La profecía era el principal pensamiento en la mente de Harry Peverell y Severus Snape esa noche y a primera hora de la mañana.
Severus no podía creerlo. Había tenido razón todo el tiempo, y Harry iba a tener que derrotar al monstruo conocido como Lord Voldemort (aunque Severus insistiera en llamarlo el Señor Oscuro). El contenido de la profecía dio vueltas en su mente al darse cuenta de que Dumbledore también sabía todo esto: era la razón por la que insistía tanto en entrenar a Nick Potter. No era de extrañar que siguiera intentando que Severus le ayudara; Severus no era en absoluto un hombre modesto y había dejado claro que conocía Artes Oscuras que pondrían a Dumbledore en evidencia. Dicho esto, tampoco llevaba cien años de vida.
Harry se levantó a las seis de la mañana y se vistió para el día que le esperaba, con su flamante ropa. Era una cosa de la que no le habían privado los Potter, pero no habían sido precisamente de su agrado. Le compraban lo que a Nick le gustaba y lo dejaban así, casi como si hubieran comprado demasiado para Nick y le dieran los repuestos que éste no quería. Le encantaba estar en la mansión Prince, donde no era invisible... donde lo querían, no era un inconveniente. Además, ¡estaba aprendiendo más magia!
Hablando de eso, era algo que iba a tener que preguntarle a Severus. Rápidamente se dirigió a la sala de estudio y encontró a su profesor ya allí. -Severus, ¿cómo es que puedo usar la magia? ¿No se activa el rastreador?- preguntó Harry, sentándose con curiosidad.
-Todas las casas de los Sangre Pura tienen amuletos incrustados en los pabellones. Si no, ¿cómo crees que los Sangre Pura saben tanto sobre lanzamientos antes de ir a Hogwarts?- preguntó Severus con sarcasmo.
-Entonces, ¿por qué no... quiero decir, por qué no le enseñaron nada a Nick?- preguntó Harry con cautela.
-Nick fue entrenado mágicamente. Creo que comenzó su entrenamiento a la edad de siete u ocho años-, le informó Severus, observando al adolescente con atención.
¿Cómo podía el niño mantener la calma cuando era evidente que era responsable de todos ellos, de todo el mundo mágico? Harry iba a tener que derrotar a Voldemort por ellos, o más bien se preveía que lo haría. Se preguntó en silencio si él lo habría hecho, habiendo tenido la vida que tuvo Harry, siendo ignorado en favor de su hermano... ¿Habría querido realmente salvar la vida de aquellos que básicamente lo habían abandonado? No era algo que pudiera responder con sinceridad porque no le había ocurrido a él. La noticia de la profecía no parecía haber afectado a Harry en absoluto, pero sabía que le había afectado a él.
-No tenía ni idea, sólo pensaba que James siempre lo llevaba a volar o simplemente jugaba con él-. Harry no estaba seguro de qué pensar de esta última revelación. ¿Qué importaba a fin de cuentas? Él era ignorado en todos los sentidos, así que ¿por qué iba a ser diferente el entrenamiento mágico? Sencillamente, no lo era.
-¿Y su educación?- inquirió Severus. No podía decir "su" educación ya que, después de todo, Harry no había tenido realmente una. Eso era otra cosa que quería preguntarle al niño, cómo había podido leer y escribir si no había recibido educación.
-Hacía lo necesario, nada más, por lo que recuerdo-, dijo Harry con sinceridad.
-Ya veo... ¿Puedo preguntar cómo te las arreglaste para aprender a leer y escribir?- preguntó Severus un poco cauteloso. Sabía que podía estar pisando un tema delicado, pero tenía verdadera curiosidad por saberlo. Le parecía que Harry había encontrado la forma de escuchar, a juzgar por sus comentarios de hace un momento y durante el enfrentamiento en la fiesta de despedida.
Harry bajó la mirada y un suspiro salió de sus labios antes de responder a la pregunta de su profesor. -Solía colarme y escuchar las lecciones cuando podía. También copiaba los libros para poder aprender por mi cuenta-.
-¿Copiar? Supongo que no lo hacías de la forma normal, sino con magia- preguntó Severus, con una ceja levantada por la curiosidad.
-Con magia. Cuando Nick no se salía con la suya, su magia explotaba... pero la mía no porque la usaba constantemente para aprender lo que podía. Algunos de los libros que tengo son los que copié de la Mansión Potter. El resto son los de mis listas de libros a lo largo de los años. Vendí los libros autografiados de Lockhart y compré otros diferentes, sobre todo de Pociones y Defensa- explicó Harry.
-Entiendo ese deseo-, asintió Severus con ironía. Cualquiera que quisiera conservar los libros de Lockhart para algo más que una lectura de placer era un idiota o estaba encaprichado con el mago.
No le sorprendía que Harry hubiera sido capaz de hacer magia a una edad tan temprana para superarse a sí mismo; después de todo, la profecía indicaba que Harry era el igual del Señor Oscuro, y sí, había sido el igual del Señor Oscuro desde los quince meses. Los Potter probablemente ya conocían la profecía. ¿No sentían curiosidad por saber por qué ninguno de sus hijos parecía hacer una magia digna de ser el igual del Señor Tenebroso? Severus no dudaba de que los Potter no habían visto a Harry usando su magia o se habrían planteado preguntas. Magia controlada a los cuatro o cinco años para copiar libros sólo para poder aprender...
Sabía que todos los padres y abuelos de sangre pura estaban probablemente furiosos. Nada era más importante para ellos que sus hijos tuvieran una educación decente, aunque fuera la básica: Matemáticas, Inglés, Historia de la Magia, Latín y similares. Lo que más importaba era la educación que tenían de la magia, pero aun así. La idea de tener un hijo sin educación se consideraba una vergüenza. Un sangre pura prefería enviar a su hijo a una escuela muggle antes que verlo sin un tutor. La mayoría de los sangre pura preferirían morir antes que enviar a su hijo a una escuela muggle, así que sí, era vital para ellos.
-¿Te das cuenta de que lo que has hecho es imposible para un niño promedio de cuatro años?-, preguntó Severus con curiosidad. Es decir, si los Potter habían empezado a educar a Nick a la edad de cuatro años, ciertamente no habían hecho las cosas que la mayoría de los sangre pura harían: educar a todos sus hijos.
-¡No tuve elección!-, protestó Harry a la defensiva.
-No te estoy criticando, Harry... te estoy elogiando por tus habilidades mágicas y tu determinación para aprender-, dijo el Maestro de Pociones suavemente, con ojos comprensivos.
-Oh-, dijo el chico, pareciendo aturdido y sintiéndose un poco incómodo e inseguro. Nunca se había visto a sí mismo como alguien especial, ni siquiera sabiendo que había sido él quien derrotó a Voldemort a una edad temprana. Personalmente, Harry pensaba que era una casualidad. -Si las situaciones fueran al revés, tal vez Nick habría hecho lo mismo-.
-¿De verdad crees eso?- preguntó Severus, luchando contra el impulso de resoplar-no resopló.
-No lo sé-, suspiró Harry, con los hombros caídos, como si un peso invisible se le echara encima de repente.
-¿Qué quieres hacer ahora que conoces el contenido de la profecía?- preguntó Severus.
Un elfo doméstico entró en la habitación, dejando un enorme plato de comida y bebida antes de desaparecer. Severus se acercó y cogió los dos platos, los llenó y se preparó un café. Haciendo un gesto a Harry para preguntarle si quería un poco, se sorprendió un poco cuando asintió. Los niños normales de catorce años no bebían café. Tal vez fuera por su madre. Severus conocía la afición de su madre por el café y por ofrecerlo a casi todos los que entraban en su tienda durante más de un minuto.
Harry tomó el café con gratitud y miró a Severus durante unos minutos, sumido en sus pensamientos. Nunca había soñado hace cinco o seis años que tendría alguien en quien confiar, algo más que su diario. Harry había pensado que estaba destinado a estar siempre solo, y el hecho de ir a Hogwarts no había hecho mucho por cambiar su suposición. Ahora tenía a Eileen, Severus, Luna, Viktor, Cedric y Fleur. Por supuesto, había algunos en los que confiaba más que en otros: Eileen, Severus y Luna eran sus verdaderos hombres de confianza, a los que confiaba lo de la profecía y lo de que él era el verdadero Chico que vivió. Dos ya lo sabían, así que sólo tenía que decírselo a Luna, si es que no lo sabía ya. Luna tenía la maldita capacidad de saber cosas que otros no sabían, era como si pudiera ver cosas que otros no podían.
-No estoy seguro... no veo por qué debería ayudarlos por un lado... Pero por otro... ha habido gente que ha sido realmente buena conmigo y no merece sufrir por las acciones de los demás-, admitió Harry con tristeza.
-Puedo entender de dónde vienes-, dijo Severus con sinceridad. Había habido gente dispuesta a ayudarle a pesar de que había sido un mortífago. Albus se había portado muy bien con él, aunque en ese momento estuviera siendo muy molesto.
Por otra parte, Albus sentía que era su deber salvar el mundo sólo por lo que había pasado con Gellert Grindelwald. Sabía que el director también estaba bajo mucha presión del mundo mágico, y por eso le pedía ayuda, así que en realidad no debería estar tan molesto con él, pero no podía evitarlo. Odiaba a los Potter y eso no iba a cambiar pronto; Albus sabía lo mucho que los odiaba, pero insistía en que le enseñara al mocoso uno a uno. Harry era, obviamente, la única excepción en todo esto, pero ya no era exactamente un Potter, si es que alguna vez lo había sido.
-De alguna manera... sé que lo sabes, a diferencia de otros que insisten en saberlo, pero que claramente no lo saben en realidad-, declaró Harry, comiendo su desayuno lentamente.
-También hay algo más que tenemos que discutir... tu educación en Hogwarts y si quieres quedarte allí para aprender más o no-, dijo Severus. -Tienes todo el verano para decidir, así que no hay necesidad de apresurarse-.
-¿Sabes Runas Antiguas?- preguntó Harry con curiosidad.
-Sólo la cursé dos años, tercero y cuarto cuando estuve allí. Al igual que tú, había decidido más o menos lo que quería hacer. Me concentré sobre todo en Defensa contra las Artes Oscuras y Pociones-, declaró Severus. -No recuerdo mucho de lo que me enseñaron, ya que fue hace bastante tiempo-.
-Sin embargo, me gusta bastante. ¿Podría simplemente asistir a ciertas clases que no me enseñarán o que no puedo aprender aquí por alguna razón?- preguntó Harry antes de continuar: -¿Como Encantamientos, Transfiguraciones, Runas Antiguas, Aritmancia y Cuidado de Criaturas Mágicas?-.
-Hum... no debería tener problemas para que Albus acepte esas condiciones-, dijo Severus, asintiendo pensativo. Le daría tiempo para preparar sus pociones y demás mientras el chico estaba a salvo en el colegio. Al fin y al cabo, sólo le enseñaba a Harry Defensa contra las Artes Oscuras y Pociones. Esas dos eran lo primero, pero si podía, pediría que todas las demás clases fueran el mismo día para que Harry pudiera tener todo el día libre, y luego dedicar el resto de la semana a sus maestrías en Defensa y Pociones.
Harry dejó escapar un suspiro de alivio. Por mucho que le gustara la idea de estar aquí todo el tiempo, aprender nada más que Pociones y Defensa se volvería aburrido tarde o temprano. Ahora, al menos una vez a la semana, podría salir, aprender algo diferente y quizás incluso ver a Luna durante un rato. No podía imaginarse no poder verla; ella y Eileen lo habían mantenido cuerdo, especialmente durante este último año.
-Gracias-, dijo agradecido tras una pausa, y luego comenzó a devorar su desayuno.
-No hay problema. Ahora, como acordamos, hay unos cuantos libros por ahí para que los leas, y luego te haré el primer examen. Dentro de unos meses, te preguntaré al azar sobre la información que aprendiste a principios de año-, dijo Severus, sabiendo que el Ravenclaw que había en Harry probablemente vería eso como un desafío, que era como Severus quería que lo viera.
-¡Sí, señor!-, dijo Harry con entusiasmo. No había nada que le gustara más a Harry que un reto y una oportunidad de probarse a sí mismo.
-Bien-, aceptó Severus.
En ese momento, una lechuza entró por la ventana, con Hermes pisándole los talones con una carta de Luna. La primera era del Ministerio y era bastante pesada. Parpadeando en señal de agradecimiento, la abrió, sólo para que la sorpresa apareciera rápidamente en su rostro. ¡No podía creer que se hubiera olvidado de eso!
-¿Pasa algo?- preguntó Severus, frunciendo el ceño y preguntándose por qué el Ministerio se ponía en contacto con su Aprendiz una vez más.
-No, es que me han dado la mitad de las ganancias de los Tres Magos, quinientos galeones-, dijo Harry, dejando el saco de galeones sobre la mesa. Era mucho dinero, pero teniendo en cuenta que Harry había conseguido una pequeña fortuna de cada uno de los dos mortífagos... por qué, esto era calderilla ahora.
-Y así debe ser. Me pregunto por qué han tardado tanto en ocuparse de eso-, dijo Severus con curiosidad.
-Puede que tenga que ver con que haya vuelto-, se encogió Harry.
-Quizá-, dijo Severus, bebiendo el resto de su café. Sabía que el chico se refería al Señor Tenebroso.
Casi como si la elfa doméstica supiera que habían terminado, volvió a entrar y se llevó la bandeja sin decir una palabra a ninguno de los dos. Era la forma en que prefería a sus elfos domésticos: silenciosos y ocupados haciendo lo que se les decía.
-Lee hasta el capítulo cinco de cada uno de esos libros, y si hay tiempo, tal vez un capítulo más de cada uno. Volveré dentro de dos horas. Si me necesitas, estaré en mi laboratorio; sólo tienes que llamar una vez y responderé a la puerta lo antes posible. ¿Entendido?- preguntó Severus secamente.
-Sí, señor-, dijo Harry obedientemente, sabiendo que Severus estaba ahora en modo profesor y que no estaba nada confundido por su repentina brusquedad.
-Bien-, dijo Severus. Sonriendo ligeramente, asintió y salió de la habitación.
Severus había preparado pociones durante dos horas seguidas, lo que le dio a Harry el tiempo suficiente para leer los capítulos de los libros que había pedido. Las pruebas que había decidido ya estaban escritas para los libros que había decidido, así que estaría bien por lo menos una semana, luego tendría que pensar en las preguntas para las siguientes pruebas. Por suerte, no iba a tener que leer los libros, ya que los conocía todos muy bien, de atrás hacia adelante. Esperaba que Harry no lo defraudara, ya que había añadido preguntas muy disimuladas con la esperanza de que pudiera responderlas. ¿Qué podía decir? Era un Slytherin.
Con la poción en éxtasis, salió del laboratorio y se dirigió a la sala de estar donde sabía que estaba Harry. Encontró al adolescente absorto en un libro, así que se acercó sin ser escuchado y miró por encima de su hombro. Harry había llegado hasta el capítulo siete, lo cual era realmente bueno teniendo en cuenta que los libros eran todo texto y nada de dibujos o listas. La pregunta era, sin embargo, ¿cuánta información recordaba de esos capítulos?.
-Lee el resto del capítulo y luego deja el libro-, dijo Severus. Se dio cuenta de que los otros libros estaban marcados, así que Harry debía de estar muy metido en este libro para continuar después del capítulo cinco.
Harry se sobresaltó. Respirando con dificultad, se maldijo por no haber estado más atento a su entorno; de nuevo, estaba más acostumbrado a leer y estudiar solo en su habitación sin que nadie se preocupara lo suficiente como para molestarlo. Sin embargo, asintió con la cabeza, sin culpar ni mirar a Severus por su descuido. Severus asintió en señal de aprobación ante las acciones de Harry, habiendo visto el autodesprecio en la cara del niño. No culpaba a Severus por haberse acercado sigilosamente a él; no, se culpaba a sí mismo por no haber estado más atento. Este chico no se comportaba en absoluto como los niños normales de catorce años. ¿Qué le habían hecho los Potter? Era demasiado maduro. Tal vez se había equivocado al tomarlo como su aprendiz tan pronto. Se merecía una infancia o lo que pudiera conseguir de ella. Estar atrapado aquí con Severus no era exactamente lo que merecía, pero quizás ya era demasiado tarde. Tal vez Harry realmente no sabía o no entendía el significado de la palabra "diversión", o tenía una definición completamente diferente a la de sus compañeros debido a su vida hasta la fecha.
Harry sólo tardó cinco minutos más en leer el resto del capítulo, luego marcó la página con otro marcador y lo dejó en la mesa junto a sus otros libros. Se volvió para mirar a su profesor, con una mirada curiosa. Esas pociones parecían muy interesantes.
-¿Cómo encontraste el libro?- preguntó Severus, sentándose frente a su Aprendiz.
-¡Brillante! ¡Me muero de ganas de hacer las pociones que mencionan! Suenan tan fascinantes, ¡y nunca he visto o hecho esas antes!- dijo Harry con entusiasmo, casi pareciendo... hiperactivo. Tal vez Harry sí conocía el significado de la palabra "diversión" y de ser feliz; su definición no era definitivamente una forma normal, pero... Si esto era lo que hacía a Harry feliz e hiperactivo, entonces probablemente no había sido un error después de todo.
-Pasará un tiempo antes de que hagas alguna de ellas, lo entiendes, ¿no? Tienes veintiuna pociones que preparar y perfeccionar antes de llegar a un nivel tan avanzado... y eso una vez que hayas rehecho todas las pociones que has hecho en clase-, dijo Severus con calma.
-Lo sé, y entiendo por qué-, dijo Harry, con sus ojos verdes mirando los de Severus con solemnidad. -Eso no significa que no pueda estar emocionado por lo que va a pasar-. Hoy llevaba el pelo recogido en una coleta suelta. A Severus le llamó la atención una vez más el hecho de que Harry se había perdido todos los looks típicos de los Potter. Lo único que Harry había sacado de sus padres, diría Severus, eran los ojos y el color del pelo.
Era tan diferente de James y Nick Potter que era fácil olvidar que ese niño era biológicamente un Potter.
-Bien. Me alegro mucho de que así sea. Ahora, la hora del examen. Haz las preguntas de los capítulos que has leído de cada libro, lo que debería llevarte a la pregunta veinte de cada uno-, le indicó Severus, entregándole las hojas del examen. Cogió su diario de pociones del escritorio y se sentó mientras Harry empezaba a escribir. El rasguño de la pluma fue lo único que se escuchó durante la siguiente hora.