Cuarentena

Par fuckingOT

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Natalia y Alba no se conocen pero acaban pasando la cuarentena juntas. Habrá que buscar algo con lo que entre... Plus

Estado de alarma I
Estado de alarma II
DÍA 1: Primero de apocalipsis
DÍA 2: Maldito bicho
DÍA 3: Paticorta vs patilarga
DÍA 4: No te tires a un facha
DÍA 5: El juego del gato y el ratón
DÍA 6: Chin-chin
DÍA 7: Aclaremos una cosa
DÍA 8: No todo lo hago tierno
DÍA 9: Mi puerta está abierta
DÍA 10: Tocada y hundida
DÍA 11: Bájalo del todo
DÍA 12: No digas nada
DÍA 13: Hay que ser valiente
DÍA 14: ¿Del 1 al 10?
DÍA 15: Llorando corazones
DÍA 16: Something about you
DÍA 17: La nueva normalidad
DÍA 18: Pintura mural o grafiti ilegal
DÍA 19: Ojalá ganen los buenos
DÍA 20: Va contra las normas
DÍA 21: Primera señal
DÍA 22: Vamos a la ducha
DÍA 23: El freno de mano
DÍA 24: Misión cumplida
DÍA 25: Profe Natalia
DÍA 26: Irresistiblemente apetecible
DÍA 27: Borrar el límite
DÍA 28: No me llames amiga
DÍA 29: Cambió mi suerte
DÍA 30: El estúpido plan
DÍA 31: Entrar en calor
DÍA 32: Por un beso
DÍA 33: Yo no quería
DÍA 34: Fan número uno
DÍA 35: Bendito infierno
DÍA 36: Un beso de cita
DÍA 37: Kilómetro cero
DÍA 38: La burbuja va a explotar
DÍA 39: A través de la pared
DÍA 40: Confío en ti
DÍA 41: ¿Y ahora qué?
DÍA 44: Modo luna de miel
DÍA 52: Debe ser 50/50
DÍA 56: Cámara oculta
DÍA 65: Lucecitas de Navidad
DÍA 73: Mujer florero
DÍA 93: Comedia romántica
DÍA 100: La nube más alta
DÍA 134: Jugar en equipo
DÍA 148: No me sueltes
DÍA 173: Casilla de salida
DÍA 239: Los ojos nunca mienten
DÍA 274: Mal presentimiento
DÍA 486: ...no tienen final
DÍA 518: Mi recuerdo favorito
DÍA 2689: Hoy y siempre
DÍA 2690: Treinta mil días

DÍA 485: Las historias de amor...

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Par fuckingOT

NATALIA POV

Esto de no tocarte ya me tiene mal
Me está dando vueltas la cabeza
Ya no aguanto el peso de esta soledad
Me estoy golpeando contra la mesa

Subo el volumen de la canción que suena en mis auriculares para escuchar bien la letra, como si no me la supiera ya de memoria desde que Alba la compartió en su historia el otro día.

Y es que nunca había sentido nada igual
'Toy perdido en un lugar donde tú ya no me besas
Si te sueño no me quiero despertar
No he podido imaginar mi vida sin tu belleza

Siempre he sido yo la experta en hablar a través de las canciones, pero no puedo negar que esta en concreto manda un mensaje mucho más claro que algunas de las que yo he subido también, porque firmaría cada palabra desde el principio hasta el final.

Baby mándame una foto
Pa' acordarme de nosotros
Pa' sentir que todo sigue igual
Ya me estoy volviendo loco
Te pienso y me desenfoco
Ta' falta de ti me va a matar

Baby te lo pido, mándame una señal
Que sin ti no creo que aguante un segundo más
Baby te lo pido, mándame una señal
De que esta distancia nunca nos va a afectar

De repente la música se ve interrumpida por una llamada entrante que no dudo en contestar en cuanto veo quién es.

– Hola Juls.

– ¡Natinat! – saluda con su habitual energía a pesar de ser tan pronto por la mañana. – ¿Qué tal amiga? ¿Por dónde vas?

– Acabo de subir al coche, no tardaré demasiado en llegar.

– Vale, perfecto, porque ando un poco justa de tiempo y voy a tener que irme rápido.

– ¿Seis meses sin verme y no te vas a tomar ni un café conmigo? – le reprocho en broma, ya me había avisado.

– Me encantaría, pero la reunión es a las nueve y media y voy pillada.

– Eres la peor amiga del mundo.

– ¡Oye, maldita! No es mi culpa que hayas cambiado la hora del vuelo, haber venido esta tarde como estaba previsto.

– Pero Juls, es que...

– Que sí, que sí. Ya lo sé, a mí también me parece mejor así. Oye te dejo que tengo que darme una ducha rápida y salir para allá. Solo quería saber cómo ibas.

– Vale, te veo ahora Juls.

– Hasta luego, guapa.

Al cortar la llamada se reactiva la música, pero la quito con rapidez porque no quiero seguir escuchando canciones que me ponen triste, ya no. Eso ya se ha terminado.

Apoyo la cabeza en el cristal del coche y hago un esfuerzo por no dormirme, lo que no es nada fácil porque me muero de sueño. Joder, no voy a aguantar ni hasta la hora de la siesta, maldito madrugón.

Poco más de media hora después, le doy las gracias al conductor por ayudarme a bajar del coche la enorme maleta que traigo y camino hasta el portal, donde veo que Julia aún no está. Saco el móvil para avisarle de que ya he llegado, pero no me da tiempo ni a mandar el mensaje porque antes de eso su voz me hace levantar la cabeza de la pantalla.

– ¡Mamarracha!

Sonrío mientras se acerca y abro los brazos para recibir el impacto de su cuerpo contra el mío al abrazarme con fuerza.

– ¡Que me matas Julia! – me río mientras me aprieta contra ella.

– Te he echado de menos Natinat – dice al separarse unos segundos después.

– Yo más Juls.

Me agarra un moflete como si tuviera cinco años y cuando lo suelta mete las manos en el bolso que cuelga de su hombro.

– Toma, las llaves – dice dándomelas. – Me voy pitando que mira qué hora es. Te dejo hasta el lunes para instalarte tranquila, pero después quedamos y me pones al día de todo, ¿vale?

Me da otro abrazo rápido y, casi sin que me dé cuenta, se da la vuelta para marcharse por dónde ha venido.

– Julia, espera – la llamo para que se detenga un momento, y cuando se gira y me mira, le pregunto. – ¿Cómo está?

Su gesto curioso por ver qué iba a decir se cambia por una expresión tierna, dejando caer los hombros al mismo tiempo que una sonrisa se instala en su cara.

– ¿A ti qué te parece? Han pasado seis meses Natalia, está exactamente igual que estás tú – su respuesta no me aclara nada, pero no me da tiempo a replicar porque vuelve a hablar. – Sube a casa anda, que se te nota en la cara que lo necesitas.

Ahora sí que se marcha, por lo que yo agarro mi maleta y voy hacia el portal para entrar. Está exactamente igual que estás tú. Sus palabras se repiten en mi mente dejándome con la misma duda que lleva en mi cabeza desde el día que me fui. ¿De verdad se sentirá como yo? Subo hasta el piso y por primera vez meto la llave en la que va a ser mi casa a partir de ahora, arrastrando la enorme maleta para dejarla a un lado de la entrada.

Me quito la mascarilla y la dejo encima de la maleta sin saber dónde tirarla. Se me ha olvidado apuntar bolsas de basura en la lista, pienso al recordar una más de la infinidad de cosas que necesito ir a comprar para llenar este piso vacío. Como odio las mudanzas.

Antes de hacer nada, me acerco al baño para lavarme bien las manos y echarme un poco de agua fría en la cara, a ver si me despejo un poco porque solo son las nueve de la mañana y tengo mil cosas que hacer como para dormir un rato. Mientras me lavo la cara me parece oír un ruido a lo lejos, por lo que cierro el grifo y me concentro en escuchar, pero solo hay silencio. Sigo aseándome sin darle importancia y al terminar me tengo que secar con la camiseta porque no me he dado cuenta de que no hay toallas. Joder, qué pereza solo pensar en deshacer la maleta. Al menos el fresquito del agua se agradece porque a pesar de que es tan pronto, estamos en pleno julio y ya hace un calor para morirse.

Salgo del baño y resoplo mirando la maleta, valorando si es mejor empezar por ahí o ir a comprar todo lo que necesito y luego ya ordenarlo todo. Mientras me decido, me giro hacia el pasillo al volver a escuchar un ruido que ahora me parece la puerta de un armario cerrándose. Avanzo un par de pasos y lo vuelvo a escuchar. Debe ser el cansancio lo que me hace no pensar en la opción más lógica, porque si escuchas ruidos extraños en una casa en la que se supone que no hay nadie, ir hacia ellos no suele ser la mejor idea, pero yo doy otro paso acercándome a la puerta de la habitación del final del pasillo mientras hablo en voz alta.

– ¿Hola? – nadie responde.

Antes de que sea consciente de lo que pasa, la puerta se abre de golpe cuando estoy a punto de alcanzar el pomo para entrar y un cuerpo aparece tras ella. Al verme ahí de pie, da un bote de lo más cómico que me haría reír si no fuera porque yo también tengo que dar unos pasos para atrás por el susto que me llevo al ver una persona salir de la que se supone que es mi habitación.

– ¡Joder, qué puto susto! – grita con la cara desencajada llevándose una mano al pecho y coge aire durante unos segundos. – ¿Tú quién eres? – pregunta de manera más tranquila cuando se recupera, quitándose los auriculares que lleva y dejándolos sobre una caja que hay al lado de la puerta de la habitación.

– ¿Yo? ¿Quién eres tú y qué demonios haces en mi casa?

– ¿Tu casa? No perdona, creo que te estás equivocado. Este es mi piso.

– A mí me parece que no. Mira, estas son mis llaves – le digo levantándolas en el aire antes de guardarlas otra vez en el bolsillo, y me giro a señalar hacia el salón – y allí he dejado mis cosas.

– Pues debe haber algún error, porque yo me acabo de mudar aquí con mi novia.

– ¿Sí? ¿Y dónde está tu novia?

– En Londres, pero vuelve esta tarde. De hecho, se supone que yo tenía que ir a buscarla al aeropuerto – se cruza de brazos levantando la ceja de manera acusatoria y yo tengo que morderme el labio para no sonreír.

– Ah, no hay problema – digo mientras ando hacia atrás por el pasillo. – Si te va mal que me quede, yo me marcho y ya vuelvo luego – añado dándome la vuelta sin dejar de andar.

– ¡Nooooo, Nat! ¡Ven aquí!

Su protesta pone fin al absurdo momento y al oír su risa me yo detengo. Es imposible dar un paso en dirección contraria a esa risa. Me doy la vuelta justo para ver cómo viene corriendo hacia mí con la sonrisa saliéndosele de la cara y de un salto se sube a mi cuerpo.

Coloco mis brazos alrededor de su cintura a la vez que doy un par de pasos hacia atrás por el impulso, y ella me rodea con sus piernas para después apretarme con toda la fuerza que tiene mientras respira fuerte escondida en mi cuello. Unos segundos después sale de ahí para apoyar su frente en la mía y tras un leve suspiro junta nuestros labios en un beso que aunque durara para siempre aún se me quedaría corto.

Siento que me podría desmayar solo del placer que me supone saborear de nuevo sus labios entre los míos porque no existe una sensación mejor en el mundo. Mi sonrisa por tenerla de nuevo entre mis brazos nos hace romper el beso y ella aún sin abrir los ojos roza su nariz con la mía y susurra.

– Te he echado muchísimo de menos.

Mi sonrisa se hace el doble de grande y dejo un par de besos cortos en sus labios antes de responder.

– Yo también, mi amor.

Ella sonríe y vuelve a esconderse en mi cuello y a abrazarme con fuerza. Ninguna tenemos intención de soltar a la otra, así que decido movernos hasta el sofá para poder sentarnos, agradeciendo que lo hayan traído tan pronto de la tienda porque quitando algunas cajas, no hay nada más en todo el salón.

Mientras me acerco, no soy capaz de resistir las ganas de bajar mis manos de su espalda a su culo, dándole un apretón que le provoca una sonrisa que siento en la piel de mi cuello, de donde no se separa. Seis meses sin tocarlo, demasiado para mi salud, pienso apretando de nuevo.

Me siento en el sofá con ella encima y en el momento en el que mis manos vuelven a subir para acariciarle la espalda, ella sale de su escondite para mirarme, aunque solo pasan dos segundos hasta que se inclina para besarme de nuevo.

No me separo de sus labios hasta que resulta absolutamente necesario para poder respirar, y cuando lo hago, me echo ligeramente hacia delante para apoyar la cabeza en el pecho de Alba y con mis brazos aún en su espalda la aprieto de nuevo contra mí, sintiendo por fin mi corazón en calma por volver a estar junto a ella.

Noto una de sus manos subir desde mis hombros hasta mi pelo para acariciarme mientras yo me sigo aferrando con fuerza a la camiseta que lleva, y cuando siento que posa sus labios en mi cabeza para darme un beso, no puedo evitar que se me humedezcan los ojos.

Me incorporo y en cuanto me ve, lleva sus manos a mis mejillas con preocupación, pero yo sonrío para que esté tranquila. No sirve de mucho porque al momento me doy cuenta de que sus ojos se humedecen también, aunque ella imita mi sonrisa mientras deja escapar una pequeña risa antes de hablar.

– Mi amor, aguanta porque como te vea llorar voy a empezar a hacerlo yo y no voy a parar en dos días, te aviso.

Me río por lo que dice y besándola de nuevo consigo distraerme lo suficiente para retener esas lágrimas, que no son más que el alivio y la felicidad queriendo escaparse por mis ojos. Con sus labios entre los míos, disfruto de la humedad de su boca impregnando la mía mientras yo aprieto con mis manos su cintura queriendo asegurarme de que no es un sueño.

Al separarnos unos minutos después, sonrío en grande cuando me mira con los ojos brillantes llenos de adoración, la misma con la que sé que yo la estoy mirando a ella.

– Nat, ¿qué haces aquí? – pregunta agarrando mis mejillas con sus manos como si aún no se lo creyera y yo sonrío.

– He vuelto a casa.

Se ríe y se inclina para llenarme toda la cara de besos y yo siento que me va a explotar el pecho de felicidad.

– Eso ya lo veo, ¿pero por qué has llegado tan pronto? Y que conste que no me estoy quejando – se sigue riendo mientras lo dice, sin dejar de besuquearme por la cara.

– Quería darte una sorpresa – explico mientras ella sigue acariciándome las mejillas y posando sus labios por todas partes, más tranquila ahora que estoy hablando. – Vi que había un vuelo a primera hora y lo cambié para llegar pronto. La idea era poner orden en la casa y prepararte una noche romántica con velitas, flores y todas esas cosas, pero la sorpresa me la he llevado yo porque se suponía que tú no tenías que estar en casa. Julia tenía que encargarse de que no te pasaras por aquí en todo el día.

– ¿Julia lo sabía?

– Claro, es ella la que me ha dado mi copia de las llaves.

– Pues ya sabemos a quién echarle la culpa, porque yo iba a prepararte a ti algo parecido, y ella sabía perfectamente que me había pedido el día libre en el estudio para venir aquí a organizarlo todo. No he hablado de otra cosa en toda la semana.

– ¿La culpa? Cariño, tenemos que darle las gracias. Nos ha regalado doce horas más juntas – me río sobre sus labios antes de darle un beso corto y volver a echarme hacia atrás y apoyarme en el respaldo del sofá para mirarla, dejando caricias en sus muslos que están a los lados de mi cadera. No puedo parar de tocarla.

– Bueno, igual tienes razón – admite. – Los dos planes eran incompatibles, así que supongo que esto era la mejor opción para sorprendemos a las dos.

– Sí, pero vaya susto me has dado.

– ¿Yo? Y tú qué, que casi me da un infarto al verte detrás de la puerta – protesta dándome un golpecito en el abdomen y ya no aparta su mano de ahí.

– Y luego has venido corriendo a mis brazos – me incorporo para morderle el labio.

– Pero antes de eso he aguantado un minuto entero haciendo el tonto, valóralo que no ha sido fácil.

Me río sobre sus labios y los beso de nuevo, incapaz de estar más de unos segundos separada de ellos. Ahora los besos son más lentos y menos desesperados, aunque mucho más profundos. Su lengua se abre camino entre mis labios hasta que encuentra la mía, y juntas se encargan de humedecer unos besos que no tardan en alterarnos la respiración.

– Te quiero, Albi, y tenía muchas ganas de poder decírtelo en persona por fin – digo cuando apoya su frente en la mía.

– Y yo mi amor, te quiero muchísimo.

– Mmmm.... Qué bien suena escucharlo así, joder.

Se ríe de mi reacción y rodea mi cuello con un brazo para acercarse más y pegar su boca a mi oreja.

– Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero.

Yo aprieto mi abrazo a su cuerpo y sonrío mientras hundo la cara en el hueco de su cuello. Le doy un beso en él y, aprovechando la posición, giro nuestros cuerpos para tumbarnos en el sofá con ella encima de mí.

Sonríe separándose para volver a mirarme, y yo sin perder ni un segundo llevo la mano a su nuca y la acerco para lanzarme a besarla. Mientras mi lengua invade su boca, ella se recoloca para apoyarse bien sobre mí, lo que me hace llevar las manos a su culo como acto reflejo. Jadea cuando se lo aprieto y hago que se roce contra mi cuerpo, y yo aprovecho para deslizar mi boca por su mandíbula, besándola y mordiéndola.

Desesperada por sentir su piel, cuelo las manos por dentro del pantalón corto de chándal que lleva puesto sin dejar de repartir besos húmedos por su mandíbula y su boca. Clavo mis dedos en la carne de su culo y ante mi movimiento ella empieza a frotar su cadera contra la mía.

– Naaat...

Su gemido me hace darme cuenta de lo rápido que nos hemos venido arriba, y algo en mi interior me hace querer justificarme.

– Albi... – empiezo a decir llevando la boca a su cuello para lamerlo. – Te he echado mucho de menos, te lo prometo... – jadeo cuando se agarra fuerte a mi pelo como respuesta al no tan suave mordisco que doy en su cuello. – To... todo lo he echado de menos, te juro que no solo esto... ahhh, joder... Te... te quiero, no pienses que... – sin darme cuenta empiezo a elevar mi cadera para aumentar la fuerza con la que nos rozamos – que solo quería volver para esto.

Me callo cuando se incorpora de golpe y queda sentada sobre mi cadera con las manos apoyadas en mi abdomen, mirándome con las mejillas sonrojadas y la respiración ligeramente alterada.

– Natalia, joder – suspira antes de soltar una pequeña risa que me confunde.

– ¿Qué pasa?

Ella se muerde el labio mirando mi expresión confusa y agarra mi camiseta a la altura de mi pecho para tirar de ella con fuerza, haciendo que yo me incorpore hasta estar sentada con la cara a la altura de la suya.

– Que te calles, me lleves a la cama y me folles.

Tardo unos segundos en echar la cabeza hacia atrás, ver el deseo en sus ojos y procesar las palabras que acaba de decir, pero cuando lo hago, sonrío con picardía y vuelvo a pegarme a ella para comerle la boca con todas las ganas acumuladas en estos seis meses sin vernos, y eso son muchas ganas.

– Mmm... mi amor – gime ante mis besos desenfrenados.

Sus brazos de nuevo envuelven mi cuello y yo aprieto su cuerpo contra el mío para levantarnos del sofá. Sin separar mi boca de la suya, camino a ciegas hacia el pasillo para llegar hasta la habitación, pero calculo mal el espacio y acabo chocando con la pared, a lo que ella reacciona con un gemido ahogado contra mis labios.

– Uy, perdón – separo la cabeza de ella para mirarla y ver que está bien porque le he dado un poco fuerte. – No tengo controladas las medidas de este piso aún.

– Tampoco me parece mala idea que me vayas empotrando contra todas las paredes – se ríe mientras su pecho sube y baja con fuerza, y yo sonrío ante la imagen a la vez que ella deja de rodearme con sus piernas para poner los pies en el suelo. – Vamos.

Ataca mis labios de nuevo mientras me empuja por el pasillo enganchada a mi cuello. Mis manos no se detienen ni un segundo y con desesperación las paso por cada parte de su cuerpo que he echado de menos. Exacto, todas.

– Joder, cómo me gusta que me toques – su voz empieza a sonar ronca.

Dando vueltas llegamos al cuarto, donde tropezamos con una caja que había por el medio y que Alba se encarga de apartar con la pierna para después tumbarme en la cama de un empujón. Antes de subirse encima de mí, me quita las zapatillas y yo me echo hacia atrás para colocarme a la altura de la almohada.

No tarda en ponerse sobre mi cuerpo, llevando su boca directamente a mi cuello y provocando que yo lo estire para que sus besos húmedos tengan aún más espacio que recorrer. Su torso se eleva un poquito del mío para poder colar sus manos entre medias y meterlas bajo mi camiseta.

– Madre mía, Nat – jadeo cuando araña suavemente mis abdominales. – ¿Has estado haciendo ejercicio, mi amor? – pregunta sobre mi oreja lamiéndola.

– Tenía... tenía mucha energía que quemar y... y tú no estabas.

Desesperada por llevar su boca hasta su parte favorita de mi cuerpo, se incorpora sentándose sobre mis muslos para agarrar mi camiseta y quitármela rápidamente, pero se detiene en seco cuando la lanza por ahí y su vista regresa a mí. Apoya una mano al lado de mi cabeza y se inclina llevando la otra al collar que adorna mi cuello.

– ¿Qué pasa, mi amor? ¿Te pensabas que ya no lo iba a llevar? – coloco la mano en su barbilla para que levante la vista a mis ojos. – No me lo he quitado ni una sola vez.

Sonríe y me besa de nuevo, recuperando en pocos segundos la actitud desenfrenada de hace unos instantes. Sus besos bajan por mi cuello, pero no se detienen demasiado porque en seguida avanzan hasta mis pechos, estimulándome con la boca y con las manos con la misma pasión con la que me besaba hace un momento.

– Pff... cómo echaba de menos esa lengua... joder – me cuesta mantener los ojos abiertos al sentir el fervor con el que chupa mis pezones.

Empiezo a gemir con algo más de fuerza mientras ella no deja de lamer y besar mi abdomen. Sin rebajar la intensidad, sigue deslizándose hacia abajo hasta que se topa con el borde de mi pantalón, y no duda ni un segundo en incorporarse para quitármelo, llevándose por delante también mis bragas. Lo tira todo por ahí y vuelve a colocarse sobre mí, hundiendo su cabeza en mi cuello para devorarlo mientras sus manos no dan tregua al resto de mi cuerpo.

– Ahhh... ¡Alba...! – gimo fuerte cuando su muslo empieza a frotarse con fuerza contra mi centro. – Al-Alba... quítate la ropa.

Mientras su boca no descansa, yo meto las manos por dentro de su camiseta para intentar quitársela, pero es imposible porque no me ayuda ni un poquito, está demasiado ocupada devorándome. Bajo mis manos a su culo y le doy un azote para que me haga caso, pero ella simplemente gime y acelera sus movimientos al excitarse aún más.

– Desnúdate.

– Voy joder – se queja tirando de mi piel con sus dientes.

Pero no va. Sigue comiéndome con desesperación, por lo que agarrando su cintura con mis manos, la empujo con fuerza hasta que cae sobre el colchón a mi lado y con velocidad para que no le dé tiempo a quejarse, me subo encima de su cadera. Necesito un minuto de pausa, pienso al notarme muchísimo más al límite de lo que me gustaría.

Agarro el borde de su camiseta y, ahora sí, ella se incorpora para ayudarme a quitársela, dejando su espalda caer sobre el colchón nuevamente. Observo su pecho sudoroso subir y bajar con fuerza y sus pezones endurecidos llamándome a gritos, y aunque se me hace la boca agua de la anticipación, lo primero que hago es inclinarme a besar su tatuaje después de tanto tiempo sin poder hacerlo.

Mi corazón.

Tras el par de besos de rigor en él, deslizo mi lengua hacia una de sus tetas y empiezo a chuparla con ganas para luego sustituir mi boca por mi mano y cambiar a la otra. El cuerpo de Alba se retuerce bajo el mío mientras gime, y yo disfruto al sentir todo lo que le provoco con mis besos húmedos que ahora se desplazan a su abdomen.

– Voy a follarte hasta que no puedas andar – la provoco.

– Lo... lo estoy deseando, mi amor.

Clavo las rodillas en el colchón a los lados de su cadera para poder incorporarme un poco y vuelvo a subir la boca a la suya porque llevo demasiado rato sin probar sus labios, pero en seguida la deslizo a su cuello de nuevo, incapaz de resistirme a dejar unos cuantos mordiscos en él mientras mis manos no se separan de sus pechos.

Ella aprovecha el espacio entre nuestros cuerpos para dejar de arañarme la espalda, meter sus manos entre ambas y volver a tocarme sin parar.

– Mmm... lo muchísimo que me pones... Nat...

– A ver cuánto.

Me separo de su cuello para poder verle la cara mientras deslizo mi mano por su cuerpo hasta colarla por dentro de sus pantalones y sus bragas con la intención de no hacerla esperar demasiado y meterle los dedos hasta que se corra, pero me detengo de golpe al notar algo diferente.

– Te has dep... ¿entero? – se muerde el labio y me mira de la forma más erótica que me ha mirado nunca mientras asiente lentamente y sonríe con picardía. – Eso es nuevo.

Muevo otra vez mis dedos entre su humedad y presiono sobre su clítoris para hacerla gemir solo por el placer que me produce ver la cara que pone al hacerlo, pero después no pierdo más tiempo y saco mi mano de ahí mientras me muevo hacia abajo en la cama para quitarle la ropa que le queda.

Con el camino despejado, pongo mis manos en sus muslos para separarle las piernas más de lo que ya lo está haciendo ella y recorro todo su coño con la lengua de una pasada, haciendo que ella baje la mano hasta mi cabeza y se agarre con fuerza a mi pelo. 

– Ummm... Nat... más... más – pide cuando empiezo a chuparla con fuerza, prestándole especial atención a su clítoris.

Había cerrado los ojos, pero los vuelvo a abrir para mirar hacia arriba y verla a ella con los suyos apretados de placer, con la boca entreabierta buscando algo de aire y sus brazos estirados para agarrarse a la sábana con una mano y con la otra a mi pelo.

– ¡Aahh! Joder, Nat... ahí, ¡sí! – sus gemidos se descontrolan, lo que me pone tan cachonda que aumento la velocidad con la que muevo mi lengua sobre ella, deseando egoístamente que tarde en correrse para seguir disfrutando de comérselo todo lo que pueda. – ¡Aaaahh! ¡NAAT!

No aguanta demasiado hasta que empieza a elevar la cadera contra mi cara, por lo que subo mi mano para meterle dos dedos sabiendo que está a punto de llegar al orgasmo, lo que no tarda más que unos segundos en ocurrir.

– ¡Siiii! ¡NAAAAT!

Aunque bajo el ritmo, no detengo los movimientos de mi lengua sobre ella para alargar su placer todo lo que pueda, hasta que ella misma tira de mi pelo para separarme. Sonrío y gateo por su cuerpo para ponerme a su altura mientras ella va recuperando la respiración.

Con sus manos agarra mis mejillas y me acerca a ella para besarme profundamente, gimiendo al saborearse a sí misma en mi boca. Se separa y suelta mis mejillas aún con la respiración jadeante, y yo me inclino para recorrer a besos su cara hasta que se le pasa un poco.

– Sinceramente, Albi, – susurro dándole besos por la mejilla – qué ganas tenía de comerte el coño.

Tras una pequeña risa por su parte, cuela sin que me dé cuenta su mano entre las dos para llevarla de golpe hasta mi entrepierna, arrancándome un gemido al recorrer con sus dedos la humedad de mis pliegues, que no es poca.

– Ya veo cuántas, mi amor – me provoca con su voz ronca. – Estás empapada.

– Al... Alba.

– Mírame.

En cuanto saco la cara del hueco de su cuello, donde la he metido para morder su hombro y controlar los gemidos que ya me está provocando con los movimientos de su mano, ella me penetra con dos dedos.

Al mismo tiempo que ella mueve su mano con fuerza contra mí, yo impulso mis caderas hacia abajo involuntariamente para aumentar el ritmo de sus penetraciones, acelerando un orgasmo que no tarda en llegar.

Gritando su nombre me desplomo sobre su cuerpo con sus dedos aún dentro de mí, jadeando mientras ella con su mano libre me acaricia el pelo. Unos segundos después elevo mi cadera un poco y ella saca su mano haciendo que gruña ante la sensación, y mientras mis ojos no se apartan de los suyos, ella se la lleva a la boca para lamer sus dedos lentamente. No puede ser que me acabe de correr y siga cachonda.

– Mmm... qué bien saben tus ganas de mí, Nat. Tenías un montón – sonríe con picardía.

– Te lo he dicho – suspiro intentando recuperar el aire.

– Ahora déjame saciar las mías.

Nos da la vuelta para colocarse sobre mí y empieza a besarme y a tocarme por todas partes, haciendo que mi cuerpo se caliente y mi pulso se dispare de nuevo. Antes de que me dé cuenta ya está hundiendo su lengua entre mis pliegues, succionando y besándome, volviéndome loca con los sonidos que su saliva produce al juntarse con mi humedad.

– Mmm... Nat... – gime entre lengüetazo y lengüetazo.

– Alba... no gimas así que no aguanto – le suplico, pero ella me ignora y lo sigue haciendo, llevándome al límite rápidamente ayudada por los veloces movimientos de su lengua. – ¡Alba! Sí, joder... aahhh... ¡AALBAAA!

No se mueve hasta que mi cuerpo no deja de temblar, y después sube lentamente por mi cuerpo mientras deja besitos suaves por mi piel hasta llegar a mis labios. Suspiro cuando se separa y se deja caer sobre mi cuerpo a la vez que sube su mano para acariciar mi pelo, mi mejilla, mi cuello... Pasea la yema de sus dedos con suavidad por todas partes mientras yo rodeo su cuerpo con mis brazos.

Unos minutos después en los que la relajación en la que me encuentro casi hace que me quede dormida, ella se vuelve a incorporar para llenar de besos mi mejilla.

– Creo que con lo que hemos gritado ya nos hemos presentado a los vecinos – susurra en mi oído en voz muy baja, haciendo que me ría mientras por dentro deseo que no se nos haya escuchado. Qué vergüenza.

Continúa dejando besos cada vez más suaves por todas partes y, cuando cierro los ojos para disfrutar de ellos, sé que no voy a lograr vencer el cansancio. Lo intento porque quiero estar despierta para disfrutar de poder estar con Alba al fin, pero me resulta imposible y acabo quedándome dormida justo después de escuchar un nuevo susurro por su parte.

– Bienvenida a casa, mi amor.



ALBA POV

Unas cosquillitas por mi espalda es lo que acaba de sacarme del profundo sueño del que ya me estaba despertando, haciendo que sonría antes incluso de ser plenamente consciente de mi alrededor. No siento el cuerpo de Natalia bajo el mío como cuando nos hemos dormido, pero no necesito abrir los ojos para saber que está a mi lado, mirándome apoyada sobre una de sus manos mientras pasea la otra con delicadeza arriba y abajo por mi espalda.

– Así que no ha sido un sueño – digo sonriendo sin molestarme en abrir los ojos. – Realmente has vuelto a casa.

– ¿Lo dudabas, Albi? – siento un movimiento a mi lado y a continuación un beso muy suave en mi mejilla. – Qué pasa, ¿que soñabas a menudo que volvía?

– La verdad es que sí, y en mi mente acabábamos siempre igual que esta mañana.

– Fíjate, qué sueños más entretenidos. ¿Te lo pasabas bien?

– Mucho, lo malo era despertarme y no tenerte a mi lado para hacerlos realidad.

– Si es que a mejor opción siempre es seguir durmiendo...

Mientras lo dice noto que pasa una pierna por encima de mi cuerpo para apoyar la rodilla en el otro lado y colocarse sobre mí, aunque no se apoya en mi cuerpo y simplemente se sujeta con las manos para inclinarse y rozar con sus labios mi mejilla antes de besarla con cuidado.

– ¿Y qué haces tú despierta entonces? Pensaba que estarías cansada del viaje – pregunto más seria, preocupada porque no haya descansado lo suficiente.

A ciegas llevo mi mano hacia su cabeza para acariciarla, pasando mis dedos por su pelo desordenado mientras ella besa con ternura el lado de mi cara que no está aplastado contra la almohada, hasta que me da un beso en la mano y yo la aparto de nuevo para seguir disfrutando de sus caricias.

– Estaba reventada, Albi – dice mientras sus labios siguen bajando para dejar besos lentos por mi hombro desnudo. – Me he levantado a las 5 de la mañana, hora londinense, y ayer estaba tan nerviosa por volver a verte que eran casi las dos y seguía despierta, pero ha sido dormir un par de horas abrazada a ti y ya tengo energía para ganar un triatlón – exagera haciéndome reír, aunque yo me sigo preocupando por su falta de descanso.

– ¿No has dormido en el avión?

– No podía Albi, estaba muy nerviosa – se ríe sobre mi piel como un bebé y yo siento que soy mil veces más feliz que hace dos segundos.

Sonrío aguantándome las ganas de darme la vuelta y comérmela a besos, pero es que no tengo fuerza de voluntad para renunciar a todos con los que ella está regando mi cuerpo. Suspiro al sentir un tirón en mi piel con sus dientes antes de que siga hablando.

– Como cada vez que pensaba que te iba a ver me ponía más nerviosa, me he entretenido haciendo la lista de todas las cosas que tenía que comprar, pero se me ha olvidado apuntar bolsas de basuras – sonrío porque incluso sin mirar siento su puchero.

– Vaya problemón, ¿no? – sus labios se deslizan hacia mi otro hombro y lo empieza a llenar con los mismos besos que el otro para que no se ponga celoso.

– Sí, pero ya he visto que has comprado tú. De hecho, he visto que has comprado un montón de cosas. Todas las que tenía en mi lista.

– Ya te he dicho que quería tenerlo todo organizado para que cuando llegaras tú solo tuvieras que preocuparte de besarme.

– Pues hiciste bien porque ya he llegado y besarte es lo único que pienso hacer – noto la sonrisa en su voz.

– No, lo único no, porque si has visto todas las cosas que he comprado significa que te has levantado de la cama mientras dormía en vez de quedarte aquí a darme más besos.

Suelta una risita ante mi fingido enfado y deja de sujetarse con las rodillas y los brazos para apoyarse en mi espalda, dándome una agradable sensación de calorcito no solo en mi piel, sino también en mi corazón, y haciendo que abra los ojos para mirarla cuando besa mi mejilla desde atrás. Por fin está aquí conmigo.

– Es cierto, he hecho un montón de cosas mientras dormías.

– Cuéntame qué cosas – le pido solo por oír su voz pegadita a mi oído.

– Pues mira – me acaricia ahora con la yema de sus dedos mientras habla. – Primero me he despertado porque entre tenerte encima de mí, que eres una estufa, y el solazo de las doce y media del mediodía de un día de julio que entraba desde la ventana y que me estaba dando en toda la cara, estaba a puntito de derretirme.

– Pobre mi niña – sonrío con el besito que me deja en el hombro.

– Total, que me he levantado de la cama para bajar la persiana y ya que estaba, he ido al baño. – eso explica la luz tenue que alumbra el cuarto. – Al entrar otra vez a la habitación te he visto en mitad de la cama abrazada a la almohada, con esa luz preciosa iluminando tu cuerpo desnudo, y me he puesto tan feliz de por fin estar contigo que casi me pongo a llorar.

– Mi amor... – respondo con un puchero porque sé que lo dice literalmente.

– Sí, Albi, y luego he ido a buscar mi móvil para hacerte una foto porque no me he podido resistir a tremenda obra de arte.

– ¡Natalia! – me río girando la cabeza para mirarla. – ¿Desnuda?

– Albi, te he tapado hasta la cintura, y estabas bocabajo y... y... y me he ido al otro lado de la cama para que estés a contraluz – explica apurada a pesar de que mi tono no era de reproche. – No se te ve nada, te lo juro. Jamás te haría ese tipo de fotos sin tu permiso.

– Nat, tranquila que no pasa nada – aseguro para que se relaje. – Yo confío en ti cariño.

– Mira.

Sin levantarse demasiado de mi cuerpo se estira hasta la caja que está al lado de la cama y que está haciendo de mesilla y coge su móvil, buscando rápidamente la foto para enseñármela.

– ¿Te gusta?

– Joder, Nat, qué fotón – digo flipando al verla. – Mi amor, si parece una foto de estudio y no una hecha con el móvil en una habitación normal y corriente.

– Todo el mérito es de la modelo – besuquea mi mejilla.

– Sí, seguro – ironizo y la ignoro. – ¿Me la pasas? Quiero subirla a insta.

– Bueno... me lo pienso – se hace la interesante devolviendo el móvil a donde estaba y retomando sus besos por mi espalda, con más energía ahora que ya estoy más despierta.

– Seguro que encuentro la manera de convencerte – sonríe porque sí, va a ser fácil convencerla. – ¿Qué más has estado haciendo mientras dormía?

– Nada, después me he quedado tumbadita a tu lado viéndote dormir y acariciándote porque eres monísima y te quiero un montón – explica mientras se desliza hacia abajo besando toda mi piel por el camino. – Te he dado muchos mimos, aunque hasta que te has enterado... menuda marmota, mi amor.

– Así que me has estado mirando mientras dormía – sonrío ante la imagen. – ¿Cómo una psicópata?

– No, como una enamorada.

– ¿Estás segura? Los síntomas son parecidos.

Su sonrisa al escucharme choca con la parte baja de mi espalda, desde donde vuelve a subir besando mi espalda con bastante menos inocencia. Al estar de nuevo a mi altura, me agarra el pelo con una mano para apartarlo ahora que lo tengo más largo y besa mi nuca para después hacer lo mismo por mi cuello, arrancándome un inesperado jadeo por la agradable fuerza con la que lo hace. Tras un pequeño mordisco, pega sus labios a mi oreja para susurrar con la voz ronca.

– ¿Cuántas veces necesitas que te haga el amor para entender la diferencia? Porque yo tengo todo el día...

Me doy la vuelta para quedar frente a ella y a la vez que rodeo su cuello con mis brazos, hago lo mismo en su cintura con mis piernas para apretarla contra mí, mordiéndome el labio para provocarla cuando su vista se desliza hasta ellos.

– Tú empieza y ya vamos viendo cuánto aguantas.

El tono de reto con el que pronuncio esas palabras hace que Natalia no se lo piense dos veces antes de lanzarse a mi boca, dejando atrás la calma con la que me estaba mimando hace escasos minutos.

Al igual que esta mañana, pero con las energías renovadas, nos dedicarnos a darnos todo el amor que no hemos podido demostrarnos en persona desde que se marchó a Londres hace seis meses.

Sus labios no dejan ni un centímetro de mi cuerpo sin besar y mis manos no dejan ni uno del suyo sin tocar. Damos vueltas por la cama impulsadas por las ganas que con el paso de los minutos no dejan de ir a más, y nos obligamos la una a la otra a no movernos, agarrándonos para poder hacernos disfrutar, pero poco dura el tiempo en el que conseguimos que una de las dos se quede quieta.

Con el sudor mezclándose con la saliva por todo mi cuerpo, me corro sobre su boca habiendo perdido ya la cuenta de las veces que lo he hecho desde que hemos empezado el segundo asalto de nuestra particular guerra de besos, y casi lo vuelvo a hacer por culpa del placer que me produce devolverle el favor en cuanto recupero un poco el aliento.

Con los orgasmos distanciándose en el tiempo con cada uno que pasa, finalmente decidimos darle tregua a nuestros cuerpos cuando estos dejan de llegar, aunque eso no implica que vayamos a permitir ni un poquito de espacio entre nosotras o nuestros labios.

– No te haces ni idea de lo muchísimo que echaba de menos esto.

Sonrío al escuchar su murmuro, que llega después de una infinidad de besos lentos, caricias suaves por su piel, ronroneos en su cuello y abrazos interminables.

– ¿Pasarnos horas follando? – pregunto sabiendo perfectamente que no es eso.

– No, tonta – se ríe. – Aunque bueno eso también. Me refiero a cómo me mimas siempre después, no soportaba un día más sin que lo hicieras.

Aprieta su abrazo a mi cuerpo y yo aprovecho para moverme y tumbarme encima por completo, haciendo que ella al notarlo abra los ojos que había cerrado.

– ¿Hubieras renunciado a volver a tener sexo en favor de poder tener esto otra vez?

– Albi, qué clase de pregunta es esa.

Sonrío de nuevo al sentir mi cuerpo temblar sobre el suyo a causa de su risa, y lo hago aún más al ver la carita de felicidad que tiene.

– No sé, se me acaba de ocurrir. Contesta – vuelvo a besuquear sus mejillas con suavidad.

– Yo no renunciaría a nada contigo, mi amor.

– Muy buena respuesta Nat, veo que tus habilidades para conquistarme no te las has dejado por allí – me río por lo zalamera que es, encantada por dentro de seguir guardando ese tipo de comentarios en el rinconcito de mi corazón que ya le pertenece. – Pero contesta. Si te apuntaran con una pistola en la cabeza con qué te quedarías. Sexo o mimos.

Me apoyo en su pecho mirándola con una sonrisa curiosa mientas ella me observa, posiblemente planteándose si va en serio que tiene que contestar y al ver que sí, deja escapar un pequeño suspiro antes de hacerlo.

– Pues... sexo.

– ¿Ves? Muchos mimos, muchos mimos, pero luego te pierde un buen polvo – la pico.

– Jolín, Albi, que lo he dicho porque así disfrutas tú también. Es un 2x1.

– Yo también disfruto mimándote, Nat. No me pongas de excusa – la vacilo como si pasara algo por haber elegido sexo. Yo habría dicho lo mismo.

Me incorporo un poco de su cuerpo, sentándome sobre su cadera y ella se cruza de brazos mientras se enfurruña. Me la como a besos.

– Vale, pues sí. He echado más de menos follarte que a tus mimos, que me detengan si quieres – me río por lo rápido que se pica.

– ¿Qué pasa Nat? ¿Que el satisfyer que te regalé no te ha gustado? – bromeo antes de inclinarme para susurrar lo siguiente en su oído. – No me digas que no, porque he visto vídeos en los que se te ve pasártelo bastante bien con él.

Se encoge cuando dejo un beso en su cuello y se muerde el labio cuando me separo de nuevo para mirarla, ambas pensando en esos vídeos que me mandaba para mi uso y disfrute personal. Y cómo los disfrutaba, madre mía.

– Sí me ha gustado, pero es que si lo comparamos con estar contigo... no hay color, Albi. Además, que el aparatito ese no me da besos ni me mima al terminar.

– Vamos, que ni una cosa ni la otra. Tú te quedas con el sexo y con los mimos.

– Claro cariño, es que contigo no tengo que elegir, me das the best of both worlds. Eres mi Hanna Montana particular.

Suelto una carcajada ante la tontería y ella aprovecha para incorporarse a besar mi cuello, que queda entero a su alcance cuando echo la cabeza hacia atrás por la risa.

– Echaba tantísimo de menos tus tonterías – le doy un beso cuando se me pasa.

– Y yo que te rías con ellas. Suena mejor tu risa sin el teléfono de por medio.

Su gesto, aunque sigue siendo sonriente, se torna un poco más serio, así que mientras ella se agarra a mi cintura, yo le acaricio las mejillas y me inclino a besarla de nuevo. Tirando de mi cuerpo para que me mueva con ella, se deja caer otra vez hacia el colchón, bajando las manos a mi culo y apretándolo con la intención de que me acomode encajada en su cadera, pero yo suelto sus labios en un intento por no volver a perder el sentido.

– Mi amor, como tenga un solo orgasmo más antes de comer algo, te prometo que me desmayo.

– Llevas toda la mañana comiéndome, Albi. ¿No te has saciado? – ronronea besando mi cuello, pero se nota que me ha hecho caso porque no profundiza demasiado sus besos.

– De ti nunca, ya lo sabes, pero creo que se nos está haciendo algo tarde.

Me aparto de ella y me estiro hacia la caja sobre la que he dejado el móvil y mis cosas.

– Joder, Nat. Casi las cuatro – me levanto de la cama y alcanzo mi camiseta para ponérmela. – Normal que me vaya a dar algo, si he desayunado a las ocho.

– Pues imagínate yo – se ríe mirándome desde la cama.

– Toma pide algo, que me da pereza ponerme a buscar por las cajas las cosas para cocinar. Voy al baño.

– ¿Qué te apetece? – dice cogiendo mi móvil de mi mano y tumbándose de nuevo.

– Lo que tú quieras, cariño.

Me inclino sobre la cama para darle un beso en la frente y luego salgo de la habitación sin aguantar más sin ir al baño. Al terminar aprovecho para ir a la cocina y cojo una botella de agua para después volver a la habitación.

– He pedido un par de pizzas para no complicarme. En media hora o así llegan.

– Pues nada, ya casi para merendar – bromeo. – Toma, he traído agua.

– Uf, menos mal, mi amor. Me voy a deshidratar.

Después de bebernos casi la botella entera entre las dos, nos volvemos a tumbar en la cama mientras esperamos a que traigan la comida. Una al lado de la otra con las piernas enredadas, caemos en un cómodo silencio mientras Natalia me hace cosquillitas en el brazo, hasta que yo me giro para ponerme de lado y mirarla, rompiendo el silencio al preguntarle algo.

– Nat, ahora que eres la mejor productora de todo el mundo, ¿me vas a hacer canciones de amor?

Se ríe ligeramente mientras se pone de lado para mirarme también, acariciando mi mejilla antes de darme un beso rápido en ella para después responder.

– ¿Una beca de seis meses para un curso de producción y ya soy la mejor productora del mundo? Mucha confianza tienes tú en mí – asiento rápidamente para que entienda que así es.

– Sí, seguro que ahora te van a contratar para que le produzcas las canciones a los famosos y te haces millonaria – bromeo.

– Ahhh, ¿eso es lo que quieres? – pregunta acercándose y haciéndome cosquillas. – Una novia millonaria que te compre cosas y te haga canciones.

– Pues no estaría mal – respondo entre risas que no cesan hasta que ella se está quieta. – Ahora en serio, Nat. Estoy muy contenta de que hayas podido estudiar lo que más te gusta, sé que cuando entraste en esa empresa estabas muy feliz porque te encantaría acabar trabajando de eso, y ahora vas a dirigir la compañía.

Suelta una carcajada porque haya terminado diciendo eso a pesar de que me haya puesto tan seria.

– Bastante con que de momento me vayan a hacer un contrato nuevo y deje de ser una becaria.

– Bueno, es cuestión de tiempo – me encojo de hombros sonriente. – Pero vamos, que no me cambies de tema. ¿Dónde están mis canciones, que yo las vea?

– Que yo no hago eso, Albi, te lo he explicado mil veces. Aunque me han enseñado de todo, el curso iba enfocado a producciones para cine y televisión. Ya sabes, bandas sonoras y todo eso – se hace la tonta, pero a mí no me engaña. – Que para algo me han concedido la beca a través de la empresa, para que me forme en lo que ellos necesitan y trabaje en sus proyectos, no para que le haga canciones de amor a mi novia – se ríe.

– ¿Y me vas a decir que no probabas luego las cosas que aprendías con tus propias canciones? Nat, que nos conocemos – me río ligeramente de su pequeño rubor.

– Albi... ya sabes lo que me cuesta a mí enseñar esas cosas, aunque sea a ti.

– Es que Nat, lo poquitísimo que me has enseñado es increíble, entiende que me muera por escuchar más cosas, y más ahora que sabes cómo producirlas. Aunque solo tú y tu guitarra es perfecto, ehh, yo no me quejo. Lo que me des me vale.

– No sé yo si puedes darme tantos besos como para convencerme de eso – busca salir del tema y yo lo acepto porque no quiero presionarla, así que se lo pongo fácil.

– Dame un número.

– ¿Un número?

– Sí, como la gente que pide favs en twitter para conseguir cosas. Dime un número de besos – sonrío incorporándome y poniéndome sobre ella.

– Umm... veinte mil.

Sin esperar ni un segundo, me echo hacia delante para empezar a llenar toda su cara de besos cortos, posando mis labios sin cuidado allí donde pillo, haciendo que se ría por la sorpresa y por las cosquillas que le debo estar haciendo.

– ¡Albiiiii! – se queja entre risas. – Paaaara.

– Cieeen... – cuento mientras no paro de besarla y ella no para de reír. – Doscientos... trescientos...

– Creo que no sabes contar – se ríe intentando apartarme, pero yo hago más fuerza.

– Cuatrocientos... – la habitación se llena con el sonido de mis besos y su risa, que me hace sonreír en grande cuanto más fuerte se oye.

Cuando mi cuenta llega a ochocientos suena el timbre de casa, lo que me hace frenar mi ataque de besos y recordar el hambre que tengo. Miro a Natalia, aún bajo mi cuerpo, y le doy un beso en los labios antes de bajarme de la cama.

– Salvada por la campana – le digo mientras cojo mis pantalones del suelo y me los pongo para no abrir solo en camiseta.

Salgo de la habitación para responder al telefonillo y espero al lado de la puerta hasta que el repartidor sube con nuestras pizzas. Una vez que las tengo y cierro, voy al salón pensando que el sofá es el mejor sitio para comer porque aún no tenemos mesa ni en la cocina ni el salón, y cuando estoy acercando un par de cajas para que nos hagan de mesita, Natalia aparece por la puerta vestida con una camiseta.

– Mi amor, te está llamando tu hermana – dice estirando el brazo hacia mí con mi móvil en la mano.

– Cógelo tú porfa, que estoy colocando esto.

– Vale – dice haciéndome caso. – Hola mini Reche, tu cuñi preferida al aparato ¿qué tal?... sí... claro que estoy en casa, ¿no ves que te estoy cogiendo el teléfono?... ¿que qué hago aquí? Pues es que hasta donde yo sé esta es mi casa también... ¿tu hermana? Muy bien, gracias por preguntar... sí... que sí... Marina que te estoy diciendo que sí – se ríe. – Vale... sí, puede que esa sea la razón... Marina joder, qué bruta eres – se vuelve a reír y miedo me da lo que habrá dicho la otra. – Cuando tú quieras mini Reche... ¿no? Puedo cambiarlo por little Reche si prefieres... ¿no te convence? Pues yo es que alemán no sé...

Me acerco a Natalia cuando ya lo tengo todo listo con una sonrisa por cómo vacila a mi hermana, que debe estar flipando de que ya haya llegado después de la turra que le he dado toda la semana con la sorpresa que quería prepararle a la morena para esta noche.

– Vale, pues lo vamos hablando... adiós mini Reche... ¿no me dices que me quieres?... seis meses Marina, y ahora me dices esas cosas tan feas... vaaaale... que sí pesada... adiós, guapa.

Se gira hacia mí y me devuelve el teléfono con la llamada cortada.

– ¿Ha colgado? ¿Qué quería?

– No sé, pero creo que enterarse de que yo ya he llegado ha resuelto todas sus dudas – se encoge de hombros.

– Luego la llamo, que me ha escrito mil mensajes que no había leído – digo echándole un vistazo al móvil cuando nos sentamos en el sofá.

– Menos mal que yo he hablado con mi familia mientras venía del aeropuerto para avisar de que había llegado bien, porque no le he hecho ni caso al móvil en todo el día. ¡Ay! Después de comer tengo que llamar a Ici – dice mientras va cortando las pizzas.

– Mira Nat – la llamo para que mire la pantalla. – Julia ha escrito esta mañana por el grupo de las tres.

EX–VECINAS MAMARRACHAS

*Juls*

SORPRESA!!!!

cuando consigáis quitar las manos de encima de la otra y miréis el móvil

que sepáis que os quiero mamarrachas

– Qué cabrona, la única que sabía que nos íbamos a ver tan pronto – me río.

– ¿Sabes qué me ha dicho esta mañana cuando me ha dado las llaves? – me dice haciendo que levante la vista para mirarla. – Que subiera a casa, que se me notaba en la cara que lo necesitaba, y yo pensaba que lo decía porque se veía que estaba súper cansada del viaje y el madrugón, pero ahora entiendo que no se refería a eso – sonríe inclinándose para besarme mientras agarra con su mano la mía libre que está sobre mi pierna, susurrando sobre mis labios cuando los suelta. – Se refería a ti.

Sonrío echando hacia atrás la cabeza para mirar sus ojitos brillantes, y vuelvo a besarla siendo consciente de que yo tenía la misma necesidad.

– Te quiero.

– Yo más – responde haciendo que yo roce su nariz con la mía al negar con la cabeza, y ella se ríe y se separa de mi cara.

– ¿Qué le contesto a Julia? – pregunto volviendo a mirar la conversación del grupo.

– ¿Le mandamos una foto?

– ¡Vale! Ven.

Me arrimo a ella y mientras pongo la cámara, ella pasa su brazo por mis hombros rodeándome el cuello para acercarme aún más, colocándose de lado, apoyando su frente en mi sien y sonriendo contra mi mejilla. Yo sonrío en grande al ver la imagen en la pantalla, y cuando se me achinan los ojos de todo lo que estoy sonriendo, hago la foto.

Natalia se separa dejando un gran beso en mi mejilla donde estaba apoyada, y sonríe al ver la foto que ha salido.

– Es preciosa, Albi.

– ¿Te gusta? – pregunto con emoción viendo yo también lo bonita que ha quedado.

– Sí, se parece muchísimo a mi próximo fondo de pantalla.

Le doy un beso al escucharla y después le mando la foto a Julia, que contesta al instante.

*yo*

<foto>

nosotras a ti más ❤

*Juls*

noooooo 😭😭

mis bebés 💔

quiero encerraros en una cajita

para que nunca más os separéis

🥺🥺🥺🥺

*yo*

jajajajjaja

Juls a mí me parece una idea genial

quedamos esta semana y vemos cómo lo hacemos?

*Juls*

sí!!!

que Natinat tiene muchas cosas que contarme

*yo*

pues nos vemos el finde que viene

que hasta entonces es mía 

*Juls*

disfrutad mamarrachas

💞❤🥵💏💏❣👰🧡🔞💞💙💜✂💚👅

– Qué payasa – me río al ver que sigue poniendo emojis, aunque no van mal encaminados a lo que está siendo nuestro reencuentro.

– Así que soy tuya hasta el finde que viene – dice Natalia besando mi cuello mientras se abraza a mi cintura sentada a mi lado.

– Sí, y luego también, pero después de estos días igual puedo tolerar compartirte con el mundo – me muerdo el labio cuando sonríe contra mi piel para después besarla con más ímpetu. – Naaat... vamos a comer porfa, que nos distraemos y de verdad que me voy a desmayar.

– Qué ganas de comerte a ti otra vez – ronronea hundiendo su nariz en mi cuello, haciendo que lo encoja.

– Nat, que me da cosa.

Se separa de mí cuando suelto una risilla nerviosa y se gira hacia las pizzas para acabar de cortarlas, por lo que mientras lo hace, yo aprovecho que estoy con el móvil para subir la foto que nos acabamos de hacer a mis historias, añadiendo en un ladito "el mundo vuelve a girar ❤".

– Esto ya está – me avisa, y dejo el móvil a un lado para ponernos a comer.

Al terminar, lo recogemos todo y aunque intentamos pensar algo que hacer porque es muy tarde para echarnos la siesta, inevitablemente acabamos tumbadas en la cama de nuevo porque cualquier cosa que no sea estar abrazadas o besándonos nos parece absurdo.

Estoy tumbada sobre su pecho haciendo circulitos por la piel que el cuello ancho de su camiseta deja a la vista, hasta que mis dedos chocan con la cadena del collar que adorna su cuello y yo lo agarro para ponerlo por encima de su camiseta y verlo.

– Nat – la llamo con la figurita del colgante entre mis dedos.

– Dime.

– ¿Te acuerdas del último día que estuvimos juntas antes de que te marcharas?

– Claro que sí, mi amor – deja un besito en mi cabeza. – El día de mi cumple. ¿Por?

– No sé, solo estaba pensando en eso – me encojo de hombros sin saber muy bien por qué he sacado el tema.

Nos volvemos a quedar en silencio y por culpa de las agradables caricias que deja por mi pelo y las cosquillitas en mi brazo, me empiezo a quedar dormida recordando aquel día.


Flashback

– Venga Nat, cuéntame otra vez lo que vas a hacer allí.

– Albi te estás quedando dormida. ¿Por qué no apagamos ya la luz?

– No, Nat, quiero aprovechar las últimas horas contigo – aprieto un poquito más mi abrazo en su pecho.

– Mi amor, yo también, pero tendremos que dormir algo, ¿no?

– Que no, da igual. Si no tengo sueño, llevamos todo el día en la cama.

– Sí, pero no descansando – me río porque es verdad que hemos hecho de todo menos dormir.

A pesar de lo que dice, no hace ningún amago por moverse y se queda quieta, acariciando mi espalda igual que lleva haciendo desde hace muchísimo rato. Al cabo de unos minutos me da un beso en la cabeza para después susurrar.

– Albi, venga que es tardísimo.

Sé que tiene razón y que tenemos que irnos a dormir, pero yo me resisto porque también sé que cuando nos despertemos voy a tener que despedirme de ella y no quiero. Me incorporo de su pecho y me siento sobre su cadera, apoyando mis manos en su abdomen y sonriendo en grande.

– Eres un rollo de novia.

Ella imita mi sonrisa y deja escapar una pequeña risa a la vez que sus manos se deslizan por mis muslos para acariciarme con suavidad.

– ¿Eso soy?

– Sí, eso eres.

– No me extraña que tengas ganas de perderme de vista entonces.

– Naaaaat, no hagas bromas con eso – me quejo poniendo cara de pena.

– Perdón – se incorpora para sentarse también y me da un beso. – Lo siento, mi amor, es que estoy intentando hacer como que no es tan importante para no venirme abajo, pero no me está saliendo muy bien.

Le doy otro beso para que vea que no pasa nada, y ella me lo devuelve con intensidad mientras me agarra de las mejillas.

– Te quiero – susurra sobre mis labios antes de besarme de nuevo.

Tras unos cuantos besos más, ella se echa hacia atrás para pegar su espalda al cabecero, agarrando mi cintura y arrastrándome con ella para mantenerme cerca y seguir besándonos con calma entre suspiros que saben a despedida.

– Nat – me separo de sus labios al cabo de unos minutos, con cierto nerviosismo por lo que voy a decir.

– Dime, mi amor.

Sé que nota la inquietud que me ha entrado de repente porque sube sus manos a mis mejillas y las acaricia con cuidado, besándome tiernamente después. Cuando se separa yo agarro sus manos para entrelazarlas con las mías y cojo aire antes de hablar con mis ojos fijos en los suyos.

– Quiero... quiero pedirte una cosa antes de que te marches.

– Albi, lo de prometerse para asegurarse de que la que se va de viaje va a seguir siendo fiel está un poco pasado de moda, pero bueno, me lo pienso si el anillo es bonito.

– Es que no puedes ser más tonta Nat – me quejo golpeando su abdomen e intentando no sonreír, pero agradezco la broma porque me relajo. – Pues ya no te cuento lo que era.

– No, venga, dímelo. Ahora mismo te voy a decir que sí a todo lo que me pidas – veo en sus ojos que es verdad.

– ¿Sí? Vale, pues no te vayas.

– Mi amor... – se ríe mientras se echa hacia delante y apoya su frente en mi hombro, negando con la cabeza. – No me lo estás poniendo nada fácil.

– Vale, vale, tenía que intentarlo – dejo un beso en su cabeza antes de que se incorpore de nuevo. – Ahora en serio.

Vuelvo a agarrar sus manos, suspirando de nuevo para ponerme un poco más seria.

– Lo que te iba a decir es que quiero que vivamos juntas cuando vuelvas – me mira sorprendida pero con una pequeña sonrisa empezando a formarse en su rostro. – Voy a pasar seis meses sin verte y después no quiero estar ni un segundo sin ti. Estos meses han sido genial y creo que hemos aprovechado muy bien todo lo que dijiste cuando propusiste dejar de vivir en el mismo piso, pero ya está. Quiero que cuando vuelvas vivamos juntas otra vez.

– Vale – responde simplemente con su sonrisa ocupando ya toda su cara.

– ¿Sí?

– Sí.

Feliz porque no haya tenido que pensárselo ni un segundo, rodeo su cuello con mis brazos y me inclino a besarla. Ella me aprieta más contra su cuerpo y mientras mis labios no se separan de los suyos, intento guardar en mi mente la sensación de este momento con miedo a que vaya a necesitar recordarla más de lo que me gustaría durante los próximos meses.

A pesar de que no es la primera vez que ese pensamiento cruza mi mente desde que me lo contó, que lo haga en este momento supone un golpe de realidad, porque por mucho que lo ignore, en menos de doce horas se va a ir.

Siento que mis ojos se humedecen en mitad del beso y, aunque los tengo cerrados para disfrutar de sus labios mimando los míos, no puedo evitar que una lágrima se escape de ellos y se deslice por mi cara. Ella no se da cuenta, al menos con la primera, pero cuando esas pequeñas gotitas saladas siguen saliendo de mis ojos, lo acaba notando y se aparta de mi cara alarmada.

– Albi... no... – su gesto imita el mío al instante y ver esa pena en su rostro hace que pierda el poco control que estaba teniendo. – Mi amor...

Hace un mes que sé que se va a ir, y desde entonces he intentado mostrarle mi apoyo porque sé lo difícil que ha sido para ella, y eso ha hecho que a estas alturas, a menos de doce horas para que se vaya, no me haya permitido a mí misma ni un solo momento para admitir que no me gusta esta situación, que no quiero separarme de ella sabiendo que no nos vamos a poder ver y que no me apetece una mierda que se tenga que marchar a otro puto país mientras yo me quedo aquí, por lo que ahora las lágrimas caen sin freno de mis ojos.

– Quédate, no quiero que te vayas.

Con mis ojos clavados en los suyos a esta escasa distancia, veo que mi súplica provoca que los suyos se humedezcan también, a pesar de que sé que está intentando mantenerse entera porque ahora le toca a ella ser un poquito más fuerte.

– Alba...

No quiero escuchar lo que sea que va a decir, así que hundo mi cara en el hueco de su cuello y la abrazo con toda la fuerza que tengo, queriendo sentirla lo más cerca de mí posible. Desde ahí, mi voz sale rota de mi garganta y choca contra su piel.

– Quédate, no quiero que te vayas.

Notar sus brazos apretarme con la misma fuerza que los míos le aprietan a ella no hace más que empeorar la situación y provoca que mis palabras salgan cada vez con más desesperación.

– No quiero que te vayas, Nat, no te vayas – lloro contra su cuello. – Quédate, no quiero que te vayas. Por favor.

Ella me mantiene completamente pegada a su cuerpo mientras yo intento calmarme, buscando controlar mi respiración que se ha alterado por un llanto que disminuye pero no cesa, y así nos quedamos unos minutos hasta que su voz suena de nuevo en la habitación.

– Lo siento, Alba – se disculpa en un sollozo que me hace darme cuenta de que por mucho que quiero que se quede, jamás querría que se sintiera mal por no hacerlo. – Perdóname, por favor. Yo... yo te quiero muchísimo.

La manera en la que se le rompe la voz al decirme que me quiere me destroza el corazón, y de golpe me olvido de las pocas ganas que tengo de separarme de ella, sustituyéndolas por la necesidad de demostrarle que por mi parte no tiene que preocuparse por nada.

– No, Nat, tú no. Tú tienes que estar contenta – le pido sonriendo entre lágrimas al ver que se ha puesto a llorar también. – Mi amor, para.

Sin saber muy bien por qué, me entra la risa tonta y la vuelvo a abrazar para que se le pase el berrinche, dándole besos en la cabeza mientras ella se desahoga contra mi hombro. Unos segundos después la obligo a separarse para que me mire y la sonrío con convicción.

– Venga, mi amor, si no pasa nada. No es para tanto, todo va a estar bien – la consuelo.

– ¡Pero si has sido tú! – me reprocha con un pucherito que yo beso riendo.

Continúo con mis besos cortos en sus labios hasta que en un par de minutos se le pasa el arrebato y se limpia la cara con las manos, haciendo lo mismo con la mía después.

– Así mejor, mi amor. No podemos acabar tu cumple llorando como un par de dramáticas – sonrío y ella por fin me imita.

– Pues lo que somos, Albi – se ríe y se gira hacia la mesilla para mirar el reloj. – Y que sepas que son casi las dos de la mañana, mi cumple se ha acabado hace rato.

– No, tu cumple no se acaba hasta que nos vayamos a dormir. Además, no se puede terminar porque aún no te he dado tu regalo, estaba esperando al último momento.

– ¿Qué dices, Albi? Si me has dado un montón de regalos ya.

– Sí, pero este es el que cuenta. Los otros eran detallitos sin importancia.

Sonrío con inocencia cuando me mira con incredulidad. Quizás me haya pasado un poco, pero me da igual.

– Todos era detallitos sin importancia... ¿incluido el satisfyer? – levanta la ceja retándome a llevarle la contraria y se me escapa una carcajada.

– Eso es para que no me eches tanto de menos – le guiño un ojo con picardía, pero no da el resultado que quiero porque se pone seria y se incorpora del cabecero para pegarse a mi cuerpo.

– Estás loca si te crees que los cuatro orgasmos que me vaya a producir el aparatito ese van a hacer que no te eche tanto de menos.

– Nat... porfa. Estoy intentando amenizar esto – mi voz de súplica parece convencerla, así que resopla antes de darme un beso y se vuelve a apoyar contra el cabecero, por lo que yo vuelvo a hablar recuperando el tono divertido que sé que solo va a durar hasta que le dé su regalo. – Además, más te vale usarlo más de cuatro veces, que no quiero que explotes por acumulación de ganas follar.

– Era una forma de hablar, Albi – me asegura sonriente tras un par de carcajadas. – Lo voy a traer fundido.

– Muy bien, pues con eso aclarado, ahora tu regalo.

Me bajo de su cuerpo y me acerco al armario donde lo tengo escondido tratando de ignorar la enorme maleta de Natalia preparada a un lado. Agarro el regalo y me doy la vuelta para volver a la cama.

– No, espérate, que todavía me va a tocar decir lo de sí, quiero – bromea fingiendo seriedad al ver que la bolsa es de una joyería.

– Bueno, me alegra ver que el sí es la primera opción – le sigo el rollo volviendo a sentarme a horcajadas sobre ella y dándole el regalo. – Feliz cumple, mi amor.

– Muchas gracias, Albi – lo coge al mismo tiempo que se inclina a besarme y luego baja la mirada para ver qué es. – Es muy grande para ser un anillo, creo que me quedo sin boda – sigue bromeando.

Deja la bolsita a un lado y mira curiosa la caja que ha sacado de dentro, como si estuviera intentando adivinar lo que es sin abrirla. Le dejo unos segundos, pero me empiezo a impacientar de que no la abra, así que no me aguanto a meterle un poco de prisa.

– Cariño, el regalo es lo que hay dentro.

– Albi, déjame disfrutar el momento, que me gusta mucho abrir regalos y siempre se acaba muy rápido – ruedo los ojos porque ha hecho lo mismo con cada paquete que le he dado hoy, pero al final se decide a abrirla y descubrir el collar que le he comprado.

Su mirada se queda fija en el colgante durante unos segundos y luego la sube hasta mis ojos mostrando que los suyos se han quedado muy abiertos al verlo. La vuelve a bajar al mismo tiempo que con sus dedos agarra el adorno que cuelga de la cadena para verlo mejor, volviendo a alternar su vista entre el regalo y mis ojos.

– Es... es precioso, Alba.

– ¿Te gusta?

– Me encanta. Es un solecito – me mira con una adorable sonrisa sin dientes. – Como tú.

Deja la caja entre las dos para subir sus manos a mis mejillas y besarme despacio, repasando mis labios lentamente con los suyos y a mí no me queda más remedio que pensar en las pocas veces que me quedan por hacerlo antes de que se marche.

– No tenías por qué, Albi. Muchas gracias – murmura contra mis labios antes de besarlos de nuevo. Al separarse coge de nuevo la caja y con su dedo toca el pequeño sol que cuelga de la cadena para después mirarme a mí otra vez. – ¿Tiene algún significado?

– Sí, yo... bueno – carraspeo nerviosa antes de seguir. Venga, Alba, sin llorar. – He elegido este porque... yo... a ver – me revuelvo sobre su cadera sin saber qué palabras elegir, agarrando sus manos para reunir fuerza. – Nat, yo sé lo importante que es esta oportunidad para ti y lo feliz que te hace poder aprovecharla, pero también sé que el hecho de que tengamos que separarnos te da miedo y que eso no te va a dejar disfrutar todo lo que te mereces. Eso... eso me hace sentir un poco culpable.

– Alba, yo no...

– Calla, calla – sonrío porque sabía que me iba a querer llevar la contraria, por lo que subo mi mano a su boca para que no me interrumpa. – Es inevitable, mi amor, pero no me importa porque eso significa que me quieres.

– Muchísimo – dice aprovechando que aparto mi mano.

– Lo sé, yo a ti más – sonrío cuando niega con la cabeza, pero me pongo seria de nuevo. – Nat, seis meses no es mucho tiempo, pero se nos van a hacer muy largos sin vernos y yo solo quiero que no te preocupes por nada que tenga que ver conmigo o con nosotras, porque yo voy a estar aquí queriéndote tanto o más de lo que te quiero ahora, así que tú a disfrutar, que ya habrá tiempo de recuperar todos los momentos que nos perdamos.

– Vale. Tú no te preocupes por nada tampoco, mi amor. Confía en mí.

– Por supuesto que confío en ti, Nat, pero hay una cosa que me preocupa y es que tú no lo hagas – me mira confusa y yo trago saliva antes de continuar. – Que no confíes en ti misma, mi amor. Sé lo que esa ciudad supuso para ti la última vez que fuiste y sé lo mucho que esos fantasmas feos te siguen atormentando, así que quiero que cada vez que tengas un solo pensamiento, duda o miedo sobre si me estás queriendo bien, en vez de mirar la nube de tu tatuaje mires a este solecito.

Bajo la mirada hacia la caja que sigue entre las dos y suelto sus manos para agarrarla y levantarla, haciendo que Natalia lo mire también.

– Si alguna vez estás triste y por alguna absurda razón piensas que me estás perdiendo por no estar queriéndome como deberías, quiero que mires este solecito y te acuerdes de que puedes irte a la otra punta del mundo si te da la gana que yo me voy a seguir sintiendo la persona más afortunada del planeta solo porque tú me quieres.

– Albi... – me mira con un puchero.

– Esto es muy importante para mí, ¿vale? No soportaría que tuvieras que pasar otra vez por lo mismo por culpa de una idea equivocada.

– Alba – dice apartando la caja para pegarme a su cuerpo en un abrazo gigante. – Eres increíble. Te quiero muchísimo.

– Y yo, y como no voy a poder estar allí para recordártelo cuando se te olvide, me hacía ilusión regalarte algo que lo hiciera por mí.

Se separa un poquito para mirarme y me sonríe en grande antes de darme un pequeño beso en los labios.

– Ahora me gusta mucho más. ¿Me lo pones? – pregunta y yo lo saco de la caja para hacerlo.

– Te queda genial.

– Muchas gracias por esto, mi amor.

Me vuelve a besar y eso hacemos durante un buen rato, hasta que ya no podemos alargar más el momento porque al final se nos va a hacer de día y aún no nos hemos dormido. Nos tumbamos en la cama porque yo seguía sentada encima y ella apaga la luz de la mesilla. Subo la mano para acariciarla y sin pensar acabo repasando el colgante que descansa sobre su piel.

– En Londres no sale mucho el sol, así quiero que tengas este para que te acuerdes de que sigue ahí aunque no lo puedas ver. Que las nubes... que todas las nubes se acaban yendo en algún momento.

A pesar de la oscuridad, veo en sus ojos brillantes que entiende perfectamente lo que digo entre líneas, así que me quedo tranquila cuando los vuelve a cerrar y me da un beso en la frente.

– Te quiero – me abraza y yo me acurruco en su pecho. – Buenas noches, mi amor.

– Buenas noches, Nat.

Al día siguiente, o más bien unas horas después, nos despertamos con poco margen antes de que Natalia se tenga que ir, aunque casi que lo prefiero para no alargar el momento. El ambiente está bastante silencioso mientras ella se prepara y yo la sigo de un lado a otro de mi piso mientras coge sus cosas.

Hemos decidido que es mejor que no la acompañe al aeropuerto, así que antes de que me quiera dar cuenta, su maleta está en la entrada y ella al lado de la puerta con todo listo para marcharse.

– Ven aquí – me pide cuando un puchero se forma en mi boca mientras la miro, estirando los brazos para que me acerque.

Me abrazo con fuerza a su cuerpo y ella me acaricia la espalda durante un par de minutos, hasta que mi voz amortiguada en su pecho nos hace reaccionar.

– No te olvides de mí, ¿vale?

No lo digo en serio porque sé que no lo va a hacer, pero me quedo más tranquila al pronunciar esas palabras.

– Mírame – con su mano en mi barbilla me obliga a levantar mis ojos hasta los suyos. – Nada va a cambiar.

Yo no respondo, simplemente me pongo de puntillas y la beso con todo el amor que siento por ella. Rodeo su cuello con mis brazos y ella aprieta mi cintura para acercarnos más, pero me sigue pareciendo poco.

– Me tengo que ir – dice después de unos minutos sin separarnos, pero me vuelve a besar.

Lo vuelve a intentar unos minutos después y cuando conseguimos despegarnos, coge su maleta y se va hacia la puerta.

– Te escribo antes de despegar, ¿vale? – yo asiento porque me da miedo que al hablar se me rompa la voz. – Adiós, cariño.

Abre la puerta y antes de que ya no me pueda escuchar, con mi labio temblando por aguantar las ganas de llorar, me despido.

– Adiós, amor.

Fin del flashback


Cuando vuelvo a abrir los ojos no tardo en darme cuenta de que estoy sola en la cama, demasiados meses despertándome así como para no reconocer la sensación. Restriego la cara contra la almohada para despejarme un poco y alcanzo el móvil de la caja/mesilla para ver la hora. Madre mía, qué tarde. A ver quién se duerme esta noche.

Me levanto de la cama en busca de una buena explicación de por qué la morena que tengo por novia no está despertándome a besos, y cuando llego a la puerta del salón, la encuentro. Me apoyo en el marco, cruzándome de brazos y siendo incapaz de contener la sonrisa al ver a Natalia sentada en el suelo con la espalda apoyada en la parte de atrás del sofá y con Queen jugueteando por su torso, subiendo y bajando mientras la morena la acaricia y la sonríe.

– ¿No seréis vosotras dos los seres más adorables de este mundo?

Natalia se gira al escuchar mi voz y sonríe en grande al verme.

– ¡Mira, Albi! Me sigue queriendo – explica como si fuera todo un logro.

– A ver cuando entiendes que es imposible no hacerlo, mi amor.

– Pues me ha costado un rato que me hiciera caso, no te creas. No se quería acercar a mí – vuelve a mirar a la gata.

– Eso es porque le gusta hacerse la dura.

Me separo de la puerta y me acerco a ellas decidiendo por quién empezar cuando me las coma a besos.

– Es que no puedo irme seis meses y pretender que se lance a mis brazos al volver, pero ya se le ha pasado el momento digno porque me echaba mucho de menos. ¿A que sí, Queen? – le agarra las patitas para que no se mueva y le da un beso en la cabeza antes de volver a mirarme. – Dice que sí.

Acabo de llegar hasta ellas y en cuanto lo hago, la gata se baja de Natalia y viene para restregarse entre mis tobillos antes de marcharse por el pasillo. Yo miro a Natalia esperando que no se tome mal la manera en la que la ha vuelto a ignorar al aparecer yo, pero ella simplemente se encoge de hombros.

– Hay cosas que no cambian.

– Si ves que vas a pasarlo muy mal por este desplante... – empiezo a decir poniendo un pie a cada lado de su cuerpo y mirándola desde arriba – tengo el plan perfecto para ti.

– ¿Ah, sí? – con su tono queda claro que Queen ya está olvidada.

– Sí. ¿Qué te parece estrenar la estupenda bañera que tenemos en este piso?

– Mmm... suena como justo lo que necesito.



NATALIA POV

Después de llevar un rato jugando con Queen, que aparezca mi preciosa novia por la puerta ofreciéndome estrenar la bañera de nuestro piso nuevo es posiblemente lo mejor que me podría pasar.

– Mmm... suena como justo lo que necesito – digo colocando mis manos en la parte de atrás de sus piernas, empezando a subirlas despacio.

– Las manos quietas, morena, que has estado toqueteando a la gata – agarra mis muñecas para frenarme justo antes de colarlas bajo su camiseta, que le llega poco más allá de sus bragas. – No vayas a meterlas ahora donde no debes.

– Si de verdad quieres que estrenemos la bañera, me comprometo a hacerlo sin usar las manos.

Me inclino hacia delante y empiezo a dejar besos húmedos en sus piernas, moviéndome más hacia arriba y el interior cada vez que paso de una a otra. Cuando casi llego a mi destino, su mano se enreda en mi pelo y me sujeta para que no me mueva a la vez que ella empieza a agacharse despacio, provocando que mis labios se rocen con su cuerpo a medida que va bajando, quedando pegados a los suyos. ¿Que me he puesto un poco cachonda con el movimiento? Ni confirmo ni desmiento, pero es que hoy ando con la mechita corta.

– No estoy hablando de ese tipo de estreno, pero implica estar desnudas y muy juntas así que doy por hecho que vas a aceptar igual.

– Pues haces muy bien, porque yo contigo hago planes hasta con el traje de astronauta.

Se ríe de la tontería y después se pone de pie, estirando los brazos para ayudarme a levantarme.

– ¿Vamos?

Yo agarro sus manos y me pongo de pie, pero luego tiro de ella para pegarla a mi cuerpo y me agacho, sujetándola por debajo del culo para levantarla del suelo, colocándola sobre mi hombro con su cuerpo cayendo bocabajo a mi espalda.

– ¡NAAAT! – se empieza a reír. – ¡Que me matas!

– ¿A la bañera hemos dicho?

– Siii, pero bájame que se me llena la cabeza de sangre – se queja entre risas.

– Mejor, así se reparte y no se te acumula en la entrepierna – avanzo por el pasillo.

– Esa eres tú, que no piensas en otra cosa.

– ¿Y qué le hago? Es culpa de este culazo.

Giro la cara para darle un mordisco en él aprovechando la posición, lo que hace que se ría más fuerte y se revuelva entre mis brazos haciendo que casi se me caiga. Al llegar al baño, la dejo en el suelo y subo rápidamente mis manos a sus mejillas para darle un beso con ganas.

– Me he mareado – se queja falsamente con un puchero cuando me separo de sus labios.

– ¿Por mi beso?

Sonríe como respuesta y se da la vuelta para mirarse en el espejo del baño, por lo que yo llevo la vista ahí para verla a través de él. No me puedo creer lo guapísima que es.

– Tengo la cara súper roja por tu culpa – se sigue quejando y yo la abrazo desde su espalda.

– Es un honor que te sigas sonrojando cuando me ves, Albi. Está muy bien no perder la magia en la pareja – bromeo.

– No me vaciles tanto, morena, a ver si lo que vas a perder es la pareja.

Suelto una carcajada al ver su intento de sonrisa malvada y empujo un poquito su cuerpo para acercarnos al lavabo. Con ella entre mi cuerpo y el lavabo, me echo jabón en las manos y abro el grifo.

– ¿Qué haces?

– Lavarme. Es que si no no me dejas meterte mano y la verdad es que me apetece un montón.

Se ríe de mi respuesta y gira un poco la cara para besuquear la mía mientras me lavo, y cuando acabo, la abrazo con fuerza aún a su espalda y hundo la cara en su cuello para darle besos y hacerle cosquillas. Se empieza a reír y yo sigo para que no pare porque ese sonido me da años de vida y echaba demasiado de menos escucharlo sin el teléfono de por medio.

– ¡Nat! – se queja entre risas cuando no dejo de mover mis manos por su tripa.

Cuanto más se revuelve entre mis brazos, más fuerte la aprieto y más se ríe ella, hasta que por culpa de mis besos torpes y mis cosquillas le da uno de sus incontrolables ataques de risa.

– Mi amor, ¿has entrado en bucle? – me empiezo a reír contagiada por ese sonido.

Ella no responde porque no puede ni respirar, pero se esfuerza por negar con la cabeza. No, que va. Aflojo mi agarre y se da la vuelta mientras se sigue descojonando, e incluso apoya la frente en mi pecho para intentar calmarse, lo que tarda unos minutos en ocurrir. Minutos en los que a mí se me llena el pecho de felicidad.

– Ay... ay, Nat – se echa para atrás y se sube al lado del lavabo como si no pudiera mantenerse de pie. – Qué risa más tonta.

Yo me acerco a ella y me coloco entre sus piernas mientras no dejo de pensar en todos esos audios que me mandaba en los que solo se reía y que a mí con veinte segundos ya me ponían contenta para toda la semana.

Con ese recuerdo en mente, ahora que ya se le ha pasado y simplemente me mira sonriendo y los ojitos brillantes, me inclino hacia delante para atrapar sus labios con los míos en un beso breve pero lleno de amor, para luego separarme y mirarla igual.

– Eres la mujer de mi vida, que lo sepas.

Me río por su pobre intento de no reaccionar al escuchar mi confesión, como siempre tan reticente a aceptar mi repentina intensidad, pero ya nos conocemos y yo no me achanto, el colorcillo de sus mejillas, que nada tiene que ver con que se le haya ido la sangre a la cabeza al estar bocabajo, me chiva que no hay problema. Hace mucho tiempo ya que no lo hay.

Me rodea el cuello con sus brazos para que estemos más cerca, y sonriendo me contesta.

– No puedes decirme eso ahora, vas hasta arriba de endorfinas.

– ¿Y quién te crees que me las está produciendo? – respondo riéndome por su justificación y besándola de nuevo. – Mañana cuando se me pase el efecto, si quieres, te lo repito. Aunque igual necesito más días para volver a niveles normales, se me disparan al verte.

Niega con la cabeza sonriendo mientras roza su nariz con la mía, y tras dejar un diminuto beso en ella, regresa a mis labios.

– Nat, enciende el agua que al final nos da la hora de la cena – dice tras unos minutos jugando en mi boca con su lengua y haciendo que me maree de lo mucho que me gusta cómo me besa.

– Voy – pero como no voy, echa la cabeza hacia atrás y se ríe al ver que la sigo con mi boca como una tonta cuando no se choca con la suya.

– Puedes seguir besándome mientras se llena.

Le hago caso y me separo para acercarme al grifo, que abro haciendo que el agua caiga a una velocidad absurda.

– ¿Qué haces? Va a tardar una hora.

– Eso es una hora de besos – explico haciendo que se ría.

– Venga, no seas tonta, que tengo muchas ganas de darme un baño contigo.

Lo pongo a tope, vuelvo donde estaba y ella me rodea de nuevo besándome más intensamente que antes. Mis niveles de endorfinas nunca van a volver a la normalidad, pienso el notar que sonríe en mitad del beso.

Cuando la bañera se llena lo suficiente, abrazo a Alba para bajarla del lavabo y me acerco a cerrar el grifo. Me quito la camiseta que llevo y las bragas también, y al girarme hacia Alba me la encuentro haciendo un repaso muy lento y poco disimulado por mi cuerpo mientras se muerde el labio. Uff.

– Oye, esas miraditas no, que me pongo cachonda.

Se ríe de lo directa que he sido y sin apartar la vista de mis ojos, se desnuda despacio bajo mi atenta mirada. Con su ropa en el suelo, se acerca poniéndose de puntillas para atrapar mi labio inferior con sus dientes y tirar de él.

– Métete.

Y yo me meto, claro que me meto, porque como no lo haga la empotro contra la pared y que le den al bañito relajante. A mi espalda escucho su risa, seguramente provocada por lo rápido que consigue alterarme, pero es que si alguien sabe cómo resistirse a ella que venga y me lo cuente, porque yo no sé.

Nos acoplamos en la bañera con ella sentada delante de mí entre mis piernas y apoyada en mi pecho mientras yo la rodeo con mis brazos para evitar que haya algún tipo de separación entre las dos.

– Menos mal que he puesto el agua fresquita, porque entre el calor que hace y lo buena que estás... acabo desmayada.

Se ríe agarrando mis manos para cruzarlas aún más por su abdomen y que la abrace más fuerte.

– Te quiero muchísimo, Nat.

Su respuesta me deja de nuevo flotando en la nube de felicidad en la que llevo desde que he puesto un pie en esta casa, y tras decirle que yo la quiero más, le lleno la mejilla de un montón de besitos que la hacen sonreír.

Empezamos hablando de cualquier cosa, pero no tardamos mucho en sumergirnos en un cómodo silencio que solo se acompaña del suave sonido del agua moviéndose a causa de las caricias que nos damos la una a la otra.

– Nat – dice al cabo de un buen rato.

– Dime, mi amor.

– Tenerte aquí otra vez me ha hecho darme cuenta de una cosa.

– ¿De que me quieres con locura y no puedes vivir sin mí? – pregunto besando su cabeza.

– No, idiota – sonríe mientras se incorpora un poco y se gira para quedar de lado, mirándome desde muy cerca. – Eso ya lo sabía.

– ¿Entonces de qué? – pregunto después del tierno beso que me da mientras le coloco el pelo que ya tiene un poco largo por detrás de su oreja, acariciándola hasta que ella suspira antes de responder.

– De que me he estado autoengañando y fingiendo que no te echaba tanto de menos.

Es difícil pasar desapercibida la tristeza que hay en la pequeña sonrisa que pone al decirlo.

– Albi...

– Es verdad Nat. Me he estado convenciendo a mí misma de que no era tan importante no vernos, que no era tanto tiempo, ¿sabes? Y joder, con las videollamadas, los audios, los mensajes... No se suponía que tenía que ser tan difícil.

– Mi amor, yo también te he echado muchísimo de menos, es normal. Por mucho que hayamos podido hablar o vernos por la pantalla, nada en el mundo puede sustituir la sensación de estar así – aprieto mi abrazo para acercarnos más.

– Lo sé, por eso lo digo, que yo me estaba haciendo la tonta, pero ya se me estaba haciendo muy cuesta arriba. Y yo no soy una persona dependiente, Nat, tú lo sabes, y he hecho un montón de cosas, obviamente no iba a frenar mi vida porque tú no estuvieras aquí, pero ha sido imposible no sentir que había algo que faltaba.

– A mí me pasaba igual, cariño. Y no me quejo porque creo que al estar allí y tener tantísimas cosas que hacer, y todo nuevo, puede que haya sido un poquito más llevadero, pero es normal que hayamos sentido un huequito vacío.

Ella suspira de nuevo y baja la vista hasta mi colgante, llevando su mano hasta ahí para acariciar con cuidado el solecito que cuelga de la cadena. Le dejo unos segundos en silencio y ella misma lo rompe cuando vuelve a subir sus ojos a los míos.

– No ha sido fácil, ¿verdad?

Le doy un beso en la frente y después ella se apoya sobre mí, escondiéndose en el hueco de mi cuello, y yo le doy otro beso en la cabeza.

– No, mi amor, no lo ha sido, pero ya está. Estamos juntas otra vez.

Ella se acurruca aún más contra mí y el silencio nos envuelve de nuevo. Nos quedamos así no sé ni cuanto tiempo, pero al cabo de un rato me da la sensación de que se nos está haciendo un poco tarde, por lo que le digo que si quiere que nos acabemos de duchar y salgamos.

Con muchísimo mejor ánimo, nos ponemos de pie y a la vez que se vacía la bañera nos duchamos mientras hacemos el tonto y nos reímos incordiándonos, aunque al final terminamos llenando de mimos y caricias el cuerpo de la otra porque somos incapaces de resistirnos.

No pasa demasiado tiempo hasta que nos tenemos que poner a hacer la cena, por lo que nos decidimos a abrir un par de cajas de la mudanza para buscar las cosas necesarias para cocinar.

– Esto es un lío, Nat. Yo ya no sé si están en tus cosas, en las mías, si guardamos lo de tu piso... menudo cacao de cajas.

– Pues tú lo has recogido todo esta semana, pero imagínate yo que lo saqué del piso antes de irme para guardarlo en tu trastero. Ya no sé ni dónde puse cada cosa.

– No entiendo por qué no pusiste en las cajas con un rotulador lo que hay en cada una – se ríe cuando abro otra y no es lo que buscamos. – Eso es de primero de mudanza, Nat.

– Yo qué sé. Estaba pensando en todo menos en eso cuando lo guardé. En ese momento no me parecía importante.

– Nos va a salir más a cuenta comprar las cosas nuevas como sigamos así – me mira sonriendo sentada en la encimera de la cocina mientras yo abro otra caja.

– ¡Por fin! Aquí están las cosas de la cocina – digo antes de responderla. – Claro que sí, Albi, como no nos vamos a arruinar con los muebles de la casa, pues más gastos.

– ¡Fuiste tú la que quería alquilar una sin amueblar! Ahora no te quejes.

– Tú también querías.

– Yo me dejé convencer – se excusa haciéndome reír.

– Literalmente te dije que era lo que me gustaría y tú dijiste "vale". Ni un beso me costó.

– Es que tienes mucho poder de convicción – se ríe. – Aunque en realidad lo de poder crear nuestra casita desde el principio con todo a nuestro gusto para que sintiera más de las dos, era una idea fácil de venderme.

– Cada vez suena mejor eso de nuestra casita.

– Suena genial. Menos mal que solo han pasado unos días desde que me dieron las llaves y ya has vuelto, no iba a aguantar más sin empezar a colocarlo todo.

– ¿Por eso te has quedado con Julia estos días y no viniste aquí al dejar el piso de tu hermana a su amiga? – pregunto sonriendo y acercándome para colocarme entre sus piernas y ella no tarda en abrazarse a mi cuello.

– No quería dormir por primera vez en nuestra casa sin ti.

Sonrío y la beso como no he podido dejar de hacer durante todo el día, pero es que me sigue pareciendo insuficiente. Cuando nos separamos y se baja de la encimera, no nos entretenemos demasiado porque al final se nos ha echado el tiempo encima y tenemos hambre. Le doy las gracias ochenta veces cuando abro la nevera y la veo llena de comida porque si no llega a ser porque ella compró todo lo necesario, nos hubiera tocado pedir a domicilio todo el finde.

Cenamos tranquilamente en el sofá con nuestras cajas a modo de mesa mientras hablamos de mil cosas, tantas que tardamos muchísimo rato en acabar porque nos entretenemos constantemente. Al final nos obligamos a terminar y recoger para irnos a la cama porque, aunque vamos a seguir haciendo lo mismo, podemos estar más cómodas y así cuando nos entre sueño ya estamos acostadas.

Entre besos, caricias e historias más que repetidas, los minutos van pasando sin darnos cuenta porque realmente han parecido dos desde que nos hemos metido a la cama, pero es que es muy fácil perder la perspectiva del tiempo si estoy con Alba. Simplemente todo me parece poco.

– ¿Y el vídeo que me mandaste tocando la guitarra?

– ¿Te gustó? – sonríe en grande con cierta vergüenza.

– Obviamente, Albi, si casi me muero. Estuve a punto de coger un avión y venir a comerte a besos.

– Qué tonta – se ríe acurrucándose más en mi cuello.

– Lloré, no me escondo.

– He de reconocer que me ayudó Gonzalo, no te creas que de repente sé tocar la guitarra así de bien por mí misma.

– Lo haces increíble, Albi. Eres la mejor – la piropeo. – Aunque una cosa que quede clara, aquí tu profe soy yo, ese puesto nadie me lo va a quitar.

– ¿Te vas a poner a marcar territorio ahora? – se cachondea, sonriendo contra mi cuello y besándolo después.

– Yo solo digo que si me tengo que batir en duelo con quien sea por ti, lo hago.

– Creo que tu única rival es Queen – se ríe estirándose para besar mi mejilla.

– Ah, pues nada. Lo dejamos Albi, porque contra Queen no puedo.

Se vuelve a reír regresando a su escondite en mi cuello, llenándolo de besitos diminutos mientras mis manos se mueven con suavidad por su espalda, desnuda por la prohibición de esta noche por parte de Alba de lleva ropa en la cama.

Nos volvemos a quedar en silencio, dejando atrás las conversaciones interminables porque por mucho que hayamos dormido a lo largo del día, son las tantas de la mañana e inevitablemente el sueño acaba llegando. Aun así, la voz de Alba vuelve a irrumpir entre las paredes de nuestra habitación unos minutos después.

– Nat, cuéntame más cosas de Londres.

– Mi amor, hemos hablado prácticamente todos los días, no creo que haya nada que no te haya contado ya.

– Me da igual, tú solo háblame. Necesito escuchar tu voz.

– Ah, no sabía que cuando hablábamos por teléfono me leías la mente.

– Eres una idiota, se me había olvidado lo poco que te soporto – dice escondiendo la sonrisa y apretando su abrazo antes de volver a hablar más seria. – Necesito... necesito oírte mientras estás a mi lado y me acaricias, y tu pecho sube y baja pegado al mío, y yo pongo la mano aquí y noto tu corazón relajado – dice haciendo un huequito entre nuestros pechos unidos para colar su mano y ponerla sobre mi corazón. – No necesito escucharte, necesito sentirte conmigo.

Me resulta imposible contener la sonrisa al escuchar su confesión en esa vocecilla tímida, así que me inclino para dejar un beso sobre su frente. Empiezo a hablarle de cualquier cosa que se me ocurre y que probablemente ella ya sabe mientras voy dejando caricias a lo largo de su espalda con toda la suavidad que puedo, hasta que minutos después noto en su respiración que se ha quedado dormida.

No sabría decir con exactitud cómo están ahora mismo mis niveles de endorfinas, probablemente sigan disparados, pero me da bastante igual lo que use Alba como excusa para justificar lo que le he confesado antes, porque así, cuando estoy a punto de quedarme dormida, en el más absoluto silencio, notando su aliento contra mi cuello, el calor de su cuerpo sobre el mío, y mi corazón tan hinchado de amor que ocupa el ochenta por ciento de mi pecho, no me queda ni una sola duda.

Eres la mujer de mi vida.

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