CURSED LINEAGE «the witcher»

By a-andromeda

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𝕮𝖚𝖗𝖘𝖊𝖉 𝕷𝖎𝖓𝖊𝖆𝖌𝖊 | LINAJE MALDITO «𝘢𝘮𝘢𝘳 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯... More

CURSED LINEAGE
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XLIV
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XLVI
ÁREA GRÁFICA
CONÓCELOS
AGRADECIMIENTOS

XXIX

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By a-andromeda

"     Sutil amanecer el
de la noche que
muere en nuestros ojos.     "






                    Por supuesto que Margery no podría concentrarse en nada una vez el sol de la mañana iluminó todo, menos su humor.

Se mordisqueó el labio inferior mientras dejó que Sarai se encargara de terminar de arreglar su vestido de ese día. La cabeza le dolía demasiado y el estómago no dejaba de darle botes, incluso después de que Gauvain prácticamente le ordenara desayunar sin importar qué, aunque algo en su interior le aseguraba que la razón por la que su estómago estaba actuando de esa manera no tenía nada que ver con el vino que se tomó la noche pasada. Ella prefería pensar en eso... o volvería a desesperarse y a morir de culpa por las terribles e inmaduras palabras que saltaron de sus labios en un momento de enojo.

Soltó un suspiro, esperando que así la tensión abandonara su cuerpo, pero fue más que claro que no funcionó. La corta mirada que le dirigió la rubia a través del espejo se lo terminó de confirmar. No solo se sentía cansada, sino que hasta se veía enferma y pudo notar la compasión brillar en los irises azulinos de su amiga. Al final no había podido dormir y solo estuvo acostada en la cama hasta que la sirviente ingresó a ayudarle a dar por iniciado un día que ella no quería afrontar.

—¿Lograste escuchar algo sobre lo que los reyes desean hablar conmigo hoy?

La mujer detuvo sus movimientos sobre los lazos de la prenda y sus miradas conectaron una vez más en el espejo que estaba enfrente de la anatomía de la princesa. El vestido que llevaba esa mañana no era tan sencillo como habría esperado. Los tonos de las mangas y la falda eran azules oscuros, resaltando así sus hebras rojizas largas y onduladas. Su tronco estaba envuelto en un tono poco más claro, acompañado de detalles en plateado y gris que se mezclaban con facilidad entre las telas y los cocidos. 

—No, alteza —contestó, desviando la mirada y terminando de concentrarse en su labor. Margery frunció su ceño con levedad, encontrando aquella actitud en Sarai extraña —. De seguro tiene que ver con la maldición —ofreció como opción, terminando de arreglar la tela para así alisarla con cuidado sobre el cuerpo de la princesa.

—O un prometido —agregó con amargura.

—¿Todavía no sabe con quién desea casarse? —Preguntó con genuina curiosidad después de quitarse los guantes que usaba para vestir a la pelirroja, aunque no se atrevió a mirar a su princesa al rostro y de hecho, le dio la espalda para ir a organizar algo al azar en los aposentos. Agradecía en su interior haber terminado de arreglarla tan pronto.

La joven mujer de irises verdosos se giró para mirar a la rubia, no sabiendo bien qué era lo que sucedía con ella. Quería ayudarla de alguna manera, pero si ella no le abría la puerta, Mary no podría hacer nada al respecto. Necesitaba confiar que cuando el momento que Sarai considerara el indicado, hablaría con ella sobre lo que fuera que la tenía en esas actitudes tan raras. Nunca antes se había sentido tan alejada y a oscuras con respecto a lo que sucediera en la vida de su amiga. Habían crecido juntas —teniendo en cuenta la cercanía que fue permitida durante la niñez y adolescencia de Margery, la cual fue casi nula—, por lo que se conocían bastante bien. ¿Qué era lo que estaba mal?

—No —contestó con simpleza, a sabiendas de que no podía presionarla a hablar de algo que no parecía querer aún, así que dejó que el tema se centrara en ella, por más que le incomodara.

Sarai asintió a sus palabras, pareciendo más atenta de lo que seguro quería demostrar.

—En La Corte hablan, como ya sabe —dijo la mujer de orbes azules moviéndose alrededor para arreglar lo que en realidad no necesitaba arreglo, como si estuviera buscando maneras de ocuparse en medio de la conversación. Eso descolocó aún más a la princesa, porque ni siquiera hacía leves contactos visuales como solía en el pasado, meros días atrás —. Muchos dicen que la han visto cercana al rey de Timatand. ¿Lo estaría considerando como opción?

Margery ladeó la cabeza sin quitar sus ojos de ella, tratando de controlar la mueca de disgusto que se formó en su rostro apenas pensaba en ese hombre. Caminó hasta sentarse en el mueble que siempre dejaba frente a la ventana, no sin antes tomar la figura del lobo en madera en una de sus manos. Automáticamente, sus dedos juguetearon con la misma, pero de una manera relajada, donde casi ni le ponía atención a sus movimientos, porque ya estaba familiarizada con el peso, la forma y la textura. Ni siquiera los guantes parecían poder impedir en ello.

No quería mentirle a una persona que en verdad consideraba como una amiga y las mas cercana, pero no le quedaba de otra. No podía revelar la razón por la que pasaba tanto tiempo con Ivo, mucho menos podía dejarle creer que esperaba casarse con él. Aunque quizás la princesa se hacía una idea de un matrimonio infeliz y ausente de amor, tampoco esperaba el tormento que de seguro conseguiría si se convirtiera en la esposa del hermano de Nimia.

—Solo hablamos —respondió, encogiéndose de hombros —. Él no busca una esposa y yo no lo veo de tal manera.

Las manos de la rubia temblaron y sus pies se removieron en su lugar. No pasaron mucho segundos cuando de repente se volvió de golpe hacia la pelirroja. Una mirada de susto presente en su cara ahora pálida, que alertó a la princesa.

—¿Sarai? —Pronunció con preocupación, su espalda enderezándose con atención.

—Princesa, yo...

Sin embargo, sus palabras quedaron tragadas en cuanto unos firmes golpes en la entrada se escucharon. La sirviente cerró la boca y apretó los labios, negando con suavidad con su cabeza y se apresuró a abrir las puertas. Margery se quedó quieta en su sitio, preocupada por la expresión que encontró en su amiga y odiando con franqueza que hubiesen sido interrumpidas en tal momento.

—Su alteza. —El hombre hizo una reverencia con una media sonrisa, una vez ingresó —. Los reyes la esperan en el salón del trono.

La fémina asintió y se levantó de su sitio. Dejó que el lacayo se retirara para así poder dirigirse una última vez a su amiga.

—Hablaremos después, ¿está bien? —Inquirió con dulzura, esperando así demostrarle que no debía temer confiar en ella.

Sarai inhaló con fuerza y asintió sonriendo, a pesar de que esa sonrisa no llegó siquiera a acariciar sus cansados ojos azulinos.

La princesa salió al pasillo y, después de que la rubia dejara las puertas de la habitación cerradas, juntas emprendieron camino, Sarai varios pasos detrás de la princesa.

Una vez llegó al salón en donde se encontraría con sus padres, tuvo que domar su expresión de sorpresa al encontrarse con más caras de las esperadas. En sus lugares se encontraban Eliastor y Caitriona, a un lado de ellos estaban Pierstom y Nimia, al comienzo de los escalones de los tronos. Al nivel más bajo, que era en el que ella se encontraba, no solo estaban Geralt y Blanche ahí, también se encontraban Cirilla, Jaskier, el rey Johannes, Damien, Ivo y unos cuantos soldados e incluso unas guerreras thorpanas. Margery hasta pudo distinguir entre el gentío la cabellera de rizos castaños de Sybilla, cerca de su rey y atenta a todo a su alrededor. Era claro que se tomaba muy serio el papel de proteger al monarca de Amcottes.

Caminó hasta estar lo suficientemente cerca del numeroso grupo de personas, saludando como debía, tratando de mantener la confusión limpia de sus rasgos cansados. Miró de reojo a cierto hombre de irises ámbares y trató de pasar por alto la punzada de culpa que la atravesó una vez comprendió que este nunca le dirigiría una corta mirada, una tregua. Tragó saliva con cierta dificultad y alzó un poco el mentón, buscando el control que había perdido con tan solo verlo ignorarla de nuevo.

El momento que más había querido atrasar estaba sucediendo: demostrarle a todos que estaba bien. Su papel consistía en complacer el ojo ajeno antes que el suyo, su progenitora lo había dejado bastante claro en varias ocasiones; no solo en palabras, pero con acciones. Era imprescindible cumplir con ello porque de esa manera, no sería vista como alguien débil. La debilidad era un pecado que no podía permitirse en La Corte, mucho menos en la situación que la estaba envolviendo.

—Tenemos grandes noticias que discutir sobre la maldición, hija mía —comenzó a hablar Eliastor. Una expresión ansiosa estaba presente en los rasgos de la reina, quien miró a su esposo de reojo y él le correspondió cortamente.

—Eso es... parece ser alentador, padre —corrigió con dubitación, lanzando de nuevo una rápida mirada a Geralt y a Blanche, sintiendo su corazón estrujarse en su pecho ante esa idea recién expuesta.

—Hay una manera de poder romperla —soltó Caitriona, una mirada extraña en sus ojos que dejó congelada a la princesa en su lugar.

El aire se le quedó atascado en la garganta al escuchar a la reina. Parpadeó varias veces seguidas, esperando que el escenario que tenía ante sus orbes desapareciera de un segundo a otro y se encontrara una vez más en la Torre Norte. Miró los rostros de las personas que se encontraban más próximas a ella, buscó los ojos de su hermano mayor, fue a por los de la maga, trató de leer la expresión del rivio y por último volvió a mirar a su madre. Nunca antes había recibido tal tono de confirmación, ni siquiera cuando los reyes le anunciaron que habían contratado a un brujo para tal trabajo.

"—También creemos que en esas criaturas, natales de esa zona, podrían ser la clave para romper la maldición."

Esas fueron las palabras de la maga semanas atrás. En el fondo Margery no las había creído por completo y, de todas maneras, encontró la forma de tener esperanza. Empero ese presente día había algo diferente flotando en el aire. Certeza mezclada con una incomprensible ansiedad.

¿Acaso eso no era lo que había soñado tiempo atrás cuando era solo una niña? Recibir una buena noticia que aseguraría un buen futuro para ella era algo que había esperado muchos años. Sus sueños infantiles habían tenido que madurar bajo la esperanza de que tenía arreglo, que no estaba rota y que de seguro ya no lastimaría a ningún otro inocente. ¿Por qué de repente parecía ser terrible la idea de liberarse de la maldición ahora?

—¿Hay alguna manera de poder asegurarlo? —Preguntó, manteniendo un tono suave, pero firme. Había sido casi un milagro que su voz no temblara al hablar —. No es la primera vez que escucho eso y ya me he hecho la idea de que tal vez no sea la última.

Un escalofrío le recorrió la espalda y erizó los vellos de su nuca, al darse cuenta el peso que sus últimas palabras provocaron en sus familiares.

—Es diferente, su alteza —intervino Blanche, haciendo que Margery la mirara de repente —. La Maldición del Naranjo Seco demuestra un origen muy claro de protección, y que justo eso es la respuesta que siempre se ha buscado.

—Creí que los monstruos del Bosque de Las Sombras serían la respuesta.

Ante la palabras de la princesa, Eliastor bajó los pocos escalones que lo separaban de su hija y se acercó. Margery lo observó con impresión imposible de ocultar con rapidez, puesto que muy pocas veces el rey se acercaba de aquella manera a ella. No lo había tomado como algo personal, se había acostumbrado a que las personas mantuvieran su distancia y ella hacía lo mismo con la suya. Era un acuerdo silencioso. Pero en esos momentos, ella pudo ver en el lenguaje corporal de su progenitor, que no estaba ahí presente en forma de monarca como todo el arreglo de la situación lo presentaba.

Estaba ahí como un padre.

Una visión rara y casi ajena para la pelirroja.

—Creemos que hay una hechicera en el bosque que es responsable de la maldición, pero es resguardada por aquellos monstruos —le explicó con suavidad y acto seguido tomó las manos enguantadas de Margery entre la suyas —. Hay que llegar a ella.

Margery entre abrió los labios al darse cuenta que respirar solo por la nariz no era suficiente..

Se tomó unos segundos, desviando sus ojos hacia los presentes y tuvo que mirar más de una vez a la reina, cuya aflicción era latente en cada parte de su anatomía. Tom no lucía mejor tampoco, su semblante era serio y preocupado. Luego miró a los demás presentes, tratando de ocultar su incomodad en medio de un momento que encontraba tan íntimo y pudo diferenciar cierta compasión en Johannes y Damien. En Ivo no supo qué nombre poner a la expresión que tenía en su rostro y no fue capaz de dirigir una mirada directa a Nimia.

El silencio que siguió a todo lo anterior comenzó a ser ensordecedor y las ganas de romperlo fueron inevitables. Más aún cuando comprendió a qué se refería el rey con sus últimas palabras.

—Llegar a ella... —Repitió, sus ojos comenzando a cristalizarse —. Yo tengo que ir a ella —concluyó.



Los latidos de su corazón casi ni dejaban que pudiera escuchar algo más allá de lo que la rodeaba. Sus pasos apresurados a través de los pasillos del castillo hacían eco, gracias a los constantes golpes que daban sus zapatos contra el suelo. Se pasó una mano enguantada por la frente, queriendo eliminar cualquier rastro de sudor y no se dejó desviar por nada del mundo de su meta. La tenía clavada entre ceja y ceja. La tenía definida apenas se dio un tiempo para analizar lo que sus padres le habían informado.

Estaba decidida a que no iba a ser un peso muerto en una travesía que la involucraba centralmente a ella. No iba a dejar que personas murieran por transportarla sana y salva hacia el bosque y devuelta al palacio. Tenía que hacer lo necesario para poder aportar, necesitaba ser de ayuda o de lo más seguro es que enloquecería. La sensación de debilidad era algo con lo que ella prácticamente había crecido. La inutilidad, su imposibilidad de ser de ayuda. Ahora quería asegurarse que aquello tomara un cambio para bien.

En cuanto sus ojos divisaron las puertas que la llevarían al exterior y a los establos, una persona no dudó en casi lanzarse en su camino para interponerse.

—¡Jaskier! —Exclamó deteniendo su carrera de forma abrupta. Abrió sus ojos con sorpresa y se tomó unos segundos para calmar su respiración y acelerado latidos por el susto.

Una nerviosa sonrisa se curvó en los labios del castaño. Miró de reojo hacia atrás, antes de volver a centrarse en la fémina.

—¡Su alteza! No sabía que estaba caminando por estos lados. Qué coincidencia.

Margery resopló y se cruzó de brazos, incapaz de creer ninguna palabra que brotaron de los labios del bardo.

—Creí que los artistas como tú sabían endulzar mejor sus palabras.

—Y yo creí que las princesas no tenían una mirada asesina, pero creo que los dos nos equivocamos —comentó encogiéndose de hombros, más su actitud festiva menguó al ver la expresión de la pelirroja —. Pero es una mirada hermosa, tú eres hermosa y siempre lo serás. ¿Ya te enseñé la nueva balada que he compuesto sobre tu belleza? Estoy seguro que te encantará.

—Jaskier —le cortó la fémina, tratando de no sonar tan brusca. No recordaba ningún momento en el que el castaño jugara con su paciencia —. En estos momentos no tengo tiempo para ello, tal vez después.

Dicho eso, trató de esquivarlo para salir, pero una vez más, el hombre se interpuso entre ella y su destino. Esa vez Margery no pudo detener el resoplido de exasperación y terminó o
Por poner sus manos en sus caderas, una expresión severa volviendo a dominar su cara.

—Este no es un buen momento para ver a Geralt, princesa —dijo él entre dientes y mirando a los lados para asegurarse que no sería escuchado por nadie más.

La princesa frunció el ceño y parpadeó. La había tomado completamente desprevenida con aquellas palabras.

—No voy a ir a ver al brujo —respondió malhumorada.

—¿Ah no? —Inquirió alzando las cejas —. Entonces es por eso que la cabeza dura de Geralt está enojado —analizó con una mirada pensativa.

Margery soltó un suspiro y descruzó sus brazos, una mueca de rendición formada en su rostro. Inevitablemente, su mente se encargó de recordarle todo lo vivido la noche pasada. Rememoró el toque del rivio sobre su piel, sus labios, su olor, su intensidad, hasta sus propias palabras que acabaron de golpe con todo lo anterior. Había creído que el alcohol le ayudaría a olvidar o siquiera menguar los recuerdos de ayer, pero en realidad parecían sólo haber sido intensificados, sobre todo estando sobria.

La sensación de culpa y arrepentimiento resultaba tan grande que a veces le sorprendía que pudiera tenerla guardada en su cuerpo.

—Es mi culpa —le informó con sequedad y una vez más trató de rodearlo para salir del castillo.

Esa vez Jaskier no le interrumpió y, en vez de dejarla sola, comenzó a caminar a un lado de ella a la misma velocidad.

Tal vez no había tenido la oportunidad de compartir tanto con la princesa, pero sentía que de cierta manera la conocía gracias a todo lo que Sarai le contaba de ella. No tenía razones para temerle como en un principio sucedió y tenía razones de sobra para querer ayudarle. Justo en ese momento, parecía que la mujer necesitaba alguien con quien hablar, a pesar de no mostrar que en realidad tenía deseos de confiar en alguien.

No podía presionar porque aquel no era su lugar de hacerlo, pero al menos sí podría ofrecer una mano amiga, en caso de que la mujer decidiera aceptarla.

—No lo creo. Geralt siempre tiene la culpa y, en caso de que en verdad no sea así, siempre es mejor pretender que sí —le contó con ánimos de levantar su humor.

Margery lo miró de reojo y analizó sus palabras. Pasados unos pocos segundos, después de captar la invitación del bardo, dejo de caminar y lo enfrentó. Los ojos del castaño se iluminaron al verla aceptar su oído como fuente de apoyo a sus preocupaciones.

—Es injusto que Geralt crea que quiero estar con él solo porque puedo tocarlo sin que se muera por la maldición —soltó de golpe, ganándose la atención del Jaskier por completo, haciéndole preguntarse en su fuero interno por qué el brujo tenía que ser tan ignorante en ciertos aspectos —. Eso formó un argumento al respecto y... dije algo horrible —terminó negando con la cabeza, avergonzada de su propia reacción.

—Bueno, eso no suena tan trágico como creí —comentó tratando de aminorar la importancia al tema, con esperanzas de poder hacer que la princesa lo viera con otros ojos.

La pelirroja cerró los ojos y miró hacia el cielo, buscando alguna clase de amparo que jamás llegó.

» Pero —volvió a hablar Jaskier, provocando que orbes verdosos se clavaran en los suyos una vez más —. Tienes la suerte de estar hablando con alguien que tiene bastante experiencia en temas amorosos.

—No voy buscar romance al azar de otros hombres, es imposible —advirtió alzando una ceja. Nadie era ajeno a las andanzas del castaño en el castillo. Ni siquiera Sarai. En eso se parecía bastante a su hermano mayor.

—Está bien, segunda opción —ofreció sonriente y orgulloso.

—Teniendo en cuenta que la discusión se formó después de tomar alcohol, no lo haré ahora.

El bardo hizo un sonido de queja y luego bufó, luciendo entretenido con la discusión.

—Entonces tercera opción.

—No sabía que había una tercera —expresó ella ladeando la cabeza —. Mi hermano y tú son bastante parecidos, tomándome el atrevimiento de decírtelo. La verdad no creí que pasaría algo más después de tomar.

—¿Qué es lo que enseñan los padres a sus hijos hoy en día? —Preguntó el hombre desviando su mirada hacia todas partes, como si le estuviera preguntando a la nada misma y a todo el mundo a la vez. Luego volvió a conectar su mirada azul con la de la fémina —. Disculparse, genuinamente —acentuó —. Y hablar sobre lo que les está molestando a los dos.

Una mirada de desasosiego se presentó en la princesa. Claro que había considerado esa opción, pero no se sentía con el suficiente derecho de ser siquiera escuchada. No sabía cómo mirarlo por más de dos segundos y dudaba que él quisiera estar en un mismo lugar que ella. Margery tenía el don de saber cuándo las cosas estaban arruinadas y, el ejemplo más claro, lo tenía ante ella.

Geralt podía disculparla, pero quizás nunca más la vería con otros ojos.

Le dedicó una triste sonrisa al bardo y le agradeció en voz baja. Después de todo, quizás lo que ella había necesitado había sido oír lo que ya sabía, pero que aún no se atrevía a hacer.

Antes de que alguno pudiera decir algo más, una cabellera de rizos castaños se llevó su atención y, después de una rápida y corta despedida con Jaskier, se dirigió hacia la mujer que había estado buscando con anterioridad. Sybilla.






Un capítulo de transición por ahora, pero que de igual forma ha puesto las cartas sobre la mesa para lo que se viene :ooo ¿alguna idea de qué sucederá a continuación?

Me huele a muerte... digo, aventura xdd

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Muchas gracias por los votos y comentarios, me alegran mucho la existencia :)
El fin de semana estaré contestando los comentarios ^^

¡Feliz lectura!






a-andromeda

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