CURSED LINEAGE ยซthe witcherยป

By a-andromeda

178K 17.9K 21.1K

๐•ฎ๐–š๐–—๐–˜๐–Š๐–‰ ๐•ท๐–Ž๐–“๐–Š๐–†๐–Œ๐–Š | LINAJE MALDITO ยซ๐˜ข๐˜ฎ๐˜ข๐˜ณ ๐˜ญ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ... More

CURSED LINEAGE
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV
XXXVI
XXXVII
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
XLII
XLIII
XLIV
XLV
XLVI
รREA GRรFICA
CONร“CELOS
AGRADECIMIENTOS

XXIV

2.1K 244 336
By a-andromeda

" De qué sirve
tener tantos pájaros en la cabeza
si ninguno sabe volar. "
—Lena Carrilero.






                    —Te tomó bastante tiempo.

—Lo lamento, madre, tuve unos percances con algunos... reyes.

Caitriona se giró un poco hacia atrás para mirar la figura de la princesa desde su sitio, sentada en su mueble preferido de un solo puesto.

La pelirroja no había dado más pasos desde que ingresó al espacio, sorprendida por la cantidad de telas, arreglos, floreros y candelabros que llenaban el espacio. También habían varios sirvientes haciéndole cortas preguntas a la princesa Nimia, quien se veía mucho más incómoda de lo que parecía querer mostrar, de pie en toda la mitad de la estancia. Margery pudo distinguir al sastre Ludwig rodeando a la princesa timatenense con distintas telas y también hablándole cada pocos segundos, dándole pequeñas indicaciones o sugerencias. 

La futura reina de Mercibova lucía cansada y nerviosa, hasta algo perdida con tanto ajetreo a su alrededor.

Comenzó a caminar hasta encontrar un pequeño espacio en el que poder sentarse, mientras que su madre volvía y observaba con ojo crítico a la prometida de su hijo mayor. No lucía exactamente disgustada con lo que tenía enfrente, pero tampoco parecía serle suficiente, algo que no resultaba nuevo para nadie en específico.

—Tal vez solo seda blanca no sea una buena opción, Nimia —dijo Caitriona, provocando que la nombrada se volviera hacia ella con rapidez, sus ojos marrones oscuros brillando con agitación.

—Tiene razón, su majestad —concordó casi de manera automática.

Mary la miró con compasión, mas no podía hacer mayor cosa por el momento para ayudarla.

—Tal vez se puedan agregar detalles en hilos de oro para resaltar la tela y el volumen —habló de nuevo la reina con voz pensativa, ladeando la cabeza y observando a la morena de pies a cabeza repetidas veces —. ¿Tal vez brocado?

Ambas princesas vieron cómo después la mayor hizo una seña. A los pocos segundos varios sirvientes habían extendido a su alrededor diferentes opciones que su reina estaba buscando. Los ojos pardos de la madre de Margery se movieron con rapidez por los ejemplos hasta señalar uno con un pequeño gesto. Luego, la persona que estuvo encargada de sostenerlo, lo llevó de inmediato hacia Nimia para que Ludwig comenzara a hacer el bosquejo de su siguiente gran trabajo.

Caitriona se relajó y dejó que el trabajo del sastre continuara sin su constante supervisión, pareciendo al fin satisfecha con el hecho y tomando en sus manos una copa de vino. Un segundo después, tenía la mirada posada en su hija. La miró de arriba a abajo también, calificando su imagen. Frunció un poco los labios al ver las hebras rojizas sin recoger cayendo sobre los hombros ajenos en desordenadas ondas, pero lo dejó pasar por esa ocasión, pues admitía en su interior que había cierto encanto juvenil en ello; confiaba con que eso podía servirle a la princesa para atraer un buen rey.

—Me alegra ver que no has estado encerrada los últimos días —comentó con casualidad, pero la princesa conocía demasiado sus palabras y cómo leer entre ellas.

—Sé lo que se espera de mí, madre —contestó casi de inmediato, antes de agregar —, si eso es a lo que te refieres.

La reina sonrió, pero aquella expresión no llegó a contagiar sus ojos. Le echó una corta mirada a Nimia, antes de volver a la pelirroja.

—Pronto serás tú —le indicó inclinando un poco la cabeza, para referirse a la novia —. Pronto te estarás preparando para tu boda.

Para no tener que responder a eso de inmediato, Margery aprovechó la oportunidad de tomar una copa sobrante y probar el vino. Fue una lástima notar que el amargo sabor solo aumentó su amargo humor, y no soltó su lengua de manera que esperaba que hiciera el alcohol, que no tardó en quemar con suavidad su garganta. Asintió con cierta lentitud y control, prefiriendo quedarse callada a la vez que sintió el corazón caerle al estómago de golpe.

Caitriona tomó el silencio de su hija para volver a presionar.

—Tendrás un nuevo país para gobernar al lado de tu esposo, Margery —le recordó como si existiese alguna posibilidad de que la princesa lo pudiera olvidar —. Pero sinceramente creí que tus opciones estarían alejadas del rey Johannes. ¿Qué clase de hombre pone a mujeres como sus guerreros?

Sin siquiera saberlo, Margery casi saltó en su defensa con rapidez.

—Las mujeres también pueden ser excepcionales guerreras —propugnó con tal emoción, que el rostro de la reina se contrajo con irritación. Y, aun así, ella continuó hablando, como si no hubiese tocado un nervio negativo en su progenitora —. Tienen las mismas habilidades, por no dejarlo solo en posibilidades, que los hombres para poder luchar.

La mayor alzó el mentón y tendió la parte superior de su anatomía hacia la baja mesa de enfrente para dejar su copa. La princesa mercibonense apretó los labios y trató de domar su rostro a uno más tranquilo, habiéndose dado cuenta de su error demasiado tarde. Una cosa era pensar aquello, pero otra muy distinta era ponerlo en palabras que serían escuchadas. Caitriona y ella no eran las únicas personas en los aposentos de la reina.

Los pequeños y sueltos rizos mieles, que enmarcaban el rostro de la mayor, se movieron con precisión como el resto de su cuerpo, cuando con una sola mirada y mínimo movimiento de cabeza, ordenó a todos los sirvientes que despejaran la habitación. Solo las tres mujeres se quedaron reunidas y, por una milésima de segundo, Margery deseó que la prometida de Pierstom tampoco estuviera presente. Por la manera en que su madre pensaba, de seguro quería dejar en claro que Nimia no debía creer en ninguna de las palabras que salieran de su boca. Sobre todo si esperaba tener el favor de la reina actual.

De seguro Caitriona estaba considerando que Pierstom no era en realidad una mala influencia en la princesa timatenense, sino Margery.

—Tú no tienes que involucrarte en esos asuntos —determinó con voz pareja —. Tu lugar no es en esos campos, y no quiero que la Guardia Thorpana te de ideas erróneas sobre lo que una princesa y futura reina debe hacer.

—Pero una mujer también tiene mente, fuerza e inteligencia —trató de abogar con la mayor tranquilidad posible —. No son ideas descabelladas, madre; son hechos.

Por alguna razón, aquella conversación resultaba más exasperante y doliente para sus sueños estancados, los cuales apenas parecían haber despertado los últimos días. Quería dejar de ver el mundo detrás de una ventana o desde el interior de una jaula de oro. Quería salir a vivirlo de maneras que no creyó posibles, porque había dejado de aceptar tiempo atrás que la vida no le alcanzaría para hacerlo.

Sabía que en sus palabras no había ninguna mentira, que hasta su madre, muy en el fondo quizás, compartía esas mismas ideas por la manera en que ella se manejaba. Podía negarle muchas cosas a la princesa, pero ambas sabían que para ser una buena reina, había que ser todo lo anteriormente dicho por Margery. La diferencia radicaba en los salvajes ámbitos de las guerras y su papel en las mismas.

—Tu lugar es dentro del castillo, desposar a un rey y darle herederos. —La reina se levantó con toda la gracia y firmeza en su cuerpo, destellando poder en cada poro, dejando como una estatua a la castaña oscura, quien no se había movido de su sitio, pero que escuchaba con suma atención el controlado altercado —. Eso es ser mujer.

Pues malditas sean las mujeres, gruñó Margery en su cabeza, apretando la mandíbula para no sacar tales palabras al mundo exterior.

—Un día de estos, me lo agradecerás.

—Sí —concordó con levedad, forzando a que sus labios se curvaran con increíble esfuerzo —. ¿Quién necesita cambiar eso? Desde luego, yo no.

Caitriona la escudriñó con la mirada, esperando encontrar alguna otra señal que le disgustara por completo, pues debía admitir que la conversación estaba yendo por un lado que no deseaba tocar nunca más. Pero la princesa se mantuvo quieta y con el rostro pasivo, diciendo las palabras que sabía que su progenitora esperaba escuchar de su parte. Palabras que eran difíciles de creer y aceptar.

—Entonces espero que, de ahora en adelante, tus intereses viajen del rey Johannes a alguien con mejor juicio.





El corazón le latía desbocado en el pecho. Sentía que todo su cuerpo era líquido, como un río caudaloso de nervios que no le permitían quedarse quieta ni pensar en siquiera retractarse. Organizaba sus guantes y mangas, asegurándose de no dejar ningún trazo de piel a la vista, luego cuadraba el cuello alto de su vestido y movía la pequeña tiara en su cabeza. Miró a Sarai, quien permanecía a un lado de ella, dándole la muy necesitada compañía y apoyo que su simple presencia le podían aportar a la estabilidad que la princesa requería para esa tarde.

Porque iría a Lyriton.

Otra vez.

Cabía resaltar que las razones por las que volvería al pueblo eran completamente diferentes a las anteriores. En el actual caso, toda La Corte sabía de aquel paseo y lo cuchicheaba en cada esquina. Además, tenía un carruaje esperándola apenas terminara de bajar los escalones de piedra de la entrada y también contando con un acompañante importante. Sería la primera vez que pondría un pie entre su gente como la princesa de Mercibova y no como alguien que se había estado escondiendo.

Al escuchar voces detrás de ella, giró la cabeza y distinguió al rey Damien dirigiéndose al punto de encuentro, que era ante las puertas de la entrada al castillo.

—Alteza —saludó el amcottense ofreciendo su brazo izquierdo a la princesa.

Margery se inclinó y detalló con rapidez su vestimenta antes de aceptarlo. El hombre de cabellos castaños dorados seguía asegurándose de lucir sencillo, pero elegante. A pesar de también tener puesta su corona, la fémina no podía evitar sentir que ella se había arreglado más de lo necesario para la ocasión. Tal vez debería ponerle el apodo de el rey modesto.

Juntos comenzaron a bajar los escalones hasta llegar al carruaje. Aunque tendrían cierta privacidad en el interior del transporte, estarían rodeados de varios soldados, quienes los acompañarían en su paseo.

Antes de subir, la pelirroja notó una cabellera de encantadores crespos castaños recogidos. Parecía ser una guerrera, pero no portaba ningún símbolo de Thorp, sino que en su armadura resaltaba un león. Era de Amcottes. Se notaba que la mujer era más baja que los demás hombres a su alrededor, sin embargo, se las apañaba para lucir igual o incluso más intimidante. Encima también portaba una belleza y mirada vibrante que por un instante, Margery llegó a sentirse envidiosa por aquella fuerza que desprendía sin el más mínimo esfuerzo.

Las culturas de los otros reinos eran tan diferentes a la suya, que no podía evitar ponerse a hacer grandes comparaciones.

—Princesa, esta es Sybilla, mi guardia personal.

La nombrada hizo una reverencia ante la pelirroja con profundo respeto.

—Es un honor, alteza.

—Es verdaderamente raro para mí ver una mujer con armadura y saber usarla por estos lares. El honor es todo mío. —Inclinó la cabeza con una sonrisa, antes de aceptar con cuidado la mano de Damien para subir al carruaje.

Una vez acomodados, no pasaron muchos segundos antes de que se pusieran en movimiento. La princesa se asomó por la pequeña ventana por un momento, para ver a los guardias acompañándolos a su alrededor. Al volver a poner su atención al interior del vehículo, notó de inmediato que el rey amcottense tenía sus irises esmeralda puestos en ella. Margery trató de esbozar una pequeña sonrisa, pero estuvo segura de que falló en el intento, por lo que desvió la mirada una vez más para poder hablar.

Las cosas deberían ser más fáciles si no lo miraba a los ojos mientras lo convencía con descaro de que ella era de confianza, ¿verdad?

—No parece alguien de la realeza que requiera una guardia personal, rey Damien —comentó con voz pensativa, esperando así poder iniciar una conversación mientras se dirigían a la plaza de Lyriton.

—Ella es mi asesora más confiable, de hecho —contestó con total soltura, provocando que los ojos de la princesa fueran a su rostro con rapidez. En definitiva, sería complicado mirar hacia otra parte cuando él se mostraba tan abierto con ella —. Sybilla ve y oye todo, y confío en ella con mi vida. Lo de guardia personal es solo para mantener a mi gente con calma.

Margery asintió, sorprendida con la facilidad y la voluntad autónoma del hombre por ser sincero con ella desde el principio. No le había dado ni la más mínima razón de poder serlo, sin embargo, él no parecía querer desperdiciar siquiera un segundo de su tiempo con ella.

Cuando una persona de entrada se molestaba en aclarar algo y ser transparente, era porque deseaba construir una relación fuerte con el otro.

La princesa deseó por un segundo que esas no fueran las intenciones del castaño claro. Eso no haría nada más que aumentar su culpa y, llegado el momento de revelación —porque no le cabían dudas de que sucedería—, la caída sería más rápida y el golpe más duro.

—Los amcottenses solo desean su bienestar, majestad.

—¿Sería mucho pedir si solo me llamaras Damien? —Preguntó en voz baja, como si en verdad temiera la reacción de la mujer al haberse tomado el atrevimiento de no solo querer dejar los títulos a un lado, sino por también tutearla.

En definitiva, él no estaba presente para ninguna clase de rodeo.

—Es bastante directo —dijo a forma de halago, incluso cuando casi se sintió atacada —. Pienso que sería justo si tú me llamas Margery.

Una atractiva sonrisa curvó los labios masculinos, encantado al escucharla. Él asintió con la cabeza y ella le correspondió también con otra sonrisa más pequeña, pues no quería que se viera demasiado forzada.

Eventualmente, el carruaje se detuvo a un lado de la plaza y la pelirroja alcanzó a escuchar todos los sonidos del pueblo. Varios pueblerinos habían comenzado a acercarse, esperando atrapar siquiera alguna imagen de las personas de la realeza que estaban dando una visita. No muchas veces aquello sucedía y, por el número de soldados que rodeaban el ilustre transporte, la gente se preguntaba quién de sus reyes estaría haciendo la parada en Lyriton.

Margery se asomó un poco para ver el exterior, pero pronto se arrepintió y permaneció como una estatua, sentada. Damien la detalló con el ceño ligeramente fruncido.

—¿Sucede algo?

La joven mujer parpadeó y lo miró al rostro.

—Es la primera vez que salgo al pueblo —confesó.

Al terminar de hablar bajó la mirada hacia sus guantes, recordando aquella tarde en la taberna. Su gente no la conocía y, aún así, tenían el descaro de tomar la maldición como una broma, sin saber lo mucho que la misma había atentado con su bienestar mental. Ella no tenía idea de cómo reaccionarían una vez un guardia anunciara quiénes eran ellos, pues sería la primera vez que verían a su princesa posar un pie fuera del castillo.

Nadie podría predecir las reacciones de los demás y Margery no se pudo preparar lo suficiente para enfrentar ese momento.

—¿Nunca habías salido del castillo? —Inquirió con sorpresa pintando cada uno de sus rasgos.

—Creo que la maldición debió haber dado una pista —dijo ladeando la cabeza y alzando una ceja, lo cual hizo sonrojar incluso al rey.

—Disculpa. —Damien soltó una risa entre dientes, pareciendo apenado de repente —. Pero es que eres tan cuidadosa.

—No siempre fue suficiente —recordó con pesadumbre, a lo que el rey soltó un pequeño suspiro.

—Estoy seguro que estas personas estarán encantadas de conocer a su princesa por primera vez.

La seguridad con que dijo tales palabras, ablandaron el tenso y preocupado cuerpo femenino.

—Eso no es algo que usted pueda saber, su majestad.

—Es Damien, por favor —insistió inclinándose hacia adelante, pero todavía respetando el espacio de la pelirroja —. Y no tengo dudas. Cualquier persona con medio sentido común estaría agraciado con su sola presencia.

Al momento en el que la puerta del carruaje se abrió, el rey se adelantó como debía ser. Margery se recostó en su sitio, respirando profundo para ponerse en movimiento y salir, antes de que su mente le ordenara a su cuerpo acobardarse.

El sol de la tarde fue lo primero que la recibió a la puerta abierta del carruahe, seguida de la mano de Damien, quien le ayudó a bajar hasta que estuvo de pie sobre la piedra de la calle. Diferentes olores y aromas llegaron a ella, recordándole aquella vez que se ocultó entre la gente. Empero aquella experiencia era distinta. Miró a su alrededor, consciente de las miradas sorprendidas y las reverencias dedicadas, preguntándose si llegaría algún momento en el que alguien la llegara a reconocer, pero no se preocupó tanto. No había estado tanto tiempo entre ellos como para ser recordada. Desde luego ella no alcanzaba a reconocer ningún rostro de los que estaban presentes.

Además, lucía completamente diferente. Su cabello, su ropa y su porte eran los de una princesa y no una pueblerina más.

Su corazón latió con pesadez al escuchar los susurros, más se esforzó por mantener un semblante tranquilo y hasta amistoso, dedicando suaves miradas y sonrisas alentadoras. Su única meta en ese instante: demostrar que era un ser humano como todos los demás. Acallar los rumores falsos sobre La Maldición del Naranjo Seco y dejarse conocer por los mercibonenses.

El rey amcottense le ofreció su brazo a Margery y ella aceptó casi de inmediato, a pesar de saber que aquello solo levantaría noticias de que pronto un matrimonio daría lugar. Juntos comenzaron a caminar alrededor, su trayecto siendo despejado, con toda la atención de Lyriton puesta en la pareja. Sybilla, junto al resto de los guardias que los acompañaban, los siguieron de cerca, mientras eran dirigidos hacia el mercado.

Una explosión de colores, objetos y olores les dieron la bienvenida y la pelirroja pronto se encontró a sí misma recibiendo tantos regalos que ya casi no podía sostenerlos entre sus brazos. Sybilla le colaboró a liberarse del peso ante las señas de su rey, a lo que Margery agradeció contenta, sabiendo que tendría más oportunidad de cargar con otras más cosas. A pesar de ella querer pagar por lo recibido, la mayoría de comerciantes se negaban, insistiendo que era un honor siquiera tenerla en frente y conocerla finalmente.

Tenía que admitir que había esperado menos de aquella visita. Había pensado lo peor repetidas veces antes de que llegaran a la plaza, pero la diferencia de la realidad con su imaginación fueron abismales, dejando en ella una reconfortante sensación cálida de cariño y agradecimiento a su gente. Sin duda alguna, ella se encargaría de ayudarles de las mejor manera posible una vez volviera al castillo.

—Oh, mira —le avisó a Damien, acercándose a un hombre que tallaba pequeñas figuras en madera. Observó el puesto con atención hasta que sus ojos cayeron en un águila y un lobo —. Es maravilloso lo que hace, señor.

Los ojos del hombre mayor parecieron iluminarse ante el cumplido y se acercó un poco, con algo de dificultad, quizás por la edad, para mostrar más de sus piezas.

—Es un gran honor su alteza —comenzó a hacer una reverencia, pero la fémina le pidió que no se molestara en ello —, y una maravillosa sorpresa encontrarla por estos lados. Los rumores no mentían: su belleza y amabilidad no tienen comparación.

Un amargor se hizo presente en su boca, incapaz de sentir las fuerzas suficientes para creer por completo en las palabras del señor de cabellos canosos. Ya no estaba segura si el haberse mezclado entre la gente días atrás era una ventaja por saber en verdad qué solían pensar de ella, o un calvario, por simplemente saberlo y no poder reconocerlo. Porque de todas maneras sabía que aquellos no eran las únicas habladurías sobre ella. Espera al menos, que esa tarde, aquellas mentalidades cambiaran de manera positiva.

Al final recibió como obsequio varias figuritas en madera y se encargó a su vez de regalar por lo menos una a cada guardia que los acompañaba en el paseo. Por último, le entregó un águila a Damien, quien lo recibió con gusto, a sabiendas de que aquel ave era parte de las insignias de Mercibova, mientras que ella decidió quedarse con el representación tallada de un lobo.

Pasado bastante tiempo, conociendo el pueblo y sus alrededores, conociendo a la gente y sorprendiéndose por las diferentes reacciones compartidas, muy pronto estuvieron yéndose de vuelta a su carruaje. Margery tenía que admitir que el rey de Amcottes era una compañía excelente y que sabía cómo mantener una conversación interesante a flote. Muy pocas cosas importantes fueron intercambiadas, puesto que los dos sabían que no sería adecuado tocar temas delicados a mitad de la plaza del pueblo. Sin embargo, el disfrute del paseo era notorio en el semblante de ambas partes.

—Pierstom me contó sobre la primera vez que fue de visita a Amcottes —comentó la princesa una vez estuvieron en su camino devuelta al castillo —. Pero dijo que no recordaba haberte visto mucho en ese entonces.

Damien se removió, luciendo incómodo por unos segundos, antes de volver a hablar.

—Fui un niño muy enfermo —admitió a medias, prefiriendo tener los ojos fijos en el exterior —. Me mantuvieron encerrado en mis habitaciones la mayor parte de mi niñez y mis padres temieron que no sobreviviera más allá de mi temprana juventud.

Margery contuvo la respiración de un segundo a otro al escuchar tal respuesta. La sorpresa del momento duró más de lo esperado, ya que ella comprendía por lo que él había vivido. Ella misma pasó gran parte de su vida encerrada, pero la desemejanza se hallaba en que ella caminó a la Torre Norte siendo una niña, para después bajar de ella como adulta. No obstante, al tener una nueva pieza del pasado de Damien en su conocimiento, no hizo más que recordarle las cargas puestas en los hombros del hombre.

—Nadie lo sabría por tu apariencia.

Apenas dijo esas palabras, sus orbes se movieron por la figura masculina. Tomó nota de su altura y hombros anchos. Ni siquiera su ropa hacía un buen trabajo para poder pasar por alto su cuerpo tonificado y los firmes músculos que cubrían sus huesos.

Damien rio entre dientes.

—Bueno, siempre odié la sensación de debilidad que me atrapaba cuando era niño. —Se encogió de hombros, finalmente conectando su mirada con la de la princesa —. En el momento en el que pude luchar en contra de eso, me prometí a mí mismo deshacerme de ello para siempre.

La media sonrisa que la fémina se había encargado de mantener activa desapareció por completo al oírlo. Una vez más, el amcottense tocaba una fibra sensible para ella sin siquiera esforzarse o darse cuenta al instante.

Margery agachó la mirada hacia sus manos enguantadas, las cuales no habían dejado de jugar con la pequeña figurita de madera.

—Mis disculpas, ¿he dicho algo malo? —Preguntó con clara preocupación.

—¡No! Eh, no... en realidad, todo lo opuesto —manifestó en casi un murmullo. Inhaló profundo y miró por la ventana, tratando de dejar que el nudo que se formó en su garganta pasara pronto —. Es solo que tienes suerte, no muchas personas tienen tal oportunidad.

Yo no la tengo, pensó cerrando los ojos con desgano.

—Estoy seguro que Geralt de Rivia pronto encontrará la forma de romper la maldición —alentó con cierto ánimo dedicado a ella —. Tengo entendido que los reyes lo contrataron para eso.

Margery inhaló profundo y asintió en silencio, preguntándose en su interior si aquello haría alguna diferencia en su vida y su deber... o si solo sería la señal para ella ser lo que el resto del mundo esperaba que fuera.






Soy estudiante de arte dramático, por favor, quien se haya dado cuenta de la referencia a la obra de Federico García Lorca, tendrá mi amor eterno.

Bueno, más razones para no querer a la reina y tratar de entender cómo funciona su mente sin lograrlo del todo*check*
Conocer a Damien *check*
Visitar el pueblo oficialmente *check*
Guardar una figurita de lobo por obvias razones *check*
Todo en orden en el día jajajajaja

Como siempre, espero que les haya gustado el capítulo.
Sé que no hubo Meralt, pero la cosa era necesaria que sucediera así o terminaba siendo extremadamente largo el capítulo, dado que el siguiente será puro Meralt :D

Hasta aquí llegamos con la maratón. Espero que les haya gustado ^^
No olviden dejar sus votos y comentarios para que esta historia siga creciendo y actualizándose.

Instagram: andromeda-wttp
Maratón 4/4

¡Feliz lectura!






a-andromeda

Continue Reading

You'll Also Like

290K 17.9K 65
Dicen que nuestro destino esta escrito mucho antes de que naciรฉramos donde tenemos que enfrentarlo sin saber el precio de este, primero fui Isabella...
191K 16.6K 14
SECUELA DE NOVOCAINE.| intento mantenerme fuerte, mantener mi cabeza clara, pero hay momentos en los que pierdo el juicio por completo. ...
1.3M 165K 35
-Es tuyo -Si claro Jimin-se riรณ en su cara -ยกTe voy a demandar! "Papi ยฟese es mi otro papรก?"
83.8K 3.1K 45
-ยฟY bien? -Acepto la apuesta.