-¡Roxanne Potter!-, gritó Minerva para que todos los de primer año pudieran oírla.
Los murmullos empezaron a surgir de inmediato, todo el mundo arqueaba el cuello para poder ver a la única mujer Potter nacida en la familia durante generaciones. Todos susurraban, preguntándose cómo se sentiría al ser la hermana del chico que vivió. Preguntándose cómo se sentía ella ahora, por haber dejado morir a su propio hermano, su hermano.
-Bueno, hola, dijo el sombrero en tono alto, casi sonó como si estuviera hablando en voz alta.
-Hola-, dijo Roxy tímidamente.
-¡Tienes una buena mente, igual que tus hermanos!- dijo el sombrero tarareando y haciendo un "ah" cada pocos segundos.
-Por favor, ponme en Gryffindor, por favor, ponme en Gryffindor-, repitió Roxy, era su mayor temor. No quería decepcionar a sus padres, no quería que la odiaran. No quería convertirse en una marginada como su hermano. Lo que no sabía era que Harry había sido un marginado desde que Nick se había convertido en el niño que vivió. Ella no se dio cuenta de que era inusual, es como su familia siempre había sido.
-Prefieres los libros a la valentía temeraria... no encajas ahí... dónde ponerte...- dijo el sombrero con curiosidad.
Suplicó con los ojos cerrados mientras su cuerpo ardía de miedo.
-No encajarás en Gryffindor... ya cometí ese error una vez...- dijo el sombrero aún indeciso. Pensando en una chica de pelo tupido llamada Hermione Granger. Nueva en el mundo de los magos, Gryffindor le parecía brillante y le había convencido. Era algo que no había funcionado: era una marginada en su propia casa.
-¡Lo haré, puedo, por favor! Conozco a la gente de allí por favor!- gimoteó Roxy enfadada porque no se salía con la suya.
-¡Muy bien....mejor que sea GRYFFINDOR!- gritó el sombrero en voz alta para que todos lo oyeran.
Aliviada y presumida, Roxy se quitó el sombrero, antes de unirse a su nueva casa. Valió la pena, cuando vio el amor y la adoración que adornaban la cara de de sus padres. Los había hecho sentir orgullosos; se sentó junto a los otros de primer año, sonriendo ampliamente a su hermano, que le devolvió la sonrisa. No había mucha gente que le prestara atención; de hecho, todo el mundo le daba esquinazo. Tenía asientos libres a cada lado.
-Antes de que coman y beban, quiero presentarles a su nuevo profesor de Pociones y jefe de la casa de Slytherin.... ¡Profesor Horace Slughorn!- sonrió Dumbledore como si nada le complaciera más, que presentarles al nuevo profesor.
Los Slytherin se volvieron locos, aplaudiendo con fuerza, todos conocían a Slughorn y él favorecía a sus Slytherin. Todos lo sabían, por los cuentos que contaban sus padres, o sus abuelos. No es que hubiera muchos abuelos por aquí, después de la última guerra con Voldemort, muchos fueron encarcelados o asesinados. Los vítores de las otras casas llenaron el resto de la sala.
-¡Ahora, que comience el festín!-, retumbó Dumbledore, con las manos separadas mientras la comida salía a las mesas.
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-¡Hola Luna!- sonrió Harry deslizándose en su asiento junto a ella. Ella también había tomado Runas Antiguas, así que tenían al menos una clase juntos. Harry estaba muy contento de tener una amiga, alguien en Ravenclaw al menos, de lo contrario probablemente no la habría visto más que en los recesos. Acababa de salir por floo del despacho del director, fiel a la palabra de Severus: el director Dumbledore no había estado allí. Siempre sintió una ráfaga de ira y odio, sólo con mirar al hombre. Sólo había unas pocas personas que podían hacerle eso, James Potter, Lily Potter y Nick Potter.
-Hola, Harry, ¿qué tal el verano?- preguntó Luna, deslizando su asiento hacia delante y mirando con curiosidad los ojos verdes de su amigo.
-¡Estupendo! Me estoy quedando en la Mansión Prince, ¡Eileen se mudó ahora también!- dijo Harry, la sonrisa en su rostro era casi cegadora. Era una sonrisa que nadie en Hogwarts había visto a Harry. No sólo Hogwarts, sino que Luna nunca había visto a Harry tan feliz. Luna sonrió, el estado de ánimo de Harry era contagioso se alegraba mucho de que Harry estuviera feliz ahora.
-Eso es genial, ¿qué tal te va como aprendiz?- preguntó Luna, ella quería trabajar con animales mágicos, había tomado el curso de Criaturas Mágicas con la esperanza de que le ayudara. Además, iba a tomar el relevo de su padre cuando éste se jubilara. Se convertiría en la editora del Quisquilloso.
-¡Es increíble, estoy aprendiendo mucho!-, dijo Harry en voz baja, mientras los alumnos entraban y se sentaban.
-¿Qué estás aprendiendo?- preguntó Luna ignorando las miradas que recibía como siempre.
-Pociones, defensa y ya sabes otras cosas- dijo Harry en voz baja.
-Buen trabajo, nadie está aprendiendo nada en Defensa este año- dijo Luna.
-¿Y eso por qué?- preguntó Harry desconcertado.
-Alguien del Ministerio está dando clases, la profesora Umbridge, no nos va a enseñar mucho- afirmó Luna con mala cara.
Harry parpadeó, Luna aún no había tenido defensa, el colegio acababa de empezar. En momentos como ese Harry sospechaba que era una especie de vidente, o al menos tenía un buen sentido de lo que iba a pasar.
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-¿Qué le pasó a tu varita?- preguntó Luna mirando la nueva de Harry, su otra había sido similar pero Luna pudo notar las diferencias. Esta era más recta y de color más claro y si no se equivocaba más pequeña. Luna no era Dumbledore, pero "rara vez se equivocaba" como a él le gustaba pensar. Luna se había estado muriendo por preguntarle durante las dos horas de Runas Antiguas.
Ahora caminaban hacia el lago, con las manos llenas de comida para que se dieran un festín. Ninguno de los dos podía ser molestado por el parloteo en el gran salón. Especialmente Harry, todo el mundo quería ser su mejor amigo de repente, y Harry realmente no podía estar más molesto con eso. Tenía sus amigos, sabía en quién podía confiar. No quería la vida de su hermano, no quería amigos de medio pelo, ni hablar con gente a la que no le importaban realmente sus respuestas. Su Boggart podía dar fe de ello, su peor temor, era tener él mismo la vida de su hermano.
-Tuve que hacer que me la cambiaran-, dijo Harry mirando su varita sumido en sus pensamientos, recordando cuando la compró.
--------- FLASH BACK A LA VISITA A OLLIVANDERS --------
Harry en cuanto se recuperó supo que tendría que visitar a Ollivander's. No estaba muy seguro de lo que le había pasado a su vieja varita, sospechaba que probablemente la habían roto y desechado. Le enfurecía la idea de que el malvado bastardo le rompiera la varita. Probablemente era mejor que se comprara una nueva, al menos ésta no había sido comprada por James Potter.
-Tengo que ir a la tienda de Ollivander, señor-, dijo Harry mientras él y Severus caminaban por la Botica.
-¿Por qué no te adelantas ahora? ¿Nos vemos aquí cuando hayas terminado?- sugirió Severus. Había estado en el local de Ollivander y no era algo que le apeteciera volver a experimentar. Ollivander le había dado escalofríos cuando tenía once años, odiaba esa sensación. Pero comparado con Dumbledore y Voldemort, estaba seguro de que Ollivander no era nada ahora. Es que Ollivander había sabido quién era, a pesar de que sabía que no había visto al mago antes. Se había criado en el mundo muggle, por el amor de Merlín, así que obviamente no había ninguna posibilidad de que Ollivander supiera quién era. Por supuesto que Severus conocía su secreto ahora, era un mago muy raro que podía leer núcleos mágicos y ver auras.
-Sí, señor-, dijo Harry inmediatamente.
-Déjate de señor, puede que seas mi aprendiz pero prefiero mi nombre de pila o profesor Snape- afirmó Severus tajantemente, llevaba unos días diciéndoselo al chico. Señor, le recordaba demasiado a Voldemort, rebajarse constantemente para divertir a un loco. Lo había soportado en el colegio, sabiendo que era lo esperado. Señor, maestro, señora, todo eso le hacía encogerse por dentro.
-Muy bien Severus-, dijo Harry, él mismo no quería usar el profesor Snape; le recordaba a todos los profesores que lo habían ignorado. Así que con gran privilegio lo llamó Severus. Todavía estaba superando el hecho de que su antiguo maestro de Pociones era el hijo de Eileen, y se maldecía por no haberse dado cuenta antes. Nunca había caído en la cuenta, pero ahora lo sabía: podía verlo en diferentes partes de él.
-Bien, vete-, dijo Severus complacido por haber conseguido por fin que el testarudo y genuinamente respetuoso adolescente le entendiera. Palabras que nunca había utilizado cuando pensaba en los niños, o en los adolescentes. Harry era diferente a todos ellos, no estaba seguro de si eso era algo bueno o malo todavía.
Harry arrancó al trote hacia la tienda de Ollivander, recordando su primera experiencia. Él, a diferencia de Severus, no creía que hubiera nada raro en el hecho de que Ollivander supiera quién era. Su familia era famosa; su hermano ya lo había sido por su varita. Para él no hacía falta ser un genio para saber quién era realmente.
Abrió la puerta y no se sorprendió al encontrarla vacía. Todavía no era hora de que los de primer año vinieran a por sus varitas. Dudaba de que hubiera mucha actividad, aparte de esos pocos meses en los que la gente cumplía once años y reclamaba su varita. Entonces habría alguna persona ocasional, como él, que perdía, rompía o hacía romper su varita.
-No esperaba volver a verlo, señor Potter-, dijo Ollivander saliendo de las sombras. Sus ojos plateados se encendieron con curiosidad y sorpresa, y rara vez se sorprendía. Este chico lo desconcertaba por completo, su núcleo mágico y su aura eran extremadamente poderosos. Más poderoso que su hermano y su padre juntos, era el chico más poderoso que había visto en su vida, incluso más que Tom Riddle a esa edad. Sin embargo, su varita era para un mago mediocre en el mejor de los casos. Era como si hubiera reprimido una parte de sí mismo, su magia, que para él era inconcebible. Se había intrigado durante años, más aún después de verlo de nuevo en el cuarto año del muchacho, por el peso de las varitas, aún no había encontrado su respuesta. Sin embargo, allí estaba el chico, más poderoso y seguro que nunca, más que al principio de su cuarto año. Obviamente en su tienda por una varita, tenía curiosidad por saber qué había pasado con su otra varita que le había vendido al chico.
-Me llamo Harry Peverell-, dijo Harry con frialdad, mirando fijamente a los ojos de Ollivander sin miedo y ya no tímido como las dos primeras veces. Había conocido a Ollivander por segunda vez durante el torneo de los tres magos.
-Ah, claro-, dijo Ollivander divertido, no se había hecho nada parecido antes. Sabía que los duendes de todo el mundo, probablemente estaban hablando de ello hasta la saciedad. Se lo había llevado todo, justo delante de sus narices. Al Duende no le debían de gustar Lily y James, o les habrían avisado.
-He venido a por una varita-, dijo Harry con suavidad.
-¡Claro, ven!- sonrió Ollivander. Estaba bastante emocionado, parecía que esta vez podría conseguir la varita que le pertenecía. La otra varita no había pertenecido a Harry, lo sabía, pero como había reprimido su magia, la varita le había parecido perfecta en ese momento.
Tardaron veinte minutos en encontrar la varita para él, y para sorpresa de Ollivander era una que esperaba que tuviera Nick. -Varita de acebo, once pulgadas, bonita y flexible. Una combinación muy inusual, tiene una pluma de fénix, de un pájaro que seguro conoces Fawkes, el fénix del director Dumbledore. Tiene una varita hermana, pertenece a un hombre que conocerás como Voldemort. Hizo grandes cosas, sí, terribles pero grandes... Estaba seguro de que elegiría a Nick Potter...- Ollivander se interrumpió.
Harry pareció extremadamente incómodo durante unos segundos, antes de disimularlo. Le dio a Ollivander su dinero, le dio las gracias y se fue rápidamente. Volviendo a la botica, se reunió con Severus y continuó su compra de ingredientes de Pociones.
Como Ollivander sólo tenía que avisar al Ministerio de las primeras varitas compradas, cuando cumplieran once años no tenía que decírselo. Así que Albus Dumbledore no se enteró ni se dio cuenta de que la varita hermana había sido vendida. En realidad fue algo bueno, o la sospecha de Dumbledore habría sido completa. Se habría dado cuenta de quién era Harry en realidad y lo habría controlado. Emancipado o no, Dumbledore no se habría detenido ante nada. Tal y como estaba no lo sabía, y con ello nunca controlaría a Harry ni a su ahora inmensa fortuna.
--------------- FIN DEL FLASHBACK ----------------
-¿Qué ha pasado?- preguntó Luna con curiosidad.
-No lo sé, o sigue en el cementerio o se ha roto, pero sospecho que se ha roto. Dudo que Voldemort la haya dejado ahí tirada- afirmó Harry con total naturalidad.
-Lo siento-, dijo Luna en voz baja, a nadie le gustaba perder varitas, después de unos años se convertía en parte de ellos. Perder una varita era muy traumático para la mayoría de los magos y brujas. De todos modos, lo que había sufrido Harry era probablemente más traumático: ser torturado.
-Está bien-, tranquilizó Harry con aspecto solemne. Si hubiera estado solo, sabía que habría sido peor. Las pesadillas, estar solo, la necesidad constante de mirar por encima del hombro. Tener a alguien permanente en su vida, hacía que Harry se sintiera más seguro, más feliz y más confiado.
-Entonces, ¿qué hay en este?- preguntó Luna, ella sabía por el Profeta de quién tenía qué varita. O por lo menos los cuatro que habían estado en el torneo de todos modos, Fleur, Viktor, Nick y Harry.
-Muffliato- lanzó Harry, uno de los primeros hechizos que había aprendido de 'El Príncipe Mestizo' incluso antes de ser aprendiz de Severus, y lo había admirado y ayudado sin darse cuenta. Ese libro había sido su salvación del mundo, le había ayudado a amar las pociones más que nada en el mundo. Y pensar que todo se debía a que James Potter había olvidado comprarle su libro de pociones.
Luna ladeó la cabeza; estaba familiarizada con el hechizo. Harry lo había utilizado algunas veces, cuando quería hablar en privado. Además, ella había ido a buscarlo después; por algo era una Ravenclaw.
Harry notó un brillo en los ojos de Luna... ¿era él o ella sabía lo que iba a decir? Iba a tener que preguntárselo a ella. No era la primera vez que lo hacía. Había jadeado justo antes de que Dumbledore leyera su nombre durante el cáliz de fuego. Había estado demasiado aturdido para pensar en ello hasta después.
-Pluma de fénix de Fawkes, es la varita hermana de la de Voldemort, ¿has leído algo sobre varitas?- preguntó Harry, había estado buscando información pero no había encontrado nada hasta el momento.
-No, la verdad es que no- admitió Luna, para nada sorprendida por la revelación de Harry.
-¿Por qué no te sorprende Luna?- preguntó Harry con curiosidad.
Luna suspiró, mirando al suelo pensativa, antes de volver a levantar la cabeza. Se quedó mirando a los ojos de Harry durante interminables minutos antes de empezar a hablar. -A veces veo cosas, atisbos, nada claro, todo es confuso. A veces puedo ver las cosas con claridad; a veces sólo oigo unas palabras justo antes de que sucedan. Rara vez veo las cosas años antes de que sucedan, lo que no ayuda mucho, pero... es como siempre he sido-.
-¿Eres vidente?- preguntó Harry preguntándose por qué se sorprendía; no debería estarlo, ya lo sospechaba.
-Sí, pero no es tan claro como se describe en los libros. Es como si el don estuviera demasiado diluido o algo así... es difícil de explicar. Tal vez mejore con los años, pero ahora mismo es muy confuso-, suspiró Luna con tristeza.
-Sabes quién soy, ¿no?- preguntó Harry con tristeza.
-Eres Harry Peverell eso nunca va a cambiar- dijo Luna inteligentemente.
-Pero sabes el secreto que guardo ¿no?- preguntó Harry casi acusadoramente.
Luna se mordió el labio, preguntándose si Harry iba a ser su amigo después de hoy. A regañadientes Luna asintió con la cabeza, lo sabía, lo había sabido desde que tuvo una visión antes. La varita la había delatado, además de que había visto cómo se lo decía. Por razones que ella desconocía, al parecer él había cambiado de opinión, o bien eso, o bien su capacidad de ver se estaba volviendo inútil.
-Lo sé, te vi decírmelo esta mañana-, dijo Luna, todos pensaron que era rara porque miraba fijamente al espacio. Lamentablemente no podía controlar cuando tenía visiones. Prefería que la creyeran rara a que supieran la verdad. Los videntes eran venerados o, en tiempos de guerra, buscados por el mejor postor y controlados. Después de todo, ¿quién no querría la ventaja? Durante la guerra es una mina de oro tener un vidente de su lado.
-¿De verdad te lo dije?- preguntó Harry sorprendido.
-Sí, pero algo salió mal... ¿decidiste no hacerlo?- preguntó Luna inclinándose hacia adelante, ansiosa por saber más sobre el... sobre su don.
-Eh... decidí esperar... unas semanas- dijo Harry un poco avergonzado.
-Tal vez se está volviendo mejor... tal vez estoy empezando a ver cosas que la gente decide pero nunca se molesta en hacer o decir... ¡esto es brillante!- rió Luna sonriendo como una banshee.
-Pues me alegro de que te divierta- dijo Harry sintiéndose un poco avergonzado.
-¡Sólo lo supe hoy te juro que no es por eso que me hice tu amiga!- dijo Luna poniéndose seria una vez más.
Harry sonrió suavemente -Bien-, Harry no creía poder soportar la traición si era verdad.
-No puedes mirar a Dumbledore a los ojos Luna, si se entera... no sé qué haría, probablemente desaparecer- dijo Harry decidido.
-Lo haré-, dijo Luna, pensando en todo lo que acababa de aprender sobre su don. Quizás no se estaba volviendo turbia, quizás estaba mejorando. Eso significaba que cada decisión que tomaba la gente... cambiaba sus visiones. O más bien cambiaba el resultado, lo que significaba que podría llegar un momento en el que ella viera varios resultados y cuál evitar. Ser amigo de Harry, tal vez era algo bueno. El saber que él era el verdadero chico que vivió, no significaba nada para Luna, sólo la hacía temer por él. Temía la idea de que la gente se diera cuenta, Harry odiaba la fama de cualquier tipo. Odiaba la idea de que la gente lo supiera, obviamente no quería que los demás lo supieran. Con Voldemort suelto ella tampoco lo haría. Tal vez ella podría ayudarlo con sus visiones mientras la guerra continuaba.
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-¿Cómo te ha ido el día?-, preguntó Eileen en cuanto Harry regresó del colegio. Dejó caer su mochila en el suelo, al lado del fuego. Acercó a Eileen en un abrazo y comenzó a charlar sobre cómo le había ido el día. Severus no estaba allí, y no hacía falta ser un genio para averiguar dónde estaba. Teniendo en cuenta que Eileen olía a pociones, supo que también había estado en el laboratorio.
-Estuvo bien, vi a Luna, ¡estaba en tres de mis clases!- dijo Harry muy aliviado.
-¿Tienes muchos deberes?- preguntó Eileen preocupada. Ella se dio cuenta de la enorme carga de trabajo que Harry se estaba imponiendo. Especialmente durante su año de OWL, estaba preocupada por él. Lo único que podía hacer era asegurarse de que no se excediera. O ciertamente tendría unas palabras con su hijo y los profesores de Harry.
-Sí, dieron tres o cuatro ensayos de pie, cada clase- declaró Harry sin parecer demasiado molesto.
-¿Vas a estar bien haciendo eso cariño?- preguntó Eileen con preocupación en sus ojos negros.
Harry sonrió al verla preocupada, realmente conmovido por su cariño, lo cual apreciaba aún más al no haber tenido nada de eso al crecer. En lugar de pensar que ella lo subestimaba, o que lo consideraba estúpido o que le estaba recordando que lo hiciera, lo apreciaba por lo que realmente era.
-Sí, pero no podré trabajar en mis pociones-, dijo Harry con ganas de hacer un mohín.
-Oh, no te preocupes por eso, tienes todo el tiempo del mundo para hacer pociones-, dijo Eileen riendo suavemente, Harry le recordaba tanto a su hijo que daba miedo. Odiaba venir a casa durante el verano porque no podía hacer pociones. No sólo por esa razón, por supuesto, la principal era Tobías. Se negaba a considerar la alternativa, Harry tenía que sobrevivir, con su hijo enseñándole... tenía que hacerlo.
-Supongo que será mejor que me ponga a hacer los deberes-, dijo Harry haciendo una ligera mueca.
-Oh no, no lo hagas, primero vas a cenar y luego a tomar un chocolate caliente conmigo-, dijo Eileen, no iba a permitir que se cansara. Tenía que tener algo de tiempo Harry, o se le echaría encima rápidamente.
-De acuerdo-, sonrió Harry, un cálido resplandor se instaló en su estómago. Nunca podría acostumbrarse a esto, no importaba cuántas veces lo dijera. Era tan agradable que alguien le preguntara por su día, por su semana infernal, por su año. Esto era mejor que verla durante el verano, era oficial: convertirse en aprendiz era la mejor decisión que había tomado. Claro que emanciparse estuvo muy cerca de ser la primera también. Por ahora tendría que conformarse con ser la segunda.
-Bien-, dijo Eileen satisfecha, mientras seguían charlando a la espera de que Severus subiera a cenar.
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-Oye Nick, ¿estás bien?- preguntó Roxy acercándose a él, parecía agotado y extremadamente herido.
-Estoy bien-, dijo Nick automáticamente. A nadie parecía importarle realmente, no tenía sentido decírselo a nadie. Escondiendo una mueca mientras su mano le dolía aún más. 'Debo aprender más rápido' estaba grabado en su mano. No desaparecía; parecía que estaba escrito permanentemente en ella.
-¿Cómo te ha ido el castigo?-, preguntó Roxy. Había oído a los demás hablar de ello, diciendo que ya era hora de que no recibiera un "trato especial", sea lo que sea que quisieran decir con eso.
-Las líneas de escritura habituales-, se encogió Nick. Había ido a decírselo a su madre, pero ella ni siquiera le había escuchado. Sólo le dijo que estaba ocupada, que agachara la cabeza y que hiciera lo posible por no recibir más detenciones, o mejor dicho, "no agitar más el barco". Lily confiaba en Umbridge porque era una funcionaria del ministerio de confianza. No tenía ni idea de lo que estaba pasando su hijo, porque no lo escuchaba. Luego había acudido a la profesora McGonagall, sólo para que le dijeran básicamente lo mismo. Ninguno de los dos adultos lo escuchaba. Así que se había rendido y ahora se lamía las heridas en privado.
Estaba agotado mágicamente, tan agotado que si hacía más magia acabaría en coma. Lo estaban presionando demasiado, y si no tenían cuidado lo perderían.
-Me voy a acostar Roxy, te veré por la mañana- dijo Nick, un bostezo se extendió por su cara.
-De acuerdo, buenas noches Nick-, dijo Roxy viendo a su hermano irse; de alguna manera estar en Hogwarts no era tan emocionante como ella pensaba. Había pasado mucho tiempo con Frank Longbottom. Lamentablemente no estaba en clases con él, y nadie en las clases le había hablado mucho. Ya no era como antes, mucha gente le hacía cientos de preguntas sobre su hermano, sobre cómo era crecer con él. Entonces le hacían muchas preguntas, etcétera. No, la trataban como si fuera invisible, mientras que a su hermano lo miraban con disgusto. Era como si el mundo se hubiera movido sobre su eje.
Cuando había ido a la biblioteca hoy, sólo había Ravenclaw. Su decisión ya la tenía delante de sus narices; no había nada que hacer al respecto. Había tomado su decisión; había elegido Gryffindor y el honor de la familia. Tendría que vivir con ello; quería a sus padres más que a nada en el mundo.
Más que a su propia felicidad, al parecer.
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Lily suspiró aliviada una vez que terminó su trabajo; había calificado todo y había acabado con todas las detenciones. Dos profesores la habían castigado por debajo de ella. Sin decírselo. La habían apurado todo el día; no creía que fuera correcto aterrizar con ella. Tenía que hablar con Slughorn y hacer que lo dejara. Se desplomó en el sofá de sus aposentos con extrema cautela. Sonrió al pensar en su hija menor, era una Gryffindor, una cosa menos de la que preocuparse. Estaba muy orgullosa de ella, James también lo estaría.
No se dio cuenta de lo que estaba haciendo a todos sus hijos al criarlos mal.
No podía creer que Nick hubiera venido a lloriquearle por el castigo. ¿No podía ver lo egoísta que estaba siendo? Tal vez convertirse en profesor había sido un error. Nick iba a intentar utilizarla para librarse del castigo. Delores era una empleada del Ministerio, de muy alto nivel y podía hacerles la vida fácil si se llevaban bien. Más arriba de lo que estaba James, con la mala publicidad de Nick no podía permitirse más. Ella sabía que lo amarían una vez que matara a Voldemort de una vez por todas. Estaba destinado a hacerlo, ella lo sabía. Hasta entonces lo mejor era no ponerse en su contra más de lo necesario.
Ya echaba de menos a James, que trabajaba a todas horas para conseguir dinero, echaba de menos lo sencilla que había sido la vida. En aquel entonces lo único que tenía que hacer era cuidar de Nick y Roxy, cocinar la cena y llevarlos de paseo. Ahora ella también trabajaba, no tendrían tiempo para estar juntos y eso lo odiaba. Era un trabajo agotador ser profesora, pero tenía que hacerlo, maldito sea Harry. Él había arruinado sus vidas; ella deseaba no haber tenido gemelos. Deseó haber tenido sólo a Nick, y entonces esto no habría sucedido.
No se dio cuenta de que sin Harry, ninguno de ellos habría sobrevivido aquella noche de Halloween.
Algo que aprendería demasiado tarde y demasiado pronto.
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Era martes, el segundo día de Harry en Hogwarts desde que volvió a empezar. Después de la comida no había podido volver a ver a Luna, aunque hoy la vería. Harry había tomado la costumbre de evitar el Gran Comedor, saber que Lily Potter estaba allí hacía que Harry perdiera el apetito. Así que habían optado por comer en el lago, además nadie les molestaba allí. Nadie se sentaba fuera durante la hora de la comida, o por lo menos los primeros veinte minutos más o menos. Así que tenían el lugar prácticamente para ellos solos.
-¿Qué tal Defensa?-, preguntó Harry en cuanto depositó su trasero en el suelo. Él tenía una selección de fruta y un sándwich de jamón, Luna tenía más o menos lo mismo, excepto que tenía dos sándwiches.
-Bien para mí, no tan bien para tu hermano-, dijo Luna.
-¿Por qué?- preguntó Harry haciendo una mueca al ver que ella utilizaba un término familiar para referirse a Nick Potter. No era su hermano, pero ahora mismo tenía demasiada curiosidad por lo que estaba pasando.
-Bueno, él fue elegido para aprender el hechizo que teníamos que aprender, nadie más tuvo la oportunidad de aprender nada. Le hizo ponerse delante de la clase hasta que pudo realizarlo. Creo que me da pena-, dijo Luna.
-¿Qué hechizo?- preguntó Harry con curiosidad.
-Maldición rompehuesos, muy desagradable, versión Auror-, dijo Luna.
-Hiciste que pareciera que ayer no te iba a enseñar nada- dijo Harry impresionado con la nueva profesora.
-Ella le está enseñando a él, no a nosotros, le dio detención y pérdida de puntos de la casa por no hacerlo lo suficientemente rápido- dijo Luna.
De repente, Harry se alegró enormemente de que no lo hubieran catalogado como el niño que vivió. Bien y verdaderamente feliz por eso, no sentía ninguna lástima por Nick; lo había dejado morir por el amor de Merlín. Nunca podría volver a sentir lástima por Nick, no después de aquello.
-No es mi hermano, y nunca podría sentir lástima por él-, se mofó Harry al pensar en él.
-Claro que no, lo siento no quería sacar el tema- dijo Luna apenas se dio cuenta de lo que estaba diciendo. Ella sabía que Nick lo había dejado morir, todo el mundo lo sabía estaba en el periódico. Por eso ya nadie le hablaba a Nick, incluso su propia casa se estaba poniendo en su contra. Cada vez que Nick fallaba, Umbridge también le había quitado innecesariamente puntos de la casa. Gryffindor debía de tener ya cincuenta puntos menos, y solo habían tenido una clase de defensa todavía. Esta era la forma que tenía el Ministerio de asegurarse de que Nick Potter estuviera entrenado para lo que se avecinaba.
-Está bien-, dijo Harry en voz baja.
-¿Qué te parece todo? ¿Está bien?- preguntó Luna.
-¿Qué quieres decir?- preguntó Harry brevemente confundido.
-Los deberes, las clases, el trabajo para tu maestría-, explicó Luna.
-Hice uno de los ensayos y la mitad de otro, puedo hacer el resto esta noche, espero. No quiero estar haciendo deberes para Hogwarts, en los días con Severus- dijo Harry.
-Probablemente esa sea la mejor manera de hacerlo- coincidió Luna alegremente.
-Sí, sólo espero poder mantener el ritmo- afirmó Harry con cara de preocupación.
-Eres inteligente, trabajas duro, si alguien puede hacerlo eres tú, Harry- dijo Luna con sinceridad. Harry era el más Ravenclaw, Ravenclaw que había.
-Gracias Luna-, dijo Harry.
Los dos siguieron hablando durante el resto de la hora de la comida, de nada importante. Sólo disfrutaban de estar de vuelta en Hogwarts, y de volver a verse, aunque fuera sólo por dos días. Harry se sintió ligeramente culpable, Luna no tenía a nadie más. Ningún otro amigo con quien hablar, sólo él ahora que Cedric también se había ido. Estaba entrenando con un equipo de Quidditch, el equipo inglés de Quidditch. Fleur había vuelto a su casa y estaba en todo el tema de la moda, pero Harry sabía que era más bien un pasatiempo hasta que descubriera lo que quería hacer en la vida.