Si solo fuera Hope -Hosie 1

Autorstwa Unplanetadeunicornio

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1579 Francia e Inglaterra, dos imponentes reinos que siempre estaban al pie de una guerra, llevaban enemistad... Więcej

Libro 1 Capítulo 1
Libro 1 Capítulo 2
Libro 1 Capítulo 3
Libro 1 Capítulo 4
Libro 1 Capítulo 5
Libro 1 Capítulo 6
Libro 1 Capítulo 7
Libro 1 Capítulo 8
Libro 1 Capítulo 9
Libro 1 Capítulo 10
Libro 1 Capítulo 11
Libro 1 Capítulo 12
Libro 1 Capítulo 13
Libro 1 Capítulo 14
Libro 1 Capítulo 15
Libro 1 Capítulo 16
Libro 1 Capítulo 17
Libro 1 Capítulo 18
Libro 1 Capítulo 19
Libro 1 Capítulo 20
Libro 1 Capítulo 21
Libro 1 Capítulo 22
Libro 1 Capítulo 23
Libro 1 Capítulo 24
Libro 1 Capítulo 25
Libro 1 Capítulo 26
Libro 1 Capítulo 28
Libro 1 Capítulo 29
Libro 1 Capítulo 30
Libro 1 Capítulo 31
Libro 1 Capítulo 32
Libro 1 Capítulo 33
Libro 1 Capítulo 34
Libro 1 Capítulo 35
Libro 1 Capítulo 36
Libro 1 Capítulo 37
Libro 1 Capítulo 38
Libro 1 Capítulo 39
Libro 1 Capítulo 40
¡Noticia!

Libro 1 Capítulo 27

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Autorstwa Unplanetadeunicornio




El sol brillaba en su máximo esplendor, sus rayos bañando el extenso jardín cubierto de rosas rojas; las favoritas de su tía Freya. Aquel solitario pensamiento fue suficiente para traer a su mente, de forma involuntaria, al resto de su familia. Su padre, su madre y todo Mikaelson que había jurado protegerla hasta el último aliento. El sentimiento de culpa no tardó en instalarse, no cuando prácticamente vivía con ella.

Tuvo que menear la cabeza, tratando de aplacar la creciente angustia en su pecho, cuando en su mente se materializó las tristes miradas que su familia le compartía en aquella situación imaginaria; esa que de todas formas no estaba muy lejos de la realidad considerando que se encontraba a tan solo un paso de que estos descubrieran la mentira que la llevaba a ser una traidora a su sangre y país.

Todo lo que estos habían hecho por ella, ¿así les pagaba?

Buscó centrarse en otra cosa, sabía que este tipo de pensamientos sin acción no la llevarían a ningún lado. Había un imponente estanque natural donde dos parejas de patos, poco antes de que la tarde descendieran sobre el reino, chapuceaban ajenos a la presencia de las dos jóvenes sentadas a la sombra de aquel gran roble ubicado en la porción más alejada de la propiedad.

Hope arrastró sus pálidos dedos por el extenso cabello castaño de la Delfina, la cabeza de la misma reposando sobre las piernas estiradas de la mayor. Josette se encontraba sumida en una profunda lectura, por un segundo olvidando que la pelirroja estaba a su lado. La joven sonrió ante el cuidadoso tacto, deslizando una página para pronto devorar la siguiente.

Los dedos de Hope vagaban por aquel cabello sedoso, inconscientemente trenzándolo como su madre solía hacerle cuando ella era más joven y todo era más fácil; lo que ahora extrañaba. Hope no lo entendía pero a su madre le encantaba peinarla, lo que era sumamente innecesario debido a que la Princesa de Gales contaba con personal de servicio para sí misma. Ahora imitar aquello con la castaña era una simple acción que la relajaba, la hacía sentirse cómoda y por unos segundo imaginar la idea de estar otra vez en casa.

Cortó pequeñas flores silvestres que nacían del pasto donde yacían, comenzó a colocarlas de forma aleatoria en el cabello de la princesa. Su padre algunas veces le había colocado alguna flor tras la oreja, en conjunto con algún cumplido que ya poco lograba recordar a esta altura.

Las yemas de sus cansados dedos se arrastraron por la piel bronceada de la frente de Josette, rápidamente llegando hasta las cejas perfiladas de la misma. Trazó una de estas con su dedo índice, acariciando de la forma más ligera posible.

Algo dentro de ella temía que la chica se rompiera si ejercía un poco más de presión, lo que era realmente estúpido si debía ser racional o algo parecido a aquello. Tal vez dicho temor nacía a causa de la belleza inhumana de su acompañante, aquella semejante a la de un Dios digno de alabanza. La posibilidad de que Josette Saltzman simplemente desapareciera dejando atrás un simple brillo divino aún persistía en sus posibles ideas; idea sumamente descabellada pero no imposible.

- Hope -La joven quería advertirle, con la tan sola mención de su nombre, que debía para con aquello pero al final el llamado del mismo había sonado más a un ronroneo que otra cosa- No puedo concentrarme si sigues haciendo eso, por favor -Cerró los ojos cuando los dedos de la pelirroja le rozaron la garganta, luego una de sus clavículas descubiertas.

Las prendas que utilizaba aquella mañana, holgadas y sumamente cómodas, permitían que gran parte de su piel se expusiera frente a cualquier movimiento que la misma hiciera.

- Disculpa, no sabía que padecías de ser un felino -La pelirroja se burló con una ceja en alto, su mano pronto cayendo desde su lugar en la piel de la princesa hasta alcanzar el césped bajo su cuerpo.

Josie enseguida se volvió a centrar en el libro, lo que frustró a Hope por un momento. Temía, con claro conocimiento sobre sí misma, que su habilidad para olvidar tan fácilmente el tacto de la castaña no fuera tan desarrollado como el de esta; que simplemente había vuelto a sumergir su nariz entre las páginas.

Habían pasado una hora en aquella misma posición, Josie prácticamente ignorándola por una historia que ni siquiera era real. No iban a seguir así, Hope Mikaelson de verdad creía que era más interesante que lo que fuera que la joven estuviera leyendo en aquel amarillento libro.

Volvió a subir su mano, sus dedos rápidamente contorneando el rostro de la princesa. La chica arrugó la nariz, sus orbes oscuros alcanzaron los de Hope pero esta última no pudo descifrarlos.

- Hope Marshall -La Delfina arrastró, con una increíble pereza, las palabras que componían su nombre pero la pelirroja observó por el rabillo del ojo como la castaña doblaba la esquina del borde superior de la página en la que estaba para marcar así su última lectura- Es usted como un niño chico, ¿no es así? -Se quejó esbozando una sonrisa somnolienta, estirando sus brazos con cansancio.

- Aun así me amas -Apuntó con arrogancia, lamentándose medio segundo después cuando digirió su propio comentario.

No, Josette no se lo había dicho.

No pudo evitar pensar que había hecho todo esto por nada, sin siquiera estar segura de sí el corazón de la castaña latía por ella de la misma forma que el de ella latía por la joven. Había arriesgado todo por algo que, pese a no sentirse de aquella forma, tenía las posibilidades de ser tan solo algo fugaz. Había dado la espalda a su familia y país por una joven que ni siquiera le había vociferado su amor, no de la forma en la que Hope esperaba que lo hiciera; no de la forma que le diera a su traición una justificación válida para no sentirse de la forma en la que ahora se sentía mientras lo pensaba.

Por otro lado si debía pensar en sí misma, recordando el hecho de que era algo que tampoco había verbalizado, la pelirroja estaba segura de que lo que sentía por la castaña era algo que prácticamente lo gritaba en cada una de sus acciones. Lo había gritado aquella noche cuando se había enfrentado a cuatro de sus propios hombres con un simple vestido y una espada que no era más que mera decoración. Lo había vuelto a gritar en aquella carta que había enviado a Inglaterra, para reprimir las presiones en la joven, así como en las pequeñas acciones como la de hace un momento; trenzándole el cabello con el propósito de que la chica se pudiera sentir tan bien como ella se sentía cuando su madre lo hacía. Hope Mikaelson se lo gritaba fuerte, por momentos temía que Josette no lo escuchara.

La joven se removió sobre el césped, acomodando su cabeza en el regazo de Hope. Pese a no haber dormido, sentía su cuerpo hormiguear con placer propio de un buen descanso.

- Te aprecio -Arrugó la nariz con el fin de vacilarla, sus orbes cafés silenciosamente afirmando el comentario de la chica a causa de que su lengua no había sido lo suficientemente valiente para soltarlo.

Josette Saltzman la quería, lo había hecho desde el primer día y estaba segura de que lo seguiría haciendo hasta el último de sus días.

- ¿Sólo me aprecias? -La Princesa de Gales se llevó una mano al pecho, fingiendo decepción pese a que tampoco estaba muy lejos de la misma.

La castaña asintió, orgullosa de la pequeña obra teatral que se estaban montando, mientras estiraba su brazo para tomar la canasta que había traído con ella. Se estaba muriendo de hambre y, para suerte de la apreciada pelirroja, ya había abandonado el libro en el suelo. Sacó un par de cosas, lanzándole a la pelirroja una manzana verde en el proceso, y las colocó en un pequeño mantel rojo. Había traído varias rodajas de pan, jaleas de varios tipos, una jarra con agua y abundante variedad de frutas; por primera vez no había traído zumo de naranja como en otros momentos.

La pelirroja se tomó el tiempo de observarla, recayendo en que esta vez no utilizaba uno de sus extravagantes vestido sino algo mucho más sencillo con un par de pequeñas cuerdas de cuero cruzando diagonalmente a la altura de su pecho. Hope tampoco usaba la armadura, si bien cargaba su espada la chica había optado por unos pantalones de cuero donde a la altura del muslo izquierdo se ajustaba una correa que portaba su daga. Su torso era libre del pesado armamento que usualmente traía por pura protección, esta vez solo utilizando una camisa blanca.

- ¿Entonces qué puedo hacer para ganarme su cariño, princesa? -Colocó ambas manos en el suelo, impulsándose para quedar más cerca de la joven.

Estaban sentadas en dirección opuesta, aun así la cercanía entre ambas les permitía que sus muslos se rozaran. Josette ocultó el sonrojo provocado por el carácter seguro de la chica, los pequeños mechones que Hope no había trenzado cubrieron su rostro con total maestría.

Los orbes celestes de la única hija de los actuales monarcas de Inglaterra pronto se posaron sobre las manos de la Delfina, quien con determinación separaba la crujiente corteza del pan para poder distraerse de aquel fuego que la pelirroja despertaba en su interior.

Hope frunció el ceño, dudando de si antes la había visto realizar aquello.

- ¿Qué tan determinada te encuentras? -

La princesa de Francia dejó la corteza en una esquina del mantel y luego comenzó a prepararse lo que quedaba de pan, untándole mermelada de arándanos.

La heredera de Niklaus había recaído en que la joven princesa, en algún momento de su vida temprana, había comenzado a desarrollar una obsesión por ese sabor de mermelada. Hasta ponía las manos en el fuego, apostando todo lo que tenía, a que Josette misma había empaquetado aquello en la canasta.

- Solo ponga un precio, me verá pagarlo -Sonrió cuando Josette acercó sus rostros de forma inconsciente, la comisura de sus labios reprimiendo una mueca divertida.

Se le revolvió el estómago con emoción cuando recayó en que ya no era algo que hacían a voluntad sino algo instintivo, que nacía de cosas que tristemente desconocían. Era como si silenciosamente encontraran la paz que necesitaban en el contacto físico, ese pequeño acercamiento íntimo entre ambas.

Sus rostros a escasos centímetros, sus muslos rozándose, sus manos entrelazadas.

- ¿Cualquiera? -Sus ojos, de forma dudosa, se apartaron de los labios de Hope para encontrarse con aquel color cielo que tanto le despertaba.

Hope asintió con una lentitud abrumadora, jurando que sus pálidas manos a cada lado de su cuerpo temblaban con la necesidad de posarse sobre el de la Delfina. Extrañaba la forma en la que la superficie bajo sus manos se hundía cuando estas encontraban lugar en la cintura de la castaña, por el contrario como estas encontraban un lugar solido en las caderas de la misma.

Los labios de la castaña se separaron lentamente, la respiración de esta le golpeó en el arco de cupido y a causa de ello se le erizaron los vellos de la nuca tras una corriente que le sacudió la columna vertebral. Cada molécula que componía su cuerpo gritaba por aquel encuentro entre sus bocas, por sentir a Josette bajo su cuerpo y por sobre todo sentirse viva; algo que la castaña lograba hacerle sentir.

La boca de la chica se posó en la comisura de sus labios, luego un poco más alejados de estos. Hope gritaba a todo pulmón, no había una sola palabra que no fuera el simple nombre de la joven.

Cerró los ojos, algunas veces era simplemente así de abrumador. Todo daba vueltas pero siempre se resumía en Josette, siempre iba a serlo.

- Podrías enseñarme a pintar -Susurró sobre su oído, la respiración caliente golpeando el sitio.

Hope enterró su rostro en la clavícula descubierta de la joven, inhalando y exhalando de forma irregular. No encontraba acción que pudiera calmar aquello que ahora se había despertado con naturalidad, ni siquiera sus manos arrastrándose por el borde externo de sus muslos de forma nerviosa.

Podría en otro momento que no fuera este, en otro momento donde no estuviera...

- Te odio -La pelirroja gruñó con un pequeño rastro de sonrisa, llevando sus manos a la cintura de la princesa a causa de la cercanía entre ambas.

Prosiguió a dejarle un beso en el cuello, sintiendo como las manos de Josette se arrastraban hasta tomarla por los codos.

- ¿Me enseñarás? -La heredera al trono de Francia preguntó en un tono sorprendido, algo que desconcertó a Hope debido a que esta altura la misma creía que la castaña ya debería haberse dado cuenta que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por ella.

No solo le había ofrecido asesinar a alguno de sus pretendientes, la noche de su cumpleaños, sino que también había asesinado a su propia gente por ella; lo que otra vez le llevaba a pensar lo que su padre pensaría una vez se diera cuenta que la Princesa de Gales no había dudado ni un solo segundo en derramar sangre inglesa por alguien que pertenecía a la familia Saltzman; familia que durante siglos había estado derramado su sangre.

- Si lo deseas -Se encogió de hombros, asintiendo de forma indiferente.

Al menos podía fingir que no estaba totalmente a sus pies, si es que por lo menos quería aparentar tener algo de dignidad.

- Bueno, también te deseo a ti -La castaña comentó de forma tranquila y suave, como si quisiera reparar algo o tan solo estuviera sumergida en sus propios pensamientos.

Hope se atragantó con su propia saliva, atrayendo la atención de los solitarios patos que dejaron de graznar a la distancia. Fantástico, pensó para sí misma.

Josette no tenía idea de lo que decía, tampoco tenía idea de lo que era capaz de provocarle con tan poco. Con una acaricia, con un comentario. No, no tenía idea.

- ¿Estás bien? -Le palmeó la espalda, ayudándola con el propósito de que la misma volviera a su palidez natural en lugar de aquel tono rojizo que resultaba sumamente llamativo.

La pelirroja asintió con pena, llevando una mano a su pecho para luego carraspear su garganta tras aquel intenso ataque de tos.

- Si, gracias -Susurró luego de recomponerse, su cuello y rostro ardiendo en llamas.

Dios, temía que su corazón acabara en sus manos si seguía latiendo de aquella forma tan poco normal.

- ¿Fue algo que dije? -La mayor de las gemelas preguntó con una ceja enarcada al tiempo en el que Hope se largaba a reír, negando a causa de los nervios.

Vale, tenía muchas cosas que trabajar en sí misma. El nerviosismo, que Josette lograba hacer nacer en ella, era lo principal.

Hope negó, o hizo un vago intento de ello, y la castaña dejó pasar la situación encogiéndose de hombros.

- También te deseo, Josie -Se decantó por decir algo luego de extensos segundos donde sentía los orbes de la castaña sobre su rostro, lo que no ayudaba en que se terminara por relajar- Lo que sea que eso signifique para ti -Le sonrió con suavidad, mordiéndose el labio inferior.

- ¿A qué te refieres? -Josette ladeó el rostro, confusa y curiosa.

Hope decidió ignorar la pregunta, señalando los dos patos que las observaban con curiosidad. Menudo espectáculo les había brindado, casi dejando su pulmón en el jardín posterior del palacio.

- Me gustan -Confesó a los pocos segundos, sin poder reprimir una sonrisa cuando estos le recordaron a una persona en especial.

Nik Mikaelson II, como Freya lo había bautizado en honor a su hermano mayor, había nacido en 1574 y era su único primo de sangre. Habían sido varias las oportunidades en las que el pequeño la había arrastrado al jardín de la gran corte inglesa para que Hope lo acompañara a observar el desfile de patos que usualmente ocurría en la mañana; estos solían trasladarse desde un lago en la propiedad hasta otro sitio que no conocían debido a la pereza de la pelirroja por perseguir a los animales a tan temprana hora. 

- ¿Los patos? -La princesa de Francia se rió sin mira alguna de haber intentado reprimir la acción, cosa que la llevó a recibir un ligero manotazo en el hombro.

- ¿De qué te burlas? -Sonaba terriblemente ofendida, su rostro estaba arrugado con un disgusto demasiado fingido.

- Esperaba que dijeras que te gustan los grandes lobos, tal vez hasta algún oso -Sus ojos cafés expresaban la inimaginable diversión que la situación le brindaba. La heredera al trono inglés juraba que jamás alguien se había reído de un Mikaelson de forma tan libre y sin miedo, lo que la hacía sentir sumamente feliz. Alzó una ceja, advirtiendo a la pelirroja de la próxima burla- Al parecer no eres tan temible como aparentas -Arrugó su nariz con ternura, atrapando la mejilla de la misma entre sus dedos.

Hope rodó los ojos, soltando un suspiro pesado.

- Deberás suplicar por mi perdón luego de eso -Dejó caer su mandíbula, arrancándole una carcajada.

- ¿Si? -La primogénita de Alaric se inclinó hacia adelante, a centímetros de robarle un beso. Hope asintió con torpeza, perdida en lo que fuera que le estuviera diciendo- ¿Y crees que podría ser difícil? -

- ¿Mhm? -Ya no recordaba ni de lo que estaban hablando, lo que era muy penoso de su parte.

En su defensa era tan difícil concentrarse en algo cuando la respiración de la princesa estaba tan cerca, sus dedos hurgando en la tela de su camisa, sus ojos juguetones mirándola con tal entusiasmo. Excusas, puras excusas para desaparecer de cualquier realidad que la intentara mantener presa.

- Obtener tu perdón -La chica aclaró cuando no recibió respuesta, ladeando su rostro al tiempo en el que se acercaba a sus labios un par de centímetros más.

La heredera de la casa Mikaelson agradeció estar sentada, temía que sus ansiosas piernas simplemente flaquearan sin permiso.

- Tal vez -Se le había secado la garganta, su lengua se sentía pesada.

- ¿Te parece si voy empezando? -Sugirió con una sonrisa que no solo advertía problemas sino también el fin de algo que por momentos era superior al deseo de ambas. Hope maldijo, solo logrando hacer un miserable gemido en respuesta. Era patético, una Mikaelson gimiendo por el deseo de un simple beso- Tomaré eso como un si -

Unió sus bocas, tomándola por la nuca con el absurdo pensamiento de que podrían estar así durante toda la vida; así de feliz, así de juntas.

Le había otorgado su perdón mucho más rápido de lo que hubiera querido, algo que por suerte no dijo. La Delfina de Francia sabía su talón de Aquiles, aun así la misma no pudo prever que era este mismo el que iba darle fin a su historia.

———————————————————

Nota de la autora:

Les dejo otro capítulo, ¡espero tengan un buen día!

P.d: Me estoy cubriendo tras Josette. Yo le saco la corteza (o borde) al pan, necesito que me dejen de mirar raro por ello así que voy a normalizarlo:)

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