CURSED LINEAGE ยซthe witcherยป

By a-andromeda

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๐•ฎ๐–š๐–—๐–˜๐–Š๐–‰ ๐•ท๐–Ž๐–“๐–Š๐–†๐–Œ๐–Š | LINAJE MALDITO ยซ๐˜ข๐˜ฎ๐˜ข๐˜ณ ๐˜ญ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ... More

CURSED LINEAGE
I
II
III
IV
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VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
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XVIII
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XXV
XXVI
XXVII
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XXX
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XXXIII
XXXIV
XXXV
XXXVI
XXXVII
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
XLII
XLIII
XLIV
XLV
XLVI
รREA GRรFICA
CONร“CELOS
AGRADECIMIENTOS

XXII

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By a-andromeda

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" Todo dura siempre
un poco más
de lo que debería. "
—Julio Cortázar.






                    Abrió las puertas de la biblioteca y caminó a través de las torres llenas de libros, dirigiéndose a la mesa en la que ella solía sentarse a hacer sus dibujos y a pasar el rato con Ciri. Llevó su mirada hacia la ventana más cercana, observando el sol poniente, su luz anaranjada apenas logrando pintar el espacio con ayuda de las ya encendidas antorchas. El silencio del lugar calmó sus respiraciones y la frescura de la noche que se acercaba hizo maravillas en su cuerpo cansado, que había sido puesto tanto tiempo bajo el sol.

Soltó un pesado suspiro, finalmente cómoda de poder estar en la biblioteca, donde se sentía segura y donde sabía que no sería molestada. Al menos por un tiempo que sería suficiente para ella. Había sido casi un milagro haber podido escabullirse hasta allí sin ser molestada.

En cuanto divisó su mesa, se dio cuenta que el lugar no estaba vacío, que algunas personas estaban alrededor. Frunció el ceño y aceleró un poco su paso, el sonido de su andar sobre la lisa piedra del suelo resonando a seguido. Cuando estuvo más cerca, escuchó las diferentes voces, más no comprendió las palabras que eran intercambiadas, pero sí las reconoció. Desde su lugar alcanzaba incluso a notar la seriedad del asunto, junto a las tensas posturas de los presentes.

—¿Qué está sucediendo? —Preguntó de inmediato.

Apenas su voz se abrió paso en una conversación que parecía estar a punto de convertiste en una creciente discusión, los involucrados se callaron de inmediato y se voltearon a observarla. Ahí estaban Blanche, Pierstom, Sarai y Geralt. Sus expresiones controladas junto al abrupto silencio, fueron todo lo que ella necesitó para saber que no esperaban verla pronto, mucho menos ahí. Los miró a cada uno a los rostros, esperando cualquier contestación.

Su corazón pegó un vuelco en cuanto sus ojos cayeron en los ambarinos, pero se obligó a desviarlos devuelta a su hermano, esperando una explicación.

—Creí que estarías en la cena con los demás. —El príncipe se veía algo inseguro, y lo demostró cruzándose de brazos. Estaba a la defensiva.

Margery se encogió de hombros un poco y jugó con las mangas largas de su vestido. Le parecía increíble cómo la tela seguía estando algo caliente por el sol de la tarde.

—No tengo hambre.

—¿En serio? —Inquirió Tom alzando las cejas y fingiendo sorpresa. Dio unos cuantos pasos para acercarse a su hermana y tomarla con suavidad de uno de sus brazos, intentando llevarla hacia la salida de la biblioteca —. No has comido nada en toda la tarde, los sirvientes me lo aseguraron. Será mejor que te alimentes antes de que te sientas mal.

—Su alteza —lo llamó Sarai a la vez que la pelirroja miró al príncipe con algo de preocupación.

¿Cómo decirle a su hermano que no quería ir al salón porque tenía miedo de enfrentar a Ivo y de paso, sin decirle la razón? Con aquel pensamiento incrustado en la cabeza, plantó con terquedad sus pies en el suelo y se liberó del agarre con agilidad, para después alejarse del castaño con rapidez. Él la miró sorprendido.  Margery no era de hacer tales acciones, mucho menos con él, pero ella no quería dejarse intimidar por el pequeño chuzo de culpa que atacó su estómago.

—Sé que me estás tratando de ocultar algo, Tom. Si es sobre la maldición, no te atrevas a quedarte callado.

Pierstom bufó en señal de rendimiento. Agachó un momento la cabeza y después fue a mirar a la maga de La Corte.

—¿Un poco de ayuda aquí? —Pidió.

—Debe saberlo —determinó Blanche, apoyando sus manos sobre la mesa para inclinarse un poco sobre esta.

La morena negó con la cabeza ante el siguiente gesto de ayuda que hizo el ojiazul, mientras que Sarai dio una señal de estar de acuerdo con las palabras de la pelinegra. El brujo, mientras tanto, había dado la espalda a los dos hermanos para centrarse por completo en lo que tenía puesto sobre la mesa, que parecía ser un libro bastante antiguo que la princesa no recordaba haber visto antes.

A pesar de saber que eso era lo correcto, la pelirroja no pudo evitar sentirse herida al ser ignorada por él de una forma tan activa.

Antes, por lo menos, parecía ser capaz de mantener su mirada sobre ella, de hablarle directamente. Temía tanto pensar que el terrible hecho de que Ivo los descubriera esa tarde, fuese la punta de la torre de inminente destrucción entre ellos. Sin embargo, fuera para bien o para mal, una conversación que la princesa sabía que debía tomar lugar pronto con Geralt, tendría que esperar, pues habían asuntos que le indicaban ser más urgentes que otros en ese instante.

—Creemos que es posible que no toda la historia de la maldición esté documentada —inició Blanche, indicándole a la pelirroja que se acercara a la mesa.

Margery miró a su hermano, alzando una ceja, antes de pasar su atención a la morena y hacer lo que esta le indicó. Caminó hasta posicionarse a un lado de ella, a su izquierda quedando Sarai, mientras que Pierstom, haciendo una mueca de rendición, quedó en frente de las tres mujeres, a un lado de Geralt.

Desde su lugar, la fémina de irises verdosos pudo observar con mayor facilidad el libro abierto. Sus páginas amarillentas y de aspecto antiquísimo le informó a la princesa que su uso no era constante, que lo más seguro es que haya sido extraído de una zona de la biblioteca prácticamente abandonada. No todo lo escrito era legible lamentablemente, pero lo que sí se podía distinguir era un viejo mapa del reino. Sus ojos se movieron sobre las hojas con atención, negándose a tocar el desgastado pergamino o a siquiera inclinarse hacia el objeto, por miedo a que se desintegrara apenas recibiera un mal uso.

—¿Recuerdas cuando dijiste que el Bosque de Las Sombras sí era un cementerio? —Le preguntó Blanche después de que dejara que su princesa inspeccionara el mapa.

—Sí, porque ahí nos entierran a los portadores de la maldición —respondió de manera casi automática.

—Pues en este mapa no hay bosque —señaló Pierstom.

A pesar de que, a sus oídos resultaba imposible tal hecho que el príncipe manifestó, Margery volvió a mirar el mapa, solo para confirmar lo dicho. El pueblo de Lyriton era tan antiguo como el asentamiento del terreno del castillo de Mercibova, no obstante, no había ninguna mínima indicación de un bosque cercano a tal civilización. Le resultaba extraño, puesto que si de algo la princesa había sido consciente casi toda su vida, era donde sería enterrado su cuerpo. Siempre lo tuvo presente y, pensar que en años anteriores aquella zona ni siquiera existió, le ponía a cuestionar a la nada cuán cruel era el destino con ella y su ascendencia.

—El símbolo —comenzó Geralt, ganándose la rápida atención de Margery —, está en los árboles, parece tener años de antigüedad. No parece recientemente tallado.

—Como si la naturalidad del bosque hubiese sido modificada por la sangre maldita que reposa en la tierra —completó la maga.

Era una teoría extraña, empero ella no era nadie para corregir las palabras de una hechicera que sí tenía experiencia en ese campo.

—No sabemos el origen del Bosque de Las Sombras, eso es un hecho —declaró el príncipe con seriedad. Muy pocas veces era visto con esa actitud. Su usual rostro relajado y gracioso ahora se encontraba endurecido y oscurecido, líneas de expresión que normalmente pasaban desapercibidas se hicieron visibles. Eso le recordó a Margery la noche del ataque a Emilianno, cuando ante sus ojos, su hermano actuó con aquel espíritu líder que ella sabía que él poseía.

» Desconocemos el propósito de ese símbolo y hay otros que declaran protección para humanos contra humanos —enumeró pensativo, para después pasar sus orbes azulinos de Geralt a Blanche y por último a su hermana menor —. Pero creo que no es eso... no es para humanos —aclaró —, y eso me lleva a pensar que nuestra madre tuvo un amorío con alguien no-humano.

—¿Qué?

Nunca antes se había planteado aquello, porque nunca antes había tenido la necesidad de pensarlo. Se miró a sí misma, desde sus manos hasta la ropa que llevaba puesta, esperando encontrar alguna señal de que lo dicho fuera verdad, como si ser la hija bastarda de una reina resultara visible al ojo de cualquier persona. Y lo peor de todo, era que no encontraba maneras de querer negarlo, ya fuera por lo que ese hecho implicaría para ella y Geralt, o lo mucho que arruinaría al reino.

Aquella suposición era demasiado grave. En todos los aspectos posibles, habidos y por haber.

—Solo es una idea —se afanó a volver a hablar Pierstom, viendo la expresión atormentada que cubrió el rostro de la pelirroja.

—Que acordamos descartar, porque la maldición no solo cayó en ti —intervino Blanche, posando una cuidadosa mano en el hombro de la princesa —. No eres la primera en manifestarla.

—Pero nuestra madre sí tiene amantes —afirmó el príncipe, como si aquella fuese una información que no se debía olvidar.

Todos se quedaron en silencio y miraron a Tom con expresiones diferentes, pero que igual implicaban lo mismo. El interés por la vida privada de la reina no era ningún asunto importante, pero sí lo eran las preguntas que comenzaron a acumularse en la cabeza de Margery.

—De todas maneras... eso no quita el hecho de que pudo haber sucedido en generaciones pasadas, ¿verdad? —inquirió alzando la mirada hacia los demás presentes.

—¿Que un rey o reina haya tenido amoríos fuera del matrimonio? —Pierstom ladeó la cabeza.

—Que eso haya sido con alguien no-humano —clarificó la princesa.

La posibilidad era vigente, mas no contestaba todas las incógnitas de las cuales, Mary apenas comenzaba a ser consciente. La noche que pensó que la maldición implicaba mucho más de lo que ella conocía o había tenido permitido conocer se hacía lejana y comenzaba a formar un antes y un después en su vida, junto con la llegada de cierto hombre de ojos dorados. Ella ya no podía ver las cosas de la misma manera nunca más.

—También encontré esto entre los libros —El rivio dejó encima del mapa un pequeño pergamino que parecía ser incluso más viejo que el mismo libro.

Estaba a medio abrir y su textura era diferente a lo demás. El brujo se inclinó y lo desplegó con cuidado para no dañarlo, mientras que la princesa se obligó a mantener su ojos clavados en la mesa y no mirarlo, a pesar de que eso era lo que más deseaba. Ya no sabía si le parecía increíble o terrible que sus prioridades cambiasen tanto cuando él estaba presente.

—Reconozco la firma, reconozco el nombre, y estos símbolos parecen ser parte de un hechizo antiguo —explicó el peliblanco.

—Por un momento creí que sería la maldición, pero no hay nada oscuro ahí —explicó la maga, su ceño fruncido y sus ojos moviéndose sobre la pequeña carta en concentración. De seguro todavía no desistía en su búsqueda de algo maligno en lo escrito.

—Pero ahí no está la cica- eh... lo que tengo aquí —dijo la princesa, posando su mano izquierda en su hombro derecho, para indicar con claridad a lo que se refería.

—Es por eso que no están seguros si esto se refiere a la maldición —habló Sarai con suavidad, quien había permanecido en silencio durante toda la reunión.

—De algo sí puedo estar segura y es que este hechizo habla de protección. —Blanche acomodó el pequeño pergamino para verlo al revés y señalarlo a la pelirroja.

Margery cerró los ojos y agachó la cabeza, sintiendo que se había quedado en un limbo aun más grande que antes. Parecía que la nueva información recolectada solo ocasionaba muchas más preguntas de las que quizá se podían responder. El origen del Bosque de La Sombras era un misterio todavía, al igual que el de la maldición y, el simple hecho de pensar que esta era alguna especie de protección, no hacía más que poner en duda los efectos y consecuencias que tenía.

Ante las indicaciones de la morena, se acercó para observar las líneas que eran trazadas con el fino dedo, pero su mente no parecía poder retener nada de lo que sus oídos escuchaban. Se sentía demasiado confundida y podía sentir llegar un dolor de cabeza que le costaría calmar esa noche.

Si sus ancestros tuvieron amoríos con alguien que no era humano, ¿qué implicaba eso para ella o para Pierstom?  ¿Qué implicaba eso para la familia real en general?

—Aunque hay una manera de conseguir saberlo o no... —Blanche se removió en su sitio, llevando su mirada hacia el rivio.

La princesa la miró primero, parpadeando en confusión por no haber podido escuchar nada de lo anterior, antes de llevar sus irises verdosos hacia Geralt. Él evitó la mirada de ambas mujeres, mientras que Pierstom resopló burlón y Sarai apretó los labios, como si tratara de ocultar una sonrisa.

—¿Qué cosa? ¿Saber qué?

—El brujo se encargará de eso —determinó su hermano mayor, pareciendo de mejor humor que antes. Una idea se le acababa de cruzar por la cabeza y parecía no ser capaz de esperar más tiempo para ejecutarla. Solo él tenía el don de cambiar de actitud de un segundo a otro.

—Iré entonces a acompañar a Ciri —anunció la rubia —. Le prometí otra partida de cartas.

—Voy contigo —se adelantó la maga, comenzando a caminar hacia la salida, junto a Sarai. Ambas compartieron una sonrisa cómplice antes de desaparecer de la vista de la princesa.

Margery miró el pasillo de libros por el que las dos mujeres desaparecieron y después llevó sus ojos al castaño. No entendía qué estaba sucediendo y no sabía si quería hacerlo.

—Voy a cenar con mi querida prometida —avisó sonriente, encogiéndose de hombros y alejándose de la mesa, dando unos largos pasos hacia atrás —. No olviden informarnos lo que sea que encuentren, pero sin muchos detalles.

La princesa se quedó unos segundos en silencio, las palabras de su hermano cobrando sentido en su cabeza. No fue hasta que sus mejillas se encendieron que se lamentó conocer tanto al príncipe.

—¡Pierstom! —Exclamó.

El sonido de los pasos del castaño se perdieron junto a su risa y lo último que escucharon fue el sonido de las puertas volver a cerrarse.

Margery miró al brujo de reojo, esperando encontrar alguna expresión o reacción de su parte, pero el hombre estaba en silencio y quieto. Al menos uno de los dos era bueno enmascarando lo que estaba pensando o sintiendo, porque la princesa presentía que todo su cuerpo y su rostro expresaban todo lo que no estaba pudiendo poner en palabras.

«»                    Había tanto que debían hablar, sin embargo la incomodidad era tan grande que el silencio parecía ser lo único que podía haber entre ellos. Y era triste, porque unas cuantas horas atrás sus anatomías y sus labios habían tenido mucho que decir al otro.

La mujer miró hacia arriba, esperando que alguna idea se cruzara en su mente, tratando de concentrarse y esperando que de alguna manera, lo que fuera que hubiera dicho Blanche antes de irse, lo pudiera recordar. Ya ni siquiera sabía por qué se había quedado a solas con Geralt, aunque en el fondo lo agradeciera.

Inhaló profundo, buscando fuerzas de donde sabía que no las había y bajó su mirada a la de él. Sus ojos se encontraron en ese instante y solo así su corazón se aceleró.

—Tal vez sea buena idea que me digas lo que estás pensando —pidió casi en un murmuro, sin dejar de mirarlo.

Él parpadeó, como si acabara de salir de un trance y se aclaró la garganta, sacando otra carta que había permanecido oculta en su armadura. La abrió y la dejó sobre la mesa también, a un lado del libro.

—Hay una forma de hacer visible lo invisible con estos ingredientes que debo conseguir —respondió. Su voz salió pareja y neutra. Un esfuerzo por no mirarla pasó desapercibido ante la entristecida mirada de la princesa, quien se obligó a leer por encima lo que le era enseñado —. Pero es arriesgado.

—¿Quieres romper la maldición, Geralt? —Balbuceó de repente, alzando sus ojos hacia los del rivio.

Los dos se quedaron pasmados ante tal pregunta. Tantas contradicciones podían ser intercambiadas, tantas mentiras podían ser acordadas. No obstante, había algo que permanecería real: las intenciones habían cambiado y las metas se habían distorsionado. Sentimientos encontrados comenzaban a intervenir en sus acciones. En sus pensamientos. En sus vidas. En sus corazones.

Geralt sabía que era un privilegio poder tocar su piel. Pero asimismo sabía que no era uno que él merecía.

Margery exhaló temblorosamente, casi emocionada y preocupada por la respuesta que podría llegar a escuchar. El peliblanco la miró entonces, pero ella no pudo distinguir nada, ya fuera por los nervios o porque en verdad no había nada que encontrar en los ojos de él.

—Deberías irte a comer algo, estás pálida.

—No evites lo que te pregunté... —Pidió viendo que el hombre cerró el libro y recogió la lista de ingredientes en un solo movimiento, ignorándola —. Geralt, te estoy hablando. —Sus ojos se abrieron ofendidos al verlo darle la espalda y tomar camino hacia la salida —. ¡Geralt!

Su exclamación detuvo sus pasos en dirección a la puerta, más él no se volvió a mirarla. Ella pudo distinguir la tensión que dibujaba su espalda y sus manos enguantadas en negro hechas puños al lado de su ancha anatomía. No solo tenía la armadura puesta, también llevaba sus espadas. De repente, la idea de que él esperaba pasar más tiempo fuera del castillo, en el bosque o donde fuera que tuviera que ir para encontrar lo que necesitaba, lejos de ella, abrió una herida en su corazón.

—¿Qué es lo que quieres que diga? No hay nada de qué hablar en estos momentos.

—Claro que sí —determinó ella caminando hacia él hasta posarse al frente. Buscó su mirada, pero no tuvo éxito, por lo que volvió a hablar —. ¿Acaso no comprendes la seriedad del asunto? Alguien nos vio, alguien nos descubrió, pero eso no va a hacer que yo...

Él le interrumpió.

—Siempre supe que esto sería una mala idea —refunfuñó él, frunciendo el ceño y cerrando los ojos con molestia. La mujer retrocedió un poco, como si sus palabras acabaran de abofetearla.

En cuanto hizo movimiento de querer esquivarla, Margery no se lo permitió y lo detuvo de los hombros. Los dos se quedaron quietos, indispuestos a hacer algo más. Entonces se miraron a los ojos, cada uno con una lucha interna que no quería desatar afuera.

Ya no se sabía a quién querían proteger. A sí mismo o al otro.

—¿Disculpa? ¿Tan rápido quieres tomar devuelta tus acciones? —Preguntó con incredulidad, sintiendo su corazón encogerse dolorosamente en su pecho —. ¿Qué hay de lo que te dije? —Su voz salió débil, cercana a un susurro —. Yo te quiero a ti.

Aquella noche era un recuerdo tan fresco como íntimo.

El hombre cerró los ojos de nuevo, apretando la mandíbula. Parecía estar luchando de manera física con sus pensamientos, evitando los ojos brillantes de Margery.

Ella casi pudo escuchar a su estómago hacer un vuelco incómodo para después su corazón saltarse un latido. El silencio del brujo parecía ser más dañino que cualquier otra cosa. Las palabras terribles solían producir gran vacilación en el ser humano, los dos eran conscientes de ello, más la falta de ellas por parte de Geralt fue mucho más doloroso.

—Está bien —cedió y después lo soltó al mismo tiempo que sus ojos se cristalizaron —. Al menos uno de los dos es lo suficientemente valiente como para aceptar lo que en verdad siente. Y ese no eres tú.

Dicho eso se dio media vuelta y ella fue la que comenzó a caminar hacia las puertas dobles de la biblioteca. Su garganta ardía y sus sollozos eran contenidos detrás de una mandíbula tan apretada, que sabía que pronto le causaría un terrible dolor de cabeza. Aunque algo le decía que ese dolor no sería tan grande como el de su pecho.

No quería creer por completo que así era como la dicha podía desaparecer tan rápido. Pero así era y, por más que doliera, quizás así tenía que ser.

Antes de abrirse paso hacia el pasillo, se detuvo de repente y se giró para verlo otra vez. La necesidad de enfrentarlo era tan grande que, si aquella sería la última conversación que tendrían, sentía que desfallecería si no decía lo que quería. Por primera vez no tenía el impulso ni la obligación de quedarse callada.

Lo encontró en el mismo sitio, de pie como una estatua, pero con la mirada dorada posada en su figura, como si él fuera físicamente incapaz de dejar de verla mientras se alejaba de él.

—Dime que los matrimonios arreglados son estúpidos —pidió, sorprendiendo a ambos por el vocabulario usado —. Dime que estás dispuesto a arriesgarte por mí como yo lo estoy por ti. ¡Dime que tengo una opción!

Sus palabras salieron desesperadas y parecieron despertar algo en él, puesto que comenzó a dirigirse hacia ella.

La situación casi parecía un espejo de hace una noche, cuando se besaron por primera vez en los establos. Pero en esos momentos, los dos estaban asustados, los dos estaban lastimados. Las circunstancias resultaban tan dolorosas, que ignorarlas parecía ser lo más deseado y menos conveniente al mismo tiempo.

—Y por favor dime que yo... no estoy sola.

Geralt llegó a ella apenas terminó de murmurar las últimas palabras.

Se detuvo a poca distancia, su interior batallando entre lo que debía ser hecho contra lo que quería hacer. Su expresión tan cercana al desespero y a la retención de emociones, una fuerza invisible tan grande que la princesa juró que podía palparla en la punta de sus dedos, en sus labios entreabiertos. Eran el reflejo del otro: de anhelo, de dolor y deseo. Un remolino tan grande que le sorprendía que todo aquello se pudiese desatar en solo dos personas.

El peliblanco soltó un suspiro fuerte y pegó su frente con la de ella con un poco más de fuerza que la necesaria. Las presionaron entre sí como una lucha por quien daría el paso primero, quién cerraría la distancia, quién sucumbiría al pecado o... quién retrocedería.

Si de algo estaba segura Margery, era que ella no pensaba hacerlo ya. Se había despojado de sus principios tantas veces delante de él. Había botado todo lo que debía por quererlo, que le prohibió a su corazón tener esperanza, al menos hasta que él tomara la decisión, porque ella ya lo había hecho.

—No estás sola —murmuró él con ojos cerrados y apretados. No quería observar su expresión, temía ver lo que sabía que encontraría una vez hablara —. Pero me niego a ponerte en más peligro.

—Geralt...

—Princesa —la acalló, posando sus manos en los antebrazos de la pelirroja para sostenerla contra él. Sus palabras y sus acciones tan contradictorias que se sintió mareado —. En el fondo también sabes lo que tiene que ser hecho.

Después de todo, él no era ningún extraño al notorio silencio por parte del rey Ivo. Sabía que no podía intervenir y detestaba saber que la estaba dejando sola ante un claro enemigo, no porque dudara de su fuerza e inteligencia, sino porque simplemente le dolía hacerlo. No podía darle más leña al enemigo cuando sabía que podía usarla en contra de su flor más preciada. En contra de Margery.

Tragó saliva con dificultad y se preguntó qué sería de ellos si Ivo no los hubiera visto. Pero el 'qué sería' no existía, solo era un ideal del futuro que no tenía lugar en la realidad; en sus realidades.

—Solo espero que sepas que no eres el único que se queda sin corazón —concluyó Margery alejándose de él.

Se soltó para luego dar media vuelta, abrió las puertas y se perdió entre los pasillos del castillos en dirección a sus aposentos, dejando a un Geralt completamente mudo en la entrada en la biblioteca.







Pierstom, Sarai y Blanche yéndose de la biblioteca, creyendo que les estaban haciendo un favor, por el cual nadie preguntó: *clown face* ¿Quién les dice?

Tomen nota de las cosas de la maldición y el Bosque de las Sombras, hay una probabilidad muy alta de que eso sea clave para esta historia :oooo

Meralt, nos estás haciendo llorar y no de la mejor manera, pero ¿ustedes qué creen que sea lo mejor? ¿continuar o lay low?

Espero que les haya gustado el capítulo y no olviden de votar para que esta historia se siga actualizando y el maratón valga la pena (:
Maratón 2/4

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¡Feliz lectura!






a-andromeda

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