Mis piernas pedían a gritos un descanso y mi garganta rogaba por agua. Habíamos caminado lo que parecía ser una eternidad las subidas y bajadas de aquél bosque.
Leila y Nathaniel iban frente a mí, y frente a ellos se encontraban Daniela y su mellizo guiando nuestra caminata.
Unos cuantos pasos tras de mí se encontraban David y Axel conversando sobre lo que parecía ser, las inversiones de sus padres en la isla y fuera de ellas.
Me detengo y saco de mi mochila una botella de agua, hidratado mi cuerpo y aliviando mi garganta seca.
Axel hace lo mismo y David nos pasa, no sin antes darme una sonrisa.
—¡Epa! Caminen un poco más rápido, ya estamos a punto de llegar.—El grito de Daniel me hace avanzar nuevamente, quedándome detrás del chico pelirrojo de ojos grises quien ahora se encontraba sacando una fotografía a un par de aves que estaban en un árbol lleno de flores.
—¿Puedo verla?—Los nervios se apoderaron de mi en el momento en el que dejé salir aquellas palabras de mi boca.
Sus ojos me estudiaron levemente, parecía pensar si valía o no la pena mostrarme aquella sencilla foto y perder su tiempo conmigo.
Un pequeño asentimiento fue mi señal para acercarme levemente, pero lo suficientemente cerca como para oler en él perfume mezclado con sudor.
Quitó de su cuello la cinta que sostiene la cámara para poder tendérmela, la tomé evitando tocarlo, ansiosa por mirar su contenido.
La luz contrastaba perfectamente, los pequeños animalitos parecían saber el momento exacto en el que se les tomó aquella foto, el verde de aquél árbol junto con las flores blancas que lo rodeaban se veía con intensidad y daban vida a aquella toma.
—Es maravilloso.—Suspiré ensimismada con lo que mis ojos veían.—Parece sacada de otro mundo.
Una sonrisa tiró de sus labios, satisfecho con el trabajo que había realizado.
—Es sorprendente lo que logras hacer con la suficiente luz.—Su voz un poco ronca me deleitó.
—¡Joder!, ¡si no estoy al pendiente se pierden par de tontos! Muevan esas piernas que no tenemos toda la tarde.
Tan centrados estábamos en la imagen de la cámara que no nos percatamos de que los demás ya no estaban y, si no fuera por Nathaniel, estaríamos posiblemente perdidos.
Fue en aquél momento en el que nuestros ojos se encontraron por una vez más, dando por terminado nuestro corto momento. Le devolví su cámara y al instante en el cual nuestras manos se rozaron que un dolor intenso recorrió mi cabeza y de un flash me trasladé a otro lugar.
Me hallaba en una pradera cerca de un risco que daba al mar, un hombre con armadura estaba casi en la orilla de él, entre sus manos sostenía una corona de flores blancas. Al acercarme pude notar la felicidad que irradiaban sus ojos, que me miraban como si fuera su mundo. Cuando por fin llegué a él colocó aquella diadema sobre mis cabellos negros y luego sostuvo mi mano entre las suyas, nuestros rostros sonrientes disfrutando de la compañía del otro.
Nos detuvimos a ver el horizonte, el lugar donde cielo y el mar se unían, sintiendo la calma de aquél momento perfectamente robado.
—Eliane, ¿Estás bien?—una voz me llamaba y unos brazos me movían intentando sacarme de aquél ensueño, pero sin lograrlo.
Y en el momento en el que sus labios se separaron para hablar todo panorama de tranquilidad y felicidad el cambió dejando uno cubierto de fuego y sangre.
—Eli, cariño abre los ojos y dime qué pasa.
Emití un gemido de dolor y traté rápidamente de incorporarme, pero unos brazos me lo impidieron.
—Calma, no queremos que vuelvas a quedarte inconsciente.—el sonido suave y un tanto grave llegó a mis oídos y calmó mi agitado corazón, deshizo el nudo que se había hecho en mi estómago.
Axel era quién había impedido que mi cabeza golpeara la tierra y el que justo ahora, me sostenía.
Sus ojos grises me miraban con detenimiento y preocupación, una de sus manos sostenía mi muñeca, para estar al tanto de mis pulsaciones.
—Iré por los demás, debemos volver.— Nathaniel se levantó y comenzó su andar en dirección a donde el resto se había ido.
—Espera. No hay porqué volver, estoy bien; tranquilo.
—¡No estás bien! ¡Te has desmayado!— gritaba histérico.
—Te estoy diciendo que me encuentro bien, puedo seguir. Ha sido por el calor y la falta de agua, de verdad.—mi voz tiembla un poco al final, pero logro calmarlo y convencerlo de que estaba intacta. Aunque la verdad era que había muchas preguntas formándose en mi cabeza y la desesperación me inundaba.
—¿Segura te encuentras bien?— Los ojos grises de Axel estaban inundados de preocupación, que desapareció de a poco al ver mi sonrisa.
—Estoy intacta. Como he dicho ha sido debido al calor y la falta de agua.
Asiente no muy complacido con la respuesta que obtuvo.
Seguimos a Nathaniel quien nos indicó que era hora de comenzar a caminar y en poco tiempo alcanzamos al resto que se encontraban sentados en las grandes raíces de un árbol descansando.
—Joda, pensaba que estaríamos esperando por horas.— Daniel se nos queda mirando.
—Lo siento, nos hemos entretenido demás.—Axel es quien decide contestarle.
—No se preocupen, es fácil distraerse en este mágico lugar.—Daniela extiende sus brazos y sonríe levemente.
Parece una pequeña hada en este bosque, sin duda alguna aquél era su lugar feliz.
—Vamos, un par de minutos más y llegaremos a nuestro destino. Pocas personas han tenido la dicha de verlo.
Emprendemos nuevamente el caminar y justo como lo dijo al cabo de unos minutos nos encontramos frente a una pequeña cascada.
La vista era magnífica.
El agua en ella hacia un recorrido entre piedras ya verdes por el musgo que las rodeaba, y entre ellos crecían pequeñas flores amarillas. El final de la caída de agua daba con un gran pozo y aquél líquido era tan cristalino que podías llegar a ver la arena y algunas piedras pequeñas en lo profundo y los minúsculos pececillos que por ahí nadaban.
—Algunas personas lo llaman le puits des souvenirs.— su vista no se apartaba la vista de aquél hermoso panorama.
—¿Qué significa?—Pregunté intrigada.
—El pozo de los recuerdos.—Murmuró Axel y todos nos quedamos mirándolo.— ¿Qué? Es francés, hice un curso.
—¿Por qué ese nombre?
Daniela sonrió levemente y entonces se sentó cómodamente en una de las rocas grandes y planas que se encontraban alrededor del magnífico lugar, nos dispusimos a hacer lo mismo que ella y cada uno tomó un lugar.
Me senté en una de las más cercanas al agua y esperé a que respondiera.
—Años después de lo que fue la revolución francesa, grupos de familias emigraron a diferentes partes del mundo. Una de ellas llegó a aquí con la intención de crear una nueva vida, y así fue. Padre, madre e hijos vivieron aquí, se volvieron ciudadanos respetables y muy queridos por la población, se establecieron lo más cerca del bosque como les fue posible.
》Un día sus hijos trepaban los grandes árboles y uno de ellos cayó, estuvo semanas sin despertar, su hermana que se sentía culpable vago todos los días por las espesura del bosque, buscando yerbas que le ayudarán a curar a su hermano encontró este lugar y se decidió a que cuando su hermano despertara lo llevaría a aquel sitio de ensueño.
—¿Lo hizo? ¿Despertó? —Leila no era la única que se sentía ensimismada con la historia que contaba Daniela, cada uno de nosotros prestaba atención, queriendo saber más de aquella historia.
—Sí, pero no recordaba mucho de lo que había vivido, la caída causó en él una pérdida de memoria severa.
—Joder.
—Su pequeña familia, junto con la gente del pueblo hizo todo lo posible por hacer que el chico recordara aunque fuera lo mínimo, pero nada parecía funcionar. Su hermana, dolida de verlo en ese estado, lo invito a dar un paseo por el bosque con la intención de despejar su mente y que disfrutará del lugar que le mostraría.
》Lo llevo a aquella pequeña cascada que había visto y lo invitó a entrar en el pozo para nadar, ambos despejaron sus mentes y encantados con aquel lugar se zambulleron en las mágicas aguas. Les gustó tanto que iban allí todos los días sin falta y cada uno de ellos, el hermano recordaba más y más.
Detuvo un momento su relato para tomar un poco de agua y tomar un gran respiro antes de continuar.
—Sus padres, intrigados al ver que desaparecían todas las tardes y viendo que, al volver el muchacho recuperaba aquellos recuerdos que habían desaparecido preguntaron a los dos jóvenes que había hecho para que aquél maravilloso suceso pasara. Ellos los llevaron a este lugar, donde también se sumergieron y comenzaron a recordar momentos ya olvidados. Desde ese instante esa pequeña caída de agua se volvió un lugar sagrado para los habitantes y se ese día se le bautizó como le puits des souvenirs, el pozo de los recuerdos.
Analizamos cada una de las palabras narradas en aquél relato y el silencio entre nosotros parecía interminable, hace que Daniel lo destruyó.
—Es una historia interesante hermana.—mientras hablaba iba despojada de su camisa, dejando ver un abdomen plano. Se quitó su pantalón dejando ver las bermudas que tenía bajo este.—Pero mi cuerpo está excesivamente caliente, así que...
Sin decir más se lanzó al agua, seguido por Axel y David, quienes, mientras el mellizo mayor hablaba, se habían preparado para hundirse en aquellas aguas.
Nat me miró sonriendo y yo, al saber la locura que cruzaba por su cabeza me levanté y comencé a negar
—Ni se te ocurra, Nathaniel.
Una carcajada salió de su boca y comenzó a perseguirme hasta tomarme entre sus brazos sin importar los movimientos que hacía para lograr -inútilmente- salir de ellos.
Y conmigo cargada se apresuró hacia el gigante pozo y antes de lanzarnos exclamó:
—¡Quien tenga miedo a morir que no nazca!
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Espero que les haya gustado.
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Capítulo dedicado a mis hermanos
que aguantan mis locuras💕
GC