Harry se giró al oír la voz; antes de girarse supo quién era. No era una voz que jamás olvidaría. Desgraciadamente, el peor abuso que alguien puede sufrir es el abuso emocional, más que el físico. Harry podía parecer, equilibrado, seguro de sí mismo y feliz, pero una parte de él siempre seguiría siendo infeliz, una parte de él siempre se sentiría invisible para los que le rodeaban. Más aún, siempre sentiría que necesita probarse a sí mismo ante todos. Harry era capaz de controlarlo, de modo que no lo hacía por los demás, sino por sí mismo. Ni siquiera se inmutó cuando Lily sacó su varita, no estaba seguro de que tuviera el valor de decir un hechizo. Aun así, mantuvo la mano de su varita preparada, por si se equivocaba.
-¿Sí?- preguntó Harry, inexpresivo, preguntándose qué demonios podría querer la mujer de él. Nunca terminaba bien, cuando trataban de enfrentarlo o controlarlo. No podía ser tan estúpida como para intentarlo de nuevo, seguramente. Lo único que ocurrió fue que se difundió más información, información que los Potter seguramente querrían mantener en secreto. Como lo ocurrido en el Gran Comedor durante su cuarto año. Sintió que se le movían los labios al recordar a Lily acobardada por Eileen. Ella no había intentado nada; debía saber quién era.
-Tú...- dijo, incapaz de articular lo que quería decir, jadeando mientras la rabia seguía languideciendo en ella. -¡Arruinaste mi vida!-, gritó finalmente a todo pulmón. Su voz resonó por los pasillos de Hogwarts, como si le hubiera lanzado un encantamiento sonoro.
-Lo mismo digo-, dijo Harry sin tapujos, sus ojos verdes, similares a los de la mujer que tenía delante, un fuerte recuerdo de quién era su madre, se llenaron de burla. Sinceramente era una maldita hipócrita. -Lo único diferente es el hecho de que tú tenías una familia, yo estaba solo-.
-¡Nick es más importante! ¿Por qué nunca pudiste entender eso?- gritó ella con las fosas nasales encendidas. Apenas podía creer que era su hijo, un niño que había dado a luz. Deseaba más que nada haberle entregado, así su vida sería perfecta.
-No me interesa hablar con usted-, despidió Harry, -llego tarde a encantos. Así que profesora apártese por favor- no podría haber exprimido más sarcasmo en esas dos palabras aunque lo intentara. Merlín había olvidado lo irritante que era cuando gritaba. Peor aún, no podía creer que le hubieran permitido ser profesora. No tenía experiencia; no había hecho nada desde que dejó Hogwarts. No le sorprendería que por eso se hubiera casado con Potter. Estatus, dinero y que la gente se olvidara de que sólo era una muggle de nacimiento... ¿qué no podía gustarle a alguien como ella? Nunca tendría que trabajar (no es que hubiera conseguido un trabajo en el mundo mágico, aquí era muy difícil para los nacidos de muggles conseguir trabajo), buena vida, respeto de sus compañeros.
-Debería haberme deshecho de ti en cuanto te di a luz-, dijo con maldad, sin apartarse. Probablemente el mayor error que cometería.
Harry rió con amargura: -Tal vez deberías haberlo hecho, pero no lo hiciste-. Los había odiado durante tanto tiempo, que nada de lo que dijeran podría herirlo. Sería como romper a llorar si Voldemort dijera que no le gustaba. Completamente inconcebible era casi la única palabra para describir ese suceso. Ha pasado toda su infancia triste se negaba a seguir pensando en nada de lo que decían. Se alejó de ella, dirigiéndose en dirección a Encantamientos, y entonces la oyó. A pesar de su conmoción y sorpresa por la elección del hechizo de ella, automáticamente se tiró al suelo, y rápidamente erigió el encantamiento escudo más fuerte que conocía para mantenerlo a salvo. El entrenamiento que Severus le había inculcado no era para nada, después de todo.
-Cruciamentum-. Lily no pensaba con claridad, estaba muy enfadada y furiosa por cómo estaba el chico. Que le iba mejor que a Nick, cómo se llevaba toda la aceptación a pesar de haber robado a su familia. Cómo no parecía tener la más mínima culpa por haberlos dejado sin dinero. El hecho de que ella se las apañara y él fuera el objetivo más fácil y comprensible allí. Los dos años de miedo, preocupación y vergüenza salían a la luz. El hechizo absorbido en el escudo de Harry, pensar que era un hechizo legal. Era un equivalente a la maldición Cruciatus; causaba tormento en lugar de "tortura", de ahí que se permitiera seguir utilizándolo.
-¡Estúpido!-, espetó Harry, lanzando su hechizo hacia ella. Sólo usaría un hechizo defensivo contra ella, no se saldría con la suya si intentaba usar ese hechizo contra él. No le debía nada, y la vería despedida antes de que acabara la noche. No podía dejar que se saliera con la suya, quién sabe con quién lo usaría después en su ira.
-Torqueo-, siseó Lily, sus ojos verdes se llenaron de maldad, si alguien la viera estaría seguro de que estaba poseída, por desgracia no lo estaba. No sentía más que rabia pura y dura, la parte de la conciencia que la hacía consciente de sus actos no aparecía por ningún lado.
-Incarcerous-, dijo Harry, era extremadamente difícil no mostrarle de lo que era capaz. Por desgracia, todos los hechizos se registraban dentro de Hogwarts. Había alarmas que se activaban cuando se lanzaban hechizos "oscuros". Se preguntó si los hechizos que ella había lanzado se consideraban oscuros, y si el hechizo de advertencia ya había alertado a Dumbledore... entonces surgió otra pregunta en su mente: ¿y si no se les alertaba cuando un profesor lo hacía?
-¡Crucio!- gruñó Lily, sintiendo que toda la rabia que había estado acumulando, la abandonaba junto con el hechizo de su varita. Dándose cuenta tardíamente de dónde estaba... y de lo que acababa de hacer, haciendo que sus ojos se abrieran de par en par por la sorpresa, ella no había hecho eso seguramente.
Harry, sabiendo que no había ningún hechizo escudo que detuviera esa maldición, se alineó contra la pared. El hechizo falló por muy poco; no pudo evitar mirar a Lily sorprendido. Realmente no había pensado que ella tuviera el valor de hacer algo, y menos de lanzarle un imperdonable. Vio cómo el horror de lo que había hecho se reflejaba en su rostro, justo cuando otra voz retumbó en el pasillo.
-¿Qué está pasando aquí?-, exigió Minerva McGonagall, con los labios fruncidos, señal inequívoca de que estaba muy enfadada.
Harry se quedó mirando a Minerva como si no estuviera allí, aumentando la preocupación de la escocesa. Inmediatamente se acercó a él, revisando si tenía algún hechizo, sólo para encontrarlo en estado de shock. -¿Harry puedes oírme?- preguntó Minerva, ahuecando la cara de Harry tratando de llamar su atención. Lily, por su parte, se quedó de pie, con su varita cayendo ruidosamente al suelo. Luego cayó inconsciente su cuerpo se desplomó en el suelo. Nada, ni siquiera reaccionaba, ni parpadeaba llegado el caso. Sabía que sólo había una persona que podía comunicarse con él. Lanzó un mensaje patronus, enviándolo a Severus dondequiera que estuviera. Luego envió uno a Poppy, sin querer arriesgarse a moverlo. Él no era consciente de lo que estaba pasando, ella no quería que se desquitara.
-Ah, Minerva, supongo que sabes lo que ha pasado aquí- preguntó Dumbledore apareciendo en la escena. Su rostro carecía de su habitual brillo, lo que hizo que Minerva se diera cuenta de que algo iba mal. ¿Qué se había perdido? Su mirada indagadora hizo que una mirada desconcertante cruzara su rostro.
-¿Qué está pasando?- preguntó Minerva su atención en Dumbledore, al ver a Dumbledore tan serio, supo que se había encontrado con algo más que Lily y Harry discutiendo. Ella había escuchado los gritos un piso entero más arriba, y fue a investigar.
-Alguien ha lanzado un imperdonable dentro de las instalaciones de Hogwarts-, dijo Dumbledore, arrancando la varita de Harry de su agarre más bien apretado. No pensó ni por un segundo que Lily lanzaría tal hechizo, y estaba pensando erróneamente que era Harry.
Minerva jadeó, pero se consoló con el hecho de que ninguno de los dos parecía estar sufriendo las conocidas secuelas de tal maldición. Había fallado, lo que sería la gracia salvadora de una vida en Azkaban.
-¿Qué está pasando?- preguntó Poppy, corriendo hacia ellos, había cogido su kit de suministros de emergencia cuando se enteró del Mensaje Patronus del Gato de Minerva. No tenía alumnos en su hospital, gracias a Merlín por las pequeñas misericordias. Se dirigió primero a Harry dándose cuenta de los síntomas del shock sin necesidad de lanzar un hechizo. -Shock, ¿qué ha pasado aquí?-, repitió. En ese momento estaba rebuscando en su bolso para encontrar la poción que buscaba.
-A mí también me gustaría saberlo-, dijo Severus su voz habría asustado a cualquiera. Desde luego, hizo que todos los presentes dieran un respingo, incluido Albus Dumbledore. -Le daré la poción- le dijo a Poppy sacando su propio kit y tomándolo antes de que Poppy encontrara el suyo. Realmente debería haber mantenido la bolsa en orden. Después de todo, se suponía que era la bruja médica. Tenía ganas de hacerlo él mismo, líos como ese le irritaban sobremanera. Bueno, a no ser que estuviera enfrascado en un proyecto de pociones. Lo habría hecho, pero estaba demasiado preocupado por Harry.
-Alguien usó un Imperdonable en el pasillo- dijo Minerva, explicando la situación tanto a Poppy como a Severus. Severus se quedó helado durante un milisegundo antes de seguir dándole a Harry la bebida calmante. Harry odiaba a Lily pero nunca intentaría un Imperdonable, no aquí, era demasiado inteligente para eso. Rezaba por tener razón, pero incluso él tenía una pequeña duda. Vio a Albus usar el hechizo Prior Incantatem en una varita que conocía demasiado bien: la de Harry. Sus fosas nasales se encendieron; por supuesto que Dumbledore pensaría que era Harry. Que el cielo no permita que su preciado miembro de la Orden sea culpable de algo.
Uno a uno, los hechizos que había usado ese día salieron Contego (Encantamiento de blindaje) - Incarcerous - Stupefy - Aguamenti - Contego. Severus se relajó, había tenido razón en que Harry no había usado ese hechizo en los terrenos de Hogwarts. Entonces, por supuesto, las implicaciones lo golpearon, Lily Potter había usado un Imperdonable en su aprendiz/próximo amante. No estaba contento, y más le valía agradecer que estuviera inconsciente, de lo contrario la habría matado.
Albus se quedó con la varita de Harry, sintiéndose como si hubiera sido transportado a una realidad alternativa. Respirando profundamente, devolvió la varita de Harry a su "Maestro" antes de caminar hacia una Lily inconsciente. Rezando para que las guardas hubieran funcionado mal de alguna manera, para que no tuviera que hacer arrestar a Lily.
-¡Prior Incantatem!- dijo Dumbledore con más confianza de la que sentía.
Minerva y Poppy observaban con la misma atención que Severus, mientras los hechizos que Lily Potter había utilizado comenzaban a formarse en su varita. A Severus le habría hecho mucha gracia la mirada de horror que tenían en sus rostros si él mismo no hubiera estado tan furiosamente agitado.
Crucio - Torqueo - Cruciamentum - Scourgify - Alohomora.
-Si no haces algo al respecto Dumbledore lo haré- gruñó Severus, con la cara torcida en el ceño más asqueroso que jamás habían visto en el rostro del maestro de Pociones. No le importaba que hubiera sido su mejor amiga, no le importaba que en un momento dado le hubiera dado el mundo. Ella había sido la única persona en su vida durante mucho tiempo, y él había llorado la pérdida de su amistad mientras descendía a la oscuridad que era Voldemort. Nadie hizo daño a Harry y se salió con la suya, de ninguna manera en esta tierra. Si interfería Merlín le ayudaría, utilizaría todos los medios a su alcance para vengarse del propio Potter.
-No es posible que esté en su sano juicio-, suspiró Dumbledore, parecía diez años más viejo, sus manos parecían sostener ladrillos en lugar de un esbelto trozo de madera. El conocimiento era demasiado para él, no podía evitar que la ley hiciera su trabajo. Pasara lo que pasara, al parecer Lily había ido demasiado lejos, y no podía culpar a Harry, ya que sólo había enviado hechizos para detenerla, no para causarle ningún daño.
-Tú no puedes ser el juez de eso-, dijo Poppy, -Un sanador mental calificado lo determinará-.
-Estoy de acuerdo-, dijo Minerva, -Creo que deberíamos llevar esto a tu oficina Albus-, notando que los estudiantes estaban parados en el corredor casi sin poder verlos. Probablemente estaban lo suficientemente cerca como para saber lo que estaba pasando. Su corazón se hundió, todos lo sabrían, no había esperanza de contenerlo. Un profesor atacando a un alumno, no es una noticia que Hogwarts pueda soportar.
-Me voy a llevar a mi aprendiz a casa- dijo Severus inmediatamente, sin duda ese hechizo había traído recuerdos que Harry había intentado reprimir con mucho esfuerzo.
-Tiene que estar aquí para los aurores Severus- dijo Albus su voz suave y tranquilizadora. Actuando como si no quisiera enfadar a Severus más de lo que ya estaba. Lo que probablemente era cierto, Albus tenía una debilidad por Severus, siempre la tuvo.
-Maldita sea Albus, esto probablemente le ha traído recuerdos que acababa de superar. ¿O estás demasiado ansioso por olvidar que fue torturado por los mortífagos? ¿No has visto los recuerdos que entregó al Ministerio para demostrar lo sucedido?- gruñó Severus alzando en sus brazos al joven de dieciséis años, aparentemente inconsciente.
Albus retrocedió un paso, con una mirada ligeramente culpable, lo había olvidado en realidad. Desgraciadamente eso no cambiaba nada, lo iban a necesitar para que diera su testimonio de lo sucedido. La prensa y el Ministerio iban a hacer su agosto con esto. Iba a tener que decirles a Rose y a Nick que su madre había sido arrestada también. Entonces sonó la campana, indicando que las clases habían terminado, rápidamente levitó la forma inconsciente de Lily.
-Vayan a casa entonces, les explicaré lo que pueda- dijo Albus en voz baja, las pruebas se explicaban por sí solas. Probablemente pasaría la noche en una celda del Ministerio. Él sabía que ella no tenía dinero para salir bajo fianza, así que hasta su juicio se encontraría atrapada allí. Con el rostro cansado y envejecido, Albus subió a su despacho, sin cruzarse con ningún alumno, afortunadamente, como Poppy y Minerva, además de Severus con un Harry inconsciente en brazos. No dijo nada cuando Severus usó su Floo, no sabía por qué pero tenía la sensación de que Severus le culpaba de lo ocurrido.
-Mansión Prince- gritó Severus con una mano, tratando de mantener a Harry bien agarrado para que no terminara más herido de lo que estaba.
---------
Eileen se paseó por el suelo junto a la red Floo, había llegado desde la cocina, después de decirle a los elfos lo que quería para cenar, para encontrar a Severus corriendo por la sala de estar como si le pisaran los talones. Gritando en el despacho del director de Hogwarts mientras avanzaba. Lo primero que se le pasó por la cabeza fue que algo le había pasado a Harry.
Su taza de café estaba sin tocar, mientras se preocupaba por sus chicos. Justo cuando sintió que iba a volverse loca, o que iba a pasar y exigir respuestas ella misma, el Floo se encendió escupiendo dos figuras. Harry estaba en los brazos de Severus inconsciente, su corazón se hundió. Sus ojos negros relampagueaban de miedo por el chico que amaba como a un hijo. -¿Qué ha pasado?- temiendo lo peor. -¿Se han infiltrado los mortífagos en Hogwarts?-.
-Solo si son pelirrojos y se llaman Potter- dijo Severus su voz fría y enfadada.
Los ojos de Eileen se entrecerraron -¿Qué hizo?- la parte de mamá oso que había en ella salió, sus garras estaban extendidas quería sangre y ni siquiera sabía lo que la mujer había hecho aún.
-Intentó lanzarle la Maldición Cruciatus- dijo Severus inhalando bruscamente -Voy a llevarlo a su habitación- subió las escaleras y Eileen, que lo había seguido abrió la puerta de la habitación de Harry, facilitando la tarea a Severus. Le quitó a Harry los zapatos, la mochila y la capa antes de deslizarlo bajo las sábanas. Por el momento estaba dormido; Merlín sabe cuánto duraría la dosis calmante. Le había dado una dosis bastante grande, de una potente poción, de nivel nueve, utilizada para casos de traumatismo extremo.
-¿Dónde está?- preguntó Eileen con el rostro lleno de necesidad de venganza.
-Probablemente en el Ministerio-, dijo Severus sintiéndose repentinamente cansado, agotado, y no le había pasado nada. -No hagas nada mamá, Harry nunca te perdonaría si lo hicieras-.
-¿Dumbledore no trató de silenciarlo?- preguntó Eileen, como había hecho con el incidente del hombre lobo. Oh, cómo deseaba que su hijo se lo hubiera contado, lamentablemente no se lo habían dicho hasta años después. Severus había acabado teniendo que aturdirla, para evitar que estrangulara a Dumbledore. Ella había logrado atravesar el Floo y entrar en su despacho. Dumbledore se había quedado demasiado aturdido por la brusca entrada como para alcanzar su varita. Severus la había seguido, y mientras viviera, Severus nunca olvidaría la cara de confusión/preocupación/horror/desesperanza que tenía. Ella le había dado una reprimenda que nunca olvidaría. Eileen Snape lo había acobardado tanto; no podía olvidar que era la madre de Severus Snape. Desde ese momento supo de dónde sacaba Severus su lengua letal.
-¿En serio crees que lo habría dejado estar?- preguntó Severus sin tapujos, frotándose los ojos con cansancio. La mañana había sido buena, Harry había conseguido probar por primera vez la poción "Matalobos". La tarde no podía ir peor; sólo esperaba que Harry pudiera recuperarse pronto.
-No, no pensé eso en absoluto-, dijo Eileen, Severus conocía el escozor de la injusticia, y nunca dejaría que le sucediera a nadie más. Ella sabía que su hijo había perdonado a Dumbledore, pero no lo había olvidado. Severus no olvidaba nada, si acaso guardaba sus rencores en silencio.
-Es probable que Dumbledore o el Ministerio estén en el Floo en la próxima hora-, dijo Severus. No podrían entrar, sólo había unas pocas personas conectadas a la red Floo para recibir acceso completo a su Mansión. Dumbledore no era uno de ellos, ni tampoco ninguno de los trabajadores del Ministerio. Sólo podrían hablar con él a través del Floo.
-Hablaré con ellos Severus, no te preocupes-, dijo Eileen, sabiendo que Severus probablemente no dejaría a Harry. Ella tampoco quería hacerlo, pero lamentablemente alguien tenía que hablar.
-Gracias mamá-, dijo Severus. Tendría que salir de la habitación a la hora de la cena; tendría que añadir los ingredientes a las dos pociones de Matalobos. No se podían desperdiciar, rico o no no le gustaba desperdiciar ingredientes ni estropear las pociones.
-No hay problema Severus-, dijo Eileen colocando sus manos sobre sus hombros, dándole algo de consuelo. Lamentablemente a su hijo no le gustaban las grandes muestras de afecto, probablemente debido a su infancia. Nunca había recibido mucho consuelo ni de ella ni de Tobías. Ella había tenido demasiado miedo de mostrarle mucho consuelo, aterrada por lo que Tobías haría si se diera cuenta de que ella quería a su hijo más que a él. Miró a Harry durante unos minutos, preocupada por su estado de ánimo. ¿Habría vuelto a la mansión Malfoy para revivir aquellos días horribles? Merlín, esperaba que no. Esperaba y rezaba para que volviera pronto con ellos.