Después de todas sus clases, Roxy fue a la biblioteca, sabía dónde estaban las cocinas, así que no tenía que temer pasar hambre. Su padre les había contado todo sobre los escondites secretos, las cocinas, incluso cómo llegar a Honeydukes. No había podido concentrarse en sus clases, la conversación con su tío Remus no dejaba de dar vueltas en su mente. Roxy eligió un libro y se acomodó en su lugar solitario favorito. Abrió el libro pero no lo leyó, sus pensamientos se dirigieron a Harry. Había estado muy amargada y enfadada con él, pero Remus le había hecho ver las cosas desde su punto de vista. Cambió su perspectiva sobre todo irremediablemente. De sí misma, de sus padres, y sí hasta de Nick por extraño que parezca. Su hermano, su hermano mayor estaba a días de convertirse en el maestro de Pociones más joven del mundo. Trabajó tan duro, asistiendo a Hogwarts y obteniendo su Maestría, habiendo recibido una Orden de Merlín, por su trabajo en la comunidad de Pociones, seguramente era alguien a quien ella debía admirar. Ella quería a Nick, de verdad, pero él era... bueno, normal a pesar de lo que había pasado antes de que ella naciera. Había sobrevivido a la maldición asesina, pero era normal, como todos los demás en Hogwarts. Harry, sin embargo, no era normal, era poderoso, inteligente, y ella realmente quería seguir sus pasos. ¿Cómo podía cambiar tanto una conversación para que de repente quisiera ser como Harry?.
Pasó horas allí, con la mirada perdida en el libro, tratando de dar sentido a sus pensamientos y sentimientos. Ni siquiera se dio cuenta cuando todos se fueron a cenar. Admitió que no estaba llegando a ninguna parte. Sin embargo, había algunos puntos de los que estaba segura: estaba enfadada con su madre. Su tío Remus había dicho que estaba bien, y siempre tenía razón. Ella siempre querría a su madre, al fin y al cabo era su madre. Sin embargo, la rabia de Roxy superaba el amor que sentía ahora mismo. Lily había hecho algo malo, ¿por qué no había pensado en las consecuencias? Sobre todo en lo que les pasaría a ella y a Nick si acababa en Azkaban. Desde que tenía uso de razón su madre se había preocupado por lo que el mundo pensaba de ellos, luego tuvo que hacer lo peor de todo. Su padre estaba muy enfadado con su madre; no estaba segura de lo que pasaría cuando Lily saliera.
-Debería haber sabido que te encontraría aquí-, comentó su padre con ironía, sacando a Roxy de sus pensamientos. Roxy levantó la vista sorprendida, él seguía con su túnica de Auror, ¿había hablado ya Remus con él? Ya no estaba segura de qué pensar.
-Hola papá-, dijo Roxy insegura.
-Creo que tenemos que hablar ¿no?- dijo James mirando a su hija medio triste medio exasperado. -Ven, vamos a un lugar privado-.
-De acuerdo- dijo Roxy, siguiendo a su padre; él la condujo hasta las habitaciones que Lily había estado usando cuando era profesora.
-¿Tix?- llamó James sentándose, esperando expectante la aparición de un elfo doméstico. Su hija no había comido desde la hora del almuerzo, y él quería asegurarse de que tuviera algo adecuado en el estómago. Había fallado mucho; no iba a permitir que la salud de su hija se deteriorara por sus acciones. Al parecer, justo cuando creía que las cosas iban a mejorar, más y más de sus fechorías le escupían a la cara. La reprimenda que acababa de recibir de Remus lo atestiguaba, se preguntaba si sería un padre decente incluso ahora. Sin embargo, él era todo lo que Nick y Roxy tenían, así que tenía que hacer todo lo posible.
-¿Si señor?- preguntó Tix haciendo acto de presencia, inclinando sus orejas planas mientras esperaba que el mago hablara, ansioso.
-¿Puede traernos la cena a los dos, por favor? Me temo que nos la hemos perdido- dijo James, por primera vez en su vida no exigiendo algo sino pidiendo. Los elfos domésticos de la mansión Potter habían sido liberados todos, Lily no lo había aprobado y, por supuesto, James había hecho lo que Lily quería. Los elfos liberados habían llegado a Hogwarts. No le extrañaría que Tix fuera uno de los descendientes de sus elfos liberados, a juzgar por su comportamiento. Sencillamente, estaba aterrorizado, a juzgar por sus temblores. Nunca había abusado de un elfo doméstico, jamás.
-Sí, señor-, dijo Tix aliviado, no podría haber salido de allí más rápido aunque lo intentara.
-Lo siento mucho, Roxy-, dijo James mirando fijamente a su hija de doce años, a la que había fallado tanto en los últimos quién sabe cuántos años.
Roxy se limitó a mirarlo con clara aprensión.
-¿Por qué no dejaste que el sombrero te clasificara en tu propia casa?- preguntó James, cuando era evidente que su hija no iba a hablar.
La aprensión de Roxy se convirtió en incredulidad, incapaz de creer lo que acababa de salir de la boca de su padre. -¿Después de la forma en que ambos reaccionaron a la clasificación de Harry?-.
Ella había estado allí, cuando recibieron la carta de Nick, se habían jactado con orgullo, radiantes de haber sabido que Nick terminaría en Gryffindor. Su pequeño héroe, como si hubiera estado destinado a otro lugar. Luego leyeron el resto de la carta y descubrieron que Harry no había sido puesto en Gryffindor también. Habían chillado al ver cómo Harry había mancillado el apellido Potter, tampoco había sido el último. Se habían horrorizado cuando Nick les dijo que Harry podía hablar con las serpientes. Su peor reacción, con diferencia, fue cuando descubrieron que a Harry le gustaban los chicos, y que salía con Krum. Era extraño, se habían enfurecido más por la persona con la que salía Harry que por el hecho de que fuera gay. Roxy se había quedado perpleja, porque sabía que sus tíos eran gays, así que ¿por qué esa reacción? Ahora se daba cuenta de que siempre habían sido muy irracionales cuando se trataba de Harry.
James asintió cansado, dándose cuenta de que ella tenía un buen punto. -¿Quieres estar en Ravenclaw, Roxy?-.
-Sí-, respondió ella con sus ojos marrones llenos de una silenciosa súplica.
-De acuerdo, hablaré con el director mañana por la mañana y haré que te reasignen-, dijo James en voz baja. -¿Hay algo más de lo que quieras hablar?-.
Tix reapareció colocando una bandeja de comida en la mesa entre padre e hija antes de marcharse.
James le pasó un plato de comida a su hija y uno para él sintiéndose cansado, no sólo física sino mentalmente.
-¿Por qué no nos dijiste que Harry había devuelto el dinero y las casas?- preguntó Roxy en voz baja. Era lo que más le molestaba, por eso había condenado tanto a su hermano últimamente. La hacía sentir culpable, y no era una emoción que le gustara mucho. Al crecer siempre había sido feliz, nada le molestaba en absoluto. Había conseguido todo lo que había pedido, pero últimamente había experimentado muchas emociones que desconocía.
James miró fijamente a su hija, preguntándose cómo decírselo, parecía muy perturbada porque no se lo había dicho. -No pensé en decir nada; sólo estaba aliviado de que tuviéramos un lugar donde quedarnos cuando Hogwarts terminara. Como Lily ya no trabaja aquí, no sería posible que nos quedáramos. Ya hemos gastado demasiado la generosidad de Dumbledore. La Mansión Potter nos mantendrá a salvo, nadie sabe dónde está-, ni siquiera Pettigrew lo había sabido, sólo Sirius porque había vivido con ellos durante años.
-¿Qué va a pasar con mamá?- preguntó Roxy.
-¿Qué quieres decir?- preguntó James mirando inquisitivamente a su hija.
-¿Seguirán juntos?- preguntó Roxy.
-No lo sé, cariño-, dijo James con una mirada torturada cruzando su rostro, ensombreciéndolo con incertidumbre.
Roxy jadeó y sus ojos se abrieron de par en par, obviamente no era la respuesta que esperaba.
-Seguirás viéndola, Roxy. No te preocupes por eso, seguirá quedándose con nosotros- dijo James, -al menos hasta que pueda conseguir un lugar propio y salga de la libertad condicional-.
Roxy asintió en señal de comprensión, comiendo su cena mientras lo hacía, su estómago refunfuñaba haciéndole saber que no estaba contento. Últimamente se había saltado las comidas más de lo debido. Había estado demasiado enferma y preocupada por todo como para comer mucho. Ahora, sin embargo, se encontraba hambrienta, y se puso a limpiar su plato mientras ella y su padre se relacionaban un poco más. Hablando de asuntos más seguros, de momentos más felices que no involucraban a Nick, Harry o Lily. Era algo que debería haberse hecho hace mucho tiempo.
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-¡Me lo prometiste!- dijo Nick bajando las escaleras no muy lejos de la Torre de Gryffindor, había estado a punto de ir a buscar a su padre. Parecía que no era necesario, ya que su hermana y su padre estaban allí.
-¿De qué hablas?- preguntó James mirando fijamente a su hijo, la había estado acompañando a la torre de Gryffindor, y bien podría ser su última noche aquí. Se hacía tarde y casi era el toque de queda, a no ser que los horarios hubieran cambiado desde que él estaba allí, pero lo dudaba mucho. El mundo mágico no se adaptaba bien a los cambios.
-Me juraste que no tendría que entrenar hasta que me sintiera mejor- dijo Nick a punto de llorar de frustración y traición.
-¿Entrenar?- afirmó James; tenía una extraña sensación de hacia dónde iba esto ahora.
Nick respiró profundamente, dándose cuenta de que su padre podría ni siquiera saber que le había puesto un trozo de pergamino en las manos, con los ojos brillando de desesperación. Quería entrenar; quería ser bueno, poderoso y capaz de librar sus propias batallas, pero no ahora. Su magia todavía se sentía bastante inestable. No hacía demasiada magia por miedo a acabar con su núcleo dividido de nuevo. Había sido la experiencia más horripilante de su vida, y sí, incluso contra la vez que había visto a Quien Tú Sabes revivido por Pettigrew. El miedo a que no se reconectara y a lo que le pasaría le había incapacitado. La idea de quedar como un squib, después de haber sido educado como mago, de usar la magia, de conocer su tacto, lo dejó paralizado. ¿Ahora Dumbledore quería entrenarlo de nuevo? Después de lo que pasó antes. Pues sencillamente no quería.
James abrió la carta y leyó la misiva maldiciendo mentalmente. Había advertido a Dumbledore de lo que pasaría si lo presionaba. Sin embargo, aquí estaba diciéndole a su hijo que fuera a su despacho mañana después de la cena, que continuaría con las lecciones. La exigencia de no decírselo a nadie le dejó frío y furioso. ¿Dumbledore trataba de mantener a su hijo callado? Se quedó allí jadeando de rabia, con la carta apretada en el puño. ¿Qué hizo? ¿Cumplir con su amenaza y demostrarle que no se podía jugar con él o simplemente ir a su despacho y advertirle? Sabía que no lo detendría, Dumbledore era el mago más testarudo que había conocido. Tenía que serlo después de todo lo que había pasado por dos guerras, y actualmente era una figura por tercera vez.
-Recoge tus cosas, nos vamos- dijo James con determinación, sus hijos eran lo primero, antes que esta estúpida guerra, antes que Dumbledore y antes que la Orden. -Roxy puedes venir o quedarte, igual me aseguraré de que entres en Ravenclaw si es lo que deseas-.
-¿Ravenclaw?- preguntó Nick sin sorprenderse, era muy estudiosa, al igual que Harry.
Roxy se quedó mirando con los ojos muy abiertos entre ambos, sorprendida por el ultimátum que su padre acababa de dar.
-Anda, Nick. AHORA!- dijo James, no aceptaría un no por respuesta. Él mismo entrenaría a su hijo; trabajaría menos si fuera necesario.
Nick saltó y subió las escaleras murmurando la contraseña y consiguiendo entrar en la sala común.
-Roxy la elección es tuya cariño, ¿qué te gustaría hacer?- preguntó James.
-¿Puedo quedarme?- dijo ella.
-Sí, si es lo que quieres. Seguiré viéndote, esta es la sede de los aurores hasta que se arregle el edificio del Ministerio-. Le recordó James en voz baja.
-De acuerdo-, dijo Roxy, tenía la intención de escribirle a Harry, aunque fuera para decirle lo mucho que lo sentía, prefería hacerlo desde Hogwarts que desde la Mansión Potter. Además le gustaba estar aquí, a pesar de no tener muchos amigos. Frankie había vuelto, lo había visto por la tarde, esperando para entrar en Encantamientos después de que se fueran. Entendía cómo se sentía él, bueno más o menos, habían sido amigos durante años, y ella quería recuperar eso. De hecho, estaba decidida a hacerlo. No quería quedarse sin amigos como Hermione Granger, que siempre estaba sola en la sala común o en la biblioteca, tampoco hablaba mucho con nadie en el Gran Comedor.
-Listo-, dijo Nick bajando corriendo las escaleras y deteniéndose junto a su hermana y su padre. -¿No vienes Roxy?-.
Roxy movió la cabeza negativamente, -Me quedo- dijo.
-Ten cuidado- dijo él antes de abrazarla, James se unió al abrazo y por primera vez en mucho tiempo, Roxy se dio cuenta de que no estaba tan sola como creía.
-Remus está aquí para ti si lo necesitas ¿vale?- dijo James.
-Lo sé-, dijo Roxy sonriendo ligeramente.
-Ahora vayamos al despacho de Dumbledore, para que te reseleccionen- dijo James mirando a Roxy antes de volverse hacia Nick y añadir -Y tú de vuelta a casa-. Con eso los tres Potter comenzaron a caminar con una determinación que ninguno había sentido en mucho tiempo.
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-¡Entra!- gritó Dumbledore sonando cansado, lo que hizo que James, sintiera una punzada de culpabilidad, pero la apartó rápidamente. Recordándose a sí mismo lo que estaba a punto de hacerle a su hijo y la ira se renovó.
-Ah, James, ¿qué puedo hacer por ti esta noche?- preguntó Dumbledore mientras aparecían mágicamente más cartas y pergaminos sobre su escritorio. Los miró mentalmente gimiendo de exasperación. Desde que había empezado la guerra, las exigencias habían sido mucho mayores de lo que estaba acostumbrado. Podía estar despierto toda la noche y aún así terminar con más de lo que podía manejar. Minerva también tenía su parte, pero al ser profesora y jefa de casa le resultaba mucho más difícil seguir la correspondencia, así que la mayoría iba a parar a su escritorio.
-Roxy está aquí para ser reseleccionada- dijo James impasible.
-Ya veo-, dijo Dumbledore con un brillo menor, nunca había visto a James sonar tan... impasible. Incluso con Harry había mostrado algo de emoción, no estaba dando nada en absoluto. Además, acababa de perder a su mujer en la prisión de Azkaban, no era un momento fácil para él y Albus se solidarizaba con él. Había perdido a su propio padre en Azkaban; comprendía a Roxy y a Nick más de lo que ellos jamás sabrían. -¿Es esto lo que quiere señorita Potter?-.
-Sí, señor-, dijo Roxy, con los ojos brillando por primera vez en casi dos años.
-Muy bien-, dijo Dumbledore levantándose y recuperando el sombrero seleccionador de su lugar en la estantería. Se despertó inmediatamente, bostezando cansadamente y mirando a su alrededor con curiosidad. -La señorita Potter desea que la clasifiquen de nuevo-, le dijo al sombrero mientras lo cogía y lo colocaba suavemente en la cabeza de la niña de doce años.
-Bueno, bueno, bueno, otra vez estamos señorita Potter, sabía que no le iría bien en Gryffindor ¿no?- dijo el sombrero con suficiencia.
-Lo sé, ahora quiero entrar en Ravenclaw-, dijo Roxy con recato.
-Ya lo veo-, dijo el sombrero divertido. -Te irá bien allí, como a tu hermano...- le dijo en secreto antes de gritar para que todos lo oyeran. -¡MEJOR QUE SEA RAVENCLAW!-.
La cresta de su túnica cambió inmediatamente de un león a un águila, cambiando también de color, ahora llevaba una insignia azul y bronce.
-Un elfo doméstico retirará inmediatamente tus cosas de la sala común de Gryffindor a la de Ravenclaw-, dijo Albus, creando un patronus que inmediatamente se alejó en una bocanada de humo. -El profesor Flitwick vendrá a mostrarte tu nueva casa en un momento-.
-Gracias, señor-, dijo Roxy, sorprendida porque no esperaba que las cosas fueran tan rápidas. Sin embargo, no iba a quejarse, esto era lo que había querido al final del día.
Unos minutos más tarde, Filius Flitwick apareció a través del Floo en el despacho de Dumbledore. -¿Querías verme, Albus?-, preguntó el medio duende, medio mago, mientras hacía su aparición.
-Sí, me gustaría presentarte a tu nuevo miembro de la casa, Roxy Potter acaba de ser reubicada en la casa de Ravenclaw- dijo Albus con su brillo notablemente menos que de costumbre.
-¡Oh, bien hecho!- chilló Filius felizmente, -¡Siempre supe que le habría ido mejor en mi casa señorita Potter! Al igual que su hermano, que está poniendo en aprietos a la mayoría de mis alumnos!-.
James se quedó mirando el suelo ante ese pronunciamiento; la había cagado con Harry lo sabía... pero se lo seguían echando en cara todos los días.
-Gracias profesor Flitwick-, dijo Roxy sonrojada por el elogio.
-Bueno vamos entonces, acomódate que es casi el toque de queda!- dijo Filius feliz con este nuevo giro de los acontecimientos.
-¡Sí señor!- dijo Roxy abrazando de nuevo a su padre y a su hermano antes de seguir al pequeño profesor a la salida.
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-Voy a sacar a Nick de Hogwarts- dijo James, haciendo que Dumbledore tosiera y balbuceara ante sus palabras, sus ojos azules se abrieron de par en par por la sorpresa y, a menos que James se equivocara, un poco de histeria y miedo. Eso no amilanó a James lo más mínimo, le habían advertido y no era su culpa que Dumbledore no le hubiera hecho caso.
-Ahora hablemos de esto James-, advirtió Dumbledore con cautela, poniendo las manos en alto en un gesto de derrota. Apenas podía creer lo que estaba sucediendo; peor aún, no podía hacer nada para detenerlo si James lo hacía. Era el padre del chico, lo único que podía hacer era intentar hacer cambiar de opinión al testarudo mago. A juzgar por la expresión de su rostro, no ocurriría esta noche. No podía dejar que Nick Potter se fuera de su escuela, era necesario.
-No, ya he terminado de hablar, te advertí lo que pasaría si intentabas algo- dijo James impasible.
-No tienes donde llevarlo, no está seguro fuera de estos muros, sé racional James, los matarán a los dos- suplicó Dumbledore.
-La Mansión Potter está más segura que cualquier otro lugar, nadie sabe dónde está- dijo James con terquedad, no es que Sirius fuera a revelar su ubicación a Voldemort.
-¿Mansión Potter?- se hizo eco Dumbledore sorprendido. -No tienes la mansión James, no hagas ninguna estupidez y consigas que te arresten- aunque le vendría bien, conseguiría la custodia de Nick, y podría convertir al adolescente en un héroe. Uno que mataría a Voldemort y sobreviviría.
-Harry lo devolvió- dijo James con un brillo orgulloso en los ojos. -Considera a Nick retirado de Hogwarts-.
-¡No es posible que Nick quiera eso!- chilló Dumbledore incapaz de manipular la conversación lo estaba sacando de quicio seriamente, algo que no había sucedido en mucho tiempo.
-Yo sí- dijo Nick, lo había querido desde su cuarto año, cuando todos se pusieron en su contra. Quedarse le había enseñado una valiosa lección, se había equivocado en lo que hizo. Se había merecido todo el desprecio que le enviaron, y esperaba algún día demostrar que era digno y que estaba arrepentido de lo que había hecho. No sólo para demostrárselo a todos en Hogwarts, sino también a su hermano gemelo, al que había hecho tanto daño en el pasado.
-No puede-, gritó Dumbledore petulantemente, incapaz de creer que esto estuviera sucediendo. -Necesita ser entrenado James, de lo contrario morirá ¿quieres que eso ocurra? Ya has perdido un hijo ¿quieres perder el único que te queda?-.
-Lo haré yo mismo, cuando. Él. Esté. Cuando esté listo-, dijo James, mostrando su enfado. -¡No cuando te guste! Acaba de recuperarse de su división del núcleo, no voy a quedarme sentado y ver cómo se repite-.
Nick observó el enfrentamiento con asombro; su padre estaba dando la cara por él y además se mantenía firme. Realmente iba a dejar Hogwarts; no lo hacía sólo para demostrarle algo a Dumbledore. Se sentía mal por irse cuando Susan estaba mal, pero estaba mejorando con la ayuda de todos los Hufflepuff, también seguiría en contacto con ella. Le preguntaría a su padre si podía quedarse durante el verano, no le quedaba familia, sus padres habían muerto durante la última guerra. Había sido adoptada por su tía, y ahora ella también había desaparecido. Sintió que la ira lo invadía; ¡Dumbledore estaba tratando de manipular a su padre! ¡Utilizando a Harry y a él contra su padre! No podía estar más horrorizado por los medios que Dumbledore estaba utilizando para que se quedara en Hogwarts.
-¡Yo tampoco dejaría que pasara, James, me importa mucho Nicolás, si no, no estaría haciendo esto!- coaccionó Dumbledore.
-Vamos Nick- dijo James, en lugar de discutir con Dumbledore, él discutiría hasta que estuviera azul en la cara y James, no estaba teniendo nada de eso.
Nick no pudo moverse lo suficientemente rápido, mirando a Dumbledore mientras salía del despacho del director, aún sin poder creer lo que había dicho. Su padre lo agarró por los hombros y los condujo escaleras abajo, a través de los pasillos y fuera de Hogwarts en un tiempo récord. Todo estaba sucediendo casi tan rápido como para procesarlo, aunque sintió una sensación de alivio cuando se alejaron de lo que se había convertido en una escuela opresiva últimamente.