Abrí los ojos, apareciendo en un lugar totalmente desconocido para mi. Si pude imaginarme como llegar, supuse que fue por las miles de veces que Irina me había contado como era el lugar. Observé una pequeña casa frente a mi, con el cielo nublado detrás. Parecía que en algunas horas llovería, porque había demasiado viento. Mi cabello se vino a mi rostro y lo quité, corriendo hacia un árbol para esconderme allí.
Oía gritos dentro de la casa. De un hombre, para ser exacta, y supe que ese era mi tío. El hermano de mi padre del cual jamás supe su nombre. Ni mi hermana tampoco porque le decía "tío". Su voz gritaba y creí que le gritaba a Irina, pero entonces la ventana que daba a la calle se abrió y allí pude verla. Solo que muchos años más pequeña de lo que la había visto la ultima vez. Debía tener siete o quizá ocho años. La voz del hombre continuó gritando y descifré que en realidad hablaba por teléfono. Eran las cinco de la mañana, tal cual había narrado Irina la primera vez que me contó lo que sucedió.
Ella arrojó un bolso hacia el suelo pero con magia hizo que levitara antes de estrellarse contra el suelo y lo dejó lentamente allí. Pasó una piernas fuera del lugar y observó la ciudad frente a ella, probablemente preguntarse a dónde ir. Pero en su mente sabía que en cualquier otro lado, estaría mejor que allí. Soltó un suspiro, miró hacia abajo, observó su cuarto detrás de ella y saltó hacia el suelo. Gracias a su magia, cayó lentamente flexionando las rodillas junto a su mochila. Se la colocó a los hombros y comenzó a correr con todas sus fuerzas.
Observó hacia atrás, quizá preguntándose si alguien la había oído o si nuestro tío abriría la puerta para perseguirla. Pero cuando vio que la puerta no se abrió mientras ella corría lejos, sonrió feliz de estar escapando. No pude evitar que mis ojos se cristalizaran un poco, al ver que después de mucho tiempo, había tomado al valor para irse de allí. Sola, sin saber a dónde, ni con quién terminaría, y aún así lo hizo.
Observé el cristal en mis manos, preguntándome si podía seguir observando más. Más de lo que nunca había visto. Algo que jamás nadie me había contado. O incluso, ir a un momento dónde yo aún no existía. Cerré los ojos y esperé poder ir a ese día, sin ningún problema. Estaba haciendo lo peor que podía hacer; intentar confiar en la magia.
Abrí los ojos cuando oí voces. Enfermeras caminaban de un lado al otro junto a algunos doctores. Pacientes esperaban en las sillas y lo primero que hice fue colocarme la capucha, esperando que nadie me viera ni interferir en sus vidas, pero nada malo sucedería mientras no me cruzara con gente que me conocía. Entonces me di cuenta que nadie me conocía, porque yo aún no nacía. Lo entendí cuando pude ver detrás de un vidrio a mi madre embarazada.
Ella estaba recostada en una camilla con una bata de hospital. Renzo estaba sentado a su lado en la cama, se veía muy pequeño.
—Oh, lo siento —dijo la voz de una persona que casi me lleva puesta por mirar hacia otro lado. Lo oí reírse por lo bajo de su propio error.
—No hay problema —le avisé, a pesar de que no volteó a verme. Simplemente entró en la habitación con dos botellas de agua y le extendió una mi madre.
Abrí un poco la boca, sin poder creer que me había chocado a mi propio padre antes de mi nacimiento. Él se acercó a ella, besó sus labios con una sonrisa mientras le extendía una botella de agua y luego tomó a Renzo para levantarlo en sus brazos. Pude oír la risa del bebé porque la puerta estaba abierta, seguramente porque entraban y salían médicos constantemente.
Ella tomó su mano sonriéndole cuando él puso su mano libre sobre su vientre. La sonrisa de Elena se borró de a poco. Me acerqué un poco a la puerta, queriendo oír pero de igual forma podía leerles los labios desde donde estaba.
—Tienes que prometerme que si alguno tiene magia, no dejaremos que nada les pase —habló ella y él asintió con la cabeza, volviendo a sonreírle—. Sabes que hay un lugar dónde estarán a salvo de cualquier cosa. Si corren peligro y yo no estoy...
—Elen, tranquilízate. Todo saldrá bien —habló él interrumpiéndola—. Te prometo que esta noche, estaremos los dos cenando esa pasta que tanto te gusta, mirando alguna de esas películas francesas en las que suelo dormirme. Y tendremos la primera noche a nuestras dos hijas juntas.
Mi ceño se frunció, algo conmocionada y confundida a la vez. James no parecía no querer a sus dos hijas. Mucho menos odiarlas. Ni siquiera a Renzo, que ya estaba en sus brazos. Elena le sonrió y asintió con la cabeza. Se acercó para besarla y acarició su cabello para quitárselo de la cara.
—Ya verás como todo va a estar bien —dijo él, animándola mientras mecía a Renzo de un lado al otro.
Todo va a estar bien dijo Elías también. Mi sonrisa se borró al recordarlo a él y recordar como terminaba este parto, el cual no iba a quedarme para ver. Ambos terminaban mal y no era necesario seguir metiendo el dedo en la llaga. En la herida no cerrada, que ahora se abría porque quizá había una posibilidad de traerlo a la vida.
Estaba totalmente confundida por cómo James actuó. Se veía como un hombre que amaba a su esposa y que tenía muchas expectativas de ser un buen padre. ¿La muerte de Elena lo cambió? ¿Ocurrió algo más? ¿Sucedió algo que ni Renzo, ni Irina ni yo jamás supimos?
Tenía que saber qué pasó con él. Cómo fue que terminamos separados si estábamos todos juntos. Había algo que no encajaba, una pieza diferente. Y no estaba en mis genes ni en mi historial ignorar las cosas que no sabía. Iba a llegar al fondo de todo.
Volví al presente, al 2022 al loft de Bastian. Aterricé sobre mis rodillas porque caí sobre alguna prenda de ropa que había en el suelo. Solté un poco de aire y me pregunté a que fecha debía ir, porque no tenía idea en qué momento todo cambió. Bebí agua que saqué de la nevera y observé mi teléfono. Había pasado solo una hora y cuarto desde que Nathan se había ido, así que tenía probablemente una hora y quizá un poco más hasta que volviera. Seguro tenía mucho que hablar con sus hermanos.
Tomé una libreta, un bolígrafo de mi estuche de estudio y traté de anotar todo lo que vi. El pasado de Irina, como se veían mis padres, como se veía Renzo de pequeño. Como se besaban y se trataban, con amor. Incluso anoté lo que recordaba que se dijeron. No sabía por qué Elena creía que podíamos estar en peligro de algo, pero no me sorprendería que tuviese un motivo. Escribí debajo de todo "todo va a estar bien", más en un intento de calmarme a mi misma y hacérmelo creer que de recordar lo que él dijo.
Volví al hospital, pero tres horas más tarde. Pero la habitación estaba vacía. Solté un suspiro, sabiendo que Elena ya había muerto y James ya estaba con nosotros en nuestra casa. Pero, ¿dónde? Entré en el cuarto y observé la mayor cantidad de papeles que encontré allí. Había un expediente de pastillas que mi madre parecía tomar para calmar dolores y nutrientes.
A su lado, había una lista de nombres hecha a mano. "Anette, Amore, Amelie, Alison". "Ivana, Inés, Indra, Irina". La dejé a un lado, agradeciendo que hayan elegido el nombre que tengo y continúe buscando algo que me sirviera.
En una carpeta de plástico encontré la información personal. Le revisé rápidamente buscando dónde debía ir. La encontré debajo de un número telefónico y la busqué en mi teléfono. Eran solo doce cuadras desde el hospital. Salí de allí y comencé a trotar, siguiendo las indicaciones de mi mapa. El clima estaba despejado pero el sol ya había bajado por completo, eran casi las nueve de la noche. Entonces me detuve porque la casa estaba del lado de enfrente. Crucé la calle y me acerqué a una de las ventanas de un lado.
La televisión estaba encendida en la oscuridad de lo que parecía ser la sala. James estaba allí, con la cabeza gacha y una botella de cerveza en la mano. Llorando sin prestarle atención a lo que sucedía en la televisión. Renzo estaba durmiendo a su lado en el sofá, ni se percataba de los sonidos. A un lado, había dos cunas dónde no podía ver si había bebés pero supuse que así era. Su teléfono sonó y lo contestó luego de casi veinte segundos de sonar.
—¿Qué? —habló totalmente desganado de responder—. No lo sé —respondió llorando—. ¡Qué no sé si tienen magia, mierda! —gritó levantándose del sofá, tumbando la botella de cerveza por el suelo.
Me hice más pequeña en mi lugar, asustada de que pudiese verme. Sin embargo, no lo hizo, ni los bebés se despertaron. Lo vi abrir la boca varias veces por decir algo por teléfono, pero solo oía lo que alguien le decía a través del aparato. Al parecer, quién sea le cortó, porque le dio un vistazo a la pantalla para verificar que así era. Lo lanzó contra la pared y corrió escaleras arriba.
—¿Pero qué mierda está pasando? —susurré en voz alta para mi misma, como si eso hiciese que la respuesta apareciera frente a mi.
James volvió a los dos minutos con dos bolsos en las manos. Uno era completamente negro y parecía repleto de cosas. El otro tenía ositos dibujados en color marrón y blanco y supe cuantas cosas habían dentro cuando lo vi metiendo unas cuantas bolsas de pañales y ropa del tamaño de un bebé. Salió de la casa y metió todo en la cajuela de un auto que había allí, supuse que era suyo con la facilidad que lo hizo. Volvió a la casa y tomó a Renzo en sus brazos para dejarlo durmiendo en la parte de atrás. Nos tomó a mi y a Irina de ambas cunas y nos envolvió en una manta gris. Una de las dos comenzó a llorar cuando cerró la puerta de un portazo para correr al auto. Nos subió junto a Renzo y se sentó al copiloto para conducir.
El auto desapareció y no tuve oportunidad de perseguirlo. Pero tal vez, sí de descubrir a dónde iba. Entré en la casa, agradeciendo que no hubiese nadie en la calle que viera que un extraño se metía y busqué el teléfono que había arrojado contra la pared. Lo tomé para revisar que tenía muchas llamadas del último numero que lo había llamado. Y él también había enviado un mensaje, a un número que no tenía agendado.
"Sabes dónde los puedes encontrar" envió hacía menos de media hora.
"Los buscaré en cuanto esté de vuelta" le respondió la persona a los minutos.
Y lo siguiente fue que James le envió una dirección. Una calle que podría ser de Hills Town tranquilamente y tres números. Lo copié en mi teléfono para buscar a dónde era que nos estaba llevando y a quién diablos le decía que nos podía encontrar allí. Mis manos temblaban, esperando que nos estuviese llevando a un lugar seguro de verdad. Aunque sabía que nada muy grave nos sucedía, porque Renzo y yo terminamos viviendo con mi tía Marcia y mi hermana con nuestro tío. Pero no tenía idea de cómo fue que llegamos a eso.
—Ay, mierda —susurré cuando el internet de mi teléfono pudo procesar la dirección que le había dado al mapa—. Esto no puede estar bien.
"Meadville St. 385, Greenwood, Minnesota. Orfanato Greenwood".
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Nota de la autora: Holaaa! Actualizacion! Estamos llegando a mis partes favoritas del libro😍
Se imaginaron alguna vez que James dejaría a Renzo, Alison e Irina en el Orfanato Greenwood?
Gracias por leer, votar y comentar❤️
Besos sobrenaturales,
Sofi Garrido✨