CURSED LINEAGE «the witcher»

Von a-andromeda

178K 17.9K 21.1K

𝕮𝖚𝖗𝖘𝖊𝖉 𝕷𝖎𝖓𝖊𝖆𝖌𝖊 | LINAJE MALDITO «𝘢𝘮𝘢𝘳 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯... Mehr

CURSED LINEAGE
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV
XXXVI
XXXVII
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
XLII
XLIII
XLIV
XLV
XLVI
ÁREA GRÁFICA
CONÓCELOS
AGRADECIMIENTOS

XXXI

1.6K 193 315
Von a-andromeda


"     Como aventura
solo queda arrimarnos
al horizonte.     "
—Mario Benedetti.






                    Los reyes de Mercibova, acompañados por los príncipes, la maga, el brujo y la compañía de soldados que habían reunido para unirse a la princesa en el viaje, esperaban pacientemente a la mujer en cuestión a la salida del castillo. Esa vez no había un carruaje esperando a la pelirroja, puesto que los caminos que iban a tomar no dejaban posibilidad de usar un transporte grande. Todos tendrían que ir a caballo nada más. Ni siquiera podrían portar las insignias en grandes banderas porque a ojos de las demás personas, aquel no era un viaje oficial y la necesidad de mantenerlo oculto era necesario para su bien.

—No me siento cómodo con esto —murmuró Pierstom, manteniendo su mirada firme hacia el frente. A su lado izquierdo se encontraba Damien, quien lo miró de reojo al escucharlo.

—Al parecer es la mejor opción que han tenido en años.

—¿Pero por qué aparece ahora? —Cuestionó, haciendo un gran esfuerzo por mantener su semblante tranquilo y no llamar la atención de sus progenitores —. Algo no está cuadrando bien. El momento para hacer este viaje parece demasiado precipitado.

El rey amcottense se removió en su sitio, apretando su mandíbula y observando con cuidado sus alrededores. Esa misma madrugada había llegado el mensaje que tanto habían esperado no tener hasta semanas después: Alysion había declarado guerra de forma oficial contra Mercibova y cualquier otro reino que se aliara con ellos. La razón todavía no resultaba muy clara ni con intenciones de que fuera más allá que de la vergüenza, aquella que el reinado de Arnaud ocasionó años atrás sobre su gente, al dejar que su juicio y sed de poder nublara todas sus acciones.

Damien comprendía la razón por la que los reyes mercibonenses habían cedido a tal viaje de un momento a otro. Estaban preocupados de lo que podría suceder con Margery. Aunque ella fuera totalmente inocente en el asunto, su valentía y lealtad para consigo misma formó el rechazo que tanto ofendió al actual rey de Alysion, Eustace.

Su salida del castillo no era más que una manera de protegerla de las primeras consecuencias de la guerra, donde Eliastor y Caitriona temían que usaran a su hija como peón para rendirse ante el alysiano.

En cuanto escucharon unos pasos acercándose al lugar, ambos hombres se giraron para observar a la persona. Era la princesa.

No tenía puesta una ropa que denotara que perteneciera a la realeza. Un sencillo vestido turquesa y guantes del mismo color contrastaba con su pálida piel. Encima del mismo tenía puesta una capa de color rojo y bordados cafés al filo de la prenda, pero que de todas maneras no lograba igualar el brillo de su largo cabello rojizo. Su rostro estaba completamente desprovisto de maquillaje, sacando a relucir sus diminutas y numerosas pecas, haciéndole ver incluso más joven y hermosa de lo que ya era.

Caitriona esperó a que la princesa llegara a ella. Para sorpresa de la mayoría de los que estaban presentes, la mujer de ojos pardo tenía unos guantes puestos que hacían el perfecto juego con el vestido que tenía.

La reina tomó una profunda bocanada de aire, su rostro impasible y sereno, como si mandar a su hija a un viaje incierto no provocara ninguna clase de preocupación en ella. Pero en el segundo en el que Margery la miró a los ojos, distinguió algo más que solo indiferencia. Un brillo extraño que la más joven no supo interpretar, se hizo presente en la mirada de su progenitora una vez ambas conectaron sus orbes con los de la otra.

La mujer de rizos mieles trató de sonreír como hacía con normalidad, para mantener las apariencias y demostrar el infinito control que poseía sobre sus emociones. Pero aquella distinguida máscara de hielo se resquebrajó un poco, una vez una de sus manos revestidas hizo contacto con la mejilla de la pelirroja. El aire alrededor de la princesa se tornó pesado y sintió cómo una cuerdita invisible provocó un jalón en su corazón, una especie de aviso que le abrió los ojos; muchas veces el amor podía ser más silencioso de lo esperado.

Pasados unos pocos segundos, la mujer parpadeó y su rostro se volvió de piedra una vez más, retirando su mano y desviando la mirada.

—Pronto nos veremos, madre —dijo a modo de despedida, sintiendo que el corazón se le saldría del pecho si se descuidaba por medio segundo.

—Sé que así será. —Caitriona asintió, pero no encontró fuerzas para volver a mirar el rostro de su hija.

Margery dio media vuelta y se despidió de su padre, quien sí tenía la preocupación escrita en cada arruga de su rostro. El hombre agarró sus manos y soltó todos los protocolos de protección que tendría que seguir, una vez más. La pelirroja asintió repetidas veces, ya habiendo aprendido el proceso de memoria toda la semana que tuvo para prepararse para aquel día y los siguientes que vendrían para completar la misión.

Cuando el rey la dejó ir un momento después, se giró hacia el patio, donde los soldados, el brujo y hasta Cirilla y Jaskier la esperaban con los caballos ya listos. No obstante, antes de que pudiera dar un paso más para comenzar a bajar los escalones de piedra, alguien se aclaró la garganta detrás de ella. Sus movimientos se congelaron, temiendo encontrarse con cierto pelinegro aguardándola. No sabía qué podría decirle Ivo ahora que no se hubiera encargado de hacer el día anterior, pero lastimosamente debía mantener las apariencias por sobre todas las cosas.

No obstante, en cuanto su mirada se encontró con una esmeralda al girarse, la incomodad que ya se había instalado en su anatomía no hizo más que aumentar en vez de menguar.

—Antes de que partan, quisiera disculparme por lo sucedido aquella noche de hace unos días. —Tomó una profunda inhalación, de seguro, para controlar sus ya notorios nervios —. Fui demasiado descarado y dije cosas que no debía haber dicho. Solo deseaba ser honesto contigo, pero me temo que fui presuntuoso y me sobrepasé.

Ella asintió, aceptando la disculpa, pero no se molestó en poner en palabras el tema. No se sentía en condiciones de ni siquiera pensar en la conversación de esa noche en la biblioteca y le parecía que era mejor así.

—Espero que tu viaje devuelta a Amcottes sea sin ningún percance. —Era posible que el día en el que ella volviera al castillo, Damien podría ya haber emprendido camino hacia su reino.

—Y yo espero que esta no sea una despedida tan larga —comenzó, con una pequeña sonrisa nerviosa, carente de brillo —. Mantente a salvo, por favor.

—Estoy segura que mis acompañantes harán un gran trabajo en eso —trató de tranquilizar, pasando por alto que su inquietud sobrepasaba la de cualquiera —. Además —agregó en un tono bajo para ser solo escuchada por el castaño —, alguien me ha podido enseñar un poco sobre manejar la espada y el arco.

—No lo dudo —concordó asintiendo con la cabeza, una pequeña sonrisa presente en su atractivo rostro —, pero igual me preocupo.

La princesa ladeó la cabeza, no llegando a comprender qué era lo que quería referirse el rey con sus palabras. Al segundo en que él hizo una seña con una de sus manos, Sybilla se acercó a ellos, vistiendo su distintiva armadura, pareciendo lista para partir con la mercibonense. Margery abrió un poco los ojos de la impresión.

—Damien... —susurró.

—Por favor, me sentiré más cómodo sabiendo que estás bajo su protección también.

—Será todo un honor acompañarla, alteza. —La pecosa se inclinó ante ella.

—Gracias —dijo con voz apretada, sintiendo una emoción que no pudo describir en su pecho.

Después de eso, Tom se acercó a ella y volvió a sacar los protocolos que Margery debía seguir en caso de que algo malo sucediera. Enumeró a su vez todas esas posibilidades, tomándose la libertad de ignorar las miradas de desaprobación que fueron lanzadas en su dirección por decir todo aquello en voz alta. También al final concluyó con que no haría su boda sin su presencia, a lo que ambos hermanos se sonrieron, una tratando de enmascarar su preocupación al pensar en la hermana de Ivo y su posible papel en los planes del hombre, y el otro intentando parecer satisfecho con el cambio que su vida había dado en tan solo días. 

Un último apretón de manos fue lo que se pudieron dar entre sí y sus ojos fueron a parar en Johannes de Thorp, quien se encontraba de pie acompañado de algunas integrantes de su Guardia Real. Agetha Riall —alguien que desempeñó un papel importante en sus sesiones de entreno con la amcottesa— la observó desde su sitio con una sonrisa firme y alentadora que le dieron fuerzas. El rey thorpano compartió la misma energía que su comandante, algo que la pelirroja apreció mucho.

Le alegraba poder contar con una amistad que había florecido de forma fluida y confiada, incluso cuando aquello no debió haber pasado.

Después por fin emprendió camino hacia su caballo, en compañía de Sybilla.

El joven soldado Jensen también estaba presente, sosteniendo las riendas del ejemplar para acercarlo a su princesa. El caballo trató de morder al chico de cabello oscuro varias veces, pisoteando sus cascos con irritación sobre la tierra al ser manejado por alguien más que la princesa misma. Era un animal malhumorado y salvaje, pero que de todas formas parecía encontrar su lugar feliz cuando Margery estaba cerca.

Durante la semana previa a ese día, la fémina había tenido diferentes lecciones para prepararse y estar lista a todas las posibilidades que su hermano se había encargado de listar segundos atrás. Todo eso a su vez ayudó a que ella y dicho caballo, que llevaba el nombre de Heron, formaran un vínculo rápido e inesperado. El tener asegurado que la maldición solo afectaba a seres humanos carentes de magia, le dio la posibilidad de tocar al animal por primera vez y siempre se impresionó mucho con la suavidad y el brillo de su negro pelaje, de sentir sus músculos moverse bajo la punta de sus dedos y percibir las inhalaciones o relinchos.

—Gracias Jensen. —Le dedicó una sonrisa al soldado y este le correspondió con una más tímida y las mejillas encendidas.

Por el rabillo del ojo, la mujer notó que el bardo y Ciri se acercaban a ella, por lo que después de dedicarle una última mirada al pelinegro, se giró hacia el dúo. Antes de apresurarse a hablar, Mary llevó sus orbes hacia Geralt, quien parecía estar muy concentrado organizando su equipaje en Roach, pero al parecer lo miró en el momento indicado, puesto que no pasaron más de tres segundos cuando él la observó devuelta. Su irises ámbares parecían brillar en esos momentos, de seguro con la ayuda de la tenue luz del sol de ese día. Sin embargo, fue suficiente para robarle el aliento un pequeño instante.

Se mordisqueó el labio pensativa, sin desviar su mirada de él ni viceversa, haciendo una pequeña competencia disimulada en medio del patio y frente a las narices de todos, algo que en verdad pareció no notarse. El aire que llevaban aquellos últimos espacios de tiempo de preparación para la partida mantenía la atención en diferentes partes, pero menos en dos personas que no hicieron más que detallarse desde sus lugares, con paciencia, con cuidado, con afecto enmascarado y encendido en una sutil conversación de ojos.

Para Margery fue de cierta manera alentador. El hecho de que él no la evitara con rapidez debía ser una buena señal, ¿no es así?

—¿Pudiste hacerme aquel pequeño favor? —Le preguntó al castaño, su corazón pegando un salto por imaginarse las diferentes reacciones que pudo haber tenido el brujo ante sus palabras escritas.

Jaskier posó sus manos en sus caderas.

—Es terco como una mula y está un poco corto de mármol, pero lo logré después de seguirlo a todas partes, atosigándolo hasta que cedió. Malhumorado, pero tomó el pergamino apenas escuchó tu nombre —concluyó con una sonrisa.

Mary hizo un gesto en agradecimiento, sonriendo abiertamente, a lo que él le restó importancia y después pasó su atención hacia la jovencita de cabellos rubios cenizos. Su ceño estaba fruncido y sus labios temblaban, como si intentara evitar hacer un puchero, pero las emociones que trataba de controlar, le llegaron de lleno a la mayor y una suave mirada cruzó su rostro. La necesidad por calmarla y asegurarle que nada malo sucedería comenzó a latir en su interior. Así que, sin preocuparse por si los reyes o cualquier otra persona la viera, tomó las delicadas manos de Cirilla entre las suyas enguantadas y la miró directo a los ojos.

—Todo irá de maravilla, cariño —prometió con aliento, incluso cuando las dos sabían que no era solo para la niña, sino también para la pelirroja.

—Nadie puede saber eso —se quejó, haciendo un tierno puchero.

—Lo que importa es que volveré y por fin podré darte un abrazo sin preocupaciones. —El optimismo podía percibirse en cada palabra, lo que pareció ser suficiente para iluminar el rostro de la más joven en una sonrisa.

—¡Y trenzarás mi cabello sin los guantes!

—Y trenzaré tu cabello sin los guantes —concordó riendo.

Para terminar con las despedidas, Margery pasó una mano rápida por las ondulaciones cenizas y después se giró para subir finalmente sobre Heron.

La princesa dirigió una última mirada hacia sus familiares, quienes no se habían movido de sus lugares al principio de los escalones. Tomó una profunda bocanada de aire para después asentir para sí misma, dándose ánimos de continuar y mostrarse más valiente de lo que en realidad se sentía, pero su semblante cayó un poco a notar la ausencia de dos personas.

Sarai ya no estaba presente y el rey Ivo tampoco parecía estar cerca.

Su cuerpo reaccionó con preocupación extraña, no sabiendo qué pensar al respecto. Sus orbes verdes recorrieron todo el espacio posible en busca de esas dos personas en específico, esperando ver por lo menos un visaje de la cabellera rubia recogida de su amiga, pero no sucedió.

Al final prefirió dejar su paranoia atrás y emprendió camino, siguiendo a Geralt sobre su yegua, quien sería el que marcaría el camino.





En esos momentos lo único que se escuchaba en el camino era el trote de los caballos sobre la tierra y las piedras. El sol de aquel día no era picante ni fuerte, ya que el cielo se encontraba parcialmente nublado, lo que los integrantes de la travesía agradecían mientras cruzaban un campo abierto en dirección al Bosque de Las Sombras, sin romper la formación que habían armado desde que salieron de los terrenos vigilados del castillo.

Mientras que el rivio lideraba la compañía, la princesa le seguía detrás. A su derecha iba la fémina amcottesa y a su izquierda se encontraba el soldado pelinegro que se había ganado también su amistad en cuestión de días. Detrás del cuarteto ya seguía otro grupo de soldados mercibonenses, cuyas armaduras tintineaban con el movimiento continuo.

Margery reconocía y hasta alcanzaba a palpar los nervios que latían en su interior. Entre más cerca se veía del bosque, más preocupada se encontraba, no pudiendo expulsar la sensación de incertidumbre sobre lo que sucedería con ella una vez se encontrara de frente con la hechicera. Eso, teniendo en cuenta si el viaje a través de esa zona que hacía las veces de cementerio para las personas que padecían la maldición, no los hiciese retroceder o huir para mantenerse con vida.

De solo recordar aquella madrugada que fue ataca por esos monstruos, provocaba que un desagradable escalofrío recorriera su columna. Necesitaba una distracción pronto, o ella estaba segura que manejaría las riendas de Heron para que la llevara devuelta al palacio. Incluso el animal daba señales de estar al tanto de su energía inquieta, puesto que comenzaba a compartirla con pequeños movimientos de rebeldía que la pelirroja debía controlar de vez en cuando.

Si continuaban con el ritmo que llevaban desde que habían partido, al atardecer estarían alcanzando los límites del fúnebre arbolado y acamparían. No podían arriesgarse a transportarse a través del mismo durante la noche, incluso a plena luz del día no resultaba una buena opción, pero parecía ser el único camino que había que atravesar para ir en dirección a la misteriosa hechicera.

—¡Nunca he ido al Bosque de Las Sombras! Esto será tan emocionante —suspiró Jensen, trotando en su propio caballo. No era la primera vez que abría la boca y Margery reconocía que eso la distraía por pequeños momentos.

Geralt pareció escucharlo y giró la cabeza sobre su hombro izquierdo, para verlo de reojo con molestia en su expresión. Jaskier no lo estaba acompañando en el viaje, pero parecía haber sido reemplazado por aquel joven soldado, quien no había parado de hacer cortos comentarios durante todo el camino que llevaban hasta el momento.

Por lo menos no tenía un laúd para presumir, ni talento para compartir.

—Sí —gruñó el rivio llevando su vista hacia el frente —, ser perseguido por monstruos es un emocionante plan. —Su respuesta intimidó al pelinegro, quien se encogió en su puesto y evitó avanzar al lado del brujo, lo que provocó una media sonrisa en la princesa.

—¿No es su entusiasmo algo contagioso, señor brujo? —Inquirió la fémina en voz alta, en un corto intento de ella misma distraerse de sus propios pensamientos.

—Es molesto —contestó sin voltear a ver a nadie en específico.

—Lo siento.

—No te disculpes, Jensen —lo tranquilizó la pelirroja, restando importancia a las palabras intercambiadas con el peliblanco en un simple gesto de su mano derecha —. Esperemos que sí sea un viaje interesante.

Pero sus palabras parecieron haber sido soltadas demasiado pronto, cuando comenzaron a escuchar un insistente y alarmante repique de campanas. Heron echó su cuello hacia atrás y se removió con brusquedad ante el ruido. Margery apretó su agarre en las riendas y trató de tranquilizar al ejemplar, dando unas pocas palmadas cerca al pecho del animal.

Murmullos se alzaron entre ellos y se detuvieron. Cuando llevaron sus miradas hacia atrás, buscando la fuente del sonido, la princesa deseó por un momento no haberlo hecho.

Columnas de humo se alzaban a la distancia, cercanas a los muros de los terrenos del palacio y sobre el pueblo más cercano. Lyriton.

—¿Qué está pasando? —Preguntó la pelirroja.

—Hay un ataque —contestó Sybilla, su mirada endurecida en dirección a la conmoción.

Mary jadeó de la impresión, no esperando haber visto aquello, sin llegar a comprender cómo es que sucedía eso cuando solo llevaban unas pocas horas de viaje. Su preocupación de inmediato fue hacia su familia y allegados, su expresión deformándose en preocupación y los latidos de su corazón tomando carrera.

Como si de un cercano llamado se tratara, llevó sus orbes hacia Geralt y se encontró con que este ya estaba mirándola devuelta una vez más. Se quedó callada un momento, logrando leer la chispa de ansiedad brillando en el iris dorado del brujo.

Una conversación tácita compartida fue todo lo que se necesitó.

—Ve.

El rivio permaneció en su lugar con Roach, su mirada inquebrantable sobre ella. Empero Margery se atrevía a saber leer su semblante, de seguro porque compartía la misma preocupación que él: Cirilla. La duda se podía percibir en cada músculo del hombre de armadura negra sin insignia.

—¡Te he ordenado que te vayas! —Lo reprendió alzando la voz —. Llévate tres soldados contigo. Ellos pueden necesitar su ayuda —terminó, refiriéndose al bardo y a la rubia.

—Tienen que llegar al bosque y refugiarse entre los primeros árboles —gruñó el hombre, posando una dura mirada en Sybilla y Jensen —. No vacilen.

—Lo sabemos. Ahora ve —presionó la princesa, tratando que controlar el quiebre de su voz.

Geralt hizo una mueca antes de asentir en su dirección y, sin esperar a nadie, ni siquiera a los guerreros que lo acompañarían, partió en una carrera hacia el castillo. Margery se volvió hacia su gente, les indicó estrictas órdenes para ayudar al brujo a llegar al palacio y luego los dejó ir también.

La pelirroja se quedó quieta, no pareciendo siquiera notar el movimiento insistente de Heron sobre el lugar en el que se había detenido, completamente concentrada en ver el pequeño grupo alejarse de ellos con rapidez. Comenzó a sentir la garganta apretada y las lágrimas picar en las esquinas de sus ojos, pero se obligó una vez más a no dejarse quebrar ante la poca gente que todavía la acompañaba.

—Continuemos, alteza —dijo la amcottesa con cierto tacto, habiendo podido leer con claridad el tormento que la princesa trataba de mantener bajo control —. Es mejor no demorarnos más en este campo abierto. Estamos vulnerables.

Asintió con la cabeza y volvieron a emprender camino en dirección al bosque.

Durante el trayecto, Margery casi no fue consciente del tiempo que pasó ni de lo mucho que habían logrado avanzar. Su cabeza no paraba de darle vueltas a lo que podría estar sucediendo devuelta en el castillo. Su miedo no dejaba de tener planes sobre inundar sus pensamientos con escenarios posibles de cómo todo podría estar mal en el pueblo, de cuántas personas estarían muertas, de cuentas familias habrían sido separadas y destruidas.

Ante el silencio y la mirada perdida que mantenía la pelirroja, Sybilla se sintió incómoda y un malestar cruzó su pecho.

—¿Alteza? —Tanteó con suavidad.

—Si hubiera aceptado la propuesta de matrimonio de Eustace, podría haber...

—¡No diga eso, alteza! —Exclamó Jensen, sin dejar que ella terminara la frase.

Lo sucedido con el rey de Alysion no era ningún secreto y de hecho, era de conocimiento común. Hasta la guerrera amcottesa sabía de ello. El ceño de la pecosa se frunció y su vista no se separó del perfil de la princesa.

—¿No se siente como una represalia? —Cuestionó afligida.

—Claro que es una represalia —respondió la castaña —. No es contra usted, alteza. Es por la humillación de Alysion: fueron castigados y rechazados después de que perdieron en la última guerra y el rey Arnaud fue derrotado por el rey Damien —explicó con firmeza, apropiada de la información —. Todos los reinos se volvieron contra ellos. Es su venganza.

Pero de todas formas, la pelirroja no encontraba la fuerza suficiente para creer por completo en las palabras de Sybilla. De seguro aquel problema recaía en que Margery se había convencido a sí misma que podría haber detenido aquella guerra antes. Incluso cuando no podía comprender, cuando ni siquiera conocía la maldad que corría por las venas del rey alysiano actual, quería creer que convertirse en su esposa habría formado un camino de decisiones distinto, para obtener resultados diferentes y evitar las consecuencias que se presentaban ese día.

Y aun así, sabía que no tenía la valentía suficiente como para estar al lado de un hombre como Eustace.

—¿Qué podría hacer yo ahora? —Preguntó a medias, aunque no fue a nadie en específico.

Solo llevaba una semana aprendiendo a blandir una espada. Aunque fuera extrañamente buena con el arco, eso no representaba ninguna ventaja contra soldados expertos. No podía ir al campo de batalla para proteger a quienes más amaba ni pelear con orgullo al lado de su gente, que con tanto temple se arriesgaba. ¿Cómo podría hacer una diferencia? ¿Acaso su único poder era a través del matrimonio?

Una expresión de compresión y solemnidad apareció en el rostro de la pecosa guerrera.

—Apoyará a su majestad y su alteza —determinó, refiriéndose al rey y al príncipe mercibonenses —. Ayudará y consolará a las mujeres y los niños que sufren la guerra. Hay más formas de ayudar que derramando sangre. Usted, de todas las personas, lo sabe mejor. Solo debe pensar.

Margery y Jensen la miraron parpadeando, atónitos por la severidad tan latente en sus palabras. No había ninguna duda detrás de ellas mientras la mujer habló, con tanta firmeza que la propia princesa dejó de sentir lástima por sí misma. Dejó de pensar en lo que no podía hacer, para así formarse una visión sobre lo que sí tendría oportunidad de hacer. No le era duro saber por qué Damien la tenía en tan alta estima. La amcottense era especial.

En cuanto estuvieron cerca a la primera línea de arbolado perteneciente al Bosque de Las Sombras, una sensación de tranquilidad y esperanza embargó su ser. Estaban lejos del castillo, estaban más cerca a la hechicera, eso representaba un avance en la dirección correcta para la pelirroja. Empero Heron esta vez no compartió lo mismo que su jinete y comenzó a irritarse, llegando a una abrupta parada. Sin importar qué tanto insistió ella en moverlo, el caballo se negaba a continuar.

—Tranquilo, tranquilo —arrulló Mary, creyendo que la razón por la que el animal se encontraba asustado era por la zona a la que se estaban acercando.

Una vez más intentó presionarlo a avanzar y de reojo notó que Sybilla desenvainaba su espada.

De repente se escuchó un silbido y una flecha pasó volando a un lado de Margery, la cual aterrizó en el pecho de un soldado que se había quedado para protegerla. El hombre soltó un alarido y se agarró el pecho ensangrentado antes de caerse del caballo hacia atrás. Luego una red se elevó del suelo entre dos árboles que quedaban al frente, impidiéndoles huir.

Era una emboscada.






Tocó irnos a llorar de la frustración porque todo volvió a irse alv
Geralt se fue a cuidar a la hija, pero dejó a la esposa ahre
La decepción, la traición, hermano

¿Qué les ha parecido el capítulo?
¿Se esperaban que las cosas terminaran así? :o
Recuerden que los capítulos que más tranquilos tienen pinta de ser,
son los más intensos posible xdd

No sé ustedes, pero yo le doy mi corazón a Jensen, a Sybilla y a Heron,
se lo merecen por ser tan espectaculares.

No olviden dejarme sus maravillosos votos.
Muchas gracias por el hermoso apoyo que me anima tanto a continuar.

Instagram: andromeda.wttp

¡Feliz lectura!






a-andromeda

Weiterlesen

Das wird dir gefallen

38.1K 2.1K 30
- Un amor imposible - ¿Incesto? - Un trágico accidente - Un reino reclama a su heredera - Dioses - Amores del pasado Eso, y más serán presentes en "...
234K 32.4K 49
La cantante Rosé vuelve a Corea después de tres años. ¿Su antiguo amor renacerá?
6.3K 461 8
Ella llego como una brisa de mar, refrescando su vida, dándole color a su mundo y enfrentando este mismo juntos. Ella era una chica inocente pero el...
33.5K 2.3K 28
Después de un fatídico accidente las cosas realmente cambiaron... Quédate y descubre lo que pasará con Kevlex y Tn después de todas sus complicacione...