SoulMate โ†ฏ Jacob Black โœ“

By mxgicsarcxsm

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Sinopsis
Graphic Area
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*ESPECIAL: SAN VALENTรN*โ™ฅ
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ร—Capรญtulo Extraร—
ร—ร—Capรญtulo Extraร—ร—
Acto 2: ECLIPSE
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๐ŸŽ„*ESPECIAL NAVIDAD*๐ŸŽ„
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26.
27.
EPรLOGO
AGRADECIMIENTOS

8.

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By mxgicsarcxsm


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CAPÍTULO OCHO
El feto

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[ "Jacob"]

Llevaba por lo menos cinco minutos viendo como Lizzie daba vueltas en la cocina. Frank había hablado con Joe y aparentemente, lo había hecho entrar en razón. Era normal para un recién transformado el odio hacia los vampiros.

Lizzie estaba preocupada por Bella. Lo sabía. Lo sentía. Sentía su preocupación desde lejos. Además, las muecas que hacía, como se tiraba de los bucles de forma distraída, como casi se golpeaba con la isla de la cocina, todo eso me lo confirmaba. Esta profundamente preocupada.

—Quieres ir a verla, —hablé, luego de minutos en silencio, provocando que dejara de andar. —¿No es así?

Dirigió su mirada marrón a mí y mordisqueó su labio inferior. Bingo.

—¿Vendrías conmigo?

—Amor, ya te he dicho que iré a donde tu vayas. —respondí, mientras me acercaba a ella y la tomaba de los brazos. Besé su frente. —Aunque no me haga gracia, iré contigo.

Asintió con la cabeza y ambos salimos de casa. En el fondo, no me hacía demasiada gracia, puesto que no era muy fan de los vampiros y su horroroso tufo. Pero a Lizzie le importaban los Cullen, le importaba Bella y todo el daño que se pudiera hacer al matar a uno de ellos. Y si a mi mujer le importaba, a mí también.

No tardamos en recibir en pleno rostro el impacto del hedor. Puaj. Asquerosos vampiros. El estómago me dio un leve vuelco. Pero Lizzie se mantuvo como si nada, como si aquel olor a tomates putrefactos no le estuviera ardiendo en la nariz. Y la envidié. Por supuesto que lo hice.

Percibimos una nota de tensión y enfado en los murmullos que se levantaron al otro lado de la entrada. Había alguien en la casa. Fruncí el ceño al escuchar nuestros nombres, mientras los labios de Lizzie formaban una línea. Igual pensaban que veníamos a atacarlos, y eso a mi mujer no le hacía demasiada gracia. Nos plantamos en las escaleras de la entrada de un brinco.

El doctor abrió la puerta sin darnos ocasión a aporrearla con el puño. Permaneció en el umbral, mirándonos con gesto grave.

—Hola, Liz, Jacob. —saludó con más calma de la que podría haberme imaginado. —¿Cómo estáis?

Miré de reojo a Lizzie, puesto que no sabía muy bien que decir.

—Hemos oído que Bella ha llegado.

—Esto, Liz, Jacob, este no es el mejor momento, de verdad. —el medicucho parecía algo incómodo, pero no demasiado. —¿Podemos encargarnos de esto más tarde, chicos?

Lo miré atónito. ¿Acaso nos estaba pidiendo que pospusiéramos algo así como un enfrentamiento?

Entonces, oímos la voz quebrada y áspera de Bella.

—¿Por qué no? —preguntaba ella a alguien. —¿También vamos a tener secretos con Liz y Jacob? ¿Qué sentido tiene eso?

La voz de nuestra amiga no sonaba tal y como igual esperábamos. No se parecía al tintineo de campanas que suponían las demás voces de los Cullen —así las describía Lizzie de vez en cuando—. Quizás los neonatos tenían tonos más gruesos.

Los ojos entornados de Carlisle se tensaron.

—Entrad, por favor. —pidió Bella con estridente.

Entrecerré los ojos, y Lizzie se mordió el labio.

—Lo siento, Carlisle. —se disculpó, mientras lo sorteaba para entrar.

La seguí, mirando por encima del hombro. Era difícil darle la espalda a uno de ellos, pues iba en contra de mis instintos. Si había alguien que parecía fiable, era el patriarca de los Cullen. Lizzie confiaba en él.

Entramos de soslayo en la casa, yo con la espada pegada a la pared y Lizzie algo más humana que yo. Recorrí la estancia con la mirada y no la reconocí. La última vez que habíamos estado allí era el escenario de una fiesta. Ahora todo estaba de un blanco apagado, roto, lo cual incluía al grupo de seis vampiros que se agrupaban en torno al sofá blanco. Allí estaban todos juntos, pero eso no fue lo que me heló la sangre en las venas e hizo que abriera la mandíbula más de lo normal, al igual que hizo que Lizzie se pusiera rígida.

Era Edward. Él y su expresión facial.

Lo habíamos visto enfadado. También arrogante, y en una ocasión con el semblante transido de dolor. Pero aquellas facciones estaban más allá de la agonía. Estaba medio desquiciado.

Ni siquiera alzó los ojos para mirarnos. Mantenía la mirada fija en el sofá contiguo, con una expresión que hacía creer que alguien le había prendido fuego. Y, no apartaba las manos del asiento, como si estuvieran encajadas.

Ni siquiera tuve ocasión de analizar más su expresión, pues sólo había una cosa capaz de ponerle en semejante estado, algo que yo entendía por la imprimación. Por eso, seguí la dirección de su mirada. La vi en cuanto percibí su olor. Un nítido y claro olor humano.

Bella se hallaba semioculta tras el brazo del sofá, aovillada de forma flácida, en posición fetal. Durante un segundo, únicamente fui capaz de ver que ella seguía siendo nuestra mejor amiga: la piel mantenía ese suave tono melocotón, y las pupilas de los ojos conservaban su color chocolate. Entonces, la observé de verdad.

Tenía unas enormes ojeras debajo de unos ojos saltones, causado por lo chupado del rostro. ¿Estaba más delgada? La piel parecía tirante, como si los pómulos se fueran a rasgar de un momento a otro. Había recogido en un revuelto moño su pelo oscuro y solo tenía pegados a la frente y el cuello unos pocos mechones, de aspecto claramente descuidado. El ademán desmayado de los dedos y las muñecas le daba un aspecto tan frágil que daba miedo.

Estaba enferma. Muy enferma.

No había sido una trola. La historia que Charlie les había contado a Billy y a Frank era cierta. Los ojos no se me salieron de las cuencas por pura suerte, y mientras la miraba, su tez adquirió una tonalidad verdosa. A mi lado, Lizzie jadeó por lo bajo, mientras se mantenía tiesa como un palo.

La sanguijuela rubia, la tal Rosalie, se inclinó sobre ella para impedir que la viera, de un modo protector que se me antojó extraño. Eso era muy raro. Nosotros conocíamos al dedillo lo que Bella pensaba respecto a casi todo. Sus pensamientos eran de los más obvios; a veces parecía que los llevaba escritos en medio de la frente. Tanto Lizzie como yo sabíamos que a ella no le gustaba Rosalie, por el modo en el que fruncía los labios cuando hablaba de ella, y no solo no le gustaba, más lejos: la temía. O al menos así era antes... porque ahora, cuando alzó la vista hacia Rosalie, no había ningún rastro de temor en Bella.

Parecía pedir disculpas con la expresión, o algo por el estilo. Entones, la vampira tomó una palangana del suelo y la sostuvo a la altura del pecho de Bella, justo a tiempo de que pudiera vomitar en ella de forma escandalosa. Edward se postró a un lado de la enferma con un brillo atormentado en la mirada. Rosalie extendió un brazo para obligarle a retroceder.

Nada de aquello tenía sentido.

Bella nos dirigió una débil sonrisa en cuanto al final logró alzar la mano. Parecía algo avergonzada.

—Lamento todo esto. —admitió en un hilo de voz.

Edward profirió un quejido realmente bajo mientras mantenía la cabeza hundida sobre las rodillas de Bella. Ella puso una mano sobre la mejilla de él como si lo estuviera consolando.

No comprendí del todo lo que pasaba hasta que vi de reojo como Lizzie se había adelantado. Rosalie soltó un siseo y se interpuso entre el sofá y mi mujer. Apreté la mandíbula, mientras me colocaba detrás de Lizzie, mirando con el ceño fruncido a la Barbie.

—No, Rose, no. —susurró Bella. —Está bien.

La rubita se apartó del camino, aunque noté lo mucho que le molestaba aquello. Nos puso mala cara, en especial a mí, mientras se acuclillaba junto a la cabeza de Bella. Parecía tener todos los músculos listos para saltar.

—¿Qué te pasa, Bells? —murmuró Lizzie.

Se había arrodillado y estaba inclinada sobre el respaldo del sofá. Edward no siquiera pareció percatarse de su presencia.

—Me alegra que hayáis venido a verme hoy, chicos.

Edward no era capaz de leerle los pensamientos a Bella, pero la frase tuvo un significado para él que a nosotros se nos escapaba, puesto que se lamentó de nuevo. Ella agitó la manta que la cubría y acarició la mejilla de su marido.

—¿Qué te ocurre, Bella? —insistí.

Ella miró a su alrededor en lugar de responder. Daba la impresión de que estaba buscando algo con la mirada, donde se entremezclaban suplica y aviso. Seis pares de ojos dorados la contemplaron fijamente. Al final, ella se volvió hacia Rosalie.

—¿Me ayudas a levantarme, Rose? —pidió. La mencionada frunció los labios, dejando los colmillos al descubierto, y nos fulminó con la mirada, como si quisiera rajarnos la garganta. —Por favor, Rose.

La Barbie hizo un mohín de desprecio, pero volvió a inclinarse sobre ella, cerca de Edward, quien no se movió ni un centímetro de donde estaba. Puso su brazo con cuidado debajo de los hombros.

—No, no la levantes...—farfulló Lizzie.

Parecía tan débil.

—Estoy respondiendo a vuestra pregunta. —nos espetó, con un tono de voz más similar al modo en el que solía dirigirse a nosotros.

Rosalie retiró la manta del sofá. Edward se quedó en donde estaba, aunque su cabeza fue resbalando hasta hundirse entre los almohadones. El cobertor cayó al suelo a los pies de Bella.

Tenía el vientre abultado y el torso se le había redondeado de un modo anómalo y enfermizo. Se remarcaba sobre la sudadera de color gris gastado que le estaba muy ancha a la altura de los brazos y hombros. El resto de la anatomía de la enferma parecía la más chupada, daba la impresión de que el abombamiento hubiera crecido gracias a toda la sustancia que había extraído de ella. Necesité unos momentos antes de que mi cerebro comprendiera en qué parte se había producido la deformidad. No me percaté hasta que la vi recorrer los brazos alrededor del vientre hinchado con ternura. Arriba y abajo. Como si lo estuviera acunando.

Entonces me di cuenta, pero seguía sin dar crédito a lo que mis ojos veían. La habíamos visto hacía un mes exacto. No había forma de que ella pudiera estar embarazada. No tanto, no tan enorme. Pero lo estaba.

El cuerpo desmadejado y ese rostro reducido a piel y huesos me hicieron suponer que ella tenía ese aspecto tan desmejorado y en estado de gestación tan avanzado porque, fuera lo que fuera lo que tuviera en su vientre, le estaba sorbiendo la vida poco a poco para alimentarse. Lizzie parecía haberse quedado muda, con una mano en la boca y los ojos abiertos como platos.

Edward ladeó la cabeza hacia arriba, seguramente en cuanto leyó nuestras mentes. Hacía un segundo, estaba de rodillas al lado de mi mujer y ahora estaba de pie, irguiéndose a mi lado. Sus ojos eran de un intenso negro y los círculos de las ojeras parecían cardenales.

—Salgamos fuera, Jacob, Liz.

Ella se puso de pie y lo miró.

—Bien. —aceptó.

El grandullón, Emmet, avanzó hasta ponerse a un lado de Edward mientras el de aspecto ávido, Jasper, se posicionaba detrás de él. Esme y Alice no se movieron del sitio.

—No. —pidió Bella, entre jadeos, mientras se lanzaba hacia delante, tambaleándose, para tomar del brazo a Edward.

Rosalie se movió con ella, como si estuvieran encadenadas.

—He de hablar con ellos, solo eso. —contestó Edward en voz baja, dirigiéndose únicamente a ella.

Alzó una mano para tocarle el rostro y acariciarlo. Vi de reojo como el color en los ojos de Lizzie se desvanecía, como si entrase en una especie de trance.

—Nada de esfuerzos. —continuó con tono de súplica. —Descansa, por favor, los tres estaremos de vuelta en cuestión de unos minutos.

Bella estudió el rostro de su esposo tratando de averiguar sus intenciones. Luego asintió y se dejó caer sobre el sofá. Rosalie le ayudó a colocarse los cojines. Bella nos contempló fijamente.

—Portaos bien, —insistió, como si estuviera regañando a niños pequeños. —y luego, volved.

Ni Lizzie ni yo le respondimos. Desvié mi mirada y seguí a Edward, junto a mi mujer, por la puerta de la entrada.

El siguió caminando sin preocuparse en verificar si teníamos intenciones de saltar sobre él. No necesitaba volverse para comprobar. Lo sabría en cuanto lo decidiéramos.

—Todavía no estoy listo para que matéis. —susurró, mientras se alejaba a paso vivo. Vi de reojo como Lizzie fruncía el ceño. —Deberéis tener algo de paciencia.

—La paciencia no es lo nuestro.

Prosiguió andando unos doscientos metros más por el camino en dirección opuesta a la casa, mientras le pisábamos los talones. Para mi sorpresa, no ardía por dentro. Estaba como si no existiese.

Se detuvo sin previo aviso y giró sobre sí mismo. Su expresión me dejó helado. Durante un instante, me sentí como si no fuera más que un crío, alguien que no había salido de un pueblo minúsculo en toda su vida. Solo un chaval. Lo supe porque iba a tener que vivir mucho y sufrir más para comprender la lacerante agonía que había en los ojos de Edward.

Alzó una mano como si fuera a secarse el sudor de la frente, pero los dedos se hundieron en su rostro. Durante un instante, dio la impresión de que iban a arrancar su piel de granito. Un fuego extraño iluminaba sus ojos desorbitados, que parecían ver cosas que no estaban allí. Tenía la boca entreabierta, como si fuera a gritar, pero no profirió sonido alguno. Era el semblante de un hombre consumido por el sufrimiento.

Fui incapaz de articular palabra. Ese semblante era demasiado real.

—El feto la está matando, ¿no es así? —grazné, mirando de reojo a mi estoica mujer. —Se está muriendo.

—La culpa es mía. —susurró Edward.

Sus rodillas cedieron y se vino abajo, quedando delante de nosotros. Los ojos de Lizzie se abrieron más durante unos segundos, parecía realmente sorprendida.

—Si, —gimió, con la vista puesta en la tierra, como si temiera confesarlo a nosotros. —sí, la criatura la está matando.

—¿Y por qué no hace algo Carlisle? —cuestioné, asombrado de mi autocontrol. —Es médico, ¿no? Que lo saque o algo por el estilo.

Alzó la vista.

—Ella no nos lo permite. —contestó con voz cansada.

Muy propio de Bella.

Sacrificarse y morir por aquel... engendro.

—La conocéis tan bien. —susurró. —¡Que deprisa lo habéis visto...! Yo no me di cuenta, al menos no a tiempo. Ella no me lo contó durante el viaje de vuelta, para nada. Pensé que estaba asustada, lo cual era lo más normal. Creí que se había enfadado conmigo, por obligarla a pasar por todo aquello, por poner en peligro su vida... una vez más. Nunca sospeché sobre sus verdaderas intenciones ni el propósito. No hasta que nos reunimos con mi familia en el aeropuerto y ella se lanzó corriendo a los brazos de Rosalie, ¡de Rosalie! Fue entonces cuando lo comprendí todo, cuando leí el pensamiento de Rosalie, solo entonces. Y vosotros lo habéis comprendido al cabo de un segundo...

Profirió lo que era parte suspiro y en parte un gemido.

—Rebobina, —pidió Lizzie, con voz ronca. —a eso de que no os lo permite. ¿No os percatáis de que ella no tiene apenas fuerza?

—Lo sé, mi intención era hacer algo y Carlisle estaba dispuesto... Pero la guardaespaldas de Bella complica las cosas.

—Entonces neutralizáis a la rubia primero. —hablé, aunque tanto mi tono como el de mi mujer eran monótonos. —Todos juntos podéis contra ellas dos.

—Emmet y Esme la apoyan. Emmet jamás nos dejaría tocarla, y Carlisle no va a ayudarme si Esme se opone...—la frase se desvaneció conforme la voz se iba consumiendo.

—Deberías haberla dejado con nosotros.

—Sí.

Era un poquito tarde para darse cuenta de ello.

—No sabíamos que fuera posible. —contestó, como si alguno de los dos hubiera dicho algo en su mente. —No había precedentes de algo similar a lo ocurrido entre Bella y yo. ¿Cómo íbamos a prever que una humana era capaz de concebir un hijo de uno de nosotros...?

—Sobre todo cuando la chica debería haber terminado destrozada en el proceso, ¿no? —los ojos de Lizzie brillaban con algo de ironía.

—Sí. —coincidió con un susurro cargado de tensión. —Sádicos, como los íncubos y los súcubos, están ahí fuera, existen, pero la seducción es un simple preludio del festín. Nadie sobrevive.

Sacudió la cabeza como si la idea le repugnara.

—No entiendo como...—comenzó Lizzie.

—Ni siquiera vosotros podríais llegar a aborrecerme tanto como yo me odio a mí mismo. —hizo una pausa. —Matarme ahora no va a salvarla.

—Ajá.

—Debéis hacer algo por mí.

—Claro que sí. —siseó Lizzie, con sarcasmo.

No dejó de observarnos con los ojos entre la fatiga y la locura.

—¿Y por ella?

Apretó los dientes con fuerza.

—¡Como si no hubiéramos hecho suficiente por ella! —rugió, enfurecida. No se movió de su sitio. —Quisimos creer que eras distinto a los demás, pero al final resultaste ser como todos. Acabas por matarla.

—Vosotros la conocéis, Liz. Mantenéis una relación con ella a un nivel que yo ni siquiera soy capaz de comprender. Sois parte de ella y ella es parte de vosotros. A mí no va a escucharme porque piensa que la subestimo. Bella se cree lo bastante fuere como para salir airosa de esto...—el sofoco le impidió respirar. Se calmó y tragó saliva. —Puede que a vosotros os escuche.

—¿Y por qué a nosotros sí? —siseé.

—No podemos decirle nada que tú no le hayas dicho antes. —replicó Lizzie, frunciendo el ceño, pero sus ojos se mantuvieron fríos. —¿Qué quieres que hagamos, Eduardo? ¿Asegurarle que se ha vuelto tonta de bote? Lo más probable es que ya lo sepa. ¿Soltarle que va a morir? Apuesto a que eso también lo sabe.

—Podéis ofrecerle algo que ella quiere.

Parecía dar palos de ciego, sin brújula.

—Solo me interesa que su corazón no deje de latir. —continuó, repentinamente muy centrado. —Si es un niño lo que quiere, lo tendrá; como si desea una docena. Lo que quiera, cualquier cosa. —se detuvo durante un latido de corazón. —Puede tener cachorros si es eso lo que prefiere.

Lizzie rechinó los dientes, mientras yo fruncía el ceño. Se me abrió la boca con sorpresa.

—¡Pero no de esta forma! —estalló, antes de pudiéramos recobrarnos. —No con eso que le absorbe la vida mientras yo estoy aquí, observando con impotencia como se enferma y se consume, contemplando como esa cosa le hace daño. —tragó una bocanada de aire a toda prisa, como si alguien le hubiera dado un puñetazo en la boca del estómago. —Debéis hacerla entrar en razón. Ella ya no va a escucharme. Rosalie no se apartar de su lado, y no deja de alimentar su locura, y de infundirle coraje, y de protegerla. No, no la protege, cuida del engendro. La vida de Bella no significa nada para ella.

El sonido contenido de la garganta de Lizzie sugería que se estaba asfixiando.

—¿Qué demonios has insinuado, que Bella debería...? ¿El qué? ¿Tener un bebé? ¿De Jake? —su voz se elevó varias octavas, mientras por mi parte, me había quedado mudo. —¿Qué? ¿Me estás vacilando o algo?

—Lo que sea con tal de que siga viva.

—Es la estupidez más descomunal que has dicho hasta ahora. —estalló Lizzie.

—Ella os quiere.

—¡Y eso que carajo tiene que ver, estúpido! ¡Jake no es un semental al que puedas pagar! —rugió, dando un paso hacia el mientras su mandíbula se tensaba. —Es mi amiga y la adoro, pero no pienso ofrecer a MI marido como si fuera una prostituta barata.

—Liz...

—¡Cierra la boca! —bramó, con un tic en una ceja. —¡Es estúpido! ¡La cosa más estúpida que te he oído jamás!

—Está dispuesta a morir por tener un hijo, Liz. Quizás acepte una alternativa menos radical...

—¿Pero tú te escuchas? —solo me moví para atraer a Lizzie hacia mí. Dudaba de sus ansias de tirarse sobre el vampiro. —Me parece estupendo que quiera tener un hijo, ¡maravilloso incluso! ¡Pero no con MI jodido marido!

—Jacob...

—Eh, eh, eh. A mí no me tires la pelota. —farfullé, frunciendo el ceño y escuchando el castañeteo de dientes de mi mujer. —Por mucho que adore a Bella y la quiera viva, no soy un puto, Cullen. Lizzie tiene razón, es una estupidez.

—Podemos intentar persuadirla con la idea. —habló Lizzie, algo más calmada, pero no lo suficiente como para que la soltara. —Pero Jake se queda fuera de la ecuación. ¡Ah, ah! —detuvo a Cullen cuando esté abrió la boca para quejarse. —Dijiste que aceptarías si quiere tener un hijo, si se te pasa por la cabeza proponer a Jake, también puedes aceptar que sea un extraño el portador de semen. ¿Estamos?

—Bien. —acabó por aceptar. —Va a hacer falta una gran dosis de persuasión para convencerla; por eso os necesito. Sabéis como piensa. Podéis hacerla entrar en razón.

—¿Hacer que Bella se atenga a razones? —solté, algo escéptico. —Pero tú, ¿en qué mundo vives?

—Intentadlo al menos.

Sacudí la cabeza, suspirando. La expresión de Lizzie era de querer pegarle un puñetazo, quizás romperle la cabeza.

—No ahora. —susurró, con sus ojos dorados clavados en ella. —Todavía no. Equivocado o no, esto va a acabar con ella y todos lo sabemos. Si ella no os escucha, os pediré que me matéis en cuanto el corazón de Bella deje de latir.

—No vas a tener que suplicarlo mucho. —Lizzie le ofreció una sonrisa sarcástica.

El atisbo de una sonrisa algo desfigurada le curvó la comisura de los labios.

—Con eso ya contaba.

—Entonces, —hablé, intentando no sonar demasiado cantarín. —tenemos un trato.

Él asintió y le tendió su fría mano. Lizzie resopló y alargó la suya para estrechársela. Luego, se giró hacia mí y lo imité.

—Lo tenemos. —aceptó.

¡Hola, hola! ¿Qué tal estáis? Espero que bien.

Ha llegado el momento que yo, personalmente, esperaba en Amanecer. Cuando Bella está embarazada creo que es cuando se demuestra el lado más caritativo de los Cullen.

Tenía que meter lo de la idea de Edward, la que aparece en el libro y en la peli. ¿Para qué? Para crear drama, como siempre :).

Bueno, ¿Qué os ha parecido el capítulo?

¡Espero que os haya gustado!

Recordad que os espero en Dianne y la piedra filosofal  y en Multifandom One Shots. ¿Cómo sabéis cuando publico algo? Muy fácil. Si me seguís se os notificará de los anuncios que suba a mi perfil, y yo siempre aviso de mis actualizaciones. Así que, aseguraos de seguirme para no perderos ni un capítulo.

Porque ya os aviso de que se viene drama.

Nada más por mi parte, pero ya sabéis que...

¡Nos leemos en comentarios!

~I 👑

|Publicado|: 06/07/2021

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