Andar a tu lado ✔️

By GisyRipoll14

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🥈Finalista de los Wattys 2021🥈 Danielle Robson es una joven arquitecta que debe asumir la remodelación de u... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Epílogo
Nota de la autora
Nota de la autora 2

Capítulo 21

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By GisyRipoll14

Se despidieron de George y entraron a la vivienda; todo parecía estar en orden y las luces de la casa de Mónica ya estaban apagadas, por lo que era probable que los niños estuvieran durmiendo.

Thomas avanzó en la silla hasta la mitad del salón, pero cuando Danielle pasó a su lado la tomó de una mano y la hizo subirse a sus piernas para darle un beso. Ella se lo reciprocó, aunque se sentía un poco nerviosa sin saber lo que podría suceder. Thomas abandonó el beso y se dirigió al ascensor de cristal con ella todavía sobre sus piernas.

—¿Sabes esa escena en la que el hombre lleva en brazos a la dama? —le dijo él al oído—. Pues bien, creo que podré lograr esa fantasía gracias a tu elevador. ¿Quién diría que sería tan útil?

Danielle se rio, mientras se colgaba de su cuello.

—Tienes que valorar más mi trabajo, Tom —comentó divertida—; ¿y si no hubieses aceptado las reformas?

—Hubiera cometido el peor error de mi vida, y no lo digo por la casa: ha sido maravilloso lo que has hecho en mi hogar, pero nada de esto se compara con haberte conocido.

El ascensor de cristal se elevó despacio hasta el primer piso. Como era eléctrico no resultaba demasiado rápido, pero fue muy agradable darse un apasionado beso durante el gradual ascenso.

Cuando llegaron arriba, Thomas tomó por el corredor con Danielle en su regazo y abrió la puerta de su habitación con su teléfono; encendió las luces y pasó adelante. Ella se estremeció una vez más, era una mezcla de ansiedad, excitación y un poco de temor.

—¡Cielos! —exclamó poniéndose de pie—. No había vuelto a entrar a esta habitación desde que te conocí...

—¿En serio? —preguntó él extrañado—. ¿Ni si quiera cuando se realizaron las reformas?

—La verdad es que no; Edward fue quien lo supervisó todo aquí arriba. Por supuesto, entre los dos hicimos el diseño y yo miré las fotos de la conclusión de la obra, pero jamás volví a entrar.

—¿Tan mal me comporté contigo, Dani? —añadió él riendo—. Bueno, yo sé que sí...

Ella se acercó y le besó ligeramente.

—Sin duda ahora me gustas más.

Thomas se sonrojó un poco. Era increíble cómo a su edad le podían suceder aquellas cosas con Danielle, pero ella conmovía cada fibra de su ser.

—Iré un momento al baño —anunció él.

—Tom...

—Dime, cariño.

—No tengo ropa para dormir... —Estaba ruborizada por completo y él se rio al verla. Parecía una niña pequeña.

—Escoge algo en mi clóset. Puedes abrirlo con confianza.

Ella asintió y Thomas entró al baño; tras su afección medular había tenido que adaptarse a recocer las señales de su cuerpo, intestinales y urinarias, para acudir con prontitud al sanitario, sin que ocurriese ningún accidente.

Danielle se quedó a solas y abrió el armario. Las perchas se hallaban a una altura más baja de lo habitual para permitir que Thomas las alcanzara. Entró a su mundo y miró las camisas perfectamente planchadas; los sacos, los trajes... Thomas era un hombre muy elegante, aunque en casa vistiera por lo general de manera sencilla. Debía lograr que saliera más a menudo de su hogar, para que volviese a disfrutar de la vida, de pequeños paseos y actividades que le enriquecieran sus monótonos días.

Danielle abrió una de las gavetas superiores del armario y se topó con sus calzoncillos; la cerró de inmediato un poco avergonzada. ¿Y por qué se sentía así? ¿Acaso no estaba en su habitación? ¿No había decidido voluntariamente invadir su espacio? Abrió la segunda gaveta y miró que en ella se hallaban varias camisetas y playeras perfectamente dobladas.

—¿Has encontrado algo que te guste? —le preguntó Tom a sus espaldas, quien ya había salido del baño.

Danielle tomó una de las camisetas, la que le pareció más encubridora.

—¿Puedo tomar esta de los Dodgers?

—La que quieras —le contestó él con una sonrisa.

Danielle entró al baño con la prenda en las manos y cerró la puerta; tenía un poco de temor. Miró alrededor y el baño en verdad había quedado estupendo: tal como se apreciaba en las fotos. Los sujetadores de la taza de baño le daban a Thomas la posibilidad de actuar por sí mismo, así como en la ducha. En la encimera del baño —que también bajaba o subía con un botón—, pudo ver varios frascos de perfume, cremas para rasurar y colonias. Era el baño de un hombre, y una vez más volvió a temblar... ¿Qué le sucedía?

Luego de asearse un poco se desnudó y se colocó encima la playera de Thomas. Aunque estuviera limpia tenía su olor... No podía explicarlo, pero aquel aroma la tenía muy perturbada. Se miró al espejo y la imagen que recibía no la hacía sentir tranquila: la camiseta la cubría muy poco, bajaba solo hasta la mitad de los muslos y por detrás, un poco más abajo de sus nalgas.

—Has tenido una excelente idea al pretender quedarte aquí... —murmuró.

Cerró los ojos e intentó serenarse. Se recogió el cabello con una coleta alta y dobló su ropa con cuidado, dejándola encima del cesto de la ropa sucia. Cuando se llenó de valor, salió del baño y se encontró con Thomas, que ya estaba en la cama.

Una vez más sintió que se ponía como un tomate; él la miró y le sonrió. Se dominó lo suficiente para no asustarla con su mirada, aunque aquella visión lo tenía profundamente extasiado.

—Te ves preciosa...

Ella no le contestó: se quedó mirándolo. Thomas estaba sin camisa —algo que no era nuevo para ella— y tenía un libro en las manos. La única luz en la habitación era la de la lamparita de noche, pero era lo suficientemente intensa como para que pudieran apreciarse el uno al otro.

—Esta camiseta me queda algo corta —comentó ella dando un par de pasos hacia la cama.

—Créeme, tienes demasiada ropa encima.

Cuando Thomas notó lo turbada y avergonzada que estaba con su comentario, no pudo evitar echarse a reír, a pesar de que él también estaba muerto de miedo. Había intentado tomar un libro para restarle tensión al momento, pero lo cierto es que no podía leer nada.

—Ven acá, cariño.

Danielle se acercó a él. Thomas apretó un botón en la cama y esta se arqueó un poco, permitiéndole incorporarse. Dani se sentó en el borde y lo miró a los ojos. Tom le acarició la mejilla sonrojada con sus manos.

—¿Quieres dormir en la habitación de al lado? Ya la conoces, es donde durmió Tim hace unas semanas. Solo quiero que te sientas bien...

Ella sintió que su corazón se derretía al escucharlo.

—Eres increíble, Tom —respondió ella dándole un beso y abrazándose a él.

Thomas la estrechó contra su cuerpo, aunque intentó no presionarla. El tenerla allí con él era más de lo que hubiese esperado hace unos meses, cuando pensaba, en mitad de su depresión, que no volvería a ser feliz.

—Me encantaría que durmieras aquí conmigo —le dijo con tacto—, pero solo si lo deseas. Te prometo que no haré nada que no quieras, me basta con darte un beso y verte dormir apacible a mi lado.

Danielle se separó de él y le sonrió, un poco más tranquila.

—Me quedaré aquí contigo...

Thomas debió controlar las emociones que sintió con aquella respuesta; se sentía frustrado de no poder dar saltos como antes, pero su corazón los daba por él... Pulsó el botón y la cama volvió a su posición habitual. Danielle se acomodó del lado derecho, y se cubrió con el edredón. Tom apagó la lamparita de noche, y la oscuridad reinó en la estancia.

—¿No vas a continuar leyendo?

—No tengo muchos deseos de leer...

Danielle suspiró, tenía el corazón a mil, y era probable que así no pudiera conciliar el sueño.

—Buenas noches, Tom —le dijo tras un breve beso en la mejilla.

—Buenas noches, cariño.

Se mantuvieron uno al lado del otro en silencio, por una media hora. Danielle exploró diferentes posiciones para dormir, pero en ninguna se sentía cómoda. La cama lo era, pero el problema era ella: no tenía sueño. Finalmente se quedó mirando el techo: un hilito de luz se filtraba desde el balcón, y se concentraba en él como si pudiese darle respuesta a algunas de sus preguntas.

Thomas le tomó la mano por encima del edredón, aquel contacto con su piel tibia fue electrizante.

—¿Estás despierto?

—Sí, no he podido dormir. Noto que tú tampoco.

Danielle volvió a suspirar.

—Estoy bien, no te preocupes —le contestó.

—¿En qué piensas?

—Que hace muchos años que no duermo acompañada... La psicóloga me aconsejó que no acostumbrara a Ben a dormir conmigo, que lo mejor era que desde pequeñito se habituara a tener su habitación.

Thomas se giró hacia ella y le besó en la frente.

—Yo tampoco suelo dormir con nadie —le confesó—. Esto también es nuevo para mí, pero creo que la causa de mi insomnio es otra... Y creo que es la misma tuya.

Danielle se estremeció. Tenía razón: ella no podía dormir porque lo deseaba... Necesitaba besarlo, quería sentir su cuerpo junto al de ella, pero también tenía miedo de que las cosas no salieran como pensaban. Thomas volvió a apretar su mano:

—Todo estará bien... —le calmó él, como si le leyera la mente.

Danielle se giró hacia él y comenzó a besarlo. Fue un beso lento, pero que los hacía temblar. La satisfacción que sentía era indescriptible. Hacía tiempo que deseaba acercarse a él, pero las dudas la asaltaban; ahora experimentaba una especie de liberación y disfrutó de él. Thomas se deleitó con sus labios, y profundizó el beso, también con calma, no querían precipitarse en nada. Dani no pudo evitar suspirar cuando se separó un instante para recuperar el aliento, pero de inmediato continuó besándolo. Era como si no pudiese saciarse de él...

Thomas la abrazó. Sus manos le acariciaban la espalda por encima de la camiseta, pero aquel contacto era muy turbador. Dani sentía que temblaba contra él, pero quería continuar... El besó fue tan largo que olvidaron por cuanto tiempo estuvieron allí, rebosantes de aquella avidez que tenían el uno del otro. Tom jamás había hallado unos labios que lo envolvieran con tanta dulzura, y en ella sentía que lo encontraba todo... Danielle estaba cada vez más deseosa de él, nunca creyó que podría sentirse así.

Thomas besó sus mejillas y llegó a su cuello; aquel perfume que tan bien le conocía lo trastornaba. Continuó besándola, pero la sensibilidad de su cuello hizo que Danielle gimiera de placer.

—Tom... —susurró.

Escuchar su nombre en sus labios lo enardeció, así que continuó besándola, pero la camiseta le impedía avanzar más. Sin pensarlo dos veces levantó la playera por su espalda y la acarició apropiadamente.

Ella se estremeció cuando percibió que él intentaba zafarle el sujetador. No había sido muy buena idea ir a dormir con él puesto, pero por fortuna Thomas la liberó de él con mucha facilidad.

—¿A quién se le ocurre ir a la cama con esto? —rio él dándole un beso en la mejilla.

Ella también rio, los miedos habían cesado dando espacio a un momento de conexión indescriptible, de ansias, de deseos, pero no de temor.

Danielle gimió cuando sintió que él le acariciaba los pechos. Él también se sentía extasiado. Nunca la había visto desnuda y en la penumbra apenas podía hacerse una idea de su belleza, pero al tacto los disfrutó en cada milímetro, aun más cuando comprobó la manera en la que ella temblaba cuando recibía sus suaves caricias.

—Eres maravillosa... —murmuró él con voz ahogada.

Danielle se terminó de sacar la camiseta por la cabeza, y se abrazó a él. Sentir el contacto de su piel sobre la suya era indescriptible. Thomas le besó en los labios, en los párpados, bajó a su cuello y volvió a acariciar sus senos. Danielle estaba muy excitada, y él lo comprobó cuando bajó a su zona más íntima, haciendo a un lado la prenda de encaje que la cubría.

—Por Dios... —exclamó ella cuando sintió las yemas de sus dedos que la tocaban con suavidad.

Había olvidado por completo lo que podía sentir una mujer con el roce de un hombre. Lo deseaba tanto... Estaba al borde del delirio, y no pudo evitar gritar de placer cuando Thomas introdujo con cuidado dos dedos dentro de ella.

—Tom...

—Bésame —le pidió él.

Ella así lo hizo, lo besó casi con fiereza mientras él se hundía cada vez más en su interior. Danielle gemía, se retorcía contra su piel, pero Thomas continuó dándole aquel placer que requería... Muy pronto advirtió cómo la temperatura de Dani aumentaba, cómo comenzaba a temblar y, sin pensarlo, una exclamación de su garganta le indicó que había llegado a la cima del placer.

Danielle se abrazó a él, temblando todavía... Thomas le dio un beso, feliz de haber logrado aquella respuesta de su cuerpo. Era más de lo que hubiera esperado, pero Danielle había correspondido a sus caricias de una manera extraordinaria.

—Tom, eso fue increíble... —susurró contra su mejilla, todavía con la respiración entrecortada.

Tom iba a responder cuando sintió que Danielle se incorporaba a horcajadas sobre él y comenzaba a besarlo: sin pudor ni vergüenza alguna, tal y como le había recomendado Janice.

Lo besó; bajó por su cuerpo, se concentró en su pecho y depositó miles de besos en su abdomen. Él también gemía de placer, era como si toda su piel reaccionara a su tacto, sentía muchos deseos de ella...

Tom apretó el botón de la cama y esta se echó hacia adelante, brindándole una posición de sentado que era más cómoda para acariciarla. Volvió a palpar sus pechos, la acarició con lentitud, y ella sintió como Thomas tenía una erección. Se apartó un poco de él para liberarlo de los calzoncillos con el cual dormía, y ella se terminó de desnudar. Se sentó sobre él, lo abrazó con una pasión desmedida y lo besó en la boca mientras terminaba de estimularlo.

Muy pronto sintió que Thomas estaba listo; ella también lo estaba, todo su cuerpo ardía de deseos por entregarse a él... Tom la recibió con los brazos abiertos, mientras se volvían uno solo... Era la sensación más exquisita que ambos podían haber experimentado. Por la posición que la cama les brindaba estaban muy cerca el uno del otro, abrazados, amándose... Danielle volvió a gemir por sentirlo tan dentro; él también soltó una expresión ininteligible por aquel movimiento erótico de ella que le nublaba el juicio.

—Danielle... —murmuró.

Ella temblaba contra él; su cuerpo se agitaba mientras alcanzaba el más grande de los orgasmos en sus brazos. Él la sintió empapada en sudor, pero estaba feliz... Lo sabía incluso sin ver su rostro, era algo que podía advertir tan solo con su cuerpo.

—¿Estás bien? —le preguntó él.

—Demasiado bien... —contestó ella dándole un beso.

Thomas se apartó un poco y buscó a tientas en la mesita de noche el vibrador que le había recomendado el doctor Hamilton. Se lo dio a Danielle, y ella supo de inmediato de qué se trataba. En otra de las consultas el propio doctor se lo había mostrado e incluso le había explicado el mecanismo. Danielle no perdió tiempo, lo ayudó a colocarlo y lo pusieron en funcionamiento en la frecuencia correcta.

Un gemido de la garganta de Thomas les hizo saber que lo disfrutaba, y no demoró mucho en lograr lo que creyó impensado: la eyaculación. Danielle lo imaginó cuando percibió que él dejaba el aparto en la mesa noche y la abrazaba. Ella se acurrucó en su pecho, disfrutando de su desnudez.

—¿Qué sentiste? —le preguntó con curiosidad.

Él suspiró.

—Placer... Nunca creí que volvería a sentirme así —le confesó, y una lágrima bajaba por su mejilla—. Ha sido maravilloso... Estar contigo es maravilloso, Danielle, y a pesar de mi accidente puedo asegurarte que nunca antes me había sentido así con una mujer.

Ella le dio un beso.

—Para mí fue precioso, Thomas.

Él le acarició la espalda con las yemas de sus dedos. La amaba y su sentir crecía por cada día que pasaban juntos.

—El doctor Hamilton estará orgulloso de nosotros... —comentó Danielle en su oído con una risita.

Thomas no pudo evitar reírse también, mientras colocaba la cama en posición horizontal.

—¡Eres terrible, cariño!

Danielle se quedó abrazada a él, con la cabeza en su hombro, y lentamente su respiración se volvió más pausada.

—Te amo —susurró él, acariciándole la cabeza—. Sé que estás dormida, pero te amo, Dani...

Ella sí lo escuchó, pero estaba casi vencida por el cansancio e incluso pensó que lo había soñado.

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