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By -Shadow05

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Nada.

Ni siquiera un poco de miserable humo plateado, nada salió de su varita, cosa que la hizo enfadar.

―Estás tensa, relaja tus músculos. ―le dijo la Ravenclaw mirándola atentamente, Remus a su lado asintió dándole la razón. ―Respira hondo y despeja los malos recuerdos de tu cabeza.

Si hace dos años le hubieran dicho que un Gryffindor y una Ravenclaw estarían ocupando su tiempo para enseñarle hacer un patronus, se habría reído en su cara.

Nunca había entrado al bosque prohibido, posiblemente era el único lugar de los terrenos de Hogwarts que no conocía.

Sus salas comunes habían quedado descartadas, lo mismo con las aulas, debido a Peeves, que solía disfrutar que los alumnos fueran atrapados fuera de sus camas por Filch.

La sala de menesteres también fue descartada, Freya prácticamente había gritado 《¡No!》 logrando sobresaltar a la pelirroja, y ganándose una mirada comprensiva del Gryffindor.

El bosque prohibido fue la opción más segura, por supuesto teniendo cuidado con Hagrid y su perro Fang.

―Tienes... que recordar todos aquellos momentos positivos y queridos, que te hagan sentir completa y te aferras a uno. ―prosiguió Remus.

¿Recuerdos positivos?

Insultos generados por sus padres.

Los crucios que su madre aplicaba como castigo.

Niklaus con la marca tenebrosa en su antebrazo.

La risa malévola de su desquiciada prima Bellatrix.

Aquella vez que conoció a Lord Voldemort.

Aquella noche en la sala de menesteres.

El ataque a Hogsmeade.

Parpadeó un par de veces, saliendo de su corto trance.

―Ya. ―masculló, mientras evitaba mirar a ambos. ―No recuerdo tener recuerdos positivos.

Hubo un momento de silencio absoluto, Remus y Rowan se dedicaron una mirada incomoda, antes de que el Gryffindor decidiera abrir la boca.

―Tengo entendido que tienes una hermana pequeña. ―carraspeó llamando su atención, los ojos de Freya brillaron al recordar a su hermana.

―Mérida.

―Piensa en ella. ―dijo la pelirroja mirándola. ―En los buenos momentos que has tenido con ella, o en los momentos que has tenido con los Rowle's.

La risa de su hermana se escuchó en su cabeza, los momentos en los que se quedaban a altas horas de la noche en su habitación, evitando hacer alguna clase de ruido mientras comían de lo que Felicia les preparaba.

Las tardes en las que su hermana menor usaba su cabello para hacer distintos peinados, pero al final del día, la rubio fresa acababa con varios nudos.

Las veces que solía pasar las tardes con Demetria y Niklaus, en compañía de su hermana menor, al Rowle le encantaba lanzar a su hermana por los aires, y a ella le encantaba escucharla reír sin preocupaciones.

Era ella.

La luz de sus ojos.

La razón por la que aún no se había vuelto loca en la mansión Rosier.

―¡Expecto patronum!

De la punta de su varita comenzó a salir un humo plateado, era incorpóreo pero parecía danzar en el aire, sus ojos brillaron al ver el humo, se felicitó mentalmente al lograr por lo menos un patronus incorpóreo, luego se lo mostraría a su hermana, guardaría aquel momento como si fuera oro.

Notó que aquel humo plateado estuvo a punto de tomar una forma de un gran animal, pero el ladrido de un perro los alertó.

―¡Es Fang! ―gritó en susurro la pelirroja, los tres se lanzaron al suelo cuando vieron al perro de Hagrid que pareció haberlos detectado.

―¿Qué sucede, Fang?

La gran figura de Hagrid apareció detrás de su perro, en su gran mano llevaba una lámpara tan o más grande que una canasta. Su rostro barbudo miraba con atención las profundidades del bosque, buscando al responsable de que su perro estuviera tan inquieto.

―Tenemos que irnos. ―murmuró Remus, temiendo que Hagrid los encontrara a altas horas de la noche, y más a él y a Rowan, que eran prefectos de sus respectivas casas.

―Eviten hacer ruido. ―les susurró la Slytherin dando pasos lentos y cuidadosos hacia atrás, acción que los otros dos copiaron.

Hagrid era un gran hombre, todos en Hogwarts lo conocían por su amabilidad y su extraña obsesión por las criaturas mágicas. Recibía con gusto a quienes iban a su cabaña a pasar las tardes a tomar el té y comer sus galletas quemadas que parecían rocas.

Pero también en muy pocas ocasiones era responsable y era fiel a Dumbledore.

Una vez, atrapó a una pareja de Ravenclaw a altas horas de la noche cerca del bosque prohibido, Hagrid los encontró y los llevó con el director.

Ellos no serían la excepción.

―Despacio y muy lento.

Crack.

Los tres parecieron alarmados al escuchar la rama crujir, se miraron entre ellos, buscando al responsable de haber cometido tal estupidez de darles su ubicación al guardabosque.

No hubo señal de que alguno de ellos haya sido.

―¡¿Quién está ahí?! ―bramó Hagrid.

―Demonios. ―maldijo la pelirroja al ver que el hombre y su perro iban en su dirección. ―Vamos, vamos.

Pero ninguno pudo dar un paso más.

Sintió que la tomaron por sus hombros, luego chocó contra un torso duro.

Algo la cubría, parecía ser un manto sedoso, tan grande y ancho que los cubría por completo.

Un brazo la rodeaba por su cintura, la sostenía firmemente, con el miedo de hacerla caer, escuchó el jadeo sorprendido de la pelirroja a su lado.

Desconcertada miró a su alrededor, a su derecha se encontraba Rowan, que era abrazada por James Potter, y a un lado de él se encontraba Remus, que sujetaba firmemente el manto sobre ellos.

A su lado izquierdo se encontraba el de ojos grises, la sujetaba por la cintura, pero también tenía firmemente agarrado el manto para evitar que se cayera, su olor a limón y menta llegó a sus fosas nasales, sus piernas temblaron al tener su mirada gris sobre ella.

No fue consciente en qué momento había dejado de respirar, Hagrid se encontraba frente a ellos, con la gigantesca lámpara frene a él, mirándolos fijamente o eso creía.

―Vete Fang. ―Remus susurró lo más bajo que pudo, tratando que el perro decidiera dejar de olfatear donde deberían de estar sus pies.

―Vamos chico. ―musitó Hagrid.

El guardabosque dio media vuelta y se fue de ahí, con Fang siguiéndolo muy de cerca, pero de vez en cuando giraba en su dirección y movía la cola con energía, como si supiera que eran ellos, lo que era muy probable.

Volvió a respirar con tranquilidad cuando se perdieron de vista, su corazón latía tan rápido y fuerte que casi podía escucharlo, pero no sabía si era porque Hagrid casi los descubre, o si era porque Sirius aún no había quitado el brazo de su cintura.

―¿Es un manto de invisibilidad? ―Rowan pareció entusiasmada. ―¡Genial!

―¿Qué hacían aquí? ―inquirió Sirius mirándolos con una ceja alzada, Freya la devolvió la mirada, Remus rodó los ojos, y James tenía una sonrisa boba mientras miraba a la de ojos esmeraldas que parecía encantada con el manto en sus manos.

―¿Qué hacían ustedes aquí?

―Sirius quería ¡Auch, canuto! ―gritó James cuando el Black piso su pie con fuerza.

―Solo pensamos en dar una vuelta.

―¿En el bosque prohibido? ―la Ravenclaw alzó una ceja.

―Necesitábamos aire fresco... del bosque prohibido.

―Lo que digas. ―murmuró la Slytherin dándoles una mirada desconfiada, fue entonces que notó un pedazo de pergamino en el suelo, justo a los pies de Sirius, parecía ser el mismo que vio hace un par de noches atrás, cuando ambos se toparon en las cocinas.

》Se te ha caído, Black.

Lo tomó entre sus manos, parecía ser un pergamino común y corriente, no había nada en él lo que le pareció extraño. Pero entonces se lo quitaron bruscamente.

No fue James.

Tampoco fue Sirius.

Remus parecía alarmado al tener el pergamino entre sus manos, luego miró con reproche a sus amigos, ignorando las miradas de la Slytherin y la Ravenclaw.

―Son unos... idiotas.

―Oh, oh, Remusin está enojado. ―dijo James mirando con precaución a su amigo.

―Hablaremos seriamente. ―dijo, justo como una madre le diría a sus hijos, Freya ocultó la sonrisa que quería escapar.

―Es tarde, deberíamos de volver a nuestras salas comunes. ―sugirió la Ravenclaw.

Sin siquiera despedirse, Freya ignoró a los cuatro y se fue de ahí, sin notar que aquel Gryffindor molestoso la seguía.

―Si crees que dejaré que sepas donde está mi sala común, entonces estás equivocado.

―Está en las mazmorras. ―le restó importancia Sirius, Freya se detuvo y entonces Sirius notó su error. ―¿Ups?

―¡Fueron ustedes los que tiñeron el cabello de Thorfinn el año pasado! ―acusó con los brazos cruzados, continuando con su caminata por los oscuros pasillos del castillo.

―Oh sí. ―recordó Sirius con una sonrisa. ―Insultó a Peter y quisimos hacerle una pequeña broma.

―¿Pequeña broma? Su cabello fue verde por un mes.

―Se lo merecía. ―defendió indignado. ―La sala común de Slytherin es... no es mi estilo, hay mucho verde y esa serpiente da escalofrío.

―Pero tenemos vista a las profundidades del lago negro.

―¿Eso que tiene de genial? ―el Black alzó una ceja incrédulo. ―Ahí no se puede apreciar la belleza de los jardines.

―Bueno, en la superficie no ven a menudo al calamar gigante.

Sirius se detuvo en seco y la miró.

―Touche.

―A menudo se pasea por ahí, la primera vez que Niklaus lo vio se atragantó con un pedazo de varita de regaliz.

―La sala común de Gryffindor sigue siendo la más cool.

―Lo dudo mucho.

―Si quieres puedo llevarte a conocerla. ―Sirius le guiñó un ojo, sin notar que la rubio fresa se removió incomoda en su lugar.

―No gracias.

―Algún día dirás que sí, y luego pedirás que te dé esto. ―se apuntó a sí mismo con una sonrisa arrogante. ―Incluso, primero me aceptarás una cita.

―El día que acepte una cita contigo. ―lo apuntó. ―Será cuando un perro me traiga una canasta llena de deliciosos pastelitos, algo imposible, así que hasta entonces, fuera de mi vista Black.

Logró deshacerse de él, Sirius observó cómo se alejaba, notó que había sacado la varita y miraba cada rincón de lugar, como estuviera esperando una amenaza que pronto llegaría.

Un suspiro se le escapó.

―Iugh, creo que te estás enamorando.

Sirius saltó en su lugar cuando la cabeza de James apareció de la nada.

―Demonios, James. ―se quejó tocando su pecho, justo en el lugar que su corazón latía acelerado por el susto.

―¿No has notado lo incomoda que se veía? ―le reprochó Remus, que copió la acción de James, sus cuerpos no estaban, y Sirius no podía tomarlos enserio. ―Te dije que hables de otros temas no que le coquetees, Sirius.

》Ya lo hablamos, ella no es como las otras chicas que haz conocido.

―¿Te gusta Rosier? ―se sorprendió Rowan, sacando su cabeza del manto.

Sirius miró con mala cara a sus amigos, ambos le sonrieron con inocencia.







































Era demasiado bueno para ser verdad.

Aquella carta le había quitado el apetito en pleno gran comedor.

Niklaus leía la carta una y otra vez, mientras Demetria se encargaba de tirarle viento con un plato vacío.

Su palidez era alarmante, incluso para Demetria, que parecía querer destruir la carta que estaba en manos de su primo.

La carta estaba escrita por su madre, Ava Rosier.

Luego de aquella noche, estaba segura de que su madre le escribiría una carta, pero luego pasaron las semanas y nada aparecía, por lo que supuso que su madre no quería saber de ella hasta el fin de año escolar.

Querida Freya.

Seguramente estás leyendo esta carta con el miedo recorriéndote.

Tenía la certeza de que si atrasaba la carta, pensarías que no estarías en problemas y que te librarías, y por supuesto yo nunca me equivoco, porque sé que estás tan asustada como los inservibles elfos de la gran y elegante mansión Rosier.

Cuando Alec nos dijo el porqué de su expulsión, lo único que pude sentir fue furia.

Nunca había sentido tanta vergüenza e ira, y menos recorriendo aquellas emociones al mismo tiempo. ¿Cómo te has atrevido?

Mi hermano es un hombre honorable y respetuoso, así como también impulsivo y posesivo, no me sorprende que haya acudido a aquellas formas, eres una estúpida.

Tu deber como prometida y futura esposa es complacerlo, no llorar como una niñata a la que le dieron un miserable golpe, es tu responsabilidad como mujer atender a tu futuro esposo, ¿Cómo te has atrevido a resistirte? Eres un ingrata, una malagradecida.

Durante años he buscado al candidato perfecto para ti y cuando lo encuentro resulta que te has comportado como una insolente.

Él merece respeto tanto de tío como de prometido.

Te has comportado como una niña pequeña, siempre ha sido así y ahora has hecho que Alec fuera expulsado por abrir la boca, niña.

Hablaremos apenas llegues a la mansión, porque no creas que lo dejaré pasar, conocerás mi ira si no quieres que Mérida sufra por tus acciones imprudentes.

Y espero que hagas lo correcto o no responderé de buena manera, Freya.

Con cariño, tu amada madre.

―Amada madre. ―bufó Niklaus haciendo bola la carta.

―No me apetece volver. ―masculló entredientes, su cuerpo estaba completamente tenso, su mandíbula estaba apretada, le quitó bruscamente la carta de las manos a su amigo.

―A mí tampoco me apetecería. ―secundó Demetria, aun tirándole viento.

―Esa... arpía. ―escupió con furia contenida.

―¡Oye! El pastel no tiene la culpa, deja de apuñalarlo. ―su amigo le quitó el tenedor, luego se aseguró de que nada que tuviera filo estuviera cerca de su amiga rubio fresa.

―Deja que se descargue. ―le espetó la castaña dirigiéndole una mirada despectiva. ―No querrás que nos apuñale a nosotros, ¿Oh sí?

―Vaya, ahora me hablas.

―¿Ahora vez por qué me pareces un idiota irritante?

―¿Yo soy el irritante? ¿Qué eres tú entonces?

―Fabulosa, sexy, increíble.

De vuelta a lo mismo.

Mientras los primos Rowle discutían por estupideces, ella tenía la carta hecha una bola en su mano, la apretaba con tal fuerza que sus nudillos se habían vuelto blancos y la habían comenzado a doler.

No se había esperado la carta, habían pasado semanas desde lo ocurrido en la sala de menesteres, definitivamente no esperaba que su madre diera indicios de presencia, solo para enviar una miserable y cruel carta que le echaba la culpa cuando no la tenía.

En aquellos momentos no quería presenciar la estúpida discusión de los chicos a su lado, necesitaba silencio, no escuchar sus voces que no hacían nada más que insultarse entre sí.

¿Cuándo iba a ser el día que dejarían sus idioteces?

Nunca.

Aquella era la única respuesta que tenía.

Los entendía de cierta forma, Demetria y su hermana se criaron con sus tíos y primos ya que su madre había muerto en el parto y su padre era un completo misterio. Ninguno de ellos había crecido con amor, sus vidas se basaban en insultos y torturas, la única manera para hacerles creer que todos eran normales, era discutiendo por estupideces y fingir que no se soportaban, cuando la realidad era otra.

Niklaus y Demetria se amaban, nunca lo habían demostrado, ni siquiera frente a sus narices, pero tenía más que claro que Niklaus daría la vida por su prima, así como ella daría su vida por la de Niklaus.

¿Su manera de fingir que era normal?

Se basaba en ser una "rata de biblioteca", los libros y el estudio la hacían olvidar, y fingir que todo se encontraba bien en casa, ser la número uno de la clase y pretender que era una hija orgullosa de pertenecer a dos familias con alto rango.

Cuando la realidad era que quería tomar a su pequeña hermana y huir. Huir de aquel infierno, alejar a su hermana de aquel mundo, no soportaría que ella también tuviera su mismo destino.

Ser violada y comprometida con su propio tío.

Definitivamente no soportaría aquello.

Decidió saltarse la primera clase, clases de runas antiguas, tal vez la profesora no la extrañaría si no iba.

Leía aquella carta una y otra vez, preguntándose porque la vida no la quería, ¿Había hecho algo malo?. Lo único malo que había hecho, era aplastar un pastel en el rostro a su hermano en pleno gran comedor, solo porque el chico la estaba hostigando.

Aparte de eso nada más, ¿O es que era un castigo por ser cruel con los demás en sus primeros años? No era su culpa, ella solo hacía lo que sus padres le exigían, era solo una niña inexperta que de alguna forma u otra quería complacer a sus padres.

Pero aquella niña ya no existía.

Se le escapó un suspiro, a la vez que dejaba la carta en el suelo, con la varita encima para que no se volara y que algún curioso la leyera.

Aquello era cruel.

Vivir bajo el techo de dos horrorosos padres, que no hacían nada más que insultarlos, golpear a los elfos y creer fielmente en el mago oscuro que estaba causando estragos en todo el mundo mágico.

Evan había sido arrastrado por ellos, caminaba con una sonrisa falsa, les hacía creer a todos que nada se encontraba mal, que hasta el mismísimo Dumbledore se lo creía. Nadie se podía imaginar que la marca tenebrosa reposaba en tu antebrazo izquierdo.

Tenía que idear un plan de escape.

Huir de Inglaterra, tal vez tendría una buena vida en los Estados Unidos, necesitaba hacer algo para salvar a su hermana de aquella desgracia que todos estaban viviendo en esos tiempos, necesitaba mantenerla a salvo de todos, incluso de sus padres.

Si era necesario, arrastraba a sus amigos con ella, incluso aceptaba a la Ravenclaw novia de Niklaus y definitivamente a Regulus.

―¿Qué demonios?

Sus ojos se habían abierto a tope, su mirada se había vuelto incrédula, sin darle crédito a lo que tenía frente a ella.

―¿Hocicos, qué...?

El gran perro ladró, movió su cola contento mientras la miraba con un brillo especial.

―¡Espera, Hocicos!

Su amigo canino no oyó su grito o lo ignoró, se alejó corriendo lejos de ella, mientras movía su cola, como si estuviera feliz de haber cometido con su objetivo.

Sus ojos volvieron a aquella canasta, una botella se encontraba ahí, dos copas la acompañaban a cada lado, y luego solo pudo ver pastelitos, muchos pastelitos con distinta decoración y sabor, arriba de estos, reposaba una carta.

"Un perro te acaba de llevar una canasta llena de pastelitos, acompañados por una botella de exquisita cerveza de mantequilla... ¿Qué dices, ojitos, aceptas la cita?"

Fue entonces que una vocecita hizo eco en su cabeza, curiosamente era su misma voz.

El día que acepte una cita contigo, será cuando un perro me traiga una canasta llena de pastelitos, algo imposible, así que hasta entonces, fuera mi vista, Black.

―Demonios. ―masculló recordando la noche anterior.

―¿Qué dices, ojitos?

Su respiración se encontraba agitada, su pecho subía y bajaba, su frente tenía una ligera capa de sudor, parecía que recién salía de una maratón que no estaba dispuesto a perder.

Giró los ojos irritada.

―Black...

―Antes de que me rechaces. ―la interrumpió apoyándose sobre sus propias rodillas, a la vez que tomaba aire con exageración. ―Deja que me recupere para luego irme de aquí con dignidad.

―¿Aún la conservas?

―¡Oye! ―exclamó indignado, la rubio fresa no pudo evitar sonreír con diversión.

Miró nuevamente la canasta, no había desayunado, su estómago rugía suplicando por comida, y aquellos pasteles se veían deliciosos, quitándole el hecho de que prefería jugo de calabaza como acompañamiento.

―Toma asiento antes de que me arrepienta.

Sirius pareció sorprendido, pero aquello no evitó que se sentara en el suelo con gran entusiasmo.

―Vaya, por unos segundos creí que me tendría que arrodillar para que aceptaras.

―No lo arruines, Black.

―Está bien. ―sonrió sacando la botella de cerveza de mantequilla con ambas copas. ―He notado que no has desayunado, así que recordando lo de ayer, y para evitar que te mueras de hambre, he traído esto.

―Ahora sí confirmo que eres un acosador.

―¡No lo soy! ―la miró con su rostro indignado. ―Solo trato de cuidarte.

Sintió que algo se removía dentro de ella, las únicas personas que se han preocupado por ella fueron Niklaus, Demetria y Regulus.

Que alguien más venga y diga que quería cuidar de ti, era sorpresivo e impactante. Nadie creería que el gran Sirius Black realmente se preocupaba por alguien más que no sea de él mismo.

Definitivamente aquel Sirius no era quien creía que era, este se demostraba atento y comprensivo, el otro mujeriego y narcisista, siempre era necesario ver la otra cara de la moneda, uno nunca sabe cuándo realmente conoce a una persona o cree conocer.

Que aquellas palabras vinieran de la mismísima boca de Sirius, le sorprendía por completo, entonces supo que nunca debía juzgar un libro por su portada, sin importar cual linda u horrible fuera.

En un acto inconsciente, agarró la mano de Sirius, el Gryffindor se sobresaltó y la miró con sorpresa, la brillante y tímida sonrisa de la rubio fresa hizo que su corazón latiera como nunca antes lo había hecho cuando se encontraba con una chica.

―Gracias Sirius.

Aquellas palabras solo hicieron que miles de fuegos artificiales explotaran en su interior.

―No es nada, Freya.










































Vio como rompía aquella carta en pedazos, para luego lanzarla a la chimenea, provocando que los restos se quemaran por el fuego que mantenía la sala común de Slytherin caliente.

―Al fin haces algo productivo. ―espetó Demetria, la rubio fresa rodó los ojos y Regulus solo intentó ignorar la mirada de la castaña.

―Por favor Demetria, no empieces.

―Cuando te envíen cartas, solo quémalas. ―sugirió el menor de los Black tomando asiento a su lado. ―Es lo que hago cuando recibo cartas de mis padres, es mejor ignorar lo que dice el contenido.

―Lo tendré en cuenta. ―bufó la rubio fresa acurrucándose a un lado de Regulus, que pareció tensarse por su toque. ―Lo siento.

―No te preocupes, es solo que no estoy acostumbrado al contacto.

―Pero si mi hermana te devora. ―Demetria lo miró con una ceja alzada.

―No me lo recuerdes, por favor.

Demetria alzó las manos como si fuera una inocente palomita, luego giró para mirar las llamas del fuego, no notando la mirada que Regulus le dirigía, pero la rubio fresa si lo hizo, y sonrió pasando desapercibida.

―Algún día seremos libre. ―imaginó Freya, ambos chicos giraron para verla con atención. ―Tomaré a Mérida y nos iremos de aquí, hasta que haya un poco de paz.

》Están invitados por supuesto.

―Claro que iremos. ―la castaña tomó la palabra, dirigiéndole una mirada de advertencia al Black, que decía claramente que sí arruinaba sus sueños, lo golpeaba.

―¿Qué te sucede? ―inquirió Regulus al ver al último integrante de aquel trio que nunca se separaba.

Niklaus se encontraba pálido como nunca antes lo habían visto, sus ojos estaban abiertos a tope, y su pecho subía y bajaba con rapidez. Los miraba con ojos enloquecidos, como si hubiera recibido la peor noticia que alguna vez pudieron haberle dado, su labio inferior tiritaba y su piel brillaba por el sudor que se había acumulado en su frente.

―¿Niklaus? ―Demetria miraba a su primo con preocupación oculta, se había puesto de pie y se acercó al chico, entre ella y Regulus lo dirigieron al sofá y lo dejaron ahí.

―¿Qué sucede ahora, Niklaus? ―inquirió Freya, se arrodilló delante de él, los ojos del azabache estaban brillosos, la rubio fresa notó que trataba de evitar las lágrimas para que nadie lo viera llorar y pensara que era un idiota vulnerable.

―¡Aquí estás!

Tres cabezas de cuatro giraron en busca de la dueña de aquella voz, sus cuerpos rígidos le harían entender a otros que su presencia no era requerida en aquellos momentos.

Pero Acacia Rowle parecía no notarlo.

―¿Se han enterado? ―inquirió Acacia con una sonrisa gigantesca, miraba a los tres con emoción reflejada en sus ojos.

―¿Qué cosa? ―Demetria alzó una ceja mirando a su melliza, no se movió del lado de su primo, se quedó ahí como si fuera un perro guardián que en cualquier momento saltaría a atacar si fuera necesario.

―De la nueva noticia, por supuesto.

―¿Niklaus? ―lo llamó la rubio fresa, su amigo parecía que en cualquier momento tendría un ataque de pánico, no miraba los ojos de nadie, y ni siquiera pareció notar la presencia de su prima mortífaga.

―¿Aún no les has dicho? ―masculló Acacia, le dirigió a su primo una mirada cargada de diversión. ―Nuestro primo tiene nueva novia.

Freya y Demetria sintieron que sus corazones se salían del pecho, le dieron una mirada alarmada, bajo la atenta mirada gris de Regulus. La rubio fresa había sacado su varita dispuesta a hacerle un obliviate a la hermana de su mejor amiga, pero entonces ella volvió a hablar.

―Tía Margo ha enviado una carta y los padres de Delia a ella. ―Freya dejó de respirar por unos instantes, ya suponía lo que venía después.

》Los acaban de comprometer.

Aquello fue otra mala noticia en tiempos oscuros. 













Tarde, pero les traigo otro capítulo.

Voten por favor, no es fácil hacer los capítulos, merecen por lo menos que le piquen a la estrellita, no le hace daño a nadie, pero me hace creer que la historia no es buena

Comenten que tal ha estado.


-Shadow05

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