Nathalie y los Portadores de...

By Historiasdeantaria

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La vida de Nathalie, una muchacha que asegura tener como amigo a un silfo, conoce auqella mañana a Felipe, un... More

Nathalie y los portadores de los elementos
Nuevos Vecinos
Capítulo 3, La Antigua guerra de los elementos
El corazón de Nathalie
Aventuras de Hospital
El profundo Sueño de Nathalie
Trece años de historias
Despertar
Conociendo el reino de Khim
Vientos de guerra
El secreto de Danna
Reencuentros
Revelaciones
Cuando la guerra llega a Khim
La Madurez de Yin
El portador del viento
Inicia la travesía
El tráfico de armas
Profecías
Khalar - Dhur, la tierra de los dragones
Tan solo besos
Las pruebas de los reyes dragón, la prueba de Tuan Rahsia
Las pruebas de los reyes dragón, la prueba de Otot Murmi
Las pruebas de los reyes dragón, la prueba de Cinta Penyair
Las pruebas de los reyes dragón, la prueba de Pegembara
Roheline
Las pruebas de los Reyes Dragón, La prueba de Otam Ilery
Las pruebas de los Reyes Dragón, la prueba de Ashe Zu Azhe
El fin del tráfico de armas
La decisión de Relianse
Las Pruebas de los Reyes Dragón, la prueba de Mut Rashere
En busca de aliados, la travesía de Dhía
En busca de aliados, la travesía de Nathy
En busca de aliados, la travesía de Felipe
La batalla decisiva
Epílogo

En busca de aliados, la travesía de Yin.

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By Historiasdeantaria

Los mares del oriente, mostraban grandes vestigios de numerosas batallas: cientos de cuerpos de brujas marinas flotaban inertes a merced de los carroñeros más voraces, mientras que eran pocos, o casi ninguno, los cuerpos de serenas y tritones que se podían observar.

Yin recordó alguna de las visitas que había hecho a la corte de la reina Celeste en su infancia, y recordando también cómo Siblanock lo había obligado a asistir a las clases reales junto a Nephos y Yin siempre había disfrutado aquellas enseñanzas, especialmente las clases del viejo tritón Quilón quien, entre otras cosas, les enseñaba como llevar a cabo numerosas técnicas guerrilleras con las cuales podrían vencerse peligrosos ejércitos superiores en número.

Comprobando que aquellos mares contenían numerosos emplazamientos de coral, y conociendo que la capital de sus aliados había sido con fuerza por las brujas marinas, Yin comprendió que era el mismo Nephos quien lideraba las incursiones contra sus enemigas.

Haciendo memoria de las pocas clases recibidas con su amigo, Yin buscó un área especialmente protegida, y creando una burbuja de aire alrededor suyo, se sumergió en el mar.

Ya dentro del agua, el silfo comenzó a revisar la hermética estructura de coral, confirmando tras unos minutos una interesante teoría: la estructura presentaba rasgos de uniones artificiales, alguien la había construido con trozos más pequeños de coral. Cuidadosamente fue revisando la misma en busca de algún tipo de puerta escondida por la que pudiese acceder.

— ¿Qué clase de espía han enviado las brujas esta vez? — una gélida voz interrumpió la acción de Yin. El silfo, volteándose muy lentamente vio preocupado como dos sirenas apuntaban sus tridentes hacia él… un movimiento en falso y podrían reventar la burbuja de aire, atarlo al suelo marino y ver como se ahogaba lentamente.

— Busco a la Reina Celeste, noble portadora del agua, o a su hijo Nephos noble heredero del signo de agua — Yin desconocía la muerte de la anterior portadora, y por ende, se había manifestado de aquel modo.

— La reina Celeste no acepta visitantes — por prudencia las sirenas le seguían el juego— y el príncipe Nephos está demasiado ocupado como para recibir a una extraña criatura — respondió una de ellas.

— Que, por lo que sabemos, puede ser un espía enemigo — continuó la otra sirena— ¿Quién eres extraña criatura? — la sirena interrogó al silfo

— Soy Yin, nieto de Siblanock — Yin, dada la situación, decidió saltarse todo el formalismo en torno a su linaje dando solo el nombre de su abuelo — soy el actual portador del viento, puesto que mi abuelo ha muerto a manos de los pixies, enemigos de mi pueblo y aliados de Linwëlin.

— ¿Siblanock ha muerto? — la incredulidad se reflejaba en la cara de las sirenas — si es eso cierto, prueba que eres el portador.

Yin sabiendo que debía probar su estatus ante las guardianas de aquel lugar, se concentró en un grupo de burbujas marinas que subían hasta la superficie, pues siendo la mayor fuente de aire puro en esos alrededores, eran su mejor opción.

Con cuidado el silfo las fue juntando e incluso creando. Finalmente les dio una forma específica, la cual creía sería suficiente para probar su punto.

Las sirenas nadaron un par de metros atrás en cuanto vieron lo que había hecho el silfo: sobre la cabeza de este había un gigantesco letrero, hecho por burbujas de aire que decía: portador del viento mientras que una flecha de burbujas giraba y señalaba a Yin.

— ¿Y bien? — Las cuestionó el silfo — ¿ahora me creen?

— No — respondió una de las sirenas — eso lo hace cualquier hechicero en entrenamiento.

Tras hablarle de ese modo, las dos sirenas apuntaron nuevamente, los tridentes hacia Yin, esta vez dispuestas a terminar con su enemigo. Yin, por su parte, busco la mejor manera de dejar fuera de combate a sus enemigas sin causarles mucho daño.

— Basta — una voz calmada, pero autoritaria apreció salir de la nada — bajen sus armas, dice la verdad.

De entre las sombras apreció la impactante figura de un macizo tritón, y aunque le costó un poco, Yin pudo ver que detrás de aquel formado cuerpo, e incluso tras el parche que este poseía en un ojo, se encontraba el amigo de su infancia: el príncipe Nephos.

— Has estado haciendo ejercicio — Yin saludo con alegría a su amigo.

— Y tú has estado haciéndote viejo — Nephos le devolvió el saludo a su amigo — pasa, tenemos que hablar — añadió seriamente mientras que, a una señal suya, en el coral, se abría una muy bien escondida puerta dándoles paso a su interior.

—0—

La sala del consejo de guerra de Nephos era amplia y agradable, una gran mesa de coral ocupaba la mayor parte de la sala, y alrededor de la misma se agrupaban varias sillas destinadas al consejo de guerra.

Aunque en aquel momento la sala se encontraba casi vacía, Yin podía sentir que solo la presencia de Nephos parecía llenarla, pues su amigo había adquirido la presencia real que no poseía cuando eran niños.

Tras unos minutos de charla, Yin sintió el pesar de la muerte de la Reina Celeste, maldiciendo la hora en que dos pueblos hermanos no hayan podido honrar en conjunto, y como es debido, la muerte de sus antiguos portadores.

— Bien, basta de lamentos — Nephos cambió drásticamente de tema — ¿Qué te trae por aquí viejo amigo? — preguntó el tritón.

— La guerra — respondió Yin, y acto seguido hizo un breve resumen de los hechos que habían desembocado en su búsqueda y visita al pueblo de Nephos — ¿Me acompañará tu pueblo entonces? — concluyó preguntando el silfo.

— No — respondió Nephos tajantemente — aunque quisiera, será imposible iniciar un nuevo éxodo con mi pueblo y tropas.

Asombrado por la respuesta de su amigo, Yin pidió una mayor explicación de los hechos. Nephos, por tanto, le mostro una preocupante realidad: si bien la bruja marina Bruma Negra había partido con la mitad de sus fuerzas, su compañera, Bruma Roja, se había quedado en aquellos mares con un gran destacamento de enemigos, y lo que era peor, con grandes manadas de leviatanes: gigantescas criaturas marinas, que comandadas por un jinete, podrían terminar con la vida de diez o veinte sirenas y tritones con demasiada  facilidad.

La guerra de guerrillas había sido efectiva por la facilidad de movilizar pequeños grupos, pero mover un pueblo entero, resultaba imposible.

— ¿Imposible? — Yin preguntó sarcásticamente — eso no suena el Nephos que yo conozco, un tritón que no se detenía ante nada.

— Un tritón que ahora es responsable por lo que queda de su pueblo — Interrumpió Nephos

— O… un tritón que teme enfrentarse a un enemigo mayor… ¿le temes a Linwëlin? — Yin volvió a molestar a Nephos.

— ¡No le temo a nada! — el tritón respondió enojado — es solo que ahora soy responsable por…

— Por el miedo de tu pueblo — Yin, a quien ya le molestaba la actitud de Nephos, respondió agresivamente — por el miedo de un consejo de generales asustados y ancianos que solo quiere combatir en lo seguro, por el miedo de morir como Celeste, por el miedo al miedo mismo… ¡reacciona Nephos, si no peleamos, tu pueblo estará condenado a morir escondido en este arrecife! — Yin tomo un aíre y exclamó finalmente— ¡cobarde!

Nephos guardó silenció un momento, en el fondo sabía que aquello era verdad y que era hora de una verdadera lucha, hora de vengar la muerte de su madre. Sabía también que sus generales nunca aprobarían un movimiento de todas sus fuerzas, muchas de ellas aún en entrenamiento y, lo que era peor, muchos más temerían al enfrentarse contra los leviatanes. Pero, contra todo aquello, Nephos sabía que Yin tenía razón. Buscando en su mente solo se le ocurrió una salida posible.

— Ayúdame a definir un plan — Nephos rompió el silencio a tiempo que Yin sonreía — luego haremos que el consejo de generales miedicas lo acepte.

— Ese es el Nephos que recuerdo — Yin sonrió, poniéndose manos a la obra para ayudar a su amigo.

—0—

Los generales, sorprendidos por la reunión imprevista a la que habían sido convocados, entraron en la habitación del consejo. Se sorprendieron aún más al ver a un silfo, envuelto en su burbuja de aire, en dicha sala de reuniones.

— ¿Qué hace aquí? — Señaló uno de los generales que habían ayudado a Nephos durante el éxodo de su pueblo — las reuniones del consejo son privadas — el resto de generales pareció asentir con la mirada— es imperativo que ese ser se vaya — culminó despectivamente el general.

— Ese ser es mi invitado — cortó bruscamente Nephos.

— Pero majestad, conoce la ley, no podemos a arriesgarnos a dar a conocer nuestros planes de batalla a un posible…— el general no se atrevió a completar la frase.

— ¿Espía? — Yin completó la frase por el viejo general — ¿sugieres que he venido a espiar sus planes de batalla? — Yin miró retadoramente al general.

— Por lo que se, pude ser así — retó, a su vez, el general a Yin y el resto de los generales pareció apoyar nuevamente al anciano tritón.

— Yo respondo por él — Nephos buscó conciliar el asunto — la misma ley…

— La ley le impide realizar aquella acción — el anciano volvió a cortar bruscamente a Nephos — a menos que su invitado se trate de…— nuevamente el anciano no pudo concluir la frase, inadvertidamente se dio cuenta de la posible situación.

— ¿A no ser que se trate de qué? — Nephos sonrió ligeramente mientras cuestionaba a los generales — a no ser que se trate de un portador — se respondió a sí mismo — Muéstrales Yin — Se dirigió a su amigo esperando que no realice el truquito de las burbujas con que no había impresionado ni siquiera a un par de guardias.

Yin, comprendiendo que debía realizar algo espectacular, así que concentró toda su energía y fue focalizándose en aquellos minúsculos fragmentos de aire: el oxígeno del agua. Poco a poco fue acumulando una energía cada vez mayor, hasta que finalmente la soltó. La energía creada por dicha acción fue formando, paulatinamente bajo el dominio de Yin, un tornado en el agua manejado por la fuerza del aire, que pronto fue creciendo y terminó absorbiendo varios muebles e incluso un par de generales, dentro de sí mismo. Cuando finalmente Yin creyó que era prudente terminar su demostración, fue aplacando la energía de su tornado marino, hasta que finalmente se disipó por completo dejando un par de aturdidos tritones en el suelo de la habitación en medio de un gran desorden.

— Entonces, le pregunto a este honorable consejo: ¿Puede el portador del aire quedarse?— Nephos no podía contener su sonrisa, pues su amigo les había dado una lección a aquellos que pretendían saber más que él en todo momento.

— Puede quedarse — afirmó el anciano general con el orgullo herido.

— Bien — Nephos continuó solemnemente — los he convocado para que me ayuden a finalizar los preparativos para un nuevo éxodo y una nueva batalla, la gran guerra finalmente…

— ¡Majestad! — Nuevamente el anciano Tritón interrumpía — es estúpido ordenar un nuevo éxodo y es más estúpido aún entrar en una gran guerra… pero sobre todo es ilegal, usted no tiene el derecho a tomar decisiones sin este consejo— nuevamente, los generales, heridos en su orgullo, apoyaron al anciano — es indigno de su majestad, usted está mellando la cultura de nuestro pueblo y la memoria de la reina…

— ¡Basta! — Nephos comenzaba a detestar a aquel general — ¿quieren legalidad? — la pregunta era más una amenaza que una pregunta en sí misma — pues les daré legalidad, ¡invoco el Laudum Rex! — las palabras de Nephos resonaron en las cabezas de los generales como un eterno eco, el Laudum Rex no se había invocado en milenios, muchos lo consideraban tiranía, pero estaban obligados a cumplirlo. ´

La invocación de Nephos hacía referencia a una antigua norma la cual señalaba que de encontrarse dos o más pueblos de los portadores enfrentados a un enemigo común, si aquellos portadores se encontraban juntos, al invocar la norma en sí, los consejos gobernantes de aquellos pueblos se disolvían otorgándoles todos sus atributos a los portadores. Como era de esperarse, un gran silencio ocupó la sala.

— Laudum Rex —Quilón, el más leal de sus generales, interrumpió el silencio y puso su  tridente sobre la mesa, con aquella frase él había aceptado la invocación de los portadores y con aquel gesto se ponía a su servicio.

— Laudum Rex — una sirena ponía su báculo sobre la mesa

Repentinamente el salón comenzó a llenarse de aquellas replicas y gestos, llegando a aceptar todos los tritones y sirenas que componían aquel consejo de guerra el dominio de los portadores durante el tiempo de guerra… todos menos el anciano Tales que se había opuesto a la presencia de Yin en aquella sala desde un principio.

— Sabía que algo así pasaría desde que vi al extraño — señaló Tales — ¡no toleraré una ofrenda así contra mi pueblo! — Gritó histérico mientras empuñaba su tridente— ¡no reconozco el Laudum Rex!, ¡nunca lo reconoceré! — y antes que nadie pudiera hacer nada el general ya se abalanzaba, tridente en mano, contra el portador del agua.

Habiendo previsto aquello, Nephos simplemente estiró la mano, y en ella se materializó un tridente de agua que rápidamente adquirió la dureza del metal. El anciano no tuvo oportunidad, cayó atravesado por el tridente de Nephos. Mientras su vida se extinguía el anciano general aún se cuestionaba el criterio de los portadores, pues según él, estarían llevándolos a la perdición.

— Serás la desgracia de tu pueblo Nephos, maldigo el día que te convertiste en portador — Fueron las últimas palabras de Tales antes de morir.

— Bien, este es el plan — Nephos no se inmutó ante la muerte de un miembro de su ex consejo de guerra, ni siquiera se inmutó por las palabras que este había vertido, sino que, tranquilamente, explicó el plan que habían trazado con Yin unos minutos antes.

El plan era sencillo: una vez identificados los leviatanes que rodeaban las proximidades, guerreros señuelo independientes atraerían la atención de los jinetes de estos, esperando esquivar rápidamente los movimientos de ataque de estos animales, el grupo señuelo buscaría cansarlos, uno tras otro para que, cuando los animales ya no pudieran continuar más, algún otro grupo mejor conformado atacara al jinete, acabando con él y robándole la montura. Una vez que se hicieran con aquellos animales, aproximadamente una docena, se verían en condiciones de un ataque, aunque fueran menos numerosos, contra las fuerzas de Bruma Roja.

La segunda parte del plan implicaba que los nuevos jinetes, obviamente disfrazados como parte de las fuerzas de Bruma Roja, se acercarían lo suficiente al fuerte donde ella se encontraba y cuando estén a distancia prudente, estos utilizarían las habilidades de las bestias para derribar las paredes del fuerte y causar confusión entre los enemigos. Una vez derribadas las puertas atacarían los guerreros seguidos por las hechiceras. Con suerte, si se hacía bien y rápido, dominarían un fuerte ejército con unos pocos guerreros, obtendrían algunos leviatanes más, liberarían algunos prisioneros de guerra y mermarían una buena parte de las fuerzas marinas de Linwëlin.

—0—

El mismo Nephos, junto a  los mejores nadadores del reino, se prepararon para actuar como carnadas, mientras que Yin, así como varios guerreros experimentados, aguardaba atrincherados en diversos lugares claves  para su ataque.

Con paciencia los valientes guerreros esperaron a que alguna de aquellas criaturas apareciera. Cuando finalmente lo hizo, Yin comprendió el porqué del nerviosismo de sus compañeros. El leviatán presentaba una gigantesca, e imponente figura: si bien tenía la forma básica de una ballena, mostraba afilados dientes expuestos a lo largo de su boca en una especie de permanente, e intimidante, sonrisa. A eso se le añadía una poderosa piel de color castaño pero de apariencia tan dura como la piedra, la cual resistía, según le habían dicho, duros embates de proyectiles aún a corta distancia. El leviatán también poseía una poderosa cola que terminaba en una gigantesca doble hacha con la cual podía terminar con una brigada enemiga él solo, finalmente, a esto debía añadirse la letal capacidad de generar poderosos torbellinos marinos.

Sobre cada leviatán se encontraba una bruja marina seres similares a las sirenas o tritones, pero con la diferencia fundamental que su parte inferior no era similar a la de un pez, sino era más bien parecida a la de un tiburón.

— Listos — alertó Nephos a sus guerreros, y tras unos segundos lanzó la señal convenida— ¡ya!

En ese momento se desató un pequeño infierno, los siete que conformaban el primer grupo señuelo se separaron en direcciones diferentes simulando un ataque a la piel del leviatán, por su parte, la bruja marina que comandaba a la bestia sonrió confiada: un pequeño grupo de aquellos no harían la más mínima mella en la piel de su mascota, pudiendo ser, en cambio, los atacantes un buen aperitivo para el leviatán. Con maestría la bruja marina guió los movimientos de la bestia, más cuando ordenó una serie de coletazos destinados a cortar por la mitad a sus oponentes observó, confusa, como sus enemigos parecían cambiar rápidamente de estrategia, dejando de atacar y limitándose a esquivar aquellos ataques.

— ¡No podrán esquivarme por siempre! — Gritaba molesta mientras veía que los movimientos de la cola de su bestia, difícilmente acertarían a uno de aquellos veloces nadadores.

Y es que el plan de Nephos y Yin brillaba por su simpleza, como habían pensado, los leviatanes eran efectivos contra grandes grupos, contra pequeños, sin embargo, eran casi ineficientes.

Ni los coletazos, por más precisos que quisieran ser, ni los grandes torbellinos, resultaron ser eficientes contra aquellos siete, que simplemente se limitaban a esquivar … Fue largo y agotador, pero finalmente lograron cansar a la bestia, que cayó rendida en el fondo marino.

— ¡Ahora! — Yin dio la orden, a los las tropas que poseía a su mando, de atacar. Los guerreros acabaron fácilmente con la vida de su enemigo y se apoderaron del leviatán, tras ello los generales tuvieron que aceptar que el plan de los portadores podría funcionar.

—0—

Con el leviatán casi desmayado por el cansancio, Nephos y los demás cayeron en cuenta de algo de suma importancia: deberían ayudar en el descanso y alimentación de la bestia si querían tenerla lista para un combate pronto. Con presteza algunas sirenas crearon una especie de corral conformado por paredes mágicas, tras ello, se ordenó a varias sirenas y tritones que consiguieran comida para la bestia.

Una vez que el leviatán hubo descansado y comenzaba a devorar la gigantesca porción de peces que los encargados de cuidarlo habían conseguido. Al verse la bestia en una especie de corral se mantuvo, para alivio de Nephos y sus compañeros, tranquilo en medio de aquel improvisado recinto, quizá acostumbrado ya al confinamiento dado el trato que las brujas marinas le habían dado hasta el momento.

— Bien — dijo Nephos una vez comprobada la tranquilidad de la bestia — faltan once.

La operación se repitió unas nueve veces más con el éxito esperado, poco a poco los guerreros fueron avanzando por los caminos que vigilaban los leviatanes, mientras que, unos cuantos kilómetros más atrás, avanzaba un pueblo entero guiando el rebaño de criaturas recién capturadas.

Llegando al que creían una de las últimas rutas de vigilancia, las fuerzas de avanzada de Nephos de toparon con algo que no esperaban: la ruta se encontraba vigilada por dos leviatanes, uno de ellos bastante diferente a los demás de su especie: en lugar de los blancos dientes este poseía unos de color dorado, en lugar de la castaña piel la de este era de un color rojo rubí y finalmente su cabeza se veía coronada por una especie de escamas doradas cual si fueran corona. Comando aquella vestía se encontraba un elegante brujo marino, que por sus investiduras, sin duda sería un importante general enemigo, quizá quien comandaba la guardia de leviatanes.

— ¡Un rey leviatán! — Exclamó asombrado Nephos — creí que eran un mito — concluyó la frase.

— Majestad — son dos los leviatanes esta vez — uno de los generales se permitió hablar— debemos retirarnos y replantearnos la estrategia, ya es difícil esquivar los torbellinos y coletazos de una bestia, con dos, si ellos coordinan bien, seremos presa fácil.

— El plan sigue — Nephos respondió tajantemente — solo haremos una pequeña variación— añadió sonriendo a tiempo que dirigía su mirada a Yin — ¿Guerrilla martillo? — le preguntó a su amigo mientras sonreía.

— Guerrilla martillo — sonrió Yin recordando una de las viejas lecciones recibidas en la corte de la reina Celeste. Tras ellos, el anciano Quilón sonreía confiado, las enseñanzas que tanto tiempo atrás había brindado  ahora se recordaban con facilidad para ponerlas en práctica.

—0—

Cómo el portador del agua había ordenado, el grupo de ataque se atrincheró unos setecientos metros al oeste de su posición, tras la señal del portador, seis ágiles sirenas salieron pretendiendo atacar al leviatán castaño, mientras que Nephos y Yin aguardaban pacientes su jugada en aquella ocasión.

Alertados ambos jinetes, se dispusieron a lanzar un poderoso tornado conjunto a la molesta minucia que los enfrentaba, aquel ataque hubiese sido efectivo de no actuar los portadores en ese momento: con una precisión única y por primera vez con poderes reales, ambos atacaron los ojos del leviatán rojo, el cual, lejos de verse dañado, solo enfureció prestando más atención a sus oponentes que a las órdenes de su jinete.

Aquellos segundos de distracción sirvieron para que las sirenas comenzaran a alejar al leviatán castaño lejos del rojo donde debían iniciar la estrategia para agotarlo y capturarlo tras dar muerte a su jinete.

Los portadores, por su parte, iniciaron la llamada guerrilla martillo, la cual consistía en contantes y contundentes golpes de agua compacta por parte de Nephos y torbellinos cortantes, aprovechando el aire y agua del entorno, por parte de Yin. El secreto estaba en lo siguiente: Nephos ablandaba un punto clave del oponente y Yin mutilaba la herida con su ataque. Aunque en un principio parecieron atacar al Leviatán, en cuanto vieron que sus compañeros habían llevo al otro jinete lo suficientemente lejos, ambos centraron sus ataques en el jinete, que misteriosamente, parecía protegido por una especie de escudo de agua, evitando los ataques de sus oponentes.

— Una de las ventajas de comandar al rey leviatán — se bufó el general — mientras comande la bestia un escudo de agua me protege — soltó tranquilo mientras evaluaba como eliminar a aquellas dos pestes: el tritón y el extraño silfo que lo acompañaba.

Sin tener que utilizar palabras, pues ambos amigos recordaron las antiguas estrategias, esquivaron los ataques de la bestia y encontraron el perfecto punto ciego  de la bestia, donde ni cola ni cabeza llegaban, protegiéndose de cortes y torbellinos. Con paciencia, y recriminándose el no haber pensado aquello antes para lidiar con otros leviatanes, comenzaron el ataque combinado nuevamente focalizándose en un solo punto del escudo que protegía al jinete. Para su sorpresa, el general no hizo ademán de detenerlos, extrañamente parecía envuelto en una especie de trance que le inmovilizaba, de modo que,  tras uno minutos pudieron perforar el escudo tras lo cual, Nephos, convocó su tridente de agua y partió en dos al general que no había hecho siquiera un ademan para protegerse.

— Siento bondad — una profunda y extraña voz se apoderó de la mente de Nephos.

— ¿Quién me habla? — Nephos no pudo exteriorizar palabra, simplemente pensó aquella frase.

— Soy Aghal, Señor de los leviatanes de la tribu de Nhorak, tribu esclava desde nuestra infancia por los señores de la guerra que siguen a Bruma Roja y Bruma Negra. , los leviatanes odiamos la guerra, pero fuimos criados para la esta, amamos a libertad, pero no la conocemos… por eso te saludo y saludo a quienes liberan a mi raza.

— ¿Los leviatanes pueden hablar? — Nephos permanecía confuso.

— Solo entre mi raza y solo entre un leviatán y a quien el leviatán elige, pues de algún modo quien es elegido, entra en sintonía con nuestra mente. Pero ese es un misterio que no importa, es un misterio que algún día, quizá si el gran dios Mares quiere, será resuelto… he visto tu mente joven príncipe y se para que me quieres… sé que me quieres a mí y a mi pueblo para una nueva guerra.

— Solo algunas batallas, atacaremos a Bruma Roja y obtendrán su libertad — Nephos, al saber que trataba con seres consientes, y no meras bestias, asumió que no podría obligar a las mismas a batallar una guerra más grande, mucho menos tras una vida de esclavitud.

— Calla príncipe — Aghal hablaba de nuevo — dije que he visto tu mente y he visto la bondad de tu lucha, los leviatanes apreciamos la libertad que buscas darnos aunque en un principio aquel no fuese tu plan déjame decirte, joven tritón que muchos de mis hermanos aún se encuentran cautivos en la fortaleza de Bruma Roja, y si son liberados por nuestro esfuerzo conjunto, mi pueblo aunque detesta la guerra, te seguirá fiel en tus batallas, pues serán batallas por la libertad y no por el poder…

— Agradezco tu intención gran Aghal — Nephos, acostumbrado al protocolo cuando se veía ante un monarca hablaba con palabras más respetuosas — pero preferiría que tu pueblo comience a gozar de la libertad que se les había privado.

— Y gozaremos de esa libertad uniéndonos a tu lucha muchacho, o ¿crees que no hubiera capturado en un trance profundo a mi jinete al presenciar mi libertad inminente? — Aghal había comunicado su idea a los demás de su especie y a Nephos.

— Apoyaremos al muchacho — repentinamente numerosas voces invadieron la mente de Nephos.

— Entonces, partamos — Pensó Nephos a tiempo que notaba verse libre del trance en que se había encontrado.

— ¿Estás vivo? — Yin, quien veía que la conciencia volvía a los ojos antes perdidos de Nephos, se preguntaba que había pasado.

— Más que vivo, y con nuevos aliados — Al ver el gesto interrogante de Yin Nephos decidió continuar — interesante historia la que me he encontrado, te la contaré en el camino a la fortaleza de Bruma roja.

De ese modo, mientras se realizaban los preparativos finales para el ataque, Nephos les contó a Yin y sus generales sobre la verdadera naturaleza de los Leviatanes y ahora sabían que eran seres pensantes, tras escoger a un valeroso grupo de tritones y sirenas, se les asigno a cada uno un leviatán con el que realizaron un contacto telepático, maravillándose todos del encuentro que habían descubierto.

— ¡Partamos contra Bruma Roja! — Ordenó Nephos una vez finalizados los preparativos.

— ¡Contra Bruma Roja! — la contundente respuesta de su pueblo infundió un gozo en el alma del portador del agua.

—0—

El ataque se realizó como estaba planeado, y aunque fue desagradable para algunos tener que usar los ensangrentados uniformes enemigos, quienes guiaban a los Leviatanes llevaron a cabo valientemente su parte del plan.

Mientras los leviatanes se acercaban abiertamente hacia las murallas enemigas, las demás fuerzas de Nephos, guidas por Yin, se acercaban furtivamente aprovechando la visión que restaban al campo abierto el estrecho grupo de leviatanes.

Como estaba previsto, la cercanía de los leviatanes desconcertó a la mayoría de vigías del fuerte, quienes llamaron a varios generales, los cuales a su vez, intentaron comunicarse con los jinetes de los leviatanes sin obtener resultado alguno.

Conforme se acercaban los leviatanes, los generales, en lugar de pensar algún tipo de estrategia de defensa, junto a Bruma Roja, se dedicaron a planear sádicos castigos contra aquellos jinetes que abandonaban la guardia. Por su parte, la mayoría de los soldados mantuvo sus actitudes despreocupadas y relajadas sin esperar un verdadero peligro.

Fue demasiado tarde para los habitantes de fuerte cuando se plantearon reaccionar, algunos jinetes y sus leviatanes atacaron sorpresivamente con torbellinos de agua a los vigías y generales que se encontraban sobre los muros, mientras que otros leviatanes golpeaban furiosamente con sus colas las paredes del fuerte haciendo que este caiga en tan solo unos instantes.

El caos y desorden se apoderó de las tropas enemigas, que en medio de un mar de gritos por parte de sus generales, intentaba encontrar sus armas y armaduras de batalla.

Dentro de las filas de brujas y brujos marinos corrían demasiadas interrogantes: ¿sus compañeros los habían traicionado?, ¿brujería?, ¿control mental?... nadie se explicaba que era lo que en verdad ocurría, algunos generales olvidaron las órdenes para buscar responsables.

Por la grietas del muro derrumbado, aprovechando que sus enemigos estaban mal preparados, las fuerzas de Nephos y Yin entraron en el campo de batalla rápida y organizadamente. El cuerpo de generales daba precisas instrucciones, los guerreros cobraban bajas por docenas gracias al apoyo táctico de las hechiceras sirenas. Los leviatanes destruían cualquier estructura que quedara en pie, muchas veces sepultando numerosos enemigos desprevenidos. Finalmente Nephos y Yin buscaron al único enemigo que les interesaba en realidad: Bruma Roja.

Dejando Nephos a su libre albedrío a Aghal, se unió a Yin dentro de la estructura mayor y fueron bajando un par de sótanos hasta que dieron con una maciza puerta, tras la cual se había retirado Bruma Roja en cuanto inició el ataque.

La bruja marina, conociendo la certeza de su destino, vistió con cuidado su armadura, tomo con ceremonia su martillo de batalla, repasó con cuidado algunos útiles hechizos y con tranquilidad esperó a que sus enemigos, ahora sabía que se trataban de dos portadores, derribasen la puerta que se interponía entre ellos. En cuanto el agua se vio invadida por numerosas astillas de coral, la bruja convocó un mágico escudo y se enfrentó a sus enemigos.

La batalla que siguió a continuación fue interesante: la bruja dio todo de si misma, y con varios golpes y hechizos niveló la situación en más de una ocasión. Aunque Nephos y Yin buscaron puntos débiles en el escudo o armadura, sus ataques fueron repelidos una y otra vez gracias a la experticia de aquella combatiente. Por unos momentos, Bruma Roja sonrió, quizá podría ganar aquella batalla, para luego reunirse con su hermana y planear la venganza. Más la sonrisa duró poco, sus oponentes cambiaron drásticamente su estrategia, y en lugar de atacarla como dos entes separados, comenzaron a atacarla como un solo guerrero. Sin que la bruja supiera, Yin y Nephos utilizaron nuevamente la técnica de la guerrilla martillo, y al destrozar el escudo de la bruja, lanzaron fieros ataques combinados. Yin incluso vertió un veneno en el agua, el cual fue finamente direccionado por Nephos, haciendo que este se impregne en todo el cuerpo de su enemiga, para finalmente traspasarla con dardos de agua sólida y ondas imbuidas de aire cortante… finalmente, tras unos minutos de agonía, Bruma Roja murió.

Nephos, sin miramientos, cortó la cabeza de la bruja, y seguido por Yin, salieron de la estructura con la cabeza de la bruja en alto, la señora del fuerte había caído, los guerreros enemigos, así como sus generales sobrevivientes, se rindieron al verse sin su líder.

—0—

El informe de la batalla llegó a los portadores un par de horas tras la exploración del campo enemigo: habían liberado unos cincuenta prisioneros aliados de entre las prisiones del fuerte y una veintena de leviatanes de entre los corrales. Las estructuras, a excepción de algunos dormitorios, la prisión y las cámaras principales, habían quedado reducidas a escombros. El fuerte había perdido gran parte de sus defensas en cuanto a muros; aproximadamente habían eliminado a quinientos enemigos, mientras que ellos solo habían perdido una quinta parte de aquella cifra. Finalmente los prisioneros de guerra, aterrorizados, clamaban piedad.

Tras leer el informe se ordenaron los funerales rituales para amigos así como la alimentación de los leviatanes en base a los cuerpos caídos de los enemigos en batalla, los portadores habían decidido negarles cualquier dignificación a quienes participaron en la muerte de la Reina Celeste.

En cuanto a los prisioneros de guerra, los portadores se vieron en un problema: no consideraban digno el eliminarlos ya rendidos, pero tampoco prudente trasladarlos con ellos o alistarlos en sus filas por precaución en cuanto posibles traiciones o emboscadas. Se decidió por tanto, mantenerlos en las mismas prisiones del fuerte bajo la custodia de algunos guerreros hasta que llegara el día de enjuiciarlos formalmente.

Tras tomar las provisiones necesarias de los almacenes, y dejar un buen tanto para prisioneros y custodios, las fuerzas de Nephos partieron, alegres, a una nueva guerra. Contaban ahora con una mayor experiencia, confiaban en los portadores que habían invocado el Laudum Rex, y sobre todo contaban con unos nuevos y poderosos aliados: los leviatanes de la tribu de Nhorak. Juntos partieron en gran caravana hasta las costas de a gran nación de los dragones verdes, juntos iniciaban la marcha a la batalla final.

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