Había unos cincuenta magos y brujas vestidos de color ciruela, con la letra W cosida en sus túnicas. Era dorada y no combinaba en absoluto con las túnicas de color ciruela. Harry sabía todo esto, lo recordaba de la última vez que había estado en esta misma sala. Había algunas diferencias notables; Madam Bones con su monóculo estaba ausente. No, no ausente, había sido víctima de los mortífagos. Había parecido una bruja tan formidable, pero no, eso no era cierto, Harry sabía que los mortífagos se movían en manada. Podías ser el mejor de los mejores, pero rodeado, digamos, de cuatro a uno, no tenías ninguna posibilidad. Fudge también estaba ausente, y muerto por sus propias manos. Harry observaba con curiosidad al nuevo Ministro de Magia, nunca había visto a nadie como él. Había vetas grises en su melena leonada y en sus pobladas cejas, tenía unos ojos amarillentos y agudos detrás de unas gafas de montura de alambre y una cierta gracia espigada, aunque caminaba con una ligera cojera. La impresión de astucia y dureza fue inmediata. Era duro por lo que había leído en el periódico que había sido un Auror, ascendiendo en el escalafón hasta llegar a ser jefe de la oficina de Aurores. Era lo que se podría llamar un veterano curtido en mil batallas como Alastor Moody, sin las heridas.
Severus y Eileen estaban con él hoy, manteniéndolo entre ellos. Realmente no había querido venir, pero Severus había insistido. Según su maestro/amante de Pociones, tenía que dejar atrás el pasado, tenía que seguir adelante, de lo contrario seguiría afectándole. Harry había reemplazado los recuerdos de los días en que había sido torturado, con gran reticencia y con la ayuda de ambos de Snape logró superarlos. Ya no se estremecía cuando le lanzaban ese hechizo; nunca se lo lanzaban a él sólo se decía sin varita, para ver cómo reaccionaba. Harry no quería volver a congelarse, era demasiado peligroso. No sólo eso, sino que había tenido éxito en el lanzamiento de hechizos no verbales, y había completado las primeras etapas de la poción Matalobos. A pesar de lo que había hecho su madre biológica, Harry estaba prosperando. Demostrando que tenía más que ver con el hechizo, que con el hecho de que Lily había intentado maldecirlo.
Lily fue traída, los grilletes le pesaban mientras la llevaban al único asiento en la parte delantera de la sala. Tenía el pelo muy revuelto y sus ojos verdes estaban muy abiertos y temerosos. La sentaron con mucha más amabilidad de la que merecía, y los Inefables se situaron a un lado de la sala. Por si acaso pasaba algo y tenían que someter a la prisionera. Esto es exactamente lo que era hoy Lily Potter.
-Muy bien-, dijo Rufus Scrimgeour de pie, orgulloso y alto, con sus ojos amarillentos observando a todos como un halcón. -Estando el acusado presente comencemos. ¿Están listos?-.
-Sí, señor-, dijo Percy Weasley, con la pluma preparada, transcribía todas las palabras que se escuchaban en la sala. Era su escribano, así como el subsecretario de los ministros, y estaba muy orgulloso de su posición. Tenía más ambición política que cualquier Weasley, y estaba decidido a triunfar. Quería ser capaz de mantener a su familia. Quería que crecieran con las cosas que él no había podido. Juguetes nuevos, ropa nueva y cosas nuevas para el colegio, no las cosas de segunda mano que siempre había tenido que coger de sus padres. Siempre había tenido las cosas de Bill o Charlie, lo único que no había tenido de segunda mano era su rata costrosa de mascota. De lo que ya no se sentía tan orgulloso de admitir, sabiendo que había sido Peter Pettigrew todo el tiempo. Eso le revolvía el estómago; de hecho, se había puesto enfermo cuando se enteró. No estaba mal querer dinero, estatus y felicidad, ¿verdad? Entonces, ¿por qué su familia estaba tan en contra? Maldita sea, él sólo quería respeto y poder comprarle a cualquier hijo que tuviera cosas adecuadas y lo conseguiría.
Severus apenas era capaz de mirar a Lily a los ojos, a pesar de lo que había hecho... su mente seguía vagando hacia su infancia. La inocente e ingenua niña que él había introducido en el mundo mágico. Desgraciadamente, hacía tiempo que había desaparecido; en su lugar había una mujer amargada y muy enfadada. Algo que nunca se había imaginado que fuera Lily, ni siquiera cuando le había hablado de sus padres había perdido su... juventud. Sabía que estaba haciendo lo correcto, ella no podría salirse con la suya para volver a intentarlo. Sólo podía esperar que alguien, esto le llegara y se diera cuenta de lo que hizo.
-El juicio para Lily Calla Potter nee Evans el quince de octubre-, dijo Scrimgeour con una suave voz de mando. -Por el uso de una maldición imperdonable contra Harry Peverell un joven de dieciséis años emancipado en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería-.
James estaba sentado con los ojos cerrados, junto al abogado que había contratado para defender a Lily. Les había dicho a sus hijos bajo ningún concepto que iban a venir; este no era un lugar para niños. No quería que sus hijos vieran a su madre llevada por los Inefables y condenada a Azkaban. Sin embargo, les había permitido verla, lo que acababa de resultar en un desastre. Nick acababa de alterar mucho a Lily, y Roxy se había quedado callada como siempre. Su dulce e inocente niña estaba pasando por lo mismo que él, sólo que mucho antes. Estaba siendo introducida al mundo real, y a cómo funcionaba. Sólo era una niña; él debería haber sido capaz de protegerla de ello.
Lily había sido examinada por la Medi-bruja del Ministerio, que también era una sanadora mental cualificada. Los resultados eran simples; no había sido drogada, influenciada, hechizada o maldecida para hacerlo. Lo había hecho por su propia voluntad, y estaba perfectamente cuerda y consciente de sus actos. No hace falta decir que no podía alegar que no sabía lo que estaba haciendo.
-Interrogadores: Rufus Scrimgeour, Ministro de Magia; Kingsley Shacklebolt, Jefe del Departamento de Aplicación de la Ley Mágica; Percy Ignatius Weasley Subsecretario Mayor del Ministro y Escribano de la Corte-, dijo Scrimgeour claramente.
-¡Así que los cargos!- Dijo Scrimgeour desenrollando un trozo de pergamino. -Que lanzó a sabiendas una Maldición Imperdonable, la maldición Cruciatus a un niño en Hogwarts-. Sí, se estaba repitiendo, pero tenía que hacerlo para guardar las apariencias. Normalmente había otros cargos debajo, pero era lo único que Lily Potter había hecho mal, por suerte.
-Usted es Lily Potter actualmente enseñando y residiendo en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería ¿no es así?- preguntó Scrimgeour mirando a la bruja con disgusto.
-Sí-, dijo Lily, con sus ojos verdes recorriendo a todos los presentes, no había amabilidad en ninguna de sus miradas. Se sentía tan cansada y hambrienta; su ira la había abandonado, habiendo pasado una semana entera en las celdas. James sólo la había visitado dos veces, una cuando la arrestaron y la otra con el abogado. No tenía buena pinta, y sabía, sólo sabía que estaría en Azkaban esta noche y eso la aterrorizaba. Incluso alcanzó a ver al chico, no se le despertó la ira sólo con verlo esta vez.
-Señora Potter dígame cómo se sintió cuando se enteró de que su propio hijo la dejó sin dinero- le preguntó su abogado, Robert Sutton, poniéndose de pie tomando el mando.
-Enfadada, asustada, deprimida y extremadamente dolida, no podía mantener a mi familia, no podíamos llevarnos nada y nos costaba conseguir cualquier cosa para los niños incluso sus cosas para Hogwarts-. dijo Lily en voz baja. -Lo único a lo que teníamos acceso era a las cajas fiduciarias de nuestros hijos e hijas-.
-¿Tuviste que usarlos para pagar su equipo y uniforme de Hogwarts?- preguntó Robert mirando fijamente la habitación.
-Lo hice-, dijo Lily asintiendo con la cabeza.
-¿Qué pasó después?- preguntó Robert.
-Tuve que conseguir un trabajo; acepté la plaza de Estudios Muggles en Hogwarts solo para poder pagar las facturas y tener una casa. Necesitábamos un lugar donde quedarnos, sobre todo para las vacaciones de verano, un lugar seguro donde Nick estuviera a salvo- dijo Lily.
-Ya veo-, dijo Robert -Nada más-.
-Te gusta mencionar mucho a Nick ¿no?- dijo Christopher 'Chris' Curtin poniéndose de pie él mismo ahora, estaba defendiendo a Harry.
-Es mi hijo, claro que sí- dijo Lily poniéndose rígida a la defensiva.
-Efectivamente, pero Harry también lo era, ¿no?- preguntó Chris mirando a Lily con un disgusto apenas velado.
-Sí-, susurró Lily encogiéndose, mientras se hacía más pequeña.
-¿Y sin embargo, mimaste a uno y descuidaste completamente al otro?- preguntó Chris.
-¡Objeción, no estamos aquí para discutir el pasado!- dijo Robert.
-Sin embargo, lo hicisteis durante el interrogatorio-, dijo Chris sin rodeos.
-Permitiré que el interrogatorio continúe-, dijo Scrimgeour, lo que dijo Chris era cierto, Robert había sacado a relucir el pasado.
-Gracias Ministro, por favor responda a la pregunta señora Potter- dijo Chris inclinando la cabeza hacia Scrimgeour antes de volver a mirar a Lily.
-No lo he descuidado-, dijo Lily con el rostro pálido y sudoroso al darse cuenta de que todo su pasado iba a ser desenterrado.
-¿No? Le negaste a tu hijo una educación; tuvo que valerse por sí mismo, aprendiendo lo que podía para sobrevivir. Nunca le diste dinero de bolsillo, ni siquiera recibió un familiar que la mayoría de los magos y brujas reciben al entrar en Hogwarts, especialmente los de padres mágicos-, dijo Chris. Los familiares eran un importante derecho de paso en el mundo mágico.
Lily se limitó a agachar la cabeza, incapaz de mirar a nadie a los ojos, ya que su vergüenza estaba a la vista de todos. Sin que Lily lo supiera, James había reaccionado más o menos de la misma manera, sólo se estremeció con dureza cuando le recordaron sus fracasos.
-Entonces te lo quita todo, estabas como has dicho enfadada... tan enfadada como para lanzar un imperdonable contra un alumno en un colegio donde dabas clases- dijo Chris.
-¡Protesto, es una especulación!-, espetó Robert.
-Retirado-, dijo Scrimgeour sonando aburrido, pero con una sola mirada se veía que estaba muy alerta. Observaba lo que ocurría con curiosidad, pero con mucha profesionalidad. Todos habían guardado un solemne silencio, incluso Albus Dumbledore que siempre se apresuraba a dar su opinión.
-Aquí están los resultados de la evaluación del sanador mental de Lily Potter; dice claramente que es muy consciente del bien y del mal. No fue maldecida ni embrujada de ninguna manera, ella lanzó esa maldición por su propia voluntad- dijo Chris ignorando las palabras de Robert. Pasando los resultados a Percy Weasley, quien los copió y se los pasó al miembro del Wizengamot más cercano, quien rápidamente tomó una copia y la pasó.
Scrimgeour tomó una él mismo, sus ojos de halcón leyeron rápidamente todo lo que había en el papel. Pudo ver en sus respuestas que estaba extremadamente amargada con su hijo menor. Era curioso, ¿cómo podía odiar a un gemelo y amar a otro? No podía tener nada que ver con el chico que vivía, ya que Roxy tenía el amor de sus dos padres... ¿o sí? ¿Quién sabe lo que ocurría a puerta cerrada? Puede que tenga algo que ver con que sea la primera mujer Potter de la familia en ocho generaciones. Dicho esto, si no recordaba mal, no había tenido hijos y había muerto joven.
-Invoco a Kate Bennett-, dijo Chris, la mujer en cuestión se levantó y se dirigió al centro de la sala. Donde le trajeron una silla para que se sentara, y ella lo hizo con gratitud. No importaba cuántas veces la llamaran, seguía encontrando que era algo sumamente angustioso.
-Señora Bennett ¿puede decirme el último hechizo utilizado en la varita de la señora Potter?- preguntó Chris, las formalidades le estaban matando. Sabía que ella lo había hecho, lamentablemente se le permitía una defensa.
-La maldición Cruciatus-, dijo Kate sin emoción, respondiendo a la pregunta sin prejuicios.
-¿Qué otros hechizos descubriste que se habían hecho ese día?-, preguntó Chris.
-Desde primera hora de la mañana utilizó Alohomora, Escorza-, dijo Kate antes de continuar -Luego hubo tres maldiciones lanzadas que causaron cierta preocupación... Cruciamentum, Torqueo y la maldición Cruciatus Imperdonable-.
James se quedó boquiabierto completamente horrorizado; su abogada le lanzó una rápida y aguda mirada. Él no había sabido que Lily había usado esos hechizos, eso lo hacía completamente diferente. No había sido un juicio de ira repentina; ella realmente había querido causar daño a su hijo. Tenía muchas ganas de salir corriendo de la sala. No podía soportar esto, no podía escuchar todo lo que iban a decir. Desgraciadamente, su abogado, que intuía sus sentimientos le tenía bien agarrado.
Albus solo miraba a Lily con tristeza, nada de esto era nuevo para él, y él había sido el primero en lanzar el hechizo. Apenas podía entenderlo, Lily siempre había sido una bruja tan ligera, y él no había sabido que conocía esos hechizos ni mucho menos que tenía la capacidad de lanzarlos. Hacía falta verdadera rabia y odio para lanzar ese tipo de hechizos. Llevaba toda la semana dándole vueltas al asunto. Sin embargo, no estaba cerca de entenderlo. En el fondo sabía que nunca lo haría, sin importar la explicación.
-¿Tres hechizos de tortura?-, preguntó Chris.
-Sí-, dijo Kate.
-¿Todos lanzados en rápida sucesión?-, preguntó Chris.
-Sí, en menos de un minuto-, dijo Kate.
-¿Examinó también la varita del señor Peverell?-, preguntó Chris.
-Sí-, dijo Kate asintiendo con la cabeza.
-¿Qué hechizos se hicieron con la suya?- preguntó Chris.
-Contego, que es un encantamiento de escudo, Aguamenti, Stupefy, Incarcerous y Contego de nuevo-, dijo Kate.
-Todos hechizos defensivos, que no lo habrían defendido de la maldición Cruciatus si no hubiera logrado esquivarla con éxito-, dijo Chris, -Lo que, por supuesto, no muchos pueden hacer, ante el horror de que te lancen un hechizo así-.
-Exactamente, el hechizo sólo fue intentado, lo que significa que ella no debería recibir una sentencia de por vida- dijo Robert poniéndose de pie.
-Es por lo que debería ser, si la dejamos salirse con la suya entonces también podríamos quitar la sentencia por completo y dejar que todos lo lancen-. Argumentó Chris con rotundidad.
-Basta-, dijo Scrimgeour poniéndose de pie, no quería que el juicio se convirtiera en un concurso de orina con los dos abogados. Era exactamente hacia donde se dirigía; tenía cosas más importantes de las que preocuparse. Como una guerra que se libra en todas partes, admitió que hasta ahora habían sido ataques más pequeños y no a gran escala. Eso sólo porque habían reforzado la seguridad alrededor de Azkaban. Entonces pidieron a los Inefables que intentaran entrar, para probar su seguridad. Hasta ahora las pruebas habían sido frustradas, esta noche era la última después de la cual volverían a ponerse en alerta. Los Inefables se habían reasignado temporalmente a vigilar a los mortífagos sospechosos, a vigilar Azkaban y a esperar las llamadas. -Creo que es el momento de la decisión del Wizengamot, si no hay más pruebas...-
-No Ministro-, dijo Robert moviendo la cabeza negativamente.
-No señor- dijo Chris respectivamente, asintiendo en señal de tranquilidad tanto a la de Snape como a la de Harry.
-Muy bien-, dijo Scrimgeour mirando al Wizengamot -¿Todos los que están a favor de la condena?-.
Evidentemente era un grupo muy dividido, sin embargo más de la mitad levantó la mano inmediatamente, otros no tardaron en seguirles hasta que todos tuvieron la mano levantada. Por mucho que les doliera, sabían que ella tenía que pagar el precio, fuera o no la madre del Niño que vivió. Harry no había sido consciente de que estaba conteniendo la respiración hasta que Severus le agarró el hombro. Dejándolo salir, asintiendo que estaba bien, antes de relajarse. Harry no sabía lo que habría sentido si la dejaban libre. Se lo esperaba a medias; era una Potter, la madre del llamado "héroe" del mundo mágico. Era agradable ver que aún se podía hacer justicia. El hecho de que también se pusieran de su lado le sorprendió, todavía no estaba acostumbrado. Durante mucho tiempo había sido ignorado, invisible en realidad, pero ahora... todo el mundo le ofrecía su ayuda, sus felicitaciones y pensaba que era el mejor. Podían decirlo pero Harry en el fondo no lo creía.
En cuanto terminó, los abogados hablaron con los miembros del wizengamot en privado. Colocando un hechizo silenciador, ni siquiera el ministro de magia estaba al tanto de su apasionado alegato o diatriba dependiendo del auror.
-Lily Potter cometió un error terriblemente grave, del que se arrepiente profundamente. Permitió que su ira anulara su sentido común, sólo una vez. No se merece una vida en la prisión de Azkaban. El servicio comunitario y las clases de control de la ira serían lo mejor en esta situación. Especialmente con la delicada situación de ser la madre de Nick Potter. Si encarcelamos a su madre... podría no tomárselo bien y su ira podría hacer que no estuviera dispuesto a luchar por nosotros- fue el alegato de Robert para que Lily se librara. Por algo era abogado, sabía cómo presionar los botones de la gente y hacer que hicieran lo que él quería. Se sentó al lado de James una vez que terminó, mirando a Christopher con ira competitiva.
-Si dejas que Lily Potter se salga con la suya... el público no responderá favorablemente. Hubo un clamor que conmocionó a toda la comunidad mágica británica por sus acciones hace unos años. Sólo puedo imaginar cómo responderían si la dejamos ir. Durante la guerra lo último que necesitamos son disturbios y que la gente se crea con derecho a tomarse la justicia por su mano. ¿Cuántas personas crees que intentarán estos hechizos cuando sepan que se ha librado? ¿Cuántas veces se utilizará que ella se libró y otros no? Si no tienen intención de condenarla a cadena perpetua, creo profundamente que se merece un tiempo de prisión. Hay que dar ejemplo...NADIE. ES. POR ENCIMA.DE LA. LEY-. les dijo Chris, enunciando cada palabra con claridad para que tuviera un mayor impacto. Una vez dicho esto, tomó asiento y dio tiempo al Wizengamot para deliberar.
El Wizengamot tardó más tiempo en llegar a una decisión, sólo una hora de deliberación en la que todos se tomaron un descanso. Después de comer, todos volvieron a la sala, refrescados y curiosos por el resultado. Los únicos que quedaban eran Scrimgeour, James Potter, los dos Inefables y Lily Potter. James se negó a encontrarse con el rostro de su esposa; sus manos permanecían cubriendo su cara ocultando quién sabe qué.
-¿Debo suponer que se ha tomado una decisión?- preguntó Scrimgeour una vez que todos volvieron a sentarse. Especialmente Percy Weasley, de quien se esperaba que escribiera todo.
-La hay-, dijo Albus Dumbledore hablando como jefe de los hechiceros, se le había hecho jurar que juzgaría el caso individualmente o de lo contrario sería retirado. Parecía que Scrimgeour se tomaba en serio su papel de Ministro. Estaba haciendo las cosas bien a pesar de la situación de guerra, estaba bastante orgulloso del hombre. Estaba más orgulloso de la gente que había subestimado más que de la gente que esperaba últimamente. -Se ha decidido que Lily Potter será condenada a un año de mínima seguridad en la prisión de Azkaban. Esto se debe a que no ha conseguido lanzarla sobre nadie. Una vez liberada, será puesta en libertad condicional por otros cuatro años y, a partir de entonces, tendrá que venir al Ministerio para que le revisen la varita y se aseguren de que no vuelva a intentar algo así. También hemos decidido que asistirá a reuniones con un sanador mental y que recibirá la ayuda que obviamente necesita a partir de esta semana y en los próximos años. Sólo cuando el sanador mental esté satisfecho, dejará de hacerlo-.
Dumbledore también tenía que pensar en la "ley de Merlín", si ella se hubiera salido con la suya, habría existido la probabilidad de que perdiera su magia. La ley de Merlín era impredecible, es por eso que sólo se utilizaba en circunstancias extremas, ya que su objetivo era, irónicamente, proteger a los aprendices de sus padres o de cualquiera que deseara hacerles daño. Los aprendices eran en realidad venerados en su día, era vital en aquel entonces tener a alguien a quien entregar tus conocimientos mágicos para que no se perdieran. Esto fue antes y después de Hogwarts, hasta que las cosas se publicaron y distribuyeron en masa. Incluso hasta el día de hoy, se había perdido información que el mundo mágico nunca recuperaría. Muchas cosas habían sido robadas, quemadas y destruidas durante las guerras que tuvo el mundo mágico. La ley de Merlín había sido una información apreciada. Se guardaba en una de las bóvedas más bajas de Gringotts, de máxima seguridad, y apenas se daba permiso a nadie para verla. Castigaba a la persona que se encontraba bajo ella, ya fuera con dolor, pérdida de magia o incluso pérdida de la vida, dependiendo de lo mala que la magia considerara que había sido la persona. La magia era algo vivo, que fluía a través de todo, y regalaba a los individuos cuando quería. En ningún lugar había más magia imbuida que en Hogwarts, e incluso ella era impredecible. Mover las plataformas de las escaleras era sólo un ejemplo de su capacidad sensitiva, nadie solía pensar en ello, asumiendo que era sólo un hechizo.
-Que así sea-, dijo Scrimgeour, -Un año de condena a la prisión de Azkaban, llévenla-.
-¡James!- gritó Lily, mientras los Inefables se la llevaban, transportándola directamente a Azkaban.
James se limitó a mirar hacia arriba, con una cara de derrota, mientras se llevaban a su mujer. No hizo ningún intento de ayudarla, sabiendo que si lo hacía, sería maldecido más rápido que un rayo. Si pensabas que los aurores eran duros, los inefables eran irrompibles. Eran letales, y él no podía arriesgarse, sus hijos eran lo único que les quedaba. No iba a permitir que terminaran con la familia muggle de su esposa. Esto no era estrictamente cierto, Sirius era su padrino así que irían con él antes.
-¿Estás seguro de que quieres que lo haga?- preguntó Severus mirando a Harry pensativo.
Harry asintió con una mueca; ciertamente no quería verlo. Tenía que seguir con su vida y así no tendría que volver a pensar en ellos. Podría haber utilizado una lechuza, pero las cartas y el papeleo habían llegado justo en el momento en que salían de Prince Manor. Eileen se aferró a él, dándole la fuerza silenciosa para superar esto. Los tres eran lo suficientemente fuertes como para ayudarse mutuamente a superar cualquier cosa. Severus había ayudado a su madre a superar a su marido maltratador y a empezar una nueva vida. Ella había estado allí para animarlo y amarlo. Harry los había unido de nuevo con más fuerza que nunca. Por primera vez, mantenían una relación normal entre madre e hijo, sin ninguna nube oscura sobre sus cabezas. Ambos habían salvado la vida de Eileen, y ella era lo suficientemente fuerte como para animar su incipiente relación. Estaban formando un círculo, una familia, y morirían el uno por el otro.
Por desgracia, Harry no iba a cumplir su deseo cuando su padre se acercó a él. -¿Harry?- preguntó James, parado a unos metros de su hijo. Su rostro era una imagen de dolor, derrota y autodesprecio.
-Déjalo en paz Potter, ya has causado suficiente daño- dijo Severus su cuerpo ocultando a Harry, protegiéndolo. Manipulando su varita, preguntándose si tendría que usarla, pero a juzgar por la expresión rota de Potter... no estaba en condiciones de hacer nada y mucho menos de maldecir a nadie.
-Sólo quiero decir que lo siento-, se atragantó James, agradecido de que todos los demás se hubieran ido y no estuvieran aquí para ver su humillación. Era mucho más difícil que disculparse con Sirius y Remus. De ellos sabía que no iba a ser rechazado rotundamente, Harry en cambio... probablemente sí.
-¿Lo sientes? ¿LO SIENTES? ¿Crees que eso borra automáticamente trece años de puta miseria?- gruñó Harry, sin poder evitarlo. Quería lanzarse sobre el hombre, golpearlo con los puños, cualquier cosa para hacerle sentir una pequeña medida del dolor que había sentido. -¿Sabes lo que era tener cinco años y que toda tu familia se fuera durante todo el día y te dejara solo en una mansión? Te odio y siempre lo haré-. Severus tenía los brazos envueltos alrededor de su cintura impidiendo que se lanzara contra James.
James se estremeció abiertamente ante sus palabras, toda su cara se puso blanca como el agua.
-Llévalo a casa-, dijo Severus dándole a su madre el Traslador, y activándolo. Eileen fue llevada con Harry; con suerte podría calmarlo. Tanto como para seguir adelante, tal vez debería sugerirle a Harry que escribiera todo lo que hicieron y se lo enviara a Potter. Tal vez así Harry podría sentir algo de alivio por haberse desahogado de lo que sentía.
-No quiere tus disculpas Potter, sólo quiere que salgas de su vida, para poder seguir adelante y ser feliz. O tan feliz como pueda serlo, no tienes ni idea de los efectos duraderos que han tenido tus acciones, ¿verdad? No tiene autoestima y creo que siempre será así- dijo Severus con el labio curvado por el disgusto. Sacando un paquete de su bolsillo, se lo clavó en el pecho a James, con la suficiente fuerza como para que hiciera una mueca de dolor. -Esto es para ti. Si te importa lo más mínimo, cosa que dudo. Déjalo. A él. Solo-.
Con eso, Severus salió de la sala, con su capa ondeando a su alrededor de forma dramática. No era tan severa como de costumbre, ya que no llevaba negro ni túnica. En su lugar llevaba unos pantalones negros y una camiseta blanca de manga larga. Por mucho que le gustara ver la cara de los idiotas, no iba a quedarse aquí cuando Harry estaba sufriendo. Había convencido a Harry de que lo dejara todo, y hacía dos días que había acudido a él con la idea de devolverlo todo. Severus le dijo que no era necesario devolverlo todo, ya que técnicamente una parte era suya de todos modos. Potter de nombre o no, siempre tuvo derecho a su herencia. Había devuelto ambas propiedades, insistiendo en que nunca querría vivir en el lugar que aún le perseguía. Sin poder discutirlo, no había dicho nada en contra, Harry era libre de hacer lo que quisiera.
Las lágrimas de James nublando su visión se quitó las gafas y se limpió los ojos y luego los cristales. Volviéndolos a colocar abrió el sobre, e inhaló bruscamente, después de lo ocurrido no se esperaba esto. Las escrituras de Godric's Hollow y de la Mansión Potter, junto con las bóvedas a nombre de Nick y Roxy, que les serían entregadas cuando cumplieran diecisiete años. Era más que suficiente para que vivieran muy cómodamente el resto de su vida. Él también tenía una cámara acorazada, una de las principales de los Potter, sobre todo dinero, pero cualquier cosa con el escudo de los Potter había sido colocada dentro de ella. Un sollozo salió de la garganta de James, las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos. Respirando entrecortadamente, puso un encantamiento de glamour para que nadie viera lo alterado que estaba. No sabía qué hacer, si ir con Sirius y Remus o quedarse solo.
Se decidió por Remus y Sirius. No quería estar solo en este momento. Acababa de ver cómo encarcelaban a su mujer, cómo su hijo le gritaba y, a pesar de odiarle, le devolvían la mitad de la fortuna y todas las propiedades que tenían. Las palabras de Snape resonaban en su mente mientras llegaba al Atrio y salía por Floo. No estaba en condiciones de aparecerse; su magia estaba actuando, reaccionando a sus emociones. El alivio, la tristeza, el horror y el odio a sí mismo se mezclaban a su alrededor, haciendo que se mareara.
Su hijo era el mejor hombre. Lo sabía y eso lo estaba matando. Nunca le habría dado todo esto a alguien a quien odiaba.
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