette, por favor -La suplica porque se detuviera, ya que de otra forma no iba a poder evitar sucumbir a las emociones, fue de las cosas más dolorosas que la castaña había escuchado en sus diecisiete años de vida.

- Está bien no estarlo, deja de ser tan dura contigo misma -Compasión, eso era todo lo que gritaba su tímido tono- ¿Quieres hablarlo? -

La heredera inglesa negó, rehusándose a dejarlo salir sin dar pelea antes. No podía hablarlo incluso si así lo quería, ¿qué iba a decirle entonces?

Si iba a vociferar el problema que la consumía debería entonces revelar todas las mentiras que estaban de por medio entre ambas amantes; la falsa identidad de la persona a la que Josette tristemente amaba desmoronándose con cada palabra que saliera de su asquerosa boca indigna de sus besos.

Se imaginó el rostro decepcionado de la castaña ante aquel mortal descubrimiento y cerró los ojos ante el dolor que le atravesó el pecho con intensión de matarla, de reducirla a la nada. No podía, no podía hacerle eso a ella. Le destrozaría la vida, pero se destrozaría también la suya.

- Es todo tan difícil, Josette -Se atrevió a decir junto al pequeño suspiro que escapó a sus labios.

- ¿Puedo hacerlo más fácil para ti? -La mencionada preguntó aferrándose a la espalda de la pelirroja, recostando su cabeza en el hombro de esta.

No estaba segura de aquello que atormentaba a Hope pero la castaña podía hacerse varias ideas como lo eran su compromiso con Lord Kirby, la situación económica de la familia de la pelirroja o incluso alguna otra situación que esta tal vez no se había atrevido a comentarle.

- Me temo que no -Su voz se había quebrado, tal como había temido en un principio.

- Entonces solo te acompañaré en el proceso -La Delfina afirmó con el pulgar acariciando su tríceps, acompañándolo con un casto beso sobre su nuca a causa de que su cabello pelirrojo estaba recogido en un moño desordenado.

Una lágrima surcó su pálida mejilla cuando una irreal imagen de su padre, el temido Niklaus, se cruzó por su torturada mente. Nunca lo había visto tan derrotado, tan consumido y lleno de desprecio. Cerró los ojos y dejó que aquel dolor la llenara, parecía más fácil de esa forma.

Las lágrimas corrían y Josette, sin saber la verdad, la abrazaba sin esperar nada a cambio. La abrazaba tan fuerte que por momentos Hope creía que no existía algún lugar más seguro en donde dejarse romper, en donde dejarse morir.

- Por favor haz que pare -Suplicó al tiempo en el que su cuerpo fue abordado por un ligero espasmo propio del llanto y la sensación de estar ahogándose- ¿En qué me he convertido? -

Si alguien, cualquiera que realmente la conociera, la hubiera escuchado pedir por aquello entonces habrían dicho que esa no era Hope Mikaelson sino una impostora. No existía en ningún lado justificación alguna para que una reina, en especial de su linaje, rogara por la ayuda de alguien para aliviar una pena que jamás debió haber dejado salir a luz porque la monarquía y la debilidad no eran sinónimos; jamás podrían serlo.

- Está bien, déjalo salir -La castaña dejó un beso en su mejilla húmeda cuando la pelirroja se recostó contra su pecho, dejándose consolar cual niño pequeño luego de un golpe- Estoy aquí, déjalo salir, déjalo salir todo -

- Duele, día y noche -Sollozó ocultando su rostro en el cuello de la princesa, inhalando la dulce fragancia de la zona- ¿Cómo es que lo único que puede aplacar esta pena es lo mismo que la ha generado? -

Josette, ¿Cómo era que Josette siendo la razón de todo esto era también la misma persona capaz de salvarla?

- No lo sé, lo siento mucho -La Delfina dijo mientras trataba de consolarla, arrastrando la palma de la mano por su espalda.

No, Josette no lo sabía y tampoco podía hacerlo.

La princesa, con Hope entre sus brazos, se deslizó hasta quedarse sentada en el suelo. La acurruco en su pecho y luego le acarició el cabello como su madre solía hacer con ella, en especial luego de que esta era regañada por su padre.

- Tengo miedo -Se le había trancado la respiración a la altura de la garganta, dificultándole la ventilación.

No podía seguir ocultándolo, no podía seguir obviándolo. No podía ser dos personas, no podía pretender aquello.

- Es normal -Le besó la cabellera, sus ojos comenzando a escocer- Te tengo y prometo que no te dejaré caer, debes confiar en mi -

¿Si en ese entonces hubiera sabido, aun así no la habría dejado caer?

Estuvieron durante extensos minutos en aquella posición, solo hasta que Hope logró controlar su respiración y sus lágrimas se secaron con el tiempo. La Delfina de Francia le preguntó si se encontraban mejor y la pelirroja asintió cuando aquella sensación en su pecho por fin había cesado, reduciéndose a algo que creía poder controlar.

Ambas caminaron de la mano hasta la habitación de la princesa, lugar donde Josette sentó a Hope frente a la estufa pese a que esta no estaba encendida. No era un ente pero Josette se encargaba de guiar cada uno de sus pasos con sumo cuidado, como si por momentos hasta quisiera respirar por la misma. Juraba que podía hacerlo, por Hope estaba dispuesta a ello.

- Gracias -La voz de la pelirroja salió ronca mientras se abrazaba a sí misma en el lugar donde la princesa la había dejado.

Por algún motivo, o tal vez solo era percepción de la primogénita de Niklaus, la habitación estaba más fría que de costumbre. La cama de la Delfina estaba revuelta, casi como sus pensamientos y emociones.

- Jamás me agradezcas algo como esto -Frunció el ceño en su dirección, una clara advertencia en sus orbes oscuros.

Pese a que lucían amenazantes, aun guardaban aquel cariño que Hope tanto adoraba. La corona, que la princesa de Gales la había visto utilizar antes de partir, descansaba de forma olvidada sobre el escritorio frente a ella.

- Aun así, déjame hacerlo -Se encogió de hombros mientras la veía caminar por la habitación, probablemente buscando algo que la pelirroja no comprendía- ¿Necesitas ayuda? -Ofreció poco antes de frotar su antebrazo en busca de calor o consuelo.

- En realidad creo que ya lo he encontrado -Sacó una cuerda de cuero de entre uno de los múltiples cajones.

Se apresuró hasta llegar a Hope, acuclillándose a su lado como si aquello fuera lo único que quisiera hacer. Era lo único que quería hacer, también lo único a lo que no era obligada.

- ¿Qué es? -Hope frunció el ceño, examinándolo con mayor atención cuando la princesa tomó su muñeca para atárselo en el lugar.

- Esto -Asomó su lengua por entre sus labios, concentrada en el nudillo que estaba tratando de hacer- Me lo hizo mi madre cuando era una niña -Palmeó la muñeca de Hope una vez ya había podido ajustarlo- Decía que es para cuando me sintiera triste, se supone tiene la habilidad de apartar todo lo malo -Se encogió de hombros, sin saber si seguía siendo pequeña para creer en ello o no.

La pelirroja no dio su opinión al respecto, era una simple cuerda de cuero pero si Josette decía que era el mismísimo Dios entonces esa cuerda era el mismísimo Dios; nadie podría ni debería decir lo contrario.

- Gracias, Jo -Agradeció con su vista en la pulsera, su pulgar e índice de la otra mano jugando con la misma.

Esta vez la Delfina aceptó el agradecimiento, acariciándole la mejilla.

- Ven, acompáñame unos segundos -Se levantó, tendiéndole la mano.

La menor de la casa Mikaelson la tomó, ajustando el abrigo que la princesa le había colocado sobre sus hombros. La heredera al trono de Francia abrió la ventana de su balcón, tirando de sus manos unidas para quedar bajo el cielo estrellado.

La princesa de Gales sonrió ante el montón de estrellas acumuladas, casi como si jamás las hubiera visto antes. Josette, en cambio, tenía su atención puesta en Hope; quien aún tenía rastros de lágrimas secas en sus pálidas mejillas.

- ¡Mira! -La pelirroja estiró su brazo, su dedo índice apuntando a un lugar específico- Una estrella fugaz -

- Pide un deseo -La animó viendo cómo la heredera inglesa cerraba los ojos, claramente obedeciéndola. Cuando los abrió le sonrió, un pequeño gesto que afirmaba que lo había hecho- ¿Qué pediste? -Preguntó con una clara curiosidad que no pudo evitar, esa que se acompañaba de un cosquilleo en la parte alta de su abdomen.

- Si te lo digo no se cumplirá -Explicó mientras acortaba un poco la distancia monumental que había entre ambas. Tal vez podía llegar a fingir que hacía demasiado frío, que debido a aquello necesitaba de un contacto físico que pudiera proveerle calor. Josette la envolvió en sus brazos, poniendo poca resistencia al gesto; incluso cuando sabía que cualquier persona merodeando en el jardín podría verlas- ¿Tú pediste algo? -

Se mordió la lengua, su tío Finn siempre había remarcado que era una niña que no podía evitar el querer obtener respuestas para todo lo que la rodeara.

- Me parece injusto robarle el pedido a alguien más cuando yo ya tengo todo lo que deseo -

Hope silbó ante el comentario, sus mejillas tiñéndose de rojo pese a que en ningún momento la había mencionado durante este. No lo había mencionado con la voz, pero si con la mirada insinuante que le había dado.

- ¿Tienes todo? -Tanteó con diversión, una de sus cejas alzada.

- Te tengo a ti -Josie asintió, uniendo sus labios por unos cortos segundos- Lo único que podría pedir es un baile -Frunció el ceño, mirando el cielo en busca de alguna otra estrella fugaz que fuera capaz de concederle aquello.

Llevaban mucho tiempo sin poder bailar juntas, la última vez había sido luego de su fiesta de cumpleaños ya que días después de aquello Lord Kirby llegó a su vida y por consecuencia todos sus bailes habían sido obligados a ser con este.

- ¿Un baile? -

¿Por qué sonaba tan sorprendida?

- Contigo, a la luz de la luna -La princesa trató de ubicar la luna, encontrándola un poco más a la izquierda- Como en los libros, como si... -

Como si todo estuviera bien, como si pudieran bailar juntas el resto de la vida.

- No necesita rezarle a una estrella para ello, su Alteza -La pelirroja se apartó un poco, tendiéndole la mano con una caballerosidad exagerada- Por favor, otórgueme el honor -

La princesa colocó su mano sobre la de Hope, inclinándose en una reverencia, y la pelirroja le besó los nudillos antes de apegar sus cuerpos poco antes de colocar su otra mano en la cintura de la castaña.

Bailaron un rato, sin música y a la luz de la luna creciente. Se rieron a carcajadas y se besaron ajenas al peligro que el mundo real les ofrecía; ajenas a la rivalidad de sus casas, esas que jamás les permitirían estar juntas.

—————————————————

Nota de la autora:

Buenas noches, les dejo otro capítulo mientras aprovecho para aclarar unas cosas.

1- La historia, por si no lo dije antes, se ubica en 1579 por ende cuando al principio de la narración aparece "Inglaterra" o "Francia" junto a alguna otra fecha es porque estoy dando un flashback. Cuando aparece "Inglaterra" o "Francia" pero no se acompañan de fecha entonces la narración está en el presente (1579). Me parecía importante el flashback para mostrar la última vez que Hope se había arrodillado antes de volver a hacerlo con Josette en la "fiesta de la prosperidad"; no es casualidad que las únicas dos veces que se ha arrodillado fue para jurar lealtad a dos personas que en realidad no pertenecen al mismo bando sino todo lo contrario.

2- Hope Mikaelson, además de la corona y su collar con la heráldica de los Mikaelson, lleva dos anillos; si no contamos también a su espada. El primero es el anillo de "la princesa de Gales", el mismo que Klaus le otorgó en la investidura y el mismo que ella tuvo que dejar en Inglaterra cuando se fue a Francia por su misión. El otro anillo, que mencioné en alguna ocasión, va a adquirir una mayor importancia en el futuro por ende no hablaré del mismo ahora; saber que son solo esos dos anillos aquellos que identifican a Hope.

Pregunta súper random pero que me veo con la necesidad de hacer, ¿Vieron la trilogía Fear Street (la calle del terror)?

Retrato de Hope Mikaelson el día de su investidura como princesa de Gales, 1575

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